Cuba Nostra


LOS SECRETOS DE ESTADO DE 

FIDEL CASTRO 

“¿Del tirano? ¡Del tirano dicen todo, dicen más aún! y clava con la furia de una mano esclava sobre su oprobio el tirano.”

José Martí 

“No somos espíritus mórbidos con sed de sangre y de castigo. Durante la guerra, ante el adversario que no perdonaba, fuimos generosos. Es sobre esta generosidad ante el adversario que no perdonaba, que descansa nuestra fuerza y en parte, nuestro triunfo.” 

Revolución. La Habana, enero de 1959 

“¿Cuál es la cima de un régimen político? ¡Condenar a un pueblo a morir de hambre y ofrecerle un entierro gratuito!"

Los Tadeos. La Habana. 1967 

Advertencia 

Este libro tiene por objeto denunciar un sistema, destacar situaciones dramáticas, explicar comportamientos criminales y sobre todo informar las últimas realidades presentes que pesaron y pesan siempre sobre un pueblo que creyó con entusiasmo y quizá con angelismo que esta revolución iba a parir un mundo mejor. 

Fueron. Sabemos hoy hasta qué punto la ilusión fue grande y la esperanza inmensa. 

Sabemos también que muchos aún prefieren, a pesar de todas las evidencias, apoyar a un régimen que ya no tiene nada que ver con su proyecto inicial, para conservar intacto su último sueño. Pero el sueño se transformó en pesadilla y la ilusión en superchería. No se trata ni de malevolencia pues, ni de voluntad partidaria, esta obra tiene simplemente la preocupación de encender acontecimientos que animan una tiranía que se ejerce desde hace medio siglo sobre el pueblo cubano por la voluntad de un único hombre Fidel Castro. 

 Se registraron y filmaron las conversaciones contenidas en este libro con total acuerdo de las personas interesadas

Prólogo 

El después del castrismo tiene su comienzo aun Castro vivo, en resbalones, en el seno del ejército, en los encuentros entre agentes cubanos y americanos. Aunque eso sigue siendo invisible en la superficie, los tratos van a buen paso para prever los días siguientes de un sistema que sólo tiene la personalidad del que lo inventó. 

Un sistema construido sobre el maquiavelismo, la seducción y las manipulaciones de un caudillo sin estados de alma fue en Cuba un país al margen y de su historia revolucionaria una novela negra donde se codean con mafiosos, gánsteres y generales, espías y jefes de Estado. 

La historia de la revolución y el régimen cubanos están llenos de secretos y factores, que disimulan mentiras y mistificaciones. 

Los pilares del sistema castrista descansan desde hace cuarenta y seis años en falsedades mantenidos por una doctrina de hierro, y en apariciones que hoy, se caen a pedazos como las paredes de la Vieja Habana. 

Al multiplicarse las entrevistas, al analizar los acontecimientos, nos acercamos a menudo a descubrir una realidad que muchos se empeñan en dejar a la sombra, limitándose a navegar sobre la ola de lo que algunos llaman aún la “revolución romántica”, aunque el castrismo terminó por mostrar su verdadera cara condenando, encarcelando o ejecutando fríamente. 

Esta investigación nos ha permitido entrevistarnos con numerosos protagonistas de este casi medio siglo de historia contemporánea, la mayoría de ellos decepcionados de una causa que sostuvieron a veces con las armas en la mano y por la cual ellos sacrificaron su juventud, su salud y hasta su identidad. Otros que también participaron o asistieron a acontecimientos en los cuales los servicios secretos o las tropas castristas desempeñaron un papel determinante. Y sobre todo un hombre, Juan Vives, que vivió desde la edad de 14 años el entusiasmo revolucionario de los primeros meses, la decadencia de las ideas generosas, la pelea de los clanes por el poder y su letanía de muerte, suicidados, accidentados, asesinados, sus innumerables manipulaciones, tráfico de todo tipo, denuncias, golpes de estado fallidos, doble lenguaje, intoxicación. Todo lo que le ha permitido a este régimen reinar sin división sobre Cuba desde el 1 de enero de 1959. 

Juan Vives fue un espía temido, él mismo ha tenido acceso a numerosos expedientes, se ha codeado con todos los hombres claves de este período, conocedor de secretos ocultos y empapado en un gran número de operaciones turbias hasta el día en que decidió que ya no era un peón al servicio de una ambición personal. A principios de los años 70, decide dejar de ser una marioneta, pero sigue observando, almacenando, microfilmando todo lo que cae sabido y llevado. Se convierte en una clase de esponja que debe absorber la otra cara de la moneda castrista. Sobrino de Oswaldo Dorticós Torrado quien fue presidente de la República entre julio de 1959 y diciembre de 1976, y que desempeñó un papel, siempre a la sombra del comandante en jefe, más honorario que real, antes de suicidarse oficialmente en 1983, Vives se ha ayudado y muchas veces ha sido protegido por su pariente antes de poder huir de la isla y de pasar al campo de aquéllos que antes había combatido. Refugiado en Francia desde 1979 gracias al apoyo del ministro de Interior Michel Poniatowski, este antiguo guerrillero fue un pionero de los servicios secretos cubanos, digno de confianza y colocado durante muchos años en puestos estratégicos por él mismo Castro. Se ha arrepentido por desilusión ante lo que llama “la evolución hipócrita del régimen” negado de ver a sus padres, sus amigos, sus machacados y maltratados prójimos, enfermos, encerrados, Juan Vives decidió dar prueba, decir lo que sabe, contar sus entrevistas, revelar sus misiones y revelar los secretos de la revolución castrista. 

Es a la luz del proceso que se desarrolla en Venezuela desde la llegada al poder de Hugo Chávez y que le recuerda a otro, pero sobre todo después del encarcelamiento en la primavera 2003 de setenta y cinco disidentes cubanos, poetas, periodistas, economistas, algunos de los cuales son sus amigos, en particular, Raúl Rivero liberado en noviembre de 2004 y exiliado a continuación a España a quien ayudó hacer y publicar una recopilación de poemas. Mandato de registro1 , que decidió poner su memoria al servicio de esta obra. La información que nos confió nos permitió ir más lejos en nuestras investigaciones y revisitar varios acontecimientos de la historia reciente de Cuba. Recortamos, autentificamos estas revelaciones por numerosos testigos y gracias a publicaciones y documentos que encontramos en los países que cruzamos. Otros antiguos responsables de los servicios secretos también suministraron sus recuerdos, en particular, el antiguo camarada del Che Guevara Dariel Alarcón Ramírez (“Benigno”) que corroboraba y que prolongaba las afirmaciones de Juan Vives, proporcionando así un cuadro tan alucinante y terrífico de las maniobras más secretas y las “más románticas” de los promotores de la revolución cubana, tanto dentro de la isla como en otras partes del globo

PRIMERA PARTE 

 EL CÍRCULO FAMILIAR

EL PADRINO CUBANO 

 Por esa capacidad histriónica muy personal, Fidel Castro podría asumir con facilidad el papel del viejo Corleone, haciéndole apenas modificaciones al papel del padrino de Mario Puzo, rodeado con la familia: hijos, yernos, hermanos, sobrinos, algunas cuñadas, compañeras, amantes, criados, asesinos. 

Escrupuloso de cada detalle, velando hasta el final sobre cada conciencia, cada parcela de toda la isla y legando una herencia que lo colocara en el libro Güines de los records. Último refinamiento: sigue imponiendo a su pueblo un lema pesado, una broma enorme, salvaje e inhumana por quien planeara por mucho tiempo, ser la cabeza de la nación cubana; ¡Socialismo o Muerte! Como una espada de Damocles. Una broma mórbida recogida en coro por el clan dominante en un país incruento, una nación desnuda y usada, trabajada por la mentira, la corrupción, la doble moral y el miedo. 

Durante cerca de tres generaciones Fidel Castro aparece como un gigante ante los ojos del mundo donde se ha presentado, como una copia burda, imitando a Robín de los bosques, a pesar de las privaciones que hace sufrir a su pueblo. Más que de las posesiones materiales, el régimen castrista se apodero del alma de los cubanos. Su leitmotiv Cuba Nostra “Cuba es Nuestra” por esta razón, lanza a prisión a los intelectuales, a los poetas, los escritores que tienen el valor de desafiarlo, haciendo al mismo tiempo creer que el enemigo yankee está en sus puertos. Armas contra las palabras, cuatro millones de hombres desplegados en gigantescas maniobras militares en diciembre de 2004 bautizadas “Bastión 2004”. Todos los cansancios de las fuerzas vivían in situ, un opio para hacer olvidar al pueblo sus miserias y mantener la opresión. 

El estado de guerra permanente en un cielo azul. La cuerda es enorme, la estratagema usada hasta la cuerda. El pueblo está cansado. Huir, más bien es un arma para el padrino cubano que parece decir a sus eternos enemigos; “Atención, a la menor amenaza, abrimos los puertos y nosotros les enviamos a ustedes expediciones de cientos de cubanos hacia sus costas”. 

El régimen castrista posee ante los americanos, la bomba de invasión masiva. Por temor que ponga su maniobra en ejecución, estos fingen indiferencia y esperan “que el animal se muera”. 

La potencia que personifica Fidel Castro funciona a la manera de una gran familia mafiosa con círculos de poder concéntricos. El primer circulo está constituido por sus camaradas del ataque del cuartel Moncada en Santiago de Cuba en Julio de 1953 que le dedican una fidelidad ciega. Este hecho de armas, fundador del castrismo, fue todo un fracaso sangriento, con cerca de sesenta y cuatro muertos en el levantamiento. 

Combatientes de la Sierra Maestra forman el segundo círculo, los viejos guerrilleros que llevaron durante dos años una lucha victoriosa contra las tropas de Fulgencio Batista. Los otros círculos más distantes evolucionan en función del interés que se le ocurra al Líder Máximo1 que nombra o alivia según su solo buen parecer y sin ningún control. 

Existe una segunda familia agrupada en torno a Raúl Castro su hermanastro menor, designado como sucesor en la tradición dinástica, una clase de paso de testigo hereditario. Mientras no se contradiga a Fidel o manifieste una clara divergencia; Marco Portal, fue considerado como ministro de industria básica, casado con una hija de Raúl Castro para que pudiera desempeñar un papel determinante en la sucesión. Durante el verano 2004, una avería paralizó una gran central termoeléctrica, teniendo como implicación interminables y regulares cortes de electricidad en toda la isla. Estos apagones “cortes” duraron más de cinco meses exasperando a una población ya cansada de privaciones y le costó según cifra oficial doscientos millones de dólares al estado cubano. Marcos Portal fue designado responsable de la situación y ha sido despedido. Transmisión del poder del padrino a los compases, del hermano mayor al hermano menor, como es el habito en la Cosa Nostra. Cuando los comunistas del Partido Socialista Popular (PSP) discretamente apoyados por la Unión Soviética intentaron imponer a su propia familia en la revolución, la respuesta fue brutal, se encarcelo a comunistas históricos en 1968 tras las rejas, Cuba no podrían pretender actuar fuera de las estructuras de poder admitidas por el padrino. 

De la misma forma que las grandes familias mafiosas entierran fastuosamente sus enemigos o asesinan por su propia cuenta, Fidel Castro fabrica iconos con aquellos que él mismo eliminó o expidió a la muerte, dirigiendo él, la historia a su manera. 

Considerado el joven Fidel, nacido en Birán en la provincia oriental de Cuba, como el bastardo de la unión ilegitima de Ángel Castro Argiz, rico latifundista y de su sirvienta Lina Ruz. Enviado por su padre a estudiar en el colegio de Belén de los padres jesuitas, Fidel Castro comienza a tener sus primeros contactos con el universo mafiosos del gansterismo a su entrada a la facultad de derecho de la Universidad de La Habana en 1945. 

El ambiente que reinaba en la época no era precisamente la calma estudiosa de los campus universitarios. Los gobiernos democráticamente electos del Presidente Grau San Martín y de Prio Socarrás no hacían más que distribuir botellas, pagar por puestos burocráticos bien colocados, para calmar la efervescencia estudiantil, dos corrientes se oponían frontalmente: el Movimiento Socialista Revolucionario (MSR) dirigido por Rolando Masferrer un anciano trotskista que había participado en la guerra de España junto con las brigadas internacionales, y la Unión Insurreccional Universitaria (UIR) dirigida por Emilio Tro, quien había combatido con el ejercito americano durante la segunda guerra mundial. Los jóvenes comunistas intentaban obtener un lugar entre estos dos grupos irreconciliables. Su principal líder era Alfredo Guevara con quien Fidel Castro estableció un vínculo de amistad y quien más tarde se convirtiera en el patrón del ICAIC, El Instituto Nacional de Cine de Cuba. 

 Fidel Castro, aún adolescents se integró rápidamente a este medio en ebullición, participando de manera violenta en la lucha por el poder. Él mismo se acusó de haber dado muerte a su homónimo Manolo Castro, el presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios, porque se había opuesto a su nombramiento al puesto de delegado en la facultad de derecho de la Universidad de la Habana. En esa época se mataba por un si o por un no, la sangre caliente y el gatillo fácil, en este medio de bonchistas universitarios “chorizos universitarios”. Acusado por un tribunal, Fidel Castro, sale absuelto gracias a la intervención de su padre que pagó mucho dinero para comprar a los jueces, era una época en que todo se compraba y se vendía, incluidas la inocencia o culpabilidad. En consecuencia, en 1948 ocurre el asesinato del líder liberal colombiano Jorge Eliecer Gaitán, Fidel Castro que ya consideraba que la lucha insurreccional debía abarcar todo el subcontinente latinoamericano, participó en el Bogotazo, pistoletazo de salida de dicho periodo de violencia. Una violencia que iba a prolongarse en Colombia durante cerca de treinta años y que no dejaría de interesar al que diez años más tarde se volvería “el amo de Cuba”. A su lado figuraban Enrique Ovares quien se convirtió en el nuevo presidente de la FEU, el comunista Alfredo Guevara y otro joven de nombre Rafael del Pino, este último cometió más tarde el error al decir públicamente que Fidel Castro había actuado en Bogotá como un bandido y estaba implicado personalmente en la muerte de Gaitán. Eso le costo veinte años de prisión a la llegada de la revolución castrista. Durante la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista, Castro puso toda su energía para que fallaran las tentativas de insurrección en su contra, eliminando a todos los lideres que potencialmente podían obstaculizar su marcha hacia el poder. Así pues, Frank País, jefe de la rebelión en Santiago de Cuba quien representaba al llano, se oponía a la línea política de Fidel Castro. Fue traicionado y murió el 30 de julio de 1957. Se sospecha que fue Vilma Espín quien denunció a Frank País ante los soldados de Batista, hoy ejerce la función de presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas. A este respecto debemos agregar que es la mujer de Raúl Castro, Vilma Espín dispone de poder y de una red considerable de influencia. El hombre-topo que informó a Castro sobre las luchas intestinas y los juegos de poder fue Armando Hart quien fue recompensado con puestos reservados a los más fieles seguidores de Castro, fue en primer lugar ministro de educación, miembro eminente de la mesa política del partido comunista antes de convertirse en el sempiterno ministro de la cultura de la revolución, hasta cuando por edad fue jubilado. La práctica de la tabla rasa que empleaba Fidel Castro, y que consistía en hacer desaparecer a todos aquellos que le pudieran hacer sombra, se acrecentó después de la victoria revolucionaria. La desaparición de Camilo Cienfuegos tras el encarcelamiento del comandante Huber Matos por razones de rivalidades personales con Raúl Castro y de divergencias políticas con la evolución procomunista de la revolución, fue el punto culminante de esta purga permanente. En cuanto al Che Guevara, el icono permanente de la revolución castrista. Había sido condenado a partir de 1965 al ostracismo. Enviado al Congo para establecer una guerrilla al lado de un puñado de hombres dirigidos por Laurent Desear Kabila quien lo juzgaba como inepto para el combate además de corrupto, ese año escapo de la muerte para encontrarla dos años más tarde en Bolivia durante otra incursión guerrillera en ese país. El suicidio también fue un arma, generalmente utilizada por los revolucionarios cubanos, para hacer desaparecer personajes que han actuado de manera torpe o han sido incómodos para el régimen, en 1983 quien ostentara el título de presidente de la república desde 1959 hasta 1976 el Dr. Osvaldo Dorticós, quien fue encontrado muerto en su domicilio con una bala calibre 45 en la cabeza disparada de una pistola Colt, “ahora bien, Dorticós nunca ha poseído tal arma, de eso da prueba su sobrino Juan Vives quien afirma que su tío poseía una pistola Stek de fabricación soviética calibre 9mm. Quien fuera presidente de Cuba era obvio que sabia demasiadas cosas y se mostraba crítico frente al sistema y a los hermanos Castro. Vives se acuerda de las palabras que dijera el dirigente comunista Carlos Rafael Rodríguez al referirse a su tío “¡Cálmese! Sino corre el riesgo de que le ocurra algo fatal”. Dorticós se había atrevido a criticar el caos económico que reinaba en la isla y había confesado a sus coterráneos las dudas que él tenía sobre la circunstancia de la muerte de muchos cubanos y extranjeros entre los cuales figuraba el presidente Chileno Salvador Allende. Por ello durante medio siglo se han acumulado secretos de estado del régimen castrista. LA GUERRA DE CLANES “Dividir para reinar” es una estrategia practicada y probada de sobra desde hace miles de años. Fidel Castro la tomó como su divisa tal como ocurre con todos los dirigentes totalitarios. Él que supo hacerles frente a diez presidentes norteamericanos, es un jefe de clan preparado. Hizo un sistema maquiavélico, una maquinaria que estableció a su antojo. El creador de esta máquina infernal fue seguramente influenciado por todas las corrientes del siglo XX del Partido Comunista Soviético, algunos afirman que subvenciono como miembro del partido comunista desde 19471 . Quizás hasta el nazismo, como lo destacan algunos testimonios, en particular el de José Andreu, un camarada de habitación de la universidad de la Habana en 1952 cuando Fidel Castro era un joven estudiante de derecho. José Andreu se expresó el 14 de diciembre de 2004 ante un gran número de personalidades universitarios y exilados en el Instituto de Estudios Cubanos de la Universidad de Miami “recuerdo que tenía alrededor de diez años más que yo, no lo frecuentaba mucho, pero no podré olvidar ese día en que Castro imitaba los gestos de Hitler delante de un espejo, allí estaba él, Fidel Castro, de pie, tenía en su mano un ejemplar de Mein Kampf traducido al español y con la mano gesticulaba a la manera hitleriana. Esto duró apenas unos instantes, pero esta visión jamás la he olvidado”. Un año antes en la época en que Castro vivía en Guanabo, una ciudad balnearia al este de la Habana, un amigo llamado Jorge Valls lo había sorprendido con dos obras emblemáticas debajo el brazo “Esto era por el año 1951, Fidel vivía de acuerdo con la época en el seno de una familia. Un día Blanca del Valle muy cercana a mi, lo sorprende con un ejemplar del Capital de Karl Marx y otro de Hitler titulado Mein Kampf, Castro le pide que se haga de la vista gorda y ella le pregunta ¿Sabes hacia donde quieres Ir? Y Castro le respondió “yo se lo que quiero, pero es necesario que alcance el objetivo que me fije, cueste lo que cueste” En los años 50 en Cuba no pasan simplemente las corrientes políticas e ideológicas procedentes del viejo continente: En marzo de 1952 la dictadura de Fulgencio Batista impuso un lote de acciones que dejará en manos de Meyer Lansky, Santos Traficante, parte importante de la economía de la isla, estos y sus acólitos reinaran como amos del juego, la prostitución, la droga. Mientras tanto el pueblo particularmente campesino, tiene dificultades para vivir y transita bajo el peso de las deudas contraídas por el estado o grandes propietarios de bienes inmuebles. Sobre estas dificultades sociales proliferan las pretensiones, se desarrollan importantes manifestaciones y numerosos activistas estudiantes entran en rebelión, se preparan para la lucha y luego el triunfo revolucionario. El tiempo pasó; cuarenta y seis años de poder absoluto. El caudillo cubano sigue hoy imponiendo su clan rampante, el régimen que controla con mano de hierro a pesar de sus 79 años. Enfermedades que corroen lejos de la mirada pública, y la caída del 21 de octubre de 2004 cuando se rompió la rodilla izquierda y le dejo una herida en el brazo derecho. Pero aun así su sucesor oficial sigue siendo su hermano Raúl quien dirige el ejército desde 1959 y debería desempeñar el primer papel en caso de desaparición del líder máximo: pero Raúl solo tiene cinco años menos que Fidel y su salud es frágil. Este personaje amanerado en su juventud se conocía con el remoquete de la China roja. Hospitalizado en sucesivas ocasiones, incluso para ocultar su alcoholismo en el año 2004 los médicos dijeron que lo habían curado de un cáncer. Raúl Castro dispondrá de poco tiempo para inscribir a Cuba en una nueva realidad. El hermanastro de Fidel (Raúl) “cuyo padre era un sargento, mestizo entre chino y mulato, era guardia civil en Birán” después de un viaje detrás de la cortina de hierro en 19531 , se convierte en comunista y comienza a tener vínculos con responsables militares soviéticos y miembros de la KGB. Nombrado gobernador militar de la provincia de Oriente al triunfo de la revolución. Raúl fusiló a cientos de opositores antes de que Fidel lo hiciera volver urgentemente a la Habana. Poco apreciado por los cubanos que lo consideran como un delfín impuesto, incapaz de tomar en sus manos los destinos del país, Raúl Castro a la cabeza del ejército a partir de 1959, cierran las fronteras de la isla. Aunque Raúl se casa con Vilma Espín Guillois contrariando a su hermano, más tarde se divorcia para convivir con una médica polaca quien le da una hija. Pero este matrimonio no se realiza y la polaca regresa a Varsovia con su hija a mediados de los años 90 a trabajar en importantes clínicas de la capital polaca. Raúl vuelve con Vilma. A nivel económico. El hombre resulta más pragmático que su hermano, pues utiliza a los cuadros militares2 a quienes ha impuesto en todos los sectores y actividades del país; desde el turismo una de las actividades que genera la mayor cantidad de divisas que ingresan al país, hasta los puestos más insignificantes o subalternos del comercio o la exportación los cuales hace ocupar a funcionarios del Ministerio de las Fuerzas Armadas (MINFAR). Sabe delegar parcelas de autoridad y mantener relaciones laborales con funcionarios de alto nivel. Su estilo y actitud obstinados vinculados a un excelente conocimiento del arte de la guerra y también capacidad para dirigir y organizar le valieron el apodo de “prusiano”. Durante los últimos años, los militares cubanos invirtieron como nunca antes la economía de la isla. La pérdida de las ayudas soviéticas, requerían que se pusiera orden en el sistema económico y delincuencial, siguiendo al mismo tiempo con el control firme, que se le había confiado, las actividades de carácter internacional, aceleró la influencia del ejército y sectores importantes de la economía, están de allí en adelante bajo su control y de los oficiales de alto rango del ejército3 . Incluso los sectores más dinámicos, generalmente administrados por civiles. Son controlados y manejados por las fuerzas armadas y ellos se aprovechan del turismo, los productos agrícolas, el tabaco, las importaciones y exportaciones, la tecnología y las telecomunicaciones, la construcción, las zonas de libre comercio y la manufactura. Las empresas cubanas más grandes, un total de ciento veintidós, están integradas en un grupo denominado GAESA, que posee fuertes vínculos con los militares. Cuenta con un 89% del producto de las exportaciones, un 59% de las ganancias provenientes del turismo, 24% de las rentas de los servicios, 60% por concepto de ganancias en las transacciones de divisas, 66% debidos a la venta de detalle de diversos productos, y la contratación o empleo de un 20% de los trabajadores del estado. Estalinista por convicción y a pesar de esto, Raúl Castro quiere hoy en día aplicar un símil de la política China, apertura para el exterior y un control total internamente. Pero debido a su falta de carisma, de su incapacidad para llegar a las masas y de los resentimientos comprobados a su persona por militares, el control que Raúl Castro tiene sobre el ejército es frágil. Varios militares calificados han sido contactados por antiguos generales de las fuerzas cubanas, pasados “al enemigo”, en las filas del ejército americano, para realizar una transición pacífica en el momento oportuno. El centro de información para la defensa que tiene su sede en Washington. Ha favorecido los contactos entre oficiales de alto nivel de las FAR y oficiales americanos en situación de retiro. Desde 1987 siete delegaciones americanas han visitado Cuba y en dos ocasiones al menos se reunieron con los hermanos Castro. La iniciativa partió de los Estados Unidos, pero desde hace algunos años los cubanos han mostrado gran interés en la intensificación de estos intercambios, Hay que aclarar que todos los contactos se han realizado en Cuba, el gobierno cubano nunca ha autorizado a ningún oficial perteneciente al Ministerio de las Fuerzas Armadas para ir a los Estados Unidos1 . Existía intercambios asombrosos en los alrededores de la base naval americana de Guantánamo, conversaciones que se remontan a 1990, estos tenían lugar entre el comandante de la base americana y el general brigadier comandante del sector de Guantánamo, en 1999 el gobierno cubano designo un militar de más rango para que sostuviera estas entrevistas con el comandante de la base naval americana. Durante estas entrevistas se abordaban temas locales como el buscar soluciones para reducir la tensión entre las fuerzas militares situadas muy cerca una de la otra. Existe un acuerdo informal para la prevención de incendios en esta región especialmente árida. Las dos partes participaron mancomunadamente en la lucha contra los incendios, para lo cual se utilizaron helicópteros equipados para cargar agua. Cada una de las dos partes, parecía lista para ofrecer ayuda médica a la otra en caso de emergencia y para evacuar a las víctimas al hospital más cercano posible. Las conversaciones en torno a la línea de demarcación tuvieron su importancia, cuando los americanos preparaban la base para mantener recluidos a sospechosos de pertenecer a la red terrorista Al Qaida. El gobierno cubano informó sobre las nuevas modalidades de utilización de la base. Poco tiempo después hizo una declaración favorable a este plan y fue Raúl Castro quien declaró a la prensa que, si un terrorista llegara a escaparse, seria devuelto a las autoridades norteamericanas. Estas conversaciones constituyeron las reuniones al más alto nivel sostenidas entre funcionarios cubanos y americanos. Se desarrollaron en un clima cordial. Pero esto ya no es así, Cuba para evitar unirse a la posición norteamericana en Ginebra, presentó una resolución, rechazada por la comisión, que pretendía acusar a los Estados Unidos por el trato infligido a los prisioneros en la base de Guantánamo. Acechando a la sombra de Raúl Castro, se encuentra el comandante de la revolución Ramiro Valdés, varias veces ministro del Interior, camarada desde el primer momento de Fidel Castro y fundador de los servicios secretos. Nombrado responsable de la seguridad del estado, al final de los años noventa por su carácter intransigente cayó en desgracia ante su mentor, pero consiguió de nuevo volver a ocupar puestos relevantes en la vida política cubana. Fidel Castro, en efecto, lo promovió como vicepresidente del Consejo de Estado en el año 2000. El hombre goza de la fama de ser un “duro” un hombre sin escrúpulos para conseguir lo que se propone. Recupero los servicios especiales de espionaje e información para jugar su propio juego si Raúl Castro le deja el campo libre. Los dos hombres se odian desde los tiempos de la Sierra Maestra. Ramiro Valdés es un hombre listo y cruel, nunca ha dudado en realizar las órdenes de Fidel Castro cualesquiera que estas fueran, él está en el reparto de manera íntima e históricamente pues está vinculado, y se sacrifica por completo, aunque por dentro rumia algunos tenaces deseos reprimidos. Pero siempre firmemente instalado como heredero oficial. Raúl Castro cava su hueco. Prevé lo que mañana podría servirle como organización del gobierno. Quiere poner a punto dos polos de poder; el presidente del Consejo de Estado y la creación del puesto de primer ministro en la administración pública. Los principales aspirantes para ocupar estos cargos son: Carlos Lage. Ricardo Alarcón, Y Felipe Pérez Roque. Carlos Lage Dávila, edad 54 años, es actualmente el vicepresidente del Consejo de Estado. Se impuso como el verdadero responsable de la economía y finanzas de Cuba. Fue quien inicio “el periodo especial en tiempos de paz” e introdujo el dólar como moneda oficial en 1993. A pesar de tener un carácter opaco, él se consideró por un tiempo como uno de los hombres claves en la sucesión, pero perdió mucho de su prestigio cuando Raúl Castro le acusó de ser el responsable de la mala gestión del sector turístico. Permanece sin embargo en su puesto gracias a su buen control de los mecanismos de la economía cubana. Ricardo Alarcón Quesada, actual presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Es sin duda el dirigente cubano que conoce mejor a los norteamericanos. Estuvo varios años como representante permanente de Cuba ante las Naciones Unidas. Habla perfectamente el inglés. Las costumbres, la sociedad y la política norteamericana no tienen secretos para este cacique de la revolución castrista. Fue quien presidio el 8 de abril de 2005 la delegación cubana en el entierro del Papa Juan Pablo II quien había honrado una visita a la Isla en enero de 19811 . Felipe Pérez Roque, ministro de Relaciones Exteriores, es un antiguo consejero personal de Fidel Castro, está casado con una sobrina de Fidel y es un tribuno desde 2001, es quien toma la palabra en nombre del gobierno en todos los organismos internacionales, pero también dentro del país. A parte de estos tres hombres, coexisten varios grupos entre los cuales se encuentran otros aspirantes, a menudo participantes de la Unión de la Juventud Comunista (UJC), menos vistos que Pérez Roque pero siempre presentes: Carlos Manuel Valenciaga Díaz, secretario particular de Fidel Castro, y Hassan Pérez Casabona ex presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios FEU, venido en gracia después de un comportamiento demasiado vehemente, También recientemente comenzó a formar parte de este círculo Otto Rivera Torres quien fue ex primer secretario de la Unión de la Juventud Comunista durante el 2004 cuando fue responsable de la “batallas de las ideas”, su ascenso parecía irresistible. Desgraciadamente para él, su afán de lucro y algunas malversaciones de montos importantes de dinero le valieron para que fuera encarcelado en su domicilio y perdiera todos sus privilegios. En un artículo aparecido en el Nuevo Herald el 9 de marzo de 2005 en Miami, el periodista Pablo Alfonso responsable de la columna “cuba por dentro” elaborada a partir de la información que obtiene por teléfono o por correos electrónicos de gente que vive en Cuba (simples particulares, también de universitarios, de militares, de los trabajadores de empresas mixtas e incluso de miembros del gobierno cubano), explica que además Otto Rivero fue llevado a la Villa Marista, sede de la seguridad del estado cubano, donde debió sufrir un interrogatorio contundente. Salió libre, pero cayó en una total desgracia, Las investigaciones llevadas a cabo por la policía cubana describen un desvió de varios millares de dólares y de una docena de vehículos marca Lada utilizados con fines personales, la Roca Tarpeya está cerca del capitolio en Cuba. Dominados estos conflictos que le hacen rabiar, Fidel Castro, con la reina (ajedrez) en la mano controla todo a la manera de un jefe de clan. Favoreciendo a veces a unos y gratificando a veces a otros, pero todos con la esperanza que tendrán su oportunidad, sin perder una pulgada de sus prerrogativas. “El gran secreto de Castro, como lo indica Pablo Alfonso1 . Es la capacidad que tiene para poder jugar con cada uno de estos clanes. La corrupción tiene un papel central. Fidel Castro la utilizó y la sigue utilizando no solo como un factor de lealtad sino también de control. En cuanto cualquier miembro de estas tribus se desvía del camino lo pone a flirtear con la corrupción. Esta corrupción complaciente puede darse la vuelta contra él. Ese fue el caso de Carlos Aldana, en un momento fue jefe de un clan influyente o el del ex ministro de Relaciones Exteriores, Roberto Robaina jefe de otro clan, después de haber estado a la cabeza de la Unión de la Juventud Comunista al igual que el otro, fueron en su tiempo los protegidos de Fidel Castro. Ambos acusados del mismo delito: corrupción agravada. Una corrupción evidente para todo el mundo, una corrupción complaciente. El gobierno cuando ya no necesita esta gente la deshecha. La corrupción en Cuba es un instrumento de control, de lealtad y de seguridad” Este proceso de clanisacion se aceleró desde el 23 de junio de 2001, el día que Fidel Castro tuvo un malestar en público y se hundió ante miles de personas que habían venido más o menos obligadas para ovacionar a su viejo orador. Ese día el estupor fue general, los cubanos se dieron cuenta ese día que la desaparición de la escena del poder podía producirse a corto plazo. Desde los distintos campos comenzaron a preparar sus armas bajo la mirada del octogenario Castro a quien no le falta la oportunidad de lanzar gasolina sobre el fuego y hacer recoger en fila a todos aquellos que se encuentran apremiados. Pero uno de los factores para después del castrismo reside en la comunidad negra de la isla. Es pues la comunidad negra en efecto una mayoría ya que el 60% de la población es negra o mestiza y que compone un 85 % de la población penitenciaria. Esta población solo recibe el 31% de las divisas enviadas por cubanos en el exterior, claramente menos que la población blanca. Lo que nunca ocurrió masivamente contra el régimen, su precariedad económica alienta más. No pasa una semana sin que estalle una protesta en los barrios desheredados de la Habana o de Santiago donde la población negra está concentrada, la falta de agua y alimentos o los cortes de electricidad. “La división produce riesgos, los temores de Jaime Suchilick2 , director del Instituto de Estudios Cubanos de la Universidad de Miami, dice que el problema es racial, quienes reciben dólares y ayuda desde el exterior son en su mayoría blancos que tienen padres en Miami o en otros lugares, no son los negros. Por lo tanto, el resentimiento crece, porque mirándolo bien quienes suben de posiciones en el gobierno o de jerarquía en el partido y en las fuerzas armadas son los blancos no los negros. Entre los principales generales de las Fuerzas Armadas Revolucionarias no hay ningún negro. Cuba es una empresa controlada y bloqueada por los blancos y el sentimiento de injusticia causará graves problemas en el sentir de la comunidad negra en el momento en que Fidel Castro pase el testigo, el cemento que representa Castro en su régimen se puede desintegrar. Es también por esta razón que el único comandante histórico de la revolución, el negro Juan Almeida aún goza de autoridad a pesar de las evidentes tensiones con los hermanos Castro”. Esta comunidad negra que sigue los principios sociales del castrismo, tan pronto como el poder de señales de debilidad pedirá cuentas y tratará de alcanzar y ocupar posiciones en la gestión de gobierno después de Fidel. Una perspectiva que Raúl ha integrado en sus planes es la vigilancia en los barrios con los índices de la más alta delincuencia como son Jesús María y Regla en La Habana, en zonas periféricas y en los inmuebles ocupados por negros, esto es más importante que en otros lugares. Enfrentamiento o protestas recurrentes son dispersados rápidamente para evitar que se propaguen, la intensión también es demostrar que el ejército intervendrá sin contemplaciones. Todas estas tensiones, estas guerras internas engendran una enorme necesidad de dinero. Con el turismo y otros ingresos como el narcotráfico el ejército tiene una base importante de recursos financieros. La seguridad de estado que controla las áreas electrónicas y de comunicaciones en asociación con empresas extranjeras también proporciona sumas colosales2 . A esto se agrega la reventa a precios elevados en el mercado libre (spot) de miles de barriles de petróleo que día a día le envía su amigo venezolano Hugo Chávez. Después de un año debe señalarse la recuperación de la economía cubana, una nueva fase de recentralización se impone, donde el Banco Central de Cuba ejerce un control absoluto sobre las empresas de renta dividida, en virtud de la resolución 92/2004 y publicada en el diario oficial Granma bajo la firma del ministro y presidente del Banco Central de Cuba Francisco Soberón. Teniendo en cuenta que el gobierno cubano impone y factura a las empresas extranjeras los salarios de sus empleados que son pagados en dólares, estos salarios son cambiados en pesos por el gobierno cubano y recupera más del 80% del salario, al empleado no le queda más que protestar. Una recuperación en puerta que le permitirá poner punto final a la dolarización y a tímidas reformas a la economía cubana de rutina, que se iniciaron en 1993 donde se había dejado un lugar pequeño al sector privado. Un retorno que interviene a raíz de la aplicación de la divergencia del dólar en octubre de 2004 remplazado por el peso convertible (revaluado de 7% a 8% frente al dólar en marzo de 2005), popularmente bautizado el chavito al igual que los billetes del Monopolio. Esto afectó a todas las empresas incluidas las empresas mixtas extranjeras-cubano cuya parte cubana debe pagar al estado, sobre una única cuenta y los beneficios dividirlos: el gobierno cubano justifica esta decisión por el hecho de que en 2006 “va a producirse un aumento considerable en los flujos financieros exteriores del país” debido a los recientes acuerdos firmados con las repúblicas de Venezuela y China y a las inversiones anunciadas por las empresas Petro Sherrit International y Pebercan después del descubrimiento reciente de un yacimiento de petróleo explotable al noroeste de la isla. Realmente la supresión del dólar se explica por otras razones que dependen de un pragmatismo económico asombroso por parte de un gobierno que afirma ser socialista: limpiar los dólares en circulación, en efecto, permitió a las autoridades recuperar mil millones cuya mitad es de procedencia inconfesable. Cuba, en efecto utilizó una fórmula propuesta a todos los países por la Reserva Federal de New York que consistía en cambiar dólares gastados por nuevos. Fidel Castro aprovecho esta ocasión para impulsar a su “Grupo de Coordinación y Apoyo” que cuenta con veinte miembros dirigentes y otro tanto de agentes de segundo orden. Las comisiones habitualmente practicadas están entre el 25% y el 28%. Para atraer fondos el régimen castrista se comisiona el 15%. Entre 1996 y 2003 Cuba depositó en un Fondo Federal de la Unión De bancos suizos en New York tres mil novecientos millones de dólares gastados. El gobierno castrista pretende que esta suma es una adición a los envíos de dinero (remesas) de los exiliados cubanos y rentas del turismo. Este intercambio de billetes gastados por billetes nuevos en realidad sirvió como pretexto al régimen cubano para distribuir estas sumas de dinero en distintas cuentas numeradas. “Esta práctica es típica de las operaciones de blanqueo de dinero procedente del tráfico de drogas, precisa el economista cubano en el exilio Ernesto Betancourt1 . Las sumas depositadas en la Unión de Bancos Suizos son bien superiores a la suma de los ingresos obtenidos por las remesas de los exiliados y el turismo. El descubrimiento de este asunto ocurrió cuando tropas americanas encuentran después de la toma de Bagdad en abril de 2003, millares de paquetes de billetes nuevos de cien dólares en el palacio de Saddam Hussein. ¿De dónde venían estos billetes? La Comisión Bancaria de los Bancos Suizos que había firmado un convenio con la Reserva Federal de Nueva York, había fallado en sus obligaciones efectuando transacciones con países que están en la lista negra de los Estados que sostenían el terrorismo, entre los cuales Irak en la época de Saddam Hussein y sobre todo Cuba. Informada de la combinación, la Reserva Federal de Nueva York sanciono con una multa de cien millones de dólares a la Unión de Bancos Suizos. La comisión bancaria del senado comenzó una investigación con el fin de ubicar las cuentas donde el dinero había sido depositado, hasta el momento sin resultados oficiales. “Algunos miembros de la Cámara de Representantes llevan a cabo otras investigaciones, actualmente cubano americanos están detrás de algunas revelaciones que las hiciera un alto funcionario cubano que se encuentra recientemente exilado, acerca del “grupo de coordinación y de apoyo” que afirma que no solo la Unión de Bancos Suizos está implicada en este tráfico que existen siete u ocho bancos alrededor del mundo que participaron de estas operaciones de blanqueo de dinero sucio procedente de Cuba” concluyo Ernesto F Betancourt. UNA NOMENCLATURA CELOSA DE SUS PRERROGATIVAS Como en todo sistema totalitario, Cuba posee una élite que goza de privilegios, en la nomenclatura se agrupa una treintena de grandes familias en torno al comandante en jefe, algunos centenares de personas que no carecen de nada. Todos los miembros de la mesa política forman parte de la élite, como los cuadros del partido que giran en torno a Fidel Castro, así como también los cuadros del ejército. Alina Fernández1 , La chica del comandante en jefe y Naty Revuelta, evidentemente, forman parte de esta nomenclatura. Después que huye de Cuba no duda en explicar que es “una organización mafiosa” que la honradez es remunerada con prebendas, es una manera de mantener sus bandas. Los privilegios en cuba son lo que en otra parte se considera una necesidad elemental. El derecho a viajar, salir del país y de recoger un coche, pasar unas vacaciones en un hotel o casa de protocolo: “Muchos miembros de la elite disponen de casas en la playa de Varadero, Cayo Coco, o en otras partes donde solamente se admite a los extranjeros”. Los privilegios en Cuba se materializan en el derecho a poder comprar productos alimenticios, prendas de vestir, los zapatos en tiendas especiales donde no falta nada, mientras que las otras tiendas o almacenes están a menudo vacíos. Otras ventajas de la nomenclatura: son los “gastos justificados” o los “presupuestos de viajes”, gastos que permiten a los funcionarios arriba mencionados no privarse de nada, pagar servicios prestados o información confidencial recogida por terceros. “Los privilegios en Cuba se ocultan hipócritamente, prosigue Alina Fernández, los miembros de la nomenclatura van a comprar sus alimentos con su cuaderno de racionamiento, la libreta como todo el mundo la conoce, pero no tiene necesidad de hacerlo, pero quieren aparentar, sus mujeres o su hija que tienen un coche guardado, toman de vez en cuando los autobuses, las guaguas, para que los cubanos las vean. Hace más de veinte años Fidel pidió una cuota de austeridad con el fin de que reaccionaran contra la “dolce vita” y la libertad sexual. Se vio en aquel entonces al presidente Dorticós tomar el autobús con toda su escolta, era grotesco, yo mismo he visto a Roberto Robaina, cuando fue ministro de Relaciones Exteriores, sobre su bicicleta, seguido de su coche y sus guardaespaldas. Se supone que los dirigentes de Cuba deben ser los primeros en dar el ejemplo. La pantomima está garantizada”. Diferentes propiedades también forman parte del patrimonio oculto del clan en el poder. En particular la explotación que tiene Fidel Castro en Galicia en España. Esta explotación se encuentra en un sitio que Castro pidió comprar, y donde su padre Ángel había nacido antes de emigrar hacia Cuba a principios del siglo pasado. “La administración de los bienes de la familia refleja la estrategia que el dictador emplea para mantener bajo sus órdenes a cada uno de sus subordinados. Explica por su parte Pedro Alfonso. Concedió a cada uno entera responsabilidad, Así pues, a veces los mantiene divididos, sin abandonarlos tiene otro particular una libertad inconsiderada o predominante.” La revista americana Forbes clasificó en febrero de 2005, la fortuna de Fidel Castro entre las primeras del mundo con un acumulado de 550 millones de dólares, lo que representa cinco veces más que hace dos años, además de esta clasificación, Forbes indica que Fidel Castro habría vendido en 1993 la empresa de ron propiedad del estado “Habana Club” al grupo francés Pernod Ricard en 50 millones de dólares. En 1959 cuando Fidel Castro descendió de la Sierra Maestra para entrar vencedor en la Habana transportaba un botín, una especie de impuesto revolucionario, equivalente a 3.5 millones de dólares. Cuando la dirección nacional del Movimiento 26 de julio reclamó la suma, Castro respondió que el movimiento no tenía que ocuparse de ese botín.” Fidel lleva un interés especial por el dinero al igual que los que conocen la ecuación Dinero = Poder confirmar Alina Fernández. El dinero abunda en Cuba, siempre a abundado, para poder pagar en particular el aparato de propaganda y mantenerlo. Existen cuentas en el extranjero. Sé que Fidelito (el hijo mayor de Fidel) posee dinero en Austria y también en Suiza. Fidel ha hecho negocios con el Club Mediterráneo y con otras empresas extranjeras.” El truco es que cada vez que sale información sobre el tema, negar vehementemente e inmediatamente desacreditar a la fuente. Es el caso de la revista Forbes que ha sido acusada públicamente por Fidel Castro de mentir de manera provocadora e infundada. “La riqueza personal de Fidel Castro, dijo Pablo Alfonso, son empresas registradas como compañías anónimas que existen por ejemplo en Friburgo en Alemania la cual se encarga de la distribución de productos de la biotecnología cubana”. Funciona con acciones al portador en posesión de hombres elegidos a dedo que gozan de la confianza del comandante en jefe el verdadero dueño, estas acciones no están registradas. Mis propias investigaciones me han permitido descubrir que Fidel Castro le presta dinero con intereses al estado cubano y se pagan con cheques de las cuentas que se encuentran fuera de la isla. La prensa española se hizo eco recientemente de la existencia de cuentas de banco de cubanos en la banca española, Un yerno de Raúl Castro, hijo de un general, viaja frecuentemente a España para administrar el flujo de las cuentas bancarias de su suegro Raúl Castro y del gobierno cubano en el extranjero. Es la cabeza responsable de estas operaciones”. Estas cuentas son esencialmente en España especialmente en las Islas Canarias y Galicia donde crecen las empresas de turismo cubano, también en territorio suizo. Sin embargo, no solo la fortuna está en cuentas numeradas, existe también la posibilidad de disfrutar los placeres prohibidos para la gente común. Se necesita ser demasiado cruel para poner a combatir gallos, por ejemplo, los cuales están prohibidos en Cuba con el triunfo de la revolución. Pero Raúl Castro es un gran aficionado a este espectáculo, le ofreció al comandante de la revolución Guillermo García el disfrute de mil trescientas hectáreas donde había construido una valla (gallos de combate) y donde el más joven de los Castro podía disfrutar de su afición. En ese mismo terreno se construyeron dos pistas de carreras para caballos pura sangre, el cruce de purasangres ayudo a desarrollar un verdadero establo de muy alto nivel. Los caballos que se muestran en estas pistas se venden en el extranjero con unos muy confortables beneficios. Guillermo García ha podido acumular una fortuna de más de 15 millones de dólares Hay que tener en cuenta que en el año 2001 Raúl Castro, quien posee un Harás de purasangres en Costa Rica donde más de tres ejemplares han sido adquiridos en España, el precio de cada transacción está alrededor de los 2,5 millones de dólares. Una anécdota que nos reportó Juan Vives habla de la codicia del número dos cubanos. Uno de los más poderosos importadores de cigarros cubanos, Alejandro P…, quien vive en Andorra, pero después de algunos años, era quien recibía los mejores habanos hechos a mano, fue comunicado directamente por Raúl Castro que de aquí en adelante los pagos debían hacerse en dólares y en efectivo. Pero para el empresario resultaba sumamente engorroso conseguir salir del principado con maletas llenas de dinero o en camiones blindados hasta Barcelona y a continuación cruzar la aduana española. Intenta conversar con el líder cubano para encontrar otra solución, pero fue en vano, Raúl quería dinero contante y sonante o no habría habanos.

SEGUNDA PARTE 

UN WC PLANET ARIO Lo más sorprendente para esta isla del Caribe de poco más de once millones de habitantes, es que después del triunfo de la revolución de Castro, ella participó en casi todos los conflictos del planeta, tomó parte en todos los levantamientos armados del mundo desde América latina, África y el Medio Oriente. Sin el extraordinario poder estadounidense, ni la de los rusos, los cubanos desde el comienzo de la década de 1960, siempre han estado como invitados en el concierto de las grandes naciones, que podían haberles prohibido. Es sin duda una de las razones, la ubicuidad de Fidel Castro en el plano internacional y la fascinación que causa dentro de sus fronteras como en el resto del mundo incluido los países en desarrollo. Jamás en la Historia contemporánea un pequeño País como Cuba sin grandes recursos, ha ejercido tanta influencia. El castrismo es aún una máquina de guerra y los intereses del clan se mantienen rígidos e implacables. “Lo que preocupa a Castro es que su muerte implica un cambio en la economía y política de la isla, dijo Jaime Suchicki. A cualquier precio Cuba cae en el redil estadounidense, quiere que su revolución sea vista con ojos afables para poder normalizar las relaciones con ellos. El antiamericanismo ha sido y sigue siendo la base de su lucha y su ideología, y quiere le sobreviva. Siempre ha apoyado y sigue haciéndolo a grupos y gobiernos radicales del mundo que se oponen a los Estados Unidos. En 1990-1991 creó el Foro de Sao Paulo, un grupo de ex rebeldes, ex marxistas, ex comunistas de América Latina para la sustentabilidad de su voluntad en el continente. Él ha entrenado, financiado y desarrollado su propaganda para que ellos puedan tomar el poder. Dos o tres de esos movimientos y sus administradores: Son los hermanos, Ortega de Nicaragua, Luis Inácio “LULA” da Silva de Brasil, Hugo Chávez de Venezuela “todos son de los fundadores del Foro de Sao Paulo” EL NUEVO TRATO EN LATINO AMÉRICA Después de la caída del muro de Berlín, Fidel Castro ha transformado el tradicional lema con el que terminó todos sus discursos “Patria o Muerte” por “Socialismo o Muerte “, simple nostalgia anacrónica de un hombre que vio el mundo comunista desmoronarse ¿Su principal material y apoyo ideológico? Ciertamente no. EL Líder máximo jamás pensó que detrás de la cortina de hierro, en Moscú, o que las democracias populares serían la solución de los problemas del mundo. De hecho, hizo de la construcción de una sociedad comunista su prioridad. Lo imposible para él y su régimen ha sido siempre el cómo mantener el poder a través del prisma que distorsiona y engaña con los logros de la revolución. Es suficiente para darse cuenta ver el Estado cubano estructural, económica, social, moral e incluso arquitectónico de la sociedad. Repetidas veces se sintió traicionado por los soviéticos, en primer lugar durante la crisis de los misiles entre octubre y noviembre de 1962, cuando Nikita khrouchtchev negocio directamente con Kennedy el final de la crisis, paso sobre la cabeza del tonto protegido, luego en Angola a finales de 1988, cuando la URSS impone la firma de la paz con Sud África, es cuando finalmente Mikhail Gorbachov, por no haber podido imponer su visión de la Perestroika a Castro, abandona la isla a su propia suerte, reduciendo drásticamente la ayuda económica, ni la que preconizaba la China para los suyos. Con el envió de legiones de sus guerrilleros hacia América Latina, África y Oriente Medio, Fidel Castro intentó crear un mundo a su imagen, una revolución permanente, una guerra sin final, la del combatiente perpetuo contra el imperio que se encuentra a un brazo de mar de la otra costa del estrecho de la Florida. Pero las acciones militares, por guerrillas o ejércitos regulares interpuestos, son conocidos por la mayoría tienen un final lamentable. Paradójicamente, es por medio de la democracia que las soluciones predicadas por el castrismo llegaron a imponerse, al menos temporalmente. Viejos guerrilleros y antiguos golpistas supieron aprovecharse de la crisis de las democracias para incrustarse y llegar al poder. En el espacio de cinco años, hombres provenientes del pueblo, “padres” espirituales de Fidel Castro, algunos de ellos compadeciéndose de la situación de Cuba, conquistaron en las urnas electorales los palacios de gobierno de los principales países del sub continente: Venezuela, Brasil, Argentina Y Uruguay. En otra parte están las puertas del poder, los objetivos que se han trazado nada tiene que ver con sus sueños de antaño, e incluso a menudo no tiene la misma postura del castrismo. Ciertamente son solo episodios tardíos otros socialistas tomaron distancia frente al dogmatismo y la represión que impone la isla como línea de acción. Así Ricardo Lagos el presidente socialista de Chile que habría podido convertirse en el sucesor ideológico de Salvado Allende, prefirió utilizar otro camino el de centro izquierda, Se salió hábilmente de las posiciones castristas, criticando la represión hacia los disidentes cubanos y protestando ante las autoridades cubanas porque lo habían incluido en una lista de dignatarios extranjeros que deseaban un pronto restablecimiento del comandante en jefe después de su espectacular malestar el 20 de octubre de 2004. Pero en el descanso sin embargo sigue siendo a pesar de todo admirado incondicionalmente, el que más brilla y el más carismático de todos es Luis Inácio “LULA” da Silva, el antiguo obrero metalúrgico de un suburbio de Sao Paulo, quien a la cuarta tentativa llegó a la presidencia de la República Federativa de Brasil, a pesar de un pragmatismo indicado y la certeza de que no transformará a su país en santuario revolucionario del continente. Los izquierdistas hicieron de Porto Alegre su laboratorio en la lucha contra el imperialismo norteamericano, ahora, metamorfoseados, se centra la lucha contra la globalización. El peregrinaje a Porto Alegre es semejante al de la Habana, pero a veces el circuito incluye las dos ciudades. Ya que Fidel Castro a pesar de su edad aún permanece activo y sigue siendo su mentor, el hombre a quien respetan, podemos ver como antiguos militantes Castro-Guevaristas hoy se encuentran en el poder en varios países latinoamericanos, por esta razón se entiende que una de las primeras medidas que adoptan es el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba, rotas en 1962 tras una recomendación de la Organización de los Estados Americanos (OEA). Esta recomendación surge por la continua incursión de guerrilleros armados en países de Latino América auspiciados por la dirección general de inteligencia cubana (DGI). Pero el restablecimiento de los acuerdos de cooperación implica sistemáticamente una puesta en sordina las críticas respecto a la disidencia con el fin de no trastornar al comandante en jefe, que se digna recibirlos como buenos alumnos aplicados. Callarse es una de las condiciones indispensables de una visita oficial exitosa a Cuba. Los cansados herederos de Castro en América Latina, que conquistaron el poder en las urnas electorales, no se proponen que se genere críticas por parte de su guía intelectual. Prefieren adoptar un perfil bajo ante temas importantes como los derechos humanos en la isla. En efecto, la mejor manera de no atraer problemas es no abordar el tema en presencia del “Líder Máximo”. Es lo que los dirigentes brasileños llaman, desde la toma del poder por Luis Inácio “LULA” da Silva, “la diplomacia silenciosa”. Siempre atentos y prestos para denunciar las taras de la universalización, las injusticias y represión a través del mundo, pero su voluntad crítica se detiene ante las puertas de Cuba. Así el actual presidente brasileño explícitamente se negó a recibir a los disidentes durante su estancia en la isla en 2004. Para el ex sindicalista preso en varias ocasiones durante la dictadura militar en Brasil “hay buenos y malos presos”. El partido de los trabajadores, sin embargo, eligió desde que llegaron al poder adoptar una posición reformista y guardar en el armario toda veleidad de transformación radical de la sociedad brasileña, que por su inmensidad y diversidad es un hueso demasiado duro de roer. “Lula” así considerado por los izquierdistas y por militantes de su propio partido como traidor a los ideales que había declarado antes de su instalación en Brasilia, Sin embargo, su traición no llega al punto de rechazar a Fidel Castro. Por su parte el líder de la revolución cubana no renunció a implicar al Brasil de “LULA” en su nueva ofensiva antiamericana. Pero a pesar de todo no está muy lejos los tiempos cuando el líder sindicalista con el apoyo de Fidel Castro llamaba en 1990 a la creación de un foro de debate entre movimientos revolucionarios y alternativos, huérfanos a raíz de la desaparición del bloque comunista: el Foro de Sao Paulo. Presentó su primera reunión en 1993 como una estructura susceptible de coordinar las acciones contra el neoliberalismo y los Estados Unidos, considerados de aquí en adelante como la única “súper potencia”. Las reuniones del foro se realizaron regularmente. La octava tuvo lugar en La Habana con la presencia del futuro presidente brasileño y por supuesto Fidel Castro. La fecha es particularmente significativa, esto fue en el otoño de 2001, exactamente después de los atentados contra el World Trade Center y el Pentágono y en el momento de la ofensiva norteamericana en Afganistán. Esta reunión tenía por objeto denunciar la política “guerrerista” de los Estados Unidos y la invasión a Afganistán. Sin embargo, el Foro de Sao Paulo no conoció la repercusión esperada por LULA y Castro. Después de su elección como presidente en noviembre de 2002 como un candidato liberal, “LULA” prefiere, más que retratarse con los enviados de Castro o los enviados de Hugo Chávez, volverse hacia la cumbre de Davos en ese hermoso paraje suizo, que concentró a los principales dirigentes políticos y económicos del planeta. El presidente brasileño no apoya de aquí en adelante con sus palabras a Fidel Castro, lo que no significa que esté garantizada al mismo tiempo su indefectible amistad. Otros países Latino americanos también hicieron un viraje a la izquierda, como por efecto de contagio. Pero, en la mayoría de los casos se trata de una evolución de ninguna manera una revolución. Los dirigentes que han llegado al poder democráticamente tenían solo la palabra revolución en la boca, pura y simplemente, y la lanzaron a las mazmorras. Aunque uno de sus primeros gestos diplomáticos fue acercarse simbólicamente a Cuba, otro gesto más pragmático fue el indicar su buena vecindad con los americanos. Así que cuando llegan los pedidos, los Estados Unidos dejan de preocuparse, ya que no ven en ellos ninguna amenaza para sus intereses, dado que se enterró definitivamente la guerra fría, y luego, estos nuevos dirigentes indican para la mayoría un “socialismo” totalmente recomendable. El más radical entre ellos es el Peronista de izquierda Néstor Kirchner, elegido en el verano presidente de la Argentina por causa de la crisis económica e institucional que vivió ese país, contra el también peronista de derecha Carlos Menem, cuyos dos mandatos se caracterizaron por una espectacular aproximación diplomática y económica con los Estados Unidos, por una liberación de los servicios públicos, por una corrupción interminable, por eso, y por condenar en las reuniones internacionales la política de Cuba en materia de derechos humanos. Pero cuando quiso presentarse y aparecer como un “ahorrador” potencial ante el derrumbamiento de la Argentina, a Menem lo arrastraban los numerosos escándalos y una actitud demente ante los responsables de la dictadura militar, lo que le valió un rechazo masivo. Antes de tener que enfrentar una segunda vuelta ya que corría el riesgo de tener que enfrentar una derrota aplastante Carlos Menem prefirió tirar la toalla frente a la victoria inminente de Néstor Kirchner quien no había recogido todas las simpatías ya que solo tuvo un 20% de los votos en la primera vuelta. Se veía que Kirchner no solo capitalizaba su simpatía también una población que había sido castigada con el látigo de la crisis, el nuevo presidente argentino señalo con determinación, partiendo de Buenos Aires, su solidaridad con el régimen castrista. Pero él no puede borrar las ideas ya que estas solo son disensiones internas al peronismo, cuya sombra mantiene a la Argentina bajo un yugo ideológico sin equivalente en América Latina. Kirchner es más un heredero de Perón que de Castro. El presidente Kirchner tampoco oculta sus vínculos con Hugo Chávez de Venezuela. Este último en visita a Bueno Aires en febrero de 2005 lanzó la idea de conformar un “Club de países endeudados” para negociar mejor con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el resto de organismos de crédito multilaterales. Hugo Chávez también mencionó la creación de un “Banco del Sur”. Otros presidentes latino americanos han llegado al poder a través de procesos eleccionarios, a menudo después de importantes escándalos de corrupción en sus respectivos países, también se han apresurado a restablecer relaciones de amistad con la República de Cuba. Es el caso del ex presidente ecuatoriano Lucio Gutiérrez, un militar que llegó al poder después de la destitución en cascada de presidentes corruptos o incapaces. Al cabo de veintidós meses de presidencia Lucio Gutiérrez fue destituido por el parlamento ecuatoriano el 21 de abril de 2005. Se le acusaba de controlar de manera autoritaria y haber pretendido intervenir en el funcionamiento del Tribunal Supremo. Fue sustituido por su vicepresidente Alfredo Palacios, bajo la presión de violentas manifestaciones Lucio Gutiérrez tubo que volar para Brasilia donde el presidente Lula le concedió asilo. Fue también el caso del panameño Martin Torrijos y del uruguayo Tabaré Vázquez. Martin Torrijos hijo del antes militar y dictador nacionalista panameño muerto en un curioso accidente de aviación, Omar Torrijos1 . Siempre intentó dar muestras de amistad cordial a Castro. Se proponía entregar a las autoridades cubanas a los tres militantes anticastristas cómplices de Posada Carriles que estaban presos en Panamá por un atentado contra la persona de Fidel Castro. Pero la presidenta saliente Mireya Moscoso se apresuró antes de entregar el poder en concederles una gracia presidencial en 2004. Después de la rabia del líder cubano, este no pretendió por ningún medio capturar a estos hombres, considerados por su régimen como terroristas, principalmente Luis Posada Carriles preso en los Estados Unidos país al que solicitó asilo político. Se sospecha que este hombre organizó en 1976 el atentado contra el avión de Cubana de Aviación, donde perdieron la vida setenta y tres pasajeros incluidos los miembros del equipo nacional de esgrima que regresaban después de un torneo en Caracas. Se eligió el primer presidente uruguayo perteneciente a un partido de izquierda, Tabaré Vázquez, por la conformación de una coalición, el “FRENTE AMPLIO” que agrupo en su seno a los antiguos Tupamaros, guerrilleros urbanos que por mucho tiempo fueron mantenidos por Cuba y por numerosos intelectuales de la izquierda europea (entre ellos Regis Debray quien escribió el prólogo “Apprendre d’eux” en el libro “Nosotros los Tupamaros” publicado por Francois Maspero, donde se recoge las acciones emprendidas por la guerrilla urbana en Uruguay). Pero Tabaré Vázquez había prevenido a la izquierda, mucho antes de su elección, “Los que sueñan con una revolución no deben votar por mí”. A pesar de todo, su primer gesto simbólico, fue restablecer las relaciones diplomáticas con Cuba y oficialmente invitar a Fidel Castro a su toma de posesión. Antes de que Tabaré llegara al poder y desde hace algunos años atrás, el Uruguay democrático, criticó sistemáticamente la violación de los derechos humanos en la isla y votaba por su condena en Ginebra. Durante este acto el 1 de marzo de 2005 en Montevideo el presidente Tabaré Vázquez restableció inmediatamente las relaciones diplomáticas con Cuba, que su antecesor Jorge Batlle, muy próximo a Washington, había roto en abril de 2002 después de una violenta y polémica posición acerca de la violación de los derechos humanos en la isla, discusión por cierto que no contó con la presencia de Fidel Castro por razones de salud. Debía encontrase muy en particular con sus amigos Chávez y Lula para celebra la ampliación de la “nueva Izquierda” latinoamericana sobre la cual piensa actuar. En la actualidad Fidel Castro se encuentra satisfecho porque cuenta con algunos discípulos que no representan una actitud hostil contra su régimen y que por el contrario son un voto favorable o una abstención oportuna en el momento de la resolución anual de las Naciones Unidas. El acceso al poder por intermedio de elecciones libres de todos estos hombres de izquierda que tiene en común una “ternura” por la revolución cubana, significa paradójicamente un fracaso para esta revolución, que solo concibe la manera violenta para conquistar el poder. Demuestra también que experiencias progresistas son posibles en América Latina, sin convulsiones mayores y sin reacciones violentas en contra de los Estados Unidos. En este balance de los apoyos latinoamericanos e ibéricos del castrismo, hay sin embargo un país que le volvió la espalda al régimen de Castro: México. Antes del 2000, fecha de la elección democrática de Vicente Fox (el PAN, Partido Acción Nacional)} a la Presidencia, los distintos dirigentes mexicanos, todos resultantes del PRI (Partido Revolucionario Institucional, en el poder durante cerca de setenta años) habían constituido apoyos incondicionales a la revolución cubana. Cuba se comprometía en intercambio no sostener a las guerrillas que hacían vida en México. El PRI navegaba entre una política nacionalista y un lenguaje con acentos “revolucionarios” aceptables para dar el cambio en Washington y a los Gobiernos latinoamericanos que habían hecho de Fidel Castro un ogro. Así pues, México nunca rompió sus relaciones diplomáticas con Cuba. La cólera de Castro no fue más grande cuando el Gobierno de Vicente Fox, bajo el impulso del ministro de Asuntos Exteriores, Jorge Castañeda, autor de una biografía muy crítica del Che Guevara, decidió alegar la cuestión de los derechos humanos en Cuba y de limitar la participación de Fidel Castro en el desarrollo de la cumbre de las Naciones Unidas celebrado en marzo de 2002 en Monterrey. Se consumó entonces la ruptura. Un mes antes, en febrero, Castañeda había declarado en Miami: “Terminamos nuestras relaciones con la revolución, comenzamos las relaciones con la República de Cuba.” Sintiéndose traicionado, Castro no dudó en hacer difundir sobre una cadena de la televisión cubana el registro de una conversación privada con el presidente mexicano. Después las relaciones entre estos dos hombres pasan por informes que van desde el recalentamiento hasta la glaciación polar. EL MAESTRO Y SU DISCIPULO Pero existe un discípulo incondicional de Castro en América Latina; Hugo Chávez, el antiguo golpista que llegó a la cumbre del Estado con el favor de unas elecciones, por sobre todo libres y los escándalos de corrupción que afectaron a una de las democracias más sólidas del continente, Venezuela. Desde el mismo momento en que Chávez jura por Simón Bolívar y por Dios y se instala en la presidencia, uno de los primeros actos oficiales del presidente Chávez fue enviar una carta de solidaridad al terrorista “Carlos” alias “el Chacal”. En dicha carta dejaba claramente entrever sus simpatías con los movimientos terroristas. Sus libros de cabecera son La Constitución Bolivariana y la Biblia, pero su modelo en medio de este fárrago ideológico que incluye también, la pala y la mezcla, Lenin o “Carlos”. Pero es sólo Fidel su padre espiritual, el modelo a imitar y a quien quería suceder en el corazón de las masas latino americana. Los encuentros entre estos dos hombres son de una frecuencia inusual, para ser dos jefes de Estado. El embajador de Venezuela en Cuba no es otro que el propio hermano del presidente venezolano, Adán Chávez, lo cual acentúa aún más esta relación cuasi familiar. Hugo Chávez no dudo por un momento en hacer un viaje a la Habana he informarse personalmente acerca del estado de salud del comandante en jefe, después que este sufriera una caída espectacular en octubre de 2004. El venezolano no es un ingrato. No olvidó nunca que, en la tentativa de golpe de estado abortada contra su persona, en 2002, él naturalmente solicitó asilo a la Habana, lo que por supuesto, inmediatamente se le concedió. Pero en esa época no tuvo que hacer el viaje a la Habana ya que los autores del golpe de estado pronto reconocieron su fracaso. Sin embargo los adversarios de Chávez, que identificaron a la guardia de Chávez como cubana, inmediatamente convirtieron la sede de la embajada de Cuba en objetivo de los manifestantes, Eso causó incidentes violentos, pero la representación diplomática de la isla fue salvaguardada gracias a la pronta intervención del alcalde Henrique Capriles Radonsky, a quien se detuvo durante varios meses por su participación en el ataque contra la embajada de Cuba, precisamente fue él quien no hizo más que interponerse y llamar a la calma. Vuelto a poner en Libertad, se le acusó inmediatamente por otras razones de tener relaciones con esta misma tentativa de golpe de Estado abortada. Mientras tanto, se había convertido en uno de los líderes más emblemáticos de la oposición a Hugo Chávez. Desde entonces los contactos se intensificaron entre Caracas y La Habana. Hugo Chávez confió su propia seguridad a la Dirección General de inteligencia, a la DGI cubana. El presidente de Venezuela sólo se desplaza rodeado por tres círculos concéntricos de protección, dado que se compuso los dos primeros de agentes cubanos con experiencia, el último de fieles venezolanos. Médicos cubanos desertores, indicaron que alrededor de treinta mil de agentes secretos cubanos estarían sobre el suelo de Venezuela, lo que incluye a cuatro mil quinientos hombres de las tropas especiales, la punta de lanza del ejército cubano en el exterior. Hombres instalados, en particular, en el puerto estratégico de la Guaira, según fuentes de la Marina de Guerra de Venezuela. También indican que agentes venidos de La Habana ocupan la escuela de la marina mercante. Una unidad especial de asalto cubana se instaló en el segundo y en el tercer piso del Hotel Sheraton en la Guaira y supervisa las entradas y las salidas de todos los buques petroleros de la rada. Antes del referéndum sobre si se le revocaba o no su permanencia en el poder en agosto 2004 Hugo Chávez se había ingeniado para controlar el alto mando militar gracias a sus más cercanos colaboradores, principalmente el general José Luis García Carneiro quien dirige la 3ª división de infantería con sede en Caracas y por otra parte tiene por misión, en caso de motines, el de desarmar a la policía metropolitana. Existe pues una simbiosis casi perfecta entre Castro y Chávez. Una simbiosis que preocupa a la Casa Blanca. La secretaria de Estado Americana Condoleezza Rice no vaciló en afirmar que Hugo Chávez constituía “una fuerza negativa en la región que hace causa para el régimen de Fidel Castro y suprime a sus opositores1 ”. La responsable de la diplomacia americana requirió la vigilancia e incluso amenazó con recurrir a la Organización de los Estados Americanos, la OEA “para intervenir ante líderes que no gobiernan de manera democrática, incluso los que se eligieron democráticamente”. En respuesta el ministro de Asuntos Exteriores de Venezuela, Ali Rodríguez, instó a los Estados Unidos a respetar el derecho del pueblo a la autodeterminación y juzgó intolerable la presión americana tanto dentro de su país como dentro de otros países de la región. El 24 de abril de 2004, el presidente Chávez anuncia el final de una cooperación militar con los Estados Unidos la cual existía desde hace treinta y cinco años. Esta cooperación consistía sobre todo en un intercambio de instructores e incluía la revisión de los contratos petroleros. Si Castro se apropia de la figura de José Martí, el apóstol de la independencia cubana, Chávez tiene como modelo a Simón Bolívar, El Libertador, el que llevó a cabo la guerra de independencia de la mayor parte de Sudamérica. Venezuela se declaró República “Bolivariana” con una Constitución “Bolivariana”, de los comités de defensa “bolivarianos” o círculos bolivarianos, copiados sobre el modelo de los comités de defensa de la revolución, los CDR, instrumentos de movilización de las masas cubanas y, sobre todo, de denuncia de los posibles elementos no conformistas en los barrios1 . Envía a médicos cubanos a Venezuela, en el marco del programa Barrio Adentro (“dentro de los barrios”). Son cerca de veinte mil. Tienen por misión el aportar su asistencia en los barrios más desheredados de Venezuela. Un acuerdo previo es la creación por los cubanos de seiscientos nuevos centros médicos en Venezuela durante el 2005. La intención parece encomiable, pero, la medicina en Cuba ya no es asegura, a falta de médicos y sobre todo por medicamentos, y que la presencia de estos médicos, acompañados de maestros de escuela y de millares de miembros de los servicios de seguridad (las funciones en Cuba son intercambiables), se acompañan también de un intenso trabajo de propaganda y control de las poblaciones venezolanas desfavorecidas. Desde octubre de 2004, el número de médicos cubanos que intentaron abandonar para irse a otros países de América Latina o los Estados Unidos en particular, está en constante aumento, gracia a redes organizadas para hacerlos salir de Venezuela. “Cada vez que un cubano viaja para el extranjero, dice Alina Fernández3 . Ejerce una función política o de propaganda. Por ejemplo, el pobre médico que se separa de su familia y es enviado a un barrio aislado en Venezuela es un agente de propaganda del castrismo. Por esta razón, el aparato de propaganda cubano superó el de las peores dictaduras…” La idea central de Fidel Castro, denunciada por Roger Noriega1 , el ex responsable de América Latina en el Departamento de Estado Americano, es crear un eje de subversión con el fin de desestabilizar a los Gobiernos democráticos pro americanos de la región y radicalizar a los Gobiernos progresistas, demasiados temores a los ojos del Líder Máximo. Respondiendo a jefes de empresas americanas en visita a Cuba en octubre de 2004. Fidel Castro no ocultó la solidez de su alianza con Hugo Chávez. “Se dice que voy a morir pronto y que una vez el perro ha muerto, la rabia desaparecerá con él… Es olvidar, rápidamente añadió Castro, que en adelante Venezuela se transformó en perro.” Mejor, una fuente confidencial citada por el Washington Post el 14 de enero de 2005 precisa que la Venezuela de Chávez compra por intermedio de Cuba armamentos pesados. Un total de cerca de 7 a 8 mil millones de dólares distribuidos entre 2003 y 2004 de la siguiente forma: cien helicópteros de combate M135 modificados con todas las opciones de alta tecnología, idénticos a los equipos militares de última generación, sin olvidar un sistema DCA equipado de misiles SAM. Pero también cien mil fusiles de asalto AK-47 modelos nuevos, destinados según los norteamericanos para equipar a los miembros de las FARC de Colombia. Las negociaciones se realizaron a través de la sociedad Rosoboroneksport, empresa estatal encargada de las exportaciones e importaciones de armamento de Rusia, administrada por el general Pavel Gratchev quien se encargó de la 103ª división aérea en Afganistán y fue ministro de Defensa entre 1992 y 1996. Gratchev es un experto en aviación militar. Los contactos se establecieron desde La Habana por medio de Adán Chávez. Raúl Castro en persona, ayudados de un grupo de expertos cubanos, expidió la lista de compras de material militar. Varias personalidades venezolanas de alto nivel viajaron a Moscú en compañía de los expertos cubanos. En octubre de 2004 una delegación muy próxima a Hugo Chávez, cerca de cincuenta venezolanos y otro tanto de cubanos, concluyeron el mercado en la capital rusa. Los generales de división venezolanos Raúl Isaías Baduel y Nelson Benito Verde Graterol asistidos por sus colegas cubanos. Los acuerdos con Rusia se basan en intercambios petroleros. Los venezolanos honran las ventas de petróleo ruso sobre el continente americano. Por el contrario, cuando los venezolanos venden petróleo a los países europeos, se trata de petróleo ruso lo que reciben. El objetivo: reducir los costos de transporte. La modernización de la vieja refinería construida por los soviéticos en Cienfuegos, al sur de Cuba, forma parte del acuerdo. Allí podrá refinarse el petróleo venezolano cuyas cantidades escapan a todo control para aumentar las capacidades de producción de productos refinados. En este intercambio bilateral, Cuba aprovecha para renovar todo su arsenal militar, pagado por… Hugo Chávez. Estas relaciones “calurosas” no son para nada gratuitas ni desinteresadas. Cuando en la antigua Unión Soviética se cierra el grifo del petróleo de Bakú, Venezuela, quinto productor de petróleo mundial, toma el relevo. Fidel Castro se arregla para que su “amigo” Hugo Chávez le envíe a Cuba entre setenta y cinco y noventa mil barriles al día. Es él (Chávez) quien mantiene la economía de la isla. Eso no impide por otra parte que continúen los apagones, los cortes recurrentes de corriente, a causa de la desorganización crónica y la falta de consideración de las necesidades diarias de la población. Durante un viaje a Nueva York en diciembre de 2004, nos entrevistamos con el dirigente de una sociedad petrolera americana que había participado en la conclusión de los acuerdos establecidos en el año 2000, entre los dirigentes de Venezuela y los directores de la empresa petrolera canadiense Sherrit y los miembros del Gobierno cubano. Este hombre prefirió conservar el anonimato. Y manifestó: “El acuerdo es simple. Caracas está de acuerdo, así como La Habana en una reducción sustancial sobre el precio bruto del barril pagadero de la siguiente forma: 80% ajustables sobre seis meses, si Cuba no respeta este compromiso entonces Chávez cierra los ojos a pesar de los retrasos y de las deudas que se acumulan. El 20% que restan son pagados por Cuba en forma de intercambios, médicos, profesores, por asesoramiento militar… el programa Barrio Adentro. Pero lo más importante, es que el contrato entre las dos partes permite a Cuba revender en el mercado libre total o parcialmente cantidades de petróleo procedentes de Venezuela, refinado o no refinado. Por ello un barril comprado alrededor de los nueve dólares pudo ser revendido por Cuba hasta por sesenta dólares en el momento del resplandor de los precios del crudo en junio de 2005. En la historia, Hugo Chávez toma al paso su comisión. Desde el principio de este convenio, el líder venezolano se habría embolsado personalmente 200 millones de dólares. Hay que señalar que después de la huelga que paralizó el sector energético en Venezuela en 2001, el presidente Chávez decidió firmar todos los contratos de venta de gas y petróleo. Por tal motivo está pues en condiciones de controlarlo todo”. Así van las relaciones Castro-Chávez. El jefe del Estado cubano, que desea abrir un nuevo frente armado anti-norte americano en América Latina, con el dinero de Venezuela, apoya a las fuerzas armadas revolucionarias de Colombia, FARC, en conexión con su homólogo “bolivariano”, de una manera directa con armas ligeras, pero también apoyo financiero y hospitales de campaña, instalados según médicos cubanos exiliados que huyeron de Venezuela, en la frontera entre Colombia y Venezuela, y consagrados especialmente para atender los heridos de las FARC. Trescientos cincuenta agentes de la DGI cubana infiltrados en Venezuela, tienen entre otras cosas por misión el mantener la conexión con la guerrilla colombiana directamente apoyada por el gobierno de Caracas. Se les encarga también de entrenar militarmente otros Latinoamericanos con el fin de conformar un frente anti-imperialista. El teniente coronel Jesús Urdaneta, antiguo jefe de los servicios de información venezolanos, ex amigo colega militar de Hugo Chávez, presentó documentos que certifican un acuerdo secreto entre Chávez y las FARC que concede a los terroristas colombianos armas, municiones, dinero, gasolina y otras ayudas. Esta ayuda a las FARC, causó serias tensiones a finales de enero 2005. El presidente colombiano Álvaro Uribe hizo un llamado al pueblo venezolano para que ayude a Colombia a combatir el terrorismo, pasando así sobre la autoridad de su homólogo Chávez. “Debemos erradicar el terrorismo en Colombia y evitar que éste se ponga de acuerdo en otros países hermanos”, oficializando así la presencia de numerosos miembros de las FARC del otro lado de la frontera bajo protección del Gobierno venezolano. Chávez como contraparte acusa a los dirigentes colombianos de estar sometidos a la voluntad de Washington y de organizar el rapto de un alto responsable de las FARC. Rodrigo Granda, en pleno centro de la capital, en violación de la soberanía de Venezuela. Hugo Chávez rompió sus relaciones comerciales con su vecino y exigió excusas públicas. Despreciando a su homólogo colombiano, fue dirigido directamente por los Norte-Americanos “Esta provocación viene de Washington (…). Es un nuevo ataque del Gobierno americano.» Finalmente, la crisis se desenredó con la promesa de un encuentro entre Chávez y Uribe, pero demostró que el líder venezolano había copiado completamente las maneras de su amigo Castro, en su arenga, en su manera de referirse al enemigo y de preservar los países vecinos para un día, quizá, concluir una alianza “bolivariana”. Esta crisis por otra parte se reabsorbió a raíz de la intervención de Fidel Castro. Cuando, el 14 de enero de 2005, el presidente colombiano Álvaro Uribe llamó urgentemente a dirigentes de los países Latino Americanos, así como al presidente del Gobierno Español. José Luis Rodríguez Zapatero, para que vengan en su ayuda, pero pocos de ellos respondieron a la petición suya. El Brasileño Luis Inácio “Lula” DA Silva se manifiesta listo para ayudar a Uribe, pero no antes del 14 de febrero, a su regreso de Europa. Demasiado lejos, demasiado tarde, para la administración colombiana. Castro respondió, con una prontitud sorprendente. Éste no veía ningún interés en una ruptura entre Chávez y Uribe y deseaba mostrar su capacidad para solucionar esta clase de desacuerdos. Eligió el 21 de enero a su principal hombre de confianza y ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Pérez Roque, y lo envió a Caracas. Este último volvió esa misma noche a La Habana con una propuesta de Hugo Chávez. Castro llamó a Uribe y discutió con él por algo más de dos horas, Uribe demostrando hasta qué punto la ruptura podía ser ya que, penalizada económicamente a Colombia, pues Venezuela es el segundo mercado de exportación después de los Estados Unidos (los intercambios entre ambos países se elevaban en 2004 a 2.5 mil millones de dólares). El sábado 22 de enero al amanecer, Castro decidió enviar a un emisario portador de una carta para el presidente Uribe. A su lectura el colombiano aceptó a su vez redactar una misiva en la cual admite las buenas disposiciones del líder venezolano y acepta revisar su posición. Por ello el emisario del presidente Uribe, Carolina Barco, y del ministro de Asuntos extranjeros venezolano, el ex guerrillero Ali Rodríguez, se encontraron en Lima Perú con el fin de poner a punto un acuerdo final gracias a la mediación de Fidel Castro. El 15 de diciembre de 2004 Chávez y Castro firmaron un acuerdo de integración económico que suprime las barreras arancelarias entre los dos países, una primicia. Quien es la causa de todos estos acuerdos y que por otra parte aconseja al presidente venezolano en todas sus decisiones económicas se llama Martha Harnecker Cerda. De origen chileno, se instaló en Cuba después de la caída de Allende, casada con el capitán Aramis, uno de los dirigentes de las tropas especiales cubanas, y después se convierte en teniente coronel de la DGI. Además, será más tarde la compañera de Manuel Piñeiro (“Barba roja”). Muy influyente, Martha Harnecker a pesar de todo su peso sobre la cumbre de la Asociación Estados Del Caribe que se realizó 28 y 29 de julio de 2005 en Panamá. Venezuela y Cuba, aunque Chávez y Castro estuvieron ausentes, influyeron sobre la cumbre gracias a la presión ejercida sobre los países del archipiélago del Caribe por la subida del precio del petróleo. “Estoy impresionado por la influencia de Venezuela y Cuba en los debates, confió un diplomático a la AFP, es el eje Chávez Castro frente a los Estados Unidos.” Según Andrés Serbín, director de un centro de investigaciones económicas y sociales, el petróleo se convirtió en un instrumento político para la Venezuela de Chávez. “Caracas y La Habana consiguieron un bonito golpe imponiendo declaraciones que harán chirriar los dientes en Washington”. En la declaración final de Panamá. El AEC reafirmó “el principio de soberanía, integridad territorial y no injerencia, así como el derecho de todo el pueblo a construir en la paz, la estabilidad y la justicia, su propio sistema político”. Una condena a la política de la Casa Blanca frente a los dos países latinoamericanos que Washington considera como los “patos feos “de la región. “Instamos, una vez más, al Gobierno de Estados Unidos a poner fin a las medidas económicas coercitivas unilaterales (como la aplicación extraterritorial de la ley Helms-Burton)” continua el comunicado de Panamá que hace hincapié en “la necesidad de suprimir el bloqueo económico comercial y financiero impuesto a Cuba por los EE. UU”. Un texto que obtuvo un consenso de los países miembros al publicarse y que cuenta con los Estados miembros pro americanos como México, Colombia y Honduras. Un resultado tardío para Chávez y Castro. No es el fruto de la casualidad el que altos dirigentes rusos viajaron a finales de 2004 a Cuba, se propusieron decirle a Fidel Castro que era de la revolución “bolivariana” que dependía de aquí en adelante la suerte del régimen cubano, una alusión clara debido a que sin Chávez y su petróleo el “modelo” castrista dejaría rápidamente de existir. Una semana más tarde, el 22 de diciembre de 2004, los vínculos entre Cuba y Venezuela conocieron un nuevo desarrollo. Para la fecha Castro y Chávez rechazaban en común el proyecto americano de una Zona de libre comercio de las Américas (TLCA) y decidían la creación de una Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), los dos países firmaban un acuerdo que permitía a los jueces y a los funcionarios de policía y a la seguridad del Estado cubano intervenir en todo el territorio venezolano para investigar, interrogar y capturar incluso a exiliados cubanos refugiados en Venezuela o venezolanos investigados por la justicia castrista, con la bendición de Hugo Chávez. Esta nueva ley de asistencia jurídica y penal da poderes discrecionales a los jueces cubanos hasta de substituir al código jurídico en vigencia en Venezuela. Objetivo: supervisar y poder eventualmente castigar a los aproximadamente treinta y cinco mil exiliados cubanos que huyeron de la isla castrista, en distintas épocas, para incorporarse a un país entonces más democrático. Lo recíproco es con respecto a opositores venezolanos anti Chávez que habrían tenido la mala idea de viajar a Cuba con la intención “de combatir la seguridad o a la revolución cubana”. “Es un acuerdo que viola absolutamente la soberanía de Venezuela”, así lo denunció al Nuevo Herald Tulio Álvarez, abogado constitucionalista y profesor de la Universidad Central de Venezuela. Lo más grave, a su modo de ver, reside en el hecho de que estos acuerdos permiten a los funcionarios cubanos el llevar de manera directa, sin previo proceso o cuando proceda por vía judicial, las investigaciones sobre bienes y personas en Venezuela y obligar a estas personas a regresar a Cuba para ser juzgados y condenados. “venezolanos, Incluso para algunos cubanos que obtuvieron la nacionalidad venezolana pueden ser perseguidos en este marco de ley por jueces cubanos. Si alguien emite una opinión o un juicio contra el régimen castrista, puede ser, según estos acuerdos, objeto de extradición hacia Cuba”. Estos acuerdos que incluyen diecinueve artículos, elaborados en su versión inicial por Hugo Chávez a su llegada al poder en 1999, fueron denunciados en enero de 2004 por la Asamblea Nacional que establece que la cooperación entre los dos países debía tener un carácter confidencial. Con todo, existe totalmente y se extiende incluso a los delitos políticos y militares, poniendo así el sistema judicial de Venezuela, aún democrático, al servicio de los intereses del régimen castrista, quedando entendido, que hay más cubanos en Venezuela que venezolanos en Cuba. La referencia a la memoria de Simón Bolívar, que venció a los colonizadores españoles en el siglo XIX y quiso fundar la unidad latinoamericana toma a Caracas como a la Habana. Durante un coloquio titulado “la Utopía de la que tenemos necesidad” organizada en La Habana el 10 de septiembre de 2004 por la cátedra Bolívar-Martí y la sociedad cultural José Martí, el historiador americano de origen polaco Zbignew M.Kowalewski presentó un informe muy explícito: “Para ser una nación única, América Latina deberá ser socialista. Pero para ser socialista América Latina deberá ser una única nación. Para América Latina sonará una vez más la hora de su segunda verdadera y definitiva independencia, anunciada hace más de cien años por José Martí y hace más de cuarenta años por Fidel Castro, cuando la revolución latinoamericana se ponga en marcha de nuevo, no se parará mientras no se construya una única nación socialista latinoamericana. Parece que ya se volvió a poner en marcha con la revolución bolivariana en Venezuela”. El imperio que se debe superar se llama hoy Estados Unidos de América y no España, y como es necesario una legitimidad a toda lucha sobre todo si ella necesita reaparecer de sus cenizas, Marx y Lenin guardados en las mazmorras, basta con exhumar Bolívar y con hacerle llevar las nuevas ropas de una revolución que exige un enlucido de fachada. El “bolivariano” es en adelante el grito de adhesión de los damnificados de la Tierra, una manera de hacer lo nuevo con lo viejo. Es por otra parte interesante leer la entrevista concedida por Celia Hart Santamaría, hija de la heroína Haydee Santamaría y de Armando Hart, al periodista alemán Hans-Gerd Ofinger, reproducido el 3 de octubre de 2004 en la edición dominical del Diario Las Américas de Miami. Esta joven mujer que aprovecha de las prebendas que concede el poder castrista es por supuesto miembro del Partido Comunista. Estudia Física en la Universidad Técnica de Dresde en Alemania, y vive cuando está en Cuba, como los miembros de la nomenclatura, sin preocuparse de los problemas materiales. Celia Hart habla en esta entrevista de la reactivación necesaria del fantasma guevarista de los años 60: “crear dos, tres, varios Vietnam”. Una vieja idea que parece resultar de cartones polvorientos entre los círculos de la izquierda latinoamericana. Menciona también un posible conflicto armado en Venezuela: “Debemos ayudar a la revolución venezolana como lo hicieron las Brigadas Internacionales en la guerra civil española en 1936”. Celia Hart propone “profundizar la revolución bolivariana, con el fin de considerarla como una revolución socialista”. Es a partir de esta propuesta que prevé el germen del futuro conflicto. Según sus declaraciones, este conflicto integraría por una parte la oligarquía venezolana y del otro las fuerzas revolucionarias Castro-Chavistas. “¡El tiempo a nosotros nos falta!” Así exclama Celia Hart. La idea es poner a punto un eje antidemocrático y antiamericano que permitiría a los Castro aportar el capital humano y las fuerzas pretorianas en Venezuela y en el resto de los países latinoamericanos, hay petróleo y hay dinero. El objetivo: minar la democracia, en primer lugar, en Venezuela luego en otra parte en América-latina. Es increíble que esta entrevista se haya dado sin la aprobación previa de la “familia” Castro pues Celia Hart forma parte de ella. Una manera de oficializar la unión Castro Chávez en una visión de la revolución “bolivariana” y de atravesar el viejo credo guevarista abandonado aquí por más de treinta años. LA TENTACION TERRORISTA El 4 de noviembre de 2001, Fidel Castro habló durante dos horas a través de la televisión cubana con respecto a la guerra contra el terrorismo. Declaró que Afganistán iba a convertirse en un nuevo Vietnam, que los Estados Unidos iban a pasar veinte años en batalla contra los talibanes. El número uno cubano estaba en perfecta coordinación con su homólogo de Caracas. Los vínculos de Chávez con el terrorismo internacional datan del tiempo de la rebelión militar sangrienta contra el Gobierno de Carlos Andrés Pérez, durante la cual fallecieron cerca de cien personas. Después de haber sido recibido con honores por Fidel Castro en La Habana, Chávez viajó a Trípoli y Bagdad, “volvió con mucho dinero para formar su Movimiento Revolucionario Venezolano (MVR) y para postularse a la Presidencia”, explica el coronel Pedro Soto, que apoyaba a Chávez en esta época. Instalado en el poder Hugo Chávez volvió en visita de Estado a Libia, Irak e Irán en febrero de 2001, firmando tratados de cooperación con Muhammad Gadafi, Saddam Hussein y con los mullah iraníes. Fidel Castro visitó Libia, Irán y Siria algunos meses más tarde. Un miembro de la oficina político del MVR y consejero muy cercano de Chávez, Freddy Bernal (vinculado a los círculos bolivarianos), estaba en Irak en marzo de 2002. Fue capturado por las fuerzas de vigilancia Fronteriza de las Naciones Unidas. El hombre intentaba infiltrar armas en Arabia Saudí. Un alto funcionario del Pentágono afirmó en enero de 2004 que “el Gobierno comunista de Cuba había intercambiado con el régimen de Saddam Hussein información sensible relativa a los Estados Unidos” como contrapartida de petróleo clandestino iraquí. En un artículo aparecido en el suplemento “Insight Magzine” del diario conservador Washington Times el 27 de diciembre de 2002, los periodistas Martin Aróstegui y Juan F. Cuellar, revelaron previa investigación que el presidente venezolano había establecido muy fuertes vínculos con el medio terrorista árabe: “A las veintiún horas, veintinueve minutos del 28 de marzo de 2002, aterriza en el aeropuerto internacional Simón Bolívar de Caracas, el vuelo 397 de Delta Airlines, a bordo llega Hakim Mamad Ali Diab Fattah, nacido en Venezuela, quien había sido objeto de vigilancia internacional ya que había sido alumno y tomado lecciones de piloto en dos escuelas de aviación de New Jersey donde él mismo Hani Hanjour, quien estrelló el vuelo 77 de American Airlines contra el Pentágono el 11 de septiembre de 2001 también había sido alumno. “El FBI había detenido a Fattha en los EE. UU después de haberlo oído hacer afirmaciones que mencionaban la explosión de un avión de pasajeros y establecer la prueba material de que había utilizado documentos de identidad falsos. Los americanos pidieron información al servicio de seguridad e inteligencia venezolano (DISIP), pero ellos no descubrieron mucho, fuera de certificados médicos que diagnostican a Fattah como un esquizofrénico, que desde hace un año había descuidado su tratamiento. Después, miembros importantes de los servicios de seguridad de Venezuela aclararon el misterio: el general Marcos Ferreira, que dimitió a finales de 2002 de sus funciones como director del departamento de extranjería responsable de la vigilancia de las fronteras nacionales (DIEX), afirma que agentes de la DISIP fueron a buscar a Fattha directamente a su descenso del avión y lo escoltaron hasta un coche que los esperaba en la pista del aeropuerto. Según los oficiales de los servicios de seguridad, Fattha fue tratado como un VIP, un hombre muy importante, semblante que confirma el presidente Hugo Chávez quien se encontraba en el tren de concertar una estrategia paralela con el fin de modificar la constitución de un país sudamericano rico en petróleo. El discípulo de Fidel Castro, Chávez comenzaba a infiltrar hombres seguros, en el sistema financiero y todas las empresas del Estado en la idea de clonar la revolución cubana y de convertir a Venezuela en una base de terroristas”. Hugo Chávez también ligó a la fidelidad de los Círculos bolivarianos, a las milicias encargadas de la seguridad del gobierno. Estas milicias tomaron el control de las comisarías alrededor de Caracas. Invertida las estructuras administrativas de la compañía petrolera gubernamental PDVSA (Petróleos de Venezuela Sociedad anónima)1 . Ésta era presidida por el ex guerrillero comunista Alí Rodríguez, quien posteriormente fue nombrado como ministro de Asuntos Exteriores. A su tiempo de “golpista frustrado”, Hugo Chávez recibió la ayuda de organizaciones “narco belicosas” colombianas. Equilibra hoy sus cuentas y sus deudas prohibiendo el sobrevuelo del espacio aéreo venezolano a los agentes antidrogas de los Estados Unidos. Un agente de la información militar venezolana, el general Néstor González comandante de la 2ª brigada del ejército venezolano que opera en la frontera colombiana, lo indica también, que los grupos de narcotraficantes colombianos, así como los FARC son protegidos por Chávez en áreas rurales dentro del territorio venezolano. El líder del Ejército de liberación Nacional (ELN), el “comandante Pablo”. Se encuentra restableciendo su salud bajo la protección del DISIP en una casa de la urbanización El Márquez. El general José Vietri, jefe de la Casa Militar del presidente Chávez de Venezuela, hace referencia a que las FARC son “el gobierno de facto de la región fronteriza entre los dos países”. Se ha identificado claramente al principal hombre de contacto con las redes terroristas: se trata del antiguo ministro de Interior Rodríguez Chacín, un capitán de navío de la marina de guerra venezolana que se vinculó íntimamente a Hugo Chávez en la época en que conspiran juntos para fomentar el golpe de estado de febrero de 1992. Ferreira dice que Rodríguez Chacín sustituyo a su antecesor en el departamento de extranjería (DIEX) porque apoyaba peticiones internacionales que reclamaban la extradición de un terrorista del ELN. Durante un golpe militar, nombrado “Operación Ezequiel Zamora” el teniente coronel Hugo Chávez intentó poner fin al mandato del presidente Carlos Andrés Pérez el 4 de febrero de 1992. La tentativa falló, se encarceló a Chávez y estuvo dos años preso. Desde la prisión registró una llamada a la insurrección difundida en una segunda tentativa de golpe de Estado por el MBR 200, la noche del 27 de noviembre de 1992. Este segundo golpe de Estado falló también, pero los golpistas pudieron apoderarse del poder durante algunos minutos. Pero Rodríguez Chacín debió renunciar oficialmente a su puesto de ministro de Interior en abril de 2002 debido a la insistencia de los funcionarios a dar un golpe contra Chávez. Siguió siendo, sin embargo, el jefe de la seguridad de facto, según fuentes que lo describen como operativo bajo el seudónimo de Rafael Montenegro, disimulando innumerables secretos bancarios y conduciendo numerosas actividades ambiguas en la frontera con Colombia. “Una de las primeras cosas que Rodríguez Chacín me pidió hacer cuando me convierto en jefe de la DIEX, se acuerda Marcos Ferreira, fue legalizar la entrada de cinco personas colombianas sin papeles ya que habían ayudado a las negociaciones para liberar venezolanos secuestrados. Me explicó que debían permanecer varios días en Venezuela antes de ir para Cuba” el general Ferreira descubrió que estas medidas eran habituales. Durante el año 2001, Rodríguez Chacín le pidió a Ferreira facilitar la llegada de veinte o treinta colombianos que recibió personalmente en el puente de cruce entre las fronteras, por San Antonio del Táchira, desde allí fueron escoltados por la DISIP hasta el aeropuerto internacional Simón Bolívar con el fin de tomar vuelos para Cuba. Pero la actitud, la lengua, el vocabulario que empleaba cada vez más fácilmente Rodríguez Chacín preocuparon a varios oficiales, comenzaron a llamarnos compañeros, “camaradas”, y se refirió a los opositores al régimen como a enemigos y mencionó la posibilidad de atacar a sus familias”. El punto de ruptura ocurrió cuando un teniente coronel de la guardia presidencial le pidió a Ferreira emitir un pasaporte falso para un militante de las FARC. Ana Belinda Macías Arismendi, que poseía una cédula de identidad venezolana falsa (Nº12438823). Debía ir con urgencia a Cuba, dijo Ferreira. “las huellas dactilares del pasaporte no coincidían con las del usuario”. Un análisis de documentos de la DIEX demuestra que durante los años 2001 y 2002, se distribuyeron tres mil setecientos noventa y nueve pasaportes venezolanos fraudulentos, de los cuales mil setecientos cuarenta y cinco fueron concedidos al puesto fronterizo de la DIEX en San Antonio del Táchira. Comprobando el número de documentos proporcionados, Ferreira calculó que se asignaron dos mil quinientos veinte identidades falsas a colombianos y doscientos setenta y nueve identidades falsas se referían a árabes de origen sirio. Después de contrastar con las fichas de la policía colombiana, dos docenas de identidades proporcionadas confirmaron que se trataba de terroristas conocidos y narcotraficantes. Entre los elementos pro Chávez y los consejeros cubanos, los servicios secretos venezolanos están firmemente bajo tutela. “Decenas de terroristas con falsos pasaportes forman parte de los servicios de seguridad, requieren de “una fuerza paralela” creada por Chávez, todo indica al antiguo cónsul de Venezuela en París Nelson Castellanos con el fin de apoyarlo en su intención de conservar el poder en Venezuela 1 ”. Cientos se habrían implicado y recibido entrenamiento en Cuba y Libia bajo la denominación de “activistas sociales”. Se inscriben a unidades de choque llamadas Tupamaros y Carapaicas secretamente en “casas de seguridad” muy alrededor de Caracas donde nidos de metralletas protegen las vías de acceso a los distritos que controlan fuera de la capital. Según la CIA, se incorporó a combatientes con experiencia en guerrillas urbanas a esta fuerza paralela, así como de los narcotraficantes colombianos protegidos por la DISIP, así mismo bajo el control de la DGI cubana. Diplomáticos europeos confirmaron que los cubanos forman parte integrante de las secciones de análisis y contraterrorismo de la DISIP. Testimonios recogidos in situ en Venezuela2 indican que el agregado militar el capitán de corbeta de la Marina de guerra de Cuba Sergio Cardona supervisa entre trescientos a cuatrocientos consejeros militares cubanos en Venezuela, que dirige también la élite de la guardia presidencial de Chávez y a su grupo de guarda espaldas provenientes de la habana y cuya mayoría son incapaces de entonar la menor estrofa del himno nacional venezolano. El número de agentes de información disimulados bajo el nombre “entrenadores de deportes” o “maestros de escuela” se considera que son varios millares además de los militares cubanos. Trabajan en conexión con los círculos bolivarianos. “Renuncio a mi puesto cuando tengo que hacer el trabajo sucio de Chávez con los cubanos que me supervisaban detrás de mi espalda todo lo que hacía”, confiesa el ex general Ferreira, afirmando que el antiguo ministro del Interior Rodríguez Chacín y de otros próximos al poder, ejercieron presión sobre él para que “blanquee” las identidades de los terroristas y de narcotraficantes que transitaban por Caracas. Le habrían pedido también mentir a las autoridades americanas sobre las actividades de una red financiera del Hez bolla cuyo expediente se solicitó para examen por el FBI después de los atentados del 11 de septiembre. Chávez ordenó destruir expedientes de una decena de personas sobre las cuales pesaban las sospechas de recolección de fondos para el Hez bolla, y que llevaban transacciones financieras sospechosas en las islas de Margarita, Aruba, y Curazao, así como en las ciudades de Maracaibo y Valencia según el general Ferreira. El presidente venezolano disolvió también unidades militares antiterroristas y despidió a dieciséis funcionarios de información de gran experiencia entrenados en los Estados Unidos, en el momento en que se producían los ataques terroristas sobre Nueva York y Washington. Hugo Chávez fue prácticamente el último jefe de Estado en presentar sus condolencias a las autoridades americanas. Dejó pasar tres días para dejarse convencer por sus diplomáticos que era necesario hacerlo, mientras tanto se quemaban algunas banderas americanas en la plaza Bolívar en Caracas. Un año más tarde, con la excusa de celebrar su propio “once”, el 11 de abril de 2002, Chávez invitó como huésped principal en Caracas a Hebe de Bonafini, la dirigente argentina de una de las fracciones actuales de las Madres de la Plaza de Mayo, que antes había declarado que celebró el 11 de septiembre en La Habana bailando hasta la mañana. Una de las responsables de los Círculos bolivarianos, Lina Ron, también celebró el acontecimiento terrorista quemando una bandera americana en el centro de Caracas. Reporteros venezolanos que pudieron escapar a la venganza de Chávez, afirman a la revista Insight Magazine, que dos sospechosos buscados por el FBI, Fahti Mohamed Awada y Houssein kassine Yassine, habrían retirado 400.000 dólares de una cuenta bancaria en una sucursal del Banco Confederado en Margarita antes de volar para Líbano en diciembre de 2001. La misma fuente indica que implicaba a los individuos “en transacciones sospechosas que validan las conjeturas del Gobierno de los Estados Unidos”. El superintendente Nacional de Bancos es una persona designada por Chávez, no registró nunca las transacciones de dinero en Venezuela. Fuentes diplomáticas americanas en Caracas confirman que las investigaciones oficiales realizadas a través de las autoridades bancarias venezolanas no pudieron demostrar de manera evidente el blanqueo del dinero terrorista. “Solamente pudimos consultar a oficiales del gobierno venezolano”, admitió un investigador americano. Los servicios de información americanos explican de buen grado que Chávez oculta datos esenciales sobre sus aliados árabes, algunos de los cuales fueron fuertes contribuyentes financieros a su campaña presidencial. Uno ellos, Nasser Mohamed Aldin, un empresario y amigo personal de Chávez, lo invita a su casa en Margarita o el presidente venezolano reside durante sus frecuentes visitas a la isla, lugar preferido por otra parte de sus reuniones privadas con Fidel Castro. Según el comandante de las fuerzas aéreas venezolana, ex piloto del presidente Hugo Chávez, el comandante Juan Díaz Castillo, Chávez y Castro se encontraban hasta octubre de 2004 (fecha a la cual la caída de Fidel Castro puso un término provisional a estos encuentros), de manera muy regular. La isla Margarita parece ser el centro de una intensa red financiera que cubre el Caribe, Panamá y las Islas Caimán. Según las autoridades coloniales británicas, desde donde se hacen los esfuerzos para blanquear dinero mediante bancos del archipiélago de las Caimanes, implicaron también a un grupo de hombres de negocios de los Emiratos Árabes. El 4 de enero de 2003 Juan Díaz Castillo hace una declaración pública durante una conferencia en la Fundación Panamericana para la Democracia, en la ciudad de Miami. Este último garantiza que Hugo Chávez habría enviado un millón de dólares a los Talibanes con el fin de ayudar a la red AL Qaïda y que se encargó personalmente de esta misión. La plata al contado habría llegado a la embajada de Venezuela en Nueva Delhi, la India, antes de introducirse a Pakistán, por medio de un miembro de un alto comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados (ACNUR), hasta AL Qaïda como “asistencia humanitaria”. Tras ocuparse de estas malversaciones de fondos, Hugo Chávez tuvo bastante tiempo para desestabilizar las fuerzas armadas, las cuáles no podrán ser por ahora eficientes, desde el punto de vista pragmático no podrán actuar en contra del líder venezolano. La fuerza aérea y las unidades mecanizadas disponen de una reserva de combustible limitada y muy controlada. Se envió a los tanquistas para conducir autobuses públicos y numerosos funcionarios de carrera para las misiones para administrar proyectos públicos con el fin de corromperlos. Los equipos de comunicación e información electrónicos desaparecieron de las instalaciones militares y policiales y los cubanos controlan una parte de la marina de guerra. Un barco de desembarque anfibio, modelo LST T63, de construcción americana, incluso ubicado por un satélite americano mientras este efectuaba un viaje de ida y vuelta del puerto el Guaira a la base de la Marina cubana en Cienfuegos. En un discurso pronunciado en Caracas el 28 de diciembre de 2004 ante varios centenares de militares, Hugo Chávez, tal como ocurre con Fidel Castro, criticó abiertamente la política efectuada por Washington e incitó a los militares a una ofensiva ideológica anti imperialista en las fuerzas armadas. “Fallaron, los que pretendían poner nuestras fuerzas armada al servicio de los imperios del mundo, parece que esta fuerza armada es anti imperialista”, vociferó el presidente venezolano quien, sin nombrarlos, denunciaba a los Estados Unidos, añadiendo que con su “revolución bolivariana”. “Nos descansaremos después de haber roto todas las cadenas que oprimen a nuestro pueblo, las cadenas del hambre, la miseria, el colonialismo. Esta patria será libre o nos moriremos intentando liberarla.” Hugo Chávez garantizó que había eliminado toda posibilidad de golpe de Estado después de haber purgado el aparato militar de todos sus opositores potenciales. Durante este discurso, el jefe del Estado venezolano indicó incluso, que el nuevo uniforme verde oliva era el llevado por las tropas cubanas y se llamaría “el patriota” y sería lo hecho con tejidos importados de China, país de donde volvía después de una visita oficial. CUANDO PEKÍN ENTRA EN EL BAILE Hoy el nuevo eje Caracas La Habana incluye también Pekín. En efecto, desde hace varios meses, lejos de todo escándalo de información, los chinos, que necesitan enormes cantidades de materias primas y, en particular, hierro y níquel para su desarrollo y su equipamiento, firmaron un acuerdo con Chávez, que proporciona el petróleo y el carbón, y Castro, que pone a su disposición las minas de níquel de Moa, en la parte oriental de la isla, con el fin de forjar un acero de calidad. Por este acuerdo los chinos pusieron la mano sobre casi toda la producción de níquel en gran cantidad que posee Cuba. China firmó con Cuba en noviembre de 2004, dieciséis acuerdos de cooperación incluida una inversión de 500 millones de dólares en las minas de níquel cubanas. Pragmáticos los chinos, que decidieron emprender el peso de la carga con el desarrollo de su inmenso país, dejaron de un lado la parte de la ideología para concentrarse sobre los acuerdos comerciales a buen precio. Durante la visita oficial a Caracas del vicepresidente chino Zen Qinghong a finales de enero 2005, los acuerdos de cooperación que se firmaron destinados a aumentar las inversiones chinas en gas y en petróleo venezolanos y también en los sectores de las telecomunicaciones, minas y agricultura. Los Chinos supieron mostrarse generosos y establecieron rápidamente cabezas de puente entre Pekín, Caracas y La Habana, permitiendo en esa ocasión a dignatarios del ejército chino residir regularmente en Cuba con el fin de vender al régimen de Fidel Castro material electrónico de uso militar, en particular, los nanos satélites de cincuenta y cinco libras lanzados por los misiles Larga Marcha II que pueden servir para desreglamentar las comunicaciones por satélite, sobre todo las que emanan de los cuarteles generales americanos. Según la misma lógica los chinos instalaron por cuenta de los cubanos, en el último piso del edificio de la compañía privada española-cubano de comunicaciones ETECSA en Santa Clara, un sistema muy sofisticado de reconocimiento vocal que puede analizar treinta y cuatro distintos parámetros de la voz humana. Este sistema, una especie de ADN vocal, posee la capacidad de identificar una voz particular entre millares y de registrarla. Es a partir de este mismo edificio que técnicos revuelven la longitud de onda de las emisiones de radio o televisión procedentes de Miami. Prosiguiendo la aproximación con la China, Raúl Castro el número dos cubanos fue en visita oficial a Pekín el 17 de abril de 2005 durante una gira asiática que incluyo a Laos, Vietnam y Malasia. En China el patrón de las Fuerzas Armadas Revolucionarias cubanas quien había venido una primera vez en 1997, fue recibido por los más altos dignatarios del régimen, en particular, el presidente Hu JIntao y el primer ministro Wen Jiabao quienes le invitaron a ir en especial a la Zona económica china (ZEE) antes de ir a Shangai. La recepción reserva a la delegación cubana, de la que formaba parte el comandante de la revolución Ramiro Valdés y el ministro de Relaciones exteriores Felipe Pérez Roque, una impresionante discreción. A ningún periodista, ningún observador extraño se ha autorizado a seguir de cerca el desarrollo de esta visita de ocho días que oficialmente sólo contemplaba un refuerzo de los intercambios comerciales cubanos que fueron de 520 millones de dólares en 2004, CASTRO Y EL “PEQUEÑO FÜHRER” Desde 1991, fecha de la primera Cumbre Iberoamericana de Guadalajara, en México, Castro era la estrella incuestionable de todos estos grandes encuentros, eclipsando a los otros jefes de estado ibérico y latinoamericanos que se dan cita una vez al año en una ciudad de España, Portugal o América Latina. El régimen castrista, de hecho, rompía su aislamiento. Pero cuando la Cumbre tuvo lugar en La Habana en 1998, el triunfo diplomático se dio la vuelta contra su promotor. En efecto, la mayoría de los jefes de Estado y de Gobierno, el presidente del Gobierno Español José María Aznar en cabeza, decidieron recibir la vista de los disidentes, a pesar de la oposición feroz de las autoridades cubanas. Este gesto permitió oficializar la existencia de una oposición que puede representar una alternativa democrática para el postcastrismo. Aznar, “el pequeño Führer, del pequeño bigote”, según las propias palabras de Fidel Castro, pasaba a ser por este acto su objetivo principal. A su llegada al poder en 1996, el líder del Partido Popular Español había decidido romper con la política efectuada hasta entonces por su antecesor el socialista Felipe González, hecho de discretas intervenciones en cuanto a los derechos humanos, con el fin de obtener la liberación de algunos opositores (el más conocido de ellos era el hispano-cubano Eloy Gutiérrez Menoyo, un antiguo guerrillero, encarcelado más tarde por Castro durante veintidós años, luego exiliado, luego tolerado dentro de la isla como “disidente” casi oficial. El partido de Aznar adoptó inmediatamente una actitud de rechazo público y presión contra la dictadura castrista, suspendiendo las ayudas concedidas al gobierno cubano, pero ahora a pesar de todo las numerosas inversiones realizadas por España en la Fundación hispana-cubana, a imagen de la Fundación Nacional americana-cubano (FNCA), fundada en los Estados Unidos bajo el mandato de Ronald Regan durante los años 80 y que se convirtió en la más potente de las organizaciones del exilio bajo el impulso de su principal dirigente, el hombre de negocios Jorge Mas Canosa, difunto en 1997. La ceremonia de lanzamiento de la Fundación hispana-cubana tuvo lugar en Madrid, en los locales del archivó de América. Esa noche, los opositores en exilio tuvieron derecho a un mitin de repudio sobre el modelo de los que se desarrollan en Cuba contra los disidentes o los candidatos al exilio. Los participantes debían cruzar un seto de manifestantes hostiles convocados por los comunistas de izquierda unida, que los atacaron a golpes de distintos proyectiles. En paralelo, Felipe González en persona, una vez sobre la bancada de la oposición en el Parlamento Español, amenazó al Gobierno, que no disponía de una relativa mayoría, de recapitular la ruptura con Cuba. Aznar no tuvo cura y siguió desafiando a Castro, quien no podía concebir que este “pequeño Sr.” este señorito, le haga frente en cualesquiera circunstancias. Pero la gota de agua que hizo desbordar el vaso de Aznar fue la ola de detenciones masivas de 2003. El gobierno español entonces impulsó a la Unión Europea a tomar medidas diplomáticas en contra del gobierno cubano y a multiplicar los gestos de apoyo a los disidentes. Inmediatamente, el régimen castrista organizó el 12 de junio de 2003 dos manifestaciones “espontáneas”: Fidel Castro encabezó la primera ante la embajada española flanqueado de su ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Pérez Roque, y rodeado con centenares de retratos de Aznar como un pequeño nazi, con un bigote a lo Hitler. Hacia la embajada de Italia se enfiló la segunda manifestación, Raúl Castro a la cabeza y seguido de millares de militantes vociferando lemas hostiles en contra del jefe del gobierno italiano y enarbolando inscripciones inequívocas: “Benito Berlusconi”. En su libro “Retratos y perfiles. De Fraga a Bush”, José María Aznar informa de un encuentro en Madrid con Fidel Castro poco tiempo después de la Cumbre Iberoamericana del 17 y 18 de octubre de 1998. Durante un desayuno de trabajo Castro le susurra en la oreja de Aznar que quisiera visitar La Extremadura y discutir con él. El presidente del gobierno español se negó a ir, pero aceptó ver al líder cubano con la condición deliberada que el encuentro no duraría más de dos horas, desde las dieciocho horas a las veinte horas del 20 de octubre, Aznar dejo ver que su huésped cubano ya no lo acapararía más que lo razonable. Durante la conversación el dirigente español le declaró claramente que si hubiera tenido la posibilidad habría suprimido el embargo contra Cuba: “Así esto terminara con el régimen en tres meses.” Para José María Aznar, el embargo es uno de los grandes aliados con los cuales cuenta Fidel Castro. Éste respondió, literalmente que: “tenía la necesidad del embargo para esta generación y la siguiente”. Aznar “se asombró de la crueldad y de la hipocresía de este doble discurso que utilizaba manifiestamente con el fin de utilizar a su pueblo como medio de chantaje para denunciar a sus probablemente enemigos extranjeros y mantenerse en el poder”. Pero las buenas Resoluciones del gobierno español sólo tenían en la personalidad de José María Aznar y en su convicción de que era necesario decidirse a condenar abiertamente la represión conducida en Cuba desde hace cuarenta y cinco años. El Partido Popular debió abandonar el poder tras los atentados islamistas del 11 de marzo de 2004 en Madrid, atentados que por primera vez en una democracia conseguían la inversión de un gobierno. Uno de los principales beneficiarios fue Fidel Castro. El ANTI AZNAR Al sustituir a Aznar a la cabeza del gobierno español, José Rodríguez Zapatero borró de un solo golpe todos los esfuerzos de su antecesor: volvió a entablar la política del socialista Felipe González, y se mostró mucho más reconciliado con régimen del sistema castrista. Su ministro de Asuntos Extranjeros, Miguel Ángel Moratinos, y el nuevo embajador en La Habana, Carlos Alonso Zaldívar. Se encargaron de enfriar las relaciones de la representación diplomática con la disidencia, señalando así el nuevo giro tomada por las autoridades españolas bien decididas y que los otros países europeos deben sujetarse a su tesis. Para la celebración del día de la hispanidad el 12 de octubre de 2004 en la embajada de España, se invitó a algunos disidentes, quienes a pesar de todo prefirieron ir más que todo para escuchar el discurso del embajador, elogiando la necesidad de volver a entablar a toda costa buenas relaciones con el régimen castrista. Ese mismo día un parlamentario del Partido Popular y dos de sus homólogos holandeses, que se proponían entrevistarse con representantes de la disidencia, fueron expulsados sin consideraciones al momento en que colocaron el pie sobre el terminal del aeropuerto José Martí. El embajador español en La Habana no se dignó desplazarse para aliviar el incidente. Fidel Castro tenía en su mano la venganza. Aznar ya no estaba allí para sermonearlo. Los dirigentes socialistas españoles volvían de nuevo a sus convicciones de juventud. Pero eso no era suficiente para Zapatero, fallaba absolutamente al invertir el curso de la política de desconfianza europea hacia la isla del Caribe. Emisarios españoles se dedicaron inmediatamente a visitar todas las capitales del viejo continente con el fin de convencer a los ministros de Asuntos Exteriores que una política de “diálogo” era mejor que una línea de confrontación con Fidel Castro sin “resultados espectaculares”, según los términos empleados por Moratinos. Recibieron al final la negación por parte de los diputados europeos y de un Gobierno en particular, el de la República Checa, en la voz de Vaclav Havel. No hay ningún paso en dirección hacia la democracia por parte de Cuba, por lo tanto, los eurodiputados en su gran mayoría, no tenían ninguna razón para cambiar de actitud. La respuesta a la propuesta de los socialistas españoles fue un silbido. El Parlamento Europeo adoptó una resolución que especificaba que “la liberación de todos presos políticos (…) y una proyección significativa hacia la democracia y el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales elementales constituyen las condiciones sine qua non e indispensables para una posible modificación de la posición común de la Unión Europea sobre Cuba”. La España de Rodríguez Zapatero decidió a pesar de todo, unilateralmente y en solitario negociar directamente a finales de noviembre 2004, la liberación de una serie de presos políticos. A raíz de este acto unilateral, el socialista Javier Solana, antiguo ministro de Felipe González y actualmente representante de la Unión Europea para la política exterior y la seguridad, se encargó de reafirmar a sus propios camaradas de partido, la posición de los eurodiputados: “La Unión Europea no dará nada al gobierno cubano como contrapartida a la puesta en libertad de presos injustamente encarcelados. Entonces que se libere a presos injustamente encarcelados pues no hay ninguna contrapartida. En consecuencia solo queda alegrarse por su liberación.” La actitud de los socialistas europeos y de los socialistas españoles mismos, distaba mucho de ser unánime. Jugando hábilmente con esta farfulla, los dirigentes cubanos decidieron que se aumentaba o duplicaba la puesta en libertad o más bien, se concedía una “licencia extra penal” (en otras palabras, su condena, pero podían detenerlos de nuevo en cualquier momento) esto fue conocido por los disidentes, el más simbólico fue el poeta y periodista Raúl Rivero. Quien Inmediatamente después de salir de la cárcel agradeció al Gobierno de Madrid las gestiones realizadas en su favor y declaró que la actitud española era la más eficaz. Sin embargo, no se liberó a todos los disidentes detenidos durante la “primavera negra” 2003, muy lejos de eso. Los disidentes siguen desempeñando el papel de simples peones en este gran chantaje internacional. Pero tras un encuentro con la prensa española, el 7 de abril de 2005, Raúl Rivero declaró que no volvería a Cuba hasta que la libertad esté restaurada en la isla. Y por tanto, con el fin de describir la situación. La Unión Europea decidió el 31 de enero de 2005 dejar de invitar a sus recepciones diplomáticas o a sus fiestas nacionales a los disidentes, lo cual abría la vía a relaciones diplomáticas más cordiales con el régimen cubano, el ex Presidente y antiguo preso checo Valclav Havel, que sabe lo que significa ser disidente en un país comunista, denunció en una tribuna libre y publicada en varios diarios europeos “la indecencia de esta nueva actitud”. “Una de las instituciones democráticas de las más fuertes, de las más poderosas del mundo, la Unión Europea, no tiene ningún escrúpulo en hacer una promesa a la dictadura cubana para instituir de nuevo un apartheid diplomático (…) No pudo encontrar mejor medio la Unión Europea para ensuciar el noble ideal de Libertad, Igualdad y Derechos Humanos que la Unión defiende: en realidad los mismos principios que reitera en su Tratado Constitucional. Para proteger los beneficios de las empresas europeas en los hoteles de La Habana, la Unión dejarán de invitar a gente con una determinada apertura de espíritu a las embajadas europeas y deduciremos sus nombres gracias a la expresión de la cara del dictador y sus cómplices. Es difícil imaginar una práctica más aberrante”. La Unión Europea confirmó con toda su decisión, rompiendo así con la “posición común”. Pero Fidel Castro no podía estar satisfecho con esta reconciliación a media tinta. Para él, era todo o nada. Rechazó en bloque la resolución y resaltó acerca de la influencia de los gusanos un término que nunca ha dejado de utilizar hacia sus opositores y sus exiliados. Esta política de apaciguamiento efectuada por el Gobierno de Zapatero hacia el régimen castrista coincide por otra parte con la visita a la Península Ibérica del presidente venezolano Hugo Chávez, que dedico su visita, entre reuniones oficiales con miembros del gobierno, reuniones con sindicatos y con los estudiantes, intentando seguramente restablecer la llama revolucionaria en el mundo hispánico. El entusiasmo de Chávez fue contagioso. El ministro español de Asuntos Extranjeros no tiene duda en acomodar el paso acusando al gobierno anterior, el de José María Aznar, de haber apoyado la tentativa de golpe de estado en abril de 2002 en contra del presidente venezolano, quien es a si mismo un ex golpista. Estas acusaciones se habían publicado en Granma, el diario oficial del Partido Comunista Cubano. Así una suerte de unión política y diplomática se estableció entre la España de Rodrigo Zapatero, la Cuba de Castro y la Venezuela de Chávez. Por lo tanto, el 22 julio de 2005, el régimen castrista fue desafiado por treinta y dos disidentes quienes manifestaron en frente de la embajada de Francia en La Habana, para reclamar la liberación de todos los presos políticos y protestar contra la normalización de las relaciones entre París y La Habana. La economista independiente Marta Beatriz Roque formaba parte de la protesta. La encarcelaron y luego fue liberada al día siguiente, así como a veintiún de otros opositores de la Asamblea para la Promoción de la Sociedad Civil (APSC). Como es su práctica la Unión Europea expresó su inquietud… El 26 de julio durante una reunión en el teatro Karl Marx en La Habana, Fidel Castro delante de 5000 huéspedes trató a estos disidentes de “traidores” de “vagabundos” y los equivalentes a “mercenarios” al servicio de Washington. “Será así cada vez que sea necesario, truena el patriarca cubano quien eructa durante cerca de cuatro horas, cuando peligrosos mercenarios sobrepasen más allá de un milímetro de lo que el pueblo revolucionario (…) está dispuesto a permitir. El pueblo indignado se interpuso por estos actos de traición sin vergüenza y no permitió a un único mercenario moverse” Dio a Castro aplausos forzados. Testigo de un cambio de actitud entre las organizaciones disidentes, el portavoz del APSC. Ángel Polanco, reacciona inmediatamente ante la AFP y las agencias de prensa extranjeros: “Intentaremos avanzar, Nosotros decimos, no un milímetro, sino mucho más. Se va a seguir adelante y no se retrocederá un milímetro.” EL DESCANSO DE LOS TERRORISTAS DE ETA En el mes siguiente a la toma del poder por Fidel Castro, Cuba se convirtió en uno de los santuarios de las guerrillas de América Latina, luego el mundo entero vio a la isla como base de entrenamiento y refugio. Pero la primera tentativa de constitución o creación de grupos terroristas se concretó con la fundación de la ETA, el movimiento separatista vasco, que nació en 1959 no sobre suelo europeo, pero si en Caracas, donde reside una fuerte comunidad vasca. Cuba financió en parte la formación de este movimiento, lo organizó y mantuvo a numerosos de sus activistas. En el expediente que iba a permitir en 2002 la prohibición de Batasuna, la organización política que sirve como vitrina legal a ETA en los municipios como en el Parlamento Vasco, el juez Baltasar Garzón destaca el papel del apoyo logístico de Cuba a la organización terrorista vasca. Precisa también que el grupo separatista mantiene “relaciones fluidas” con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, las FARC, con los antiguos guerrilleros del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional de El Salvador, el FMLN, y con otro organismo oficial y gubernamental como el Ministerio de Interior cubano. El juez informa al mismo tiempo el montaje financiero que permite a ETA desarrollar sus actividades de extorsión, chantaje, secuestros de dueños de comercios y ciudadanos naturales que deben pagar el “impuesto revolucionario”, así como de asesinatos específicos y atentados al azar. Una de las empresas participantes en estas actividades tiene por nombre Banaka S.A. y su objetivo es “crear una infraestructura comercial y financiera en los países del continente americano donde determinados miembros de la organización ETA se refugian”. En la lista de países que siguen: Cuba está citada en primer lugar desde 1991 por los recursos y los contactos de una empresa comercial establecida en la isla, el grupo Ugao. “la distribución, la comercialización y la venta al por mayor y al detalle de productos alimenticios de todas las clases”. Así pues, los miembros de ETA en Cuba (que forman parte de la comisión llamada de los “desplazados”, según la denominación interna del grupo terrorista) contribuyen eficazmente a su propia subsistencia, ya de sobra garantizada por el Ministerio de Interior, el MINT. El responsable de los militantes de ETA “desplazados” en Cuba es José Ángel Urtiaga, quien mantiene excelentes relaciones con “nuestro amigo Renán” (según los términos de una carta interceptada por los servicios secretos españoles) que no es otro que Renán Montero, un alto responsable del MININT. Pueden también invertir los beneficios realizados para y del territorio español en general. Pueden eventualmente, conjuntamente con sus colegas irlandeses de IRÁ, a los cuales Cuba proporciona también generosamente su apoyo, prestar una fuerte mano a los guerrilleros colombianos de las FARC. Un informe presentado en abril 2002 a la comisión de las relaciones internacionales del congreso americano afirma que ETA sirve de puente entre las FARC y los IRÁ en operaciones de tráfico de drogas procedente de Colombia, con todos los beneficios financieros que se derivan, permitiendo así mantener fuera del País Vasco estructuras costosas, listas para entrar en acción en cuanto sientan en realidad la necesidad. La ofensiva contra Batasuna se llevó sobre dos frentes: por una parte el aspecto jurídico y del otro el aspecto institucional con la ley sobre las partes políticas, propuesto por el gobierno de José María Aznar y votado por las Cortes prohibiendo a los partidos que hacen apología del terrorismo y la violencia. Una coordinación de hecho entre grupos armados de distintas obediencias e ideologías existe desde 1959, fecha en que llega al poder Fidel Castro y en paralelo, la creación de ETA. El objetivo de la nueva organización, que sólo firmará su primera acción armada diez años más tarde, consistía en desmarcarse de los métodos tradicionales del Partido Nacionalista Vasco, el PNV, persiguiendo al mismo tiempo los mismos objetivos: la independencia de las cuatro provincias vascas de España (incluyendo Navarra), así como del País Vasco Francés. Inmediatamente, Fidel Castro comprendió, en todo el interés que podía tomar un movimiento bien decidido que debía enfrentarse al régimen franquista. Envió a la reunión de creación de la organización, como observadores y consejeros, tres emisarios, todos comunistas, miembros del Partido Socialista Popular. A la toma del poder revolucionario en La Habana, las relaciones entre Franco y Castro eran tensas. Los sacerdotes católicos, españoles en su gran mayoría, manifestaban ruidosamente su oposición a la influencia cada vez más grande de la ideología comunista y al cierre de las escuelas confesionales pertenecientes al colegio de Belén donde Castro había realizado sus estudios. Numerosos sacerdotes fueron expulsados de Cuba en barcos enteros en los primeros años, hacia Florida o las costas españolas. Pero un incidente espectacular aumentó la animosidad de Castro hacia la España Franquista: en marzo de 1959, el embajador español, Juan Pablo de Lojendio, hizo irrupción en el estudio de televisión donde Fidel Castro se dirigía al pueblo cubano en directo, acusaba al régimen franquista que ayudaba a los enemigos de la revolución. Lojendio tomó violentamente al comandante en jefe, lo que le valió la expulsión inmediata del país. Sin embargo, no se rompieron nunca las relaciones diplomáticas entre los dos dictadores Franco y Castro. España constituía para Cuba la principal puerta de entrada a Europa, a causa de sus vínculos históricos con su última colonia en América. A eso se añadía una simpatía recíproca entre los dos hombres debido a sus orígenes comunes (el padre de Fidel Castro nace en Galicia al igual que Franco) y su permanencia en el poder por décadas. El apoyo a las organizaciones que luchaban contra la dictadura en la Península Ibérica no se hizo público nunca. Sin embargo, Castro no redujo nunca la ayuda aportada a los militantes de ETA y se felicitó ese día de 1973 dónde una bomba en pleno Madrid hizo estallar el Dodge blindado del presidente del Gobierno Español, el almirante Carrero Blanco, cuyos restos aterrizaron en el tribunal de un convento. Este asesinato reivindicado por ETA obtuvo para el movimiento vasco una especie de legitimidad en la opinión progresista mundial, apareciendo como la principal organización antifranquista y en adelante un aliado que contaba con el número uno cubano. Realmente el grupo terrorista no se preocupaba de ninguna manera del tipo de régimen existente en España. Le importaba bien poco que fuera una dictadura salvaje o una democracia. Para prueba: después de la muerte de Franco, durante el proceso de transición democrático impulsado por el Rey Juan Carlos y su presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, entre 1976 y 1981, el secuestro, los atentados sangrientos contra personalidades civiles y militares, las bombas dentro del aeropuerto de Barajas o en la estación de Chamartín, se reanudaron de lo más bonito. Fuertes y con su aureola de combatientes, los militantes de ETA desfilaban en numerosos países, en Francia especialmente, dónde el ministro de Interior de François Mitterrand, el socialista Gastón Deferre, los calificaba de “resistentes” y, por supuesto, en Cuba, donde, integrados a los círculos más altos de la política y la cultura, podían justificar públicamente sus campañas de atentados. El Gobierno socialista de Felipe González, enfrenta en el momento de su acenso al poder en 1982 el recrudecimiento del terrorismo vasco, combinó desde el Palacio de la Moncloa distintos métodos para intentar poner fin, la liquidación pura y simple de militantes o de simpatizantes de ETA, desde la “guerra sucia”, en territorio francés por medio de la GAL (Grupo Antiterrorista de Liberación), hasta las negociaciones secretas en Argel con miembros de la dirección del grupo independentista vasco. Ningunos de estos métodos obtuvieron resultados. En paralelo, Francia, que rechazaba en esta época la extradición hacia la España de los vascos, decidió expulsar hacia terceros países algunos etarras que se detenían en su territorio. Inmediatamente, Cuba se presentó como una opción para acogerlos. Pero después de un largo período de complacencias, a principios de los años 90, París, durante la Presidencia de François Mitterrand, decidió modificar su política hacia la organización persiguiendo a sus militantes y aceptando su extradición hacia España. Los militantes vascos se vieron obligados, entonces, a buscar refugio en territorios más alejados de América Latina, en particular, Venezuela, México y siempre en Cuba. Numerosos activistas de ETA, conocidos por sus múltiples crímenes, eligieron como otros, instalarse en el “paraíso castrista”, dónde gozan de todos los apoyos oficiales y de una infraestructura política y financiera totalmente legal, antes de ir a pagar cárcel dentro del País Vasco español. Cuba representa para los terroristas vascos una suerte de reposo del guerrero. Esta actitud del gobierno cubano no se limitó solo a la época del socialista Felipe González, cuyas estrechas relaciones con Fidel Castro eran de notoriedad pública. La protección y la recepción de los militantes de ETA continúan aún hoy bajo el mandato del socialista Rodríguez Zapatero, quien no vacila en repetir, y se llevaron a cabo durante los dos mandatos del que fue uno de los principales enemigos personales del Líder Máximo, José María Aznar. En noviembre de 2000 a solicitud de este último, los jefes de estado presentes en la Cumbre Iberoamericana de Panamá adoptaron una Resolución que condena el terrorismo de ETA. Pero había una firma: la de Cuba. El ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Pérez Roque, explicó entonces el gran perjuicio que eso significaba, a los jefes de Estado presentes, que su gobierno se había negado a rubricar el texto porque sólo mencionaba ETA ya que habría sido necesario condenar también el “terrorismo americano” hacia la isla. Subterfugio para seguir cubriendo las actividades criminales de los terroristas vascos que siguen siendo bienvenidos en Cuba, quienes pueden entrar y salir cuando bien les parece, a diferencia de los simples ciudadanos cubanos. Viven tranquilamente en sus lugares de residencia y vacaciones, conocidos por todos, distribuidos entre los alrededores de La Habana; Matanzas, al este de la capital, y Santiago de Cuba, la segunda ciudad del país. Oficialmente el gobierno cubano reconoce albergar ocho etarras. Son en realidad una veintena, entre ellos los más temibles los jefes de la banda armada. Contrapuesto a los dos atentados sangrientos perpetrados en territorio español, ellos llevan una vida familiar de lo más pacífica. Cuando en octubre de 2004 los principales jefes de ETA, entre los cuales estaban: Mikel Albizu, alias “Antza” y su antigua compañera Soledad Iparaguirre, alias “Amboto” o “la dama de la muerte”, fueron detenidos después de una redada efectuada por la policía francesa en el suroeste del país, la prensa reveló que Amboto había ido a parir tranquilamente a su hija en una clínica cubana en 1998. Inmediatamente después, el terrorista vasco acusado de alrededor de quince atentados mortales, había vuelto de nuevo a España, aprovechando el período de “tregua” publicado unilateralmente por ETA para seguir sus actividades y a continuación, refugiarse en Francia. Cuba era el lugar seguramente ideal para reponer las fuerzas y para perpetuar la descendencia. Después de todo, los terroristas tienen su vida privada, como todo el mundo y el régimen castrista siempre ha sabido ofrecerles facilidades en materia de salud pública y educación que no habrían obtenido en otra parte, ya que constantemente son perseguidos por la mayoría de las policías del mundo. TERCERA PARTE SANTUARIO DEL TERRORISMO MUNDIAL LA TRICONTINENTAL, CUNA DEL TERRORISMO La internacional del terror tomó un despegue tricontinental en 1966. A partir de su llegada al poder en 1959, Castro ya había enviado hombres para intentar invertir regímenes hostiles, la mayoría dictatoriales, a República Dominicana, Nicaragua y a otros lugares. Había seguido a continuación impulsando guerrillas contra países democráticos, como Venezuela, que no se adhería a sus tesis. Al mismo tiempo, había comenzado a extender su influencia y su apoyo armado al Continente Africano, apoyando a la revolución argelina contra su vecino Marruecos y comisionando a Ernesto Che Guevara en el Congo, pero la mayoría de estas aventuras armadas, mal coordinadas, se equilibraron con los fracasos y el estancamiento subsiguiente. Era necesario establecer un aparato de organización para las luchas revolucionarias del tercer mundo, sin que esto aparezca como una iniciativa de los protectores moscovitas. Era necesario también tejer vínculos sólidos con los grupos más radicales, los que iban a aparecer más tarde como el frente de vanguardia revolucionario mundial o como los representantes más intransigentes del terrorismo planetario. La tricontinental, oficialmente denominada OSPAAL (Organización de Solidaridad del Pueblo de Asia, África y América Latina), inauguró sus sesiones el 3 de enero de 1966, debían durar diez días las deliberaciones, en los salones del hotel Habana Libre, donde se alojaron la mayoría de los delegados presentes, en total ciento trece representantes de ochenta y tres países. Pero quien debía presidir la conferencia, el líder nacionalista marroquí Mehedi Ben Barka, estuvo ausente porque había sido encontrado asesinado unas semanas antes en pleno Barrio Latino en París. En venganza, otras personalidades históricas destacadas estaban presentes, en particular, el dirigente socialista chileno Salvador Allende. Entre los observadores franceses, estaba Regis Dubray y también… Josephine Baker. “Fue la reunión más grande de revolucionarios nunca reunidos” declaró Fidel Castro en la apertura de la sesión1 . En efecto. La Habana había conseguido una verdadera reunión de fuerza: superar las divisiones entre la Unión Soviética y China para reunir bajo su cayado a los movimientos tercer mundistas, al margen de la conferencia de los no alineados. Entre ellos figuraban los trotskistas, los maoístas, los comunistas enfeudados en Moscú, los militantes revolucionarios independientes. La conferencia no encontró, sin embargo, el eco mundial esperado, excepto entre los ministros de Interior encargados de supervisar atentamente los hechos y gestos de los revolucionarios del mundo entero. Así pues, durante los acontecimientos de mayo de 68 en París, Raymond Marcellin volverá de nuevo, a posteriori, sobre esta última conferencia inadvertida. Declaró a la Asamblea Nacional, exactamente antes de la disolución de ésta por el general de Gaulle: “Un acontecimiento de un gran alcance a nivel ideológico y “organizativo” - como se dice en la jerga actual- tuvo lugar del 3 al 13 de enero de 1966 en La Habana. Este acontecimiento no suscitó en Europa muchos ecos, ni estudios, ni comentarios, por tanto, yo creo que merezca recordar…, para tener una concepción global sobre lo que pasa actualmente en el mundo en lo que se refiere a los movimientos revolucionarios. “Es, en efecto, la primera vez que se encontraban responsables de organizaciones gubernamentales de los países que se dicen socialistas y de los líderes revolucionarios del mundo entero. Esta conferencia hizo triunfar la idea de que todas las luchas revolucionarias debían combinarse para un combate común en el marco de una estrategia cada vez más unificada que debe oponerse a lo que se llama la estrategia global del imperialismo”. La conferencia parirá un estudio tricontinental, publicado en varias lenguas. En francés se publicará y será difundido por François Maspero, incluidas las ediciones y la librería “la alegría de leer”, nombre de los movimientos revolucionarios. París se volvió rápidamente, por otra parte, en uno de los principales puntos de encuentro entre todos estos movimientos, a causa de la libertad de la que gozaban en Francia todos los que profesaban la simpatía frente a la ideología del Tercer Mundo, al parecer equidistante de Moscú y Washington. Raymond Marcellin no faltó observarlo: “Hay que señalar que se oyó apenas, cuando estaba en curso esta conferencia “el imperialismo francés” no fue atacado con la violencia con que fueron los otros imperialismos, debido a la política de cooperación que siempre ha sido emprendida y llevada a cabo por el general de Gaulle” La advertencia de Marcellin, que sufría de un descrédito general como “primer poli de Francia”. La Tricontinental fue la escuela y siguió transmitiendo ondas de choque muchos años más tarde. UNA GUERRA SIN ESCRÚPULOS Muchos observadores consideran que los atentados del 11 de septiembre de 2001 hicieron que entrara el planeta en la Tercera Guerra Mundial. Una guerra completamente diferente de las otras, un terrorismo a gran escala calificado de multi terrorismo ya que sería la unión de grupos terroristas sin verdaderos vínculos históricos ni proximidad geográfica, incluso sin lengua o religión comunes, en cambio con un único objetivo: la destrucción de una determinada civilización. Una guerra sin escrúpulos que desprecia la muerte de civiles inocentes con el único fin de producir el caos. Una rebelión mundial y frontal contra el “Imperialismo”. “A través de los Estados y las individualidades que organizan o sirven al terrorismo, a escrito Roland Jacquard, se logra una fuerte idea: la destrucción de las civilizaciones tradicionales y sociedades estructuradas. De allí a admitir que, consciente o no, el terrorismo trabaja para la instauración de un nuevo orden, de una ideología despiadada, hay pocas dudas1 ”. Si el análisis debe matizarse, al menos este no se comparte por muchos hombres en el poder, y no con menores, aunque el contexto de la guerra fría está muy lejos de nosotros. Un hecho, en todo caso parece adquirido: según los expertos del FBI el ataque sobre las torres de Nueva York y sobre el Pentágono se preparó desde hace mucho tiempo, las investigaciones realizadas por los servicios americanos de seguridad coinciden sobre este punto, y si es, el principio de una nueva confrontación mundial, esta idea la vimos en parte “teorizada” en 1966 en Cuba, en la conferencia tricontinental celebrada en La Habana. Durante este congreso, numerosos países árabes, grupos revolucionarios de todos los horizontes aprobaron el principio de una guerra asimétrica y total contra el imperialismo. Los datos geopolíticos, hoy, han cambiado radicalmente, pero los objetivos siguieron siendo los mismos. Estos grupos pudieron contar con la ayuda incondicional de los servicios del gobierno castrista y del Partido Comunista de Cuba. Uno de sus objetivos principales fue informarse de la evolución e investigaciones de los programas militares de los Estados Unidos, en particular, de los secretos contenidos en estos programas. Así se constituyó una célula de varios hombres destinada a infiltrar las partes políticas y a los grupos de influencia americanos. La persona encargada por los cubanos de coordinar todas estas actividades era Manuel Piñeiro Losada, alias “Barba roja”, el iniciador de la DGI. Nombrado responsable en 1974 del Departamento América, con el fin de centralizar todas las operaciones lanzadas sobre el subcontinente latinoamericano bajo las órdenes de Fidel Castro, Piñeiro debía informar de la menor evolución de lo que controlaba al COMANDANTE. Entre otras misiones, “Barba roja” tenía por tarea desarrollar un terrorismo internacional bajo la tutela del régimen castrista. Los soviéticos estuvieron al corriente de sus actividades de desestabilización por medio del comandante general de origen checo Jan Sejna quien fue su vínculo directo con Cuba, encargado seguir de cerca todos los movimientos inculcados por La Habana. Las autoridades castristas se lanzaron a continuación, en 1982, a la creación y desarrollo de una industria de biotecnología antes de comprometer sus esfuerzos cansados, en 1991 en la cibernética. En 1998 los cubanos reflejaron en esta actividad la base del espionaje electrónico de Bejucal construido por los chinos, una base que desarrolla una mayor capacidad de acción que la base de espionaje electrónica de Lourdes, instalada por los soviéticos muy cerca de La Habana. Los últimos técnicos rusos abandonaron definitivamente la base de Lourdes la cual después fue transformada en un instituto de tecnología electrónico. “Los medios especializados conocen bien muy la base de Lourdes, mantenida por la Unión Soviética luego por Rusia, desmantelada en 2002, indica Manuel Cereijo, profesor de la universidad Internacional de la Florida, quien ha pasado cerca de treinta años de su vida estudiando a Cuba desde el punto de vista de la technologia1 . Pero lo que es menos conocido, es que la Unión Soviética luego Rusia, no permitían a Castro o a su entorno ningún acceso a esta base. Los rusos sólo daban información controlada. Esto molestaba mucho al régimen castrista. Sus dirigentes entonces propusieron a los rusos no pagar los 250 millones de dólares por el usufructo de la base de Lourdes pero que en contrapartida construyeran una base similar para que los cubanos puedan llevar a cabo sus propias operaciones. Después de muchas vacilaciones no se celebró el acuerdo”. Cuba dio la vuelta y miro hacia La China. En 1999, Raúl Castro firmó un pacto con representantes de la República Popular China. “La construcción y puesta en operación de la base ha durado tres años y ha costado 750 millones de dólares, precisa Manuel Cereijo. Es una base más moderna que la de Lurdes. Se sitúa en el pueblo de Bejucal. ¿Qué se nos puede hacer desde esta base? Sobre todo, escuchar las conversaciones telefónicas y el sistema de telecomunicaciones de los Estados Unidos que se hace por vía aérea. La penetración de las redes informáticas de los Estados Unidos y otros países son fáciles y permiten poder leer los archivos que se encuentran dentro de estas redes, para modificarlos sin que sus usuarios puedan darse cuenta o para enviar archivos hacia otras redes. Los Estados Unidos, donde todo funciona sobre una base informática, es un país desde este punto de vista muy vulnerable, en particular, en lo que se refiere a las centrales eléctricas. Es posible enviar una orden a una central eléctrica que le ordene parar su producción debido a cualquier problema o a una falla propia menor.” La base, que funciona por medio de satélites, utilizó a su comienzo unidades rusas. Pero sobre este punto también, los rusos se negaron a seguir cooperando con los cubanos. Los chinos los sustituyeron de improviso. En adelante chinos y cubanos operan conjuntamente la base de Bejucal sobrentendido está el mayor interés de Pekín. En efecto China es el país que ha enviado más satélites de telecomunicaciones al espacio desde el año 2000, aún más que todas las demás naciones. En intercambio, a los cúbanos se les permite la utilización de estos satélites, mientras los chinos obtuvieron el poder trabajar (compartido) en esta base. “Los cubanos quieren construir otros dos centros, en un pueblo cercano a La Habana, prosigue Manuel Cereijo. Se les permitió Instalar allí una “explotación de antenas”, siempre con los chinos, donde practican experiencias de interferencia de comunicaciones dentro de los Estados Unidos. Y construyeron otra exactamente similar en Santiago de Cuba”. Los Estados Unidos declararon que estaban seguros que la base de Bejucal proporcionaba información a Irak, antes de la guerra de 2003, sobre los movimientos militares, ya que las comunicaciones con los barcos y los aviones son interceptadas y Cuba vendía toda esta información a Irán e Irak a cambio de petróleo. “Con tales armas el régimen castrista está perfectamente en condiciones de invitarse a un conflicto o si lo juzga útil para su interés o su defensa, desencadenar un caos. No olviden que en 1962 Fidel había querido forzar a la Unión Soviética a efectuar un ataque nuclear contra los Estados Unidos, mientras que sabía que ningún de los dos grandes protagonistas tenía realmente la intención de un enfrentamiento”. “Cuba sigue aún hoy, afirma Manuel Cereijo, con la política de proteger en la isla a terroristas que consiguieron huir de la justicia americana. Varios índices hasta parecen demostrar que las redes terroristas en contacto con Cuba se extienden desde Afganistán en el Medio Oriente pasando por América-latina”. La agencia Associated Press difundió un despacho indicando que un desertor afgano del movimiento AL Qaïda declara haber visto cubanos entrenarse en los campos de entrenamiento de la provincia de Kunar en Afganistán. El diario “Le Monde” de fecha 12 de octubre de 2001, en un artículo firmado por Alain Abellard, retoma la información: “la presencia de cubanos en los campos de entrenamiento de Ósame Ben Laden en Afganistán se mencionó repetidas veces en los Estados Unidos, así como los vínculos mantenidos desde hace varias décadas por La Habana con Estados acusados de aportar apoyo a organizaciones terroristas” Ninguna prueba formal pudo confirmar esta información. Con todo, algunas semanas más tarde, un estudio de Insight Magazzine revelaba en su edición del 9 de noviembre de 2001 que un agente de los servicios secretos cubanos se habría entrevistado con el terrorista Mohammed Attah en Miami, el hombre considerado como uno de los principales instigadores de los atentados terroristas del 11 de septiembre, por su parte, las investigaciones del FBI indican que entre los contactos de Mohammed Attah habría habido un alto funcionario del Ministerio cubano de la Defensa vinculado íntimamente con Fidel Castro. El alto funcionario habría llegado a los Estados Unidos haciéndose pasar por un miembro de la delegación cubana que escoltaba a las abuelas del pequeño Elián González y habría venido a encontrar una solución para la custodia del infante1 . “La información que poseían las células de AL Qaïda llevadas por Attah sobre las escuelas de aviación y la seguridad aérea solo pudo obtenerse a través de una infraestructura secreta ya instalada sobre el suelo americano, sostiene un agente federal americano”. Por su parte los agentes federales americanos estiman que Fidel Castro aprovechó de sobra la polémica internacional relativa a la suerte del joven Elián González para infiltrar a nuevos agentes secretos cubano en los Estados Unidos, entre los cuales funcionarios de alto nivel que habrían tenido una larga conversación con Mohammed Attah en un motel de Miami a finales del año 1999. El 15 de septiembre de 2002 después de los atentados, el Gobierno de las Islas Caimán informa que terroristas afganos detenidos in situ explicaron que habían transitado por Cuba, transportando falsos pasaportes y grandes sumas de dinero en efectivo, alrededor de 2 millones de dólares. Otras dos personas detenidas en Panamá, posibles vínculos financieros con la red Ben Laden, habrían indicado que debían viajar a Cuba. Cuando se detuvo a la espía cubana Ana Belén Montes, la responsable en el Pentágono de todo lo que se refería a las actividades de Cuba, el 21 de septiembre de 2001. Washington Post y la prensa americana publicó en grandes titulares y explicó que el FBI le había puesto la mano sobre la espía castrista después de solamente algunos meses de investigación ya que la oficina federal temía que ella podía transmitir planes ultra secretos a los servicios de información cubanos y que podían a su vez ser transmitirlos a las redes terroristas del Medio Oriente. Exactamente después de los atentados y la detención de la espía cubana que enviaba información secreta a la DGI por intermedio, entre otras cosas, de la misión diplomática cubana en las Naciones Unidas, Fidel Castro puso a su ejército en estado de alerta máximo y alertó a los reservistas, seguramente por temor de una contraparte militar americana contra la isla. Tanto más que se desmontaba también una red de agentes cubanos que respondían al nombre cifrado “Wasp” operativo en el territorio americano, en Miami. Los dos principales agentes se llamaban Juan Pablo Roque-nombre código “Germán”- y René González. Infiltraron la organización Hermanos al rescate abusando de la confianza de José Basulto, veterano de Bahía de Cochinos y antiguo segundo teniente en el ejército americano. Se implica a estos agentes secretos directamente, afirma el FBI, en el ataque fatal, el 24 de febrero de 1996, de dos pequeños aviones civiles controlados por miembros de esta asociación de ayuda a los balseros cubanos sobre el estrecho de Florida. Cuatro personas entonces habían fallecido en este ataque deliberado por parte de los cazas cubanos, un MIG 29 UB y un MIG 23 ML. En el registro de las palabras intercambiadas durante este ataque, un piloto cubano exclama: “se les enfriaron los cojones”. Dos espías cubanos que estaban al servicio del FBI, pero que en efecto también estaban a la orden de La Habana, eran agentes dobles. Equivocaron al FBI inundándolo de información falsa y poniendo a punto al mismo tiempo la operación “Escorpión” destinada a terminar con Hermanos al rescate. El 14 de enero de 1996, Fidel Castro había aprobado oficialmente la operación. Los cazas cubanos estaban autorizados para derribar las avionetas de la organización humanitaria. En una entrevista con el periodista y presentador de CBS News, Dan Rather, el líder cubano reconocido que había dado la orden de derribar las avionetas “no pretendo minimizar mi responsabilidad, dijo, se dieron estas directrices en un momento de gran irritación”. El FBI también acusó a la DGI cubana de realizar acciones de espionaje contra las fuerzas americanas y la aviación civil de los Estados Unidos, gracias a la evaluación de los aproximadamente trescientos espías del contraespionaje americano - operativo dentro de las fronteras americanas. LAS CONEXIONES CUBANAS DE CARLOS El 27 de junio de 1975, en un apartamento situado en pleno corazón del Barrio Latino, el terrorista venezolano Ilich Ramírez Sánchez, más conocido bajo el nombre de Carlos, alias “el chacal” mata a dos funcionarios del servicio de contraespionaje del DST, hiere un tercero y mata a un miembro de su propia red, de nombre Michel Moukharbal. Los agentes del DST pensaban efectuar una visita de rutina, sin imaginar que iban a encontrarse en presencia del hombre que desafiaría las policías y los servicios secretos a través del mundo durante veinte años. Inmediatamente después del crimen, se les pide a tres “diplomáticos” cubanos abandonar Francia. Se trata de los agentes de la DGI Pedro Lara Zamora, Ernesto Reyes Herrera y Raúl Rodríguez Sainz. Todos eran oficialmente secretarios de la embajada o consejeros culturales y uno de ellos se ocupaban de organizar los viajes a la Cuba de jóvenes voluntarios franceses que iban cortar caña de azúcar durante algunos días y a seguir muy intensas sesiones de adoctrinamiento. La mayoría de los contactos establecidos por los agentes cubanos con los simpatizantes franceses se efectuaban en el domicilio de la compañera del momento de Carlos, Nancy Sánchez, en el número 9 de la calle Toullier. Otro miembro de la misión cubana en París, el ministro -consejero Miguel Bruguera Delvalle, se le vinculará también estrechamente al “asunto Carlos”. Se encargaba especialmente de los contactos con la extrema izquierda. Sin embargo, no se le expulsó. Siguió incluso su brillante carrera como embajador en Beirut, luego en Panamá. Antes, el hombre se sentaba en el comité director de la tricontinental y había dirigido la agencia de prensa castrista Prensa latina. Según numerosos testimonios, dados por el antiguo agente de la DGI Juan Antonio Rodríguez Menier1 , Carlos iba estrechamente cuidado por los servicios diplomáticos cubanos en París en el momento del crimen de la calle Toullier. “En la época en que el centro de operaciones de Carlos se encontraba en París, hacia el final de los años 60, escrito por Rodríguez Menier. Su principal apoyo logístico era el teniente de la Dirección General de Inteligencia del Ministerio de Interior, el abogado Armando López Orta, que actuaba bajo el seudónimo de “Arquímedes”. Por mi parte, había tenido la ocasión de encontrarme con él brevemente en el hotel Habana Libre. Estaba en compañía de Alejandro Ronda, quien iba a convertirse diez años más tarde en general de brigada y uno de los principales responsables de las tropas especiales. “Exactamente después de que Carlos asesino a los dos policías franceses y su informador “Arquímedes” puso a su disposición cinco apartamentos de repliegue. Uno de ellos a su propio nombre, otro en nombre de otro funcionario de la DGI que se encontraba también en París, y los otros tres a nombre de supervisados de “Arquímedes” que ocupaban funciones comerciales y diplomáticas en la embajada cubana en París. “Arquímedes” proporciona también a Carlos de falsos pasaportes bajo distintas identidades, así como del dinero para sus gastos, varios vehículos, las tarjetas telefónicas, distinto disfraz, así como de la información relativa a las zonas y los caminos que deben evitarse durante su fuga. “Al dejar París, utilizó uno de estos pasaportes para viajar a Berlín Oeste. De allí, viajó a Alemania del Este pasando por un check point (punto de chequeo) Charlie, el puesto fronterizo situado en la zona controlada por los Estados Unidos. Esta información, prosigue Rodríguez Menier, me las ha proporcionado “Arquímedes” en persona quien estaba al tiempo, bajo mi responsabilidad directa”. Según los informes del Stasi1 , la policía secreta de Alemania Oriental, revelados en el gran día después de la caída del muro de Berlín, a los contactos entre el “grupo Carlos” y el gobierno cubano se le hicieron seguimientos particulares y frecuentes. Una nota del 11 de enero de 1982 hace mención de estos contactos: “En octubre de 1980 los miembros dirigentes del grupo se residenciaron en Cuba. Los servicios cubanos autorizaron a estos miembros secretos a consultar un catálogo de medidas de ayuda y apoyo. En enero de 1981, la dirección del Partido Comunista de Cuba, después del principio de la campaña de terrorismo de Reagan, decide no mantener estrechas relaciones con Separat (el “grupo Carlos” en la lengua del Stasi). No autorizará a sus miembros a efectuar cortas estancias de trabajo” El mundo socialista, temía por las medidas que iba a adoptar a lo largo de sus dos mandatos el presidente Americano Ronald Reagan, en particular, el despliegue de misiles en territorio germano occidental, el apoyo contradicho anti sandinista en Nicaragua, la puesta al paso de la guerrilla salvadoreña y la amenaza de la “guerra de las galaxias”. Analizado desde esa perspectiva, un apoyo demasiado visible a Separat corría el riesgo de tender inútilmente los informes americanosoviéticos. Eso explica el período “frío” entre Carlos y sus guardias comunistas, en esta época. Estas precauciones diplomáticas no impiden a los servicios cubanos mantener contactos discretos sino directos con el jefe de Separat, es decir Carlos en persona, como lo precisa la misma nota del Stasi: “Según los servicios de seguridad cubanos, un informe completo relativo al encuentro con el jefe de Separat que se iba a desarrollar el 16 de octubre de 1981 para el cual deberíamos nosotros llegar en las próximas semanas”. Estas discusiones fueron agitadas, el “grupo Carlos” actuando en adelante como un electrón libre que mezclaba el marxismo-leninismo con el apoyo a la causa palestina, con el apoyo a la “revolución árabe” y la lucha contra el imperialismo por todas partes del mundo. Otro documento de la Stasi, fecha del 1 de septiembre de 1983, precisa las razones de la desconfianza de los países comunistas frente a Carlos a causa de las repercusiones negativas de los atentados perpetrados por éste, sobre la imagen y la política de los países que lo sostenían más o menos abiertamente: “Esta serie de atentados implicó una campaña de prensa cuyas primeras consecuencias fueron: - De diseñador y jefe de Separat, como el terrorista más peligroso del mundo; - De menospreciar a los países que lo sostenían, en primer lugar, Siria y Libia; - De desacreditar a los países socialistas. Esto ha destinado a presentar al jefe de Separat como que se guía por los estados socialistas. Al origen del argumento, los estudios del jefe de Separat en Moscú y sus contactos con la embajada de Cuba en París en 1974 y 1975”. Este informe del Stasi confirma explícitamente las relaciones entre comportamientos desde hace tiempo por el grupo de Carlos con la Unión Soviética. En cuanto a la fecha inscrita (1974 y 1975), coincide exactamente con el crimen de la calle Toullier y la expulsión de los “diplomáticos” cubanos por el ministro de Interior Francés, Michel Poniatowski. Pero los informes de Ilich Ramírez Sánchez (Carlos) con el régimen castrista eran más antiguos. Frecuentó campos de entrenamiento de guerrilleros, antes de seguir cursos en la Universidad Patricio Lumumba de Moscú (lo que confirman los informes del Stasi). Fue un alumno disipado de la enseñanza prodigada por Ricardo Bofill, futuro disidente cubano y cofundador, con Martha Frayde, Gustavo Arcos y Lizardo Sánchez, de los Comités por los Derechos Humanos a mediados de los años 70. “Era en 1963, se acuerda Ricardo Bofill. Era profesor de Historia del pensamiento marxista-leninista en la universidad Patricio Lumumba, donde estudiaban jóvenes extranjeros de todas las nacionalidades. Estaba como alumno Ilich Ramírez Sánchez. Tenía una actitud bastante diletante e inclinaciones mafiosas. Los soviéticos lo pusieron, más tarde, a la puerta de otro establecimiento, la Universidad Lomonosov1 ”. Carlos se encontrará en adelante en el Líbano, en el campo palestino de Chatila, donde operaban numerosos instructores cubanos, entre los cuales los hermanos de La Guardia. Entre los documentos encontrados en 1982 por el ejército israelí en los campos palestinos controlados por el Fatah de Yasser Arafat, Chatila y Tel-al-Zatar, en el Líbano figuran las armas procedentes de Cuba, de las cartas enviadas por combatientes palestinos entrenados en la isla e incluso, un manual de entrenamiento para el sabotaje de centrales eléctricas, ferrocarriles, y estaciones, cuya portada tiene la mención muy secreta. La intervención cubana en estos campos se hacía bajo tutela de los soviéticos. El antiguo embajador de la URSS en La Habana, Alexeï Soldatov, ocupará más tarde el mismo puesto en Beirut. Otro importante dignatario soviético el jefe del KGB Iouri Andropov, que pasará a ser en adelante secretario general del Partido, regresó en numerosas ocasiones a La Habana para controlar y utilizar en favor de la política exterior soviética las actividades de la DGI y las tropas regulares o irregulares cubanas en distintas partes del mundo. Se señala a Carlos también en Alemania del Este, Austria, Argelia, en Libia, Sudán, Sur-Yemen, en todos los lugares del mundo donde se lleva a cabo la práctica de la lucha armada. Se transformó en instructor del terrorismo. Su papel: coordinar las acciones y los objetivos de los movimientos revolucionarios. Conseguir superar por la acción espectacular y sangrienta las diferencias ideológicas o religiosas. Pasa a ser para estos movimientos un verdadero mito vivo y para el occidente el enemigo público número uno. La Habana puede realizar lo que Moscú no puede permitirse hacer: intervenir abiertamente allí donde los soviéticos deben avanzar encubiertos y con miedo de una reacción inmediata de los Estados Unidos. Además, la ideología comunista se revela incapaz de agrupar bajo su ala a movimientos, muchos de los cuales se atraen por una mezcla de marxismo e islam radical. La plataforma yemenita se vuelve estratégica desde este punto de vista. En el gobierno hay uno de los más importantes agentes de la DGI, Ulises Estrada, un antiguo combatiente de la Sierra Maestra, formado en las actividades secretas por la KGB, nombrado embajador en primer lugar en Jamaica luego en Sur-Yemen. Es asombroso constatar la facilidad con la cual secuaces, capaces de realizar todos los golpes torcidos para los cuales se forman, cambian el fusil por la diplomacia. Después de todo, las dos funciones sólo son para el castrismo dos facetas de un mismo combate. Cuba encontró en los palestinos y en los Yemenitas los combinados estratégicos, capaces de llevar una lucha todo el tiempo contra el “imperialismo” y su principal aliado en Oriente Medio, el “sionismo” el “grupo Carlos” discretamente ayudado por los cubanos, es el instrumento ideal de esta política. Después de su detención en Sudán y su transferencia a una prisión francesa. Carlos reconocerá a partir de 1998 como su “sucesor” (según sus propias palabras) al yemenita Ósame Ben Laden. En una carta enviada a la revista Joven Africa1 , escribe, después de los atentados fatales contra las embajadas americanas en Nairobi y Dar-es-Salaam, sus ataques eran la “continuidad histórica de nosotros, comenzaron hace un cuarto de siglo sobre tierra, mar y cielo en contra de los sionistas en África oriental”. Más tarde siempre desde su prisión, reitera su bendición a Ben Laden, en nombre del islam y el comunismo. “El combate de Ben Laden es por lo tanto el mío”, declara al diario venezolano EL Universal el 21 de octubre de 2001. ¡Algunos días más tarde, explica su itinerario en el diario francés Resistencia! en su edición del 1 de noviembre de 2001: “Me convertí al islam en octubre de 1975, y sigo siendo comunista. No hay contradicción entre la oferta a Dios y el ideal de la sociedad comunista.” En otra entrevista concedida al periodista argelino Atmane Tazaghart va más lejos: “El islam revolucionario tomó el relevo del comunismo para convertirse en la punta de lanza de la lucha mundial antiimpérilista2 .» Es necesario constatar que Carlos goza de una asombrosa libertad de palabra. Escribe regularmente una crónica, titulada “la Prisión”, para el Diario venezolano La Razón. ¿Cómo sus textos y sus conversaciones se filtran de su celda? Por intermedio de su abogada, Isabelle Coutant-Peyre, con quien se casó en prisión, ella también convertida al islam, al igual que su guía intelectual, el ex comunista luego contestatario, luego católico, luego revisionista, Roger Garaudy. Isabelle CoutantPeyre aparece por otra parte como Garaudy, A contra noche. Se sella así una clase de alianza rojosbruns-islamistas, su nombre de lucha contra los Estados Unidos e Israel. Pero Carlos no olvidará nunca rendir tributo a su antiguo guardia: Fidel Castro. En una de sus crónicas a La Razón con fecha del 4 de julio de 1999, titulada “Ignominia” se dirige directamente al magistrado Jean Luis Bruguière y a su testigo el antiguo agente secreto cubano Juan Antonio Rodríguez Menier: “Asisto entonces a la provocación más torpe y a la más inmunda a la cual haya debido enfrentar desde hace cinco años: grita, que el principal “testimonio” contra mi, procede de la Seguridad del Estado cubano, sobre la orden directa del presidente Castro. ¡Que Fidel Castro “lo vendió”! Es lo que me dice el juez quien ha preguntado al tránsfuga cubano Rodríguez Menier, que lo acusó sin ninguna prueba de ser “el brazo armado” de Fidel Castro”. Durante la primavera 2003, Castro hace detener y condenar cerca de setenta y cinco disidentes, Carlos le hará llegar, desde su prisión francesa, un texto de apoyo por el mismo estudio. Es que, desde diciembre de 1998, el terrorista venezolano se siente menos solo. Tiene en adelante un aliado de peso que comparte las mismas ideas que él y siempre ha manifestado un sentimiento pro castrista: su compatriota que se ha convertido en presidente de la República Bolivariana, Hugo Chávez. A partir del acceso de éste a la Presidencia, Carlos se dijo: “¡ahora estoy en el Gobierno!” Inmediatamente envió un mensaje de enhorabuena al antiguo golpista quien, como él había tenido una estancia en prisión, Le Fígaro del 17 de abril de 1999 publicaba entonces la respuesta, con fecha del 3 de marzo, del presidente a su compatriota: “Al ciudadano Ilich Ramírez Sánchez. Distinguido compatriota Hundido en las profundidades de su carta de solidaridad, pude investigar parcialmente los pensamientos y los sentimientos. Todo viene en buen momento: el de acumular las piedras o lanzarlas, de atizar la revolución o lo (…) ¡Con mi fe profunda en la cuestión y en la misión, para el presente como para siempre! » En consecuencia, el Gobierno venezolano, por medio del vicepresidente y antiguo ministro de Asuntos Exteriores José Vicente Rangel, pidió oficialmente al Gobierno Francés la liberación del “ciudadano” Ilich Ramírez Sánchez. Categórica fue la negación del Muelle d'Orsay, bajo la pluma del ministro Hubert Védrine, el presidente Hugo Chávez declaró que su carta sólo la había dictado por “motivos humanitarios”. ¿Pero, más allá de la simple consideración hacia un “distinguido compatriota”, no hay, entre el militar golpista hoy en el poder y el terrorista en prisión, una convergencia de puntos de vistas en cuanto a objetivos a alcanzar por distintos medios? EL CÓNSUL Y SU RAPTOR El antiguo cónsul de Venezuela en Paris Nelson Castellano, cesante después de la toma del poder por Chávez, conoce muy bien a Carlos, y por esta causa fue retirado por él. “Fui secuestrado por Carlos en 1991 en Beirut, mientras se me había enviado allí como encargado de negocios de la embajada de Venezuela en el Líbano. Debía solucionar un problema de tráfico de visas. El “grupo Carlos” solicitaba visas venezolanas a nombre de sus miembros, la mayoría para palestinos. Éstos los utilizaban realmente para poder dejar el Líbano y volver a Europa con el fin de cometer atentados. Uno de los testigos de este asunto acababa de ser asesinado. Mi papel era aclarar este asunto. Desde mi llegada, recibí advertencias, por parte del mismo embajador, pues estaba en contacto con Carlos, y las amenazas por parte de otras personas. Algunos días más tarde, Carlos hizo irrupción en mi casa con sus guardas espaldas armados de metralletas, a las once horas de la noche. Luego pidió a mi mujer, Magdalena Kopp, y a su hija subir. Entonces me hizo saber que si hablaba demasiado, mis días estarían contados. Me dijo que iba a instaurar un “círculo rojo” en torno a mi para supervisarme. Quería también un pasaporte venezolano, lo cual acepté entregarle al día siguiente. Era legal puesto que era ciudadano venezolano debido a su nacimiento. En cambio, rechacé que vuelva de nuevo a mi domicilio y le di cita en la embajada. "Una semana más tarde, un domingo por la mañana, ocho hombres armados vinieron a mi casa y me embarcaron. Me hicieron salir de Beirut para traerme a Siria. Antes de llegar a Damasco, se salieron de la carretera para hacerme entrar en una gran casa donde me esperaba Carlos con hombres armados, palestinos, con los cuales hablaba en árabe. Hizo el anuncio de que me considere como su huésped. Una vez allí me mencionó la existencia de unos hijos que había tenido con una compañera cubana, una compañera llamada Imelda”. Por lo tanto, a partir de 1994, Nelson Castellano, fue como cónsul de Venezuela en París a visitar a Carlos dentro de la prisión de Santé (Salud). Esta vez se invertían los papeles. Era Carlos el preso y Castellano el hombre libre. Pero no aprovechó para humillarlo. Intentó simplemente realizar su deber como diplomático, visitando a uno de sus compatriotas encarcelados, al igual que había aceptado entregarle un pasaporte en Beirut algunos años antes. En paralelo, el diplomático llevó sus propias investigaciones sobre el “grupo Carlos”, analizando los informes de Stasi, que hacían mención de las relaciones de Carlos no sólo con el Gobierno cubano sino también con sus representantes. “Según los informes del Stasi, prosigue Nelson Castellano, Carlos tenía contactos con todos los representantes diplomáticos cubanos en puestos en los países del Este, bajo el nombre código “Maracaibo”, eso me hizo reír porque es el nombre de la ciudad de donde soy, el brazo derecho de Carlos, Johannes Weinrich, así como uno de los miembros más importantes de su grupo, Al Issaoui fueron de visita a Cuba en 1980, con el fin de establecer contactos a un muy alto nivel. Nancy Sánchez, la venezolana que alquilaba el apartamento de la calle Toullier en el momento del asesinato de los inspectores del DST, en 1975, aparecía en los informes como la persona encargada, junto con otro miembro del grupo Alfredo Maneiro, como los contactos con los diplomáticos cubanos en América Latina “Él a continuación comienza a tener una relación fría con Cuba. Luego los contactos son vueltos a entablar a través de un diplomático de nombre Juan Miguel Roque Ramírez, primer secretario de la embajada de Cuba en Berlín del Este. Los archivos describen distintos encuentros entre los miembros del “grupo Carlos” y los diplomáticos cubanos, en Berlín del Este. Hay incluso una solicitud de suministro de pistolas ametralladoras de Johannes Weinrich al gobierno cubano. Éste se informaba permanentemente de las actividades del grupo terrorista”. Para el régimen castrista, Carlos no era un personaje ciertamente de toda confianza. No se había formado exclusivamente bajo su autoridad y con sus métodos. La ideología que profesaba era ortodoxa apenas. Pero presentaba la ventaja de poder convocar en torno a su lucha armada a una serie de militantes de las todas las nacionalidades y de todas las confesiones (o sin ninguna confesión). Proseguía con su terrorismo global, el mismo combate que las tropas cubanas con sus campañas “internacionalistas” en África y en las cuatro esquinas del mundo. CUARTA PARTE LOS APRENDICES DE BRUJO NRBC1 : UNA SERIA CONTROVERSIA Las armas químicas hoy ceden el paso a las armas biológicas ya que los países tentados por la “bomba sucia” se dieron cuenta que las armas químicas no eran eficaces. No pueden servir sino en una batalla clásica, de una división contra otra sobre el ámbito de la batalla. Pero son ineficaces en una gran ciudad. En cambio, la tecnología de las armas biológicas y bacteriológicas es eficaz en el marco de ataques asimétricos urbanos, para hacer víctimas civiles y causar el pánico. Las armas biológicas sólo tienen un efecto limitado a nivel estrictamente militar. Sirven para atacar centros urbanos. Cada una de estas armas tiene su propia utilidad, así como las bombas radiológicas, se le llama “la bomba sucia” o “la bomba atómica de los países pobres” “Castro volvió a darse cuenta que nunca países como Cuba u otros podrían atacar a los Estados Unidos por medio de armas convencionales, ejército contra ejército”, indicó Manuel Cereijo, profesor de la Universidad internacional de la Florida. Debían hacerlo de una manera asimétrica, o por medio de la guerra bacteriológica, o por medio de la guerra química. Para un ataque a grandes ciudades, a grandes metrópolis, las armas utilizadas en una guerra convencional son impropias. Estas comprobaciones implicaron la elaboración del primer complejo, el centro de ingeniería genético y biotecnología. Se inauguró en 1986. Es el corazón de lo que se llama en Cuba el “polo científico”. Más de mil doscientos médicos y biólogos hay en laboratorios. El complejo costó más de 150 millones de dólares y se extiende sobre sesenta y seis mil metros cuadrados. Todo país que posee una industria médica atómica de una determinada importancia todo país que practica perforaciones petrolíferas y que, para eso, utiliza material radioactivo como el cesio, tiene la capacidad de producir “bombas sucias”, las bombas radiológicas, como se las designa científicamente. Se hace con un cilindro del tamaño de una linterna, lleno con material radioactivo que se cubre con plomo con el fin de neutralizar las radiaciones. Se envuelve de material explosivo. Fácilmente disimulable y transportable, que puede explotar y provocar cientos de muertes. Cuba posee esta capacidad de molestia, ya que el país ha desarrollado una industria médica atómica importante y desde hace tiempo ejecuta perforaciones petrolíferas. No se puede olvidar, que todo país que estuvo en la órbita soviética acumuló “conocimientos” durante la guerra fría gracias a los contactos con los ingenieros de la antigua URSS y que existe una central nuclear en Juraguá, cerca de Cienfuegos, que la Unión Soviética había proporcionado, pero que nunca ha entrado en actividad. Con el hundimiento del bloque comunista, los generales rusos de la misma generación que sus colegas cubanos trabajaron por su propia cuenta. Se convirtieron en asesores privados y pudieron permitir transferencias de tecnología. El científico Kenneth Alibek, cuyo verdadero nombre es Kanatjan Alibekof, que trabajó sobre el desarrollo del ántrax cuando se desempeñaba como el vicedirector del programa soviético de armas biológicas llamado Biopreparat, explica, en su obra Biohazard publicada en20001 , que Fidel Castro, estaba poniendo a punto un programa vanguardista de armas biológicas, programa dirigido por científicos formados en Moscú en los años 90. Según información transmitida por disidentes cubanos, las investigaciones del gobierno de La Habana se concentraron en el desarrollo de métodos indetectables. “Sabíamos que Cuba estaba interesada en las investigaciones sobre la guerra biológica. Sabíamos que tenía varios centros. Uno de ellos se encontraba cerca de La Habana. En el interior de una base militar”. Confesó Alibek a un miembro del Congreso Americano en 2001 El científico consideraba que las declaraciones contradictorias del gobierno americano sobre el armamento biológico de Cuba creaban “una situación confusa” pero que la administración Bush iba a hacer todo para salir de esta niebla. Pero no fue el caso. Un hombre llamado John Bolton, designado como un “halcón” y llamado por algunos medios de comunicación americanos “el pitbull de la Casa Blanca” (se le acusó de haber reclamado las cabezas de Christian Westermann y Futon Armstrong, dos analistas muy conocidos de la CIA en 2002, tras un desacuerdo con respecto a la existencia de un programa de armas biológicas en Cuba), afirmó en mayo de 2002 que Cuba poseía la capacidad de producir armas químicas y bacteriológicas. Afirmaciones contradichas e incluso denunciadas en el Senado Americano, lo que implicó una muy fuerte polémica sobre él, ya que era propuesto por la administración Bush como embajador americano ante las Naciones Unidas. Sin embargo, el 5 de junio de 2002, su opinión se apoyó en una comisión pública del Congreso, por Carl Ford jefe de la oficina de inteligencia e investigación del Departamento de Estado. Un miembro del Consejo Nacional de Seguridad (Nacional Security Council), que perteneció a la administración Clinton contradijo estas observaciones, conocido como un abogado con aproximación por Cuba. Éste había afirmado a Jimmy Carter que no había ningún interés en apoyar las acusaciones de Bolton. Jimmy Carter citó esta información como testimonio del funcionario americano durante su rueda de prensa en La Habana, en 2002, consistió su visita a un laboratorio bioquímico sospechoso, por invitación de Fidel Castro. Bolton reiteró, sin embargo, sus acusaciones en marzo de 2004 explicando a una comisión del Congreso que “las pruebas son sólidas”, pero añadió que la evaluación de un “sospechoso” programa de armas biológicas en Cuba se había vuelto difícil debido al trabajo de la espía Ana Belén Montes antes de su detención. John Bolton declaró delante de los miembros del Congreso que Montes “(…) había enviado a La Habana una gran parte de nuestra información más sensible sobre Cuba” y que su acción de espionaje había “reforzado materialmente los esfuerzos de Cuba para negar las afirmaciones americanas y continuar en el avance de su proyección en materia de armas biológicas”. A pesar de estas contradicciones y el ambiente de escepticismo, algunos miembros del Congreso expresaron su temor de “subestimar a Cuba” con respecto a las armas biológicas y, a su vez, llamaron la atención sobre el caso de Ana Belén Montes, la analista del DIA, la agencia de información del Pentágono, condenada a veinticinco años de prisión por espionaje en favor de Cuba después de haber sido apresada en flagrancia, sobre los hechos, a ella se le apresó comunicando a sus comanditarios de la DGI exactamente después de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Soltera, de origen puertorriqueño, Ana Belén Montes de 44 años de edad, tenía pocos amigos. Cuando fue detenida por el FBI en su apartamento de Washington, recibía sus instrucciones por radio de onda corta y alta frecuencia. Los mensajes cifrados los introducía a una laptop Toshiba que utilizaba un disco que contenía un programa para descifrar y que le permitía traducir los grupos de números en frases en español, el mismo método que utilizaba la DGI cubana para comunicarse con sus redes en los Estados Unidos, en particular, la Red Avispa en Florida, red que se desmontó en 1998. La espía cubana debió colaborar dando nombres de agentes que operan sobre el suelo americano y sobre la información que había enviado al régimen castrista. Pero cuando se le detuvo, la dispersión se organizó desde La Habana: los agentes menos expuestos volvieron a Cuba mientras que otros los sustituían. Al mismo tiempo, los trabajos secretos en desarrollo en los laboratorios de la isla se camuflaron aún mejor en caso de alguna visita inesperada… o incluso de una invitación oficial de control, historia que demostraría que Cuba no representa ningún peligro y que Ana Belén Montes no reveló nada. “Con Montes, utilizaron su posición en el Pentágono para intentar excluir a Cuba de la lista de los países que amenazan la seguridad nacional de los Estados Unidos e influir con sus colegas”, declaró el representante republicano por la Florida. Lincoln Diaz Balart. Miembros de la comisión de información de la cámara de representantes del Senado han garantizado que había una resistencia en la burocracia de los servicios secretos para revisar la información entregada por Montes, “a partir de las cuales se subestiman las capacidades de guerra biológica de Cuba y lo que señala el dedo sobre estos peligros son desacreditados”. Constantin Menges, un antiguo funcionario del Consejo Nacional de Seguridad (Nacional Security Council), hoy analista por cuenta de la CIA, afirma: “Estamos ante el mismo tipo de errores cometidos por nuestros servicios de información que condujeron a los ataques del 11 de septiembre de 2001. Una clase de ceguera de nuestros servicios secretos que se niegan a admitir que se dormían ante la evidencia de las señales de alerta”. Esta inercia es fomentada por las presiones crecientes del grupo de presión de los productores de alimentos, de los intereses de los granjeros y de las compañías farmacéuticas que quieren establecer relaciones comerciales con Cuba. Si se encontraban pruebas acerca del desarrollo de los programas de armas biológicas, eso envenenaría las tentativas del Congreso para eliminar el embargo. La Senadora Demócrata por California Barbara Boxer no dudó en afirmar: “Si es cierto que Cuba posee armas biológicas, eso se volvería muy serio y deberíamos actuar. Sería una nueva parte que comenzaría.” La polémica se produce sobre el fondo del contenido iraquí, acreditando la idea de que los halcones americanos instrumentalicen la información acusando a Cuba sin pruebas formales. “Si la instrumentalización no se realiza no se debe descuidar, dice Manuel Cereijo, eso no elimina la posibilidad de una amenaza. Fidel Castro, como sabe hacerlo, juega sobre esta ambigüedad para presentar al mundo una cara lisa e inocente activándola al mismo tiempo entre bastidores” Alibek explica cómo la biotecnología soviética se transfirió hacia Cuba, Irán, Irak y a otros antiguos aliados de los rusos que tienen programas similares de desarrollo de armas biológicas: “La Unión Soviética organizaba cursos de ingeniería genética y biología molecular para científicos originarios de Europa del Este, Cuba, Libia, Irán e Irak. Formaba alrededor de cuarenta científicos al año. Tanto los unos como los otros se encuentran a la cabeza de programas biotecnológicos en sus propios países”. Según Alibek, Irak copió los métodos cubanos para maquillar sus adquisiciones en materia de tecnología de fabricación de armas biológicas. “Como Cuba”, los iraquíes hicieron creer que estas instalaciones estaban destinadas a desarrollar proteínas para alimentar los ganados. Lo cual hizo a estas instalaciones especialmente sospechosas, fueron las solicitudes adicionales de equipamientos de filtración perfeccionados capaces de proporcionar un aire puro al 99.9%, un nivel que no podíamos alcanzar sino en nuestros laboratorios de armas biológicas, afirma el experto mundial en armamentos biológicos, sin embargo, nada pudo probarse”. Ken Alibek indica en su libro que Kalinine, quien era su jefe, fue a Cuba en 1990 y que a su regreso, éste le reconoció que en efecto sobre la isla del Caribe se fabricaban armas biológicas y que el nivel de desarrollo en varios sectores era superior al de la Rusia moderna. “Hay muchos factores reunidos para poder afirmar, poniendo a continuación todas las declaraciones, que es precisamente lo que pasa o lo que se puede prescindir, explica Manuel Cereijo. No se puede tener una certeza formal mientras no se vuelva al sitio y se efectúe una investigación meticulosa. Lo que no deja lugar a dudas, es que Cuba posee la capacidad de producir armas biológicas. Lo que tampoco deja lugar a dudas, es que la isla tiene la capacidad cibernética de espiar desde la base de Bejucal, no solo a los Estados Unidos sino también a otros países de América Latina y Europa y a través del mundo. “Fidel Castro, durante todos estos años, no ha invertido en viviendas ni en acueductos, ni en la comercialización de las aguas, ni en complejos eléctricos. Todo el dinero que habría debido invertirse en infraestructuras, varios millones de dólares más la ayuda recibida de la Unión Soviética, sin olvidar el dinero de la droga, todo eso se invirtió en esta clase de actividades. Cuba es una paradoja. Es un país empobrecido completamente, que se cae en ruinas, y sin embargo posee todos estos centros que no tienen en ningún caso por objeto contribuir al bienestar del pueblo cubano. ¿Qué hace entonces el régimen castrista con eso?” Al final de los años 90, el Gobierno cubano declaró públicamente que la biotecnología iba a convertirse en la primera industria de Cuba, con el fin de responder prioritariamente a las necesidades del pueblo de productos farmacéuticos, y también con el fin de poder exportar estos productos para hacer que vuelvan a entrar las divisas en las cajas del Estado. “No se realizó nada de todo eso, afirma Manuel Cereijo. Cuba solamente exportó en tres ocasiones vacunas a Brasil y Argentina, vacunas que demostraron ser fracasos, mientras que el pueblo cubano carece completamente de medicamentos. Algo se está elaborando en este centro que se equipa con el mejor material. Se reconoce por los organismos internacionales como el sexto o el séptimo en el mundo, después de los de Estados Unidos, Francia, Alemania y Suiza. “La actitud que consiste en afirmar, como lo hizo Jimmy Carter después de haber paseado por una media hora en este centro en 2002, que no se fabrica armamento químico ni biotecnológico, lo cual es irresponsable. Sería igualmente irresponsable afirmar lo contrario, es verdad. Lo que es cierto es que el régimen castrista está en capacidad de fabricar y, a causa de las condiciones secretas en las cuales operan estos centros, conviene pensar que un peligro se cierne sobre nuestras cabezas. Ninguna inspección a estos centros se ha autorizado”. Se instalaron nuevos laboratorios de ingeniería genética en 1992, 1994, 1996. En 1992, el Biocen, un modelo copiado sobre el Biopreparat de Rusia, luego el CIEM, el Centro de Inmunología. Al mismo tiempo Fidel Castro moderniza al Instituto de medicina tropical, que existía ya mucho antes de la revolución: Lo moderniza y lo desplaza, así como el instituto científico Pedro Curie, que existía también antes de Castro, pero a quien quita el polvo en los años 90. Crea así nuevos centros agrupados en el “polo científico”. El Financial Times, en su edición del 15 de mayo de 2002, revela que los Estados Unidos pensaban pedir un control internacional por la fabricación de armas biológicas en Cuba entre 1998 y 2001, los cubanos construyeron en Irán el mayor centro de ingeniería genética y biotecnología de la región. Irán es autosuficiente en materia de medicamentos y no necesita teóricamente en este ámbito, tecnologías importadas. En 2000, Carlos Lage, el vicepresidente cubano y responsable de la economía de la isla, inauguró un plan de desarrollo biotecnológico en Irán, abriendo el camino a la visita oficial de Fidel Castro a este país en mayo de 2001. Cuba envió en la época a Teherán al director del Centro de Ingeniería Genético cubano, el ingeniero y biólogo Luis Herrera, para ocuparse de este proyecto, que comenzó a partir de nada y que de mano se le suministró con la tecnología y los equipamientos. Fidel Castro realiza un viaje a Irán y en la Universidad de Teherán, en mayo de 2001, declaró: “Pronto, Irán y Cuba juntos, pondremos a Estados Unidos de rodillas”. Fidel Castro había devuelto la cortesía al ex Presidente Iraní Mohammed Khatami que había hecho un viaje a La Habana en octubre de 2000 con el objetivo, según la CIA, de realizar un acuerdo secreto con Cuba para que la isla proporcione a Irán uranio enriquecido, oficialmente para un fin civil. Un acuerdo que desconcertó a la comunidad internacional y a los Estados Unidos en particular, convencidos de que Teherán tenía como verdadero objetivo el desarrollar un programa nuclear militar destinado a entrar en el club muy cerrado de los países que poseen la bomba atómica. La comisión de la energía atómica que funciona desde hace treinta años tiene como primer presidente a Fidelito, el hijo mayor de Castro. La idea era volver a poner en funcionamiento la central nuclear de Juraguá en Cienfuegos, con el fin de enriquecer uranio gracias a las centrifugadoras suizas ALFA LAVAL compradas por Cuba a Panamá. En un artículo escrito para la revista Natural Biotechnology el 10 de octubre de 2001, el ingeniero cubano José de la Fuente, que había huido de Cuba clandestinamente en 1999 declaró que el complejo que Cuba había construido en Irán no servía precisamente para fabricar vacunas, que se perseguían otros objetivos más peligrosos1 . El 17 de enero de 2005, en un desplazamiento a Irán a la cabeza de una delegación el “político deportivo”, José Ramón Fernández, el Gallego Fernández, el vicepresidente cubano y el presidente del Comité Olímpico de la isla, declaró públicamente que aprobaba la utilización pacífica de la energía nuclear por parte de Irán y confirmó el apoyo de Cuba para que el estado islámico pueda tener acceso a la tecnología nuclear, un derecho inalienable de la nación iraní. El ex Presidente Rafsandjani confirmó explícitamente el 11 de febrero de 2005 que Irán proseguía un programa nuclear que Washington no podía impedir y que les aconsejaba a los americanos no intentar una aventura militar en Irán. “Las actividades de enriquecimiento de uranio no tienen ningún objetivo militar, preciso Rafsandjani, sólo se les destinan con fines de producción de electricidad”. Apenas algunos días más tarde, los iraníes anunciaban haberle abierto un crédito de 20 millones de dólares a Cuba y que este crédito “podría” aumentar con el desarrollo de la cooperación entre los dos países. Irán por su parte, va a beneficiarse, además de la puesta en servicio del laboratorio de fabricación de vacunas contra la hepatitis B, de una ayuda cubana en materia de biotecnología. Se firmaron quince acuerdos bilaterales y otros nueve fueron objeto de negociaciones, relativos a: “el comercio, la pesca, el deporte, la agricultura, la educación, la cultura, y sobre todo la biotecnología”. Todo esto garantiza, entonces, a Ricardo Alarcón, la Presidencia de la Asamblea Nacional del poder popular cubano. Los intercambios comerciales entre Cuba e Irán no dejan de crecer, oscilaron entre el 2002 y el 2004 entre unos 30 y 50 millones de dólares. Aparte de la amenaza que podría constituir la capacidad de producción de armas biológicas, importantes funcionarios de la administración Bush entre los cuales está el negociador especial para las armas químicas y biológicas, Donald Mahley, se preocupan por las transferencias de biotecnología de doble uso que efectúa Cuba en dirección hacia los países vinculados muy de cerca con movimientos terroristas en el Medio Oriente. Siempre, según el ingeniero José de la Fuente, la tecnología exportada por Cuba en dirección a Irán incluye agentes biológicos, así como agentes patógenos y fortificantes de gérmenes, también aplicables a bacterias, pudiendo todos ellos ser utilizados como armas de destrucción. El pacto con Irán se concluyó a través de bancos situados en los Emiratos Árabes Unidos. Fidel Castro viajó los Emiratos después de su visita de estado a Teherán en 2001 y dio un paso por Libia y Siria. Los Emiratos, que tienen por práctica el manifestar su neutralidad, son una etapa por lo menos curiosa en el viaje de Castro. Pero este pequeño territorio petrolífero es uno de los principales centros de blanqueo de dinero del mundo árabe. Allí, se vincularon directamente algunas cuentas bancarias, así como establecimientos financieros con Al Qaïda y con el Hezbolla, cuya base posterior fue constituida por Irán y Siria. Las tarjetas de crédito encontradas en las bases de Al Qaïda en Afganistán eran, según la revista Insight Magazine, expedidas por bancos situados en Emiratos Árabes Unidos. “Personalmente no he pensado que Cuba tenga actualmente los medios de producir la menor bomba atómica, ni incluso que el régimen tenga la intención. Se sabe bajo la vigilancia permanente de los americanos, modera Jaime Suchlicki, el responsable del Instituto de Estudios Cubanos en la Universidad de Miami. Pueden tener lo que solemos llamar “bombas sucias”, bombas radiológicas. Para la bomba atómica, sería necesario tener uranio enriquecido. Setenta libras de uranio, eso podrían hacer cuatro bombas atómicas. Eso significa una cantidad importante. En cambio, habría en circulación por lo menos dos maletas nucleares fabricadas por la Unión Soviética, que contienen pequeñas armas atómicas, pero más puras”. Según Roland Jacquard y Atmane Tazaghartää, sobre la información recogida en noviembre de 2001 ante medios islamistas próximos a Al Qaïda, en Londres y Pakistán afirman que la organización terrorista habría podido comprar a mafiosos rusos dos maletas nucleares producidas en la época de la URSS por la KGB, cuyos números de código serían RA-115 y RA-115-01. Cada una de estas maletas pesaría setenta y cuatro kilos y desarrollaría una potencia de diez Kilo toneladas que permiten matar a dos mil personas en una zona urbana. “Raúl Castro que tiene conocimiento de la existencia de estas maletas nucleares, precisa Juan Vives, intentó entrar en contacto con el medio mafioso ruso en 1993, con el fin, con la intención de adquirirlos, pero no hubo ese contacto”. El 13 de mayo de 2005, el vice mariscal del ejército popular de Corea, Jo Myong Rok, se entrevistó en Pyongyang con el general de división de las fuerzas armadas cubanas, Leonardo Andollo Valdés, segundo jefe de Estado Mayor y director de operaciones de las FAR. En Julio de 2001, una delegación de las fuerzas armadas cubanas dirigidas por el general Álvaro López Miera, llegó en visita oficial a Pyongyang, el vice mariscal Kim Yong Chun los recibió como jefe supremo del KPA, el ejército del pueblo norcoreano. Este último declaró que los dos ejércitos seguirían siempre estando lado a lado. “Nuestras relaciones amistosas se colocaron en un muy alto grado de confianza bajo la tutela de Kim Jong Il. y Fidel Castro”. En cuanto a Valdés, expresó el deseo que los dos países prosigan su lucha contra “las prácticas de gánster” de los imperialistas americanos. “Durante nuestra estancia, fuimos testigos por nuestros propios ojos de la forma en que el ejército y el pueblo de Corea prosiguen una lucha vigorosa para defender su soberanía y su sistema, unidos y en adecuación completa con el líder Kim Jong Il. El partido, el gobierno, el ejército y el pueblo cubanos apoyan completamente al ejército y al pueblo coreano en su lucha”. Una declaración y un encuentro que es la continuación, con algunos días de intervalo, de la declaración de intención de Corea del Norte proseguir con las pruebas nucleares subterráneas. LA UNION SACRA En Pinar del Río al oeste de Cuba, en el pueblo de Los Palacios, en pleno medio de una zona conocida bajo el nombre de EL Cacho en una explotación grande llamada Baraguá, son entrenados en término medio, entre dos mil quinientos y tres mil quinientos hombres. El objetivo de estos entrenamientos: realizar infiltraciones de comandos. Son tropas élite, similares a las que tienen los presidentes de los Estados Unidos, Francia o Inglaterra. Allí se entrenan también los que van a convertirse en espías. Aprenden idiomas, las costumbres de la sociedad en el cuál se van a infiltrar. Se acostumbran a comportarse como hombres de negocios, de simples empleados o profesores. Es una escuela que los hermanos LA GUARDIA crearon para entrenar guerrilleros de todas las nacionalidades. Evolucionó desde su origen. Ahora en el presente sirve para entrenar a los propios cubanos y a los numerosos jóvenes venezolanos que vienen a familiarizarse con los métodos guerreristas revolucionarios. “Uno de los primeros éxitos del activismo del sistema castrista, explica Manuel Cereijo, fue la infiltración de grupos pro castristas dentro de los comités de acción política utilizados por las grandes compañías americanas para hacer el cabildeo al Congreso. Espiar a estas compañías, especialmente Boeing, o Lockheed, con la intención de conocer los tipos de armas que el Gobierno de los Estados Unidos fabricaba en ese momento. Llegaron a espiar las actividades públicas de las compañías, pero también sus actividades secretas. La información recogida les servía para comprender el avance de los Estados Unidos en el dominio de las tecnologías militares y así poder utilizarlo o revenderlo a naciones enemigas o movimientos terroristas. “Tengo un concepto que llamo “Mega-multi-terrorismo”. “Mega” por la amplitud de este terrorismo que se empleó sobre Nueva York y Washington y más tarde sobre Madrid. “Multi” porque creo que la Tricontinental fue el primer vínculo de todos estos grupos. Grupos que se dieron cuenta que debían ayudarse unos a otros para ser más eficaces. “Los terroristas que preparan un “golpe” buscan siempre gente dentro de cada país que posee un buen conocimiento de las infraestructuras, de los horarios de los trenes, de los lugares donde obtener discretamente armas. Una vez el acto cometido, encontrar lugares donde “esconderse” es indispensable. Estas redes tienen la necesidad de unirse. Por ejemplo, hay activistas de IRÁ (Ejército Republicano Irlandés) que están acusados en Colombia. Éstos vivían en Cuba. Ellos se entrenaron en Cuba con el apoyo del gobierno cubano. De allí siguen sus pasos en Colombia. Las diferencias entre Cuba y Colombia son patentes. Tres países o grupos que no tienen mucho que ver a niveles culturales o geográficos. No es raro que estos grupos no hagan ningún caso de las pertenencias religiosas para cooperar. Ejemplo, durante el verano 2003, los Estados Unidos transmitieron una señal de vídeo con destino al pueblo iraní que elogiaba los méritos de las democracias occidentales. Durante seis semanas, se interfirió esta señal. Gracias a las detecciones electrónicas de los servicios de información americanos descubrieron que la interferencia emanaba de Bejucal. ¿En qué le concierne a Cuba una señal de vídeo destinada a Irán? Porqué el régimen de Fidel Castro se ha ingeniado para revolverlo mientras que aparentemente Irán es un país que no tiene ningún denominador de Estado terrorista.” En julio de 2003, Cuba efectivamente interceptó la señal de LA Voz de América en lengua farsi en dirección hacia Irán. La operación se controlaba desde la base electrónica de Bejucal. El director de VOA, Kenneth Tomlinson, acusó al gobierno cubano de ser “un soldado de los mullah iraníes”. Después del mentís formal de tal interceptación desde la isla, el Gobierno cubano declaró en agosto de 2003 que la interferencia procedía de la embajada iraní en La Habana. EL EXTRAÑO CASO DE LA DOCTORA MOLINA En la noche del 14 al 15 de diciembre de 2004, una mujer médica de 61 años y su madre de 86 años, penetraron dentro de los locales de la embajada de Argentina en el barrio elegante de Miramar en La Habana. El rumor que corre es que las dos mujeres tienen la intención de pedir asilo político en Buenos Aires. Intención confirmada algunas horas más tarde por el anuncio de un alto representante del Parlamento Argentino, Jorge Arguello, que señala que si la Sra. Mollina presenta oficialmente una solicitud de asilo, “Argentina deberá tomar una decisión”. Al mismo tiempo los agentes de la Seguridad del Estado en La Habana colocaron la embajada bajo vigilancia estricta. La representación diplomática no responde incluso al teléfono y cuando por milagro un empleado descuelga, indica de un tono lacónico: “¡no confirmo ni contradigo, es el Ministerio en Buenos Aires que se ocupa, no nosotros!”. El asunto toma un curso diplomático a pesar de su aspecto al parecer banal. En efecto, es de notoriedad pública que las autoridades castristas prohíben a los médicos dejar la isla con el pretexto de que deben toda su información a la “generosidad revolucionaria”, la doctora Hilda Mollina no es una médica ordinaria. Ella fue durante los años 90 la científica más vista en Cuba, diputada de la Asamblea Nacional del Poder Popular, miembro del Comité Central del Partido Comunista, cerca de los círculos del poder y Fidel Castro. Especialista en neurología, se incorpora en 1968 al medio médico con el fin de proseguir lo que pensaba iba a ser uno de los objetivos principales de la revolución: una medicina gratuita y de calidad para todos. Algunos años más tarde, en 1989, el propio comandante en jefe le confía a la doctora Molina que él se opone completamente a los cuidados médicos abonados. “Es preferible, le dice, atender gratuitamente a los mismos extranjeros que tienen necesidad”. Fortalecida de este altruismo enunciado por Fidel Castro, Hilda Molina va a consagrar todo su tiempo a la investigación neurológica y será una de las fundadoras de la Central Internacional de Restauración Neurológica en La Habana, el CIREN que dirigirá desde 1990 a 1994. Con todo, muy rápidamente se da cuenta de que las buenas intenciones y la generosidad declaradas no son más que una fachada. Las autoridades cubanas instauran una clase de mercado de la salud a través de un organismo llamado Servimed. El objetivo es atraer un máximo de extranjeros afortunados o solventes que sufren de enfermedades y que dependen de patologías complicadas hacia los centros médicos cubanos. Se organizan algunos circuitos que elogian los méritos y las calidades de la medicina de la isla. Asociaciones internacionales fijan como tours-operación e impulsan a la gente a ir a Cuba, en caso particular de desórdenes neurológicos o enfermedades como la enfermedad de Parkinson. La propaganda, la publicidad en sitios de Internet y la voz a oreja hacen milagros: centenares de extranjeros vienen de América Latina pero también de Europa. El viaje vale la pena, se les dice, los cuidados médicos son notables, los médicos cubanos son muy buenos y las operaciones son de diez a veinte por ciento más caro en su país de origen. Los hospitales de La Habana se desbordan rápidamente, chárteres enteros de personas la mayoría viejas llegan cada semana al aeropuerto internacional José Martí. El Gobierno se frota las manos. En cuanto a los cubanos, ellos mismos de aquí en adelante se consideran en estos hospitales como pacientes de segunda categoría. Estos pensamientos deben golpear ligeramente a la doctora Molina, esta noche de diciembre de 2004, mientras que espera con su vieja madre el veredicto de las autoridades argentinas. La única felicidad de Hilda Molina sería pasar la Navidad y el año nuevo cerca de sus hijos Roberto Quiñones médico como ella, su nuera Verónica Scarpatti y sus dos nietos de 3 y 9 años a quienes nunca ha visto. Desde hace diez años ella ha tratado de poder viajar a Argentina donde viven sus hijos, pero la respuesta del gobierno cubano a sido invariablemente negativa. ¿Con toda esta vez está el mismo presidente Néstor Kirchner, él más bien, le había enviado una carta a Fidel Castro donde le pedía que la doctora Molina sea autorizada para viajar a Argentina? Castro respondió que estaba dispuesto a financiar el viaje hacia la Cuba de sus hijos, su nuera y sus niños pero que Hilda Molina no dejaría el territorio cubano. A pesar de todo el embajador argentino Raúl Taleb parece hasta vacilar al reconocer su escepticismo ante la respuesta de los cubanos. Este es finalmente reemplazado sin consideración por otro funcionario argentino. Se despide a otros dos consejeros también. Néstor Kirchner no quiere a ningún precio desagradar a su “amigo” Fidel Castro. Los Diarios argentinos, en particular el diario La Nación, se hacen eco de este asunto y expresan su incomprensión de cara a la actitud de su presidente, tanto más que se trata ni más ni menos que de un asunto de Derechos Humanos. El 16 de diciembre por la noche, tres diplomáticos argentinos, cuyo enviado especial del gobierno es Alfredo Forti, les comunican con un aire apenado a las dos mujeres, que no podrán viajar a Argentina. Éstas se ven obligada a dejar la representación argentina, cuya vigilancia había sido reforzada por policías cubanos y regresar de vuelta a su modesto apartamento del barrio del Vedado. El 11 de enero de 2005, Hilda Molina se entera de que su nuera y sus dos pequeños niños de nacionalidad argentina podrían venir a verla para su aniversario el 2 de mayo. Pero el corazón está triste. Su hijo Roberto prefiere inicialmente renunciar efectuar el viaje, considera que “no se reúnen todas las garantías”, sobre entendido, no está seguro de nada malo, pero no sabe si él puede llegar a Cuba y que pueda regresar de vuelta a la Argentina. Luego de un encuentro con el presidente Néstor Kirchner, se revisa se le explica que se le dieron algunas garantías formales y que podrá regresar a la isla para ver a su madre. ¿Pero de qué garantías se trata? ¿Roberto Quiñones teme por su seguridad viajar a Cuba? Y lo que yo he querido decir este 15 de diciembre de 2004, expresando un deseo: “Espero que Kirchner no nos abandonará en esta última etapa del conflicto. Desde hace diez años, intenté que el tema no esté considerado como político. Mi madre no tiene secretos de Estado, ni secretos militares, ni otros secretos relacionados con la salud de Fidel Castro1 . ¿La doctora Hilda Mollina ocultaría otros secretos relacionados con los cuatro años pasados en la dirección del CIREN? “Benigno” conoció a Hilda Molina cuando no era más que una simple médica2 “yo la conocí por medio del doctor Raúl Gómez Cabrera quien era en aquel tiempo director del hospital Finlay, luego paso a ser hospital de los Hermanos Ameijeiras, un hospital equipado con las técnicas más modernas. Traían a este hospital a extranjeros cuya presencia, implicaba que, no era pública en Cuba. Un día un campesino boliviano a quien apreciaba, había recibido un golpe en la cabeza y estaba en un sucio estado. Gómez lo levantó y lo envió hacia donde Hilda, es ella quien lo operó y salvó. Después con Hilda nos habíamos convertido en amigos y era muy feliz al saber que se le había recompensado por sus investigaciones sobre la microcirugía del cerebro. Su especialidad era ocuparse de la enfermedad de Parkinson, pero yo no sabía nada de sus investigaciones”. Por tanto “Benigno” sorprende una conversación entre Hilda Molina y Raúl Gómez Cabrera sobre el éxito y fracaso de algunas experiencias, en particular, de algunos trasplantes “no conozco mucho en materia científica, pero me acuerdo que hablaban de extracciones de materia viva en mujeres que querían abortar. Hilda era muy reservada, pero al principio aceptó que trasplantara esta materia en la medula espinal de cubanos que sufrían de enfermedades neurológicas. Estas experiencias aprovecharon en primer lugar algunos dirigentes: Fabio Grobart, el hombre del KGB en Cuba, era parkinsoniano, se operó, así como también Pedro Miret, un comandante de la Sierra Maestra. Y luego el régimen se dio cuenta de que eso podía generar mucho dinero, y hacer entrar divisas. El Estado publicó que cada intervención costaría diez mil dólares por paciente extranjero. Hilda, que todavía seguía creyendo y se había convertido en casi mística, consideró que se trataba de un crimen y decide detener esta clase de experiencias”. En un largo relato escribe de su mano y pasa clandestinamente al exilio y es publicado en el Centro por una Cuba Libre en Washington en diciembre de 2004, la doctora Hilda Mollina elabora un cuadro espantoso de la práctica de la medicina en Cuba y la forma en que las autoridades explotan vergonzosamente y sin ninguna humanidad por unas experiencias muy lucrativas, aprovechando la credulidad de enfermos extranjeros a quienes se les venden medicamentos muy caros hechos en Cuba de los que no tienen ninguna necesidad. Explica la manera en que estos pacientes son operados de enfermedades a veces imaginarias, en lugares a menudo malsanos y por médicos ineficaces, mal formados o ignorantes, sin ninguna ética, con un solo objetivo: depositar los dólares en las cuentas de los dirigentes de la isla. Fidel Castro, al parecer fascinado por los resultados del CIREN y especialmente por su prestigio internacional, lo visitaba regularmente, mostrando, así como consideraba el Centro como una prioridad y un incentivo para otras instituciones a seguir la misma vía. “Inspirada por los nuevos descubrimientos científicos en materia de restauración neurológica, reuní en torno a mi, dice Hilda Molina a un pequeño grupo de especialistas en neurología y creado así el primer hospital de investigación cubano en 1987 (…). Nuestro trabajo se limitaba inicialmente a los pacientes cubanos. El centro se consagraba a la investigación intensiva, especialmente del tratamiento para los pacientes afectados por la enfermedad de Parkinson, de enfermedades cerebros vasculares, de lesiones del tuétano espinal, tumores cerebrales o alteraciones cerebrales y traumatismos cráneo encefálicos”. Estas investigaciones desembocan en resultados espectaculares. Los métodos terapéuticos empleados y los estímulos biofísicos permiten a los médicos del Centro y a la doctora Molina salir bien de los trasplantes de médula suprarrenal y más tarde el trasplante del tejido nervioso embrionario sobre pacientes alcanzados por la enfermedad de Parkinson. Realmente, estos médicos cubanos con la doctora Molina habrían descubierto, después de múltiples investigaciones sobre embriones vivos una sustancia, llamada negra fetal, permitiendo retrasar el proceso del envejecimiento humano. “Ignorando las restricciones publicadas por el gobierno cubano, establecimos vínculos directos con la comunidad científica internacional con el fin de reforzar el rigor y la responsabilidad de nuestro trabajo y enriquecer nuestros conocimientos médicos. (…) Las autoridades cubanas no eran favorables a este enfoque, ya que era para ellos, demostrar a la comunidad internacional que el embargo económico americano no afectaba en ningún caso el trabajo científico. Eso revelaba también la irresponsabilidad e incluso la cobardía a nivel científico de otras instituciones cubanas. Se me consideraba como una amenaza ya que obtenía regularmente visados para entrar a los Estados Unidos a diferencia de los otros científicos cubanos. Además, me negaba también a participar en los esfuerzos del gobierno cubano para reclutar científicos extranjeros destinados a tareas no médicas”. La doctora Hilda Mollina pasa a ser más que una amenaza, un verdadero peligro, tanto más que los experimentos continúan en el CIREN, gracias a fetos vivos procedente de abortos causados por cesárea sobre madres incapaces de decir si están o no de acuerdo con los experimentos practicados sobre su feto. “Intenté oponerme, dijo ella, para que algunos pacientes cubanos sean utilizados como animales de laboratorio”. El doctor Álvarez Cambra, cirujano ortopedista se ha convertido en el patrón del Centro neurológico de Cuba, explica en un libro1 : “Actualmente se realizan cien mil interrupciones de embarazo en Cuba, cada año. Gracias a eso, el CIREN posee la capacidad de obtener fácilmente bastante tejido embrionario para utilizarlo en esta clase de tratamiento neurológico”. Hay que señalar que la propaganda gubernamental hace gala de un porcentaje muy bajo de mortalidad infantil. Pero de sobra se sabe que este número se aumenta por el creciente número de abortos. En febrero de 1994, el ministro de Salud prohíbe toda publicación científica que trata sobre las experiencias del CIREN. Hilda Molina es relevada de sus funciones de directora del Centro, se le destituye de su cargo en el Partido Comunista, de su puesto como diputada y debe renunciar a ser miembro de la Federación de Mujeres Cubanas. La doctora Hilda Mollina se convierte en una paria, es dejada en un estado de total abandono. Campañas de difamación intentan desacreditarla personal y profesionalmente. Se le insulta, se le sigue, se le espía, se le intercepta y se le abre su correo, su teléfono es intervenido para escuchar sus conversaciones, sus antiguos camaradas médicos tienen prohibición de hablarle. Su trabajo se desacredita, su reputación es ensuciada y su familia amenazada. “No doy pruebas de tener algún interés personal, ha escrito Hilda Molina, y aún menos por un deseo de venganza. Pero considero que es el deber de un científico el defender la ética y la verdad”. Hilda Molina es el rehén de un régimen que no la deja salir del país. Está claro que, residiendo en el extranjero, se sentiría quizá libre de hablar, revelar secretos que el Estado cubano prefiere callar. La doctora Hilda Mollina forma pues, parte integrante de la historia contemporánea de la isla y a este respecto no puede autorizarse a respirar otro aire. Cuando el gobierno español intentó intervenir en su favor, la respuesta de Fidel Castro fue la misma que aquélla que le dio al presidente Argentino Néstor Kirchner: “Hilda Molina no saldrá de Cuba”. Usada y enferma, ella fue condenada por la revolución por rebelión. Sin duda y seguramente sensible a las presiones de los medios de información y a las advertencias de Washington, el presidente argentino tuvo que salir de su reserva: se refirió a la visita que debía efectuar a Cuba el 22 de mayo de 2005 explicando que “no reunían todas las condiciones para que esta visita se haga satisfactoriamente”. Dado a que no se reguló el caso Mollina, Kirchner prefirió abstenerse de pisar el suelo castrista e incluso, por primero vez, tomaba sus distancias con el Líder Máximo, “Fidel Castro tienen una visión del mundo, que no es la nuestra” Una crítica que se derivaba de un evidente mal humor vinculado a las intensas negociaciones secretas entre argentinos y cubanos para que estos últimos dejen a la doctora Molina viajar a Argentina, lo cual fue en vano. QUINTA PARTE CHILE: El EXPÉRINCE CONFISCADA El interminable viaje de Fidel Castro Después del otoño de 1970, el pueblo chileno se comprometió en el socialismo a través del partido Unidad Popular. El doctor Salvador Allende después de tres tentativas infructuosas, consiguió con solamente un 36,3% de los votos (la Constitución permitía una victoria con una mayoría relativa) llegar a presidente, gracias a las divisiones internas en la Democracia Cristiana. Pero por temor a que éste no desarrollara una revolución al estilo cubano sobre el suelo chileno, los Estados Unidos comisionan a la CIA para impedir su instalación en el poder y así prohibirle gobernar. Se moviliza a los mejores agentes y se elabora un plan de acción en cuarenta y ocho horas. Se acercan al comandante en jefe del ejército, el general leal René Schneider, pero este se niega a traicionar la Constitución. Él es asesinado el 22 de octubre por hombres al servicio de la CIA. A pesar de esta inmediata y violenta oposición, Salvador Allende consigue aplicar la transformación de la sociedad de su país: reforma agraria, nacionalización de las minas de cobre que representan cerca de un 80% de la riqueza anual, aumento de sueldos, nacionalización de los bancos y de las compañías americanas de materias primas, que pasan sin contrapartida financiera, por las manos de chilenos. Parece un respiro de libertad, en los primeros meses se impregna la atmósfera de Santiago. Allende instala el socialismo en el lindero de un continente que raramente lo había vivido y vuelve a dar esperanza a toda una población de campesinos y obreros. Nunca, desde el triunfo de la revolución castrista, un país de América Latina (en Chile precisamente, una experiencia del Frente Popular había tenido lugar en los 30 años) se había encontrado en tal situación y esta vez sin derramamiento de sangre. En la legalidad más total y la más legítima, en las narices y en las barbas de los que el pueblo llama “los explotadores”. Esta experiencia socialista comunista en la zona de influencia de los Estados Unidos y en plena guerra fría, apasiona y asombra a los progresistas del mundo entero, como fue el caso catorce años antes, en 1959, después del triunfo de la revolución castrista. En esa época Salvador Allende en gesto admirativo se había trasladado a La Habana para entrevistarse con los barbudos revolucionarios, en particular con los hermanos Castro y el Che Guevara con el cuáles se estableció un vínculo de amistad. Allende hizo numerosas veces el viaje a Cuba para comprender mejor la realidad del nuevo régimen cubano e incluso inspirarse. A la publicación de su obra titulada La Guerra de guerrilla, el Che le ofreció su libro, con esta dedicatoria: “A El Salvador Allende que, por otros medios, intenta obtener la misma cosa que nosotros”. Por su parte. Fidel Castro no parecía conceder mucho crédito a este médico chileno a quien consideraba como un burgués irrecuperable, juzgándolo, como incapaz de modificar el destino de su país. A principios de los años 60, Juan Vives veía a menudo a Salvador Allende que examinaba el vestíbulo del hotel Habana Libre, el antiguo Hilton, donde tenía como habito alojarse. Los dos hombres jugaban a los fracasos y hablaban de las horas que duraría la situación internacional y la evolución de Chile. “Fidel hacía esperar a Allende días antes de recibirlo, cancelaba las citas y a veces hasta se negaba a verlo, lo que lo entristecía mucho, da prueba Juan Vives. Me recuerdo la última vez que Salvador Allende fue a Cuba antes de su victoria electoral, Fidel lo llevó a la Sierra Maestra, allí le ofreció la famosa metralleta AK-47. Le dijo también que era la última vez que le ayudaría económicamente para una campaña electoral y que, si por casualidad viajaba a París, él debía pedirle a Christian Dior que en su atelier le confeccionaran a la medida un traje de guerrillero. Este último detalle, es “él mismo Chicho” (apodo amistoso que le dábamos todos, incluido Fidel) quien me lo dijo”. A finales del año 1971, François Mitterrand, quien se ha convertido en el dueño del nuevo Partido Socialista a raíz del congreso de Epinay en junio, emprende un viaje a Chile en compañía de Gastón Defferre y de Claude Estier, el objetivo del viaje: tomar el pulso a esta nueva aventura chilena, incluir los mecanismos y evaluar las posibilidades de éxito. Los socialistas franceses quieren entrevistarse con el líder chileno, hablarle, intercambiar ideas. Pero después de un almuerzo oficial y una conversación con Allende, el 12 de noviembre, las citas son cambiadas y reprogramadas para más tarde. Es que en ese mismo momento un camión del comunismo internacional emprendió el viaje a Santiago, y Salvador Allende no puede hacerlos esperar tiene que atenderlos. Material (80 millones de dólares) y moral le fue precisado, sabe que su campaña fue pagada en gran parte por aquél que estima y que considera como su amigo. Fidel Castro es en efecto, bienvenido a suelo chileno y tiene la buena intención de acaparar completamente a su huésped. El revolucionario cubano considera que la victoria de Allende debe convertirse en una manera de instalar el socialismo duraderamente en esta parte del subcontinente latinoamericano y convertirse en una nueva base. La delegación francesa, que se topa accidentalmente con el responsable cubano durante una recepción, deberá pues hacer antecámara. Durante este tiempo, entre resbalones, se perfila un duelo sin gracias entre los servicios secretos castristas y la CIA por apoyar la experiencia popular chilena. Un duelo que durará desde 1970 a 1973. Los americanos, bajo la Presidencia de Richard Nixon y asistido por el secretario de Estado Henry Kissinger, van a invertir cerca de 13 millones de dólares en operaciones de desestabilización del régimen y en los andamios de los planes contra Salvador Allende y su Gobierno. La brigada de extrema derecha Rolando Matus y los grupos de Patria y Libertad dirigida por Roberto Thieme, son subvencionados y apoyados por la CIA, desarrollaban en paralelo una violenta campaña de propaganda contra la Unidad Popular. En menos de dos semanas después de la elección de Allende, Nixon le había pedido a Richard Helms, jefe de la CIA, hacer todo para cambiar al presidente chileno. Una información que debía seguir siendo secreta. Sólo faltaba una chispa para abarcar la situación. Los cubanos de la Dirección General de inteligencia (DGI) y el Departamento América no iban a permanecer quietos: introdujeron a más de quince mil hombres en territorio chileno e intentaron desacreditar al ejército hasta entonces patriótico y de reducir el papel de los sindicatos, del Congreso y la Iglesia. Dos hombres en particular, Miguel Enríquez y Andrés Pascal Allende (sobrino de presidente), van a reforzar el armamento de los grupos del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) a espaldas de Salvador Allende. Éste se verá rodeado de unos sesenta hombres, GAP (Grupo de Amigos del presidente), encargados de su seguridad, la mayoría de nacionalidad cubana y dirigidos por un miembro del MIR, un denominado “Ariel Fontana”, cuyo verdadero nombre era Max Marambio, un chileno muy bien vinculado, aún hoy, con los intereses cubanos. Miria Contreras, alias La Payita, la influyente secretaria personal y amante de Allende y también enrolada en la red cubana. Así se crea una suerte de grupo de influencia cubana entrenados por “Tati” (sobrenombre de Beatriz), una hija de Salvador Allende, Marambio y la Payita. Gracias a ellos, la embajada de Cuba obtenía toda clase de información procedente directamente de La Moneda. Una embajada que pudo contar hasta con cincuenta diplomáticos y cerca de la mitad pertenecía a los servicios de información. En marzo de 1972, un documento secreto de la CIA indica que un centenar de militares de élite fueron enviados por La Habana como fuerza de acción rápida para velar por Allende y por los intereses que representaba el Gobierno progresista chileno para la revolución cubana. Tanto el uno como la otra pasaron a ser años más tarde, muy bien encumbrados, gracias a su acción en Chile. En cuanto a Max Marambio y Payita, se exiliaron en Cuba algunos días después del golpe de Estado. Marambio hizo fortuna, la Payita por su parte, trabajó mucho tiempo como representante de la oficina de turismo Habana tour en Francia. En este año 1971, en la capital Santiago, como en el puerto de Valparaíso, comienzan a fluir olas de exiliados latinoamericanos estos son reclutados, son armados por el MIR y los cubanos los entrenan. Éstos hacen llegar en las bodegas de los aparatos de la compañía aérea Cubana de Aviación y los buques mercantes numerosas armas de orígenes checoslovaca y soviética. Los hombres de las tropas especiales son los primeros en desembarcar sobre el suelo chileno, comandados por los gemelos Patricio y Tony de La Guardia, apoyados por Ulises Estrada, responsable de la seguridad de la embajada cubana. Tony se ocupa de procurar los siguientes asuntos, la compra de vino chileno y cigarrillos de contrabando. Patricio se encarga especialmente del armamento. Se organiza, en las primeras semanas, para que en cada una de las seis a siete valijas diplomáticas que viene en vuelos procedente de Cuba se embarquen los fusiles Ak-47. La rotación se hace dos veces por semana. Más tarde, son los Iliouchine 54 rellenos de armas que aterrizarán sobre el aeropuerto internacional de Santiago de Chile. Todo el personal diplomático cubano se organiza al servicio del objetivo publicado por Castro: poner la izquierda chilena en orden de batalla. En el Palacio de La Moneda, es Fernández de Oña, un funcionario cubano quien se ha convertido en 1971 en el esposo de Beatriz Allende, y se ocupa directamente del sistema de comunicación exterior del palacio. La misión a largo plazo para los servicios secretos cubanos consiste en lanzar toda clase de acciones subversivas desde suelo chileno en dirección de los países de América latina. Pero momentáneamente se trata de radicalizar al gobierno de Unidad Popular para controlarlo mejor. Manuel Piñeiro, el jefe del departamento América, viaja en sucesivas ocasiones a Chile y encarga a su hombre de confianza, Juan Carretero, para seguir el buen desarrollo de la operación. Uno de los hermanos de La Guardia, Patricio, está comisionado por Fidel Castro en persona para seguir permanentemente a Allende y para tenerlo al corriente de sus menores hechos y gestos. El Líder Máximo quiere saberlo todo, conocerlo todo, de lo que prescinde el Palacio de La Moneda. Por otra parte, una línea directa conecta la sede de la Presidencia chilena con La Habana y Patricio de La Guardia no vacila nunca en utilizarla. Fidel Castro, que sólo creyó en las oportunidades de Allende apenas una semana antes de su elección, fue a felicitar a su protegido como huésped, pero su intención inconfesa es hacer desviar la experiencia en favor de una revolución armada. Para el Líder Máximo, es en efecto imposible que la revolución triunfe por si misma en las urnas solamente, las armas garantizan la victoria. Sin contar que, si la experiencia chilena salía bien pacíficamente, incitaría a otras naciones en el continente latino americano para seguirla, y se terminaría con esto de los levantamientos armados tal como lo teoriza y los organiza Fidel Castro. Necesita pues, tiempo in situ, con el fin de evaluar la situación y poner a punto una clase de corsé de seguridad que debía terminar por agobiar al buen Doctor Allende. En la tarde del 10 de noviembre de 1971, un cuatrimotor soviético aterriza sobre la pista del aeropuerto Pudahuel de Santiago. En prenda de una amistad fraternal, el presidente Allende gratifica a su homólogo cubano con un fuerte recibimiento. Algunos meses antes, en agosto, Éste había designado a Tony de La Guardia para estudiar el viaje que debía realizar a Chile. El dirigente cubano invitado por diez días permanecerá cerca de un mes en visita oficial, cosa nunca vista para un huésped de Estado. Antes había realizado una larga visita, algo menos largo, no obstante, en el Perú “revolucionario” del general progresista Juan Velasco Alvarado. Como lo certifican varias fotografías, él, el jefe de la guarnición de Santiago acuerda ser la escolta en Chile: el general Augusto Pinochet, un militar de alto nivel apreciado por el presidente Allende que lo considera como un militar patriótico sobre toda sospecha. Una visita que se transformó en gira personal para Castro, donde no falta una ocasión para dirigirse al pueblo chileno y de hacerse ovacionar por Salvador Allende cuando está presente, como si fuera oficina de “estrella americana” entre bastidores, Castro no permanece de brazos cruzados. Multiplica los encuentros con los responsables del Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR, promueve la lucha armada “durante la interminable estancia de Fidel en Chile, se acuerda Juan Vives, que reclutó a millares de chilenos que no servían dónde ponían los pies. Yo mismo había entrenado antes de la toma del poder por Allende a varios chilenos en el espionaje fotográfico. Algunos tenían por misión fotografiar hasta el último centímetro de las bases militares chilenas, otros tenían la misión de espiar los hábitos de vida de los jefes militares. Fidel preparaba las bases de la próxima guerra civil.” Algunos meses antes, Salvador Allende había restablecido las relaciones diplomáticas con Cuba desafiando a los Estados Unidos que habían impuesto a los Gobiernos de América Latina, a excepción de México, la ruptura de las relaciones con la isla castrista, y había acordado bajo la amistosa presión de Fidel Castro para que otorgue una amplia amnistía a los presos políticos. La medida aprovechó sobre todo a los militantes izquierdistas del MIR. Inmediatamente liberados se tomaban de la mano con los agentes cubanos. Cuando se entrevista con ellos, Fidel Castro les hace creer que la experiencia de la Unidad Popular sólo será de corta duración y que la única solución ante el peligro de la reacción burguesa consiste en armarse y armar a la población a la espera de la gran noche. Apenas oculta su escepticismo en sus discursos populares. “Las revoluciones no se votan, dice esencialmente, se hacen. Y se hacen con las armas en la mano ya que el enemigo no la dejara hacer, pero con las armas no vacilarán en servirte”. Inserta el clavo en su discurso de adiós pronunciado en el estadio nacional de Santiago donde treinta mil personas agitan banderas rojas y negras que son los colores del MIR y esgrimen banderolas a los lemas partidarios: “Cuba no está sola. ¡Adelante, comandante!” Pero se decepciona Fidel Castro y el mismo lo dice: esperaba al menos cien mil simpatizantes, un estadio lleno. Los chilenos de izquierda seguramente cansados de su presencia casi diaria sobre las ondas radiofónicas y televisivas no estuvieron ni pendientes de la ceremonia. Salvador Allende tampoco fue, un tanto disgustado por la omnipresencia de su huésped, a quien lanzó con ironía algunos días antes, como para responder a las críticas de los movimientos de extrema izquierda: “En un año hicimos más que la revolución cubana en el mismo plazo de tiempo”, añadió, no obstante: “¡No se trata de una observación descortés respecto a Fidel Castro!”. Contrariado, el Líder Máximo sugiere al gobierno chileno tomar el ejemplo de los “Comités de vigilancia de cada barrio” como una demostración eficaz para empujar el máximo de gente a una concentración. “Las reformas radicales del gobierno de la Unidad Popular desencadenaron la cólera y la resistencia, gritan, como en todos los procesos sociales de cambio, por parte de los explotadores y reaccionarios. Dijimos que no hay un único caso en la historia donde los reaccionarios y los privilegiados de un sistema social renuncian pacíficamente a los cambios”. Castro los pone en guardia contra un golpe de Estado que no tardará en llegar. ¿Y los nuestros, no defendieron con las armas en la mano el socialismo que acababan de instaurar en Cuba? Los fechadores son los mismos, los designa un dedo acusador, los conoce, combatió la invasión, la infiltración, los actos terroristas. Él sabe, está sobrentendido, no para Allende. Es necesario pues que los chilenos le den toda la confianza. Al darle esta tribuna, Salvador Allende tiene el aire de comportarse como un vasallo con respecto al número uno cubano. Dejó, en cualquier caso, a su huésped tejer su tela. A su regreso a La Habana, en ocasión de una cena de fin de año a la que invitó la élite política cubana, Fidel Castro comenta la naturaleza del régimen chileno, el carácter de Salvador Allende y las perspectivas de tal embrollo. José Luis Llovio, un antiguo agente del régimen, informa así de sus palabras en su obra Insider1 : “La consolidación del proceso revolucionario chileno, significa también que Chile será un trampolín para infiltrar nuestras ideas en Argentina y en Brasil. Nuestros “amigos” los yanquis lo saben bien y harán todo, por supuesto, para impedirlo. Pero difícilmente saldrán bien. La revolución en Chile es irreversible y si el momento de combatir llega, nosotros lucharemos con el pueblo chileno, fomentaremos la guerra civil en caso necesario y llegaremos así a nuestro objetivo. En este sentido nuestra penetración del MIR es vital”. Fidel Castro deja Chile el 4 de diciembre de 1971. Algunos años más tarde. Tony de La Guardia, al contar el viaje chileno de Castro a sus amigos, se puso a reír y dijo: “Allí, estaba como un testigo de Jehovah anunciando el Apocalipsis”. En algunas semanas varios agentes de la seguridad cubana llegan a Chile. Su misión: infiltrar las organizaciones políticas como el Movimiento de Acción Popular Unificada, el MAPU, aserrando la extrema izquierda de la Democracia Cristiana, y seguirles quitando el núcleo al MIR y a los sindicatos. La CIA, prevenida por uno sus de agentes en Cuba, intenta informar al estado mayor del ejército chileno de una operación organizada por los cubanos con el fin de infiltrar a todos los niveles las fuerzas armadas, dando como prueba que la DGI cubana ya le quitaba el corazón al cuerpo de investigación de los carabineros con el fin de acumular información contra el alto mando militar. En realidad, La Habana esperaba el momento propicio para crear una crisis interna en Chile con el fin de obligar a Allende a romper con la línea constitucional y declarar un régimen comunista de facto con el apoyo de las fuerzas paramilitares del MIR y grupos de acción chilenos pro castrista. Cuba durante numerosos meses intentó convencer al gobierno de la Unidad Popular de formar parte. “Se estimaba en veinte mil el número de trabajadores en armas en octubre de 1972, o en estado de llevar armas o en estado de encontrar, escribía Régis Debray, es decir que hay movilización e incluso militarización1 ”. Durante numerosos registros operados por el ejército, éstos descubren, en particular, existencias de armas en las fábricas, pistolas y ametralladoras de orígenes ruso, checo y húngaro. El Líder Máximo es un pragmático en materia de ideología y de práctica política. Se basa en los que le son incondicionalmente fieles. Tenía por otra parte una determinada experiencia en la materia. La “revolución” nacionalista impulsada en el mismo momento en Perú por el general Juan Velasco Alvarado, que había llegado al poder en 1968 por un golpe de estado contra el gobierno democrático de Fernando Belaunde Terry, se le sacrificaba enteramente y tomaba un camino antiimperialista. Del mismo modo, el golpe de estado efectuado en Panamá en el mismo período por el general Omar Torrijos contra el presidente Arnulfo Arias seguía un curso similar. Desgraciadamente para Castro, él mismo Velasco Alvarado fue derrocado por un golpe de estado, incluso por otra fracción del ejército que prefirió no ir más allá en la confrontación con los Estados Unidos, mientras que Omar Torrijos desaparecía en un accidente de avión. Más tarde, Hugo Chávez en Venezuela utilizará la misma vía que reivindicará abiertamente el ejemplo de sus mayores. Es decir, toda opción era aceptable, excepto la vía pacífica al socialismo, demasiada timorata y sobre todo demasiada democrática, la que representaba Salvador Allende. Durante estos años, por otra parte, todos los observadores estaban conscientes debido a que la Unidad Popular se encontraba en falso, ante las teorías desarrolladas por el castrismo, sobre la necesidad de la lucha armada. ¿Aquél que, en su libro Revolución en la revolución?, había sistematizado la opinión de la revolución cubana, apelante al desarrollo de la guerrilla a través del establecimiento de focos, en los hogares de la guerrilla rural, Régis Debray, le planteaba abiertamente el problema a Salvador Allende en 1971: “Sabe cuánto, en el marco de América Latina, su imagen se utiliza para oponer a la de Fidel y a la del Che1 ”. Consciente de esta oposición, que ponía en entredicho toda la estrategia elaborada por el castrismo sobre la necesidad de la lucha armada en América Latina. Allende intentaba reducir las diferencias con sus protectores cubanos ampliando el campo de las posibilidades revolucionarias: “La lucha revolucionaria puede ser el hogar guerrillero, puede ser la lucha insurreccional urbana, puede ser la guerra del pueblo, la insurrección al igual que la vía electoral. Todo depende del contenido que se le de2 ”. Salvador Allende va en visita oficial a la URSS en diciembre de 1972, con la intención de pedir una ayuda económica a los soviéticos con el fin de reorganizar las fuerzas armadas chilenas. La idea del presidente es formar, con la ayuda de Cuba, una alianza política con otros países de América Latina, y poder en caso de necesidad, enfrentar a los Estados Unidos. Por supuesto, los soviéticos no habrían sido descorteses en extender su influencia y patrocinar la coalición victoriosa que Allende había conseguido forjar entre las organizaciones de izquierda para presentarlo como un modelo de revolución marxista llegada al poder por la vía no violenta. Pero la experiencia era aún demasiado frágil y la URSS, que apoyaba esencialmente el PC de Luis Corbalán, no veía con muy buen ojo la influencia de los izquierdistas del MIR cerca de Allende. Éste volvió prácticamente con las manos vacías de su viaje a la URSS. Durante una escala en La Habana en el camino de regreso, el presidente chileno garantiza que los servicios secretos cubanos podrían utilizar Chile como base para armar y entrenar a los distintos movimientos revolucionarios del continente. Pero la degradación de la economía y la incapacidad del gobierno para restablecer los equilibrios y la presión de los cubanos para disolver el Parlamento desembocan en la desobediencia civil y en huelgas repetidas, en particular la de los camioneros que desorganizan todo el suministro del país. Los Estados Unidos cortan los créditos a Chile, excepto los destinados al ejército, ofreciendo al mismo tiempo períodos de prácticas a sus funcionarios. Salvador Allende presionado por Fidel Castro para quien una victoria en las urnas es un primer paso, no un final, piensa un momento en el recurso de la insurrección para ayudar a su gobierno. Pero sus reticencias son demasiado grandes, prefiere proceder por la vía legal. Durante las elecciones legislativas de marzo de 1973, los partidos de izquierda no hacen por lo tanto otra cosa que limitar los daños, obtienen un poco más del 43% de las sedes. Un simple soplo de oxígeno probaba, sin embargo, que la experiencia de Allende aún era apoyada por una gran parte de los chilenos. La Democracia Cristiana y la derecha seguían siendo la mayoría, pero no habían conseguido obtener los dos tercios de los diputados, cifra necesaria para poder destituir al presidente Allende. Por lo cual la experiencia de la Unidad Popular cada vez más se impugnaba, en el Parlamento, en la calle y sobre todo a si misma e incluso en las Fuerzas Armadas. Debía, para mantenerse en el poder y dominar su oposición, hacer una pausa en las reformas sociales, al mismo tiempo seguir dando al pueblo prendas de su compromiso a su lado, y sobre todo poner a las fuerzas armadas definitivamente en su campo. Pero los acontecimientos se precipitan: la señal de alerta es la tentativa de golpe del 29 de junio de 1973. Ese día el regimiento blindado número 2 se alza y va sobre el Palacio Presidencial, causando lo que se llamó el tancazo. La operación falla gracias a la habilidad y la lealtad del general Carlos Prats comandante en jefe del ejército. Salvador Allende se asocia entonces a los militares patrióticos a la marcha del gobierno con el fin de evitar toda nueva tentativa de rebelión militar. Después de este primer golpe de estado fallido, la situación política en Chile es en efecto, considerablemente tensa. Cada uno se prepara a la confrontación. Por tanto, Salvador Allende no se va a dejar desviar de la vía legal que lo eligió a partir de antes de su acceso al poder, a pesar de las críticas de los movimientos de extrema izquierda apoyados por Cuba. Efectúa distintas tentativas de aproximación con la Democracia Cristiana para llegar a una suerte de unidad nacional con el fin de hacerle frente a la gravedad de la situación. Salvador Allende está preso entre dos tendencias radicalmente opuestas y los cubanos están en contra de toda tentativa de conciliación. Es entonces cuando elaboran el “plan Z”. El historiador Emilio De la Cruz Hermosilla describe detenidamente el “plan Z”, que tenía por objeto, a su modo de ver, “descabezar el ejército” durante el tradicional almuerzo ofrecido a una cincuentena de oficiales por el presidente de la República todos los 19 de septiembre, día de las “glorias de la Patria”, en el Palacio de La Moneda. ¡En paralelo, las “fuerzas populares”, al grito de “los fascistas al poste!”, debían encargarse de neutralizar a todos aquéllos que se consideraban como “enemigos del pueblo”1 . “Considero que Allende fue aún más víctima de los cubanos que de los americanos” en esta amplia pero corta explicación, suficientemente clara para quien quería hacer el esfuerzo de comprenderlo, Dariel Alarcón Ramírez (“Benigno”), el antiguo camarada del Che Guevara, amigo íntimo de la familia Allende, en particular del presidente y su hija mayor Beatriz, destacaba en su libro en 1977, Memorias de un soldado cubano. Vida y muerte de la revolucion2 , la participación decisiva y turbia de los servicios secretos cubanos a lo largo de la experiencia chilena de la unidad popular. “Benigno” proseguía: “… En el Chile de Allende los que controlaban, era de hecho los cubanos. El departamento América y una gran parte de las tropas especiales que se encontraban en Chile en esta época. Estaban allí los hermanos La Guardia, el negro Ulises Estrada, Juan Carretero. Eso se asemejaba a una provocación. Los americanos, al ver que la hija de Allende se había casado con un teniente de la DGI encargado de las radio comunicaciones, que era al mismo tiempo el segundo responsable en la embajada (el primero realmente, ya que era un funcionario del Ministerio del Interior), debían obviamente reaccionar. “En Chile, una buena parte del aparato de seguridad de Allende era cubano, y allí también el Departamento América y todos los otros que intentaron tomar posesión del país” Fueron allí las primicias de un golpe de estado que más de treinta años después de su realización, no ha terminado de suministrar todos sus secretos. Los emisarios de Castro En este contexto un mes después del tancazo, primera tentativa de golpe, Fidel Castro envía una carta a Allende. Él escribió: La Habana, 29 julio1973 Querido Salvador, “Bajo el pretexto de hablar contigo cuestiones relativas a la reunión de los países no alineado, Carlos y Piñeiro efectúan un viaje hacia “allá”. Su verdadero objetivo consiste en informarse de tu situación y ofrecerte, como siempre, nuestra entera cooperación ante las dificultades y peligros que suponen un obstáculo al proceso y las amenazas. Su estancia será muy breve ya que tienen aquí numerosas obligaciones que dejaron en suspenso y, no sin sacrificar una parte de su trabajo, decidimos hacerles este viaje…” ¿Quiénes son Carlos y Piñeiro? Carlos, es Carlos Rafael Rodríguez, el número tres del régimen después de los hermanos Castro, antiguo dirigente del Partido Socialista (PSP), el “viejo” Partido Comunista, ministro de Batista (durante el mandato democrático de éste, entre 1940 y 1944) y bajo Castro. Manuel Piñeiro, por su parte, no es otro que el temible “Barba roja”, jefe del Departamento América, la estructura encargada supervisar las intervenciones cubanas, en forma de guerrillas o de tentativas de insurrección, en el conjunto de América Latina. La cabeza y el brazo armado hasta cierto punto, al más alto nivel. Ambos van hacia “allá”, la ciudad no designada a causa de lenguaje cifrado, pero que no es otra que Santiago de Chile, con una delegación de una docena de personas, Carlos Rafael Rodríguez que no era su primer viaje en calidad de “consejero” político, Piñeiro para tratar acerca de las cuestiones de seguridad. Fidel Castro siente sin embargo que una delegación cubana de tan alto nivel puede despertar sospechas en una población que desconfía, desde su viaje-maratón, de la influencia de los cubanos sobre la Unidad Popular, y sobre todo en las fuerzas armadas, hasta-allí consideradas como una excepción legalista en un subcontinente presa de golpes de estado militares recurrentes. Necesita pues encontrar un “pretexto” que enuncia claramente: una reunión de los países no alineados. Pero define el objetivo de su misión. La cooperación sobre todos los planes, incluido militar (es el sentido de la presencia de Piñeiro). Fidel Castro prosigue en su carta: “Veo que ahora se encuentran enfrentados a la delicada cuestión del diálogo con la Democracia Cristiana, en medio de graves acontecimientos como el brutal asesinato de tu ayudante del campo naval y la noticia de la huelga de los camioneros. Esta es la razón por la que me imagino la gran tensión existente y tus deseos de ganar tiempo, de mejorar la relación de fuerzas en caso de que la lucha estallara y, si es posible encontrar un medio que permita proseguir el proceso revolucionario sin guerra civil, preservando al mismo tiempo la responsabilidad histórica en lo que podría ocurrir. Son las observaciones encomiables…” Por ello Castro analiza la situación en Chile después de la prórroga obtenida por la Unidad Popular en las elecciones legislativas del mes de marzo, y el deterioro acelerado de la situación que iba a conseguir el levantamiento militar del 29 de junio. Para disponer de una mayoría política, la Unidad Popular debía encontrar un medio de acuerdo con la Democracia Cristiana, solamente la división había permitido la elección a la Presidencia de Salvador Allende. También era la voluntad de efectivamente realizar su doctrina al socialismo por la vía pacífica, en la cual Castro no creía y que todo hace pensar iba a sabotear ya que ponía en entredicho su tesis sobre la necesidad de la violencia revolucionaria y su predominio en América Latina. El 1 de agosto de 1973 se celebra una reunión en el Palacio de La Moneda en presencia de los enviados cubanos y principales dirigentes de la izquierda chilena, entre los cuales están Luis Corvalán, Secretario General del Partido Comunista. Juan Seoane, responsable oficialmente de la escolta del presidente, y algunos responsables del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria, no integrado a la Unidad Popular), el sobrino del presidente Andrés Pascal Allende. La reunión dura seis horas. Los cubanos tienen por objetivo convencer a Salvador Allende el aceptar distribuir armas a las milicias en formación en los barrios populares de la periferia de las grandes ciudades, especialmente de Santiago. Allende, por su parte, se resiste a esta idea ya que teme y con mucha razón el perder la confianza de una fracción aún fiel de las fuerzas armadas. Los enviados especiales de Fidel Castro, con la ayuda de sus aliados del MIR y la izquierda del Partido Socialista, consiguen torcerle el brazo. Los cubanos se encargan, por lo tanto, de proceder lo más rápidamente posible al armamento de las milicias. Un barco de la marina cubana Batalla de Jigüe, lleno de armas, llega al puerto de Valparaíso algunos días antes del 11 de septiembre de 1973. Los miembros de la delegación cubana que permanecían en Chile después de la salida de Carlos Rafael Rodríguez y de Piñeiro suben a bordo del barco a la espera de la autorización para bajar su carga. Esta autorización no llegará y el barco cubano se verá obligado a emprender la fuga para escaparse a los disparos de cañón de la marina de guerra chilena esa mañana del 11 de septiembre de 1973. Curiosamente, los intereses americanos y cubanos coincidían en la voluntad de hacer parte a este Gobierno de Unidad Popular: los Estados Unidos querían impedir una segunda experiencia sobre el modelo cubano, que habría podido ser una “mancha de aceite” y extenderse a otros países de América Latina, como lo temía el secretario de Estado del presidente Nixon, Henry Kissinger, mientras que Cuba no quería una opción divergente de su concepción revolucionaria. Castro toma algunas precauciones en el uso del lenguaje frente a Allende diciéndole al mismo tiempo el camino que debe seguirse. “Son las observaciones encomiables”, lo dicho. En estas palabras hay a la vez la condescendencia y una profunda incredulidad en cuanto a la posibilidad de la realización efectiva de estas convicciones. Inmediatamente después, da sus consignas: “Pero en caso de la otra parte, no podemos evaluar por aquí las intenciones reales, insistiría en adoptar una política pérfida e irresponsable, exigir a la Unidad Popular y a la revolución un precio imposible de pagar, lo cual es incluso bastante probable, no olvido ni un segundo la formidable fuerza de la clase obrera chilena y el apoyo enérgico que te aportó en todos los momentos difíciles; puede que una simple llamada de ti ante la Revolución en peligro, mantener la adhesión vacilante, imponer sus condiciones y decidir de una buena vez por todas, si es necesario en el destino de Chile. El enemigo debe saber que esta fuerza trabajadora está dispuesta y presta a entrar en acción. Su potencia y su combatividad pueden hacer inclinar la balanza en la capital a favor mientras que otras circunstancias son desfavorables”. Castro hace una distinción entre la Unidad Popular y la “Revolución”, es decir, los grupos como el MIR, el MAPU o la izquierda del Partido Socialista, cerca de los comunistas, que no son parte involucrada de la estrategia puesta a punto por Salvador Allende y cuyo objetivo es la creación de un “poder popular” capaz impulsar una radicalización política y social fuera del gobierno, fuera de las estructuras legales. Mientras que el objetivo de Allende consiste en restablecer relaciones de asociación con la Democracia Cristiana y con los sectores legalistas del ejército chileno. Castro por su parte, califica la política de la oposición de “pérfida e irresponsable”, previendo la imposibilidad de llegar a un acuerdo con ella ya que ésta exigiría de la Unidad Popular un “precio imposible de pagar”, a saber, concesiones que él mismo da por “inaceptables”. Esta actitud que es bastante “probable”, a su modo de ver, Allende debe comprometerse en otra vía, la de la radicalización. Después de haber analizado a su manera la delicada situación política, Fidel Castro se refiere a la actitud personal de Salvador Allende: “Tu decisión de defender el proceso con firmeza y con honor hasta el precio de la propia vida, decisión la cual todo el mundo sabe que eres capaz de realizarla, implicará a tus costes todas las fuerzas en condiciones de combate y todos los hombres y dignas mujeres de Chile. Tu valor, tu serenidad y tu audacia a esta hora histórica para tu patria y, sobre todo, tu orden firme, ejercida de manera resuelta y heroica, constituyen la clave de la situación”. Fidel Castro ha hecho prueba de una clarividencia extrema y de una capacidad de premonición asombrosa “hasta el precio de tu propia vida”: Salvador Allende deberá luchar hasta la muerte. No hay que rendirse ante el enemigo. No hay ningún compromiso posible. El heroísmo del presidente se planea por adelantado. El deberá sostener. No se trata ya de una decisión personal adoptada en conciencia sino de un acto político que no podía sufrir el menor esguince. “Haga saber a Carlos y a Manuel que nosotros, tus honestos amigos cubanos, podemos cooperar. Te reitero la ternura y la confianza ilimitada de nuestro pueblo. Fraternalmente Fidel Castro” Esta cooperación de la cual habla Castro es en realidad una influencia total sobre el proceso político chileno. La vía pacífica al socialismo es, para Castro, un fracaso. Él por otra parte torpedearía todo. Pero momentáneamente las presiones americanas se hacen más fuertes, nuevas huelgas estallan en todo el país, incluso en las profesiones liberales. El general Prats es contrario a la dimisión y que Salvador Allende nombre en su lugar a Augusto Pinochet en quien tiene una confianza absoluta. Los agentes cubanos previenen en La Habana que un levantamiento militar es inminente. Por su parte Salvador Allende ha preparado un discurso para el 11 de septiembre con el fin de anunciar un proyecto de referéndum sobre las consecuencias de las reformas en el marco de la vía legal. No tendrá tiempo de pronunciarlo… Un general chileno en La Habana Los informes de Fidel Castro con el sepulturero de la Unidad Popular, el general Augusto Pinochet, un dictador que impuso su poder durante diecisiete años y que simboliza aún hoy el más negro período de crueldad en América Latina, la de los años 70, es tan turbio como aquéllos que mantuvo con Salvador Allende. El comandante en jefe domina el arte de jugar sobre dos tableros. Augusto Pinochet es considerado como un militar sin reproche cuando sucede en agosto de 1973 al general Carlos Prats en el puesto de comandante General del Ejército, tras el tancazo. Carlos Prats es asesinado, así como su esposa Sofía Cuthbert, el 30 de septiembre de 1974 en Buenos Aires durante la “Operación Cóndor” desencadenada por Pinochet. El crimen fue perpetrado por Michael Vernon Townley, un agente al servicio de la DINA. Carlos Prats se había exiliado en Argentina algunos días después del golpe del 11 de septiembre de 1973. A principios de este mismo año, Pinochet parecía ser del tipo del funcionario patriótico en una institución que, a diferencia de las otras fuerzas militares de América Latina, no tenía la práctica de participar en levantamientos contra las autoridades civiles. Era un ejército Prusiano, acostumbrado por eso a respetar al pie de la letra las órdenes de su jerarquía, relativamente independiente de los Estados Unidos. Además, las unidades del ejército eran más flexibles que las unidades aéreas y navales que disponían de un armamento americano y cuyos oficiales eran formados en las escuelas de guerra de los Estados Unidos, parecían más dispuestos a poner fin a una experiencia socialista que juzgaban como nefasta. El principal ideólogo, la cabeza pensante del golpe de estado fue el jefe de la fuerza aérea, el general Gustavo Leight, por otra parte. Éste posteriormente será descartado del poder por Pinochet. Durante la larga gira que efectuó Castro en Chile en 1971, las fotografías de esta visita muestran a Castro y a Pinochet lado a lado. Una de ellas se tomó el 10 de noviembre de 1971. Se ocultaron generalmente después del golpe de estado. Los dos hombres, el primero en su tradicional traje verde oliva, el otro en uniforme de parada, efectúan un saludo militar al pie de la estatua de Bernardo O'Higgins, el Libertador de Chile1 . El general Pinochet, quien era el jefe de la guarnición militar de Santiago, efectuó a su vez una visita a Cuba en compañía de Salvador Allende. Donde tuvo la ocasión de entrevistarse con Fidel Castro, con Raúl Castro, con el presidente de la República Oswaldo Dorticós, así como con el jefe de la Dirección General de Inteligencia (DGI), Manuel Piñeiro. El comandante principal de las fuerzas armadas revolucionarias y el futuro comandante principal del ejército chileno, depositó con este motivo una ofrenda delante del monumento a José Martí el padre de las guerras de independencia cubanas. “Este honor estaba reservado a aquellos hombres en quienes Fidel Castro tenía una confianza absoluta y a los más altos dignatarios internacionales, comenta Juan Vives. Es decir, la naturaleza de las relaciones entre el régimen castrista y el general Pinochet. Yo mismo, tengo un encuentro con Pinochet en el vestíbulo del hotel Habana Libre. Fuimos a continuación a un salón privado donde discutimos acerca de la calidad del armamento del que disponían las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Éstas, en efecto, habían organizado especialmente para él, maniobras militares en la provincia de Pinar del Río, un respeto que no se reservaba a cualquiera. En el transcurso de nuestra conversación, Pinochet se mostró impresionado por los guardacostas torpederos soviéticos Komsomol, capaces de lanzar misiles mar-mar con una eficacia temible, así como por otros torpederos de fabricación china, el Piti, no obstante, menos eficaces. Pinochet ya gozaba de un gran aprecio por parte de Piñeiro y Fidel Castro en persona. Son ellos quienes, un año más tarde han impuesto a Salvador Allende el nombramiento de este general, que pensaban manipulable, a la cabeza del ejército chileno”. ¿Pinochet, hombre de La Habana en Chile? Habida cuenta del cariz que tomaron los acontecimientos a partir del golpe de estado del 11 de septiembre, la afirmación miedo parece incongruente. En efecto, se ha considerado al general golpista siempre como un instrumento de los americanos para poner fin a la experiencia de la Unidad Popular. Y con todo… El periodista William Valdés, que en la época cubría la visita a la isla por parte de Salvador Allende, para la televisión cubana, testigo de las reuniones privadas entre Pinochet y las más altas autoridades de la revolución castrista: “Estaba allí como periodista cubano, Allende estaba acompañado de militares chilenos, entre los cuales Augusto Pinochet era el más cortejado1 ”. “Benigno” tuvo conocimiento también de estos informes menos extraños entre el futuro golpista y los servicios secretos cubanos “Tuve la impresión que Fidel Castro tenía conocimiento de lo que el general Pinochet estaba preparando. Era bastante confuso en mi cabeza. “Se me invitó a la recepción de Allende al aeropuerto luego a la cena que le ofreció Fidel. Allí Salvador Allende me dijo que podía viajar Chile cuando quisiera. Algunos meses después de esta visita, Pinochet fue nombrado a la cabeza del ejército en Chile. Pues bien, se había concluido algo entre Pinochet, Piñeiro y Fidel Castro. Es que fue de Cuba esta decisión. La marina chilena expresó abiertamente su desacuerdo con este nombramiento. Antes, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba habían organizado efectivamente maniobras militares en Pinar del Río en honor de Pinochet. Salvador Allende no asistió a estos ejercicios supervisados por Raúl Castro. Estaba en compañía de Miguel Enríquez el principal dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, que se encontraba también en Cuba. “Pinochet era un hombre ambicioso, inteligente pero flojo. Fidel Castro pensaba poder utilizarlo como una marioneta. Se le escapó de las manos. En esa época, oí una conversación a su observación entre Manuel Piñeiro y un agente de la DGI, cuyo seudónimo era “Humberto”, en las oficinas del departamento América. Pinochet era el hombre a quien los servicios secretos cubanos habían elegido para tomar el ejército chileno y ponerlo en manos de Fidel Castro quien apoyó el planteamiento ya que sabía perfectamente que una simple insurrección popular sin el apoyo de una parte significativa del ejército iría al fracaso. “El general Pinochet no fue el único militar chileno en tener contactos con los servicios secretos cubanos. Hubo durante este período varias delegaciones militares que vinieron de Santiago o Valparaíso. Numerosos oficiales chilenos con su familia viajaban también de vacaciones a Cuba. Yo mismo había reclutado a un capitán chileno del nombre Hernán Manrique Fengor. Éste permitió salir a numerosos combatientes chilenos de izquierda, después del golpe de estado, mientras estaba encargado de la vigilancia de las fronteras, “Benigno” insiste: Fidel Castro preparaba un golpe de estado en Chile dirigido por los cubanos y Pinochet era un jefe. Eso es seguro. Me enteré más tarde de que se trataba de una operación nombrada “plan Z”, Pinochet, en realidad en los últimos minutos se dio la vuelta contra Fidel y lo traicionó 1 ”. El “plan Z” El presidente de la República de Cuba Oswaldo Dorticós, envió a su vez, en julio de 1973, una carta oficial dictada por Castro al futuro jefe de los golpistas chilenos, recordándole en particular, el contenido de las conversaciones que había tenido con los más altos responsables de la revolución. Una manera de ejercer presión sobre el militar pues todas las conversaciones que había tenido en Cuba se habían grabado y se habían registrado, como es la práctica en los servicios secretos cubanos. Los emisarios encargados de hacerle llegar no eran otros que Manuel Piñeiro y Carlos Rafael Rodríguez, los mismos que se habían elegido para entregar al presidente Allende otra misiva de Fidel Castro, prodigándole un número abundante de consejos con el fin de hacer frente al levantamiento militar que se perfilaba. En realidad, Piñeiro y sus agentes habían cometido un error de juicio sobre Pinochet y cuyas consecuencias iban a ser fatales. El hombre era menos manipulable de lo que dejó creer a los cubanos. El comprendió rápidamente la maniobra de la cual era el centro y el provecho que podía sacar: Augusto Pinochet, fue un simple oficial salido del promedio, y le daba gracias a Fidel Castro por desempeñar el primer papel. Una ganga que su aparente candor y su rubor iban a permitirle obtener. Su posición de comandante general del ejército iba a conferirle, en todos los casos hipotéticos, una situación de primer plano. Traído en las maletas que acompañaban a Manuel Piñeiro y Carlos Rafael Rodríguez, el “plan Z” tenía por objeto armar lo más rápidamente posible los hombres del MIR que no lo estaban aún, algunos sectores del Partido Comunista y los organismos de “Poder Popular” controlados por la extrema izquierda, sobre todo en los suburbios de Santiago. El plan preveía también liquidar físicamente oficiales, esencialmente los de las fuerzas navales y aéreas, sospechosos de no querer unirse al proceso revolucionario o de frustrarlo. Pero eso no bastaba. Los militares o, al menos, una parte de ellos debían unirse al movimiento. Entretanto, algunos días antes del 11 de septiembre, marineros aparentemente pertenecientes al MIR y en plena preparación de una rebelión, fueron arrestados por sus superiores jerárquicos y los torturaron. Algunos reconocieron que una insurrección estaba a punto de estallar y que la población terminaba de armarse con este fin. Con el consentimiento de los altos mandos, se llevó a cabo una investigación militar muy puntual, revelando el juego turbio de Augusto Pinochet. El alto mando militar, sin informar a los americanos, decidió tomar los frentes. Los jefes de la aviación, la marina y los carabineros ya habían tomado la decisión de alzarse contra el gobierno constitucional y poner a Pinochet contra la pared. En efecto sólo dos días antes del golpe, es decir en el último momento, ante la insistencia de los jefes de las otras armas decididos que sea el comandante principal del ejército él mismo que tome la dirección del golpe de estado, Pinochet, comprendió que no tenía otra elección, se resolvió a aparecer como el desencadenante supremo del levantamiento contra el presidente Allende, traicionando al mismo tiempo a Fidel Castro y su “plan Z”. SEXTA PARTE ¿QUIEN MATÓ A SALVADOR ALLENDE? El presidente y sus guardias en la Moneda Hacia las seis horas de esta mañana - secciones sediciosas de la marina chilena se apoderan del puerto de Valparaíso, al oeste de la capital Santiago. Las radios no transmiten ya y el ejército en orden de batalla está dispuesto a dar el asalto al Palacio Presidencial. Salvador Allende se despierta, cuando son las seis horas veinte suena el timbre del teléfono en la calle Tomas Moro, lugar de su residencia privada. Las noticias son graves. Le anuncian el levantamiento de la marina y la inminencia del golpe de estado militar. A su vez llama a su ministro de Asuntos Exteriores, Orlando Letelier, y le pide obtener confirmación de lo que le acaban de informar. Éste confirma inmediatamente; un movimiento de tropas recorre las calles de Santiago. El presidente decide sin demora volver al Palacio de La Moneda, llega a las siete horas treinta, acompañado de sus ayudantes de campo y de diecinueve miembros del GAP encargados de su seguridad, la mayoría de ellos cubanos. En este lapso de tiempo, se hace presente inmediatamente Orlando Letelier, que se incorporó a su Ministerio y fue hecho prisionero 1 . Algunos minutos más tarde, una sección de carabineros leales toma posición delante del Palacio a bordo de vehículos blindados. José María Sepúlveda Galindo, responsable de los carabineros, se reporta a Salvador Allende en su oficina. Éste, obviamente abrumado, intenta contactar por teléfono a algunos de los generales implicados en la sedición para que se le diga la verdad, una verdad que a veces no se cree. “Nadie responde, dice, yo pienso que a esta hora todos ellos se han integrado a la rebelión” pero aún permanece a esa hora, convencido de la honradez de aquél que nombró el 23 de agosto de 1973 a la cabeza del ejército: el general Augusto Pinochet, un francmasón como él, que siempre ha hecho acto de subordinación al gobierno civil. Salvador Allende le confió como misión ser una verdadera defensa contra los movimientos militares o paramilitares incontrolados que se multiplicaban desde la mitad de este año 1973. Cuatro días antes del golpe de Estado Augusto Pinochet le había dirigido muy hábilmente un correo al general Carlos Prats, a quien había sustituido y que haría asesinar el 30 de septiembre de 1974 en su refugio argentino: “El que le sucedió a la cabeza del ejército sigue estando a sus órdenes, tanto a nivel profesional como personal”. Dos días más tarde, Pinochet ratifica todo, después de haber vacilado detenidamente, el plan imaginado por el general de aviación Gustavo Leigh y acepta la fecha del 11 de septiembre para ir sobre La Moneda. “Eso podría habernos costado la vida” en realidad, como lo reconocerá más tarde, pero sin decir cómo ni con que… Augusto Pinochet conspiraba desde hace diecisiete meses. Hablando de Salvador Allende después del golpe, declarará cínicamente a funcionarios que le reportaban: “Este tonto tuvo confianza en mi hasta el final”. Salvador Allende, en efecto, no pensó nunca que Pinochet habría podido traicionarlo. Lo expresa ahora, a viva voz su ministro de Agricultura, José Tohá, presente en La Moneda, luego lo repite a las siete horas cincuenta y cinco sobre las ondas de Radio Magallanes, la única radio a la cual siguen teniendo acceso. El “plan silencio”, puesto a punto por los generales felones, hizo callar todos los otros, redujo a pantalla negra las cadenas de televisión próximas al poder y colocó todos los medios de comunicación del país bajo su control. El golpe de estado, que había comenzado en la noche, se desarrollaba según un programa estricto. En una nota dirigida al National Security Council, tres semanas más tarde, Patrick Ryan, el teniente coronel responsable de los marines en la embajada americana de Santiago, da los detalles siguientes “El golpe de estado fue próximo a la perfección. El plan de origen preveía que se retuviera al presidente Allende sin posibilidad de comunicarle hasta que el golpe de estado sea un hecho realizado. Un plazo dentro de la hora H en Santiago permitió a Allende alertarse y dirigirse a La Moneda dónde ha tenido acceso a equipos de comunicación de radio que le permitieron pedir personalmente a los estudiantes y obreros venir al Palacio Presidencial a defender el gobierno contra las fuerzas armadas”. Eran las ocho treinta. El ejército había bloqueado todas las carreteras de acceso a Santiago. Dentro de la capital los controles eran muy rigurosos. Los que en la calle no llevaban suéter del color convenido por los militares golpistas corrían un gran riesgo de ser abatidos sin conminación. Allende consigue difundir dos llamadas de ayuda. La primera, a las ocho horas treinta, por lo tanto, se lanzó con una voz fuerte y confiando en poder movilizar a estudiantes y trabajadores: “Estoy aquí para defender al gobierno a quien represento para el futuro del pueblo. Estoy en alerta y vigilante (…) Espero que los soldados de Chile respondan positivamente para defender las leyes y la Constitución. Los trabajadores deben regresar a su lugar de trabajo y esperar nuevas instrucciones.” Poco después, Salvador Allende, instalado en el segundo piso del palacio sigue minuto a minuto el desarrollo de la situación, llama por teléfono a Rolando Calderón, secretario general de la Central Unitaria de Trabajadores, el CUT, y a Hernán del Canto, miembro del Comité central del Partido Socialista, y les dice: “¡Los líderes de los partidos deben hacer los deberes, yo haré el mio!1 ” Pero el black out impuesto a los medios de comunicación impedirá a estos hombres hacer un llamado a sus militantes. En cambio, hacia las ocho horas cuarenta, la Junta militar se dirige a los chilenos sobre las ondas de la estación de Radio Agricultura, un mensaje recogido en La Moneda: “Considerando, en primer lugar, la grave crisis social y moral en que se encuentra el país, en segundo lugar, la incapacidad del gobierno para controlar el caos, en tercer lugar, el desarrollo constante de grupos paramilitares entrenados por los partidos de la Unidad Popular que conduciría al pueblo chileno hacia una inevitable guerra civil, las Fuerzas Armadas y los Carabineros deciden: (…) Firmado: Augusto Pinochet Ugarte, comandante General del Ejército; José Toribio Merino, comandante General de la Marina; Gustavo Leigh comandante General de la Aviación, y César Mendoza Duran, director general de los Carabineros”. El mensaje fue largamente difundido en todo el país y llegó a todas las unidades de las Fuerzas Armadas así como a las escuelas militares. A partir del final de este mensaje radiofónico, los vehículos blindados de los carabineros que protegían el palacio presidencial abandonaron sus posiciones. En su oficina, Salvador Allende escucha a sus tres edecanes, Roberto Sánchez, Jorge Grez y Sergio Badiola, exponerle la propuesta de la junta: ésta acepta poner a su disposición un avión para dejar el país, él y su familia, después de una rendición sin condiciones. Realmente se trata de una trampa tendida por los militares y confirmada después del descubrimiento de los registros de las comunicaciones entre los golpistas Augusto Pinochet y el almirante Patricio Carvajal. Este último dijo: “Se le hace preso sin condiciones y se le ofrece, dice, la vida segura.” Respuesta de Pinochet “… la vida segura y su integridad física. Luego se le lleva a otra parte inmediatamente. Mantenemos la oferta de permitirle abandonar el país. Pero, añade Pinochet estallando de risa, el avión caerá en vuelo.” Allende se niega categóricamente: “¡Las Fuerzas Armadas, ha dicho, rompieron con su tradición, no me rendiré, no renunciaré!” Inmediatamente el presidente releva de sus funciones a sus edecanes y les deja la elección de regresar a su cuerpo de origen. Hacia las nueve y diez horas, Salvador Allende se va a dirigir por segunda vez a través de Radio Magallanes a la Nación Chilena: “Es la última vez seguramente que podré dirigirme ustedes (…) no voy a renunciar. En este momento histórico, pagaré con mi vida la honradez al pueblo (…). Radio Magallanes se reducirá pronto al silencio y el tono de mi voz ya a ustedes no llegará. Eso no es nada. Seguirán oyéndome. Se acordarán de mí como un hombre digno que fue honesto a su patria (…). Saben que, pronto o tarde, se abrirán de nuevo las grandes avenidas por dónde pasará el hombre libre para construir una mejor sociedad (…). Tengo la certeza que mi sacrificio no será en vano. Estoy seguro que habrá una sanción moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición”. Será su última intervención, que se ha convertido en legendaria, su testamento político hasta cierto punto. La fuerza aérea, que había ubicado la antena, la hace saltar. Son alrededor de las diez horas y quince minutos. Algunos momentos más tarde, los tanques del 2º regimiento blindado, bajo las órdenes del general Javier Palacios, toman posición en torno a la Plaza de la Constitución apuntando con sus cañones al edificio presidencial. Solos permanecen al lado de Salvador Allende, dentro del palacio, sus más cercanos colaboradores y los miembros de su guardia personal, cuya mayoría son cubanos. El presidente sólo conoce de éstos los nombres: Joel, Flavio, Arturo, Alejandro, Rogelio. Y aún… ya que no son allí más que seudónimos de miembros de la Seguridad del Estado especialmente destinados a la protección de personalidades “amigos”1 . Las idas y llegadas de miembros de la seguridad del presidente, bajo la dirección de Patricio de La Guardia, entre el Palacio de La Moneda y la embajada de Cuba muy cercana son constantes, hasta alrededor de las once horas de la mañana. Con siete miembros de GAP, Manuel Cortes tiene por misión estar listo ante la eventualidad de la evacuación del presidente. El hombre se ubica cerca de La Moneda, en el Ministerio de Obras Públicas, decidido con sus hombres para organizar en tromba la salida del coche de Salvador Allende en caso de que éste aceptara dejar el palacio, para organizar la resistencia desde el exterior. “Hubo un primer cese al fuego, se acuerda Manuel Cortes. El presidente en primer lugar había aceptado ir, pues aparentemente estaba secuestrado. Nuestro plan era llevarlo por los barrios populares de la periferia de Santiago. Allí había armas y pendones que el presidente habría podido usar para organizar la résistencia2 ”. Durante este tiempo en el puerto de Valparaíso, el buque cubano Batalla de Jigüe, aún cargado con armas destinadas a los militantes del MIR, precipitadamente acaba de instalarse para zarpar del puerto. La marina chilena intenta interceptarlo antes de que gane la alta mar, pero las salvas de sus cañones no lo alcanzan. La relación de Fuerzas en adelante está en gran medida a favor de los golpistas. En el interior de La Moneda, sigue habiendo alrededor de un centenar de hombres, la mayoría son cubanos. Disponen de fusiles ligeros M 16 y AK-47, además de tres bazucas y cinco metralletas de calibre 30. En el exterior otros cubanos tomaron posición sobre los techos de los alrededores. Según el general Sergio Arellano Stark, quien los supervisa desde el Ministerio de Defensa, los más numerosos se encuentran sobre los techos de los edificios de: Intel, el State Bank, el Diario Clarín, el edificio España y el Teatro Intercontinental. Los tanques Sherman les disparan sin cesar. Los soldados de la escuela de jóvenes oficiales se despliegan al este del Palacio Presidencial, mientras que el regimiento Tacna llega por el sur, cubierto por la aviación y los helicópteros. Ya casi al mediodía. Los combates siguen haciendo daño: balas de todos los calibres afectan la fachada de La Moneda, haciendo volar en resplandores los cristales de las ventanas y destruyendo todos los muebles en el interior. Salvador Allende pide a los que aún están con él refugiarse detrás de las gruesas paredes de las oficinas. Ayudado por el fuego alimentado de la metralleta de un helicóptero Puma, las tropas del general Palacios y sus tanques rompen la resistencia de los francotiradores colocados en los últimos pisos de los edificios y sobre los balcones. Sin embargo, varios alto el fuego tuvo lugar esa mañana alrededor de la empalizada presidencial. Hacia las once horas, una delegación de leales a Salvador Allende se acercó bandera blanca en mano en el Ministerio de Defensa, según Manuel Cortes, para pedir la rendición de los golpistas. Los militares risueños reiteraron sus exigencias: la abdicación inmediata y sin condiciones del presidente Allende. Pero este último pensaba que le quedaba quizá una última carta por jugar: si aceptaba poner fin a la influencia castrista en Chile expulsando a los cubanos del país, podía satisfacer una vieja exigencia del ejército. Juan F. Benemelis, historiador exiliado, un antiguo miembro de los servicios secretos cubanos, consideraba también que la “vía chilena” se desviaba de su sentido: “Había tenido críticas en el Partido Socialista contra Allende, debido a la presencia de cubanos. Su secretario general, Carlos Altamirano, no estaba de acuerdo con tal presencia, que no correspondía a la psicología de los chilenos, aunque las aspiraciones políticas parecían las mismas. Salvador Allende era aún subordinado de un marxismo romántico. Esta esperanza era inútil, ya era demasiado tarde. Sobre las ondas el general Leigh anuncia que la orden se dio a los aviones Hawker-Hunter de bombardear la fachada de La Moneda. Por su parte, el almirante Carvajal negocia por teléfono con José Tohá. Este pide un plazo suplementario con el fin de terminar la evacuación del asediado edificio, para hacer salir a las mujeres aún presentes, así como a Beatriz e Isabel, las dos hijas de Salvador Allende. Hacia las trece horas treinta, los aviones deben en principio verter sus bombas sobre la empalizada es un ruido infernal que dura cerca de veinte minutos, cuando cesan por fin los bombardeos, la parte central de La Moneda es devastada por las llamas. Desde helicópteros se lanzan bombas cargadas de gas que son proyectadas dentro del edificio. La atmósfera es irrespirable. Resguardados detrás de las orugas de los tanques, los soldados de infantería reanudan su progresión y llegan rápidamente delante de la puerta central del palacio. Allí, una veintena de hombres lo fracturan antes de entrar. Salvador Allende se encuentra aún en el segundo piso con algunos camaradas. Cuando comprende que abajo debe ser el punto de entrada de los golpistas, da orden a los últimos presentes, de abandonar el lugar sin perder un segundo. “¡Abandonen sus armas y salgan!” les grita. ¿Muerto en combate o suicidio? Jorge Timossi, corresponsal de la agencia oficial cubana Prensa Latina en Santiago, asiste al golpe de estado antes de regresar precipitadamente a La Habana dos días más tarde. Su testimonio, publicado en numerosos Diarios, entre otros Le Monde de fecha 22 de septiembre de 1973, confirma la idea de que Salvador Allende, expresando al mismo tiempo a la opinión su voluntad de sacrificarse, intentó negociar hasta el final con la dirección de la junta militar. “A las trece horas cincuenta y dos, escribió Timossi, recibo una llamada del palacio. Es Jaime Barrios, consejero económico del presidente, que se pega a una de las ventanas del frente del edificio. Me dice: “Llegaremos hasta el final. Allende está sacando una metralleta. Aquí es el infierno y el humo nos obstruye. Augusto Olivares (apodado el perro periodista próximo a Salvador Allende) murió. El presidente envió a Fernando Flores (secretario general del Gobierno) y Daniel Vergara (Sub Secretario del Interior) para parlamentar. Exige una garantía para la clase obrera y las conquistas sociales, y decidirá si los militares aceptaran sus condiciones. “Es la última información que tuve de Jaime Barrios prosigue Jorge Timossi. Los militares golpistas hicieron presos a Flores y Vergara”. Poco tiempo antes, el corresponsal de Prensa Latina escucha de agentes cubanos pasados a la resistencia que, en el momento de decir adiós al presidente, precisa su hija Beatriz, “una auxiliar de primera línea”, se niega a dejar el palacio. “Sé que fue necesario suplicarle y forzarla para que acepte finalmente salir con otras tres colaboradoras, entre las cuales Frida Modak, directora de prensa de la Presidencia y la esposa de Jaime Barrios. Sé también que Beatriz Allende llegó a sesenta metros de la Moneda, se ocultó en una caja de escalera de un inmueble a la espera de de poder regresar al palacio.” Beatriz no pudo regresar a La Moneda y unirse a su padre, el asalto acababa de darse. Se vio obligada a volver cuanto antes por caminos desviados a la embajada de Cuba y a esperar las noticias. “Llegada a la embajada cubana Beatriz pidió saber dónde se encontraba Patricio de La Guardia quien estaba supuesto a proteger a su padre, informa Juan Vives. Se le respondió que debía encontrarse delante del embajador de Suecia que había aceptado ayudar al presidente chileno y concederle, a petición suya, el asilo político. Cuando se enteró de que Patricio estaba solo, Beatriz comprendió que había abandonado a su padre y le dio una crisis de nervios. ¡Fue necesario, me confió Ulises Estrada encargado defender la embajada cubana, que se le inyectara un calmante para controlarla!” Según una versión hoy muy extendida, el presidente Salvador Allende abrumado penetra en su oficina, se sienta sobre la silla presidencial, entre sus piernas coloca su fusil AK-47 y se dispara dos balas bajo la barbilla. Dos balas que ponen fin a la vida del presidente Socialista Chileno. ¿Suicidio? Los últimos hombres que dejaron el buque, La Moneda está desierta. Con todo, uno de sus médicos, Patricio Guijón, afirmará haber visto al presidente suicidarse. A pesar de esta prueba tardía, la duda está permitida. Jorge Timossi da información asombrosamente precisa y exacta acerca de la hora de la muerte del presidente chileno: “Salvador Allende, que combatió con un fusil y un casco de acero, bañado en un charco de sangre, extendido sobre la alfombra de su oficina. Murió entre las trece horas cincuenta y catorce horas quince. Este tiempo se delimita con precisión: murió después de haber enviado a Flores y a Vergara a parlamentar, después de que a éstos les hicieron presos, y antes de que los militares ocupen el palacio, o en el momento en que entraron. La junta militar no se atrevió a informar a la opinión pública inmediatamente y esperó un día”. Timossi, sin embargo, parecería sugerir en su testimonio que Salvador Allende había muerto en combate. Tanto más que, siempre a su modo de ver, otros colaboradores del presidente habrían muerto en las mismas condiciones, en particular, Augusto Olivares, El perro se dirá más tarde que también él se suicida, Aníbal Palma, antiguo secretario general del Gobierno, y también Miria Contreras La Payita, la más íntima colaboradora de Allende. Con respecto a ésta, da los siguientes detalles: “Añado que cuando los militares entraron en el palacio, Miria Contreras, secretaria del presidente, cayó seriamente herida en la noche del miércoles, yo me enteré de que era operada de urgencia en un hospital militar. Podría ser una clave para saber lo que pasó cuando los militares fascistas invadieron los lugares. Y por esta razón, era fácil suponer que no sobreviviría a sus heridas”. La Payita está todavía con vida. Pero se niega a decir lo que sabe sobre las circunstancias de la muerte de Salvador Allende. El artículo de Timossi servirá de base a todas las versiones difundidas desde Cuba a través del mundo. Con motivo del trigésimo aniversario del golpe de estado, en 2003, Timossi volvió de nuevo sobre las circunstancias del final del presidente chileno: sigue defendiendo la tesis de la muerte en combate. Cuando el general golpista Palacios llega al lugar con algunos soldados, Salvador Allende yace muerto desde hace varios minutos. Palacios lo constata y pide que se bloquee la puerta de la oficina donde yace el cuerpo del presidente. Envía a continuación un corto mensaje a los generales reunidos con el ministro de Defensa: “Misión cumplida. Se tomó La Moneda. El presidente está muerto”. Del Palacio Presidencial los bomberos sacan sobre una camilla un cuerpo envuelto en una cobija tradicional colombiana. Desde el Ministerio de Obras Públicas, desde donde se observa siempre, Manuel Cortes lo percibe “inmediatamente supe que era él. Reconocí a Salvador Allende por las suelas de goma de sus zapatos. En ese momento comprendí que nuestra misión se terminó, y me hundí”. El suicidio según la Junta Al día siguiente, el comunicado oficial de la junta militar chilena anuncia el suicidio y la inhumación del presidente Allende. Va seguido de un breve comentario: “1/ Hoy martes, a las 13:09, Salvador Allende ofreció su rendición incondicional a las fuerzas militares. 2/ A tal efecto, se envió inmediatamente una patrulla al Palacio de La Moneda, de ahí esta se retiró por tiros de francotiradores, fijados, en particular, en el Ministerio de Obras Públicas, que pretendían interceptarlos. 3/ Al penetrar en el Palacio de La Moneda, la patrulla encontró el cadáver del Sr. Allende. 4/ Se levantó el cuerpo y se transportó al hospital militar donde una comisión médica compuesta por los jefes de los servicios sanitarios de las Fuerzas Armadas y Carabineros, asistidos por un médico-forense, constatan la muerte y el suicidio. El 12 de septiembre al mediodía, tuvo lugar el entierro privado en presencia de la familia. Firmado: Junta de Gobierno Militar”. Los dirigentes golpistas no tienen ningún interés por propagar la versión de un presidente asesinado por los asaltantes de La Moneda. Ante la opinión pública mundial, la versión del suicidio es la única aceptable. Ésta no se constata, según el comunicado, una vez que el cuerpo de Allende es transportado al hospital militar. Otro elemento que atrae la atención en este comunicado. Es que el presidente tenía la intención de negociar y de rendirse. Las dudas de la prensa En su edición del 14 de septiembre de 1973, Le Monde pública el siguiente comentario: “Según el enviado especial de la AFP a Mendoza, en la frontera argentino-chilena, se garantizaba el miércoles por la noche, según personas actualmente en la clandestinidad en Santiago que fueron muy próximas al exjefe del estado chileno, que éste fue muerto por los primeros militares que penetraron en el palacio, mientras que había tomado la cabeza de la resistencia, con casco y un arma en la mano”. Una semana más tarde Le Monde, con fecha del 21 de septiembre de 1973, duda también de la versión del suicidio de Salvador Allende hecho por la Junta militar, y retoma la hipótesis de la muerte en combate del presidente, así como la del Perro Olivares. “Se comprendía mal que el antiguo Jefe de Estado haya puesto fin a sus días mientras que la mayoría de sus colaboradores que estaban a su lado, comenzando por el periodista Augusto Olivares, su consejero de prensa, aparece allí, que habían sido muertos por los primeros soldados que entraron a La Moneda en llamas el martes 11 de septiembre. Una radio favorable a la junta. La semana pasada había exaltado el gesto de un capitán de nombre Garrido o Gallardo que había entrado a La Moneda y que había sido herido y luego había muerto, el presidente Allende (…). Las declaraciones hechas en México por la hija de Salvador Allende van en el mismo sentido y contradicen seriamente la tesis de los militares, de la cual aún es difícil decir si ellos dieron la orden de matar al presidente o si se limitaron “a cubrir” la iniciativa de un oficial”. El corresponsal del Mundo en México reanudaba en realidad las declaraciones de la hija menor de Allende, Isabel, que afirmaba: “Mi padre no se suicidio. Murió combatiendo. (…) Los que permanecieron con él hasta el final me lo dijeron. (…) Murió alcanzado por una ráfaga de cinco balas”. El periodista prosigue: “La hija de Salvador Allende añadió que si su madre en primer lugar habría aceptado la versión del suicidio. Es porque no estaba informada.” Isabel Allende concluye: “Pero ahora sabe la verdad”. Lo menos, es que la confusión reinaba dentro de la familia del presidente. Las unas y los otros querían convencerse mutuamente de la tesis de la muerte en combate. Treinta años más tarde, Isabel Allende, convertida en presidenta del Senado de Chile, declara que ella pensaba que su padre se había suicidado. En una entrevista al diario chileno El Mercurio, explica: “Reconozco que, hasta 1990, no estaba segura”. La “verdad” evolucionó considerablemente con el tiempo. Inmediatamente después del golpe de estado. Beatriz, la hija mayor de Allende, se fue para Cuba. Defendió la tesis del suicidio como los otros miembros de su familia. Nunca más tendrá la ocasión de volver de nuevo sobre el tema. Morirá poco tiempo después en Cuba, durante el verano 1974. Pero existe una tercera versión, repartida por varias agencias de prensa, la Agencia Francesa de Prensa el 12 de septiembre de 1973, recogía en un simple párrafo al día siguiente por Le Monde: “Según fuentes de la derecha chilena, el presidente Allende fue asesinado por su guardia personal en el momento en que pedía cinco minutos de cese el fuego para rendirse a los militares que estaban a punto de entrar en el Palacio de La Moneda”. Se entierra inmediatamente esta hipótesis. No le conviene a nadie: ni al entorno de Salvador Allende, ni a la izquierda chilena y sus amigos en el exterior, ni incluso a los militares, y sobre todo no le conviene a Fidel Castro… El relato épico de Castro Es por supuesto, la tesis de la muerte en combate que defenderá el 28 de septiembre del mismo año Fidel Castro delante de “un millón” de cubanos formados en la Plaza de la Revolución en La Habana, y en presencia de Beatriz Allende, que declara: “El pueblo cubano por supuesto conoce la realidad, pero, en mucho otros países, la campaña de mentiras difundidas por la Junta fascista y repetidas por las agencias del imperialismo americano, pretende elaborar una cortina de humo sobre los hechos ocurridos en La Moneda, la trinchera de combate del presidente Allende. “Vengo a confirmarles que el presidente de Chile a combatido hasta el final con las armas en la mano. Que defendió hasta su último soplo el mandato que su pueblo le había confiado, la causa de la revolución chilena, la causa del socialismo. “El Presidente Salvador Allende cayó bajo las balas enemigas como un soldado de la Revolución, sin condiciones de ninguna clase (…). » Después de los discursos de Beatriz Allende, a quien cortésmente había dejado la palabra en primer lugar, el comandante en jefe concluye como es su hábito: “Entonces se produce una de las mayores proezas del presidente. Mientras que el palacio está en llamas, se arrastra hasta su gabinete que se encuentra frente a la plaza de la Constitución, se apodera, personalmente de una bazuca, lo dirige contra el tanque, situado en la calle Morandé, que tira furiosamente contra la calzada y lo pone fuera de combate de un impacto directo”. Hace ya diecisiete días que Salvador Allende murió, diecisiete días que la tesis del suicidio es mencionada por los medios de comunicación, pero Castro quiere que Allende hubiera muerto combatiendo. Un suicidio no es un ejemplo que se debe seguir. Para que el revolucionario Allende se convierta en un mito, en un mártir, es necesario que haya muerto como un héroe, con las armas en la mano contra los militares fascistas. ¿Es necesario precisar que ningún tanque del ejército chileno fue afectado por un obús de bazuca? Castro proporciona detalles de un realismo mágico sobre los últimos momentos de Salvador Allende: “El presidente se encontraba con varios de sus camaradas en una esquina del Salón rojo. Avanzando hacia el lugar por dónde penetraban los fascistas, él recibe una bala en el estómago que lo obliga a torcerse de dolor, más él no cesa de luchar, apoyándose sobre un sillón, él sigue disparando contra los fascistas a algunos metros de distancia, hasta que una segunda bala lo hace sucumbir y una vez moribundo él se metralla de balas. “Una vez que ven caer el presidente, miembros de su guardia personal contra atacan vigorosamente y rechazan de nuevo a los fascistas hasta la escalera principal. Se produce entonces, en medio del combate, un gesto de una insólita dignidad: los miembros de su guardia personal levantan el cuerpo del presidente, lo colocan sobre el sillón presidencial y lo cubren con una Bandera Chilena”. Este gesto de “dignidad” parece por lo menos extraño en medio de una batalla que causa indignación en los hombres - Castro no lo dice - que prácticamente todos los cubanos a las órdenes de Patricio de La Guardia estaban supuestamente dispuestos a sacrificar cariñosamente su piel. Sin embargo, todo salió bien, pero no en las condiciones descritas por el comandante en jefe… El relato de la muerte de Allende por Castro se elaboró cuidadosamente, en caso de que los espíritus malintencionados se advirtieran de poner en duda la versión de la muerte en combate o la del suicidio. Para los que podrían seguir defendiendo esta segunda tesis. Castro añade al final de su discurso: “Pero, aunque Allende, seriamente herido, para no caer en las manos enemigas, había devuelto su arma contra él, no sería una falta de temeridad, por el contrario, eso habría constituido un gesto de un valor extraordinario…” Más aún, el líder cubano se menciona en la tragedia de Salvador Allende. Es él, Fidel Castro, quien le había obsequiado el fusil con el cual combatió: “Cuán justo y premonitorio el que hayamos obsequiado este fusil al presidente. Nunca antes un fusil fue empuñado por manos tan heroicas ¡las de un presidente Constitucional legítimo de su pueblo! Y jamás un fusil defendió mejor la causa de los humildes, la causa de los trabajadores y campesinos chilenos. ¡Si cada trabajador y cada campesino habrían tenido un fusil como éste en sus manos, no habría habido golpe de estado fascista!” Este discurso del 28 de septiembre de 1973 daba el tono a todos los adeptos del castrismo. Incluso el enfoque en el artículo “La verdadera muerte de un presidente” que publica Gabriel García Márquez, íntimo de Castro. Se trata de hacer una suerte de todas las versiones que podrían servir a la causa de la revolución son los actos del Líder Máximo. Pero, a fuerza de querer que las declaraciones estén de acuerdo, los detalles los contradicen. García Márquez, por ejemplo, indica que es a las cuatro de la tarde que el general Palacios entra a la Moneda con un grupo de oficiales, o sea dos horas después de la cronología confirmada por el colectivo de testigos. Una fotografía del cadáver Durante cerca de diez años, la tesis “heroica” se impuso, tanto más que los golpistas se distinguieron por la brutalidad de la represión llevada contra el colectivo del pueblo chileno. Luego, ante la acumulación de los testimonios invalidando la posibilidad del asesinato por los militares, es la versión del suicidio la que sale a la superficie. Con todo, la duda persiste, sobre todo en los partidarios más entusiastas de Allende. Por su parte Manuel Cortes siempre ha rechazado esta hipótesis. “Nunca he creído en el suicidio del presidente Allende, he dicho. No creo tampoco en el doctor Patricio Guijón que dice haber visto al presidente suicidarse, mientras que se encontraba solo en el segundo piso. El presidente no estuvo nunca solo. Siempre estaba acompañado por dos o tres hombres…” Manuel Cortes martilla la idea que los militares lo asesinaron y que disfrazaron el asesinato en suicidio. Pero Cortes no se encontraba dentro de La Moneda y no puede ser, pues, una opinión formal. “Al mismo tiempo que atacaban La Moneda, se acuerda Manuel Cortes, los militares cercaban la Casa de los Estanques la sede de la embajada de Cuba”. Los cubanos encargados de la protección del presidente fueron los últimos que debieron ver a Allende con vida. Ellos consiguieron escapar y volver a su embajada, sin embargo, asediada. Gracias a la mediación del embajador de Suecia, pudieron dejar su representación diplomática, sanos y salvos, para inmediatamente expulsarse hacia Cuba. Con ellos se encontraba Beatriz Allende, así como los gemelos La Guardia, recibidos algunos días más tarde como héroes en el aeropuerto de Rancho Boyeros en La Habana, por él mismo Fidel Castro, quien les dio un fraternal abrazo. Una fotografía conservada por Ileana, la hija de Tony de La Guardia y publicada en medallón sobre la portada de su libro lo certifica1 . Manuel Cortes siguió siendo un militante socialista convencido. Espera que la verdad salga algún día, al igual que sus camaradas de GAP que, sin embargo, aún se niegan a hablar. “No sabremos la verdad, decimos, hasta cuando el conjunto de las fotografías publique los militares”. ¿Pero de qué fotos se trata? ¿Y qué pueden revelar? La única foto conocida y publicada que muestra un cuerpo acurrucado que yace sobre un sofá del vestíbulo del extenso comedor del Palacio Presidencial de La Moneda. Esta fotografía tomada por Juan Enrique Lira, fotógrafo del diario conservador El Mercurio, se presenta como la fotografía del cadáver del presidente Salvador Allende. Juan Vives pudo ver en los locales de los servicios secretos en La Habana, una película de un aficionado anónimo de cerca de un minuto, mostrando el cadáver. La cara del presidente Allende es irreconocible y su arma colocada en diagonal del cuerpo para reposar desde la muñeca izquierda hasta el antebrazo derecho, como si se había colocado allí tranquilamente, sin precipitación. Treinta años más tarde. Juan Vives decidió decirnos todo lo que sabe, lo que oyó y vio en el interior de los servicios secretos cubanos, para deshacerse por fin de un peso demasiado pesado que debe llevarse. Del mismo modo, el antiguo camarada del Che, Dariel Alarcón Ramírez, alias “Benigno”, nos confirma el particular responsable de las “escuelas” de guerrilla en Cuba. Ambos conocen muy bien a Salvador Allende, así como a su familia. Residieron en el Chile de la Unidad Popular. Tienen sobre todo, cada uno por su parte, el haber oído los relatos a su regreso en La Habana, del responsable de la seguridad personal del Presidente: Patricio de La Guardia, el jefe de las tropas especiales cubanas, presente hasta el último momento en el Palacio de La Moneda en este fatídico 11 de septiembre de 1973. El relato de Patricio de La Guardia A mediados de noviembre de 1973, Juan Vives pasaba como siempre el sábado por la tarde por el hotel Habana Libre, donde miembros de los distintos órganos de la Seguridad del Estado se reunían en el bar Las Cañas, situado en el desnivel, para beber una cerveza y discutir de cosas y de otros. En la época se valoraba este bar separado por bambúes gigantes del vestíbulo del hotel ya que estaba como refugio de la muchedumbre de paso. “Cuando llego, se acuerda Vivas, se encontraban algunos amigos ya sentados en la primera mesa a la derecha de la entrada: Amado Padrón, que pertenecía a la DGI quien será fusilado más tarde tras el “asunto Ochoa”; Patricio de La Guardia, que formaba parte del mismo órgano de la Seguridad del Estado y que también se le acusará en el “asunto Ochoa”; José Luis Domínguez, Jefe de Gabinete del director del Instituto de Turismo y que era resultante de la seguridad del Estado; Nelson Guerra, Jefe de Gabinete del Ministro de Justicia, resultante él también de las filas de la Seguridad del Estado y que trabajo conmigo en un determinado momento en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Estaban también presentes El Chino, que formaba parte de la escolta de Fidel ( no me acuerdo de su nombre, a él lo llamaban El chino ya que se trataba de un mulato con la sangre china, y él tenía la reputación de ser un tirador de élite asignado a la protección de Fidel): Cachita Abrantes, capitana del Ministerio del Interior, un grado bastante raro para una mujer (era también la hermana de José Abrantes, que llegaría más tarde a ser Ministro del Interior, también implicado en el “asunto Ochoa” muerto en prisión en extrañas circunstancias): un capitán de la DGI que trabajaba también en el Departamento América, llamado Oscar (no me acuerdo su apellido, quizá por otra parte nunca lo he sabido, quizá era un seudónimo simplemente). “Todos sabíamos que Patricio de La Guardia había sido el responsable directo de la seguridad de Allende con un grupo de una veintena de cubanos que pertenecían a la DGI bajo sus órdenes, mientras que su hermano, Tony de La Guardia, se encargaba de ocuparse del MIR. Es necesario precisar que los izquierdistas del MIR se encontraban bajo el control total y absoluto de la DGI cubana, así como el Grupo de Amigos del presidente, GAP. “Puesto que Fidel había recibido como héroes a los dos hermanos La Guardia a su regreso de Chile, encontraba lógicamente interesante oír incluso de la boca de su principal protagonista lo que había pasado dentro del Palacio de La Moneda. Conocía a los gemelos Patricio y Tony de La Guardia desde 1962, tras la fundación del G2 (la Seguridad del Estado), cuando ambos se volvieron colaboradores en el momento en que se descubrieron las primeras conspiraciones del movimiento contra revolucionario La Rosa Blanca en La Habana. Más tarde, trabajamos juntos en el tribunal de la lucha contra las guerrillas anticomunistas que luchaban hasta hacia la mitad de los años 60 en la sierra del Escambray, en el centro de Cuba. “Había vuelto a ver a los hermanos La Guardia en Argelia, en el momento de la aventura del Che en África en 1965. Habían llegado al puerto de Valparaíso con un barco lleno de armas que había vuelto a salir sin poder descargar su cargamento. Para decir la verdad, los gemelos no formaban parte de mi grupo de amigos, aunque nos conocíamos desde hace años. Eran de desprecio e incluso desdeñosos. Su gusto por la exageración no me convenía y me había alejado de estos personajes que, desde mi punto de vista, tenían la lengua demasiado bien colgada y denunciaban constantemente la conducta de sus camaradas delante de los hermanos Castro. Pero debo convenir que, a fuerza de ser perfectos cortesanos, habían conseguido subir los niveles de jerarquía con una rapidez asombrosa “Finalmente, estas reuniones informales se habían convertido en una clase de Café del Comercio donde se intercambiaban dentro de lo que cabe, las noticias relativas a las distintas operaciones que sólo se conocían a través de los iniciados al más alto nivel de la Seguridad del Estado. “En medio de la conversación, EL Chino le pregunta a Patricio ¿Cuál había sido la actitud de Juan Seoane en La Moneda? Ya que se había convertido en jefe de la escolta de Salvador Allende, se había formado para llevar a cabo sus funciones con un grupo de miembros del Partido Socialista y jóvenes militantes del MIR en Cuba, en la unidad 49, que se ocupaba de la seguridad personal de los dirigentes. EL chino había sido uno de los instructores de este grupo que se encontraba en Chile bajo las órdenes de Patricio de La Guardia, lo cual explicaba la razón por lo que quería saber cómo actuaban sus alumnos. “Se hizo el silencio. Todos estaban obviamente impacientes por saber lo que había pasado realmente en la Moneda y como Patricio tenían la reputación de hablar mucho, presumimos ser bien servidos (…)”. Juan Vives estaba interesado no sólo por los acontecimientos dentro de La Moneda sino también por conocer lo que había pasado durante los meses que precedieron el golpe de estado. Allende había querido efectuar una aproximación con la Democracia Cristiana, pero el Partido Socialista, el Partido Comunista, así como los izquierdistas del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, y los cristianos de izquierda del Movimiento de Acción Popular Unitario, MAPU, se oponían vigorosamente, impidiendo todo acuerdo en este sentido. “La Habana, que controlaba a estos grupos, prosigue Vives, no quería tal aproximación. Fidel había declarado que el socialismo en América Latina triunfaría gracias a los fusiles y no en las urnas. Los dirigentes de las organizaciones citadas recibían las órdenes de La Habana por medio de la DGI y los hombres de Manuel Piñeiro en Chile. No se puede olvidar que había hasta doce mil cubanos en Chile, así como más de quince mil extranjeros, sobre todo Latinoamericanos, controlados en su mayor parte por agentes cubanos. “Patricio afirmó que, desde el tancazo, la primera tentativa de golpe que se había producido el 29 de junio, es decir, seis semanas antes del golpe de estado de La Moneda, ya era el derrumbamiento. Crisis de nervios, gritos… En fin, que todos estos chilenos del entorno de Allende tenían canguelo y que sólo putas… “Nos explicó que a partir de esta fecha la gente del Grupo de los Amigos del presidente, así como de los militantes del MIR, había constituido un comando para sacar a Allende de La Moneda cuando un ataque se produjera. Manuel Cortes dirigía este comando. Pero sus miembros eran “un tanto caguetas” quienes ni siquiera se atrevieron a recogerlo en el palacio en el momento del asalto final del 11 de septiembre de 1973, limitándose a esperar una hipotética salida de Allende por una de las puertas laterales de la calle Morandé. “Cuando La Habana se informó de la lamentable actitud de los chilenos próximos al presidente tras el tancazo del 29 de junio, Fidel hizo saber que Allende no podía ni rendirse ni pedir asilo en una embajada. Si debía morir, debía morir como héroe. Cualquier otra actitud liberal o poco valiente, tendría graves repercusiones para la lucha en América Latina. Esta es la razón por la que Fidel Castro había dado la orden a Patricio de eliminar a Allende si, en el último momento, éste se acobardaba. Las observaciones de Patricio me dejaron con la boca abierta, pero ya sabía que Fidel consideraba con menosprecio a Salvador Allende, que lo veía como un burgués que no tenía bastantes cojones para modificar el destino de Chile. “Patricio prosiguió su relato haciendo hincapié en el hecho de que, durante estas seis semanas transcurridas entre la primera tentativa de golpe de Estado y el 11 de septiembre, fue un verdadero “burdel”, para todos los chilenos que habían sido entrenados en Cuba y jugados los orgullosos abrazos en La Habana que tengan en su pantalón una vez que regresaron a Santiago, que la actitud de Soane, el jefe de la escolta de Allende, causaba dolor el verle y que paradójicamente seguía estando tranquilo aparentemente, era un civil, Arturo Girón, uno de los dos médicos personales de Allende presentes en La Moneda (Patricio Guijón, afirmará en los años 80 que él había visto a Allende suicidarse: había recuperado la memoria de los hechos con mucho retraso); que Max Marambio, del MIR, no era un cabrón y que los mil seiscientos hombres de su organización estaban poco dispuestos a enfrentar el ejército en caso de un golpe de estado. “Fidel deseaba una guerra civil en Chile y si es cierto que se había armado al pueblo, eso habría terminado de una manera aún más terrible con la salvaje represión de Pinochet, quien no se suma al golpe de estado hasta el último momento y bajo la presión de los generales felones. “Patricio hizo a continuación un análisis poco adulador de los distintos grupos que componían la Unidad Popular. Si a los ojos de un profesional de la desestabilización y las operaciones clandestinas, los civiles chilenos no habían estado a la altura, no es menos cierto que Cuba había reclutado bajo la tutela de la DGI, millares de chilenos jóvenes y menos jóvenes, con el fin de realizar tareas subversivas y de espionaje, los unos mucho antes del principio oficial del mandato de Allende, los otros más tarde. “Patricio siguió su letanía sobre los errores y la falta de combatividad de los chilenos hasta la fecha trágica del 11 de septiembre. Dijo, las primeras horas del golpe de estado, así como en las distintas treguas en las cuales pudieron salir de La Moneda, por dos veces y a varias horas de intervalo, los colaboradores de Allende que se encontraban en el palacio, incluidas sus dos hijas: Beatriz e Isabel. A petición de la gente del MIR y de algunos de los más cercanos consejeros de Allende, comenzando por Joan Garcés, los que abandonaban sus armas podían dejar el edificio. Según Patricio, estos cabrones lanzaban sus armas y salían pitando como conejos. En todo el palacio, había increíbles acumulaciones de armas por todas partes. Cuando los bombardeos comenzaron, los chilenos gritaban que era necesario rendirse, que era necesario rendirse. Él mismo Allende había dicho a Patricio que era necesario pedir asilo en la embajada de Suecia. El que inicialmente se había encargado de este planteamiento, era EL perro Olivares, este periodista reclutado por la DGI. Producía reportes hasta de los mínimos pensamientos de Allende, a Piñeiro que a su vez informaba a Fidel. “Siempre según Patricio, Olivares, que se encontraba en la calzada del edificio, agarró una crisis de nervios y comenzó él también a gritar que era necesario rendirse, que indiferentemente iban a morir todos. Los hombres de la Dirección General de Inteligencia tienen que eliminarlo, en primer lugar porque estaba extendiendo un clima de terror, a continuación porque era un flojo y por último porque no era necesario que fuera apresado: sabía demasiado. “En ese momento del relato, Patricio dijo, los ataques sucesivos de los golpistas contra el Palacio Presidencial, así como el bombardeo. A su modo de ver, los que habían seguido siendo fieles al Gobierno Socialista tenían mucho miedo. Con todo, con una pequeña contraofensiva, insistió, habríamos salido con un mínimo de daños. Dice, mientras que Allende “sufría” de canguelo, gritaba que era necesario rendirse y corría como un loco a lo largo del segundo piso de La Moneda gritando: “¡Es necesario rendirse!” “Según las órdenes de Fidel, Patricio de La Guardia había esperado que Allende regrese a su oficina y le había disparado una ráfaga de metralleta en la cabeza. A continuación, se reunió muy rápidamente con su grupo de cubanos que lo esperaban abajo y pudieron dejar todos La Moneda sin la menor pérdida. “Estaba como hipnotizado. Yo me quería ir pero no podía. Una vez terminado el relato de Patricio, me levanté, llamé al mesonero para pagar mi giro luego yo le pregunté a Amado Padrón si venía a la sauna conmigo, como nos habíamos habituado hacerlo todos los sábados. Me respondió esta vez como: ¡OK! Aunque me da lo mismo no pierdo peso, pero al menos eso me desintoxica”. “La confesión de Patricio me había sacudido, conocía y apreciaba a Allende. Nos habíamos conocido en el hotel Habana Libre donde había residido en múltiples ocasiones. Me recordé entonces nuestros interminables partes de fracasos, las conversaciones en las cuales mencionábamos a los grandes escritores latinos americanos, su amistad para con el presidente cubano Oswaldo Dorticós Torrado, mi tío, y de otras conversaciones que duraban hasta la mañana, durante las cuales este médico humanista me decía su América: la de los pobres y vagabundos. “Una vez en la sauna le pregunté a Padrón, que pertenecía a la DGI y que formaba parte del grupo presente en Chile, si lo que había dicho Patricio era verdadero. Estuvo de acuerdo con un movimiento de cabeza sin otro comentario. A pesar de la confirmación de Padrón, debido al tono burlón de Patricio cuando había contado la historia. Yo no sabía que pensar”. Algunos meses pasaron durante los cuales la noticia corrió con insistencia entre los círculos más elevados de los servicios secretos: Patricio había eliminado a Allende en La Moneda. Juan Vives y los otros siete que, junto con él, habían tenido conocimiento del relato se planteaban un mundo de preguntas. “Había visto una película sobre Allende muerto en su oficina de La Moneda, reanudo Juan Vives, el suicidio me parecía imposible: sobre él se encontraba la ametralladora AK-47. Cualquiera que recibe una ráfaga de esta arma en la boca hace un salto atrás de varios metros. Nunca, la ametralladora pudo permanecer colocada sobre el cuerpo como si la persona había caído detrás dejando escapar el arma de sus manos. Yo había visto cadáveres de suicidados con un AK, de dos personas, una en Cuba y otro en África. No permanecía mucho de su caja craneal, ya no había nada a la altura de la boca: un montón de dientes y pedazos de carne. En el caso de Allende, la caja craneal había estallado del lado derecho a partir del ojo, como si un proyectil o varios proyectiles habían entrado por la parte previa de la cara. Yo mismo mostré un tópico extraído de la película a un experto en balística del Ministerio de Interior de Cuba con el fin de tener su opinión y su análisis. Fue formal: Allende no había podido suicidarse disparándose una ráfaga en la boca. Las balas o la bala que había destruido la parte inferior de la cara debían venir sin duda alguna de en frente. Un médico-forense que había visto la fotografía compartía la misma opinión” a pesar de todo, dudas sobre la eliminación de Allende persistieron en el espíritu de Juan Vives, mientras no se descartaron las otras hipótesis. “Piñeiro el patrón de los servicios secretos, era un tipo maquiavélico y de él se podía esperar todo, insiste Juan Vives, debido a su gusto inmoderado por el secreto y las operaciones de desinformación practicadas por la DGI. El ministro del Interior no estaba informado de las operaciones. Solamente Fidel conocía el contenido de los proyectos de la DGI. Me pregunto incluso, hasta qué punto Fidel en persona no está desinformado sobre algunos temas. La DGI era un poder dentro del poder, sin ningún mecanismo de control. Era una clase de máquina de desestabilización, conspiración y terrorismo, lanzada a todo paso y sin frenos. Tenía a su disposición todos los medios, con un presupuesto ilimitado en dólares, mientras que el resto de los organismos, incluido el Ministerio de Interior, carecían de todo a todos los niveles. “En cuanto a los gemelos La Guardia, después de los acontecimientos ocurridos en Chile y la recepción heroica que les hizo Fidel, parecían más cercanos que nunca del poder. “No sabía cómo descifrar el problema. A Patricio no le estaría nunca permitido decir algo tan enorme ni por broma. En un asunto tan sensible, eso habría podido costarle la vida si sus palabras hubieran llegado a las orejas de Piñeiro o a las de Fidel. Si la noticia había circulado dentro de las más altas esferas, eso quería decir que Patricio había asesinado realmente a Allende, bien porque se trataba de un ejemplo de desinformación practicada por la DGI que no era su primera tentativa en esta clase de felonías.” Un mes más tarde, en diciembre de 1973. Juan Vives visita a su tío, que ocupó siempre el puesto honorario de presidente de la República de Cuba Oswaldo Dorticós “Era una visita de cortesía. Dorticós era miembro de mi familia y, en sucesivas ocasiones. Lo había sacado de la molestia. Las últimas veces que nos habíamos visto, adoptaba un tono cada vez más crítico frente al sistema y estaba muy preocupado por la vía incierta que seguía la revolución. “Como cada vez que quería saber acerca de cosas importantes o criticar la actitud de Fidel y el régimen, me tomó por el hombro y me llevó hacia la parte de la casa que daba sobre el mar. El ruido de la resaca cubría nuestras conversaciones. Se persuadía de que había micrófonos en la casa. Me pidió lo que sabía con respecto a las insinuaciones que circulaban al más alto nivel de la DGI sobre el asesinato de Allende. El me precisa lo que Carlos Rafael Rodríguez, uno de los hombres más importantes del régimen les había reportado algunos días antes. Le confirmé que estaba informado y le dije la forma en que las había oído en el bar Las Cañas sin saber exactamente si Patricio habría hecho una fanfarronada, dado que pasaba su vida por presumir de sus hechos de armas, reales o ficticias. Sin embargo, tales insinuaciones, tales afirmaciones delante de varias personas situadas a un alto nivel de confianza en la jerarquía de los servicios secretos habrían podido valerle un final brutal si no fuera verdadero. O Patricio había recibido la orden de su superior jerárquico, es decir, Piñeiro, con el consentimiento de Fidel, por una razón de orden estratégica que se nos escapaba, o había eliminado a Allende sobre la orden directa de Fidel, como lo afirmaba. “En cualquier caso, nunca nadie se habría atrevido a decir cosas tan enormes si no se hubiera apoyado en el más alto nivel, es decir, por Fidel: ya había asesinado por menos de eso. “En veinticuatro horas. Patricio habría sido destituido de su puesto, encarcelado y ejecutado. Por el contrario, se produjo que los gemelos habían subido en la jerarquía desde su regreso de Chile y parecían intocables. Ellos discutían directamente ya sea con Piñeiro, o con Fidel”. Juan Vives afirma por otra parte, que si en la conclusión del pleito contra el general Ochoa y sus camaradas, Tony fue fusilado mientras que a Patricio sólo se le condenó a una pena de treinta años de prisión (hoy se encuentra en residencia supervisada), es porque éste había depositado un documento comprometedor, describiendo entre otras cosas el asesinato de Allende por orden de Castro, en una caja de seguridad de un banco en Panamá, que sólo debería revelarse si ocurría una desdicha. Al parecer Castro tomó la amenaza seriamente. “Me acordaré siempre, comentó Vives, de la frase profética pronunciada por Oswaldo Dorticós: “Este loco (FIDEL) va a terminar por matarnos a todos nosotros. “En 1983, Dorticós fue asesinado y su asesinato maquillado en suicidio. “Aunque el secreto de la ejecución de Allende sólo se haya revelado a niveles estratosféricos de la jerarquía de los servicios secretos, algo debe haberse filtrado en los medios chilenos. Entre los supervivientes del MIR que formaban parte del grupo de Seoane, el jefe de la escolta de Allende, así como él mismo Seoane, deben al menos sospechar lo que pasó. Seoane en primer lugar afirmó que Allende había muerto combatiendo. Ahora se atiene a la tesis del suicidio y hasta deja entender que prácticamente vio a Allende suicidarse… Todos los que se encontraban en torno a Allende en La Moneda saben que el equipo encargado de la seguridad de Allende se componía de cubanos, que era dirigido por Patricio de La Guardia y que el equipo de seguridad chileno que se encontraba a las órdenes de Seoane no era más que una escolta de opereta formada en Cuba y controlada por la DGI”. Vivas prosigue: “Numerosos son los que se preguntarán por qué no he hablado antes. Hay varias razones para eso. En primer lugar, porque, cuando dejo Cuba en 1979, tenía grandes dificultades de decir la verdad sobre Cuba y su dictadura comunista de hierro. Muchos intelectuales tanto de derecha como de izquierda, no me consideraban como un disidente sino como un traidor a la revolución. Para esta gente, si Fidel se había convertido en comunista fue por la falta de los americanos que lo habían empujado a los brazos de Moscú. “A continuación, si no hablé antes, es porque es peligroso decir esta clase de historias. Y por último, porque un solo responsable de alto nivel de los servicios secretos cubanos no era suficientemente susceptible como para confirmar estos hechos. Hay en el exilio otro antiguo responsable cubano para confirmar los hechos. Ahora somos dos los que hemos tenido acceso a los más altos niveles de información de los servicios secretos de Cuba, dos fuera de la isla.” La confirmación por otro testigo: “Benigno”, sobreviviente de la guerrilla del Che. Desde abril de 1996 Juan Vives ya no es en efecto el único cubano exiliado que había oído la confesión de Patricio de La Guardia y los comentarios que provocó en la época, en las altas esferas. Dariel Alarcón Ramírez alias “Benigno”, es uno del tres sobrevivientes de la guerrilla del Che en Bolivia, a su regreso de este país, se le había nombrado director de prisiones luego responsable de las escuelas especiales encargadas del entrenamiento militar de los extranjeros. Su estatura le permitió durante numerosos años circular dentro de las estructuras de la DGI y ser testigo privilegiado de los secretos de Estado. También fue un amigo cercano de Salvador Allende, que cuando fue senador organiza su fuga y la de sus camaradas de Bolivia. Era Allende en persona quien los había acogido en Chile. Era amigo íntimo del presidente y su hija Beatriz, a quien le decían “Tati”. A causa de sus actividades, frecuentó a los dirigentes de los Partidos Comunistas y Socialistas chilenos, así como los del MIR y el MAPU, entre 1970 y 1973. Regresaba a menudo de visita a Chile por algunos días o un week.end. “No necesitaba papeles ni de visado, al igual que los cubanos de nuestro grupo. Bastaba que dijera a Piñeiro que iba allá y eso era todo. En el sitio, nos ubicaba la “Tati” en Santiago o en Viña del Mar en la casa que tenía a orillas del mar. Cuando llegábamos a Chile, no teníamos necesidad de dinero, La Payita, la secretaria de Allende nos daba de sobra”. “Salvador Allende instrumentalizado por Castro en ese momento. Pero no era el hombre a quien La Habana le habría gustado ver en el poder en Santiago. “Los que Fidel decía a Piñeiro de sobre atender, estos eran Miguel Enríquez el principal dirigente del MIR, y también el número dos del MIR Andrés Pascal Allende, así como Beatriz que pertenecía también al MIR. Estos líderes tenían derecho a todos los honores en Cuba. Cuando los dirigentes de la Unidad Popular (el socialista Carlos Altamirano, el comunista Luis Corvalán y otros) llegaban a La Habana, se hospedaban en una suite del hotel Habana Libre. Se le recibía a Miguel Enríquez, en una casa del protocolo. Tenía un servicio particular a su disposición veinticuatro de cada veinticuatro horas. Piñeiro iba allí a almorzar, a cenar, a beber una botella, a divertirse”. A la llegada al poder de la Unidad Popular en Chile, Cuba seguía favoreciendo a los cuadros del MIR, entrenándolos en peleas callejeras y en la guerrilla. “Benigno” se acuerda de contar con más de doscientos cincuenta militantes del MIR en su campo de entrenamiento PETI (Preparación Especial de Tropas Irregulares) número 1. Nadie entre los dirigentes chilenos estaba informado, ni incluso Salvador Allende. Estos militantes entrenados en combate volvían a entrar a Chile bajo falsas identidades y con falsos papeles. En La Habana se llenaban casi todas las casas vacías con militantes del MIR. Había instrucciones de los servicios de información y de contra espionaje. Otros recibían una preparación militar especial en Punto Cero, cerca de Guanabo, al este de La Habana. “Cuando se salía de Punto Cero, dice “Benigno”, se era un verdadero combatiente. Se estaba listo a todo. Sólo había gente del MIR que se entrenó y nadie de la Unidad Popular. Los aviones Iliouchine estaban siempre llenos de cubanos que iban a Chile y de chilenos que venían a Cuba. “Siempre, siempre se ha tenido a Allende por idiota, ya que se pensaba que los que podían solucionar todos los problemas de Chile era la gente del MIR: “Cuando llegábamos a Chile, éramos los amos. Entrábamos a La Moneda sin ninguna clase de control. Teníamos un salvoconducto para desplazarnos por dónde queríamos en el país. Nunca he comprendido porqué Chile que siempre ha tenido una tradición minera mientras que Cuba no tenía ninguna, debía recibir consejeros técnicos cubanos para la economía minera. Por ello me di cuenta que el Gobierno se escapaba de las manos del presidente Allende. Cuba casi controlaba todo. El 11 de septiembre de 1973, la noticia de la muerte trágica del presidente chileno sacude a “Benigno”, que proseguía con el entrenamiento de militantes del MIR. Pero al enterarse de la noticia, lejos de estar horrorizados éstos más bien parecían alegres. “Cuando tengo la información por el Comité Central del Partido, me precipité para comunicársela a los chilenos. Pensé que era necesario, pero por poco no aplauden. La noticia de la muerte de su presidente desencadenó como una fiesta espontánea. Estaba indignado por esta actitud. Volví a entrar en mi oficina. Eran las diez de la noche, el que ejercía la función de jefe del grupo me dice: “Decidimos no seguir el curso y regresar a La Habana. Ya no hay ningún interés.” Le respondí: “Pero es ahora cuando es necesario endurecer el entrenamiento. Es ahora que se hace necesario preparar a los chilenos para arrancarle el poder de las manos de esta gente. “Sino podía decidir por ellos, le pedí a Piñeiro, qué era necesario hacer. Me respondió: “Voy a enviarte dos autobuses”. Puse a todos los hombres en el autobús y los devolví a la ciudad hacia las tres horas de la mañana “Un poco más tarde Patricio y Tony de La Guardia desembarcaron en La Habana como si ellos venían también con todo derecho de una fiesta, mientras que han debido estar tristes, abatidos, debido a los acontecimientos, ejecuciones, muertes. Sobre todo, debido a la pérdida de Allende, el gran amigo. Nada de todo eso. Decían sus historias con una total falta de respeto hacia la actitud de Salvador Allende: “Decía Patricio, corría de un lugar a otro del palacio. Se ponía su casco. Tomaba su fusil. Se sentaba sobre el sillón presidencial. Corría en todos los sentidos.” Durante una de estas conversaciones oí a Patricio decir que había cogido a Allende en el momento en que éste quería dejar el recinto, decidido, quizá, a aceptar las condiciones que le imponían los golpistas. Dice que lo cogió con fuerza, lo hizo sentar sobre el sillón presidencial y le dije: “¡Un presidente debe morir en su lugar!” Luego le repitió: “Allí “Chicho” se murió. Allí “Chicho” se murió, sobre su sillón presidencial. Entonces lo cubrí con la bandera.” Decía eso como si contaba el relato de una fiesta. No dijo “explícitamente” que lo había matado, él dijo que lo había hecho sentarse sobre el sillón presidencial y que él había dicho: “¡Un presidente debe morir en su lugar!” y que es como eso, que “Chicho” se había muerto, y que lo había cubierto con la bandera. “Lo que no me llegó a explicar, es cómo los hombres más próximos a Allende, como el periodista Olivares, quién en ese momento era su portavoz, así como otros dos o tres también se murieron y cómo ni Patricio ni ninguno de los cubanos que estaban presentes allí no se murieron. Los chilenos más próximos a Allende se murieron y ningún de los cubanos…” Un día en que Patricio de La Guardia participaba de un almuerzo en la sede del Departamento América, cada uno de los huéspedes le pidieron volver a hablar de su experiencia en Chile, “Hablaba con una gran facilidad, se acuerda “Benigno” como si había realizado la misión que se le había asignado. Es la impresión que yo tuve. Lo observé sin pedirle nada sobre el tema. Le planteé simplemente una pregunta sobre la suerte de Agustín, un chileno encargado de la defensa de Allende, y me respondió: “Agustín fue fusilado”. Era el hermano de uno de mis amigos, que está aún vivo y que había vivido en Cuba. Después de qué se dijo que el presidente había muerto como héroe. Fue cuando Fidel dijo sobre la muerte de Allende, después de una larga entrevista con Beatriz. Fidel sacó sus propias conclusiones, pero éstas no correspondían a la manera en que Patricio se había dirigido ante nosotros”. Durante nuestra investigación hemos planteado la cuestión al ex gran reportero de la televisión cubana, hoy redactor principal de TV Martí, William Valdés, que frecuentaba antes de su salida al exilio en 1983 a los más altos dignatarios del régimen cubano y más concretamente a Fidel Castro. También se le propuso hablar de la eliminación de Allende para los cubanos. “La versión pública indica que se suicidio. Dentro de los círculos del poder en Cuba, la versión que circuló de sobra, es que se había eliminado a Allende porque podía revelar secretos relativos a la influencia de Cuba sobre su gobierno y sobre los vínculos que existían entre Chile, Cuba y otros movimientos revolucionarios en América Latina. Se susurraba que Salvador Allende fue eliminado por un comando de los servicios secretos cubanos que se encontraba cerca de él dentro de La Moneda y que interpretó o simplemente realizó las órdenes emanadas desde La Habana. Allende sabía demasiado y se volvía, si era prisionero o si se rendía, un verdadero problema. Yo escuche decir durante una reunión del partido en Camagüey que de ninguna manera Allende podía caer vivo en las manos de Pinochet. El que hacía estas afirmaciones era el general de brigada Rogelio Acevedo González. Oí las mismas afirmaciones de boca del secretario del Partido Comunista de la provincia de Matanzas. Sólo eran los muy cercanos a Piñeiro y Fidel Castro los que podían estar informados de eso. Año 1974.1 ” El cronista del diario venezolano EL Universal, Sammy Eppel, en un artículo del 18 de septiembre de 2003 no duda en establecer una comparación, a treinta años de intervalo, entre la actitud de Fidel Castro, aquel verano su aliado venezolano en el uso que ambos hacen de la muerte de Salvador Allende. “Chávez, al igual que Castro, es excelente en materia de mensajes subliminales, hasta el punto que este año consagró el próximo el 11 de septiembre a la muerte de Salvador Allende haciendo hincapié en el supuesto asesinato por la CIA del Presidente demócrata chileno mientras que es de notoriedad pública que éste, ante su fracaso cometió la mayor cobardía de suicidarse o de ser suicidado por los dos guardias cubanos que lo acompañaron hasta su oficina, de ahí se percibió poco después un golpe de fuego”. “Suicidios” en cascada Las fuerzas de la izquierda chilena no tienen ningún interés histórico o político de modificar la historia que se les presentó, la de un hombre que se suicidó ya que no quería rendirse ante el enemigo. En esta hipótesis, Allende murió dignamente y los cubanos no jugaron ninguna división en la Unidad Popular. Aceptar el papel desempeñado por éstos durante el período de la Unidad Popular, sería aceptar, que no fueron marionetas de Fidel Castro y reconocer que dejaron pasar la última oportunidad que tenía Salvador Allende de seguir ejerciendo su mandato, impidiendo una alianza de última hora con la Democracia Cristiana. Salvador Allende está muerto. La experiencia socialista en Chile fue aplastada por una represión sangrienta. Tres mil muertos y desaparecidos y un traumatismo que la nación chilena va a arrastrar durante largos años. Pero si la forma en que el presidente Allende desapareció trágicamente, el 11 de septiembre de 1973, se mantiene la pregunta, y si la tesis del suicidio termina por triunfar, entonces es necesario creer que en esta época y para esta familia en particular, el suicidio es una enfermedad una gangrena, un virus recurrente. Los suicidios van en efecto a multiplicarse extrañamente en el ambiente de la familia Allende. Beatriz Allende la hija mayor del presidente, se casó con Luis Fernández de Oña, un diplomático cubano puesto en la embajada en Santiago. “Como la mayoría de los diplomáticos cubanos, Oña era realmente un agente de la DGI con el grado de capitán, a quien se le había dado la orden de divorciarse de su primera mujer con el fin de poderse casar con Beatriz, por conveniencia del servicio, lo explica “Benigno”. Beatriz conocía mejor que cualquiera lo que pasaba en Chile, así como el trabajo de espionaje masivo efectuado por los servicios secretos cubanos,” Ella frecuentaba diariamente la embajada de Cuba donde se consideraba como un elemento vital por el aparato de información. Era en efecto una fuente de información directa que emanaba de la Presidencia. El 11 de septiembre de 1973 por la mañana, Beatriz había ido al Palacio de La Moneda, pero, a la petición insistente de su padre, dejó el palacio. Después de haber vacilado, intentó darse la vuelta, pero finalmente tuvo que ir a la embajada de Cuba. Sabía que la seguridad de su padre estaba encargada a un equipo cubano dirigido por Patricio de La Guardia. La incapacidad de Seoane y el equipo chileno había sido una fuente de preocupaciones constatada en distintas ocasiones por el aparato castrista. Beatriz sabía que fue Castro en persona quien le había propuesto a Allende una escolta cubana, haciendo hincapié en la eficacia en materia de sus servicios de seguridad. Cuando Patricio llega precipitadamente allí a la embajada con varios miembros de la guardia cercana a Salvador Allende, Ella demanda saber acerca de su padre y se le respondió que había muerto combatiendo. Gritó y acusó a Patricio de haberlo abandonado cobardemente. ¿Cómo explicar que ellos estaban vivos y su padre muerto? ¿Cómo comprender que no habían sabido defenderlo? Beatriz Allende conocía bien a su padre. No era un guerrerista, sino un intelectual profundamente vinculado a la legalidad constitucional. Su personalidad era bien distante de la imagen que se había querido dar él, el de un hombre combatiendo como un soldado revolucionario, expuesto en una primera línea a las balas enemigas. Beatriz y su esposo debieron dejar precipitadamente Chile, así como todos los diplomáticos cubanos asignados a la embajada. Algún tiempo después de su llegada a La Habana, Beatriz solicitó en sucesivas ocasiones una entrevista con Castro para aclarar los aspectos indeterminados de las circunstancias de la muerte de su padre. La versión otorgada por Fidel, que ella misma había corroborado en la tribuna de la Plaza de la Revolución, en torno a los últimos momentos de la vida de Allende no correspondía ni con la información que circulaba entre los chilenos exiliados ni con la personalidad de su padre. En Cuba Beatriz seguía manteniendo estrechos contactos con los chilenos refugiados. Su status había cambiado: su padre ya no era presidente y no representaba más una fuente de información de primer orden para los servicios secretos cubanos. Antes, tenía un acceso directo a Castro y en cualquier momento, Manuel Piñeiro estaba a su disposición. Los informes con su esposo se volvían más tensos. Exigía una entrevista con Piñeiro o con Fidel, pero no obtenía ninguna respuesta. La jerarquía cubana no le daba ninguna señal de vida. Como insistía, quince días antes de su suicidio, Piñeiro la envió a ver a Abrantes, quien ocuparía más tarde el puesto de ministro del Interior. Éste presentaba cada vez distintas excusas. Beatriz se proponía protestar también contra las condiciones de vida de los chilenos en Cuba y contra las presiones ejercidas en su contra por la DGI que los había reclutado. Eran ahora amenazas de regresar a Chile con el fin de formar grupos clandestinos de lucha insurreccional. La mayoría de ellos eran hostiles y querían ir hacia otros países, pero el gobierno cubano no les permitió dejar la isla, solo tiempo después y en cuenta gotas. “Se envía oportunamente al marido de Beatriz, afirma Juan Vives, en misión a la provincia Oriental de Cuba para montar un campo de entrenamiento para una futura guerrilla en Chile, que no vive nunca al día. Tres días más tarde, Beatriz se suicidó sin razón aparente. Todos los que la frecuentaban estuvieron perplejos, nadie llegaba a comprender su gesto irremediable, nadie se esperaba este desenlace fatal. Un joven chileno amigo de la familia Allende, que frecuentaba a Beatriz en La Habana, fue fusilado poco tiempo después y enterrado en el cuadrado de los indigentes del cementerio de Colón en La Habana. Su tumba lleva el número 11 y es más conocida por el apodo de EL Morocho. Nadie se acuerda de su apellido. Otro amigo de Beatriz se suicidó de una bala en la cabeza en el hotel presidente. Se llamaba Alberto García”. Luis Fernández de Oña se consoló por su parte bastante rápidamente de la desaparición de su mujer Beatriz y de su suegro Salvador Allende. Se casó de nuevo con su antigua esposa, aquélla incluso de la que se había divorciado para casarse con la hija del presidente chileno. Vives no podía por si solo conocer estos detalles; Alina Fernández la hija de Fidel Castro, en la época y muy al corriente de los secretos que se tejían en los predios del poder, había confirmado su testimonio: “Me acuerdo, explicó, que los servicios secretos cubanos habían dirigido completamente a la familia Allende. Se le pidió a Oña divorciarse para casarse con Beatriz, era su misión y a continuación, a la muerte de Beatriz, éL se casó de nuevo con su ex mujer”. Fidel Castro acusó especialmente a un hombre de haber ordenado la muerte de Beatriz Allende, estaba bien informado y cuyo testimonio lo hace propenso a ser detenido, ya que se trata del antiguo jefe de los servicios secretos chilenos, la DINA, responsable de decenas de asesinatos y desapariciones: Manuel Contreras1 . En cuanto a la madre de Beatriz, Hortensia Bussi de Allende, la viuda del presidente, según Manuel Contreras, y por la recomendación de Fidel Castro habría contactado a la DINA con el fin de repatriarse desde México donde residía ya que tenía múltiples reuniones a través del mundo contra el régimen militar chileno. El interesado inmediatamente contradijo esta última información en las columnas del Diario La Segunda. Pero, en cambio, no impugnó la primera, dejando pensar que el antiguo jefe de la DINA estaba sobre este punto bien informado. El tercer “suicidio” fue el de la hermana de Salvador Allende. Laura. La muerte de Laura constituye otro enigma de la tragedia chilena (y cubana). Mientras ocupaba una suite del hotel Riviera en La Habana, se suicidó lanzándose por el balcón de su habitación del undécimo piso. Sus amigos chilenos, que la habían visto durante los días que precedieron a su muerte, no habían observado ninguna señal de depresión o de mal estar que permitiera prever este desenlace fatal. Algunas horas antes de su suicidio, dos funcionarios de la DGI habían ido a verla a su hotel tras una solicitud de entrevista con Piñeiro o con Castro, que ella había solicitado. Nadie sabe quiénes son los funcionarios, La DGI y Laura se entrevistaron. El responsable de la vigilancia del hotel Riviera desapareció poco tiempo después. Se trataba de Luben EL Cojo, un funcionario de la Seguridad del Estado que pertenecía a la Dirección G, la de contra espionaje. En las estructuras de la Seguridad del Estado en Cuba, es la Dirección G la que se ocupa del turismo y el control de los hoteles. En el hotel Riviera. Sus Funciones incluían la seguridad general, el control de los empleados, la preparación de misiones de espionaje a los huéspedes, ya que se supervisa sus habitaciones por medio de aparatos electrónicos (micros y cámaras). Poco después haber sido retirado de la circulación, un rumor lo situó en África en una misión internacionalista. “Veo mal a Luben en esta clase de misión, se asombra Juan Vives. Había recibido una bala en la pierna durante las operaciones de limpieza contra las guerrillas anticomunistas del Escambray en 1962. Ocupaba el puesto de responsable de la vigilancia de los dos hoteles, era precisamente porque cojeaba enormemente y sobre todo por el hecho de que su desaparición está vinculada al suicidio de Laura Allende. Más aun no he sabido nada de Luben a través de los amigos comunes que nosotros teníamos en Cuba y con los cuales tengo aún contactos. Quizá esté aún vivo, no puedo saberlo. Pero estoy en lo cierto que su retiro de la circulación se debe a este suicidio”. Centenares de chilenos que encontraron asilo en Cuba comprendieron rápidamente la trampa en la cual habían caído. Pidieron en masa poder dejar el país, solicitaron asilo en otros países, en particular, Suecia. Los que habían sido reclutados por los servicios secretos cubanos antes del golpe de estado se veían obligados a seguir sirviendo de informantes o a realizar misiones en el extranjero. Después del enorme traumatismo que habían aguantado, no tenían el menor deseo de seguir entrampados en esta clase de actividades. El gobierno cubano oía y se proponía obligar. En algunos años, la casi totalidad de los chilenos llegados a Cuba exactamente después del golpe querían abandonar la isla. Este avatar del exilio chileno en Cuba está generalmente por los propios exiliados y por los antiguos responsables de la Unidad Popular y el MIR. Éstos tienen sus propias razones, pero la historia no puede satisfacerse ni con “leyendas” 1. Ni con medias verdades. Un verdadero pacto de silencio se estableció desde hace treinta años alrededor de los informes mantenidos por la revolución cubana con la Unidad Popular chilena y la muerte del presidente Salvador Allende. Demasiadas versiones contradictorias se suceden sin que nadie tome el valor de comprobar ni las fuentes ni la exactitud de sus fuentes. Durante nuestra investigación, nos basamos en numerosos testimonios y documentos orales y escritos. Los confrontamos los unos a los otros, explorado sus contradicciones internas, rechazando toda evidencia feliz. Los testimonios de los dos antiguos responsables de los servicios secretos cubanos. Juan Vives y Dariel Alarcón Ramírez (“Benigno”), nos permitieron orientar nuestras investigaciones. Pero también nos enfrentamos a otros testimonios opuestos, procedente de fuentes chilenas. Numerosos protagonistas de este drama nunca se han expresado claramente sobre este tema. Los responsables chilenos de GAP alguno de los cuales se encontraban en el Palacio de La Moneda ese día, e incluso aún los miembros vivos de la familia Allende, “la mayoría de los protagonistas de este drama se callan por miedo a represalias”, reconocen a “Benigno”. Otros testigos importantes. Tony de La Guardia y Amado Padrón, murieron fusilados tras el “asunto Ochoa”. Le faltan aún partes a este rompecabezas diabólico que supera la imaginación. Falta sobre todo el testimonio del principal protagonista de lo que ha sucedido en La Moneda ese 11 de septiembre de 1973 entre las trece y catorce horas, de siniestra memoria: Patricio de La Guardia también implicado en el “asunto Ochoa”, él a sido sentenciado a treinta años de prisión. Una pena transformada en reclusión domiciliaria en La Habana, pero está condenado a un silencio absoluto mientras viva Fidel Castro. Demasiadas muertes sospechosas en este asunto, demasiados “suicidios oficiales”, ocurridos en Cuba y Chile, sobre los que planeo la sombra de la Seguridad del Estado cubana, la DGI, la Dirección General de Inteligencia, que no permite pasar a creer que la muerte de Salvador Allende fue el simple gesto de un presidente desesperado que no tenía otra solución que entregarse a la muerte. ¿Asesinar a Pinochet? La resistencia al golpe de estado del 11 de septiembre de 1973 había sido escasa casi inexistente. Los sectores populares y la extrema izquierda ideológicamente preparados para enfrentar, no lo estaban materialmente. Las armas que les llegaban eran armas esencialmente ligeras, pero, sobre todo, no habían recibido ninguna información ni instrucción de los que supuestamente les conducirían al combate, por falta de tiempo y organización. El “plan Z” había fallado En esas condiciones, toda tentativa de lucha armada posterior contra la dictadura resultaba casi imposible. En los primeros días, las primeras semanas después del golpe, Beatriz Allende tenía a bien el desarrollar grupos armados, tanto en Europa como en Cuba, pero no gozaba de ningún apoyo. Más tarde, Punto Cero, el campo donde se entrenaban a los guerrilleros chilenos se cerrará por orden de Castro. Durante muchos años, la dictadura militar chilena se mantuvo en el poder. La oposición se mostraba impotente para revertir esta situación por la vía de las armas. Con todo, en septiembre de 1986 se organizó un atentado contra el dictador, éste salió vivo por un milagro. La tentativa fue reivindicada por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, que era una emanación del Partido Comunista chileno y no de la extrema izquierda, que el régimen castrista sostenía de palabras. Las prioridades de Cuba estaban en otra parte, en Nicaragua, para defender a los sandinistas contra los ataques incesantes de la contra, y, por supuesto, en Angola. Eso hacía por otra parte que, desde hace bastante tiempo, los miembros del MIR chileno habían dejado de considerar a la isla como un santuario o como una posible base de operación para acciones armadas en el propio país. El sentimiento de fracaso y la desagradable sensación de ser abandonados por las autoridades cubanas eran perceptibles en todos estos chilenos. “Para los militantes de los partidos que habían integrado el Gobierno de la Unidad Popular, principalmente los socialistas y los comunistas, Cuba no fue jamás una tierra de elección, precisa “Benigno”, se refugiaron en España, aún bajo el régimen franquista, o del otro lado de la cortina de hierro”. La Unión Soviética y sobre todo, la República Democrática Alemana, ex RDA, les abrieron generosamente sus puertas. Al mismo tiempo caían bajo la influencia directa de la KGB o la Stasi. ¿Eso era mejor que la DGI cubana? Muchos de ellos lo pensaban, entre lo uno y lo otro. Fue el caso de José Joaquín Valenzuela Levi (“comandante Ernesto”), el jefe del comando que iba a realizar un atentado fallido contra Pinochet. En los primeros meses de la Unidad Popular, Valenzuela Levi había ido a hacer estudios de marxismo-leninismo, es decir de adoctrinamiento y preparación militar en el Este. Jorge Gillies, antiguo responsable de la formación de jóvenes chilenos en RDA, lo confirma: “En Wilhelm Pieck había combatientes de Nicaragua, El Salvador, Vietnam, y de Palestina. La mayoría de estas organizaciones eran organizaciones que combatían. Eso tuvo influencia sobre la radicalización de algunos chilenos1 .” Más tarde, Valenzuela Levi viajó a Bulgaria para seguir un período de prácticas de entrenamiento en condiciones reales de combate. De allí se incorporó en Nicaragua y a continuación en Chile. Entre la Stasi y los servicios secretos cubanos, existía una fuerte enemistad, aunque los agentes de Alemania Oriental y castristas tenían que colaborar en distintos lugares del globo, en particular, en Angola. Los Alemanes del Este desconfiaban de los cubanos, demasiado irresponsables para su gusto, demasiado indisciplinados y cuyas maniobras se sometían a los deseos imprevisibles del Líder Máximo. Se consideraban como la imagen del estalinismo puro y duro, en confrontación constante con sus compatriotas y sin embargo enemigos del Quest. No obstante, la Stasi podía a veces echar una mano a colegas castristas, por medio de información proporcionada a los servicios se seguridad personal de Castro en caso de desplazamiento de éste en el extranjero. Los cubanos por su parte, proporcionaban información a los agentes del Stasi, por ejemplo, sobre las máscaras de armas en América Latina. José Joaquín Valenzuela Levi, dirigente del Frente Patriótico Manuel Rodríguez en Chile, aprovechó seguramente de esta información para preparar su operación contra el dictador chileno Augusto Pinochet. Falló, de uno nada. El 7 de septiembre de 1986, un comando muy bien armado a bordo de varios vehículos, bloquea la carretera al convoy que escoltaba a Pinochet hacia una de sus residencias situada al pie de los Andes, y abrieron fuego sobre los seis coches y las dos motos que componían la comitiva. El general esperó hasta el final de la emboscada dentro de su coche blindado, que los asaltantes no llegaron a destruir. El atentado había fallado y no habían podido alcanzar su objetivo. A pesar de este fracaso, el simple hecho de intentar eliminar a Pinochet contribuyó a debilitar la dictadura. El general chileno debió dimitir después de un referéndum organizado en 1989 sobre si se mantenía o no en el poder, el cual perdió a causa del rechazo por parte de la población chilena y debido a una fuerte presión internacional, un régimen que había durado demasiado. En los campos de entrenamiento cubanos, sin embargo, un vídeo del atentado del 7 de septiembre de 1986 contra Pinochet servía como el ejemplo tipo de un ataque mal realizado. ¿Simple juicio “técnico” o expresión de una divergencia política? Los Hombres del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, no se sometían al castrismo. A los ojos de los responsables de la DGI, eso descalificaba automáticamente esta acción. Con todo, el escritor Norberto Fuentes, un ex dignatario del régimen hoy exiliado en Miami, confidente ocasional de Fidel Castro y García Márquez, autor de su libro Hemingway en Cuba, a dicho en una entrevista al diario chileno La Tercera, publicado el 8 de enero de 2005, que exactamente después del atentado, había asistido, durante un viaje oficial a Belgrado, a una misteriosa conversación entre el Ministro del Interior del momento, José Abrantes y Fidel Castro, a propósito precisamente del atentado fallido. Fuentes añade, que Castro “estaba obsesionado con la idea de matar a Pinochet. Lo repetía sin cesar. Era un tema que se discutía mucho dentro de los medios de la Información cubana”. Indicó también, que Fidel Castro le habría confiado sesenta cajas de documentos ultra secretos con respecto a este atentado para que haga el relato, tarea que no llevó a cabo nunca. Juan Vives afirma que Norberto Fuentes nunca ha podido tener tales documentos. “No ha salido nada, nunca, de los archivos personales de Fidel Castro en lo que concierne a las grandes operaciones. Estos documentos se conservan en una habitación secreta situada detrás de la oficina de Castro. Es un verdadero búnker construido por los norcoreanos, presto a estallar en caso de conflicto o invasión o para evitar que estos papeles caigan en manos enemigas. Veo mal cómo Fidel Castro podía proporcionar información sobre un atentado que él mismo no había financiado. No comprendo tampoco porque decidiría hacer públicos tales hechos”. Otro jefe de Estado estaba, en cambio, al corriente de obtener los resultados de este atentado: Erich Honecker, el antiguo secretario general del Partido Comunista de Alemania Oriental, que fue barrido por Mikhail Gorbachov y la inspiración de la Perestroika. Después de su dimisión en octubre de 1989, y la caída del muro de Berlín el 9 de noviembre, se le acusó de corrupción y abuso del poder. Buscó inmediatamente refugio en una base militar soviética. Sus antiguos guardias le concedieron el asilo, pretendiendo al mismo tiempo librarse. En 1991 pudo incorporarse en Moscú, pero allí, penetró dentro de una embajada como un vulgar fugitivo, como muchos de aquéllos que antes había hecho encarcelar o fusilar cuando intentaban dejar ilegalmente RDA. La embajada en cuestión no era otra que la de Chile. Al año siguiente se entregó a las autoridades de la Alemania reunificada. Debido a su edad y a su mal estado de salud, además del hecho adicional de que no tenían ningún deseo de juzgarlo, más bien deciden pasar la página cuanto antes, las autoridades alemanas le dejaron terminar sus días en ese Chile en el cual soñaba y dónde residían varios miembros de su familia, en particular, su hija que se había casado con un chileno. Pinochet no estaba ya en el poder desde hace dos años. No obstante, el antiguo dictador militar, nombrado senador vitalicio para poder gozar de una inmunidad parlamentaria que iba a revelarse ilusoria, guardaba aún un control absoluto sobre las fuerzas armadas. Podía hacer salir los blindados a la calle si una decisión del nuevo gobierno democrático de Patricio Alwin le desagradaba, lo que no se privó hacer. El antiguo dictador comunista de Alemania Oriental se encontraba así, de hecho, bajo la protección de las autoridades democráticas y del antiguo dictador de derecha, a quien los militantes comunistas formados por sus propios servicios secretos habían intentado asesinar. Honecker no podía llegar a Chile con las manos vacías. Traía con él algunos expedientes de la Stasi, en particular, dónde se tenían en cuenta los nombres de los agentes, sus lugares de residencia, las máscaras de armas de las redes durmientes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, que incluso el Chile democratizado pretendía eliminar. Bien extrañas alianzas se establecieron después del final de la guerra fría. Desaparecido el barniz ideológico, los puntos comunes entre dictadores de todos los bordes pudieron por fin exponerse a la luz. Uno de los más sorprendentes es el que vincula desde hace tiempo a Fidel Castro y Augusto Pinochet. La extraña mansedumbre de Fidel Castro La consecuencia de informes entre los dos dictadores, simbolizando uno la crueldad de derecha, otro una “revolución romántica” de izquierda, no fue más que una larga serie de secretos no dichos, inconfesables y afinidades inquietantes. El ejército chileno, con todo que conoce la verdad, nunca ha querido revelar las circunstancias exactas de la muerte de Salvador Allende. ¿Temido, acusando a Castro de la muerte de presidente Allende, por lo que el Líder Máximo se revela publicando secretos que comprometen? El 18 de octubre de 1998, el antiguo dictador chileno se encuentra en una clínica privada en Londres, fue el lugar donde se ejecuta el arresto a raíz de la orden de detención entregada por el juez español Baltasar Garzón. Curiosamente a la estupefacción general, uno de los dignatarios latinoamericanos en no alegrarse abiertamente fue Fidel Castro. En un artículo publicado en octubre de 1998 en el diario EL País de Madrid, el escritor peruano Mario Vargas Llosa, que fue en primer lugar partidario de la revolución cubana antes de volverse uno de los críticos más amargos, escribía: “Una de las muy pocas personas en haber recibido la noticia de la detención de Pinochet sin ninguna muestra de alegría, e incluso con un determinado desconcierto, fue de manera sorprendente Fidel Castro. (…) ¿Su declaración prudente traducía una secreta inquietud? ¿El septuagenario jefe Máximo temió un momento encontrarse en una situación similar a la que debe enfrentar el soldado matón chileno? Me Temo que esta bonita perspectiva nunca llegue a materializarse. “Ya que, después de tantos años que escribo contra los regímenes autoritarios, llegué a la amarga conclusión de que somos solamente una minoría los que debemos tener una repugnancia idéntica hacia todas las dictaduras, sin excepción. Para mucha gente en cambio, allí tienen de buenas y de malas, según la ideología que los legitima. Pinochet es el malévolo dictador por antonomasia, Fidel Castro por el contrario, es el buen dictador, cuyos crímenes se disculpan no sólo por sus partidarios sino también por sus adversarios que prefieren observar hacia otra parte”. El Líder Máximo se encontraba entonces en el extranjero, en Oporto, para participar en uno de los grandes encuentros anuales de las cumbres iberoamericanas. Interrogado por los periodistas sobre el caso Pinochet, concuerdo con la opinión del presidente Demócrata Cristiano Eduardo Frei, hijo del otrora presidente, que fue el irreducible adversario de Salvador Allende durante la Unidad Popular. Ambos afirmaron que se trataba de un “caso de injerencia judicial”. Para Frei, esta reacción prudente se entendía: temía atizar las tensiones cuidadosamente enterradas desde la salida de Pinochet en 1990 y la instauración de un proceso de transición democrático en Chile. La argumentación de Fidel Castro era más indeterminada. Incluyendo que su primera reacción había sembrado el desorden, incluso entre los partidarios más entusiastas, se reanudó y declaró que eso era un “éxito del Derecho” El antiguo abogado Fidel Castro iba aún a contradecirse dos días más tarde, en España, en Mérida, donde él debió responder de nuevo a las preguntas de los periodistas. No era más un “éxito del Derecho”: “Desde el punto de vista moral, la detención y la sanción son justas. Desde el punto de vista legal, la acción es discutible. Desde el punto de vista político, pienso que eso va a crear una situación complicada en Chile, si se considera la forma según la cual se desarrolló el proceso político en este país.” ¿Castro temía las posibles revelaciones del general Pinochet ante un tribunal, si un pleito debiera tener lugar, sobre todo en España? ¿Tenía miedo de ser víctima del mismo contratiempo que el dictador chileno? Tanto más que las solicitudes procedentes de exiliados cubanos víctimas de su régimen se acumulaban en la oficina del juez Garzón y en las de otros jueces, en Francia, Venezuela y Bélgica en particular. Sobre ese plan, sin embargo, Castro no tenía mucho que temer. Garzón reconoció su impotencia frente a él, en una entrevista concedida tres años más tarde, en el 2001, al diario de Santo Domingo Listín Diario: “No se puede iniciar ningún procedimiento contra jefes de Estado en actividad por ninguna clase de delito. (…) Sólo un tribunal Internacional podría hacerlo”. Todavía está que Castro a pesar de todo, según Garzón, prefirió acortar la duración de su estancia en España y tomar el avión para Cuba, cancelando una reunión prevista de larga data. El comandante en jefe no podía, sin embargo, soportar que un juez pudiera acusarlo de haber huido. Respondió a las declaraciones de Garzón en un artículo publicado en Granma el 28 de abril de 2001. “Era ya de noche. Sinceramente, lo que me aburría eran todas estas autopistas, todas estas filas de coches, todos estos embotellamientos y todo este derroche de luz y energía que se cierne sobre la capital española. Por eso no sentí ningún deseo de pasear por las calles congestionadas de Madrid. Del aeropuerto (…) fui hacia Cuba en mi querido viejo Il62, confiando en la tecnología soviética”. Fidel Castro concluye a pesar de todo con una clara advertencia a cualquiera que tenga la idea de hacerlo sentar en el banquillo de los acusados para responder de sus crímenes o para aclarar las relaciones indeterminadas mantenidas con algunos dictadores en el mundo, en particular, Pinochet: “Si un juez o una autoridad cualquiera de España u otro país de la OTAN intentaran un día detenerme, haciendo uso de facultades extraterritoriales arbitrarias y violando derechos que para mi son sagrados, deben saber por adelantado que habrá combate, cualquiera que sea el lugar donde intentaran hacerlo. Creo en la extraterritorialidad del honor y en la dignidad del hombre”. El viejo revolucionario respondía así a todo tribunal que se atreviera a intentar juzgarlo según el principio de la “competencia universal”. Por lo tanto desde este episodio, prefirió viajar menos o por períodos cortos solamente, a territorios amigos en particular Venezuela, dónde sabe que con su discípulo Hugo Chávez no arriesgara nada. Si la mansedumbre de Castro para con el dictador Pinochet podía sorprender para el que no conocía sus relaciones en la época de la Unidad Popular de Salvador Allende, la indulgencia del régimen castrista ante la dictadura militar argentina, responsable entre 1976 y 1983 de millares de desaparecidos, asesinatos y torturas, entraba en una misma lógica de solidaridad entre gobiernos fuertes. Durante estos años, Cuba y la Unión Soviética sistemáticamente impidieron la adopción por la ONU de Resoluciones que condenaban a las juntas militares sucesivas, por violaciones de los Derechos Humanos. Cuba incluso aporto su apoyo, en 1982, a la acción armada de la Junta Argentina destinada a reconquistar las Islas Malvinas, que permanecen como colonia británica. El CADAL (Centro para la Apertura y el Desarrollo en América Latina), una organización para la defensa de los Derechos Humanos en Argentina, pidió oficialmente al presidente Néstor Kirchner, en junio de 2005, la apertura de la investigación sobre los vínculos entre la antigua dictadura argentina y Fidel Castro. SÉPTIMA PARTE LAS LEGIONES DE CASTRO Aunque las tentativas de exportación de la revolución cubana hayan conocido de numerosos fracasos en América Latina como en África, Fidel Castro va a mantener su punto. Transforma, durante los años 70, las guerrillas o los apoyos armados a las experiencias “progresistas” de gobiernos en América Latina en un verdadero ejército regular. Esto va a tomar el relevo bajo otras latitudes a millares de kilómetros de distancia de la zona de influencia cubana. En adelante la superficie de juego de Fidel Castro, es el mundo. La mayoría de los cubanos nunca se había propuesto hablar ni de Cabinda, ni de Ogaden, ni de Eritrea. Un enclave, un desierto, una región, transformados por fuerza, familiares en todos los hogares, repetidos en todos los discursos, declinados sobre todos los tonos alrededor de los mapas del Estado Mayor expuestos en la televisión y en los diarios del partido y juventud comunista. Pero, sobre todo, experimentados en su carne por todas las familias que perdieron unos hijos, un marido, un padre. Castro seguirá todos estos conflictos luego desde su oficina en el Palacio de la Revolución, la prueba del fuego en el desierto La prueba de fuego en el desierto Algunos meses apenas después de la entrada de las fuerzas rebeldes en La Habana, el nuevo poder, aun balbuceando, realiza con toda su primera misión internacionalista. En el mes de septiembre de 1959 los aviones C46, que habían pertenecido a las fuerzas aéreas de Batista, liberan armas sobre un lugar revolucionario en Nicaragua, antes de aterrizar sobre una pista clandestina en Honduras. Durante este mismo año, dos tentativas de invasión, una en Panamá, la otra en Santo Domingo, mal preparadas y mal organizadas por dos comandantes del ejército rebelde, se dan como fracasos. Los revolucionarios cubanos intervinieron en esa época en prácticamente todos los países de América Latina para entrenar, armar, financiar o comandar las guerrillas. Las relaciones entre la revolución cubana y el gobierno democrático existente en Venezuela, que había sucedido a la larga dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez, se colocaron bajo señal de tensión, mientras que las autoridades venezolanas habían contribuido mucho con la guerrilla contra Batista, por el envío de armas y dinero. Pero el nuevo presidente Rómulo Betancourt se negó a seguir a Castro en su proyecto de revolución continental. Inmediatamente éste apoyó a la vez el levantamiento militar sobre todo porque envía un fuerte contingente expedicionario. Un importante desembarco de guerrilleros cubanos tuvo lugar bajo la orden de Raúl Menéndez Tomassevich, contra el régimen democrático. Muy rápidamente fracasaron, pero las guerrillas se mantuvieron por muchos años en Venezuela, la insurrección en Venezuela fue vencida por causa de la represión gubernamental y la división entre comunistas oficiales partidarios de la lucha política y procastristas quienes impulsaban la lucha armada en todas sus alternativas, guerrillas y golpes de estado. Arnaldo Ochoa tuvo sus primeras armas de guerrillero “internacionalista”. Consigue dejar in extremis Venezuela. Pero la primera verdadera intervención de soldados del ejército regular cubano, fuera de la creación de focos de guerrilla en América Latina, tiene lugar en el desierto del Sahara. Una intervención a la demanda de la República Argelina recientemente independiente y con el acuerdo benévolo de los soviéticos. Incluso antes Argelia no accede a la independencia, tensiones habían surgido con el vecino marroquí con respecto a una zona del Sahara Occidental que el reino Jerifiano considera como suyo. En 1963, después de la firma de los acuerdos de Evian, el Gobierno del Frente de Liberación Nacional (FLN), bajo la dirección de Ahmed Ben Bella, solicita la intervención de tropas cubanas para asistirlo en una querella territorial que corre el riesgo de degenerar en un conflicto armado. El joven Estado no se siente aún en condiciones de defender por si solo sus fronteras. El litigio se refiere a un territorio de cerca de mil quinientos kilómetros cuadrados. El embajador cubano en Argelia se llamaba Jorge Serguera, alias “Papito”. Desempeñará un papel de contacto con los revolucionarios africanos en las aventuras cubanas por la región y, en particular, en la guerrilla del Che Guevara en el Congo. Antes, a partir de los primeros días del triunfo de los barbudos en La Habana, había oficiado como fiscal en los tribunales revolucionarios en la fortaleza La Cabaña, colocado bajo la orden de Ernesto Che Guevara. “Papito” Serguera envió ante el pelotón de ejecución a cientos de hombres considerados como “esbirros de Batista”. Realmente, su misión se limitaba a realizar las órdenes de Fidel y Raúl Castro, así como las del Che. Solo decidían fusilar los unos o condenar a veinte o treinta años de prisión los otros que parecían haber tenido más oportunidad Juan Vives se encontraba también en Argelia, más concretamente en el Sureste argelino, como funcionario de conexión, ya que hablaba francés y disponía de numerosos contactos en el FLN. Actuando dentro del tanque soviético. Vives tenía a sus costas al secretario personal de Houari Boumediene, un cierto Abdelaiz Boutefrika (el actual presidente argelino), cuando recibió un mensaje de radio de Jorge Serguera pidiéndole volver a entrar urgentemente a Argel. A su llegada a la capital argelina. Vives se reunió con el diplomático cubano detrás de las paredes encerradas de una habitación secreta de la embajada, que no tenía ninguna ventana dando para el exterior, donde los miembros de los servicios secretos cubanos se reunían a menudo para matar el tiempo jugando al dominó. “Después de haber analizado la situación, acompañé a “Papito” Serguera a la sede de la Presidencia argelina, precisa Juan Vives, Ben Bella había deseado vernos para que remitamos, por su parte, una solicitud de ayuda a Fidel. Hablaba en un tono tranquilo, sopesando cuidadosamente cada una de sus palabras. Entonces nos propuso entrevistarnos con representantes del Sahara Español que estaban en lucha contra la potencia colonial. Reconozco que ni “papito” ni yo conocíamos la existencia de este territorio. Ante nuestra perplejidad, Ben Bella nos dice: “Si los cubanos nos ayudan, pueden también ayudar a los saharauis.” Nos pusimos inmediatamente en contacto con La Habana. Fidel Castro nos confió el cuidado de entrevistarnos con los representantes de los saharauis con la consigna de no hacer compromisos de ninguna clase. La reunión tuvo lugar en la embajada de Cuba. Los saharauis nos comunicaron la larga lucha de su pueblo contra las distintas soberanías extranjeras desde hace más de cien años. Explicaron también que en los años 1957 y 1958. La España franquista (aunque Franco era poco recomendable en público, por razones de hipocresía internacional, algunos no dudaban, bajo el abrigo, en celebrar acuerdos con él), Francia y Marruecos habían subido una campaña conjunta contra ellos, la operación “Huracán”. Muy rápidamente, la solicitud de Ben Bella fue concedida por La Habana. En algunas semanas, los cubanos formaron un batallón blindado con los tanques soviéticos T43 y T34 que datan de la segunda Guerra Mundial. Unidades vetustas pero que la eficacia disuasiva ante las tropas marroquíes iba a hacer maravillas. Los soviéticos se encargaron del transporte de estos tanques hasta el puerto de Argel donde los cubanos recibieron la entrega. Pero el batallón cubano, de cerca de seiscientos hombres, no tuvo que suministrar, con motivo de esta “guerra de las arenas”, verdaderos combates. Se limitaron a simples escaramuzas que se prolongaron durante siete meses, a lo largo de la frontera meridional de Argelia. A la Cabeza de esta primera misión “internacionalista” se encontraba uno de los principales combatientes revolucionarios de la Sierra Maestra, el comandante Efigenio Ameijeiras que en 1966 caerá en desgracia, por corrupción y “vida inmoral”. Una intervención militar junto con el saharaui no era un asunto simple. Implicaba dos Estados de Europa Occidental, y no menores: España, con la cual el Gobierno castrista ha mantenido buenas relaciones políticas y comerciales a pesar de la dictadura franquista, y Francia. “Nuestros servicios de información e inteligencia estaban entonces lejos de poseer la capacidad que adquirieron durante los años, dijo Juan Vives. Pues consultamos a nuestros colegas de la KGB, que nos comunicaron una gran cantidad de información sobre la situación. La orden entonces llegó de aprovecharnos de la creación del Movimiento de Liberación del Sahara, el MLS, que sólo tenía al principio una estructura política y no militar. El Che pidió formarlos al marxismo para que pasen a ser verdaderos cuadros revolucionarios. No había problema de lengua, todos hablaban perfectamente el español. En cambio, el hecho de que fueran de confesión musulmán causaba tensiones con el ateísmo oficial predicado por la revolución cubana. Para aflojar el ambiente, se alegó la teoría del “socialismo árabe” impulsada por Nasser en Egipto. Debo reconocer que los cuadros saharauis que vinieron a formarse en Cuba tenían una cualidad que pocos aprendices revolucionarios recibíamos, y recibimos centenares, podían jactarse de poseer”. Cuando la noticia de la desaparición, luego de la muerte de Mehdi Ben Barka1 en París en 1965 se conoció, Fidel Castro quiso vengarse del rey de Marruecos, Hassan II, a quien acusó de este crimen. Monto entonces en una cólera monumental delante de los oficiales de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, y gritando: “¡Marruecos será tierra de venganza!” El saharaui pasó a ser para él el principal instrumento de esta venganza. A partir de 1969, manifestaciones anticolonialistas organizadas por el Movimiento de Liberación del Sahara se multiplican con el apoyo y los estímulos del gobierno castrista. La respuesta de España es inmediata, Cientos de militantes saharauis son lanzados a prisión, mientras que otros se refugian en Argelia, cerca de Tindouf, sobre el Hamada del Draa. La represión se acentúa después de una nueva manifestación masiva organizada en marzo de 1970 durante la cual Castro prueba la determinación de los españoles. Los legionarios franquistas disparan contra los manifestantes. El balance: más de un centenar de muertos. Fidel Castro concluye que la vía pacífica no es la buena y se dispone a preparar la guerra. Numerosos campos de entrenamiento se instalan apresuradamente en el territorio argelino con la participación de instructores cubanos, mientras que los mejores cuadros del movimiento siguen su formación en Cuba. Para señalar el cambio de línea político, el MLS se transforma entonces en Frente de Liberación de Saguia EL Hamra y Río de Oro, más conocida bajo el nombre de Frente Polisario. Éste se crea clandestinamente el 10 de mayo de 1973. Formado por jóvenes militantes nacionalistas venidos del Sahara, de estudiantes de Rabat, obreros y técnicos de Zourate, de Bou Craa y de Pastores nómadas, decide su primer congreso “la lucha armada como medio para que el pueblo árabe saharaui africano pueda recuperar su libertad total y frustrar las maniobras del colonialismo español”. EL Ouali Moustapha Sayed se convierte en el secretario general. El 20 de mayo de 1973, la primera operación armada se lanza contra el puesto militar español de EL Kanga bajo la mirada interesada de un Castro que continua, en sus manos, armando a los rebeldes del desierto. Éstos hacen, por lo tanto, frecuentes idas y vueltas a La Habana para encontrar Osmany Cienfuegos, uno de los principales responsables de la Tricontinental cercano de Castro. El objetivo de los cubanos consiste a la vez en combinar un movimiento inevitable que cuenta con la simpatía de los países árabes “progresistas”, y de considerar sobre sus materias primas - que contienen los sótanos del Sahara, además de enormes reservas de petróleo y de gas, manganeso, uranio y cobre - de insertar una esquina en el lado de la OTAN. Marruecos y Mauritania celebran, en octubre de 1974, un acuerdo secreto para compartirse el Sahara Español y sus fabulosas riquezas. Un año más tarde, el 6 de noviembre de 1975, el rey Hassan II lanza la “marcha verde”: trescientos mil hombres invaden el Sahara Occidental, bandera marroquí y Corán en la mano. La España, debilitada por la agonía de Franco, señala, a pesar de sus compromisos que debe organizarse un referéndum de autodeterminación, los acuerdos de Madrid ceden el norte y el centro de su colonia a las manos del reino alauita su antigua colonia reservándose la posibilidad de explotar las riquezas naturales, más que de asumir sus responsabilidades llevando a cabo una independencia solicitada. La guerra se instala. Después de la legitimación del Frente Polisario por los nos alineados a solicitud de Fidel Castro, los contactos entre cubanos y saharauis se vuelven permanentes, la ayuda que La Habana aporta a los rebeldes del desierto es de carácter militar (entrenamiento y armamento) pero también humanitario (medicamentos y alimentos). En junio de 1977, Raúl Castro, rodeado entre otros por el almirante Aldo Santamaría y con varios miembros de los servicios cubanos de información, reunidos en una larga sesión de trabajo en Argel con los dirigentes saharauis Brahim Gal y Habib Hallah, en presencia de representantes de Ministerio Argelino de Defensa. Se firma un acuerdo privado de cooperación militar entre las tres partes, el acuerdo prevé el suministro de material militar por vía marítima, el entrenamiento por parte de los cubanos sobre la base del Mar el-Kéfir, de mil saharauis y la utilización de la 2ª región militar argelina como base central1 . Varios barcos de la flota pesquera cubana se colocan en los puertos de las Islas Canarias con el fin de enviar armas y hombres a la guerrilla. El 11 de diciembre de 1980, los guardacostas marroquíes dentro de sus aguas territoriales abordan el buque cubano Golfo de Tonkín procedente de Guinea, transportando equipos de comunicación que seguían el rastro de los movimientos de tropas marroquíes en campaña contra el Frente Polisario. El Ejército de Liberación Popular Saharauis, brazo armado del frente Polisario, realiza por lo tanto incursiones rápidas y de corta duración contra objetivos limitados en Marruecos y Mauritania. Esta guerrilla de acoso desde los territorios argelinos y libios desestabiliza al gobierno mauritano, que renuncia a la zona deseada y firma un acuerdo de paz con los saharauis. Marruecos no cede. El general Dlimi construye una pared con miradores, trincheras y campos de minas, destinada a proteger a los marroquíes de las incursiones del Polisario. Los americanos les suministran kilómetros de cable eléctrico de detección, jeeps Toyota y metralletas automáticas de marca Browning. Fidel Castro, jugando a aprendiz de brujo, contribuyó mucho a desencadenar un conflicto sin final, al igual que el de los soviéticos, el invitarse en algunas partes del mundo donde la inestabilidad puede permitir la introducción de movimientos revolucionarios. Pero más especialmente, en el caso del Sahara, para hacer morder el polvo al rey de Marruecos, que Castro consideraba como un enemigo personal. Cuba también señalado por su “solidaridad” respecto a los niños saharauis, acogiendo cientos de ellos en escuelas situadas al centro de la isla de La Juventud, antiguamente isla de Los Pinos. Un territorio experimental donde millares de niños y estudiantes extranjeros, principalmente africanos, se acogen en inmensas escuelas, construidas a algunos kilómetros una de la otra. Lejos de sus familias y deben en alternancia, trabajar en plantaciones de cítricos y aprender a ser buenos revolucionarios. Un periodista del diario suizo La Tribuna de Ginebra, Antoine Maurice, informa en uno de sus artículos en septiembre de 2003 del calvario que aguantaron estos niños, muchachos y muchachas. Un calvario destacado por el testimonio emocionante de una de ellas. Fátima Mansour. Se le separó de su familia por los independentistas saharauis a la edad de 12 años, para enviarla junto con seiscientos niños saharauis a Cuba en una vieja tina soviética. “Las autoridades del Polisario que organizan este viaje, escribió el periodista, les dicen cualquier cosa a los niños, que van a grandes vacaciones, para escaparse de la dura suerte de los combatientes. Se les garantiza que ellos volverán de nuevo regularmente, pero en ningún momento se les habla de separación”. En realidad, Fátima va a vivir doce años con sus camaradas de exilio en Cuba en un internado de la isla de La Juventud. Son algunos centenares en primer lugar, luego, a lo largo de los años, ellos se volverán millares, agrupados en establecimientos especiales. Fátima tenía 25 años cuando pudo regresar a Tindouf antes de huir a Marruecos que la acogió como una niña perdida. No quiere a Cuba, ha dicho, ella está furiosa pensando en todos estos jóvenes arrancados de su tierra. Esta historia se ocultó durante más de veinte años. Hoy los testimonios fluyen: “Cuando llegué a Cuba, se acuerda Maoulainine Saadani, tenían más de ochocientos niños venidos del Sahara, y también de los pequeños pueblos africanos. Se nos prohibía todo contacto con ellos. Por la mañana seguíamos estudios y por la noche los responsables del Polisario nos hacían trabajar en los campos. El que rechinara en el trabajo recibía golpes, era castigado y difícilmente podía desempeñar su función que hacer incluso por la noche. Por mi parte, descolgué un título que me fue entregado por Fidel Castro en persona en 1999. Pude regresar a Tindouf, en 2002, pasando por Argel, con el fin de dar prueba de la suerte sufrida por los niños desplazados a Cuba. Nadie, allí, quiso escucharme”. Organismos internacionales denunciaron también el envío de los niños saharauis hacia Cuba. El Alto Comité para los refugiados de la ONU, han contado varios millares; Marie Françoise Mirot y Francine Henrich en nombre de la UNESCO se separaron antes de ser enviadas a la isla de La Juventud donde se encuentran en campamentos específicos de barracas. Además del adoctrinamiento y la instrucción militar, la “mafia cubana” explota a estos niños como mano de obra, en los campos de caña de azúcar y en las fábricas de cigarros1…” En una reunión entre responsables cubanos y marroquíes en Marrakech, en 1999, la delegación cubana se justificó alegando un acto de solidaridad y humanidad, y abogó por un restablecimiento de sus vínculos diplomáticos, rotos desde los años 70, con Rabat. En realidad, los cubanos tienen perfecta conciencia porque ayudaron y participaron en un chantaje: para mantener a los combatientes en los campos, los dirigentes del Frente Polisario enviaban a sus niños a Cuba con promesa de vuelta, a condición de que permanezcan in situ y sigan peleando a su lado. Los saharauis no siempre han obtenido su independencia. Las tentativas de negociación tienen muchas fallas, a causa de la intransigencia de Marruecos que vela por las riquezas del desierto, pero también de la inflexibilidad de los independentistas, y esto a pesar de los esfuerzos repetidos del antiguo secretario de Estado de George Bush padre, James Baker, principal negociador del plan que lleva su nombre, cuyo objetivo consiste todavía en llevar a cabo la autodeterminación de las poblaciones del Sahara Occidental. El arco integrista del Sahara A principios del mes de abril 2004 Aymeric Chauprade1 , el profesor de Geopolítica en la Sorbona, director de estudios en la escuela de guerra de París, sorprende a la audiencia de la Universidad de Ginebra. Afirma que el Frente Polisario estaría oscilando en el islamismo radical y el terrorismo, bajo la presión de la llegada a sus filas de una nueva generación de militantes impregnados de integrismo. El Polisario se habría convertido en una suerte de base posterior de las redes islamistas cuyos cinco a seiscientos veteranos de Afganistán se instalarían en lo que acuerda llamar “las zonas grises del Sahara”. Ahora bien, el Polisario es un movimiento separatista cuyo origen se remonta a los años 60. Un movimiento cuna sobre el cual el Che Guevara se inclinó, un movimiento inicialmente marxista - leninista, que nunca ha roto sus vínculos con La Habana a pesar de su cambio hacia el integrismo musulmán. La prueba es los millares de niños saharauis desplazados a Cuba sobre la isla de La Juventud para que sean elevados en la fe y el entusiasmo revolucionario. “Los cubanos no son ingenuos, insiste Aymeric Chauprade. Al aceptar la responsabilidad de mantener en su territorio alrededor a de diez mil niños saharauis, ayudan a sus aliados del Frente Polisario. Ayuda que se mantiene hasta hoy: nunca se rompieron los vínculos entre La Habana y los rebeldes saharauis. Hay una continuidad que sobrevivió a la guerra fría. Los encuentros entre miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y el Polisario son permanentes y se efectúan vía Argelia en los campos de Tindouf, a la divergencia de las miradas indiscretas. Castro con el fin de romper su aislamiento internacional conservó todos sus contactos con sus antiguos socios y sigue, en particular, ayudando al Frente Polisario, aunque éste se radicalizó islamizándose. La Habana, que quiere mantener sus cartas y sus vínculos con “abscesos de fijación” sobre los cuales puede pesar en cualquier momento, no duda en prodigar consejos logísticos, proporcionar armamento e instructores y permitir a hombres que se apoyan en el Frente Polisario de aprovecharse de las redes cubanas para infiltrarse y de establecerse en Europa o los Estados Unidos, según miembros de los servicios de información franceses y marroquíes. Por otra parte, cuando un informe de la organización Francia-Libertad, dirigida por Danielle Mitterrand, menciona los maltratos infligidos a los presos marroquíes, el Polisario indicó que aún hay encarcelados cuatrocientos hombres entre 30 y 50 años. Ahora bien, el gobernador del Sur Marroquí, Rachid Erghibi, afirma que hay actualmente entre dos y tres mil combatientes marroquíes desaparecidos que estarían detenidos en alguna parte fuera de los campos de Tindouf. ¿Si no están en las cárceles saharauis, ni en las de los argelinos, dónde están? Por razones diplomáticas y de estrategia política el marroquí no quiere hoy plantear esta cuestión a los responsables del régimen castrista”. En enero de 2004 los servicios mauritanos detienen a un agente activo del Polisario de seguridad, Baba Ould Mohamed Bakhili, en flagrante delito de apropiación de grandes cantidades de explosivos de los depósitos de la Sociedad Nacional Mauritana de la Industria Minera (ciento cincuenta y tres botellas de productos muy inflamables y doce kilómetros de hilo que se utiliza para las explosiones teledirigidas). Esta clase de material sirve, según los expertos, para fabricar bombas de uso terrorista y no es utilizada poco por las guerrillas o las fuerzas militares clásicas. ¿El Polisario tenía la intención de utilizarlos o pretendía vender estos productos a grupos radicales islamistas presentes en las regiones fronterizas porosas del Gran Sahara? Aymeric Chauparde explica que desde hace unos años una serie de movimientos idénticos locales o separatistas, que había en el tiempo de la guerra fría habían adoptado el marxismo-leninismo como ideología transnacional cambian de referencia ideológica y optan por el islamismo radical. Un islamismo que, hasta cierto punto, constituye la nueva ideología revolucionaria transnacional impugnando el orden mundial y la hegemonía de las grandes potencias capitalistas. El cambio del Polisario se inscribe en este marco. Debido a una impotencia política y militar creciente y sobre todo a la llegada de nuevas generaciones impregnadas de islamismo en su paso por las universidades argelinas. “Se puede hablar, prosigue Aymeric Chauprade, de una evidente complementariedad entre franjas de Polisario (la nueva generación integrista), el Grupo Salafiste para el rezo y el combate (GSPC) -la más importante organización islamista radical argelina que se ilustró en tráficos de armas y el secuestro de turistas europeos y de elementos islamistas radicales esencialmente los veteranos de Afganistán en busca de enlace. Varios centenares de ellos llegaron después de la caída de los Talibanes a esta zona que la llaman el arco integrista del Sahara y que se extiende desde el Sur Marroquí y Argelino al norte del Chad pasando por los encierros de Malí, Níger y Mauritania. Algunos hechos certifican indirectamente la existencia de tales relaciones. Obviamente los Estados Unidos aprovecha la lucha contra el islamismo radical para aumentar su influencia en esta región. Hay pues el pretexto, pero la realidad es inevitable. Una realidad que ha preocupado todos los países de la zona tanto como Francia y los Estados Unidos”. La reconversión sería más bien lenta y progresiva, del tipo seguido por la Ciudad de Tidal en el norte de Malí, antiguo feudo del movimiento tuareg de liberación nacional. Esta ciudad es hoy la placa giratoria de tráficos de armas y coches robados, así como de candidatos a la emigración clandestina, siendo un feudo del proselitismo islamista radical. Se muestran algunas fotografías de Osama Ben Laden por las cuatro esquinas de las calles y en todos los frentes de las tiendas. Una evolución idéntica parece en curso en el Polisario. Es imposible decir si este movimiento se convirtió enteramente en una filial de AL Qaïda, pero se puede imaginar que, si el problema del Sahara Occidental no se regula, lo pasará a ser implícitamente. Tanto más ya que es bastante fácil, que redes islamistas radicales que poseen dinero, compran complicidades y hagan de estas zonas su base de repliegue. En julio de 2003, New York Times publicaba las declaraciones del general del ejército del aire Jeffrey B. Kohler: “Lo que no queremos en África, es otro Afganistán, un cáncer desarrollándose en medio del desierto”. Algunos meses antes, en febrero de 2003, el Grupo Salafiste el GSPC, secuestraba a treinta y dos turistas europeos, por la predicación y el combate: A mediados del mes de enero de 2004 la etapa del rally París Dakar que debía pasar por Malí se canceló debido a riesgos terroristas. Riesgos indicados por los servicios franceses de información. Israel: de la admiración al odio Después del establecimiento de las relaciones diplomáticas con Israel en 1959, las relaciones entre Cuba y el Estado Hebreo se habían desarrollado con un espíritu de confianza. Castro había publicado incluso un luto oficial de tres días en la isla por la muerte del presidente Israelí Yitzhak Ben Zvi en 1963, lo que había causado una protesta del presidente Argelino Ahmed Ben Bella. Éste había de golpe cancelado la visita prevista de Castro a Argelia. La cooperación entre Cuba e Israel era importante en el ámbito económico. La producción de cítricos, favorecida por métodos de riego probados, y de pollos se había desarrollado gracias al trabajo de los ingenieros agrónomos israelíes, para la mayoría resultantes de los kibutz, que fueron a trabajar en la isla, enviados por la Asociación de amistad Israel-Cuba, creada en 1964. Los dos países compartían también el sentimiento de ser “estado de sitio” y una voluntad resuelta de pesar, a pesar de su tamaño reducido y su escasa población, sobre el destino del mundo. Es durante la conferencia de creación de la Tricontinental celebrado en enero de 19661, que la posición castrista comienza a evolucionar en un sentido hostil hacia Israel. Más tarde, en su mensaje apocalíptico a la Tricontinental (publicado mientras que él mismo se encuentra en Bolivia) donde llama a la creación “de dos, tres, numerosos Vietnam”, Che Guevara toma partido en favor de los “países progresistas de la zona” Oriente Medio contra Israel, “apoyado por los imperialistas”. El ejército y los servicios secretos cubanos tenían con toda una gran admiración por el Mossad y Tsahal, en particular, después de la victoria relámpago en la guerra de los seis días de junio de 1967. El principal portavoz del régimen en la época (y uno de los posibles sucesores de los hermanos Castro hoy, lo que demuestra su longevidad política y su capacidad de adaptación a todos los vuelcos), Ricardo Alarcón, entonces embajador permanente en la ONU, denuncia “la agresión armada contra el pueblo árabe” y “el ataque sorpresa a la manera nazi”. Pero él mismo Castro declara a K.S Karol, del Nuevo Observador, en 1967: “Los verdaderos revolucionarios nunca amenazan con exterminar un país entero.” En realidad, Cuba vacila entre la posición de generales del ejército, más bien favorables a Israel, y las instancias políticas, que promueven la ruptura de relaciones diplomáticas tal como ocurre con la Unión Soviética y los “países hermanos”, así como un compromiso creciente en las costas de los países árabes. A pesar de su admiración inicial. Fidel Castro terminará por volver a entrar en la fila y participará por todos los medios, en particular, la propaganda y la acción militar, en el combate contra el “sionismo”. A partir de 1973, Cuba oficializa su apoyo a los movimientos palestinos, con los cuales los responsables cubanos mantenían contactos secretos desde hace muchos años. El punto de partida de este nuevo compromiso, es la visita a Cuba de Yasser Arafat, recibido con todos los honores en noviembre de 1974. Es el año en que el jefe de la OLP comienza a gozar de un reconocimiento internacional, después de su discurso pronunciado delante de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, quien esgrime un ramo de olivo, mientras que afuera los manifestantes, separados por importantes cordones de policías, se enfrentan a golpe de consignas entre partidarios y adversarios del líder palestino. En Cuba, en revancha, la casi totalidad de los miembros de la Mesa política del Partido y del Gobierno están allí para recibir, al pie de la pasarela. A Yasser Arafat encapsulado de su eterno Keffieh. El líder de la OLP y Fidel Castro levantan los brazos en señal de victoria y se toman por las manos. Castro condecora a su huésped con la medalla de Playa Girón (Bahía de Cochinos), una de las más importantes distinciones honorificas de la revolución. Se sella el pacto. Otros responsables palestinos, rivales de Arafat, George Habbache o Nayef Hawatmeh, harán también el viaje a La Habana. Y, allí también, las palabras serán seguidas de gestos concretos, en materia de entrenamiento, de armamento, de envío de hombres, tanto a Cuba como en el conjunto del Medio Oriente. Un intercambio rentable: los palestinos se entrenan en Cuba mientras que cubanos están presentes en los campos palestinos, sobre todo en el Líbano. Guerrilleros latinoamericanos, nicaragüenses sandinistas, salvadoreños del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional y bien de otros se mezclan a estos entrenamientos y participan puntualmente en operaciones de guerrilla o sabotaje. Cuba no tendrá interrupción en adelante, para condenar a Israel en todos los foros internacionales, patrocinando la Resolución “Sionismo igual racismo” presentada en la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1975. En 1977, Castro acusa incluso a Israel de genocidio hacia los palestinos, “un genocidio”, ha dicho él, similar al que “los nazis ejercieron contra los judíos”. Dentro de la isla, los diarios compiten en excesos propagandistas, presentando a menudo caricaturas que yuxtaponen la estrella de David y la cruz gamada. Es por otra parte el dibujo de cobertura de un libro, publicado en español en 1989 por la Organización de Liberación de Palestina por las ediciones del estado cubano, y que tiene por título La Otra Cara: La verdad sobre las relaciones secretas entre el nazismo y el sionismo. ¿Su autor? El doctor Mahmoud Abbas (alias Abou Mazen), que pasó a ser a la muerte de Yasser Arafat en octubre de 2004 el nuevo presidente, dado por “moderado”, de la autoridad palestina. El libro se distribuirá a gran escala. Se trata de la tesis de doctorado de Mahmoud Abbas, sostenido en una universidad soviética. Su autor rechazará, más tarde, tanto el contenido como el título. Otras obras de la misma clase, igualmente virulentos, seguirán, entre las cuales la de Domingo Amuchástegui, más sobriamente titulado Palestina: las dimensiones de un conflicto1 . Nos hemos entrevistado con Domingo Amuchástegui, antiguo teniente coronel de los servicios cubanos de inteligencia, muy cerca, aún hoy, de las más altas esferas del poder en Cuba, especialmente del clan vinculado a Raúl Castro, aunque haya dejado la isla en 1994 para residir en Miami. Vuelve así sobre la política cubana de la época, en tanto que establece extraños puntos de convergencia entre Cuba e Israel: “Los cubanos del interior, en la época, y los israelíes, no comprendíamos por supuesto el papel que teníamos que desempeñar. Nunca han creado graves problemas ni para el entrenamiento de las fuerzas palestinas en los campos de Jordania, ni para la ayuda aportada al Líbano, ni para la presencia de las fuerzas regulares cubanas en Siria2 ”. En realidad, el relativo silencio del Gobierno Israelí se explica por dos factores: inversiones importantes, en particular, en el sector turístico, y la voluntad de hacer emigrar hoy a Israel lo que permanece de la comunidad judía, alrededor de doce mil almas antes de la toma del poder por Castro, reducida a algunos centenares de personas. Las autoridades israelíes organizan, a intervalos regulares, en virtud de un acuerdo secreto con las autoridades castristas, la salida de estos Jewbanscontracción de las palabras “judíos” y “cubanos” hacia Eilat sobre las costas del mar rojo, con escala en París. Al mismo tiempo, los miembros restantes de la comunidad judía en La Habana, con la ayuda de los judíos cubanos emigrados en su mayor parte a Miami o a Nueva York, restauran la gran sinagoga de la capital de la isla.1 y soportan como pueden este desencadenamiento de propaganda. Sobre las alturas del Golán Antes de comprometer masivamente a sus tropas en África, Castro tiene necesidad de un banco de pruebas tamaño natural. Será Siria. Una intervención encubierta, casi anónima. Nadie se informa de la nueva “epopeya” de los soldados cubanos en tierra extranjera a finales del año 1973. Sólo el 22 de diciembre de 1975, en su discurso al primer congreso del Partido Comunista de Cuba, el Líder Máximo reconoce públicamente la intervención de un ejército regular cubano, de varios centenares de consejeros soviéticos y decenas de millares de soldados de infantería en las costas Hafez EL Assad: “No es un secreto para nadie más que, en momento de peligro y amenazas para la República Siria, nuestros hombres fueron a Siria.” Hay alusión también en una entrevista concedida a la revista italiana Época del 15 de enero de 1978. En otro discurso pronunciado el 1 de mayo de 2003, es decir, cerca de treinta años más tarde, vuelve de nuevo sobre este hecho de armas: “El personal completo de una brigada de tanques monta guardia, a solicitud de la nación árabe Siria, entre 1973 y 1975, ante las alturas del Golán, cuando esta parte de su territorio se arrancó injustamente a este país.” Con todo, esta ayuda militar a Siria, oficialmente acompañada del envío de otras dos brigadas de “médicos” esta vez, permaneció poco conocido, a pesar de las protestas oficiales de Simón Peres, entonces ministro Israelí de Defensa, como si ninguno de los campos presentes había tenido interés por divulgarlo. En septiembre de 1973, durante la cuarta conferencia en Argel de los países no alineados, el coronel Libio Muhammad Gadafi afirmó que Cuba está excluida del movimiento a causa de su apoyo afirmado a las posiciones soviéticas. Atacado en vivo, Fidel Castro reacciona, ante la gran sorpresa de sus propios diplomáticos, incluido el embajador en Tel-Aviv, anunciando, una hora antes del cierre de la conferencia, la ruptura de sus relaciones diplomáticas con Israel, Inmediatamente, Gadafi se precipita en sus brazos, seguido de cerca por el líder de la Organización de Liberación de Palestina, Yasser Arafat. Era el primer encuentro entre Arafat y Castro. Muy rápidamente, el comandante en jefe, juntó el gesto a la palabra. Los preparativos de una acción militar van a buen paso en La Habana. Algunos días más tarde, el 6 de octubre, estalla la guerra del Kippour. El diario del Partido, Granma, tira en primera página: “La barbarie sionista en Siria”. Las tropas cubanas no podrán estar en la cita de la guerra del Kippour pero estarán presentes entonces en las confrontaciones de retaguardia. Durante meses, durante el otoño de 1973, consejeros militares cubanos forman al ejército sirio, cuyos funcionarios no tenían los conocimientos requeridos, en particular, en matemáticas y en geometría, para el material de artillería proporcionado por los soviéticos: cañones automotores SAO100, los Tanques T34 y T55, morteros de 120 mm, cañones anti tanques de 57mm, cañón de 156 mm, lanza cohetes Bm22 (los temibles Katiushkas o “cebadas de Estalin”) y además. “Hay también, explica Juan F. Benemelis. Un sistema de construcciones defensivas. El Golán era o es aún, ya que todo eso permaneció en estas condiciones, horadado de corredores subterráneos. “Los consejeros soviéticos y cubanos trabajan mano a mano. “Se forma entonces el esqueleto necesario para una intervención masiva. No queda más que cubrirlo de hombres. Las tropas castristas, cerca de cuatro mil doscientos soldados, se instalan en el pie de las alturas del Golán, durante la “guerra de desgaste” que durará de febrero a mayo de 1974, mientras que una de sus brigadas está encargada de garantizar la defensa de Damasco. Estos hombres se enfrentan, en combates esporádicos, las tropas israelíes que constatan con asombro la precisión de los tiros y la aspereza de las confrontaciones, lejos del amateurismo de los ejércitos árabes. Intérpretes palestinos, formados militarmente en Cuba, sirven de enlace entre el ejército sirio y los cubanos. Los servicios de información israelíes interceptan numerosas conversaciones en español. El general Moshe Dayan, inmediatamente denuncia, en un mensaje televisado el 31 de marzo de 1974, la presencia de soldados cubanos que han sido contratados, sobre el Golan1 . El ministro cubano de Defensa, Raúl Castro, emprende, en septiembre de 1974, una gira de inspección de sus tropas en Siria, acompañado por Hafez EL Assad. Va a poner condecoraciones a las tropas “Internacionalistas” presentes sobre el suelo sirio. Juan Vives pudo visitar a una serie de consejeros militares la mayoría quemados graves, recluidos en el hospital Piti Fajardo en La Habana, procedentes de Siria. “Es muy difícil evaluar las pérdidas cubanas, dijo. Fidel piensa que reconocer sus pérdidas constituye una señal de debilidad. Es por eso que cuando se avanza a dar cifras, son a menudo caprichosas.” Entre las acciones más fatales para los militares cubanos Juan Vives indica la explosión, de unas minas antitanques, de un cañón sobre ruedas SAO100 sobre el cual se habían apilado varios infantes, así como de un camión cargado de una veintena de hombres. Dos tanques T55, que habían entrado en la zona controlada por los israelíes, son bombardeados por helicópteros de-Tsahal. Hubo cerca de ciento veinticuatro muertos y doscientos cincuenta heridos cubanos, alrededor del Golán Los cubanos se convierten así en los supletorios ideales, destinados a morir en nombre de los objetivos “internacionalistas” indicados por el comandante en jefe. La cifra de víctimas cubanas se elevará de manera exponencial durante las campañas militares que seguirán, todos coordinados o más bien ordenados por la Unión Soviética, que no podía comprometer directamente sus tropas en terrenos de operaciones medio-orientales o africanos, so pena de desencadenar una respuesta occidental, en particular, americana. La brigada blindada Antonio Maceo (con el nombre de general mestizo de la guerra de independencia contra los españoles) enviada a Siria no estaba destinada a permanecer indefinidamente en el Medio Oriente. Su papel era más bien, en cuanto a la “guerra de desgaste” que parecía terminada, servir como primera experiencia para las acciones futuras. El general Arnaldo Ochoa, los gemelos La Guardia y muchos otros de altos grados estuvieron en esta época, en el Líbano y Siria. El general Néstor López Cubas era el encargado de esta brigada quien se suicidará, algunos años más tarde según la versión oficial, en La Habana, después de un violento altercado con los hermanos Castro. El principal terreno de batalla de este ejército regular destinado a combatir lejos de las fronteras de Cuba se situará en África. Se dispersa en primer lugar a los miembros de este ejército en Libia, Argelia, Guinea-Bissau, Madagascar, Mozambique, Tanzania en Burundi, en el Congo, antes de agruparse cerca de Huambo en el sur de Angola. África: las guerras coloniales de una pequeña isla del Caribe En su discurso del 1 de mayo de 2003, Fidel Castro enumera los países donde los cubanos aportaron su “espíritu de solidaridad internacional”: Argelia, Siria, el Congo, Guinea y Cabo Verde, Angola, Vietnam, Bolivia, Nicaragua, Granada… añade: “y no cité todos los ejemplos” esto sería en efecto imposible, tanto las intervenciones, a menudo disfrazadas bajo el pretexto de envío de “médicos” y de “maestro de escuela”, fueron numerosas. Y Cuba no tiene el peso de los Estados Unidos ni de la Unión Soviética. Sólo un pequeño país que, en teoría, no tiene los medios de una política imperialista. Tras todas estas expediciones en tierras extranjeras y aunque algunas ventajas materiales hayan podido ser expoliados en Angola, la isla es incruenta. Los recursos nacionales son absorbidos por las campañas militares sin que el pueblo cubano tenga una palabra que decir, es por tanto él que paga el precio soportando privaciones de toda clase: comida, energía, transportes… Para calmar los espíritus y demostrar la necesidad de sacrificios, Castro no cesa de glorificar la “sangre cubana” pagada durante estas acciones. Avanza una cifra de víctimas: “Más de dos mil heroicos combatientes internacionalistas cubanos han dado su vida para cumplir con el deber sagrado de apoyar la lucha de liberación para obtener la independencia de otros pueblos hermanos”. Esta cifra está bien por debajo de la realidad. Angola, en particular, existe un gigantesco cementerio para los cubanos, sobre todo para los combatientes negros que podían confundirse fácilmente con la población local, contrariamente a los consejeros soviéticos, más fácilmente localizables. Entre doce mil y veinte mil muertos, en cerca de catorce años de guerra ininterrumpida. Se descargan algunos sudarios en el aeropuerto de La Habana, el costo luminoso y “heroico” de esta guerra colonial inédita en sus modalidades, pero con todo así lo que llevó Portugal durante cerca de catorce años. Con una notable diferencia: las guerras en las antiguas colonias africanas del imperio lusitano (Angola, Mozambique, Guinea-Bissau y Cabo Verde) causaron la caída de la una de las más viejas dictaduras de Europa, mientras que las intervenciones “Internacionalistas” castristas no hicieron más que legitimar aún más al inamovible comandante en jefe. Los riesgos de desestabilización del régimen castrista son por tanto reales, serán perceptibles en 1989 y vendrá de Angola bajo las características del general Ochoa. Quince años antes, el 25 de abril de 1974, funcionarios portugueses habían invertido el régimen de Marcelo Caetano, sucesor del doctor Oliveira Salazar, que había controlado Portugal con una mano de hierro durante treinta y cinco años. Estos soldados, cansados de las guerras coloniales, agrupados en el Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA), tienen una flor en el fusil, es el principio de la “revolución de los ojales”. Son recibidos por una muchedumbre con la alegría que reclama la instauración de la democracia y la salida del cenagal africano. Las antiguas colonias se abandonan a su suerte, en la precipitación. Las riendas de los nuevos países independientes se confían a los movimientos de liberación. Será el FRELIMO en el caso de Mozambique, el PAIGC en el de Guinea-Bissau y Cabo Verde, ambos apoyados por los soviéticos y los cubanos. Pero la suerte de Angola plantea un problema: tres movimientos, todos favorables a su manera a la lucha anticolonialista, se oponen sobre el devenir del país: el Frente Nacional para la Liberación de Angola (FNLA) dirigida por Holden Roberto, el más antiguo en la lucha armada, apoyado a la vez por Zaire del general Mobutu y por China, la Unión Nacional para la liberación de Angola (UNITA) dirigida por Jonas Savimbi, ayudado por la República Meridional Africana, aún en la época bajo el régimen del apartheid, y el movimiento popular para la liberación de Angola dirigida por Agostinho Neto. Ambos habían tenido contactos con el Che Guevara en 1965, en su tentativa frustrada, en el Congo, de exportación de la revolución cubana en el conjunto del continente africano1 . Entre los tres movimientos angoleños, la principal diferencia semántica tiene la palabra “popular”. Es el movimiento que en su denominación eligió insertar esta palabra que los soviéticos y los cubanos han elegido sostener. En principio, según los acuerdos de Alvor firmados en esta localidad del Algarve, al sur de la metrópolis, el 15 de enero de 1975, el poder debía compartirse entre estas tres organizaciones. Pero los más radicales de los capitanes portugueses no lo entienden. Según el testimonio de Holden Roberto, antiguo líder del FNLA hoy exiliado en París y retirado de la política, el almirante Rosa Coutinho, designado por el Consejo de la revolución portugués como Comisionado encargado de preparar la independencia de Angola, y el coronel Otelo Saraiva de Carvalho, el principal organizador del levantamiento del 25 de abril, ambos vinculados a los comunistas y a la extrema izquierda, vuelan hacia La Habana, durante un viaje secreto, para ir a buscar las consignas de Fidel Castro2 . Pero, más bien la revolución en la antigua metrópolis en adelante reducida al rango de un pequeño país europeo, es Angola rica en petróleo, sobre todo en el enclave de Cabinda, y en diamantes, que será objeto de las codicias de Castro. El país, cuya independencia se declara el 11 de noviembre de 1975, se convierte en uno de los principales campos de batalla de la guerra fría. Una guerra interminable, los principios “heroicos”, cantada por el cronista oficial de la revolución cubana, Gabriel García Márquez, en su texto “Operación Carlota”, publicado en 1977: En este texto, escrito con un talento innegable, García Márquez llega a mezclar de manera ingeniosa la fantasía con la realidad, sin que se llegue a determinar dónde comienza una y donde termina la otra. Con todo, este breve relato constituyó durante años la única fuente de información del lado cubano (…)1 ” . Será, por otra parte, el único documento durante mucho tiempo de referencia en Cuba. Una fábula hiperbólica, indecisa para los que no quieren ver el talento de narrador del autor de Cien años de Soledad que obtendrá en 1981 el Premio Nobel de literatura. La intervención cubana parece increíble tanto que ella es desproporcionada ante los medios de acción de que dispone. Transportar un ejército completo, hasta sesenta mil hombres con un material pesado y moderno, hacia otro continente, sería imposible si una gran potencia, en este caso la Unión Soviética, no estaba detrás. Cuba se vuelve, en efecto, una “sumisa2 ”. Henry Kissinger, entonces secretario de Estado Americano, afirma: “Las fuerzas militares cubanas se desplazaban en tándem con millares de consejeros militares soviéticos, desde Angola hasta Ethiopia3 ”. Pero los dictámenes sobre la debilidad de los cubanos con respecto a la estrategia militar soviética divergente. García Marqués señala, siempre, le da su propia interpretación, dictada por el Líder Máximo: “Contrariamente a todo lo que se dijo, fue una acción independiente y soberana de Cuba, y fue solamente después de haberla decidido que se dio la notificación correspondiente a la Unión Soviética”. ¿Cómo justificar esta acción conducida a los antípodas? Es Sudáfrica que proporcionará el pretexto. El país del apartheid se comprometió también en la guerra, junto con los movimientos rivales del MPLA y, especialmente, de la UNITA, en el sur del país. Será pues una guerra contra el racismo, llevada en primera línea en nombre de todas las naciones negras, que no tienen los medios para librar su propio combate contra una potencia nuclear. Pero las cosas no son tan simples. En efecto, Sudáfrica apoya también una fuerza negra, la UNITA de Jonás Savimbi, organización anticomunista un tanto representativa del pueblo angoleño que puede serlo el MPLA, presidida por Agostinho Neto, que tiene el gobierno angoleño entre sus manos. A falta de un gobierno de unión nacional, los dos grupos rivales, el FNLA y la UNITA, deciden tomar en tenazas Luanda, que en principio debe caer sin un golpe férreo. El FNLA de Holden Roberto organiza una especie de marcha sobre Luanda, donde los civiles se mezclan con los guerrilleros. Éstos van a caer ante la barrera humana constituida por los cubanos asistidos de instructores soviéticos. Las tropas castristas, en efecto, desembarcaron en tierra firme después de una larga travesía por barco y avión procedente directamente de La Habana. La carnicería “Internacionalista” Juan Vives ya se encontraba en la capital angoleña desde hacía varios meses. Se encargaba de preparar la llegada de las tropas especiales cubanas con el fin de garantizar la totalidad del poder al MPLA, en el momento en que se declararía oficialmente la independencia. Dice así de la batalla de Luanda. Eso se asemeja aún más a una carnicería que a un verdadero combate: “(…) se les dio caza a todos los que se mostraban simpatizantes de los movimientos FNLA y UNITA. Las tropas cubanas, compuestas de tropas especiales y de la unidad 3051, apoyaron a los hombres de Agostinho Neto que ya masacraban a todos los opositores a su movimiento. Durante varios días, siguieron las persecuciones y las ejecuciones, el carácter tribal de las luchas africanas daba la ventaja a Neto que pertenecía a la tribu del Kimbundu de la región de Luanda, este factor le garantizaba una clara ventaja en la capital. “Los cubanos permanecieron más o menos al margen de este primer conflicto. Su papel se limitaba a controlar algunos puntos estratégicos lo que permitió al grupo mayoritario del MPLA asesinar impunemente a más de dieciocho mil personas. Una vez más, una tormenta de odios ancestrales, estimulados por los desacuerdos tribales, se desencadenaba. La orgía de sangre duró casi una semana1 ”. Los combates de los soldados “internacionalistas” cubanos ya no tienen nada que ver con los relatos legendarios que los cubanos tragaron desde su infancia relativa a la guerrilla de barbudos contra las tropas de Batista en la Sierra Maestra. Esto no se asemeja de ningún modo a la lucha de una pequeña tropa de guerrilleros decididos ante un ejército regular. Son los revolucionarios que realizan ahora una verdadera masacre a miles de kilómetros de sus casas. Juan Vives informa de esta manera el aplastamiento de la “marcha sobre Luanda” de las tropas y de los simpatizantes de Holden Roberto del FNLA: “Las columnas de Holden Roberto ya se encontraban a menos de treinta kilómetros de Luanda. Por todas partes sobre su paso, los guerrilleros habían entrenado una cantidad impresionante de civiles. Era una inmensa caravana que avanzaba hacia la capital en medio de los golpes de fuego, el alcohol y la música de los tambores. “Los órdenes eran formales: cuando la inmensa serpiente humana que marchaba sobre la carretera del norte llegaría a cien metros de los cañones K-30 se retiraría el camuflaje y se abriría un fuego cruzado alimentado por la artillería pesada sostenida por los Mig 21. Una vez que la tropa habría retrocedido dos kilómetros, comenzaría su bombardeo hasta una profundidad de veinte kilómetros. “Los simpatizantes del FNLA no podían hacer nada. Al día siguiente, hacia las diez horas de la mañana, se comenzó a entender la música de los tambores mezclada con los gritos y los golpes de fuego de los puestos cubanos. La enorme muchedumbre recorría sin el conocimiento de que eran los últimos metros que la separaban de una muerte cierta. Sin que hayan tenido tiempo de comprender lo que les llegaba, una lluvia de proyectiles incendiarios diezmó a esta muchedumbre, destrozando grandes espacios. Al mismo tiempo, los tanques abrían fuego con sus cañones que escupían los proyectiles de fragmentación. “Los cadáveres caían, destrozados, prácticamente cortados en partes por las balas incendiarias de 30 mm. Los tiros de los tanques soviéticos hacían saltar los cuerpos en la superficie. Fue la desbandada. Esta masa humana fue presa de pánico y retrocedió como podía, dejando la carretera cubierta de muertos. Cuando reculo cerca de dos kilómetros, comenzó percibir los silbidos de los cohetes de 122 mm. Seguido de interminables series de explosiones que acompañaron a lo largo de veinte kilómetros. Los aviones de reconocimiento permitían regular los tiros indirectos y, para añadir al horror, los Mig 21 hacían cacerías contra los fugitivos como si fueran conejos. “Los que escaparon a esta masacre fueron poco numerosos. Incluso los que intentaron ocultarse en el bosque fueron perseguidos por los helicópteros y ametrallados hasta el último. Los hombres del MPLA organizaron equipos para recoger y enterrar todos los cadáveres. Durante dos días, las niveladoras abrieron trincheras enormes que sirvieron de fosas comunes. Los miembros de la tribu del Kimbundu con este motivo demostraron un comportamiento sanguinario y de una salvajada sin precedentes. Mataban a todos los heridos y pillaban los cadáveres. Las tropas africanas del MPLA se encargaron de este trabajo repugnante ya que ningún cubano quiso participar. La hediondez de los cadáveres se extendía hasta una veintena de kilómetros a los alrededores. Los animales salvajes y las aves rapaces disputaban los cadáveres a los sepultureros1 ”. Esta descripción es la de un hombre que, en este momento de la guerra de Angola, se encuentra del lado de los vencedores supuestos a ayudar a un pueblo oprimido y a combatir por su libertad y su independencia. Demuestra la aversión estos hombres, oficiales, miembros de los servicios secretos o soldados rasos, encontrándose en la posición de un ejército colonial que realiza verdaderas masacres, mientras que vienen de un pequeño país que declara a todos los vientos su determinación de combatir toda forma de neocolonialismo y que denuncia en las tribunas internacionales los crímenes cometidos por el “imperialismo” cuando es americano o sur africano. Hoy Juan Vives aún tiene dificultades en reconsiderar esta batalla, tanto se señala, como cientos de millares de “voluntarios” cubanos, en realidad reclutados por la fuerza de una guerra que no era de ellos. Millares entre uno con el otro que murieron en combate, otros se volvieron locos, algunos se suicidaron. Juan Vives conducirá su lógica hasta el final. A principios de los años 80. Cuando definitivamente había roto con el régimen castrista, regresará a África para combatir, esta vez, del lado de sus antiguos enemigos, ayudando, en particular, a la UNITA a incluir las tácticas militares cubanas para contrarrestarlos mejor. La masacre de los inocentes Con este conflicto Angola se convirtió en un país literalmente minado. Sigue habiendo aún hoy millones de minas anti personas, al menos una por habitante, produjeron ochocientos mil minusválidos. Se entierran sobre el conjunto del territorio. Son los vestigios y los testigos de una guerra espantosa. Los hay en todas partes incluso en las compañías petroleras (especialmente Gulf Oil y Elf) prefieren olvidarlo. “Los cubanos colocaron una buena parte de estas minas para poderse protéger2 ”. Una prueba es José María Henríquez Chambassuku. Hoy representando la UNITA en Francia, sólo tenía 14 años, el 27 de diciembre de 1975, cuando los cubanos y los soviéticos ponen su pueblo a sangre y fuego. “Para ellos, todos los que se encontraban al Sur, eran enemigos. Mataron dos de mis tíos, dos de mis tías y uno de mis primos. Bombardeaban en primer lugar luego disparaban contra todo lo que se movía. A continuación, agrupaban a la población de los pueblos y los llevaban a la ciudad. Ya no he vuelto a ver a ningún miembro de mi familia desde esta fecha. Entonces me recluté en la UNITA, no por anti comunista (en la época no sabía lo que significaba el comunismo) pero para combatir los extranjeros que habían masacrado a los míos”. Los cubanos, los soviéticos y sus aliados del MPLA avanzaban rápidamente en dirección del principal bastión de la UNITA al Sur, Huambo. Conquistaron la ciudad el 8 de febrero de 1976. Fue una campaña rápida, brutal, extremadamente eficaz. No permanecía nada sobre su paso. Masacres a repetición, en teoría para liberar Angola. ¿De quién? El antiguo colonizador portugués ya se había ido, volviendo a poner el poder en las manos del MPLA. En realidad, Leonid Brejnev y Fidel Castro tenían un doble objetivo: por una parte, establecer una línea desde Angola hasta Etiopía, con el fin de controlar el África Austral y hacerse sobre las riquezas mineras y estratégicas de esta región, el petróleo por supuesto, y también los diamantes, el uranio, el cobalto. Era conveniente agitar el espantajo sudafricano, moralmente rechazado en la interdicción de las naciones. Era necesario también crear la intervención cubana en una nueva forma de lucha contra la esclavitud tomando como símbolo Carlota, esclava rebelde del siglo XVIII que, afirma José María Henríquez Chambassuku “nunca ha existido”. “Es una pura invención”, repite. Una figura nacida seguramente de la imaginación desbordante de Gabriel García Márquez con el único fin de justificar la intervención cubana. “No vinieron a liberarnos de alguien, sino a defender sus intereses estratégicos apoyando el MPLA, que no tenía ningún renombre en el país y que era una simple emanación del partido comunista portugués, donde Agostinho Neto, su principal dirigente, era miembro. Esta es la razón por la que expulsaron a todos los demás partidos de Luanda antes de declarar la independencia. Así pues, el MPLA podía aparecer como la única fuerza que podía ser reconocida exteriormente. Los otros podían así exterminarse”. ¿Cuál es pues el balance de esta “guerra de liberación” en vidas humanas?” Los cubanos masacraron a más de a cuatrocientos veinte mil angoleños. Liquidaron también a los intelectuales que habían participado, en 1977, en una rebelión fomentada por Nito Alves, un dirigente del MPLA, contra su propia dirección, y que fue ajusticiado. Se destruyeron todas las industrias abandonadas por los portugueses. Se pillaron las riquezas naturales del país. Cuba incluso se convirtió en exportador de diamantes, inexistentes sobre el suelo cubano. Las muchachas angoleñas se han visto obligadas a suministrarse en masa a la prostitución, para el único placer de los soldados soviéticos y cubanos. El balance fue desastroso para nosotros y para los propios cubanos. Teníamos la impresión que, durante los combates era la infantería que protegía a los tanques y no al contrario. “Los cubanos avanzaban a cada lado de los blindados, sirviendo de carne de cañón, ya que eran objetivos fáciles para nuestra guerrilla”. Se hizo prisioneros a algunos oficiales cubanos por parte de la UNITA, luego liberados para partir de regreso a la isla, porque sabían demasiado o porque habían hablado demasiado. El régimen castrista no los recibía como héroes a sus propios combatientes “internacionalistas”. En la actualidad, Angola difícilmente se restablece de esta guerra interminable, que no tenía ningún sentido. Las negociaciones de paz, que habían comenzado antes de la proclamación de Independencia, el 11 de noviembre de 1975, se multiplicaron. Pero siempre, nuevas masacres hicieron fallar los acuerdos laboriosamente puestos a punto. El poder, siempre en manos del MPLA, que la han integrado varios de sus antiguos adversarios de la UNITA, a la espera de unas elecciones libres. Pero la guerra civil puede aún reanudarse en cualquier momento. Tal es el resultado más tangible de la “solidaridad internacionalista” pedida por Castro a los antípodas de su isla, como corolario un rencor duro por parte de las poblaciones. Dura el sufrir el peso del empleo de un ejército de ocupación que no dudó un solo momento en borrar del mapa los pueblos y etnias cuya única culpa era no encontrarse (geográficamente) en el campo designado, por los soviéticos y los cubanos, como el de la revolución anticolonialista. Los que perdieron miembros de su familia en las masacres perpetradas por los soviéticos y los cubanos tendrán mucho mal para perdonar, las exacciones cometidas contra ellos y sus prójimos por los que se declaraban sus “libertadores”. “Un día, concluye José María Henríquez Chambassuku, será necesario entablar un diálogo honesto entre los dos pueblos, pero será necesario también hacer un proceso al régimen de Fidel Castro por las atrocidades perpetradas por estas tropas de ocupación, que no tenían nada que hacer en Angola”. Tráfico en todas las clases A partir de la firma de los acuerdos de Alvor, el mercado entre los soviéticos, los cubanos y el Gobierno del MPLA, quedaba claro. El presidente Agostinho Neto, colocado allí como parte del gobierno revolucionario portugués, debería pagar un dólar y medio al día por soldado a las tropas cubanas. Los soviéticos, por su parte, pondrían a su disposición la totalidad del armamento y las municiones. La única manera para que el gobierno angoleño pudiera pagar, era recurrir a las riquezas petrolíferas del enclave de Cabinda, situado en la frontera con Zaire y sobre el cual el presidente Mobutu tenía objetivos de anexión. Éste apoyaba un movimiento de liberación secesionista, el Frente de Liberación del Enclave de Cabinda, el FLEC, que sólo disponía de una fuerza militar reducida. Para los cubanos como para los soviéticos, Cabinda era de una importancia estratégica vital. La posesión de sus riquezas petrolíferas era uno de los objetivos secretos de la intervención extranjera. Pero no había que cogerse los contratos firmados por las principales compañías americanas, inglesas o francesas, a la cabeza de las cuáles se encontraba Gulf Oíl, con las autoridades colocadas en primer lugar las de la potencia colonial portuguesa, a continuación, las del MPLA. Se asistió entonces a una alianza insólita: dieciocho mil soldados cubanos se encargaron de garantizar la seguridad de las instalaciones petrolíferas del enclave. Se masacró a los militantes del FLEC, mientras que Mobutu asistía a la multiplicación de las incursiones en el territorio de Zaire ex gendarmes Katangais, fomentados por los cubanos, con el fin de disuadirlo de toda veleidad de anexión. Así las autoridades del MPLA debían garantizar el suministro de los inquilinos “internacionalistas”. El dinero procedente de Cabinda no se destinaba sin embargo a las tropas cubanas instaladas en Angola. El esencial se transfería a Cuba. “Es necesario decir que, en el enclave de Cabinda, el dinero que utilizaban las compañías petroleras Gulf Oil, Total y Elf era para pagar al Estado angoleño como regalías para regular a los cubanos, precisa Juan Vives. Los hermanos Castro percibían una parte de estos fondos directamente en Cuba. Las tropas sólo recibían en realidad las migas, mientras que la totalidad de los derechos petroleros, a priori, se destinaba al ejército de ocupación” el comandante en jefe se encargaba a continuación él mismo de la distribución en sus tropas. Fidel Castro se ocupaba, en efecto, personalmente del bienestar de sus soldados. “No dejaba pasar un día, declaraba en el Consejo de Estado en conclusión del “proceso Ochoa” en 1989, sin que le pidiera al Estado Mayor si se habían enviado toneladas de caramelos, pequeñas tartas de chocolate a los soldados, cómo eran, qué clase de nilón utilizaban, cómo dormían, de qué colchones disponían, de qué comida, y si todo lo que poseía este país estaba a su disposition1 ”. Una atención digna de elogios. “Realmente, explica Juan Vives, los soldados cubanos en Angola no veían el color del dinero que, en principio, se les destinaba. Se mueren literalmente de hambre. A las peticiones insistentes de los generales cubanos, el ministro de Defensa, Raúl Castro, respondía: “Arréglense como puedan”. Se autorizó entonces a los generales Ochoa y López Cubas a traficar marfil y diamantes, abundantes en el país, con el fin de poder intercambiarlos por comida. Tal es el origen de un tráfico internacional de gran amplitud, distribuido sobre casi todos los continentes”. Se crearon entonces algunas unidades especiales con el fin de efectuar un trueque de una clase particular. El ejército cubano fletaba camiones enteros de comida (bien fina, por otra parte: cajas de sardinas, de leche) y lo intercambiaban contra diamantes con la población local, después de haber tomado los alimentos necesarios para la tropa. Cualquiera que se negaba podía ejecutarse inmediatamente, del mismo modo, se fusilaba inmediatamente a cualquiera que intentaba suministrar diamantes a este tráfico fuera del circuito establecido por los cubanos. El saqueo de los diamantes de Angola se transformó en una industria a gran escala. En algunas calles de La Habana Vieja, se abrieron talleres de tallado de diamantes, una actividad artesanal que había desaparecido completamente con la “ofensiva revolucionaria” de 1968, que suprimía todo tipo de pequeños comercios y artesanía independientes, y que antecedió al cierre de las joyerías especializadas, después del exilio de una gran parte de la comunidad judía de La Habana a principios de los años 60. Pero el tallado de los diamantes más importantes que no pueden ya hacerse en Cuba por falta de joyeros, éstos pasaron a la caja fuerte de Amberes. En cuanto al tráfico de marfil, las vías de exportación eran más complicadas, su comercio implicaba matanzas masivas de elefantes, actividad internacionalmente prohibida pero practicada a la vista y es sabido por todos. Una tríada mafiosa china llamada “Bambú” había firmado un acuerdo con generales cubanos. Éstos intercambiaban diamantes y marfil por heroína que la tríada obtenía del general Kung Sa, el rey del “Triángulo de oro” que disponía de un verdadero ejército a sus órdenes. La ruta seguida por el marfil de Angola tenía éxito en Hong Kong. Para Cuba este trueque resultaba muy ventajoso: Los barcos de la mafia asiática transportaban la heroína hacia Angola, de ahí volvían a salir con las bodegas llenas de marfil y diamantes. La heroína tomaba entonces la dirección hacia Cuba luego de pasar por Panamá donde, por medio del departamento MC (Iniciales que significaban “Moneda convertible” o también “Mariguana y cocaína” o también “Misión Castro”), se organizaba la red del tráfico de drogas. José Abrantes y Tony de La Guardia controlaban el departamento MC, dependiente del Ministerio del Interior y cuyo papel era comprar productos americanos o europeos por medio de otros países, en particular, Panamá, pero también gracias a una red de contrabando establecida en Key West, en Florida. A su creación en 1964, este departamento MC, no tenía por objetivo las operaciones de tráfico de estupefacientes sino la compra de toda clase de productos o productos que Cuba tenía necesidad y que la URSS no estaba en condiciones de proporcionarle: repuestos para las maquinarias agrícolas o la industria azucarera y también para los coches americanos que formaban la parte fundamental del parque de los Ministerios. Estas compras se hacían al contado por intermedio de mafiosos canadienses que transportaban la mercancía a bordo de fragatas hasta las aguas internacionales. Allí, barcos mercantes cubanos enarbolando pabellón liberiano o mauritano asumían las mercancías, en particular, las grandes partes, las descargaban en puertos cubanos, en la nariz y en la barba de los guardacostas americanos. Estas operaciones se llevaban a cabo bajo la responsabilidad de la Junta Central de Planificación (JUCEPLAN), dirigida por Osvaldo Dorticós, en la época presidente de la República. “Formé parte de este grupo a la creación de este departamento, confesó Juan Vives. Nuestro principal interlocutor era un canadiense de origen italiano de nombre Joe Lego. Pero cuando vi las asombrosas sumas que transitaban por mis manos sin ningún control, le pedí a Dorticós retirarme de este grupo ya que habría tenido, más pronto que tarde, problemas. Cuando, años más tarde, Tony de La Guardia reanudó el control del departamento MC, hizo una oficina para el contrabando de droga. Los contrabandistas, la mayoría de los exiliados cubanos, transportaban hacia la isla toda clase de productos: televisores u ordenadores, hasta frascos de perfume franceses que Fidel Castro les ofrecía a sus admiradoras, pagados en líquido o en cocaína, que los contrabandistas a su vez informaban en los Estados Unidos. Este tráfico de drogas sirvió de pretexto al desencadenamiento del “asunto Ochoa”. Todo eso, naturalmente, a la discreción de las más altas autoridades del régimen castrista. La voluntad del general Ochoa de abastecer a sus tropas iba a darse la vuelta contra él. La desobediencia del general La guerra de Angola se reveló mucho más larga de lo previsto. En su fase internacional, iba a durar hasta 1988, con un punto culminante en 1987: la batalla de Cuito Cuanavale. Se trata de la más importante batalla librada sobre el continente africano desde la Segunda Guerra Mundial. Es también el punto culminante de la internacionalización del conflicto. Cubanos y soviéticos son enviados como combatientes como soldados de infantería de primera línea, que combatían con las tropas gubernamentales del MPLA. En frente: los sudafricanos y los rebeldes de la UNITA. De la parte de los cubanos, es el general Ochoa quien lleva la batalla donde aplica las tácticas aprendidas en las academias de guerra soviéticas, y que ya practicó con éxito, en 1977- 1978, en Ogaden, al lado de los etíopes llevados por el coronel (y tirano especialmente sanguinario) Mengistu Haïlé Mariam contra los somalíes de Syad Barrer, antes aliados a los soviéticos, considerado a continuación como el enemigo que debe abatirse. De la parte rebelde, es Jonas Savimbi, el eterno guerrillero (contra los portugueses, luego contra los soviéticos y los cubanos, guardias del MPLA, luego por fin, hasta su muerte, contra el único MPLA), que intenta reanudar esta posición estratégica del sur del país con las tropas gubernamentales. Cuenta ahora con un consejero inesperado y precioso: Juan Vives, pasado al enemigo en 1982. Éste conoce perfectamente la táctica y las maneras de actuar de las fuerzas desfavorables, tanto los trucos empleados como a los hombres, por haberse codeado con ellos y conducido al combate durante muchos años. Juan Vives participa en combates de una extraordinaria ferocidad pierde a muchos de sus combatientes. Son los hermanos de aquéllos que habían matado antes. Como siempre es Fidel Castro, él mismo quien dirige las operaciones, a millares de kilómetros de distancia, a partir de cartas del estado mayor reveladas permanentemente sobre las oficinas del Palacio de la Revolución en La Habana. Desplaza a sus hombres como simples soldados de plomo, con una precisión sorprendente pero completamente irreal, ya que se trata de una verdadera batalla, con millares de muertos y heridos, y no de un simple juego de estrategia. “Ahí tienes algunas ideas sobre la defensa de Cuito que deben analizar e intentar aplicar, como lo proponemos o con las modificaciones que tendrán a bien sugerir. “Con ayuda del grupo táctico y de la 10ª brigada (una brigada angoleña desplegada con nuestro grupo táctico desde Menongue hasta Cuito), no pensamos cruzar el río Cuito hacia el este es necesario reducir el perímetro de defensa al este del río, replanteando la 59ªy la 25ª brigada hacia posiciones bien consolidadas más próximas al río. Estas dos brigadas deben cubrir la dirección esta, de modo que la 8ª brigada pueda reanudar su misión, que es transportar el suministro (la 8ª brigada es angoleña).” Tal es el contenido de uno de sus mensajes dirigidos al general Ochoa, en plena batalla. Castro revela su contenido en 1989 en las deliberaciones del Consejo de Estado encargado de votar en favor de la pena de muerte contra este mismo general Ochoa. Estas instrucciones son de una precisión imposible de aplicar sobre el terreno. No tienen en cuenta ni la topografía real, ni la capacidad de los hombres para realizarlas, ni las condiciones climáticas y aún menos las fuerzas contrarias. Las autoridades gubernamentales angoleñas, representadas por el presidente José Eduardo dos Santos, dirigente supremo del MPLA desde la muerte de Agostinho Neto, a apenas se informan. En cuanto a los informes de los soviéticos, son bastante distantes, impregnados de desconfianza y de un determinado menosprecio por las tropas que, de la misma manera que en Afganistán, no tienen ningún deseo de combatir. Sin escuchar a su buen sentido y sus capacidades militares probadas tanto en Angola como en Etiopía o Nicaragua. Arnaldo Ochoa no se dignó responder a los mensajes del Comandante en jefe (“no era muy propenso a redactar informes, él era perezoso para redactar informes”, martilla Castro): Tuvo la mala idea de bypasar además las órdenes del Líder Máximo. Poco tiempo después a su regreso a La Habana, por otra parte, se le hizo comprender su error. Con la modestia y el sentimiento de humildad que lo caracteriza, Fidel Castro se atribuye a la vez las victorias y las derrotas en Angola (“somos los testigos excepcionales de estos esfuerzos, de estos méritos, ya que hemos permanecido, como hoy casi todo el tiempo en el Estado Mayor, empleando innumerables horas de trabajo durante casi un año, es decir, la duración de toda esta última etapa de la guerra de Angola, hasta la victoria”). Evalúa así su propio papel y el de sus generales (sobre entendido Ochoa) en la batalla de Cuito Cuanavale: “Por eso digo que todas las misiones en Angola, en Etiopía y en otros lugares tuvieron la responsabilidad, en primer lugar, de la dirección del Partido y el alto mando de nuestras Fuerzas Armadas Revolucionarias. Si algo salía mal, era nuestra responsabilidad, nuestra responsabilidad absoluta, y no pensamos en rechazar la falta sobre ningún jefe, sobre ningún dirigente militar; era como eso y eso no podía ser diferentemente. “Hoy, existe una tendencia en el mundo a individualizar los éxitos: los éxitos de la revolución a menudo se me asignan mi: son los éxitos de Fidel Castro, cuando, realmente, son los éxitos del ensamble del pueblo y la Dirección. Prefiero, en verdad, que se me señale la responsabilidad de los fracasos más que de los éxitos”. Castro, allí aún, quiere poner de manifiesto que se preocupa diariamente de la suerte de sus soldados: “La vida de los niños de nuestro pueblo, la vida de nuestros combatientes, es algo de tanta importancia que la mayor protección se les debe dar en caso de guerra y que ésta no puede dejarse en las manos de nadie; esta alta responsabilidad corresponde a la Dirección del Partido y al alto mando de nuestras Fuerzas Armadas Revolucionarias”. ¿Pero al hecho, cuántos estuvieron, los combatientes cubanos en Angola, durante estos largos años que duró la guerra? Imposible saberlo con precisión. Fidel Castro da una cifra para la batalla de Cuito Cuanavale: más de cincuenta mil hombres. En el mismo discurso, lo bajará a cuarenta mil luego lo aumentará hasta sesenta mil. ¿Veinte mil hombres de más o de menos, qué importancia? Para perturbar mejor los espíritus, Fidel Castro intenta, con esta cifra muy “aproximada” de combatientes, demostrar la extraordinaria implicación de un país de once millones de individuos ante lo que representa la población de grandes potencias como los Estados Unidos o la URSS: “Si queremos hacernos una idea de lo que representan cincuenta mil hombres para un pequeño país como Cuba y si multiplicamos esta cifra por veinticuatro, es decir, el número de veces por el cual es necesario multiplicar a nuestra población para llegar a la de los Estados Unidos, es como si los Estados Unidos hubieran enviado un millón doscientos mil hombres sobre un teatro de operaciones; o como si la URSS, que tiene una población veintiocho veces más importante que la de Cuba, habría enviado un millón cuatrocientos mil hombres”. Los esfuerzos de Castro en esta batalla se coronan con éxito. La confrontación de Cuito Cuanavale se equilibra por la retirada de las tropas sudafricanas de Angola, lo que representa un paso considerable para la independencia de Namibia y la liquidación del régimen del apartheid. Por ello el análisis a posteriori del emblemático primer presidente negro de la República de Sudáfrica, Nelson Mandela, aún en prisión en la época: “Cuito Cuanavale señala un cambio de dirección en la lucha para liberar el continente y nuestro país de la herida del apartheid1 ”. Pero no puede decirse lo mismo de Angola: el país estuvo aún durante muchos años después de la retirada definitiva de las tropas extranjeras, sudafricanas, cubanas, soviéticas, rasgada por una terrible guerra civil entre el MPLA y la UNITA, los enemigos irreducibles de ayer y aún de hoy. Ya que las negociaciones de paz que se desarrollaban en paralelo a la batalla de Cuito Cuanavale lograron alrededor los mismos resultados que los acuerdos de Alvor, firmados en 1975 en la descolonización, a saber, una división del poder entre las facciones rivales. Estas negociaciones fallaron por otra parte nunca tuvieron éxito. Juan F. Benemelis afirma que Fidel Castro se proponía conducir al final a la continuación de la guerra, a pesar de las consignas de los soviéticos que proponían retirarse del “cenagal” afgano a sus puertas, y del, más alejado, de Angola, ambos considerados como secuelas de la guerra fría. Fue allí uno de los principales elementos de fricción entre el general Ochoa y el comandante en jefe. En realidad, si Ochoa apenas redactaba o no informes, no era solamente por “pereza”, como lo afirmaría Castro, sino también por, sobre todo, porque no se proponía dar curso a las órdenes que venían de La Habana. “Ochoa desarrollaba una crítica abierta sobre la manera en que el régimen cubano llevaba la guerra, precisa Benemelis. Consideraba que era necesario concluir un acuerdo para conseguir la paz con Sudáfrica. Cuando se le nombró jefe de los ejércitos cubanos en Angola, ya estaba convencido de que se trataba de una guerra imposible de ganar. Fue el primero en decirlo y en plantear el problema delante del Estado Mayor cubano. En el momento más intenso de los tratados de paz en el Grupo de los Cuatro, es decir, los Estados Unidos, la Unión Soviética, Sudáfrica y Angola, Cuba teniendo un estatuto de observador, hubo presiones por parte de Fidel Castro para que Ochoa bombardee el complejo hidroeléctrico de Ruacana, situado en la frontera entre Namibia y Angola. Si las unidades cubanas habrían bombardeado la presa de Ruacana, se habrían roto las negociaciones de paz. Ochoa no realizó esta orden, favoreciendo así el desarrollo de las negociaciones. Esta es la razón por la que estará ausente en la firma de los acuerdos de paz en Nueva York. Será sustituido por otros generales que estaban supeditados a él. Por su parte, deberá volver a Cuba. Su sentencia de muerte ya estaba firmaba aun cuando no había dejado el suelo angoleño1 ”. Fidel Castro reconoció, en julio de 1989, cuando pronunció su discurso en el Consejo de Estado donde exigía la pena capital para Ochoa, que esos eran sus objetivos. No creía un segundo en la eficacia de las negociaciones de paz, que borraba de un revés de mano. Escribía, el 10 de octubre de 1988, en un mensaje a sus generales que proseguían los combates en Angola: “Las negociaciones se bloquean, las exigencias meridionales africanas son inaceptables. Como ya en Brazzaville habíamos hecho el máximo de concesiones, en Nueva York mantuvimos puntos de vista inflexibles. “Aunque se habla de nuevas reuniones en Brazzaville, no es necesario dar demasiada importancia a este asunto: es necesario prepararse para un impase”. Temiendo una respuesta de los Estados Unidos, que habían advertido claramente que no tolerarían la destrucción de una de las más importantes construcciones de ingeniería civil en África, la URSS se oponía con determinación al ataque contra la presa de Ruacana, que aparecía por tanto como la solución decidida por Castro: “El complejo hidroeléctrico de Ruacana no puede moverse de dónde se encuentra, será pues muy antes o después de (…). Es necesario prepararnos para destruir completamente las presas de Calueque y Ruacana si el enemigo ataca a nuestros traslados avanzados2 ”. Contrariamente a las previsiones y a los deseos de Castro, los acuerdos de paz se firman el 22 de diciembre de 1988 en Nueva York. En los términos de éstos, las tropas cubanas deben retirarse de Angola en abril de 1989. La paz efectiva no será más que un señuelo, pero la intervención extranjera definitivamente cesó, dejando libre el campo de batalla solo a los angoleños de la UNITA y el MPLA, y esto, aún durante muchos años. Cuito Cuanavale será de nuevo la ocupación para la UNITA algún tiempo más tarde. ¿Qué importancia? Angola ya no es un montón de ruinas. Para Castro, la guerra de Angola fue una hazaña de las tropas “Internacionalistas” cubanas contra el apartheid y contra “una potencia nuclear”. Para “Benigno” así como para Juan Vives, sólo se trataba de una “Victoria Pírrica”. Juan Vives dice así su visión de la batalla de Cuito Cuanavale: “Cuando los soviéticos y los cubanos, con el apoyo de millares de hombres reclutados a la fuerza por el MPLA, cuya mayoría lanzaban sus armas y desertaban en la primera ocasión, lanzaron su ofensiva, son los sudafricanos a los que les toca soportar, los primeros, el choque. Luego fue la vuelta de la UNITA. Este movimiento perdió cerca de mil hombres. Pero del lado de las tropas castristas habrá cerca de dos mil quinientos. La táctica empleada por Ochoa, aprendida en la academia Frounzé, una de las principales escuelas de guerra soviéticas, era la misma todavía. Había medios para frustrarla. La batalla de Cuito Cuanavale nunca ha sido la gesta épica descrita por Castro y por Mandela. Si el régimen del apartheid se aplastó, es más por causa de las presiones internacionales que por combates a los cuales debieron enfrentar las tropas sudafricanas. Éstas se retiraron progresivamente, pero en buen orden. No querían nunca una guerra de desgaste. Las fuerzas de la UNITA se agruparon más tarde en Huambo, su capital tradicional en el sur de Angola, siguieron al mismo tiempo atacando los campamentos del MPLA por la noche, impidiendo a los soldados gubernamentales dormir. Eso tenía por objeto minar definitivamente su moral ya de sobra empezado. Algunos años más tarde, se llegaron a reanudar en Cuito Cuanavale las tropas gubernamentales. “Hoy, los principales apoyos del Gobierno del MPLA, son sudafricanos esencialmente, a menudo antiguos mercenarios, que antes había combatido con las tropas del mismo MPLA. Son ellos quienes controlan a las principales empresas angoleñas, ejerciendo un semimonopolio sobre las inversiones extranjeras. La moral de esta historia, es precisamente que no hay ninguna moral”. Los cubanos son regresados a su isla. Oficialmente, se acogieron como héroes. No todos. Se marginaliza a Ochoa y es colocado bajo vigilancia permanente ya que podría revelarse peligroso. Se convirtió en el felón que se atrevió a desobedecer las órdenes, un hombre que debe eliminarse. El regreso de él es que el pueblo cubano lo considera como el vencedor del Ogaden y Cuito Cuanavale y coincide con la visita de un personaje igualmente peligroso, si no más, a los ojos del régimen castrista: el secretario general del partido comunista de la Unión Soviética, Mikhail Gorbachov. También es un traidor a los dogmas del comunismo, el otro hombre que debe eliminarse. El frenazo: La intervención militar a Granada Debilitados por su derrota en Vietnam y el extraordinario traumatismo que derivó en el interior incluso de la sociedad americana los cargos electos en Washington, descuidaron un momento toda estrategia ofensiva ante el bloque comunista. Fidel Castro aprovechó para actuar según su buen placer. Desplazando de nuevo, a sus generales y a sus soldados de un continente a otro como simples piezas sobre un juego de estrategia universal. El presidente demócrata Jimmy Carter estaba preocupado aún más por un desencadenamiento de refugiados cubanos sobre las costas de Florida, como fue el caso de los marielitos en 1980, que por las maniobras de las tropas castristas, que habían hecho de África y de Centroamérica su terreno de entrenamiento favorito. Las repercusiones de la crisis iraní, en particular el secuestro de sus nacionales dentro de la embajada americana en Teherán y el fracaso del comando supuesto a liberarlos. Preocupaban al presidente demócrata. Por otra parte, a su llegada al poder en 1976, Cárter había deseado romper con la política de sus antecesores. Richard Nixon y Gerald Ford, en América Latina, imponiendo sanciones a las dictaduras que violaban sistemáticamente los derechos humanos. El único freno impuesto a Castro procedía, por lo tanto, de sus propios guardias y aliados, los soviéticos, cuando éstos consideraban que el comandante en jefe se convertía en incontrolable y amenazaba el mantenimiento de sus intereses estratégicos. Pero pronto el juego iba a cambiar. El revolucionario encontraba repentinamente frente a él un adversario de otra envergadura, decidido a frenar y minar la influencia soviética: Ronald Reagan, un presidente sin complejos, deslastrado del síndrome vietnamita. “Hubo presidentes americanos que desconfiaban de Fidel Castro e incluso le temían, afirma Manuel Cereijo. Ronald Reagan formaba parte de los que Castro no llegaba a delimitar la psicología del personaje. Desconfía también de George W Bush ya que lo sabe el más incontrolable y a la escucha de sus consejeros “hasta los bautistas”. Pero no temió ni a Cárter ni a Clinton, ni incluso al padre del presidente actual. El dirigente cubano analiza, en efecto, con minucia la personalidad, los objetivos y el carácter de cada arrendatario de la Casa Blanca”. Con el acceso al poder de Ronald Reagan, Castro se preparó ante la posibilidad de un ataque americano contra su territorio. Éste no tuvo lugar, pero la confrontación se desarrolló a distancia, sobre varios terrenos de operaciones. El campo de fricción se extiende sobre todos los frentes latinoamericanos: desde la selva nicaragüense hasta un pequeño territorio del Caribe, Granada, un islote minúsculo que los cubanos, con el apoyo de los soviéticos, habían decidido recuperar y sucesivamente todas las Antillas pero que firmará el primer fracaso cubano, del ejército cubano. Esta operación bautizada Rosario Rojo destinada a volver comunista cada una de las islas, puso en alerta a los americanos. Henry Kissinger denunció inmediatamente lo que llamaba la teoría de los dominós. Comprendió que era necesario reaccionar inmediatamente, intervenir militarmente con el fin de parar toda posibilidad de contagio. La administración Reagan bloqueó toda nueva veleidad de expansión soviética y toda aventura cubana desplegando en primer lugar sus cohetes ante los soviéticos en el territorio alemán luego comprometiendo la carrera de armamentos a través de la amenaza de un escudo antinuclear (la “guerra de las galaxias”) que obligan la URSS y sus satélites a reorientar una gran parte de sus recursos para contradecir esta posibilidad. Así desorganizada la economía soviética mostró los límites de su tecnología militar, y debió reconocer rápidamente como sabida. Fidel Castro, más modestamente, transformó a La Habana, durante los años 80, en una clase de extenso queso gruyere, cavando decenas de kilómetros de túneles para albergar los tanques, aviones, hospitales de campaña y todas las clases de refugios para los principales dirigentes del país y, circunstancialmente, una parte de su población. Se invitaba a ejercicios periódicos de entrenamiento militar que hacían de la capital un terreno de batalla virtual. La verdadera guerra se desarrollará en otra parte, muy cerca de Cuba, sobre la minúscula Granada. Fue la primera y única confrontación directa entre el ejército americano y las tropas castristas. Hasta entonces, éstos se habían enfrentado a distancia, por medio de otros ejércitos o movimientos insurreccionales o contra insurreccionales. Murice Bishop asume el poder en Granada en 1979 por un golpe de estado contra el primer ministro Eric Gairy. La isla había obtenido su independencia de Gran Bretaña desde hace sólo cinco años. A partir de su acceso al poder, el marxista Bishop emprende el querer transformar uno de los confetis del antiguo imperio británico en base de la estrategia cubana-soviética en el arco del Caribe. Concede el derecho a los aviones militares soviéticos y cubanos a aterrizar y apoya la dictadura sangrienta del Coronel Desi Bouterse en Surinam, la antigua Guyana Holandesa, amenazando así la estabilidad de las Antillas Menores, que forman parte de los departamentos franceses de ultramar, Guadalupe y Martinica. En los archivos de Granada, la correspondencia entre Bouterse y Bishop demuestra que La Habana consideraba a Maurice Bishop como una clase de correa de transmisión para incorporar Surinam al bloque comunista. En diciembre de 1981 una reunión ultra secreta se desarrolló en Surinam entre Bouterse, Bishop, el estalinista de Jamaica Trevor Munroe, el marxista de Antigua Tim Héctor y Rafael Goncalves de San Vincent. Sobre el orden del día se menciona: “discutir con los cubanos todo lo que se refiere a la subversión del lado Caribe…”. Los servicios secretos franceses habían tenido el soplo de lo que se tejía y descubrieron que los movimientos subversivos de Guadalupe y Martinica eran orquestados por algunos activistas cubanos. Cuanto más se estrechan los vínculos entre Cuba, la Unión Soviética y Granada, más crece la inquietud de Francia y sobre todo de los Estados Unidos y más estos últimos que dan prioridad a la seguridad en el Caribe. En esta época, sobre la base militar de Vieques en Puerto Rico, intensas maniobras son emprendidas por paracaidistas americanos que se entrenan para ocupar lugares geográficos que se asemejan a posiciones estratégicas de Granada. Unidades anfibias de asalto y aviones forman parte de las maniobras. Los planes de invasión de la pequeña isla del Caribe están listos. In situ en Granada, los servicios secretos cubanos, bajo la autoridad de Manuel Piñeiro, encuadran a los hombres de Bishop y a sus consejeros militares, en particular, el general Arnaldo Ochoa quien pone en pie la infantería de la futura armada de Granada entrenándolos con los batallones sandinistas en las zonas de guerra de Nicaragua y sobre todo en la región de los indios Miskitos. Considerado como el mejor táctico del ejército cubano. Arnaldo Ochoa a menudo ha pasado de un continente a otro para establecer planes o poner a punto una estrategia de combate que debía ser validada por Raúl Castro. Entre dos combates, en Nicaragua contra los Contras, en Etiopía contra los somalíes y los eritreos o en Angola contra los guerrilleros de la UNITA en el ejército sudafricano. Ochoa se esfuerza pues en establecer un plan de instrucción y organización de las fuerzas armadas de Granada y de construir un aeropuerto, destinado no a acoger turistas que vienen en los cruceros o que pasean en yate, sino más bien para servir de plataforma para el envío de tropas cubanas a Angola. Un aeropuerto gigantesco concebido por los soviéticos para recibir los MIG 27 y 29, Sukoi 19 y bombarderos illiouchine con cabezas nucleares. Un aeropuerto de gran tamaño completamente para el tamaño de la isla, construido por obreros cubanos que, una vez que su trabajo ha terminado, cambian su uniforme de trabajo por el uniforme militar. La URSS tenía también la intención de construir un puerto en Greenville, destinado al fondeo de la flota soviética en el Caribe. Desgraciadamente para Maurice Bishop, su partido, el New Jewel, no es un modelo de disciplina comunista. Las tendencias se enfrentan entre partidarios de una aproximación con los soviéticos y los cubanos y los que temen una excesiva dependencia. Difícil saber si entre Bishop y su rival en el partido, Bernard Coard, era aún mayor gracias a La Habana o Moscú. Los militares cubanos habían tomado como habito, en los numerosos países donde desembarcan, introducirse entre las diferentes facciones. Todo dependía del interés de ellos en el momento y la presión que sabían ejercer sobre tal o cual cosa. Esto por supuesto con el aval de Castro que juraba con todo, públicamente, con sus grandes dioses de su total neutralidad. Fue el caso en Angola, en Etiopia y precisamente en Granada. EN el otoño 1983, las relaciones en el seno de New Jewel entre Bishop y Coard se enconan. Un informe redactado por el general Ochoa pone fuego en la candela. Comunica la falta de combatividad de las fuerzas armadas granadinas es caso de un desembarco americano élite o tropas de los mini estados de la región. Éstos, en efecto, están preocupados por los riesgos de contaminación de las actividades revolucionarias que se desarrollan en este islote de Granada que forma parte de un archipiélago aún vinculado a la Commonwealth. En la noche del 13 al 14 de octubre. Se coloca a Maurice Bishop en una residencia supervisada por los marxistas radicales de Bernard Coard, Entendió que sus colaboradores más cercanos son encarcelados. Algunos días más tarde, una pequeña muchedumbre de partidarios libera estos últimos. Con Bishop de nuevo a su cabeza, van hacia el lugar de detención de otros camaradas, un fuerte construido para hacer frente a los ataques de piratas. Pero los adversarios del primer ministro, dirigidos por un militar, el general Hudson Austin, envían los blindados proporcionados por los soviéticos para dispersar la manifestación. Ésta es aplastada y ensangrentada. Bishop, su amante y sus más cercanos colaboradores son apresados y degollados sobre el-campo. Esta crueldad sangrienta y los reglamentos de cuentas entre revolucionarios que se suceden dan una ocasión perfecta a los americanos, en estrecha coordinación con los vecinos caribeños de Granada, para intervenir militarmente. Los agentes ingleses del MI5 siguen hora tras hora los acontecimientos en Granada y advierten regularmente a sus aliados americanos. Castro no duda un segundo de la salida de la batalla. Los cubanos, a su modo de ver, van a triunfar. Qué más da que se encuentre el poder en Granada, que se trate de un civil o de un militar, con tal que esté dispuesto a asumir hasta el final las consecuencias más trágicas de esta revolución en germen. Qué más da también la imagen poco brillante del nuevo Consejo Nacional Revolucionario, que no dudó ni un momento en destrozar como un animal a su antiguo dirigente. Castro sólo ve una cosa: va por fin a poder quitarlo con los marines del ejército americano. Intima el orden a los combatientes “internacionalistas” cubanos bajo la autoridad del coronel Pedro Tortoló, de combatir con impaciencia hasta lo último, de no rendirse, bajo ningún pretexto y, si fuere necesario, se inmola ante las tropas de invasión, una clase de suicidio colectivo en nombre del ideal revolucionario castrista. A las puertas del 23 de octubre, los paracaidistas americanos saltan sobre Granada. Las baterías antiaéreas checas de cuatro tubos, que se encuentran en las manos de soldados cubanos, abren fuego. Pero en algunas horas, sus posiciones son reducidas por los mil novecientos marines, ayudados por trescientos soldados y policías caribeños. A medida que las horas pasan, las fuerzas americanas apoyadas oficiosamente por unidades élite de la SAS británica que conocen perfectamente el terreno, aumentan en gran número para alcanzar a veinte mil hombres. Es la mayor operación militar del Pentágono desde el derrumbamiento vietnamita. Lejos de inmolarse ante el enemigo como lo había exigido Fidel Castro, los cubanos, provistos de fusiles de asalto AK 47, de morteros de 120mm, de algunos cañones de 57mm y viejas armas de pequeño calibre, mucho menos numerosos y mal preparados para sostener un combate asimétrico, se rinden en masa. Ante este desastre, Castro exige al coronel Tortoló que secuestre a los estudiantes americanos de la Facultad de Medicina de Granada. Seguramente para utilizarlos como moneda de intercambio, pero el militar ignora estas órdenes. Sobre los setecientos ochenta y cuatro presentes sobre la isla cerca de setecientos se capturan. Veinticuatro de ellos mueren durante el asalto. Otros, entre los cuales el coronel Tortoló, así como consejeros militares libios, norcoreanos y búlgaros, se refugian dentro de la embajada soviética de Saint George. Iouri Andropov, antiguo patrón de la KGB, acababa de suceder a Leonid Brejnev a la cabeza de la URSS. Contrariamente a su antecesor, conocía perfectamente el estado de las fuerzas in situ y sabía que su país no estaba de ninguna manera en condiciones de proseguir una política aventurista ante una administración americana determinada a parar de neto sus campañas militares llevadas conjuntamente con sus aliados. Y luego, los soviéticos son atrapados desde 1979 en la ciénaga afgana. Habida cuenta de esta situación, el jefe del Kremlin sopesaba con desconfianza las iniciativas belicosas globales de Fidel Castro, y que estaba bien dispuesto a abandonar cuando la ocasión se presentara. Por el momento, concede el asilo a Tortoló pero se niega categóricamente a mover el dedo pequeño para defender un islote demasiado distante y demasiado insignificante para convertir en el objeto de una confrontación directa con los americanos. La invasión americana es condenada por las Naciones Unidas. Gran Bretaña, que no se informó oficialmente, finge percibir la operación como un camuflaje. El 15 de diciembre, las tropas americanas se retiran de Granada, dejando solamente policías in situ. Los cubanos abandonaron un arsenal que se componía de numerosos documentos confidenciales, cuya correspondencia entre los antiguos dirigentes revolucionarios granadinos y el general Ochoa, con el fin de organizar una defensa eficaz ante el “imperialismo”1 . Será el fracaso más espectacular de las legiones cubanas en el extranjero, a algunos centenares de millas de sus propias costas. Las circunstancias habían colocado al coronel Tortoló ante una terrible elección: ser responsable de una matanza inevitable en caso de continuar con los combates o rendirse con condiciones mínimas. Elige desobedecer las órdenes de su comandante en jefe que exigía la inmolación, cometiendo el peor de los crímenes de lesa humanidad a los ojos de un Castro loco de rabia. Tortoló era, como Ochoa, un hombre formado en las mejores academias de guerra soviéticas y sabía que toda resistencia ante tal rodillo compresor era inútil. No veía tampoco como organizar una guerrilla en la superficie reducida de esta isla del Caribe. En resumen, no tenía el alma de un mártir, y no había demostrado sensatez negándose a combatir “hasta el último hombre”, según la consigna ordenada por Fidel Castro en persona, contra los veinte mil soldados del 82e división helitransportada reforzada americana. Una falta imperdonable, pero demostraba que las órdenes del Líder Máximo podían infringirse, sobre todo si, como era el caso, debían desembocar en una masacre. El comandante en jefe, fuera de si, explicará más tarde a la televisión que los militares “internacionalistas”, bajo la autoridad del coronel Tortoló, tenían la orden de mantener cueste lo que cueste el aeropuerto estratégico que los “obreros” cubanos estaban construyendo. Realmente, al elegir pedir asilo en la embajada soviética, Tortolo evitaba tener que responder a las preguntas torpes de los americanos con respecto al uso que debía hacerse de este aeropuerto. Evitaba también tener que revelar los planes de Castro que consistían en hacer pasar el conjunto del archipiélago del Caribe en la escarcela revolucionaria. Tortolo pagará muy caro su indisciplina. El presentador del telediario de la televisión cubana canal 6, Manolo Ortega, había descrito así el combate de los ocho últimos cubanos: “Apretando contra su corazón la bandera en su último reducto, mientras que ya no tenían ninguna comunicación, prefirieron morir más bien que rendirse al enemigo”. Fue por lo tanto la versión oficial. Se tenía a todos como héroes. Tortolo no era más que un traidor. Se publicó un día de luto nacional. “A Fidel Castro siempre le ha gustado disponer de la vida de otros, precisa Florentino Azpillaga, antiguo funcionario del Ministerio del Interior1 . En Granada, deseaba la inmolación colectiva, y a la vez para obtener una fuerte condena y unánime de la comunidad internacional, a través de la ONU, contra los americanos, más especialmente contra el Gobierno de Ronald Reagan, y también para cavar una zanja insuperable entre cubanos y americanos y poner así el odio de su parte. “Nadie supo cómo se murieron los cubanos, que combatieron en Granada. Según la versión oficial, fallecieron abarcando teatralmente la bandera cubana. Castro inventó esta historia por todas partes. Es un fantasma salido directo de su espíritu”. No era la primera vez que Castro sacaba de su sombrero una historia de este tipo: sobre los lugares de Revolución, diez años antes, había dicho a cientos de millares de cubanos que Salvador Allende se había muerto después de haber sido cubierto con la bandera chilena. La prensa americana consideró la invasión de Granada como una victoria más política que militar, quedaba un tanto claro que las fuerzas en presencia eran desiguales. Enviado a La Habana por su Diario con motivo del regreso de los soldados cubanos, un periodista americano preguntó al coronel Tortoló si pensaba obtener un grado de general por su acción conducida en Granada en un combate tan desproporcionado, Raúl Castro respondió indirectamente a través de un vídeo dirigida a los militantes del partido donde daba su opinión: “¡Tortoló habría debido ponerse una batalla en la cabeza!” En el proceso destinado a desviar las culpabilidades y a hacer pagar la desobediencia, el coronel Tortoló, llamado por burla EL coronel pendejo fue calificado de incapaz, y las pruebas fabricadas no iban a faltar. La máquina de propaganda del régimen hizo público una serie de bolas rojas (chismes infundados) y fue este hombre objeto de todas las burlas y mofas de la población. Se inventaron toda clase de imaginaciones y anécdotas que humillan a su aspecto con el único fin de ensuciarlo, a él y a su familia. Después de un proceso manipulado y cerrado, Pedro Tortoló fue degradado y moralmente ha sido destruido. No fue fusilado por temor a que tal puesta a muerte (puesta en escena) no pusiera el acento en las verdaderas condiciones de la debacle. Tortoló, a continuación, fue enviado como simple soldado de primera línea a Angola. In situ, quiso formar parte de las misiones más arriesgadas, las más peligrosas a realizar, incluso para militares expertos. “De paso en Angola, pude darme cuenta cual era la verdad, confirmo al periodista Miguel Cabrera Peña. Uno de los jefes del ATS - Agrupación de Tropas del Sur-, las fuerzas cubanas in situ, me confesaron que Tortoló quería matarse en combate, que su único deseo era morir1 ”. Finalmente, el ex coronel, encargado de las tropas cubanas en Granada, se convirtió en sargento y salir vivo, pero enfermo de paludismo, del cenagal angoleño. Dejó de creer en un régimen que lo había machacado, sin que por ello pudiera indicar públicamente. Con la debacle de Granada, se enterró el mito de la invencibilidad de Castro. La determinación de la administración Reagan constituía en adelante un obstáculo de peso a la extensión de sus ideas. Y, sobre todo, el Líder Máximo sabía que en adelante no podía pensar que los soviéticos estarían incondicionalmente para defenderlo en cualquiera circunstancia. Éstos lo habían liberado una primera vez en la crisis de los misiles en 1962, una segunda vez en Granada. Nicaragua: veintiséis comandantes para 26 de julio Este 26 de julio de 1979 no es un día de conmemoración nacional como otros. Celebrado todos los años en una ciudad diferente, el discurso para este vigesimosexto aniversario del ataque del cuartel Moncada de Santiago de Cuba por Fidel Castro y sus hombres se desarrolla, este año, en Holguín, cerca del lugar donde se desencadenó el primer episodio del “gesto” revolucionario. Fidel Castro se acompaña (cosa extremadamente rara por razones de seguridad) de su hermano Raúl y, por veintiséis comandantes nicaragüenses. Todos ocupan el frente de la tribuna. “Veintiséis comandantes para el 26 de julio.” Tal es el lema revolucionario del día. Una semana antes, el 19 de julio la guerrilla sandinista había obligado al dictador Anastasio Somoza a abandonar el poder y a refugiarse en Paraguay donde, algunos años más tarde, morirá asesinado. Los comandantes del movimiento sandinista, más algunos civiles del aparato político del FSNL (Frente Sandinista de Liberación Nacional), vienen a rendir tributo a su inspirador y a su principal apoyo político: Fidel Castro. Vienen al mismo tiempo a hacer un acto de lealtad. Una manera, para los dirigentes cubanos, de mantener bajo tutela los hombres en cuanto accedan al poder, tomando así los frentes ante posibles deserciones que podrían producirse. Los hermanos Ortega, Daniel y Humberto, son la copia casi conforme de los hermanos Castro, hasta en sus atribuciones: el primero será presidente, el segundo ministro de Defensa. La mayoría de los sandinistas se formaron militar y políticamente en Cuba, tanto el uno como el otro bajo la tutela de “Benigno”, una de las tareas principales en la isla, cuando no se encontraba en misión “internacionalista” en el Congo, Chile, Bolivia o en Angola, era entrenar a los revolucionarios del mundo entero en los PETI, campos de Preparación Especial para las Tropas Irregulares. Todos los sandinistas, sin embargo, no se guardarán bajo la bandera cubana. El más popular de ellos, Edén Pastora, alias “comandante Zero”, es uno de no haber sido formado por los cubanos. Edén Pastora había tomado como rehenes el conjunto de los diputados del Congreso Nicaragüense, antes de aflojarlos a cambio de la liberación de todos los presos sandinistas y su transferencia hacia Cuba. Pastora, refugiado más tarde en Costa Rica, tomará la cabeza de una guerrilla en el sur del país. Pero deberá poner en sordina sus actividades contra sus antiguos camaradas de lucha tras un atentado, organizado por los servicios secretos cubanos durante una rueda de prensa, en la cual varios periodistas perdieron la vida. El Gobierno sandinista y sus militares, cuyos miembros se reclutan a la fuerza, tendrán también y sobre todo que hacer frente a la ofensiva de los Contras al norte y a la rebelión de los indios Miskitos. Indios de la costa atlántica que se proponían conservar su método de vida sin deber someterse a las tentativas revolucionaria de uniformizarlo. Del mismo modo, los sectores democráticos de la oposición a Somoza, agrupados en torno al diario La Prensa, dirigido por una parte de la familia Chamorro1 , se batirán con determinación contra los sandinistas y sus inspiradores castristas. El modelo cubano, que reproducían los sandinistas, revolucionarios o no, era rechazado por una gran parte de la población nicaragüense, en particular, en su voluntad de someter a la población por los Comités de Defensa Sandinistas (CDS), casi idénticos en sus funciones y sus atribuciones a los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) cubanos, más comúnmente llamados “Comités de Informadores”. Durante el homenaje rendido por los sandinistas en Holguín, los cubanos, ellos no son invitados a la cita. La plaza Calixto García, un gigantesco terraplén sin adaptaciones, se desparrama de espacios visibles a simple vista. Se ha seleccionado cuidadosamente al público. Todas las personas presentes son miembros del sindicato único, la Central de Trabajadores Cubanos (CTC), los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), las “brigadas” artísticas Hermanos Saiz, la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), la Asociación Nacional de Pequeños Campesinos (ANAP), la Juventud Comunista (UJC), el partido, también la brigada Venceremos, compuesta de jóvenes voluntarios americanos venidos a trabajar en Cuba. Los miembros de la brigada Antonio Maceo, que reúne a los jóvenes cubanos residiendo en el exilio, autorizados para visitar a su familia en su país, están allí en los lugares que se les asignaron, con las banderas que ellos distribuyeron, con un pequeño papel donde se escriben las consignas que deben honrar: no beber, no comer, no desplazarse, gritar y aplaudir solamente cuando la señal se da desde la tribuna. El entusiasmo “espontáneo” deja que desear a Raúl Castro él mismo debe a menudo inclinarse hacia las primeras filas para fomentarles a reanudar las consignas. Con todo, la victoria de una revolución en otro país de América Latina, después de tantos fracasos, habría debido levantar el entusiasmo de las muchedumbres. No es el caso. Los techos de todas las casas de Holguín, en su mayoría de un piso, están ocupados por soldados, el dedo sobre el gatillo, mientras que helicópteros se arremolinan en el cielo, en previsión de un eventual ataque de un enemigo invisible. La verdad, la ciudad parece en estado de sitio y no de fiesta. Es que en el mismo momento una parte de la isla es presa de un frenesí inicial. En efecto, después de conversaciones con la comunidad cubana del exterior, es decir, una parte del exilio, se autoriza a ser liberados algunos centenares de presos políticos y a dejar el país para viajar a los Estados Unidos. Podrán ir con los miembros más cercanos de sus familias y su cónyuge. Numerosas son, entonces, las jóvenes mujeres que intentan casarse con estos hombres que pasaron la mayor parte de su vida en prisión. La única cosa que cuenta: dejar el país. Algunos meses más tarde, en la primavera 1980, se producirá la ocupación de la embajada de Perú en La Habana por más de diez mil personas, seguido de la salida hacia la Florida, desde el puerto de Mariel, de ciento veinticinco mil ciudadanos. El corazón de Cuba no pega desde hace ya tiempo al ritmo de la revolución latinoamericana. Tanto más que los cubanos fueron escalados por las aventuras africanas, angoleñas y etíopes, y que la solidaridad “internacionalista” tiene sus límites. No para Castro. Llamará a los veteranos de las guerras africanas especialmente al general Ochoa, en refuerzo, cuando las cosas se estropeen para la revolución sandinista. Los hermanos La Guardia, por su parte, estaban ya in situ. Hombres de la sombra, verdaderos trota mundos revolucionarios, que se encontraba siempre en los puestos, sobre todos los continentes, ellos habían participado en la entrada de la guerrilla sandinista en Managua, dejándose complacientemente incluso tomar en fotografías en el recinto del palacio presidencial, posando sobre la cama del tirano depuesto, según el testimonio de Lissette Bustamante, antigua periodista estrella de la televisión cubana, muy cerca de Fidel y Raúl Castro hasta su salida de Cuba en 19911 . Los legionarios de Castro son capaces de desplazarse de un continente a otro, efectuando saltos de pulga de un país a otro a la voluntad de los avatares de una revolución que el dirigente de La Habana la desea mundial. Antes de la caída de Somoza, ya se flanqueaba a los guerrilleros sandinistas de cincuenta consejeros cubanos, reforzados más tarde por el envío de trescientos hombres de las tropas especiales, exactamente antes de la toma de Managua. La intervención en Nicaragua era sin embargo más fácil de justificar ante la población de la isla que las aventuras africanas. Centroamérica es el terreno natural de extensión de la revolución cubana. Pero Castro va a encontrar de frente a su insuperable adversario, al republicano Ronald Reagan, que asume sus funciones desde 1980. El presidente americano sabe mostrar sus músculos y no está de ninguna manera dispuesto a permitir una influencia soviet-cubana sobre la región. Los americanos proporcionan entonces todo el apoyo logístico a los contras, dirigidos por un antiguo militar del ejército de Somoza. Se entrenan, en primer lugar, en Florida luego en los campos de Honduras y Guatemala, por mercenarios argentinos. Estos mercenarios son sustituidos a continuación por snipers: realizar tareas específicas, como el lanzamiento de armas en paracaídas, en regiones de acceso difícil ocupadas por la contra. “El dinero pasaba a mares, dice Juan Vives, así como el armamento. Para enfrentar los cubanos y sus protegidos del ejército sandinista, los americanos enviaron cerca de ciento cincuenta instructores que pertenecen a los “boinas verdes”, especialistas en contraguerrilla estacionados en la zona del Canal de Panamá, y que participaban a veces en las incursiones en territorio nicaragüense al lado de los contras”. Eso causará por otra parte uno de los mayores escándalos a los cuales tuvo que enfrentar la administración americana, a saber, el Irán gate: el Gobierno de Ronald Reagan y sus principales jefes militares vendieron armas a los mollahs iraníes contra el dictamen del Congreso y a pesar del embargo. El dinero así obtenido sirvió de fondos que terminaban entre las manos combatientes antisandinistas, los contras. Por su parte, los jefes supremos la dirección sandinista, Daniel y Humberto Ortega, así como el temido ministro de Interior Tomás Borge, rechazaban con indignación las acusaciones americanas referentes a la intervención cubana en Nicaragua. El diario Barricada, órgano oficial de los sandinistas, informaba que, en una carta al Departamento de Estado americano de noviembre de 1981, el Gobierno Nicaragüense desmentía la información sobre “la presencia de soldados cubanos en Nicaragua” y presionaba al Departamento de Estado “aclarar la falsa acusación relativa a las tropas cubanas”. Con todo, repetidas veces, los responsables gubernamentales se vieron en el aeropuerto de Managua, lo más oficialmente posible del mundo, acompañando a contingentes de “profesores” (incluido el comandante José Ramón Fernández, ministro de Educación, que decía: “Cada profesor cubano está dispuesto a intercambiar su lápiz por un fusil”) y de consejeros cubanos que regresan a La Habana una vez que su tarea culminó1 . Los hermanos Ortega, por su parte pasaban prácticamente más tiempo en Cuba que en su propio país, en “casas del protocolo” que las autoridades cubanas ponían a su disposición para que puedan divertirse y también recibir instrucciones de las autoridades cubanas. Un día de 1983, Lissette Bustamante se enteró de que Humberto Ortega, el ministro de Defensa, se encontraba en Cuba, donde gozaba de lo que encontraba en el cabaret Tropicana, “el paraíso bajo las estrellas”. Una vida bien, más liberal que en Nicaragua, país de tradición puritana más marcada. La periodista era en ese momento la santa de los santos: las oficinas del Comité Central del Partido. Era tarde, muy tarde. Vuelta de un golpe, Ella ve al Líder Máximo salir de su QG, de este centro neurálgico donde tenía la práctica de dirigir las operaciones exteriores, agarrando una de esas cóleras cuyo secreto tiene. Los contras acababan de lanzar una ofensiva de envergadura contra las defensas de las tropas sandinistas en la frontera septentrional, la de Honduras, sobre el Rio Coco, y los contras disponían de motores extremadamente rápidos para atravesar el río. La situación era difícil. El comandante en jefe gritó: “¿Dónde está Humberto? ¡Que salga del Tropicana de los brazos de la puta con que está y lo traen inmediatamente aquí!” El ministro de Defensa nicaragüense, cuando se informó de la cólera de su anfitrión, enfiló derecho a tomar las órdenes emanadas del líder cubano. Asistió entonces a la maniobra militar dirigida desde su oficina por Fidel Castro. Humberto Ortega ya no era un pequeño soldado, era un asistente a las órdenes del jefe supremo de la revolución latinoamericana. Esta vez-allí, Fidel Castro decidió enviar a Nicaragua millares de hombres, entre diez y doce mil. Oficialmente, se trataba de profesores voluntarios, médicos y técnicos. Pero éstos podían fácilmente pasar a ser perfectos combatientes, a causa de la preparación militar obligatoria para cada cubano al menos una vez al año. En primera línea, se contaban al menos con mil “combatientes internacionalistas” encargados de resistir a las ofensivas de los contras. Ante una situación que juzgó crítica, Fidel Castro decidió enviar a sus mejores funcionarios incluido el general Arnaldo Ochoa. “Eso se volvía la misión imposible, dice Juan Vives, a causa de la topografía del terreno y ante una guerrilla irregular los funcionarios cubanos debían limitarse a estabilizar el frente sin poder contar con una victoria decisiva. Los contras, perfectamente informados de la ubicación de las tropas sandinistas gracias a las fotografías de satélites que les eran transmitidas por los americanos, afectaban a éstas con una temible precisión”. Los cubanos y sus aliados sandinistas estaban poco preparados para una guerra de desgaste, tanto más que Moscú en esta mitad de los años 80 descubría la Perestroika y se desinteresaba completamente de este pequeño país de Centroamérica. La potencia soviética, minada por la carrera de armamentos adoptada por la administración de Ronald Reagan y luego por la de George Bush padre, no podía hacer frente más a un esfuerzo de guerra múltiple y se proponía retirarse de todos los campos de batalla planetarios, demasiado ocupada en hacer frente de cara a los cambios en su medio ambiente inmediato. La URSS y los Estados Unidos acordarán un acuerdo de paz sobre el conjunto de Centroamérica, incluyendo el desarme de los contras y también el alto (el paro) de la guerrilla del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) en El Salvador. La desmoralización de las tropas sandinistas compuestas en su mayoría de jóvenes a los cuales las autoridades les habían impuesto el servicio militar a pesar de las protestas y deserciones en masa afectaba el conjunto de la sociedad. La calle Ocho de Miami, epicentro del exilio cubano, veía sus calles llenarse con exiliados nicaragüenses que pertenecían a todas las clases sociales, huyendo de la guerra civil y la influencia castrista sobre su país. Las presiones contra los sandinistas que permanecían en el Gobierno vendrán de todas las costas, causando una situación económica catastrófica y un descontento generalizado en la población. Resultó en adelante imposible de mantener una economía de guerra y una represión contra todos los opositores, tanto más que los sandinistas, querían conservar una fachada democrática, nunca habían conseguido hacer callar a sus más virulentos opositores, en particular, la familia Chamorro, que disponía siempre de las columnas del diario La Prensa para llevar el combate contra un régimen juzgado monolítico. Censurado en múltiples ocasiones, el diario nunca estuvo prohibida completamente su publicación, ya que simbolizaba también el combate de la democracia misma contra la dictadura de Somoza. Con el final de la guerra fría y los vientos de libertad que soplan no sólo sobre los antiguos países del bloque comunista sino también en el ensamble de América Latina y África, los dirigentes sandinistas deciden el día del juego de las elecciones democráticas, que parecen seguros de ganar ya que ellos mismos terminaron por creer en su popularidad. El fracaso se está cocinando. En marzo de 1990, Violeta Chamorro, viuda de Pedro Joaquín, se lleva el escrutinio, para gran sorpresa de los hermanos Ortega. Queriendo poner término a una vieja confrontación fratricida de más de una década, ésta hace un gesto desarmando a los sandinistas deshechos. Saluda a Daniel Ortega agarrándolo por la mejilla y diciéndole simplemente: “¿Cómo vas-tú, Daniel?” Los sandinistas, a solicitud de Fidel Castro, consiguen imponer el mantener a Humberto Ortega a la cabeza del Ministerio de la Defensa. Pero más nunca, en favor de los siguientes escrutinios, no conseguirán volver a la dirección del país. Para Fidel Castro que sabe que el poder es el bien más difícil de guardar que de conquistar, el recurso de las urnas (electorales) decidido por los hermanos Ortega fue estúpido. Nunca habría arriesgado su bien (el poder), lo más cariñosamente posible adquirido aceptando elecciones libres, en lo cual nunca ha creído. . OCTAVA PARTE EL GENERAL INMOLADO Fidel Castro se encuentra por primera vez con Mikhaïl Gorbachov en 1984, en un Kremlin de luto, con motivo de los entierros del sucesor de Brejnev, Iouri Andropov. Para ese entonces Gorbachov es solamente miembro de la oficina política del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) a cargo de la agricultura y la lucha contra la corrupción en el aparato del Estado. El sucesor de Andropov, el muy ortodoxo Constantin Tchernenko, sólo permanece en el poder un año. Los viejos dinosaurios del partido desaparecen uno tras otro. El cambio vendrá de un hombre mucho más joven: Mikhaïl Gorbachov. En el momento de su nombramiento como secretario general del Partido Comunista, Castro desconfía de él y se pregunta sobre sus intenciones, le envía fríamente su enhorabuena por teléfono. En marzo de 1985, Castro percibe la necesidad de darse una vuelta por Moscú para encontrar de nuevo al número uno soviético y así evaluar mejor sus proyectos. El Líder Máximo está un tanto más impaciente por cuanto, más del 80% del comercio de la isla se hace con los soviéticos es uno de los satélites del COMECON, el Mercado Común de los países socialistas es el que les proporcionan casi todo: neumáticos, las partes de recambio de las maquinarias agrícolas, pasando por materias primas y energética, todo eso a un precio “preferencial” y a crédito. Le compran cada año a cambio, la casi totalidad de su producción de azúcar a un precio sobrestimado. Toda reorientación económica podía significar una catástrofe para Cuba. Fidel Castro observaba pues con inquietud la voluntad de Gorbachov de reformar la URSS antes de que ella implosione. El líder soviético defendía la necesidad de las reformas de fondo con el fin de salvar a un Estado lleno de descomposición. Tímidamente en primer lugar, Gorbachov intentó convencer primero a los más radicales entre los que lo rodeaban, luego aprueba convencido de la exactitud de la tarea y empujado por datos económicos alarmantes. Los americanos por su parte, le había enviado varias señales alentadoras. La perestroika se lanzaba, duplicada de un glasnost que sorprendió a los más temerarios de los partidarios de la apertura. Pero Fidel Castro no podía aceptar la introducción de esta perestroika, ya que corría el riesgo de entrenar el debilitamiento del poder absoluto que él ejercía sobre la isla desde el 1959. Él mismo había trabajado en 1986 en un proceso de “rectificación de los errores” que significaba en realidad, lo contrario de las reformas instaladas por el “gran hermano”: una mayor centralización de la economía y una mayor represión contra toda veleidad de crítica en el Partido Comunista. Dará a conocer oficialmente sus reticencias durante una reunión del COMECON en Moscú en noviembre de 1985, al margen de las ceremonias anuales de conmemoración de la revolución de octubre. Su discurso se observará. Explica, esencialmente, que la apertura económica comenzada es una aberración y conduce directamente al capitalismo. Para él, el comunismo no necesita de ninguna manera muletas y la urgencia de las reformas económicas predicadas por Gorbachov constituye un no sentido histórico, una abdicación vergonzante e indigna. Castro está un tanto más en cólera, oye a Gorbachov explicar delante de los representantes de países socialistas que, para resistir y avanzar, es necesario cambiar de métodos y reconsiderar incluso los términos de los intercambios con los países hermanos. Después de treinta años es él quien debe demostrar que el modelo soviético no es el ideal que el socialismo que la encarna quizás tiene una vocación a un mejor futuro, es aquí en este año 1985 que se le condena contra vientos y mareas, y una apertura que se considera funesta. Es que Cuba tiene una necesidad vital de la URSS, Castro lo reconoce: “Si el precio del azúcar no es constante y pagado por los países del COMECON, el pueblo cubano está condenado al hambre”. Mientras que lleva un juego apretado contra Gorbachov a quien comienza a odiar, Fidel Castro debe también hacer lo mismo con un enemigo del interior: aureolado de las victorias africanas en Angola y Etiopía, el general de división Arnaldo Ochoa está de vuelta a principios de 1989 sobre el suelo cubano. Condecorado y festejado como un héroe nacional, este militar de alto nivel (quien ha participado cuando aún no tenía 16 años en los combates de la Sierra Maestra al lado de Camilo Cienfuegos y de los hermanos Castro) no está ya de acuerdo con la política efectuada por Fidel Castro. Durante estos interminables años de guerra en África, vio el precio exorbitante que los cubanos debieron pagar únicamente por el acto de la administración pública. Entre doce y quince mil muertos, para nada, Forzar los acuerdos de paz en contra del dictamen de Fidel Castro no es suficiente. Arnaldo Ochoa querría ir más lejos: cambiar el reparto en Cuba gracias al nuevo viento que sopla desde Moscú. No es la primera vez que esta idea cruza el espíritu del militar. Al final de los años 70, en una sesión de un curso de oficiales en la capital soviética en la Academia Militar Vorochilov luego en la Escuela Superior de Guerra Frounze, el comprende que la guerra fría no puede durar mucho tiempo más. Cuando se encuentra en África en 1985 Arnaldo Ochoa que habla perfectamente el ruso se codea con responsables militares soviéticos pro Gorbachov que llegan fácilmente a convencerlo del interés de la perestroika. Arnaldo Ochoa quería esté traspaso en Cuba. Puesto que es posible en Moscú. ¿Por qué no lo sería en La Habana? Discute en su círculo de íntimos, militares de alto nivel como él, que tienen la confianza del ejército y que piensan que Ochoa promete un brillante futuro. Fidel Castro no lo designó como jefe del Ejército de Occidente (Cuba se divide en tres ejércitos: ¿occidental, central y oriental) que incluye La Habana? “La casa de Arnaldo Ochoa, confirma Juan F. Benemelis, se transformó en un centro de reuniones de veteranos militares de las guerras africanas, infeliz e impaciente de su situación personal y el mal estado económico y social del pais1 ”. No obstante, Juan Vives, que no comparte la admiración con muchos cubanos por Ochoa cuyo mito es, para él, injustificado, matiza estas observaciones. “Sólo reuniones de antiguos combatientes cansados que se encontraban para beber y mecanografiarse con las muchachas. Por supuesto había perestroika, este era el tema de moda, por supuesto los hermanos Castro, bromeaban de viejos soldados sin ilusiones y hacía carcajear a los participantes, pero éstos no tenían ni el poder ni incluso la intención de desestabilizar el país. Contrariamente a lo que se ha dicho, Ochoa sólo tenía una autoridad limitada sobre el ejército. Castro lo mantuvo como jefe del Estado Mayor o jefe de las operaciones, porque era el hombre que supervisaba todas las operaciones del tráfico de diamantes, marfil o maderas preciosas. Se subordina, el general Néstor López Cubas, con una brigada especial que se encargaba de intercambiar diamantes contra comida y los angoleños que se negaban a participar eran liquidados. La misma cosa para el marfil que el general López Cubas recuperaba en la frontera angoleña de manos de una mafia asiática. Desde el punto de vista militar, son otros oficiales los que con Ochoa libran las batallas bajo las órdenes directas de Raúl y Fidel, en particular el general de división Leopoldo Cintra Frías, un hombre del harem, a quien Raúl Castro llama con afecto “Polito”. El 2 de enero de 1979, el día del desfile por el vigésimo aniversario de la revolución, es él que figuraba a la cabeza de las tropas que iban a ir para Angola. Se ve también Ulises Rosales del Toro y en una menor medida, Abelardo Colomé Ibarra. Es necesario reconocer que Fidel Castro seguía todo, paso a paso, batalla tras batalla y hacía juegos de malabares con sus cartas del estado mayor desde La Habana con el fin de orientar las operaciones, a veces juiciosamente otras veces contra toda lógica militar. “Pero en los últimos meses, el general Rosales del Toro decidía lo contrario in situ sin participar a Fidel, con el fin de no contradecirlo. Éste debía seguir siendo el dueño oficialmente de las operaciones. “Ochoa estaba asqueado por la guerra en Angola. Había tenido graves problemas de alcoholismo en Moscú al final de sus estudios en la escuela de guerra Frounzé, pero fue peor en África. Se reinició a beber, más de la cuenta. Su caso era considerado incluso como muy preocupante por la jerarquía militar cubana que no tenía ya confianza en él. Se dedicaba más de la cuenta al alcohol y a las mujeres. En pleno conflicto el había hecho viajar a África para su placer, a varias mujeres de Cuba, algunas de las cuales vestidas con uniformes militares. “Estaba a sus costas en Angola en 1975, luego en Etiopía en 1979 algunos meses antes de dejar Cuba para Francia, ya estaba como eso”. Según Juan Vives, otra cosa que había desagradado a Castro: durante una visita de Aleidita Guevara, la hija mayor del Che, a Angola en 1978, ésta habría tenido relaciones íntimas con Arnaldo Ochoa, bacanales que el general tenía en secreto. “Si sobre el papel, desde el punto de vista táctico y estratégico, Ochoa parecía brillante, decepcionó mucho a los hermanos Castro en el terreno. Ellos poco a poco perdieron confianza en él. Por otra parte, fue en Nicaragua en particular, que oficiales superiores relevan de sus funciones a Arnaldo Ochoa durante varios meses. Se comporta de la misma manera que en Etiopía durante la campaña del Ogaden. Por otra parte, Raúl Castro en persona, quien estaba presente in situ y que participó directamente en los combates, así como los funcionarios de Estado Mayor, que terminaron por dirigir las operaciones armadas”. Vives hace hincapié en el hecho de que Arnaldo Ochoa, si, a veces, renuncio a informar a La Habana sobre ciertos hechos o acontecimientos militares,” lo hizo por espíritu de rebelión que por desinterés. Descuidaba sus responsabilidades. Pero estando en el centro de todos los tráficos lucrativos e indispensables para mantener económicamente las tropas, se pensaba en efecto que era intocable. En esta época si él tuviera una cierta popularidad entre la tropa, fue precisamente porque llegaba a solucionar los problemas de intendencia y conseguía que comer para los soldados cubanos”. Durante el viaje oficial de Mikhail Gorbachov a Cuba en abril de 1989, el Líder Máximo, se intriga de ver a su general hablar aparte con el número uno soviético, en ruso, él que no comprende una traidora palabra, se irrita, pero no toma de verdad sombra. Lo que agrava sobre todo a Castro, es la indisciplina, la irreverencia, la familiaridad e incluso la desenvoltura con que lo trata Ochoa, ese pequeño guajiro, este campesino a quien vio crecer bajo su ala protectora. Sus burlas, su insolencia, su manera de hablarle e incluso de criticarlo y sobre todo su círculo de amigos, entre algunos antiguos de la Sierra Maestra que sabe son estrechamente espiados y puestos sobre escuchas por los Contra Inteligencia Militar (CIM). Arnaldo Ochoa y su entorno representan la nueva generación de los generales cubanos, los que combatieron sobre todos los frentes en las cuatro esquinas del globo desde hace cerca de veinte años. Muchos apenas o en absoluto habían conocido los combates de la Sierra Maestra, que juzgaban como una guerra del pasado, ellos que habían sido elevados militarmente en las escuelas soviéticas y arriesgado su piel en batallas diferentemente más fatales que las que glorificaba aún al comandante en jefe. Y aunque Ochoa no hubiera estado aun a la altura de su reputación, incluso si había sido protegido por los soviéticos y que el nombramiento de héroe nacional era para ellos, una recompensa aún más colectiva en homenaje a las tropas de Angola, le estaban agradecidos de sus balandronadas y sus rebeliones contra la omnipotencia de los hermanos Castro. Voluntaria o no, Arnaldo Ochoa se convertía en un personaje torpe para el clan Castro. “Es verdad, dice Juan Vives, conocí a Arnaldo Ochoa en diciembre de 1958 en el momento de la toma de control de Santa Clara, un verano más tarde fue enviado a las mejores academias militares soviéticas y salió con la medalla de oro del mejor alumno extranjero. Gracias a eso, comenzó a subir en la jerarquía militar cubana hasta pasar a ser comandante y luego general. Pero nadie se engañaba, sobre todo no para el viejo guardia militar, que vio con mal ojo su ascenso fulgurante y que consideraba no merecido y obviamente deseado por los soviéticos”. Pero los antiguos combatientes del África de vuelta en ellos mismos, dejados sin asistencia médica, sin dinero ni ayuda de ninguna clase, rumiaban innumerables rencores. Arnaldo Ochoa no podía proporcionar más a sus necesidades a cambio de diamantes o marfil como lo había hecho sobre el continente africano. En Cuba los hermanos Castro decidían todo y los veteranos eran el cadete de sus preocupaciones. “Arnaldo Ochoa, confirma Juan F. Benemelis, se había vuelto, un poco a pesar suyo, el hombre alrededor de quien giraban todas las protestas de la tropa. Estaba muy vinculado a Diocles Torralba, general y ministro de Transportes que, a nivel civil, se había señalado como un buen administrador y un hombre abierto a las reformas. Este último había prevenido a Ochoa, desde su llegada sobre el suelo cubano en enero de 1989, que corría un peligro. Su actitud rebelde en Angola había desagradado mucho”. Tanto más que la fuga espectacular a bordo de un Avión que aterriza en la Florida, el 28 de mayo de 1987, el general Rafael Del Pino, seguido de Florentino Azpillaga oficial del Ministerio del Interior, al año siguiente, había irritado mucho a Castro, que había puesto en guardia a todo el Estado Mayor contra tales deserciones, perjudiciales para la imagen de la revolución cubana. Era la primera vez que oficiales de un alto rango huían de Cuba, con ellos en sus equipajes numerosa información. Del Pino se convierte en uno de los más feroces adversarios de Castro. Colabora desde su fuga de Cuba hacia los Estados Unidos con el general americano Erneido Oliva, hoy jubilado. De origen cubano, Oliva fue uno de los responsables encargados de la invasión de Bahía de Cochinos en 1961. Tiene actualmente por misión especial reclutar los ex militares cubanos y a los agentes secretos que huyeron del régimen, pero también a los militares del interior en actividad, con el fin de realizar una transición sin derramamiento de sangre en Cuba. A principios de 1989, nadie sabía cómo iba a evolucionar la situación en la Unión Soviética. Fidel Castro seguía estando muy vinculado a los ortodoxos en el Partido Comunista Soviético, ya que se persuadía que Gorbachov no iba a mantenerse en el poder. Pero no estaba muy seguro y eso lo ponía muy incómodo. La única cosa cierta, era que sus objetivos iniciales, su política exterior, así como la presencia de los militares cubanos en el tercer mundo no tenían ya el aval del Kremlin. Así de frágil, Fidel Castro veía en la persona de Ochoa un peligro suplementario. Durante el conflicto angoleño, los sudafricanos habían interceptado comunicaciones entre el Estado Mayor cubano y La Habana. Al escucharlos, era patente que fuertes divergencias existían entre Fidel Castro y el general Ochoa. Los sudafricanos lo hicieron saber a sus aliados occidentales. Pero la información llegó también a los oídos de los hermanos Castro. “Es en ese momento que Ochoa, según Juan F. Benemelis, habría tenido la intención de actuar, con el objetivo de fomentar un golpe a su regreso: se encontraba entonces a la cabeza de un regimiento de cuarenta o cincuenta mil hombres con la artillería pesada y la parte fundamental de la aviación cubana, pero no habría podido convencer a los cuadros de este ejército usado y que desconfiaban, que tenían miedo de enfrentar a los hermanos Castro”. La empresa parecía un tanto más irrealista por cuanto un 90% de la tropa se componía de reservistas y cuadros militares clasificados bajo la sombra de Raúl Castro en persona. La aventura era demasiado peligrosa y sin duda materialmente muy pesada para organizar. Ochoa no se sintió seguro para intentarlo: sus propios funcionarios del Estado Mayor no le daban confianza y podían traicionarlo en cualquier momento. “responsables militares afirman que la idea con todo le cruzó el espíritu, explican a Juan F. Benemelis. Su error fue no emprender nada, no tuvo la fuerza. Estaba minado por tanto años de guerra. Estaba consciente de la reticencia de sus tropas y sobre todo desconfiaba de la violencia de la reacción de Fidel en caso de fracaso o semi fracaso. Pues no había nada que hacer. » El proceso amañado Durante la visita oficial del número uno soviético a la isla, Fidel Castro no perdió una ocasión para contradecir a su interlocutor o de intentar demostrarle el fundamento de su argumentación. El Líder Máximo está preocupado, irritable, pero Gorbachov no le pide lo imposible a su huésped. Se muestra incluso acomodaticio: No debe descuidarse el puesto estratégico que constituye Cuba en el Caribe, el secretario general del Partido Comunista Soviético lo sabe. Youri Povlov, un consejero reformador de Gorbachov, preparó el viaje. Este antiguo embajador critica al líder cubano a quien juzga de demasiado estalinista. Especialista de las cuestiones de América Latina, vuelve de nuevo sobre este encuentro en las memorias que publica varios años más tarde y destaca que Castro pensaba que el huésped del Kremlin iba a ejercer presión sobre él. Castro estaba nervioso impaciente, pero muy rápidamente Gorbachov lo puso cómodo: “no les impondré mi modelo, dijo. Pueden hacer lo que a ustedes les parece justo1 ”. Castro sonríe y se puso a bromear, sabía que en adelante podía proseguir en su vía, aquélla que defendía aún algunos meses antes, en enero de 1989, en su discurso para el trigésimo aniversario del triunfo de la revolución. “Creo que el secreto de esta revolución es que siguió siendo honesta hacia sus principios, durante más de treinta años, y que ha decidido seguir esta vía durante treinta o cien años más”. Fidel Castro es libre de su elección, pero Cuba deberá encontrar nuevos medios para no hundirse en el caos económico en el cual le va a dejar el antiguo protector soviético. A partir de este momento, fue necesario reactivar el departamento MC (Moneda convertible), dirigido por Tony de La Guardia: se crean decenas de empresas comerciales bajo marcas extranjeras, principalmente panameñas, con el fin de operar en la zona franca de Colón, a estas empresas les llamaban Merbar. Compraba lotes de mercancías robadas en el mercado negro de este país de América Latina, en particular, material electrónico y las revendía diez veces su precio en los países de África. Otra tarea urgente espera al viejo revolucionario. Un juez americano acusa abiertamente a Cuba de ser desde hace varios años la placa giratoria del narcotráfico en el mundo e incluso ayudar al cartel de Medellín en la comercialización de su producción de droga. El 6 de marzo de 1989, se deposita un despacho de agencia sobre la oficina de Castro. El texto informa acerca del juicio de los hermanos Ruiz, dos cubanos exiliados, juzgados en Miami por tráfico de drogas y que, en largas confesiones grabadas por los americanos, enumeran detalladamente las complicidades cuyos beneficios van a Cuba. Según Fred Schwatrz, fiscal del proceso de los hermanos Ruiz, una fuga en el momento de un interrogatorio permitió avisar al gobierno cubano y hacer abortar una posible acusación contra Fidel y Raúl Castro en el tráfico de drogas. El 21 de agosto de 1989 Reinaldo Ruiz fue condenado a diecisiete años de encarcelamiento. Se murió dieciséis meses más tarde de un ataque al corazón dentro de la prisión federal. Algunos nombres están sin embargo libres: Tony de La Guardia, Amado Padrón y Miguel Ruiz Poo. Todos son miembros del Ministerio del Interior cubano. En dos ocasiones los hermanos Ruiz afirman haber hecho escala sobre el aeropuerto de Varadero en Cuba y que soldados del ejército cubano habrían descargado el avión y luego almacenado, cada vez una media tonelada de cocaína, antes de transbordarlo a barcos con destino Miami, escoltados por la flota cubana hasta el límite de las aguas territoriales. Este despacho es una primera advertencia antes de las revelaciones que preparan hacer los servicios antidrogas americanos, el Droug Enforcement Agency (DEA), probando de manera irrefutable la implicación de oficiales cubanos en el narcotráfico. Encabezando la lista se encuentran Raúl Castro, ministro de Defensa y Aldo Santamaría, al tiempo jefe de la marina de guerra cubana Gracias a los agentes infiltrados en los distintos carteles de la droga, a las fotografías satelitales, a los testimonios de varios presos que intercambian información contra reducciones de penas, pero sobre todo gracias a las escuchas de radio muy sofisticadas a disposición del National Security Agency (NSA), se analizan así cientos de conversaciones telefónicas entre los narcotraficantes y los servicios de la marina de guerra cubana. Entre estas llamadas, los servicios americanos reconocen la voz de Aldo Santamaría que ordena en persona a sus guardacostas acompañar a los barcos de los traficantes que pasan por aguas territoriales cubanas y, dentro de lo que cabe indicarles la posición de los radares americanos en el estrecho de la Florida. Se interceptan y se descifran algunas conversaciones que comprometen entre otros a Aldo Santamaría y Raúl Castro. Dos años antes, en abril de 1987, la revista US News And World había publicado reportaje que indicaba que el gobierno cubano había procedido al tráfico de drogas por intermedio del delincuente colombiano Carlos Lehder, quien obtiene la extradición más tarde a los Estados Unidos. Durante el juicio en Jacksonville, éste denunció con persistencia las relaciones comerciales de Castro con el narcotraficante americano Robert Vesco, que residía pacíficamente en Cuba. Las confesiones de Lehder reflejaron en el papel la evidencia de altas personalidades cubanas en el narcotráfico y la implicación tácita de los hermanos Castro en estas actividades. Sobre estos intermediarios, para responder al asesinato del candidato a la Presidencia Luis Carlos Galán, las autoridades colombianas lanzaron una extensa operación en Medellín contra los traficantes de droga juzgados responsables del acto criminal. Durante esta incursión, se detuvo a veintisiete cubanos llevando pasaportes falsos de Costa Rica. Por otra parte, gracias al trabajo realizado por un agente doble que trabajaba para los americanos, nuevas fotografías satelitales mostraban la implicación de los guardacostas y de la aviación militar cubanos en operaciones de transferencia de droga. Documentos bancarios agarrados probaban también la intensa participación del gobierno castrista en el contrabando de estupefacientes. La operación consistía en atraer este último a aguas internacionales bajo pretexto de proporcionarle información que se refería a satélites americanos espiando a Cuba con un sistema infrarrojo que podía traspasar las interferencias y era un material tecnológico de enorme valor. Un comando de las fuerzas especiales americanas entonces habría surgido de un submarino para apoderarse del ministro mientras que cazas F16, así como E3 Awac debían estar listos en caso de un ataque frontal de los Mig cubanos. La “operación Greyhound” reposaba en los hombros de un hombre que purgaba cincuenta años de prisión en las cárceles americanas por tráfico de marihuana, Gustavo Fernández, alias “Papito”, había salido de la celda para infiltrar la red de contrabandistas dirigida por… su propio hijo Pablo. Colaboró eficazmente con las aduanas americanas los primeros días, luego desapareció repentinamente el 12 de junio de 1989, algunas horas antes del anuncio por La Habana de la detención de catorce oficiales de altos grados de las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) y del MININT (Ministerio del Interior). José Ábrantes, por su parte escapó con exactitud de la operación montada por los americanos, para ser traído algunas semanas más tarde ante un tribunal cubano por orden directa de Fidel Castro. Gustavo Fernández, que no le había afectado al menor centímetro su trabajo, había preferido vender la mecha y permanecer en Cuba que al refugio de los calabozos americanos. Para el Gobierno castrista, no hay un minuto que perder. Es urgente poner de manifiesto que las acusaciones de Washington no son fundadas. Se trata nada menos que de la reputación internacional de Cuba e incluso de las relaciones con el aliado soviético cuyo número uno, durante su gira cubana, informó a los dirigentes en La Habana que la isla debía hacer una suerte a estos rumores persistentes. Es muy necesario pues afectar, en base al escándalo que se perfila. Como es su práctica, Fidel Castro va a dar con una piedra dos golpes. El momento es totalmente propicio para lavar al Gobierno cubano de toda sospecha de narcotráfico, y en esta ocasión deshacerse de los cuadros críticos del ejército, desconcertantes y potencialmente peligrosos. Realmente, la trampa se tiende desde hace varias semanas. Raúl Castro hizo colocar por la Seguridad del Estado micrófonos dentro de las casas y apartamentos de todos los altos responsables de los que se desconfiaba, en particular, desde el regreso del general Ochoa. “No es necesario olvidar, explica Juan Vives, que incursos en los distintos tráficos de drogas, extorsiones de fondos, blanqueo de dinero y demás… que reportaba decenas de millones de dólares, los gemelos La Guardia y Abrantes se servían de sobra desviando sumas colosales sobre sus cuentas personales. A medida que los años pasaban, los tráficos en todas las clases se intensificaban y los gemelos ganaban en autonomía. Raúl podía controlar los depósitos de droga en los depósitos en Cuba, pero no podía a saber a qué precio los hermanos La Guardia habían negociado las toneladas de cocaína de Sudamérica o la heroína de Hong Kong. Para mi conocimiento desviaron cerca de 50 millones de dólares. Una de las cuentas en un banco suizo contenía cerca de 2 millones de dólares, y esto era conocido por los hermanos Castro, pero no podían recuperar estas sumas ya que la DEA americana supervisaba especialmente esta cuenta. Por su parte, José Abrantes a puesto a buen resguardo entre 15 y 20 millones de dólares en Panamá, en la zona franca de Colón, en bancos en la isla Gran Caimán y en Suiza, hasta el momento en que Raúl Castro se dio cuenta del artificio, en particular cuando descubrió que Abrantes, tras una operación llevada a cabo desde Acapulco, había desviado la casi totalidad de la suma recogida. Raúl informó inmediatamente a su hermano”. Amado Padrón, miembro de la Dirección General de inteligencia (DGI) y antiguo cónsul en Panamá, él también había desviado fondos, pero en escasa cantidad. Es su tren de vida lujoso, sus motos, sus colecciones de armas y los regalos fastuosos que ofrecía a sus amantes cuando venía a Cuba, que lo volvió sospechoso. Negó obstinadamente durante su proceso, todos los cargos que se quería hacer pesar sobre él. Explicó con insistencia que era sobre sus gastos de representación que regulaba sus gastos juzgados suntuarios y él no abandona, refutando punto por punto las acusaciones y rechazando firmemente las proposiciones de acuerdos de los hermanos Castro. Estas malversaciones de fondos fueron utilizadas como una prueba suplementaria de la conspiración y la traición de los gemelos y de Abrantes, tanto más porque el Líder Máximo se los hizo confirmar por otras fuentes: los dirigentes del cartel de Medellín, pero también por cercanos del comandante principal de las Fuerzas Armadas de Panamá, Manuel Antonio Noriega, con los cuales Fidel y Raúl Castro mantenían discretas relaciones. Tengamos en cuenta que algunos días antes del desencadenamiento del “asunto Ochoa”, El presidente en ejercicio de Panamá, Solís Palma, quien no ocupaba un cargo honorifico, se encontraba de visita en Cuba, donde se entrevistó con los hermanos Castro. El domingo 28 de mayo de 1989 por la noche, Diocles Torralba, el muy respetado general, ministro de Transportes y vicepresidente del Consejo de ministros, había reunido en su casa, como lo hacía a menudo, a varios de sus amigos íntimos, entre los cuales se encontraban el coronel Tony de La Guardia su yerno (Se había casado con su hija María Elena), así como su gemelo, el general Patricio de La Guardia, el comandante Amado Padrón y el general Arnaldo Ochoa. Como siempre pasa con la nomenclatura, la comida es abundante y el ron pasa a mares. Torralba tenía la reputación de adorar esta clase de reuniones (que mucho llamaron por burla las “Dioclecenas”) pero esa noche, la atmósfera era más bien rara. Después de las bromas de costumbre, las “deserciones” de Rafael Del Pino y de Florentino Azpillaga son evocadas, se mencionan y se aprueban. Se sigue en torno a las críticas contra los hermanos Castro donde se focaliza la discusión. Se pronuncian algunos insultos contra el Líder Máximo a quien todos tildan como viejo, desfasado, demasiado rígido para seguir gobernando. Algunos hasta afirman que sería necesario destituirlo y si era necesario, hacerlo desaparecer. La reunión se termina tarde en la noche. La víspera, un grupo de agentes de vigilancia conducidos por un hombre que respondía al seudónimo de “Rodolfo” tenía llena la casa de micrófonos. Poco tiempo después “Rodolfo” escribirá en una carta que había cumplido esta misión de mala gana. Toda la conversación se grabó e inmediatamente después fue transmitida a los círculos dirigentes. Plaza de la Revolución. “Más extraordinario es que Diocles Torralba había permitido la instalación de micrófonos y cámaras en su casa, revela Juan Vives. Y a continuación afloja. A cambio de esta colaboración con la contra inteligencia militar, salvó su cabeza”. Se le condenó sin embargo a veinte años de prisión durante un proceso distinto del “asunto Ochoa”. Al día siguiente por la mañana, lunes 29 de mayo, Raúl Castro convoca a Arnaldo Ochoa al Ministerio de las Fuerzas Armadas. Están también presentes el general Abelardo Colomé Ibarra (futuro ministro de Interior) así como el jefe de Estado Mayor Ulises Rosales del Toro, ambos antiguos de Angola y se les percibe saliendo de la oficina de Raúl. La reunión sólo tiene como objetivo el de prevenir a Ochoa y que contrariamente a la promesa hecha, no se le nombrará como comandante del Ejército de Occidente. Este anuncio de sorpresa y torpe es una primera advertencia. Diocles Torralba, Amado Padrón, los hermanos La Guardia y todo el entorno de Arnaldo Ochoa comprenden que la alta jerarquía está informada de sus deseos de cambio. Todos comienzan entonces a desconfiar unos de otros, pero es demasiado tarde, se les sigue paso a paso supervisados noche y día. El viernes 2 de junio, Raúl convoca en su oficina de nuevo a Ochoa. Esta vez el encuentro tiene lugar cabeza a cabeza entre dos hombres que siempre se han despreciado. El ministro de Defensa pide al general asumir la acusación de tráfico de drogas para salvar la revolución. Es necesario, a su modo de ver, juzgar a los más altos grados implicados con el fin de calmar las sospechas de la opinión pública internacional y poner de manifiesto que Cuba reprime al más alto nivel el tráfico de drogas. Según los testimonios de funcionarios del batallón de seguridad de Raúl Castro presentes ese día en la pieza de al lado, Ochoa lanzó un insulto a la cara de Raúl que era sabido que el lo despreciaba y siempre se ocultaba en las faldas de su hermano. Que Raúl y Fidel “pédés”. En su cólera Ochoa acusó a los hermanos Castro de haber ordenado el tráfico de drogas, y de querer, por una vuelta de jugarreta, hacerle asumir la entera responsabilidad acusándolo públicamente. Los aullidos de Ochoa cruzaban las paredes de la oficina. Al oír las vociferaciones, por poco fue necesario intervenir para que los dos hombres no se dieran de puños. La calma volvió de nuevo y Raúl entonces hace comprender a su interlocutor que había todo el interés en cooperar. Al acompañarlo a la puerta de su oficina, Raúl Castro le dio un abrazo a Ochoa, para hacer en la medida una buena historia frente a los que se encontraban allí y que por supuesto, habían debido oír la disputa. Más tarde. Dirá incluso ante un grupo de militares: “Fui profundamente sincero y le dije que independientemente de quien llegue nosotros seguiríamos siendo hermanos”. En realidad, hace conducir a Ochoa bajo escolta a una casa de la seguridad del Estado situada en el barrio de Siboney, donde se encuentran los otros principales acusados. Se trata, momentáneamente, de una medida de prevención con el fin de no despertar sospechas. El asunto aún no se cerraba completamente y Ochoa que formaba parte del Comité Central del Partido Comunista, debía llevarse con diplomacia. Para evitar también que unos u otros de los sospechosos consigan huir hacia la otra costa del mar Caribe, transformándose, como le gustaba decir a Raúl, en “loros que repiten todo lo que los imperialistas quieren oír”. Raúl Castro no obtuvo una confesión espontánea de Ochoa, era necesario no aflojar la presión. En ese momento, Mayda González, la compañera del general Ochoa, declara a la prensa extranjera, en particular, a la Agencia de Prensa de Francia: “Estoy en lo cierto que van a fusilarlo” Las únicas personas autorizadas a entrevistarse con Arnaldo Ochoa, los gemelos La Guardia y con Arnaldo Padrón, fueron los generales Abelardo Colomé Ibarra, Ulises Rosales del Toro y Juan Escalona Reguera, quien pronto se convertiría en el fiscal del “asunto”. Por orden de Raúl, visitaron a Ochoa con el fin de persuadirlo. Éste los insultó y se negó a oírlos. Fidel Castro decidió entonces intervenir personalmente. Durante cerca de dieciocho horas, según Mayda González, él parlamenta, usando a su vez la autoridad, el encanto, humor, persuasión con el fin de convencer a Ochoa de aceptar su inculpación. Finalmente, su ascendiente sobre el ex general triunfó y casi forzado, Arnaldo Ochoa aceptó colaborar contra la promesa de Fidel Castro que, si se condenaba a muerte, sería solamente como un ejemplo, que su pena se conmutaría en treinta años de prisión pero que no permanecería ni un año en una casa de la Seguridad del Estado y que a continuación se liberaría por buena conducta. Arnaldo Ochoa, de mala gana quiso creer en la promesa, sabiendo que se jugaba allí su última carta, su última oportunidad, esperando que pudiera salirse. Pero seguía teniendo dudas. Gracias a unas complicidades consigue hacer salir de Cuba a su compañera y a sus jóvenes hijos. Entre los sospechosos aún en libertad, el miedo se instaló. El más lúcido de ellos, el comandante Amado Padrón, hizo llegar al día siguiente a Panamá una carta de alerta a un amigo cuyo nombre calla. En dicha carta Padrón confiesa su malestar: “Pienso que voy a ser detenido en poco tiempo, con un grupo importante de camaradas con los cuales hablamos del futuro de Cuba. Ante la enorme crisis económica, política y social que conoce el país, pensábamos que la única salida era que los hermanos Castro renuncien a sus posiciones”. Esta carta contiene también asombrosas afirmaciones. Padrón explica que el grupo había tenido la intención de depositar un proyecto en la Asamblea Nacional del Poder Popular reclamando la destitución de los hermanos Castro, acompañada de un levantamiento de unidades militares estratégicas sobre el conjunto del país. Fue a continuación del regreso de Tony de La Guardia que también fue convocado. A él se le hizo comprender que si decía todo lo que sabía y si reconocía actos que no había cometido, por su bien y el bien de la revolución, él sería condenado a muerte, pero habría sido liberado después de dos o bien tres años de prisión. Su hija, Ileana La Guardia, exiliada desde 1991 en París, escribió: “Raúl Castro le dijo a mi padre que tomaría todo lo que él tenía, que no quedaría nada. Que era necesario montar un show para cortar la hierba bajo los pies de los gringos. Todo eso permanecería, le confirmó, en la familia revolucionaria, hasta el final. Ochoa y mi padre creyeron que no serían fusilados1 .” Tony de La Guardia se consideraba intocable, también. Su hermano Patricio y él mismo que desde hace treinta años habían prestado tantos servicios a la revolución, puesta a punto tantos torcidos golpes, participado en tantos tráficos ilícitos de todas las clases, cubierto tanto delitos y crímenes… Los hermanos Castro no podían eliminarlos Tony permanece persuadido de que sólo es un mal sueño. Patricio está enfrentando el mismo dilema, pero reacciona de manera diferente. Siente que la parte no es un juego y que su vida está en peligro de verdad. Durante conversaciones lacónicas, consigue negociar una salida segura. Aceptó dar los números secretos de las cuentas donde se encontraba el dinero desviado de los distintos tráficos, afirma Juan Vives, para salvar la vida. Pero una vez que comunicó esta información y que Fidel le prometió que todo se arreglaría lo mejor posible, veinticuatro horas antes del veredicto incluyó lo que tenía en Berna. Patricio se decidió a jugar su última carta: mencionó la existencia de un documento testamentario que se encontraría en la bóveda de un banco en Panamá con la orden de publicarlo a su muerte. En este documento, se tendría en cuenta con detalles las pruebas de la implicación de los hermanos Castro en el tráfico de drogas y, de otros detalles sobre el asesinato de Salvador Allende por orden de Fidel Castro. Llegado a esta fase, se negó obstinadamente a precisar el nombre del banco y del notario panameño. Es por eso que aún está con vida, pero no su hermano”. Raúl no creyó en la existencia de esta carta y le dijo a Patricio que seria fusilado. Pero después de una reflexión, Fidel Castro prefirió dejarlo con vida manteniéndolo en prisión y bajo vigilancia máxima. Patricio fue en todo caso el único de todos los que estaban destinados a la muerte a salirse con una pena de treinta años de prisión. Vive hoy en una residencia altamente supervisada, una clase de cordón sanitario le impide tener contactos exteriormente. Las pocas visitas que recibe se hacen en presencia de funcionarios de la seguridad del Estado y los temas que puede abordar se deciden de antemano. En esta mañana de junio de 1989, las reuniones se suceden en la oficina del Líder Máximo. El tiempo presiona. Los hermanos Castro quieren cerrar el dispositivo, demostrar que hombres sobre toda sospecha traicionaron al pueblo, la nación, la revolución, que, traficando enormes cantidades de droga a espaldas de sus dirigentes, ellos han tirado fango sobre el honor de Cuba Sólo son vulgares traficantes los únicos culpables. Pero no se trata de una conspiración política, nadie en la isla puede pretender conspirar contra el comandante en jefe. No habrá uno sino dos procesos, el de Ochoa, el de su ayudante de campo el capitán Jorge Martínez, el de los hermanos La Guardia, el de Amado Padrón y de varios otros oficiales superiores, llamado “Causa 1/89”. Y otro proceso donde se juzgará al ministro de Interior José Abrantes, llamado “Causa2/89”. Fidel y Raúl Castro pasan la noche entera, metidos en su plan estratégico con el ministro de Justicia, el general Juan Escalona a quien piden convertirse en el fiscal de un proceso digno de las horas más oscuras del estalinismo. Daniel Alarcón Ramírez (“Benigno”) se acuerda que después de un encuentro secreto donde se le ruega a Escalona regresar a su puesto de general de brigada con el fin de poder convertirse en fiscal, éste es de nuevo convocado por los hermanos Castro. Durante unas quince horas, tomará sus órdenes para llevar el proceso. “(…) Y luego a lo largo de los debates, Escalona corría a donde Fidel y Raúl para tomar las consignas1 ”. En realidad, la maquinación se montó entre el 10 y el 12 de junio. Durante un registro inesperado al domicilio del capitán Martínez, la ayuda de campo de Ochoa, se descubre una tarjeta de un hotel en Medellín, un libro sobre la mafia y según los agentes encargados del registro, un falso pasaporte que se otorga a Martínez para viajar a Colombia, los números de cuentas bancarias en Panamá y sobre todo, una serie de números de teléfono demostrando los vínculos con Pablo Escobar, el jefe del cartel de Medellín. Todo surge en el gran día según una situación trazada de antemano y que va a desembocar en la detención de los principales sospechosos, incluidos el general Ochoa, los gemelos La Guardia, Amado Padrón, así como once miembros de las fuerzas armadas y del Ministerio de Interior. Sólo que en mayo de 2005 con su consentimiento y desde el fondo de su prisión de Combita (Colombia) John Jairo Velásquez, el asesino y antiguo brazo derecho de Escobar, a quien llaman “Popeye”, salieron a la luz los verdaderos vínculos de Cuba con el cartel colombiano de la droga. “Raúl Castro conocía el tráfico de drogas, afirma-allí en una entrevista televisada con un periodista de la televisión española TVE, era nuestro contacto directo”. Según “Popeye”, la droga era transportada a Cuba “bien pasando por Centroamérica o directamente a Cuba por avión y a continuación iba en barco para Miami”. “El capitán cubano Jorge Martínez, prosigue, era el hombre de la red que venía a Colombia para negociar las cargas de droga con destino a Cuba. Tenía siempre informado a Raúl Castro. Cuando Martínez se entrevistó con por primera vez con Pablo Escobar, éste le dice que el cartel de Medellín ya negociaba con los cubanos”. Jairo Velásquez, condenado a veinte años de prisión, confiesa también que “cuando Pablo estuvo refugiado en Nicaragua, había obtenido la autorización de los sandinistas para hacer transitar por su país la droga enviada a Cuba1 ”. Cuba atravesaba una grave crisis. Las reacciones en la población y en algunos militares después del anuncio de la detención de estos hombres que pasaban de la fila de héroes de la nación a traidores de la revolución, corrían el riesgo de crear alborotos. Con la intensión de desarticular a los posibles recalcitrantes en el Ejército de Occidente y sobre todo de los veteranos de Angola, “todos los que en el ejército tenían grados como comandantes y así mismo como generales fueron convocados a La Habana, explica Juan F. Benemelis, y mantenidos in situ hasta el final del juicio. Los militares próximos a Raúl desarmaron incluso a las tropas especiales del Ministerio de Interior comandadas por el general Pascual Martínez Gil. La misma cosa para los coroneles, los tenientes coroneles y los capitanes a algunos los obligaron, por falta de lugar, a acampar en una explotación del sur de la capital cubana a la espera de que Arnaldo Ochoa sea ejecutado”. Para que sepan de una vez por todas quien dirige el país, estos altos grados del ejército tenían la orden de asistir al proceso. Pero como no había sillas para acogerlos a todos, mucho fueron instalados en cuarteles militares para seguir el proceso por la televisión. La mayoría de ellos habían combatido en Angola. Habían visto e incluso habían participado en los distintos tráficos de diamantes, marfil y maderas preciosas. Pero la jerarquía les había dicho que era un mal necesario para mantener y alimentar la tropa. ¡Un mal necesario para que viva la revolución! El ejército en adelante bajo control de los hermanos Castro juegan una parte difícil: Es necesario probar al pueblo que sólo es un simple asunto de corrupción. Se decide pues, juzgar aparte al ministro de Transportes Diocles Torralba, disociarlo de lo que se llama el “asunto” Ochoa, mientras que es uno de los más cercanos al ex general. “Diocles fue manipulado por Raúl Castro, precisa Juan Vives. Se le obligó a aceptar que se le colocaran micrófonos en su casa a cambio de asegurar su vida. Había vendido a los otros para salvar su piel. “Pero se beneficiaba también de un estatuto privilegiado porque está muy vinculado a otro gran personaje del régimen, un comandante de la Sierra Maestra que forma parte de la estratosfera revolucionaria cubana: el único negro miembro de la oficina política, Juan Almeida, hermano de armas de Castro en la guerrilla, y que goza de un gran capital de simpatía y que no dudará en oponerse al comandante en jefe algunos meses más tarde en el momento de la preparación del “período especial”. En 1990, “Benigno”, para la época, jefe del batallón de seguridad de Fidel Castro, informa que, durante una cumbre, una confrontación severa tuvo lugar entre Fidel Castro y Juan Almeida, este último acusando al Comandante en jefe de ser responsable de las dificultades que atravesaba el país: “¡Estamos siendo gobernados sobre la base de un capricho y este capricho es el tuyo!” pegó Almeida a la figura de un Castro medusa que, sin la sombra de una vacilación, lo hizo detener y lo asignó a una residencia sin posibilidad de comunicarse con el exterior. Con todo, algunas horas más tarde, Radio Martí, la radio controlada por el gobierno americano que trasmite en dirección de la isla anunció la noticia. Castro entonces se vio obligado a echar para atrás, ya que Almeida gozaba de un determinado renombre y de apoyos importantes en las fuerzas armadas. Lo hizo liberar y exhibir en uniforme de gala con todas sus decoraciones sobre todos los podios de la isla1 . Sacrificar a Arnaldo Ochoa, Tony de La Guardia, Amado padrón y Jorge Martínez era pues menos aventurado e igualmente eficaz. El 13 de junio de 1989, el diario Granma, el órgano oficial del partido anuncia la detención de los “felones” en algunas líneas sin ningún comentario. Al día siguiente por la noche del 14 de junio, la puesta en escena se terminó con el decorado establecido: Raúl Castro, empujado por su hermano, se dirige en directo delante de las cámaras de la televisión a la jerarquía militar reunida en La Habana. Raúl, Incomodo y obviamente irritado, habla delante de un plantel de un millar de oficiales y los previene que no se tolerará nada. Hasta los invita a los más refractarios, a ir para Polonia, Hungría o a la misma Armenia. Los militares no se tropiezan, Raúl pronuncia entonces palabras muy duras contra Ochoa a quien lo acusa de sus mentiras, de su incapacidad, que debe aclararse la verdad de la infidelidad antes de tratarlo de “bromista” y de “charlatán”. Una suerte de proceso antes de la carta. El indiciado está condenado antes de ser juzgado. Los funcionarios presentes y todos los cubanos comprenden ese día que el asunto es altamente político y que el supuesto delito de tráfico de drogas no es más que un gran pretexto de los hermanos Castro para purgar el aparato de Estado, las fuerzas armadas y el Ministerio del Interior. Incluyen también que si la Unión Soviética, el aliado de treinta años, empezó una apertura ésta nunca tendrá lugar en Cuba mientras Fidel Castro sea el amo. Definitivamente están convencidos cuando oyen a Raúl Castro decir: ¿“Que pasó con Ochoa, ¿qué pasó con Diocles? ¡Un día se sabrá probablemente lo que hicieron!”. Antes de añadir: “¡Es necesario terminar con el burdel en este país!” Para cerrar la operación y denunciar el escándalo, Fidel Castro monta él mismo el parapeto dos días más tarde. El 16 de junio, en un editorial no firmado (más de su pluma obviamente) publicado por Granma, anuncia el motivo oficial de las detenciones: tráfico de drogas y corrupción. Detrás de los Colegios de Abogados de Villa Marista, está la sede de la seguridad del Estado, donde se maltrata a los reos. Se les dopa en su comida, se les impide dormir. En algunos días son similares a los zombis. Cuando el general Ochoa aparece en primer lugar ante sus pares, un tribunal militar dicho “de honor”, aparecen por otra parte, con un semblante completamente indiferente para el que llega. Ironía de la suerte, entre los militares que lo juzgan se encuentra el almirante Aldo Santamaría, reconocido por los Estados Unidos como traficante de droga notorio desde 1982. Oficialmente se degradó a Ochoa, bajado al rango de simple ciudadano. Con todo declara que si debe morir, “su último pensamiento será para Fidel”. Ese 30 de junio, mientras que el pueblo de Cuba va a poder seguir días después por la televisión, en ligera emisión en diferido, la serie del “asunto Ochoa”, para Castro ya es historia antigua. En este caso, se trata solamente de copiar para la galería un texto escrito de antemano por dos autores que no dejaron nada aleatoriamente. La ocasión, en efecto, era demasiado bonita para terminar con los gemelos incómodos e incontrolables, un general insolente y peligroso que se erigía como competidor y toda una serie de funcionarios y militares fatigados e ingratos. Solo pueden tener derecho al menosprecio, ellos que sólo son vulgares traficantes de droga, ladrones de poco “Benigno” se acuerda, que en el momento en que el asunto estalló, Fidel Castro pidió: “¿Pero ¿qué son pues, estos hermanos La Guardia?” Planteó la misma cuestión con respecto a otros de sus antiguos camaradas. Eso quería decir: “¿Ahora que no me sirven para nada, por qué quieren que les guarde?”1 . Durante los diez días que duró el proceso ningún de los acusados pudieron alejarse de las sendas trazadas por los verdaderos fiscales, Fidel y Raúl Castro, al citar los nombres de personajes de la alta jerarquía. Arnaldo Ochoa, ahora cada vez más lúcido, respondía mordaz y con ironía a las cuestiones que se le planteaban. No dudando nunca en proceder a la insinuación o a la alusión narco, una sonrisa burlona en los labios. Una actitud que hacía salir de sus bisagras a Fidel Castro, pero colmaba de comodidad a los millones de telespectadores cubanos que habían hecho causa por el antiguo héroe nacional a quien veían suministrando pastó a un sistema que la abrumaba. Aunque sólo se difundían extractos elegidos del proceso. Nunca durante los debates, se acusó a Arnaldo Ochoa de tráfico de drogas. El fiscal Escalona le acusaba de cosa vagas “proyectos obsesiónales” y del contrabando de diamantes y marfil. Nunca tampoco se mencionó dónde se encontraban ni a quien servían las enormes cantidades generadas por el tráfico de drogas que había percibido el Estado cubano. Sobre este punto, Juan Vives precisa que las autoridades cubanas habían tomado como práctica blanquear el dinero sucio de la droga que se depositaba en pequeñas y medias cantidades en cuentas numeradas en paraísos fiscales o en los bancos de Zurich, Ginebra o Madrid. El 7 de julio de 1989 esta parodia de justicia se termina con cuatro condenas a muerte: las de Arnaldo Ochoa, Jorge Martínez, Tony de La Guardia y Amado Padrón. Los otros acusados los lanzarán a una prisión, condenados apenas llegando hasta treinta años de encarcelamiento como fue para Patricio de La Guardia. EN ningún momento, se presumió a estos hombres de inocentes. En un discurso pronunciado dos días más tarde en el Consejo de Estado. Fidel Castro dirá que nunca la historia conoció un pleito tan honesto. “Y cuando digo la historia, yo estoy hablando de la historia en general. En cuanto a nuestro país, digo similar: nunca se ha visto un proceso tan límpido y con tal participation.1 ” “Finalmente precisa Juan Vives, se condena por adelantado a cualquiera que se opone a la voluntad de Fidel Castro tenga razón o no. Para el “asunto Ochoa”, los hermanos Castro no podían permitir que su autoridad fuese ridiculizada, burlada. Lo que, en cualquier otro país del mundo, sólo habría tenido una importancia secundaria, pasa a ser un asunto de Estado en un régimen estalinista como lo es el régimen cubano”. La noche del 13 de julio, algunos días apenas después del veredicto, bajo el alumbrado incoloro de un cuartel de Baracoa a menos de una media hora de La Habana, un grupo formado por siete militares apuntan sus fusiles sobre los condenados. Una cámara filma la escena como lo exigió el Líder Máximo quien vino para asistir en persona a la ejecución a muerte. Antes de que las balas lo hagan callar. Arnaldo Ochoa lanza a los hombres que se le enfrentan: “Como me les gusta mis hijos”. Tras este electrochoque vivido como un traumatismo por los cubanos, viene la “Causa 2/89”: el juicio a José Abrantes el ex ministro del Interior, despedido el 29 de junio y condenado a veinte años de prisión el 1 de septiembre, por “abuso de autoridad y negligencia”, sólo fue objeto de una breve nota en el Granma. Algunas líneas que cayeron en la indiferencia general, sin embargo, él había sido un íntimo del comandante en jefe. Abrantes también había tenido el mal gusto de enriquecerse al paso, tomando cómodas comisiones y viviendo de manera suntuosa, cosa que no pudo soportar Fidel Castro, él habría tenido por eso, la culpa de soñar, pasar a ser un día el patrón de las fuerzas armadas en el lugar de Raúl. Cuando este último se enteró de que Abrantes había escuchado sus conversaciones, en particular, él con Ochoa y de otro con su hermano Fidel desde sus oficinas, hizo revisar éstas por completo durante cuatro días en busca de bandas sonoras o películas. “Todo el Estado Mayor de Raúl participó en las investigaciones confirma Juan F. Benemelis. Durante estas investigaciones, algunos dijeron haber descubierto en el armario de Abrantes un gancho sobre el cual se colgaba un uniforme militar con todas las condecoraciones de un jefe de los ejércitos. En cualquier caso, su suerte estaba echada.” Esta anécdota que esa noche verdadera o inventada por todas las partes con el fin de causar la salida de José Abrantes, dio la vuelta por las fuerzas armadas y afianzó en la cabeza de todos que los sueños de esta naturaleza debían seguir siendo secreta. Inmediatamente no se fusiló a Abrantes ya que se corría el riesgo de implicar otras ejecuciones en el ejército y de empeorar una situación ya explosiva, él fue encarcelado y muere el 21 de enero de 1991, durante una transferencia de la prisión al hospital, de un infarto causado por… una inyección masiva de digitalina. La purga continuó durante varias semanas, llevada a cabo por los generales Abelardo Colomé Ibarra y Fernández Godin. Más de una treintena de oficiales superiores juzgados por flojos y borrachos se les pasó a retiro de oficio, otros directamente implicados en el asunto fueron puestos en prisión pero no pasó mucho tiempo. Después de haber jurado una obediencia absoluta al comandante en jefe y a su hermano, la mayoría fueron absueltos y reingresaron a su cuerpo de origen con sus prebendas. Algunos vuelven a ser de los castristas más puros y duros y trabajan en adelante en el desarrollo del turismo en sociedades como Gaviota o Cubanacan, propietarios en la isla de decenas de hoteles de lujo, de sociedades de alquiler de coches y restaurantes para extranjeros. El orden en adelante se restablece en la casa de Castro: Raúl, el ministro de las Fuerzas Armadas, delfín designado por su hermano, vio sus poderes reforzados. Hombres de él, los generales Senén Casas Regueiro y Abelardo Colomé Ibarra fueron nombrados como, ministro de Transportes y ministro de Interior respectivamente. En cuanto a los comandos especiales encargados de la seguridad de Fidel Castro, dependen directamente de las fuerzas armadas enfeudadas a Raúl. El 11 de octubre de 1991 el diario español EL Mundo publica una entrevista con la viuda del general Arnaldo Ochoa, Mayda González, que vivía en Madrid. En su desasosiego afirma que se ejecutó a su esposo por haber criticado mucho el mantenimiento de las fuerzas cubanas en Angola. Añade que Arnaldo Ochoa nunca ha participado en el tráfico de drogas pero que en cambio Fidel Castro y su hermano Raúl habían fomentado este tráfico para obtener divisas para la revolución. Esta entrevista confirmaba lo que el pueblo de Cuba siempre ha sabido. Pero Arnaldo Ochoa había muerto y los cubanos tenían en adelante otras preocupaciones: llenar su estómago y el de sus niños. Algún tiempo después del proceso, Fidel Castro hizo saber que el caso de Tony de La Guardia era el primero y el último que implicaba a Cuba en el tráfico de drogas. Sin embargo, los guardacostas americanos observaron como aeronaves soltaban paquetes de cocaína en aguas territoriales cubanas, apenas algunas semanas después del final del proceso Ochoa. Según estos guardacostas, se detectaron aviones sobrevolando Cuba de noche acto seguido procedían a soltar exactamente sobre barcos o lanchas rápidas, pero cuando intentaron interceptar los barcos, helicópteros del ejército cubano les obligaron a parar la caza. El tráfico de drogas, en realidad, nunca ha cesado. Se volvió más sofisticado y se realizó en relación directa con la guerrilla colombiana. Una fuente, seguirá siendo confidencial, recogida a principios del año 1998, indicaba que el régimen castrista está implicado en el tráfico de cocaína que transitaba a través de pequeños aeropuertos de la selva colombiana. “Aerotaxi” los cuales transportan pequeños maletines de viajero llenos de droga casi indetectables hasta aeropuertos internacionales donde la droga es trasbordada a vuelos regulares de Cubana de Aviación. Castro y los golpistas de Moscú La caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 y la descomposición del bloque soviético suplantaron en el espíritu de los cubanos la amargura y la aversión que les había inspirado el “asunto Ochoa”. La hora estaba a la supervivencia, el pueblo debía apretarse el cinturón. Como siempre los acontecimientos volaban en ayuda del inevitable déspota que hizo prohibir la difusión de dos revistas soviéticas Sputnik y Noticias de Moscú, que leían ávidamente los jóvenes cubanos aficionados de la respiración de la perestroika que destilaban en largas columnas estas publicaciones. La caza a los disidentes estuvo de nuevo abierta y los que se habían atrevido a criticar la forma en que se había juzgado y condenado a Ochoa, se detiene y se encarcela. La mano de la represión fue total, mientras que en el Este las dictaduras comunistas se hundían: Polonia, Checoslovaquia, Alemania del Este, Rumania. El capitalismo por todas partes triunfaba, pero Fidel Castro de una vez por todas había decidido no ceder, convencido de que el bloque comunista iba a recobrarse, que la intención desastrosa de Gorbachov iba a hundirse. Por otra parte, había permanecido en contacto con el general comunista Nikolai Leonov, así como con el responsable del KGB Vladimir Pugo y su círculo de amigos, que querían un regreso a los dogmas de la Unión Soviética y odiaban a Gorbachov. Según información secreta obtenida por la CIA, la mayoría de los generales del Ejército Rojo que iban a fomentar un golpe en la URSS fueron varias veces a Cuba entre los meses de marzo y junio de 1989, antes del desencadenamiento de las hostilidades. Cuanto más la fecha del golpe de Estado militar se acercaba, más las visitas se multiplicaban. Algunas reuniones se desarrollaban en La Habana con el fin de escapar al control de la KGB. Aunque algunos de los altos mandos de los servicios secretos soviéticos formaban parte de la conspiración, todos no eran fiables y la información podía filtrarse. Fidel Castro se informó de la inminencia de las operaciones y los golpistas le pidieron hacer de Cuba una base de repliegue en caso de fracaso. El líder Máximo no tenía nada que perder. En esta época, la URSS había cortado los créditos y la ayuda masiva concedidos a La Habana. Si el golpe de Estado militar triunfaba en Moscú, los nuevos hombres fuertes de la URSS habrían tenido una deuda hacia Castro y la habrían pagado con una nueva aproximación con la isla del Caribe y con nuevas ayudas económicas. En caso de fracaso, Cuba se habría convertido en el último asilo, el encargado de la ortodoxia marxista, sueño que Fidel Castro no abandonó. “Castro y su entorno estaban informados perfectamente de la conspiración contra Gorbachov, confirma al periodista Álvaro Alba1 . Los principales golpistas estaban estrechamente vinculados a Castro desde la crisis de los misiles de octubre-noviembre de 1962. Algunos meses antes de la tentativa de golpe de Estado, el mariscal Dimitri T. Iazov recibió a una importante delegación militar cubana dirigida por el coronel Alfonso Borges. En mayo de 1990, Oleg D. Baklanov, uno de los responsables del Consejo de la Defensa nacional, responsable del suministro de armas en la mayoría de los países socialistas, fue recibido en La Habana por Fidel Castro en persona. Tras esta visita, hizo hincapié en la prensa soviética de la necesidad de garantizar la defensa de Cuba proporcionándole importantes medios militares. “En octubre de 1990, el general del ejército Mikhaïl Moiseev, jefe del Estado Mayor, viaja a La Habana para entrevistarse con el antiguo ministro de Defensa despedido por Gorbachov en 1987: el general Serguei L. Sokolov. Moiseev pasará a ser en agosto 1991 el ministro de la Defensa en la junta militar que no ocupará el poder más de veinticuatro horas. En noviembre del mismo año, Oleg S. Shenine, miembro de la oficina política del Partido Comunista de la Unión Soviética, también hizo el viaje a La Habana. Será detenido y encarcelado tras la tentativa de golpe”. Difícil de creer que todos estos viajes no eran más que desplazamiento de rutina, que estos dirigentes soviéticos sólo viajaban a Cuba para pasar algunos días de descanso en el trópico sobre todo en un momento en que las relaciones entre Mikhail Gorbachov y Fidel Castro no estaban precisamente en buena forma. Castro manifestaba abiertamente esta opinión en declaraciones a la agencia española EFE en 1990: “No creo que el proceso político iniciado por Gorbachov sea irreversible… Por el momento no se ha dicho la última palabra sobre lo que está pasando en la URSS”. El comandante en jefe no perdía toda esperanza de influenciar en un sentido más favorable con sus ideas la política “del gran hermano”. Los responsables cubanos también hacían el viaje a Moscú. El general Juan Escalona, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular y ex fiscal del “asunto Ochoa”, fue recibido por Anatoly I. Lukianov y pudo exponer su visión del socialismo en Cuba en el Pravda, que le consagró una página entera. Del mismo modo, el ideólogo del Partido Comunista, Carlos Aldana, despedido un año más tarde, tuvo derecho a una entrevista con Mikhail Gorbachov y también con el futuro jefe de la Junta, Guennadi I. Ianaev. Estas visitas mutuas se intensificaron durante la preparación del golpe. Uno de los conspiradores, el dirigente del KGB Vladimir A. Krioutchkov, se encontraba en La Habana entre el 27 de mayo y el 1 de junio de 1991, lo que es bastante inusual para el antiguo jefe de los servicios secretos soviéticos. Motivo oficial: la reconsideración de las relaciones económicas entre los dos países. Con él se encontraba un viejo amigo de los hermanos Castro, de Raúl especialmente: Nikolai Leonov, que había sido expulsado de México en 1956 debido a sus estrechas relaciones con los revolucionarios cubanos que preparaban un desembarco en la isla a bordo del yate Granma. Así pues, los generales y dirigentes opuestos a la perestroika pudieron contar con los recursos del Líder Máximo para la preparación del golpe de estado fallido, que paradójicamente, aceleró la descomposición de la Unión Soviética. En caso de éxito, Castro no habría vacilado en usar su influencia en los países del tercer mundo con el fin de obtener el reconocimiento diplomático de la junta militar por un gran número de naciones, contrariamente a los países occidentales que en su mayoría se negaron a dar su aval al nostálgico del stalinismo1 . Es pues interés y esperanza que este 19 de agosto de 1991, el comandante en jefe ve los tanques soviéticos del general Kourkov avanzar por las calles de Moscú en dirección a la Duma. Mientras Mikhaïl Gorbachov se mantiene secreto en su datcha de Foros mientras que se bombardea al Parlamento Ruso. Jefes de Estado responsables de gobiernos protestaron contra este abuso de fuerza llevado a cabo para tumbar al inventor de la perestroika. En Francia, en cambio, François Mitterrand se adaptó al acontecimiento. Dentro de las primeras horas el presidente francés llegará incluso hasta reconocer a los golpistas antes de revisar, in extremis, y el restablecimiento al poder de “su amigo” Gorbachov. Fidel Castro, no hace ninguna declaración. Espera saber de qué lado el viento va a soplar. Esta actitud no es distinta si recordamos a aquélla que había tenido en agosto de 1968, en el momento de la invasión soviética en Checoslovaquia, cuando, después de algunos días, apoyó la entrada de los tanques soviéticos en Praga. Mientras tanto, en un sobresalto de resistencia, Boris Yeltsin sube sobre un tanque y arenga a la muchedumbre con el fin de incitar a los rusos a la ayuda de la política de apertura, a los cambios futuros. El golpe hizo largo fuego, se juzga y pone rápidamente a los conspiradores detrás de los Colegios de Abogados. Fidel Castro furioso se abstiene de felicitar a Gorbachov después de su salida de tres días de cautiverio. “¡Sabíamos todos, afirma “Benigno”, que, en el lugar de los golpistas, ¡Fidel no habría dudado en dar la orden de disparar sobre la muchedumbre!” Tras el naufragio y la liberación, algunos meses más tarde, de los ocho principales responsables del golpe de Estado fallido, éstos viajaron a Cuba donde fueron recibidos como héroes y se hospedaron en las lujosas casas del protocolo. Algunos regresan aún en vacaciones. Fidel Castro los considera como los últimos combatientes del comunismo, que intentaron salvar la Unión Soviética antes de que el capitalismo destruya completamente el sistema. NOVENA PARTE EN LA BOCA DEL CAIMÁN Un pueblo que aguarda por ti Comprender los mecanismos del sistema castrista, es comprender la razón de su supervivencia a pesar del hundimiento del bloque soviético al cual estaba vinculado íntimamente. El régimen que se establece en Cuba el 1 de enero de 1959 sólo tiene un objetivo: conservar el poder que ha conquistado. Por la manera y los medios de llegar, los barbudos y su jefe en particular van a inspirarse en el universo militar, allí donde reina la disciplina y la dedicación. Allí donde no se discuten las órdenes. Más aún dónde el individuo se sacrifica en beneficio del grupo. El ejército es pues el ejemplo ideal: el Comandante en jefe puede decidir la vida o la muerte de cada uno o de todos sus soldados sin que nadie se atreva a contradecir. La revolución que venció con las armas en la mano, es una prueba incuestionable. Fidel Castro sobre el Pico Turquino, la más alta cumbre de la Sierra Maestra (y de Cuba), tuvo tiempo de rumiar su asunto, de convencerse de que para durar, es necesario ser indiscutible, innegable. Con una sed inextinguible de poder, Fidel Castro va pues a ingeniarse para hacer de cada cubano un soldado de la revolución. Y del pueblo de Cuba, una nación que aguarda por ti. Los que no querrán someterse deberán irse y serán cientos de millares que se exiliarán después de la victoria de los revolucionarios. En esta perspectiva de un pueblo en armas, las estructuras de una extensa malla de dimensión a la escala de toda una nación se establecen. Millones de cubanos, reservistas a pesar suyo, van en adelante a aprender a obedecer, responder a las solicitudes, a las exigencias, a las necesidades de un sistema que aplasta a los recalcitrantes: la militarización de la nación está en marcha y nadie podrá retirarse. ¡Todo contribuirá, la propaganda en la educación de los infantes y adolescentes hasta la lengua que corre que se enriquece de fórmulas como “el comandante en jefe, ordena!” o de palabras en consonancia militar del estilo “brigada” de trabajadores. “En los medios de comunicación, informa Ángel Tomas González, corresponsal del diario español EL Mundo, la cosecha de patatas se convierte en la “batalla por la patata” y el programa de erradicación de los mosquitos vectores del dengue tiene por nombre “campaña para liquidar al enemigo”” Algunos ejemplos elegidos entre ciento de otros. Este vicio de fraseología bélica tiene pues por objetivo mantener a los cubanos en un estado de vigilancia permanente ante el enemigo vecino. En Cuba la palabra “Paz” cayó en desuso. El estado de guerra permanente se mantiene, la psicosis regularmente reactivada. Se trata, como para un ejército en guerra, de seguir estando alerta, para no ser sorprendido por el enemigo que puede surgir en cualquier momento. Una versión moderna del Desierto de los Tártaros de Dino Buzzati. La nación cubana no podrá tener una cabeza que salga de la fila. Una disciplina de hierro resultante del ejemplo soviético. Ironía de la suerte, con el embargo económico de la isla, el desembarco desastroso de Bahía de Cochinos1 . Las distintas tentativas de asesinato del líder revolucionario o los sabotajes reales o imaginarios, los americanos van a ayudar sin proponérselo, a encontrar una determinada legitimidad al modelo castrista a los ojos de los cubanos, y también a los ojos de otros hombres a través del mundo que asimilan la política castrista como una resistencia heroica a la hegemonía americana. Fidel Castro se vanagloriaba, a principios de los años 80, de poder movilizar en veinticuatro horas medio millón de hombres listos para el combate. Cuando se lanza la llamada, en efecto, cada uno debe enrolarse, so pena de marginalizarse, de perder su empleo o sufrir vejaciones, humillaciones, privaciones hasta el mismo encarcelamiento. Desde la llegada del castrismo a la isla con forma de caimán, condena al pueblo a una marcha forzada. Con todo, contrariamente a lo que insinúa la historia oficial, las tropas castristas, según los cálculos de Juan Vives, guerrillero de la primera hora, no contaban con más de unos ochocientos hombres cuando su entrada triunfal a La Habana, donde menos de la mitad habían combatido realmente. Fidel Castro ya no quería un ejército rebelde compuesto de campesinos analfabetos, incapaz de convertirse en un ejército moderno. En 1960, despide y devuelve a la mayoría de sus miembros en plena Sierra Maestra, al Caney de las Mercedes, para construir un centro escolar, el centro Camilo Cienfuegos, hay un aprendizaje en regla. Estos hombres quienes consideraban como una humillación se negaron y las deserciones fueron masivas. El nuevo régimen sólo conservó a los más aptos para las nuevas técnicas militares y a los hombres juzgados de suficiente valor. “A nuestra entrada a La Habana, dice Juan Vives, la situación era un tanto confusa que fue necesario guardar, durante un año y medio, a los funcionarios de intendencia del ejército de Batista, así como a todos los técnicos de comunicación, en particular los telegrafistas militares. Sin eso no habría habido comunicación entre las distintas regiones de la isla”. Muy rápidamente, los soviéticos tomaron las cosas en la mano. Aconsejaron a los nuevos dirigentes cubanos crear un ejército popular copiado sobre las estructuras del Ejército Rojo. Los primeros hombres fuertes que formaron el embrión de este nuevo ejército salieron de las filas de los militantes comunistas del Partido Socialista Popular. Algunos meses más tarde, los servicios de Seguridad del Estado, el temible G2, fue establecido bajo la tutela del Ministerio de Interior, y contó hasta con doscientos mil miembros. Al mismo tiempo, los contras revolucionarios se reunían en masa sobre los contrafuertes del Escambray, una cadena de montañas situada en el centro del país. A partir del mes de mayo de 1960, serán más de dos mil quinientos hombres que conformaban una guerrilla de acoso que tomó por momentos los pasos de guerra abierta contra el régimen castrista. Para erradicarlos, el nuevo poder envió a las milicias campesinas, a las milicias de trabajadores e incluso a los grupos de estudiantes hacia el Escambray, más de doscientos cincuenta mil individuos fueron de casería de los anticastristas. Eso forjó el esqueleto del nuevo ejército regular cubano, a partir de una selección natural nacida de confrontaciones sangrientas, una especie de prueba de fuego. La mayoría de los hombres que participaron en estas campañas de limpia (“limpieza”) del Escambray durante los años 1960 a 1963 entraron en el ejército regular. Otros formaron las unidades especiales del Ministerio de Interior. Las unidades de LCB, “Lucha Contra Bandidos” patrullaban en las zonas montañosas, mientras que las de LCP, “Lucha Contra Piratas”, servían de guardia-frontera. En la escuela de funcionarios de Matanzas, se formaba a cientos de jefes de milicias cada año. En paralelo, la asociación de los jóvenes rebeldes tenía por objetivo enlistar militarmente a los más jóvenes e identificar a los más audaces. Los que llegaban a subir cinco veces el Pico Turquino se incorporaban directamente en el Ministerio de Interior o Fuerzas Armadas. Esta prueba iniciática se llamaba Los cinco Picos. El Gobierno hizo venir a millares de jóvenes campesinos a La Habana concediéndoles becas con la condición que acepten una estricta disciplina militar. En cuanto a los niños, se agruparon en clases de “pioneros” reguladas como batallones del ejército. Para perfeccionar el dispositivo de militarización de la sociedad, el régimen castrista instauró en 1964 un servicio militar obligatorio de tres años para todos los hombres, sin excepción, desde 16 a 43 años. Los que se reclutaban para la cosecha de caña de azúcar, “Zafra”, debían ir a cortar caña durante seis o siete meses del año, el resto del tiempo se consagró a los entrenamientos militares. Se consideró a los milicianos que voluntariamente se juntaron a las filas de los rebeldes, al principio de la revolución, como reservistas, por otra parte, todos los cubanos con o sin su consentimiento, podían ser llamados todos los fines de semana, treinta días al año, para entrenamiento. Los reclutas pasaban realmente cuatro años bajo la bandera, excepto raras excepciones como los técnicos que se tenían a la disposición del MINFAR, el Ministerio de las Fuerzas Armadas, durante un tiempo indefinido, trabajando a menudo sin contar las horas, para ganar una remuneración solamente de siete pesos al mes. Mientras que Raúl Castro creaba un organismo paramilitar llamado Defensa Civil en todos los ministerios y organismos del Estado, su hermano Fidel imponía grados de confianza. Muchos no habían pasado las competencias requeridas para dirigir, pero el comandante en jefe explicaba que prefería en los puestos de dirección a un revolucionario incluso si era ineficaz, que un no revolucionario calificado. Será necesario esperar octubre-noviembre de 1962 para que el bloqueo de la nación cubana esté perfilado. Es en dicha fecha que Nikita Khrouchtchev se propone con Kennedy poner término a la crisis de los misiles. El número uno soviético sabe que debe encontrar un medio para calmar a Fidel Castro, su aliado cubano, quien tiene la desagradable impresión de que el acuerdo se hizo a sus espaldas. El arrendatario del Kremlin propone entonces al joven revolucionario mantener sobre la isla un personal importante de militares soviéticos, dispositivo reducido después de la crisis. Esto con el fin de hacer frente a la posibilidad de una hipotética invasión americana, pero sobre todo con vistas a contradecir un posible levantamiento popular destinado a invertir una revolución aún frágil. Moscú se imaginaba a Fidel Castro y su régimen como su Caballo de Troya dentro de la zona de influencia americana y había decidido mantenerlo en el poder, por la fuerza si fuera necesario, Fidel Castro consideraba a estas tropas soviéticas como un freno de seguridad, útiles inicialmente, pero con la intención que tenía de quitarse de encima cuanto antes. Una división de diez mil de soldados soviéticos estacionados en Torrens, cerca de La Habana, reforzando así la idea de que la isla podía ser invadida en cualquier momento. Fidel Castro tubo finalmente un triple interés: eso significaba un mea culpa de Moscú después de la tensión causada por la crisis de los misiles. Se reafirmaban oficialmente los vínculos con la URSS, en un momento venido a mal. Por fin los Estados Unidos y el embargo impuesto a Cuba desde 1960 se esgrimía como algo espantoso, el chivo expiatorio ideal para movilizar al pueblo, con el fin de devolverles a los americanos responsables de todos los fracasos, de todos los males, de todas las miserias presentes y por venirle. El Líder Máximo gracias al embargo tiene su coartada, su pararrayos, su ulcera, va utilizar y a abusar durante décadas en todos los foros, sobre todas las tribunas, ante muchedumbres al principio crédulas y convencidas, y hoy cansadas y dormidas. El sistema sin embargo funcionó con eficacia gracias a servicios secretos de espionaje y contraespionaje ultra potentes, direcciones de información disponiendo de agentes afanosos, dedicados en cuerpo y alma a la revolución y a sus jefes. El G2 y la DGI constituyen siempre para el régimen castrista armas de una impresionante eficacia que explican por una gran parte su excepcional longevidad. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) Desde su creación en 1959, las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), el ejército de Fidel Castro, constituyeron la garantía indispensable para la permanencia de su régimen y la institución más potente, la más influyente y la más competente de Cuba. Los principales generales de las FAR, a las órdenes de Raúl Castro (que ocupó durante muchos años el puesto de ministro de Defensa), desempeñarán un papel crucial en todas las situaciones posibles de sucesión. Cuando Fidel Castro se muera o que no sea capaz de ejercer el poder, los generales deberían tomar el control de un régimen pretoriano de sucesión. Durante estos últimos años, bajo el impulso de Fidel Castro, los oficiales superiores se prepararon abiertamente con el fin de asumir el control de la transición después de su muerte. Al principio al menos contarán probablemente con el apoyo de una mayoría en la dirección oficial del país. Podría confiar el nuevo régimen en una serie de civiles que ocupan actualmente altas funciones en el gobierno y en el Partido Comunista. Éstos deberían así contribuir a reforzar la legitimidad de un gobierno pretoriano tanto a nivel nacional como internacional, mientras que algunos entre los civiles ejercerían una influencia considerable, sobre todo en lo que se refiere a las cuestiones económicas y financieras. Ningún dirigente de cualquier institución, incluso del Partido, el Estado, el Gobierno o las organizaciones de masas, podrá pretender competir con los jefes militares ni intentar imponer una política opuesta a la de una dirección unida y en uniforme. Los factores que explican esta supremacía del ejército son los siguientes1 : El Ministerio de Fuerzas Armadas (MINFAR) comenzó a funcionar, al menos cinco años antes de la creación del Partido Comunista en 1965, como organismo “precursor”, completamente fiable para el régimen. Los dos tercios de los miembros del Comité Central eran de origen funcionarios del ejército o veteranos de la guerrilla. En la actualidad, Raúl Castro y cinco generales son miembros de la oficina política, que comprende a veintitrés miembros. Contrariamente a lo que pasó en la mayoría de los otros países comunistas, las fuerzas armadas cubanas fueron el elemento fundador del Partido, cuya influencia no compite con la del ejército. Desde 1989, año en que los servicios de policía, seguridad e información del Ministerio de Interior (MININT) se pusieron bajo el control de las FAR, éstas ejercieron el monopolio absoluto de fuerzas de represión en la isla. Las tres grandes armadas del país están en las manos de los veteranos de las guerras africanas: el general Ramón Espinoza dirige al ejército oriental, el general Joaquín Quintas Sola el ejército central, en cuanto al ejército occidental lo dirige el general Leopoldo Cintra Frías. En La Habana, hay una guarnición incluyendo a tres divisiones y una brigada de blindados y responde a los órdenes del general César Lara Roselló, él mismo bajo la autoridad directa de Fidel Castro que dispone de una guardia personal de cerca de dos mil hombres. El personal militar del ejército regular comprende entre cincuenta y sesenta mil personas. El MININT, por su parte cuenta también varios millares. Añadiendo las fuerzas auxiliares, los reservistas y los milicianos, el número de cubanos susceptibles de llevar el uniforme supera los dos millones. “La organización y la estructura militar descentralizada en tres ejércitos independientes con una doble orden, la del Ministerio de Fuerzas Armadas y la del comandante en jefe permiten a Fidel Castro controlar toda tentativa de levantamiento militar jugando al contrapeso de una fuerza con relación a la otra”, explica Juan F. Benemelis1 . Históricamente un porcentaje considerable de la población participó en tareas de carácter militar. Contrariamente a otras instituciones en la isla, las Fuerzas Armadas Revolucionarias funcionaron durante más de cuatro décadas de manera continua. Conocieron pocas purgas, pocas deserciones y rebeliones internas, hasta el asunto del general Ochoa. La estrategia militar, no obstante, se modificó cuando Andropov el secretario del Partido Comunista Soviético, informó a Raúl Castro que la URSS no podría proteger Cuba en caso de hostilidades abiertas con los Estados Unidos. Cuba creó entonces una importante fuerza defensiva, las Milicias de tropas territoriales, agrupadas bajo la doctrina “la guerra de todo el pueblo”1 . En 1993, las Milicias se habían convertido en una fuerza irregular. Su misión no cambió después: Se trata de proporcionar a las unidades regulares y a la reserva de las FAR una enorme capacidad con el fin de practicar la guerra de guerrilla en el caso de un ataque militar importante. Su función es dar un apoyo táctico y logístico a las fuerzas armadas regulares y actuar como un escudo ante toda posible agresión. El elemento clave fue la construcción de grandes complejos subterráneos extremadamente costosos consolidados por búnkeres y conectados por túneles. Un general americano retirado pudo visitar Cuba en 1995. Dijo que “un cuarto de la producción de cemento en Cuba y veinte mil hombres fueron destinados a cavar túneles en la tierra”. La prioridad otorgada a la autosuficiencia militar, al sacrificio individual y a la movilización de las masas es todavía la base de la doctrina de defensa del país, sobre todo después de la desaparición de la Unión Soviética. Desde la mitad de los años 90, Fidel Castro, así como su hermano Raúl se encargaron de las FAR, de administrar sectores claves de la economía. Así su influencia en las altas esferas políticas aumentó considerablemente. Una fuente bien informada (un ex funcionario de información y relaciones exteriores de Cuba) hizo hincapié en el hecho de que las FAR ejercen “una centralización absoluta en todos los sectores relacionados con la definición de las políticas económicas”. Al mismo tiempo, un ex funcionario soviético, que conoce bien el medio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, observó que, a pesar de la desaparición del bloque comunista, las FAR siguieron gozando de una “situación especial en Cuba”. Hoy las FAR siguen siendo el organismo mejor controlado en la isla. Para muchos cubanos (los intelectuales, la comunidad de los disidentes, de otros elementos no conformistas y los jóvenes apolíticos), las fuerzas armadas dan miedo. Un miedo basado en el hecho conocido por todos, que Fidel Castro considera al ejército como su mejor defensa ante toda clase de oposición o enemigo, incluida la población civil cubana. “El ejército cubano es un caso sui generis entre los distintos procesos de los Estados comunistas, indica Juan F Benemelis. El acceso al poder del caudillo fundador del estado totalitario cubano se produjo por la fuerza, la guerrilla y un pacto con el ejército de la República. En Cuba el ejército no se enfeudó nunca al Partido Comunista, él mismo que gobernaba bajo la protección de blindados soviéticos1 ”. Si durante los treinta años en los cuales las FAR recibió un apoyo material masivo de la Unión Soviética, sus jefes pudieron gozar de autonomía operativa interna, es porque Cuba nunca ha formado parte del Pacto de Varsovia ni se supeditó a los altos mandos de las Fuerzas Armadas Soviéticas, aunque siguieron un esquema trazado por Moscú, pero siempre supervisado por los hermanos Castro que guardaron en la mano todo sobre sus estrategias y sus tácticas militares. La cohesión de la élite militar cubana está vinculada a la personalidad y a la autoridad de Fidel Castro. Así la legitimidad del poder no reside en el partido, la ideología marxista se concentra en las instituciones del Estado, el verdadero poder se concentra en el ejército, sus cuerpos de represión y sus representaciones en cada una de las provincias de la isla. Los individuos y quienes son dignos de confianza, agrupados en torno al Líder Máximo son los verdaderos tenedores de este poder. Los guerrilleros a pedido de mecanismos de funcionamiento militarizaron la sociedad y acapararon los puestos en la cumbre del Estado. El Partido Comunista, las empresas, los organismos de Estado, los sindicatos, la tecnocracia fueron instrumentos puestos en las manos de una casta militar intocable. La única organización que pudo institucionalizarse fue el ejército, a través de su élite militar. Recibió todo el poder y selló su suerte a la del caudillo. Por eso la soberanía de Fidel Castro no sufrió ningún daño después de la caída del muro de Berlín. La superioridad de las FAR después de la muerte de Fidel Castro dependerá, sin embargo, de la capacidad de sus jefes para mantener la unidad y la disciplina en una situación inestable que evolucionará rápidamente. Por consiguiente, el principal factor de la transición, independientemente de las circunstancias concretas en las cuales se producirá la desaparición de Fidel Castro, será la cohesión y la confianza depositada en el alto mando y su capacidad de control de las fuerzas militares. La integridad institucional por su parte, vendrá determinada por el grado de profesionalismo, por el apoyo popular, por la disciplina, la moral y la convergencia de visión en el seno del personal uniformado, así como por la capacidad de liderazgo y la capacidad política de sus funcionarios. Si éstos llegan a conservar el sentido de identidad de la sociedad y si la estructura jerárquica no resulta seriamente afectada, las fuerzas militares seguirán siendo la institución dominante en Cuba después de la desaparición del Líder Máximo. Existen sin embargo numerosas razones para pensar que la cohesión militar se deterioró considerablemente durante estos últimos años. La institución militar se ha puesto a pruebas difíciles anteriormente por dos veces. En estas dos ocasiones, los hermanos Castro consiguieron conservar el orden y el control, así como imponer su autoridad. Durante el pleito celebrado a finales del año 1959 contra el comandante revolucionario Huber Matos, quien gozaba de un gran renombre y treinta años más tarde, cuando el general varias veces condecorado Arnaldo Ochoa lo juzgaron con otros militares, los hermanos Castro luego fueron capaces de actuar rápidamente para liquidar los retos políticos que podían afectar el poder. En los dos casos, consiguieron conservar su capacidad de orden, aunque eso causó una determinada animosidad entre los funcionarios de las fuerzas armadas y en otras esferas de la élite gubernamental. La moral y el profesionalismo de las FAR sufren probablemente aún de las tensiones causadas por el “asunto Ochoa” que dejó la amarga impresión que el verdadero crimen de este asunto residía en el deseo de algunos militares de reformar el sistema y tener una alternativa a la omnipotencia de los hermanos Castro. Un tenaz rencor en el cuerpo de las tropas. Durante la última década, otros graves errores minaron la integridad de la institución. “En la posibilidad de un desencadenamiento de violencia popular que amenaza al régimen, numerosos observadores de las FAR piensan que muchos oficiales se negarán a abrir fuego para restaurar el orden, insiste Brian Latell, por lo tanto, los altos mandos recalcitrantes se convertirán en cómplices voluntarios de la puesta en escena de la muerte de la revolución castrista”. Las empresas pretorianas de las FAR Raúl Castro siempre ha querido hacer asumir a las FAR un papel eminente en la economía, permitiendo al mismo tiempo que su personal pueda convertirse en auto suficiente y traer divisas fuertes para el régimen pues tenía desesperadamente necesidad. Al principio del proceso, los más dogmáticos en la jerarquía adoptaron la línea dura y Fidel Castro los apoyó o siguió siendo neutro en el debate que tenía en curso. Pero a medida que los discursos se enconaron, se produjo tensiones agudas y choques serios entre los mismos hermanos Castro.1 Por último, después de los motines del 5 de agosto de 1994 en La Habana, que constituyeron el principio de la “crisis de los balseros”, con la fuga de decenas de millares de cubanos hacia la Florida, Fidel Castro confió a su hermano y a las FAR una autoridad considerable para comenzar a extender más allá de las empresas estrictamente militares, las experiencias practicadas en el Sistema de Perfeccionamiento de las Empresas (SPE), que crea a mediados de los años 80 para pasar el sistema de planificación heredado de los soviéticos. El SPE obedecía a tres objetivos esenciales: - Crear una mayor autosuficiencia en las FAR y reducir su dependencia frente a la URSS; - Aumentar la eficacia y la productividad en fábricas militares, agrupadas en la Unión de las Empresas Militares, la UEM, que producían uniformes, armas de pequeño calibre y bienes de consumo; - Crear un modelo susceptible de ser aplicado en otros sectores de la economía. El proyecto piloto del SPE era crear un gran sector militar. Fueron funcionarios de alto rango próximos a Raúl Castro quienes se encargaron de llevar a cabo este nuevo esfuerzo. A más de eso se incorporó a doscientas treinta empresas al sistema. Numerosos oficiales recibieron una formación especial en el extranjero, mientras que numerosas empresas adoptaban nuevos métodos contables. Se estimuló la descentralización, así como una mayor competitividad. Algunas empresas redujeron su personal. Los responsables justificaron estas medidas explicando que no se trataba de un primer paso hacia una economía capitalista pero que solamente se trataba de un “método de dirección” que consistía en volver más eficaces y más productivas las empresas del Estado. Con la toma a cargo de la dirección de distintas actividades económicas, pues surgió un nuevo tipo de funcionario: el “soldado empresario”. Estos soldados se consagran a actividades con ánimo de lucro que tienen por objeto obtener divisas para el régimen. Trabajan en empresas que son propiedad del Estado, pero administradas por personas privadas, en empresas mixtas, así como en nuevos proyectos, con el objetivo reconocido de realizar asuntos con inversores extranjeros y de tratar con el mundo capitalista. Según un estudio universitario basado en información proporcionada por disidentes cubanos, estas empresas producen “un 89% de las exportaciones, un 59% de las rentas debidas al turismo, un 24% de las rentas por servicios, un 60% de las transacciones para las ventas al por mayor de divisas, un 66% de las transacciones por las ventas al por menor de divisas, y emplean un 20% de los trabajadores del Estado”. Estas cifras se someten a distintas interrogaciones, pero queda claro en adelante que las FAR generan una parte considerable y al parecer en aumento, de la producción económica nacional. No era la primera vez que el régimen castrista asignaba a los militares un papel central y ejemplar en la producción económica. Durante la campaña para producir diez millones de toneladas de azúcar en 1970, el personal de la FAR se había desplegado a gran escala para participar en los trabajos agrícolas. Los soldados tuvieron un papel de vanguardia, siguiendo a eso el espíritu manifiesto de los “soldados ciudadanos”, tanto a nivel civil como militar. Las FAR abandonaron más tarde esta clase de misiones. Con el SPE, la dinámica asignada a los militares se volvió cada vez más complicada. El antiguo “soldado ciudadano” tenía en adelante un nuevo camarada: el “soldado tecnócrata”. La creación del SPE así como la creación de milicias de tropas territoriales contribuyeron a amortiguar el choque producido por el hundimiento del bloque soviético. El presupuesto de las FAR se redujo entonces a la mitad. Administrar sobre el modelo occidental y abrirse al mercado libre era el concepto básico del SPE. A principios de los años 90, Raúl Castro se inclinaba hacia el modelo chino, en particular para las empresas con fines de lucro directamente administradas por el ejército, que obtenían grandes éxitos económicos, y que pensaba que funcionarían perfectamente en Cuba. A pesar de numerosas reticencias Fidel Castro aceptó sus postulados, siguió siendo al mismo tiempo obstinadamente opuesto al modelo económico chino. A pesar de los riesgos que estas nuevas responsabilidades suponían para la unidad y el profesionalismo de las fuerzas armadas. Castro permitió a las FAR asumirlos. Intuyó que al permitir a los funcionarios tener mejores rentas y acceder a un nivel de vida más importante, se atraía por su parte una mayor honradez, comprometiéndolos al mismo tiempo en el futuro régimen que dirigiría su hermano. Con la proclamación del “período especial en tiempos de paz” en 1991, el presupuesto en equipamiento y en personal militares fue considerablemente reducido. En 1996, se había reducido el personal de las FAR en cien mil personas. La capacidad militar de la isla, sobre todo aérea y naval, disminuyó considerablemente. Las empresas pretorianas funcionan como monopolios protegidos, concedidos a los preferidos del régimen con fines políticos y económicos. Sólo los ráulistas que gozan de la confianza de sus jefes pueden tener acceso a actividades económicas que dependen de los capitales extranjeros. El régimen acepta que la mayoría de estos funcionarios estén implicados en algunas malversaciones poco importantes con el fin de mejorar su tren de vida. Existe un acuerdo tácito para que puedan constituir algunas economías en previsión de lo que ocurrirá en el después de Fidel Castro. No es pues asombroso que empresas pretorianas sean nidos de corrupción, el régimen ha decidido cerrar los ojos sobre algunos casos conocidos de corrupción y no lanzar campaña contra esta plaga en las fuerzas armadas. Sería entonces difícil determinar hasta qué grado la corrupción es aceptable. Existe en todo caso, rencores, desconfianza y grandes celos entre los dirigentes de las empresas pretorianas y los comandantes in situ, entre ellos, los comandantes de las tres regiones militares que comprenden Cuba (oriental, central y occidental) que deben su posición a Fidel Castro más que a su hermano Raúl. Esos militares no estudiaron los sistemas de administración de empresas en el extranjero. No participan en el SPE y no se les conocen cuentas en dólares en el extranjero. Así como sus oficiales del Estado Mayor, tienen una visión más tradicional del papel de las FAR y desconfían de los tecnócratas “dolarizados”. Los comandantes “históricos” por su parte se alejaron progresivamente de los funcionarios ráulistas como especuladores y aprovechadores sin escrúpulos. Contrariamente a los funcionarios civiles, los funcionarios permanecen obligados a los rigores de la disciplina militar. Se sienten en el deber de responder al alto mando y demostraron su honradez a través de sus estados de servicio y a menudo, a través de las privaciones a las cuales se les obligaron. Es posible ofrecer un paquete bien remunerado a los oficiales para su retiro o sobre el punto de su alistamiento, con tal que declaren su honradez hacia el régimen. Al mismo tiempo, el coste de las pensiones gubernamentales se encuentra reducido. Castro temía que si eran administradas por el personal civil, las reformas descentralizadoras, incluso limitadas puedan escaparse a su control y causar “expectativas” populares para mayores cambios. Es pues reservado el hecho de que funcionarios civiles estén a la cabeza de las tentativas de una reforma económica ya que podrían convertirse en los catalizadores de una oposición popular organizada contra el régimen y, mástarde, los rivales potenciales para su hermano en el proceso de sucesión. Fidel Castro pensó que era necesario establecer confianza en los funcionarios ráulistas para que éstos no sucumban a los valores y a las tentaciones capitalistas en cuanto se establecerían los mecanismos consustanciales al mercado en la administración de la economía. Se les predispondría menos, pensaba, a sucumbir en la corrupción o en la tentación “de desertar”. Durante el quinto congreso del Partido Comunista, celebrado en octubre de 1997, las fuerzas armadas aceptaron la adopción del Sistema de Perfeccionamiento de las Empresas sobre el conjunto de la economía. Tener en dos años cerca de novecientas empresas (alrededor del 30% de la totalidad) había llevado a la práctica los programas del SPE. Oficiales de confianza de las FAR administran ahora la casi totalidad de la economía. Entre el grupo de ráulistas están incluso Julio Casas, Abelardo Colomé Ibarra, José Machado Ventura, Apoyados por la oficina política del Partido Comunista, se auto creó un comité ejecutivo y se prepara para recuperar el poder después de la muerte de Fidel Castro. Las tropas especiales Fundadas en 1962 bajo el nombre de “Ejército de la solidaridad”, las tropas especiales dependen a nivel administrativo del Ministerio de Interior, pero no responden aún, a las órdenes de Fidel y Raúl Castro. Sus efectivos no sobrepasan los cinco mil hombres que se vuelcan sobre todos los frentes de las campañas “internacionalistas”. Actualmente, cuatro mil quinientos de ellos sirven de fuerza de apoyo a Hugo Chávez en Venezuela. Actúan como instructores y forman parte también de su guardia pretoriana. Un simple soldado de las tropas especiales gana un salario cómodo. El Estado le proporciona su alojamiento en cuanto se incorpore al cuerpo élite. Tiene derecho a excedentes en la ración alimentaria de su familia como los altos dirigentes del régimen, pero muy por encima a pesar de todo del simple ciudadano cubano. El entrenamiento es intensivo. Las artes marciales ocupan un lugar predominante, ahora bien, el sambo, una técnica puesta a punto por la ex KGB, con el kárate o el Kitsul, una especialidad coreana. La recompensa más deseada por los miembros de las tropas especiales es que los envíen en servicios de seguridad de las embajadas en el extranjero. Todas las representaciones diplomáticas cubanas albergan detrás de sus paredes un verdadero arsenal en las manos del personal de las tropas especiales que garantizan su seguridad. Su campo de entrenamiento en Cuba se encuentra, en una región llamada EL Cacho, en Los Palacios muy cerca del Chalet de Pinar Del Río. En un gran valle compuesto de extensas amplitudes y lagos artificiales, los hombres de las tropas especiales frecuentan la escuela Baraguá fundada por los hermanos La Guardia. Estas tropas especiales están bajo la orden del ex ministro de Transporte, el general de división Antonio Enrique Lusson, en línea directa con Raúl Castro. Mucho tiempo fue dirigida por el general José Luis Mesa, un anglófono, veterano de Vietnam y las guerras en África, que conocía perfectamente las prácticas militares americanas. Su segundo era el coronel Ramírez, él también un antiguo de las guerras de África y Vietnam, un hombre que asistió a las tropas norvietnamitas. En la actualidad, ellas se encuentran bajo la orden de ministro del interior, Abelardo Colomé Ibarra. Estos miembros de las tropas especiales han sido formados para la guerra cibernética y saben perfectamente utilizar armas muy sofisticadas en todas las condiciones y bajo todos los climas posibles. DÉCIMA PARTE RADIOGRAFIA DE LAS UNIDADES SECRETAS Una casta sacrificada al régimen En Cuba el big brother (gran hermano) está por todas partes. Su impresión señala la vida diaria como en ninguna otra parte fuera de Corea del Norte. Los agentes de los servicios secretos están vinculados íntimamente a los cuerpos militares de los cuales son generalmente resultantes. Por lo tanto, forman una pirámide sobre la cual en la cumbre está el trono y de manera indefectible el Líder Máximo apoyado por su hermano Raúl. Copiados sobre el modelo estalinista, la KGB, los servicios secretos cubanos plagiaron las maneras de actuar. Juan Vives, quien en realidad fue parte durante más de veinte años como teniente coronel enumera con precisión los distintos órganos que lo componen, dice los servicios secretos terríficos. “La revolución comunista debía avanzar a paso de gigantes con el fin de no dejar tiempo a los Estados Unidos de reaccionar y el pueblo cubano de comprender la vuelta que pedían prestado los nuevos dirigentes. Los dos ejes de este cambio radical casi forzado fueron la propaganda intensiva y la represión brutal de los servicios secretos atormentados por el período estalinista en la URSS. Stalin decía: “La seguridad total, es la desconfianza total”, y este pensamiento se arraigó en Cuba a fondo con el triunfo de la Revolución”. Con una rapidez increíble, los cubanos han creado una red de espionaje de una extraordinaria eficacia. Una red conocida bajo el nombre de DGI (Dirección General de inteligencia), que se ha convertido en el tercero del planeta después de la KGB y la CIA. Los servicios secretos cubanos llegaron con éxito a dominar y multiplicar las operaciones secretas y también a volverse maestros en la falsificación de documentos, el entrenamiento de agentes y la recopilación de información. Demostraron también una extraordinaria aptitud en la infiltración de gobiernos, cuerpos de ejércitos o instituciones civiles. Prosiguiendo la lógica de contradecir la política de las naciones vinculadas a los Estados Unidos, el régimen cubano mejoró la organización de ataques terroristas fulminantes, guerrillas, golpes de estado, ejecuciones, campañas de desinformación, redes para el tráfico de drogas, la transferencia de tecnología, el blanqueo de dinero, el comercio ilegal y también el desmantelamiento de su propia oposición política. Fidel Castro ha reconocido la multiplicación de las operaciones subversivas llevadas desde más de cuatro décadas por la DGI en un seminario económico en La Habana en 1998: “El único lugar he dicho, dónde no hemos intentado promover la revolución fue en México. De hecho, en todos los países de la América Latina, sin excepción lo intentamos hacer.1 ” Sus servicios, con la flexibilidad de un felino penetraron los objetivos estratégicos del mundo árabe y asiático, de Marruecos, hasta el Vanuatu2 , pasando por Nueva Caledonia, Guyana y las Antillas Francesas, que estuvieron por un momento en la óptica revolucionaria cubana3 . La preocupación esencial de los asesores soviéticos fue inicialmente, crear un cuerpo de contra espionaje y de represión capaz de encauzar toda veleidad o aspiración de libertad del pueblo cubano. Millares de militantes comunistas contribuyeron a crear lo que se llamará los servicios secretos del G2, que tendrán como objetivo determinar el grado de peligrosidad de los que comenzaban a criticar abiertamente el sistema. Un ejército de informadores, una máquina que debe denunciar a su vecino, a su prójimo, a su hermano. El G2 El G2 sigue siendo el verdadero pilar sobre el cual se apoya el régimen comunista en Cuba. Está a cargo de la seguridad interior y la represión. Ni un solo sector se escapa de su vigilancia. Es omnipresente. “Cuenta aún, precisa Juan Vives, con más de cincuenta mil agentes distribuidos en distintos departamentos que tienen cada uno una misión específica”. Un departamento especial se encarga de los contactos con los CDR, (los Comités de Defensa de la Revolución), que supervisan cada manzana de casas y que Fidel Castro designó como la contribución de los cubanos al socialismo. Los habitantes se adhieren en masa a esta organización “popular” para no ser marcados, pero realmente se trata solamente de salvar las apariencias. Cada semana, el miembro designado de la vigilancia en el comité debe entregar un informe completo sobre todos los habitantes de su sector. Si considera que un hecho anormal tuvo lugar, puede llamar en cualquier momento a un funcionario del G2. Destina a millares de agentes del G2 a estas tareas, cada uno de ellos ocupándose de varios comités. En caso de alerta o tensión interna los informes van dirigidos a la dirección del G2, que hace una lista de las personas que deben encarcelarse en caso de ser necesario. Esta lista se archiva sistemáticamente en la Mesa política del partido con el fin de supervisar posibles futuros “instigadores de los disturbios”. Cuando se encierra inmediatamente a un individuo por un presunto delito contra la seguridad del Estado, en un centro de detención, cae en las manos del G2, donde se desarrollan los interrogatorios y de dónde casi nadie sale sin una condena En cada una de las capitales de provincia existe un centro de detención del G2 cuya única existencia aterroriza a la población. El de Villa Marista en La Habana es por demás conocido. Millares de cubanos han sufrido torturas físicas y morales. Se ha obligado a algunas personas encarceladas durante años en estos centros a acusar, bajo presión, a otras personas. Poco importa que sean inocentes o no. Cuando son llevados ante un tribunal, son disque juzgados, pero si condenados. “El que entra a Villa Marista pierde toda esperanza”. Cientos de agentes se forman para infiltrarse en toda organización supuesta a constituir una oposición al régimen. Ellos permanecen en la sombra durante años. Durante la “primavera-negra” 2003, las únicas pruebas presentadas contra los setenta y cinco disidentes detenidos fueron los testimonios de agentes infiltrados que habían abusado de la confianza de los acusados y que denunciaron ante el tribunal delitos imaginarios. “Mercenarios al servicio del Gobierno de los Estados Unidos, cuyo objetivo es minar la independencia y la soberanía de Cuba”. “Agentes de la subversión” y “traidores a la patria”: aquí algunos de los calificativos que esmaltaron las acusaciones de los fiscales en los pleitos sumarios el 3, 4, y 5 de abril de 2003. Los mismos términos exactamente se habían empleado en 1961, en el pleito contra los miembros de la Brigada 2506 que habían participado en los combates de Bahía de Cochinos. El G2 controla también, por medio de una oficina especial, el conjunto del tejido industrial del país. Todas las grandes o pequeñas fábricas, todos los centros de trabajo tienen en su seno un corresponsal del G2, que se entrevista con su oficial a intervalos regulares. En general, es un miembro del partido designado para informar a la seguridad del Estado de todo lo que pasa. Los directores de personal de una empresa no pueden nunca conceder una promoción a alguien o cambiar a alguien de puesto sin el aval del G2. La misma cosa en el sector de la educación, el comportamiento del alumno, desde la escuela primaria hasta la universidad, se encuentra sujeto a la vigilancia de la seguridad del Estado, que transmite su información, si fuere necesario a la Mesa política. Es una gigantesca tela de araña, en la cual cada uno de los hilos conduce a la araña fijada en su centro, nada se le escapa. El G2 cubre también el departamento de la “Mundana” (frivolidad) que en Cuba, contrariamente a la mayoría de los países, es controlado por los servicios secretos. La vigilancia del sector de la prostitución debió reestructurarse al mismo tiempo que el Ministerio de Interior en 1965, a partir de la llegada de consejeros del KGB que modificaron la metodología y los protocolos de funcionamiento del MININT. Al principio, el viejo guardia de los servicios secretos consideraba con menosprecio este nuevo departamento: ¿cómo agentes que habían luchado contra los enemigos de la revolución iban a ocuparse de “putas” y de “pédés”? Pero rápidamente todos concluyeron que se trataba de algo serio. Tres organismos de trabajo fueron creados: el de las “putas diplomáticas”, que operaba en el sector de representaciones extranjeras y que tenía por objeto comprometer a los diplomáticos en puestos en La Habana por medio de los más distintos chantajes; el de las “putas marinas”, que ejercían sus funciones particulares con los marineros extranjeros que hacían escala en los puertos de la isla, y por fin el de las “putas técnicas” que se ocupaba de los técnicos extranjeros que trabajaban en Cuba. El G2 constituyó una reserva de prostitutas de alto vuelo que en su gran mayoría, son las queridas de importantes funcionarios de la Seguridad del Estado, y que sólo se emplean en asuntos de la mayor importancia. Desde la explosión del turismo sexual y el recrudecimiento de la pedofilia, se vuelve difícil explotar de manera exclusiva la prostitución en favor del Estado. El chantaje sexual contra los extranjeros, ejercida a menudo con la ayuda de prostitutas. Algunas de ellas se ven obligadas a colaborar con las autoridades. En caso de rebelión, tienen prohibido la salida del territorio. En el extranjero deben respetar al pie de la letra las consignas del G2, so pena de no volverles a expedir la autorización de visita a su familia que permanece en Cuba. Para realizar sus misiones, el G2 dispone de un imponente servicio técnico, el departamento K, que se ocupa de todo lo que se refiere a la fotografía, a las películas, a los registros, etc. El material que utiliza es de última generación: cámaras con infrarrojos ultrasensibles, sistemas de registro perfeccionados utilizados en el espionaje industrial. Estos equipos se compran de manera legal en Japón, o bajo el abrigo en otros países de Asia Los contras inteligencia militar se sirven también de estos equipamientos, que no son atributo exclusivo del G2, ya que el ministro de Fuerzas Armadas, Raúl Castro, desconfía del G2, prefiriendo a veces utilizar sus propios agentes. Los CIM cuentan con un departamento de cuatrocientos hombres, salidos de cada división militar. Este departamento escapa a cualquier otro control. El departamento K del G2 tiene también a cargo la formación de los futuros espías. A petición de la DGI, ellos acondicionan colocando sus equipos en las “casas del protocolo”, así como en algunas habitaciones de los hoteles de turismo. El centro neurálgico de este departamento se encuentra en el barrio residencial de Siboney, en La Habana, en la zona llamada “congelada” vacío de cualquier otro habitante. Se le conoce bajo el nombre “de la gran casa”, una gigantesca obra de tres pisos. La dirección de contra espionajes posee un equipo de control de los vehículos. Todos los coches que pertenecen al cuerpo diplomático, así como los de los responsables de empresas mixtas que viven sobre el suelo cubano, pueden seguirles el rastro. Este organismo cuenta con un equipo de trescientas personas, que se puede mover día y noche. La contra inteligencia se encarga de controlar las actividades de la prensa extranjera. Cuando un periodista llega sobre el suelo cubano proveído de un visado obligatorio de trabajo, debe someter los temas de sus artículos al centro de la prensa extranjera que le entrega una acreditación al precio de sesenta dólares. Su pasado es minuciosamente investigado en general y sus preferencias políticas tenidas en cuenta. Dos organismos se encargan de la vigilancia de los periodistas extranjeros. Uno, Publicitur, que adopta la pantalla de una agencia turística. El otro está constituido por los agregados de prensa del Ministerio de Relaciones Exteriores, el MINREX, cuando los periodistas tienen una determinada notoriedad. Con la masificación del turismo, se volvió difícil supervisar los movimientos de todos los visitantes. La oficina encargada de esta vigilancia vio su personal crecer de manera exponencial y los visitantes en adelante se fijan como un archivo en un ordenador. Si uno ellos se señalan como anticastrista o si se prueba que se manifestó en algún acto o hay observaciones malévolas probadas en actos o e n faltas de respeto al régimen, pueden ser deportados hacia su país de origen. En los grandes hoteles de Varadero o Cayo Coco, allí donde la presencia de los cubanos, fuera de los trabajadores acreditados, está estrictamente prohibida, un funcionario de la seguridad del Estado centraliza la información recogida por los guías y el personal de los hoteles. Los turistas que residen en el sitio deben tener bajo vigilancia rigurosa a sus huéspedes ya que deben dar cuenta de su comportamiento a funcionarios del G2. El G2 dispone también de una oficina diplomática, cuya misión consiste en localizar al momento, a todos los representantes de las naciones extranjeras. Se supervisa permanentemente su domicilio y no es raro que estos representantes extranjeros estén comprometidos en asuntos ambiguos subidos en todas partes, trampas, con el fin de obtener por su parte información confidencial. Ningún sector de actividad en Cuba escapa al ojo vigilante de la seguridad del Estado. Las “avispas negras” y el sector 40 Las brigadas territoriales son la más reciente creación del Ministerio del Interior. Los miembros son llamados por la población Avispas Negras, un apodo debido al color negro de sus uniformes y de sus chalecos antibalas. Estas unidades especiales se crearon tras el maleconazo, la manifestación espontánea que tuvo lugar sobre la avenida del borde de mar en La Habana, el Malecón, el 5 de agosto de 1994, y que constituyó el pistoletazo de salida de la crisis de los balseros. Recorren las calles de la capital, en particular, las zonas turísticas, veinticuatro de cada veinticuatro horas, por rotación de tres equipos al día, y disponen de un personal de varios centenares de hombres. El sector 40, anteriormente denominado “Grupo de acción”, siempre se colocó bajo la señal de la violencia y el terror. En el momento de la invasión de Bahía de Cochinos en 1961, sus miembros participaron en la detención de ciento cincuenta mil personas. Se tuvieron treinta mil de ellas sin juicio durante meses. El sector 40 fue también responsable de la deportación de veinte mil personas en el momento de la insurrección campesina del Escambray, hasta la mitad de los años 60. El sector 40, cuya sede se encuentra en la Villa Marista en las dependencias de la Seguridad de Estado, incluye una cincuentena de patrullas circulando las calles de las principales aglomeraciones. En la mayoría de los vehículos no se indica la sigla del G2. Son coches camuflados. Es el grupo represivo más activo del régimen comunista cubano. Sus tareas principales son la detención de los elementos contra revolucionarios, así como la transferencia de una prisión a otra para interrogatorios. Las Brigadas de Reacción Rápida, reservas del alto mando Creadas por Raúl Castro, las Brigadas de Reacción Rápida vieron el día en 1980, cuando cerca de diez mil cubanos se refugiaron dentro de la embajada de Perú. Este acontecimiento precipitó la salida de Cuba de aproximadamente ciento veinticinco mil personas, apodadas marielitos, ya que abandonaron la isla desde el puerto de Mariel. Las BRR se formaron a toda prisa para impedir que la población vaya hacia la embajada de Perú, situada en el barrio Miramar. Bajo la dirección del comandante de la revolución Juan Almeida y del comandante Armando Acosta, los hombres de la brigada tenían por orden maltratar a los candidatos al exilio, lapidarlos, demoler sus domicilios y crear el terror entre la población. El maleconazo de 1994, puso a las Brigadas de Reacción Rápida en estado de alerta, pero no de intervención. Fidel Castro prefiere evitar una confrontación directa que tendría implícito un baño de sangre. Aunque la represión fue brutal, la policía no cargó contra la población. No obstante, este nuevo desorden incitó a Raúl Castro a reestructurar estas fuerzas para hacer un cuerpo de élite sobre el modelo del Spetznats de la antigua KGB. Sus miembros deben entrenarse seis horas al día en la utilización de armas de fuego y artes marciales. Están actualmente bajo la orden de los generales Lino Carreras y Leopoldo Cintra Frías, acantonados en los cuarteles de Managua La Cabaña y EL Príncipe. Un simple soldado raso recibe su paga en dólares o en euros. Tiene derecho a raciones especiales de comida y se coloca en campamentos de barracas totalmente confortables. Estas tropas élite, entre dos mil quinientos hombres, disponen de una compañía de tanques T73 y T75, así como de los tanques más ligeros, de los escuadrones de lanzallamas y metralletas pesadas. Todo un arsenal destinado a reprimir un posible levantamiento popular. Fidel Castro concibe también estas unidades como una fuerza de reserva ante una hipotética invasión americana. Constituyen una clase de nomenclatura militar al servicio de la familia Castro. Serían también determinantes en un proceso de sucesión, para apoyar si se hiciera necesario sentir el acceso al poder de Raúl Castro. La Unidad 49 (Seguridad personal de los dirigentes) Al principio de la revolución, la escolta personal de los dirigentes la de Fidel Castro en particular, funcionaba como una guardia reforzada, dividida en varias unidades bajo el mando de un antiguo de la Sierra Maestra, Emilio Aragonés. A partir de 1964, Castro pidió a los soviéticos de la KGB organizar y formar tropas especializadas. Se creó una escuela, reagrupando a los veteranos de la Sierra Maestra, a antiguos militantes comunistas del Partido Socialista Popular y de elementos de confianza de la nueva generación: la Unidad 49, cuyo Estado Mayor se situaba en la calle 49 del barrio de Playa. A la cabeza, Enio Leyva, viejo comunista de toda confianza, combatiente de la columna número 1 en la Sierra. Esta unidad especializada contaba en su principio con cuatro mil hombres, prácticamente al servicio de Fidel Castro para acompañarlo en sus desplazamientos. Su seguridad personal más cercana está formada por tres vehículos Mercedes Benz, todos idénticos. Jamás usa el mismo carro. Raúl Castro, por su parte, posee una verdadera guardia pretoriana a su servicio, constituido por un centenar de hombres que sólo obedecen sus órdenes y que se colocan delante de su residencia privada. Como un emperador romano, Fidel Castro dispone de una persona especialmente encargada de probar la comida que se le destina cuando éste no puede hacerse aportar la preparada por los cocineros de la Unidad 49. Técnicos de laboratorio comprueban y analizan los regalos que le envían, la salud del jefe está bajo alta vigilancia. Esta es la razón por la que se descartan de su consumo todos los productos que presentan el menor rastro químico o de pesticidas. Los productos agrícolas consumidos por Fidel y Raúl Castro proceden de la propiedad agrícola que administra su hermano mayor, Ramón, en el valle de Picadura, en los alrededores de La Habana. Los hermanos Castro hacen saborear a sus amigos de sus conocimientos técnicos en la materia. Así pues, Hugo Chávez tiene, en torno él, doscientos hombres pertenecientes a la Unidad 49, lo mismo como guarda espaldas adjuntas a la Presidencia que como formadores de guarda espaldas del ambiente del número uno venezolano. La oficina 15 y la Unidad 21 Este pequeño grupo es el más secreto de los servicios cubanos. No responde ni a las órdenes directas de Fidel y Raúl Castro y no aparece en ningún de los organigramas oficiales del Ministerio de Interior. Al origen, era denominado la 5ª Oficina y ha sido dirigido por el comunista Orlando Sánchez, el hombre que puso a punto la desaparición de Camilo Cienfuegos1 . El personal del grupo no sobrepasa los veinticinco agentes. Su papel principal a su creación fue la eliminación física de varios dirigentes de la contrarrevolución en Miami, haciendo creer que éstos habían sido víctimas de una lucha por el poder entre facciones rivales de exiliados. La mitad de los hombres de la oficina 15 se instalaron en los Estados Unidos, mientras que la otra mitad permanece dentro de Cuba. En los servicios secretos, este grupo especial sólo se menciona en voz baja y con infinitas precauciones. Innumerables son los casos de personalidades muertas por suicidio, accidente de circulación, infarto o envenenamiento, en el cual se encuentra su firma. Entre las muertes brutales que implican a este grupo, el del antiguo presidente de la República, Oswaldo Dorticós, cuya posición se volvía demasiado crítica frente a Fidel Castro y el del antiguo ministro del Interior, José Abrantes, implicado en el “asunto Ochoa”. La más reciente creación de los servicios secretos se llama la Unidad 21, unidad encargada de supervisar la disidencia interna y las agencias de prensa independientes que se crearon desde finales de los años 90. Se han destinado ochocientos hombres en La Habana para meter en cintura a los disidentes y someter a los más activistas de ellos, y doscientos en el resto de la isla. Esta unidad está particularmente activa en el momento de la detención de los setenta y cinco disidentes entre la primavera de 2003 y julio de 2005 para dispersar la manifestación de los miembros de la Asamblea para la Promoción de la Sociedad Civil (APSC) y poner treinta y dos personas bajo los cerrojos. La Dirección General de inteligencia Desde su creación, la DGI fue el organismo en el Ministerio de Interior que disponía de los recursos más importantes y de un presupuesto ilimitado. Se ocupa de todo lo que caracteriza el espionaje y las actividades secretas en el extranjero. La DGI tuvo como dirigente histórico a Manuel Piñeiro (“Barbar roja”), pero todavía ha estado bajo el control directo de Fidel y Raúl Castro. Con los años la DGI se convirtió en un verdadero Estado dentro del Estado, de una potencia fenomenal, diversificándose con la creación del departamento “Liberación”, rebautizado en junio 1973 como departamento “América”, supuesto a apoyar los movimientos rebeldes y terroristas en el continente americano y también en Medio Oriente y África. Su columna vertebral, son los PETI (Preparación Especial de Tropas Irregulares). Estos campos de entrenamiento, por los cuales han pasado casi todos los dirigentes de las guerrillas de América Latina, África y Oriente Medio, crecieron como setas en Cuba. Él tener allí más de treinta en la isla. Según sea su especialidad. Para algunos, la práctica es el entrenamiento para la guerra, Para otros es el aprendizaje en la fabricación de explosivos, el montaje de atentados contra personalidades, la preparación de las guerrillas urbanas, el espionaje en distintos países. Hay PETI de tamaño reducido, así como PETI más importantes, donde se entrenaron y se entrenan aún cientos de futuros guerrilleros. En el campo de Punto Cero, situado cerca de Guanabo, al este de La Habana, se agruparon trescientos veinte refugiados llegados a Cuba después de la caída de Salvador Allende en Chile. Los aprendices de espías y los aprendices guerrilleros no pueden tener ningún contacto el uno con el otro. Se dividen completamente por cuestiones de seguridad. Los campos de entrenamiento se separan según las distintas nacionalidades que se encuentran. Hasta los años 80, se colocaban a los alumnos que asistían a estos cursos en los hoteles más lujosos de La Habana. Un funcionario de la DGI iba a buscarlos y los llevaba a su hotel una vez que su día de aprendizaje había terminado. Cuando se infiltra a un espía cubano realmente bien en las esferas deseadas, se envía a un funcionario calificado bajo cobertura diplomática con el fin de reforzar los vínculos de fidelidad con él. Los agentes al servicio de Cuba suelen ser agentes de influencia o simples agentes de información, se les somete a una disciplina draconiana. Algunos son reclutados por el chantaje, otros se adhieren por convicción ideológica, curiosidad o el mismo interés pecuniario, ya que los agentes cubanos forman parte de la élite económica del país. Sus manías, a través, de hobbies y hábitos que practican pasaron el peine fino. Todo se tiene en cuenta y se supervisa, como, por ejemplo, el hecho de que sean alcohólicos u homosexuales, si su esposa o su marido abusan, si tienen queridas o amantes, si son jugadores crónicos. Todo eso sirve para mantener bajo control a los agentes en cuestión. A nivel material, disponen de todo lo que es necesario para cubrir sus deseos y sus necesidades. Los agentes de la DGI, presentes en todas las embajadas cubanas, reciben la denominación de “residentes”. Disponen de pasaportes diplomáticos y pueden ocupar cualquier función subalterna: conductor, personal de limpieza, telefonista… Realmente son los verdaderos responsables de las misiones diplomáticas. Incluso los embajadores reciben órdenes de estos agentes, después de consultar con La Habana. Cerca del 80% del personal de las embajadas de Cuba en los países occidentales pertenecen a la inteligencia o a la contrainteligencia. El resto de los empleados son locales vinculados a organismos que tienen la confianza de La Habana. Cuba no hizo más que heredar del sistema soviético donde la KGB constituía el eje central de la diplomacia. Se mezclaban íntimamente los servicios secretos y diplomáticos. Los “residentes” son los responsables de antena de los servicios secretos. Son apoyados por agentes de la contra-inteligencia, que tienen por función supervisar al personal de la embajada, de garantizar la seguridad de la misión diplomática y funcionarios de nivel alto. A la menor duda sobre una persona, ésta se devuelve urgentemente a Cuba con el fin de evitar que pueda pedir el asilo político. Las personas encargadas de transportar las maletas del correo diplomático son también los agentes de la DGI. Nunca, transmiten documentos en claro. Todo se cifra. En cada embajada un operador está encargado de cifrar y descifrar los mensajes importantes. Este agente no puede salir de la embajada bajo ningún pretexto. Sabe que, durante sus años de servicio, no verá casi la luz del día. Permanecerá en secreto dentro del edificio, con el fin de evitar todo riesgo de un mal encuentro pudiendo obligarle a revelar los códigos de cifrado en curso. La DGI cuenta con agentes “durmientes”, infiltrados en particular en los Estados Unidos y que se introducen tanto en el ejército americano como en las organizaciones anticastristas del exilio. En privado, Raúl Castro se elogia explicando que no existe ninguna organización contra-revolucionaria de la que él no conozca los hechos menores y gestos día a día. Hay entre ciento cincuenta y trescientos agentes “durmientes” en territorio americano. Entre un 15 y 20% de estos agentes tienen por misión realizar sabotajes de gran envergadura dentro de los Estados Unidos si un conflicto directo con Cuba pudiera estallar. En ese caso, “se les despertaría” (es el término empleado por los servicios de inteligencia para activar a sus agentes) y sus misiones actualizadas. Estas operaciones comenzaron en 1960. Algunos de los agentes “durmientes” regresaron a Cuba, otros se murieron en los Estados Unidos. Cada uno de ellos posee un seudónimo. Sus verdaderos patronímicos se consignan en los archivos personales de los hermanos Castro que son los único en poder activarlos y pedirles infiltrar las organizaciones del exilio. Cuando los servicios americanos y la indulgencia de los tribunales, no lo revelan públicamente con el fin de desinformar los servicios cubanos. A veces, ni siquiera detienen a los agentes a quienes descubren con el fin de controlarlos mejor, sabiendo pertinentemente que en caso contrario la DGI enviaría inmediatamente sustitutos. Es una especie de doble juego entre servicios secretos donde todos los golpes y astucias están permitidos. La infiltración en las universidades Los servicios de información castristas siempre han considerado como un trabajo prioritario sus acciones de infiltración de las universidades americanas y de otros países occidentales. Las universidades permanecen para ellos como centros a partir de los cuales pueden influir sobre la política efectuada por la Casa Blanca y reclutar agentes capaces de redactar reportes favorables al régimen cubano o que puedan influir en hombres políticos o en funcionarios de la administración sobre temas como la supresión del embargo o las amenazas que podría representar Cuba para los Estados Unidos. El órgano de infiltración se forma por departamentos, ellos mismos lo han dividido en secciones, que incluyen los distintos sectores puestos a punto para recoger un máximo de información. “El departamento M-I, que ocupa el séptimo, octavo y noveno piso de las oficinas centrales de inteligencia, está situado en el edificio que hace esquina entre las calles Línea y A en el barrio del Vedado en La Habana, indica José Cohen, ex agente de la DGI (k, es este departamento el que se encarga de dirigir todas las actividades de espionaje e información en los Estados Unidos. Incluye, los funcionarios del centro principal (en Cuba) y los que trabajan exteriormente (en las embajadas y centros de interés cubano en el extranjero, o tienen el estatuto diplomático), entre ochenta y cien funcionarios, una cifra que varía según los acontecimientos. Su presupuesto oscila entre 8 y 10 millones de dólares al año, sin contar el sobre asignado a las operaciones especiales o a los imprevistos”. En la sección I de este departamento que tiene por misión el espiar a los organismos gubernamentales, incluidos la Casa Blanca, Congreso, Senado, Departamento de Estado y todas las instituciones relacionadas con las actividades de la Presidencia o la Política Exterior americanas. La sección II se consagra a actividades destinadas a infiltrar los servicios especiales americanos: El FBI, la CIA o el Departamento de la Defensa. Estas dos secciones son supuestas a influir en universitarios americanos o americano-cubano, reclutarlos para hacerlos espías. Del mismo modo, se recluta numerosos estudiantes en las universidades y se trabaja en la perspectiva de ocupar posiciones importantes en las empresas privadas o en el gobierno. Con el paso del tiempo el régimen castrista pulió un trabajo de incrustación en profundidad y a largo plazo, consistente a imponerse duraderamente y de manera agresiva en las universidades americanas. Es el caso, en particular, en Miami, donde los medios universitarios se consideran como objetivos fundamentales de penetración debido a la fuerte presencia de americanos-cubanos potencialmente influyentes en la Florida. En el caso de Berkeley y de Massachusetts Institute of Tecnology (MIT), el trabajo se confía al departamento M-VI, especialmente encargado del espionaje industrial según los viejos y siempre eficaces métodos soviéticos La información preliminar es obtenida directamente por funcionarios de información destinados en las representaciones diplomáticas ante la ONU en Nueva York y en la oficina de intereses cubanos en Washington. A través de programas de intercambios interuniversitarios entre los Estados Unidos y Cuba, los funcionarios de información entran en contacto directo con el personal directivo y los profesores de estas Universidades con el fin de desarrollar relaciones de estudio e influencia y con el fin de ubicar a las personas que presentan más interés. Una “persona en estudio”, es la calificación otorgada a cualquiera que entra en contacto con los oficiales de la inteligencia cubana, que comienzan por estudiarlo con todo detalle, descifrando su nombre, número de teléfono, dirección, altura física, formación profesional, situación familiar, así como la información precisa sobre su mujer y sus niños. El individuo en cuestión se convierte en un objeto de meticulosa observación, para conocerlo, naturalmente. Esta “persona de interés” es una persona identificada como potencialmente interesante, no puede cambiar de estatus hasta que el departamento que dirigió el estudio lo autorice explícitamente. Un “candidato” es una “persona de interés” cuyas capacidades de dar información se sopesaron cuidadosamente, así como sus motivaciones, que sean económicas o político-ideológicas. Estas tres categorías de individuos constituyen la base de prospección de los servicios secretos cubanos ante los universitarios americanos o americanos-cubanos. Todos los profesores y estudiantes de las universidades cubanas son vigilados por la contrainteligencia, que dispone de un expediente personal sobre cada uno de ellos. Podrán por lo tanto ser utilizados para comenzar el trabajo que se les asigne en la dirección de “personas de interés” que forman parte de centros de estudiantes en los Estados Unidos. Estas personas, profesores o estudiantes, reciben una carta de un agente de información cubano probablemente interesado por sus trabajos y una invitación a conversar acerca de ellos. Es el comienzo de un trabajo de influencia y reclutamiento. Los encuentros se convierten cada vez más frecuentes. Invitaciones al restaurante, una invitación personal a Cuba con gastos pagados o una propuesta de visita por medio de planes de intercambios académicos. Cuando se trata de viajes colectivos, por ejemplo, de brigadas de estudiantes extranjeros, de distintos países, o de una universidad americana, como fue el caso de la Universidad de Pensilvania, todos se convierten automáticamente en “personas de interés” para la DGI cubana. Esto son los oficiales del departamento M-VIII, al amparo de funciones del Ministerio de Relaciones exteriores o en otros organismos gubernamentales, tales como el instituto cubano de amistad entre los pueblos (ICAP), la institución cultural Casa de las Américas, o el Comité de Estado para la Colaboración Económica (CECE), quienes se ocupan de colocarse en el mismo lugar que los estudiantes extranjeros y que participan en todas sus actividades. Al final de estas visitas, los agentes del M-VIII redactan un informe sobre cada una de las “personas en estudio”. Cuando un estudiante o un profesor se recluta finalmente, se orienta hacia objetivos precisos, es decir, hacia los estudios o puestos que dan acceso a organismos gubernamentales o relacionados con la defensa, así como en compañías ATT, IBM, INTEL, AMD… o hacia los sectores como la biotecnología, la robótica, la industria farmacéutica… Si las “personas en estudio” no llegan a tener acceso a información gubernamental secreta ni a las de compañías privadas, su trabajo es orientado por el departamento M-IX hacia la formación de la opinión pública, otra actividad prioritaria para el gobierno cubano. Los agentes del departamento M-IX tienen por orden utilizar a los estudiantes y a los profesores considerados como “cubanologos”, periodistas, miembros del Congreso o el Senado con el fin de desarrollar “elementos activos” favorables al régimen castrista. Estos individuos tienen entonces por objetivo practicar la desinformación con el fin de crear en la opinión un estado de ánimo favorable al gobierno cubano. Un objetivo determinante a la hora de fijar la política del Gobierno Americano hacia Cuba. Eso puede hacerse por medio de libros, de artículos escritos por periodistas importantes o de comentarios en la radio y en la televisión. ¿Qué motivaciones pueden animar a las personas captadas por el Gobierno cubano? En primer lugar, motivaciones de orden político. Se recluta al agente en función de su simpatía hacia la revolución cubana, su administración y sus dirigentes, al mismo tiempo se realiza una profunda desinformación sobre la realidad de Cuba. A continuación, motivaciones ideológicas. En ese caso, la persona debe reclutarse en una formación ideológica previa, cerca del comunismo o la extrema izquierda. Las motivaciones económicas pueden también desempeñar un gran papel. En ese caso, se remunera a la persona a cambio de la información proporcionada. Es frecuente que los simpatizantes no reciban dinero, pero solamente los privilegios o la oportunidad de invertir en Cuba o de hacer asuntos con el gobierno cubano. Estos privilegios incluyen estancias regulares en la isla, donde son recibidos y tratados como huéspedes de marca. Se colocan en casas del Consejo de Estado, sin desligar una beca, ellos disponen de lujosos automóviles con conductor. El programa incluye visitas a los centros turísticos. A veces son recibidos incluso por Fidel Castro en persona. Cuando se trata de jefes de empresas, tienen la promesa de que en caso de levantamiento del embargo dispondrán de ventajas exclusivas para poder desarrollar sus actividades en la isla. Se practica de sobra otro tipo de reclutamiento, la recluta llamada de “compromiso”. Cuando los servicios cubanos obtienen información que compromete a un individuo a quien pretenden reclutar, solicitan su colaboración de este modo, pues, de lo contrario, amenazan con revelar secretos que podrían desembocar en un escándalo público susceptible de poner fin a su carrera profesional o de destruir su familia. Eso se hace por medio de vídeos, registros, personas, de mujeres especialmente, que se ponen en contacto con él. “Barba roja”, el hombre que sabía demasiado El creador y jefe todo poderoso de los servicios de espionaje e información, y en particular, el temible, departamento América, Manuel Piñeiro Losada, alias “Barba roja”, la figura con la cual tenían asuntos los guerrilleros o los aprendices de guerrilleros, él fue la causa de todas las guerrillas y de los movimientos terroristas que Cuba a difundido por todas partes del mundo, desapareció brutalmente el 11 de marzo de 1998. Cuando cayó en desgracia a principios de los años 90, varios de sus funcionarios de confianza, por temor, solicitaron asilo en el extranjero. Él mismo se colocó entonces sobre rigurosa vigilancia. Sus desplazamientos eran controlados estrictamente. Una bonita mañana de marzo, el diario Granma anunció que Manuel Piñeiro había muerto de un infarto mientras que se encontraba al volante de su automóvil, un 2 CV de marca Citroën. Una muerte extraña para un hombre a quien una enfermedad nerviosa le impedía conducir. Personaje secreto, pero bien vivo, instrumento pendiente de la política exterior del castrismo por cerca de los treinta años, conocía todos los golpes torcidos del régimen, incluso algunos que Fidel Castro fingía ignorar o ignoraba realmente. En la lógica de un sistema que él mismo había contribuido mucho a instaurar, cuando cayó en desgracia su vida estuvo pendiente de un hilo. Combatiente del Segundo Frente Oriental, en la Sierra de Cristal, se benefició después de la toma del poder, de la confianza de su superior, el comandante Raúl Castro, que lo nombró jefe de los Servicios Secretos del G2, conjuntamente con el indeterminado Osvaldo Sánchez, propuesto, por los comunistas. Su ascensión fue rápida. Creó en primer lugar el departamento Liberación, llamado más tarde departamento América, pero en realidad controlaba el conjunto del aparato armado de la revolución. Cuando las operaciones en América Latina se hicieron más raras, se volvió el principal responsable de la DGI. Los PETI, los centros de Preparación Especial de las Tropas Irregulares, que difundirán a lo largo de la isla y también en el extranjero, fueron su creación. Permitieron formar a decenas de guerrilleros, en particular, en los campos de Sabra y Chatila en el Líbano. Estos campos, controlados por las distintas facciones palestinas después de su expulsión de Jordania, contaron con el apoyo de instructores cubanos y guerrilleros latinoamericanos. “Era un tipo inquietante, dice Juan Vives que lo frecuentó detenidamente. Tenía la práctica de dar sus citas a horas imposibles, a menudo a las tres o cuatro horas de la mañana, en bares lujosos, los del hotel Habana Libre, o el situado en el vigésimo quinto piso del Foxa, el más grande edificio de La Habana. Estos bares seguían estando a menudo abiertos para él y sus huéspedes. Tenía enormes poderes y disponía de recursos y de un presupuesto casi ilimitado. Podía hacer entregar pasaportes diplomáticos a todos sus agentes, pasando por encima de los responsables del Ministerio de Relaciones Exteriores. Incluso si no hablaba mucho sabía aprovecharse de las generosidades que le concedía el socialismo. Es verdad también, sobre todo hacia al final, que enervaba a Fidel ya que desarrollaba a menudo opiniones divergentes a las del líder cuando se refería a operaciones que implicaban a los servicios secretos cubanos. No era raro tampoco ver que él disputaba el bonito papel que se daba a veces Castro en hacer la historia de la revolución”. En primer lugar casado con una bailarina americana, termina sus días en compañía de una famosa teórica del marxismo, la chilena Marta Harnecker, cuyos tratados constituyeron durante mucho tiempo una de las biblias de los movimientos revolucionarios latino americanos y que es la consejera hoy en economía de Hugo Chávez. “Barba roja” sabía demasiado. Y, hacia la mitad de los años 90, generalmente así reservado, se puso a codearse con periodistas en visita a Cuba. A algunos, como el antiguo corresponsal de la Agencia Francia Prese en Cuba. Denis RousseauDO , confió incluso su deseo de escribir sus memorias. Tenía la culpa de no dar la misma visión oficial que el Líder Máximo sobre algunos temas, en particular, sobre el Che Guevara, cuyo mito deteriora en una larga entrevista concedida al diario oficial Granma. No eran seguramente más que detalles, pero eran suficientes para que perdiera la oreja del comandante. Cuando en marzo de 1998 Granma anunció que el coche de Manuel Piñero había hecho un bandazo y se había aplastado contra un árbol, no hay nadie en el accidente. “Barba roja” no habrá tenido el ocio de revelar sus secretos. Triunfó en su tumba. “Benigno”, quien mucho tiempo estuvo bajo sus órdenes, confirma la forma en que su asesinato se disfrazó en un banal y programado accidente de coche, en plena noche, a varios kilómetros de su residencia mientras que acababa de salir de una recepción en la embajada de México, distante cerca de trescientos metros de su casa: “Nunca he visto a Piñero conducir. En la época de su esplendor tenía cuatro conductores a su disposición, tantos como Fidel Castro. Y luego, entre la embajada de México, que dejó hacia las dos horas de la mañana y su domicilio, ambos situados en el barrio Miramar en La Habana sólo había tres cuadras, tres bloques de casas. Se dijo, sin embargo, que había muerto en el barrio del Vedado, lejos de su casa. Fue víctima de la Contra Inteligencia Militar. Se eliminó como lo fue Arnaldo Ochoa. La única diferencia, es que no se le ha colocado delante de un paredón. Hacía varios meses que el grupo encargado de su protección había sido sustituido por guardias designados por él mismo Fidel. Ya no podía desplazarse sin autorización y no debió haber vuelto a esa cena en la embajada mexicana, había demasiados dignatarios latino americanos y periodistas, a los cuales habría podido revelar las amenazas que sentía pesar sobre él, y eso no satisfacía mucho a la Seguridad del Estado. Se le condenaba más o menos a corto plazo, pero esa noche su falta de prudencia ha precipitado su muerte. “A causa de sus servicios para el Estado, Manuel Piñeiro había pasado a ser un hombre extremadamente peligroso para el régimen. Era la memoria viva de los servicios secretos y conocía todas las operaciones ocultas que Cuba habían llevado sobre tres continentes: América Latina, África y Asia. La DGI estaba en el centro de todos los secretos de Estado. Manuel Piñero, como dueño de los servicios de información, estaba informado de todo lo que se tejía antes que el mismo Fidel Castro. Los agentes más vistos en este organismo eran Ulises Estrada, Armando Campos y Juan Carretero, quienes se encuentran prácticamente sobre todos los teatros de operaciones. “Cuando teníamos una reunión con Fidel, Piñeiro llegaba regularmente con retraso, a menudo cansado. Se sentaba en sentido contrario en la mesa, sobre un sofá de cara a nosotros, y haciendo señales para hacernos comprender que debíamos callarnos. Incluso a veces se permitía insolencias delante de Fidel, no obstante, no era lo mismo que Arnaldo Ochoa. “Proyectaba escribir una historia de la revolución en América Latina, sus memorias hasta cierto punto, y no era en absoluto del gusto de los hermanos Castro. Además, desde que ya no estaba en los asuntos, no pasaba un día sin que fuera solicitado por periodistas extranjeros. Era necesario hacerlo callar1 ”. UNDÉCIMA PARTE MENTIRAS Y FALSIFICACIONES Una epopeya revisada y corregida El ataque del cuartel Moncada, que firma, el 26 de julio de 1953, el primer hecho de armas del castrismo, se celebra cada año en Cuba con la alegría y el entusiasmo revolucionarios. Cada año, el 26 de julio, se designa un chalet cubano diferente para ser la sede de las celebraciones del aniversario de este ataque. Millares de pioneros - “jóvenes pioneros” - en un uniforme impecable, cubiertos con cascos, desfilan con una pequeña bandera en la mano que agitan frenéticamente, precediendo a millares de mujeres y hombres empujados por muchos, para entrar a en las calles sin verdadera convicción. Los discursos se suceden, elogian los acervos de una experiencia que dura desde hace tres generaciones, cuando no son injurias pronunciadas a los contras, cuando no son injurias ensayadas pronunciadas contra los gobernadores americanos que vociferan los oradores, van a atacar la isla más grande del Caribe. En este día aniversario, los cubanos deben especialmente demostrar a su jefe cuánto lo admiran, cuánto le están agradecidos de estos beneficios dispensados desde hace mucho tiempo, y sobre todo indicar su compromiso en pro de una revolución socialista que les devolvió la libertad. “¡Hasta la victoria siempre! ¡Socialismo o muerte!” La historia del asalto del cuartel Moncada tal como se informa hoy no corresponde totalmente a la realidad, participa de esta imaginación desbordante Fidel Castro quien es el heraldo. El 24 de mayo de 1953, los dirigentes de los principales partidos políticos cubanos, Partido Ortodoxo y Partido Auténtico, se reúnen en Montreal (Canadá). Objetivo de este encuentro: organizar una conspiración contra el dictador Fulgencio Batista, llevado al poder por un golpe de estado el 10 de marzo de 1952 con la ayuda del gobierno americano que había permitido instalarse en la isla. Emilio “Millo” Ochoa, sucesor del presidente del Partido de Izquierda Ortodoxo Eduardo Chibas, una de las grandes figuras de la vida democrática de Cuba que se disparó una bala en el vientre en 1951, en directo sobre las ondas de la radio cubana, el ex Presidente Prio Socarras y otros responsables políticos presentes en la reunión rechazan la participación de Fidel Castro, sin embargo, él también considerado como uno de los líderes del Partido Ortodoxo. No lo invitaron. Razón alegada: su pasado sulfuroso en la Universidad de La Habana y su gusto inmoderado del poder. Se descarta pues, de una reunión donde habría podido jugarse el futuro de Cuba. Fidel Castro, que no soportó la idea de ser marginado, se imaginó una operación militar con el fin de concentrar la atención sobre él: la toma del cuartel Moncada. A las únicas personas que se informó del futuro ataque fueron: Naty Revuelta, su maestra y futura madre de Alina Fernández, Melba Hernández, Abel Santamaría, Renato Guitart y Pedro Miret. El resto de los ciento cincuenta participantes llegaron a Santiago de Cuba con la certeza de que iban para efectuar ejercicios militares y no un ataque armado contra un cuartel de fuerzas regulares. Cuando el objetivo se definió claramente, solamente ciento veintitrés de las ciento cincuenta personas convocadas, aceptaron participar. Gustavo Arcos 1 . Después de haberse negado espontáneamente a participar en la aventura, porque consideraba la operación suicida dedicada al fracaso a causa de su improvisación, finalmente se guardó sus argumentos frente a los de Castro y participó en el ataque. A las puertas del 26 de julio de 1953, durante el carnaval de Santiago quince coches repletos de asaltantes cruzaron la ciudad dormida después de una noche festiva. Arcos se encontraba en el coche número 1, un Buick, en compañía de Fidel Castro y otros miembros del comando. Su primera misión era neutralizar los guardias de la entrada número 3 del cuartel. Exactamente al llegar delante de la puerta, cayeron sobre una patrulla de dos hombres. Castro se asustó e intentó lanzar el coche sobre ellos en el momento en que Arcos salía del vehículo. Éste cayó en tierra y los dos soldados apuntaron sus armas sobre él. Salvo la vida gracias a la presencia de espíritu de Israel Tapanes, otro asaltante que disparó primero sobre los soldados. Esto terminaba con el efecto sorpresa. Fidel Castro, que decía poseer una pistola Lüger, no la utilizó. Según Gustavo Arcos, que contó la historia a sus más íntimos y en adelante fue publicado en Miami en EL Nuevo Herald en 1982, los asaltantes llegaron con retraso porque Fidel Castro se había perdido en las callejuelas de Santiago. Los hombres del coche número 3, ellos habían conseguido penetrar al cuartel. A la cabeza se encontraban Ramiro Valdés y Renato Guitart. Desencadenada la alarma, las metralletas desfavorables se escucharon en batería. Fidel Castro escapó sin haber disparado la menor bala y se refugió en la Granjita Siboney, una casa fuera de Santiago. De allí remontó hasta la Gran Piedra donde fue capturado algunos días más tarde, con diecinueve hombres por el teniente de la guardia civil Pedro Manuel Sarria y su escuadrón. El balance del ataque fue desastroso para el comando: ocho hombres muertos en el combate y cincuenta y seis asesinados en represalias por los soldados de Batista. Esta epopeya se reescribió después del triunfo de la revolución y Fidel Castro consagrado como el gran héroe del asalto del cuartel Moncada. Nombró a Gustavo Arcos entonces embajador de Cuba en Bélgica luego él tuvo el mal gusto de decir su versión del ataque y acusó a Fidel Castro de haber querido matarlo después de un debate severo sobre la falta de preparación de la operación. Contradecir la historia oficial era un crimen: Arcos fue condenado a ocho años de prisión y se ejercieron fuertes presiones para que no hable y no tenga ningún contacto con la prensa extranjera. Con todo se convirtió en uno de los principales opositores al régimen1 . El teniente Pedro Manuel Sarria fue nombrado capitán y designado como jefe de escoltas del presidente Osvaldo Dorticós. Pero cometió un gravísimo error cuando decidió decir la forma en que capturó a Castro en la Gran Piedra, contradiciendo así la versión de Fidel Castro que quería que se dijera que había sido capturado después de salvajes y desiguales combates contra un enemigo superior en gran número y en armamento. Sarria dijo que capturó a Fidel y sus camaradas mientras dormían. No ofrecieron ninguna resistencia, solo Castro gritaba como un sordo: “¡No me maten, soy preso de guerra!” Estas declaraciones le costaron a Sarria quince largos años de prisión de los que salió viejo, enfermo y bajo una presión constante para que no hable. Muchos años más tarde, en 1967, Jesús Montané y Pedro Miret invitaron a Juan Vives a celebrar un aniversario en una hacienda situada en Campechuela al este de Cuba, Hacienda que Fidel Castro había ofrecido a Crescencio Pérez2 . Un bandido campesino que se incorporó a la rebelión a partir de los primeros días. Cuando la noche cayó y el ron y la cerveza habían producido sus efectos. Montané y Miret sentados bajo un mango comenzaron a mencionar el asalto del cuartel Moncada y bromearon sobre la forma en que Fidel Castro se había perdido en Santiago, una ciudad que conocía por corazón. Hicieron hincapié en su fuga al principio del combate, bromeando aún y riéndose. Montané dijo “Tuvo simplemente el canguelo”. Vino el momento en que se mencionó el hecho de que antes de llegar a los lugares del ataque, Fidel había permanecido toda la noche en Santiago. “¿Qué pudo hacer durante toda la noche?” preguntó Vives. Se le respondió que testigos lo habrían visto en una reunión secreta en compañía de su mentor del Komintern Fabio Grobart Al día siguiente en la mañana, Pedro Miret le pidió a Juan Vives no repetir nada de lo que había oído la víspera de boca de algunas personas borrachas que querían solamente bromear. El proceso del cuartel Moncada y la supuesta defensa de Fidel Castro. “¡La Historia me pagará!”, tiene también la exaltada imaginación del comandante en jefe. “Un pedazo de antología de la reescritura de la historia de la revolución, se levanta Juan Vives. Sólo para confirmar la autenticidad de este asombroso asunto había una periodista debutante de nombre Marta Rojas, en la época amante de un coronel de Batista. Después de la llegada de Castro al poder ella Jura que el texto publicado era línea por línea la defensa de Fidel ante el tribunal. Gracias a esta enorme mentira, obtuvo una magnífica casa y un nuevo coche. Se pagó bien el falso testimonio ya que no es un secreto para nadie más de su célula de la isla de los Pinos, era imposible que Fidel se acordara de la totalidad del texto publicado como su defensa ante el tribunal. Además, el estilo no corresponde de ningún modo al de Fidel. El verdadero autor del texto, es Jorge Manach, uno de los más importantes intelectuales cubanos.” Otro testigo menos conocido asistió al pleito: Braudilio Castellanos, alias “Bilito”, camarada de universidad y partidario designado de Fidel Castro. Cuando Juan Vives le preguntó si Fidel de verdad hubiera pronunciado durante su informe oral el texto íntegro de “La Historia me pagará”, Castellanos estalló en risa. Estos remezclas de los acontecimientos destinado a dar al líder una postura más ventajosa no es obviamente nuevo. En todas las épocas, bajo todas las latitudes, en todos los tiempos, el sistema es el mismo: elogiar la gloria y los hechos de armas de los faraones, de los emperadores, de reyes, de los dirigentes totalitarios. Ya que siempre el que tenía el poder, lo tenía de derecho divino. En Cuba, el caso es paradójico: Fidel Castro llegó al poder por el pueblo. Él reclama alto y fuerte desde hace cuatro décadas, la abrazadera por las armas, y es, a su modo de ver, lo que lo vuelve diferente. No tiene cuentas que devolver a nadie y si no puede pues se deshace. En cuanto a la leyenda, le sirve para asentar su poder y que imponga su estatura a la altura de sus inmortales ambiciones. Un episodio de la guerrilla en la Sierra Maestra está sobre este punto luminoso. Durante los meses en que rebeldes combatían a las fuerzas armadas de Batista, los oficiales guerrilleros parece que quisieron preservar la vida de su líder Fidel Castro. En un capítulo de su obra Recuerdos de la Guerra révolucionaria1 . Publicado en 1960 en Cuba, Ernesto Che Guevara indica que una petición firmada por todos los altos grados de la comandancia rebelde pedía que Fidel Castro ya no participara directamente en las batallas, que el comandante en jefe no debía exponerse, Fidel Castro despreció esta petición. Una carta recogida por Carlos Franqui en su libro Diario del Revolución cubana1 . Por lo tanto, después de la emboscada de Pino del Agua, en febrero de 1958, Fidel Castro ya no se metía más en la candela de las batallas, “Benigno” que formaba parte de la tropa rebelde, indica incluso que el comandante en jefe se asustaba cuando oía aviones enemigos acercarse, “él no participó ya en las confrontaciones. Se mantenía siempre a una distancia de al menos dos kilómetros de los combates” Todos los oficiales bajo la presión del Che y Raúl Castro no habían tenido otra elección que firmar dicha péticion2 . Un lugar en la cumbre del poder, una guía de la nación como Fidel Castro no podía ser sino un jefe valeroso, preservado por la cohorte de sus soldados sacrificados y preocupados por protegerlo. Bajo los hurras de la muchedumbre En enero de 1959, mientras que Cuba hace la fiesta a los barbudos, las tropas de Fidel Castro proceden a realizar detenciones masivas, estos procesos sumarios se desarrollan por etapas dentro de hangares dados de baja abarrotados, dominados y cientos de opositores al nuevo régimen pasaron por las armas. Las ejecuciones son numerosas, ciegas, sangrientas. En la euforia de una revolución que triunfa la mayoría del pueblo cubano aplaude o cierra los ojos. La purificación a menudo se vive en el pueblo que se siente “Liberado” como una suerte de catarsis, una manera de volver la espalda definitivamente al pasado. Los barbudos, descendidos de la Sierra Maestra, lo saben y aprovechan para hacer el hogar entre sus enemigos declarados y también, entre los que aunque habiendo participado o ayudado a la revolución, indican convicciones democráticas que no tienen el placer de agradar al nuevo número uno cubano. Son los años que más exaltan la revolución naciente. La época en que el Che Guevara, acantonado en la prisión fortaleza La Cabaña, se transforma en verdugo. El tiempo en que los tribunales militares pronuncian sanciones y penas de muerte sin remordimiento, mientras que Fidel Castro responde a los enviados especiales de la prensa americana que no es comunista y que paseen a través de La Habana esa ansiedad de los observadores, de los filósofos, de los escritores, llevados a cabo de las cuatro esquinas del planeta para ver de cerca este puñado de rebeldes que acaban de derrocar la dictadura de Batista. “Benigno” y Juan Vives ambos informan haber visto que su ayudante de campo, Antonio Núñez Jiménez, le retiraba la ceniza cuando ésta amenazaba con caer. El capharnaüm que caracteriza toda revolución que balbucea oculta, como una cortina de humo, los primeros abusos, los primeros delitos, los primeros crímenes de Estado, los primeros pasos de un grupo de hombres dedicados en cuerpo y alma a que los transportados de la guerrilla salvaje de la Sierra Maestra hasta el borde del Malecón bajo los hurras de la muchedumbre. Hombres listos a todo, supeditados a las órdenes de los hermanos Castro y sobre todo al mayor, Fidel: jefe fuera del par, blindado por el clamor popular que demostró con pruebas bajo el fuego y que no soporta a ninguna autoridad sobre la suya. Aprendió con los jesuitas, cuando era adolescente, que era necesario forzar el respeto so pena de ser barrido, aplastado. Y decidió él, aplastar, imponer su verdad a toda costa, le puso precio al asesinato de prójimos, amigos o camaradas de lucha. Eso va a ser su credo su norma de conducta, su línea del horizonte. Pone en estado de sitio a un pueblo entero, en sus ciudades y sus campañas. Hace instalar Comités de Defensa de la Revolución para velar por el respeto de las normas de la nueva sociedad. Cada uno supervisa a cada uno y debe denunciar a su vecino en caso de un comportamiento sospechoso. Una malla en buena y debida forma de la más grande dimensión de la isla del Caribe. El método comienza a probarse y el pueblo cubano obnubilado por la llegada de una nueva era que esperaban próspera, la aprobó. Castro puede proseguir su obra. Se apoyará para eso en una temible red de informadores destinados a hacerle él amo absoluto del país. Este hombre poco común, está cortado como un leñador y listo como un lobo, sabe mejor que nadie que sin la soberanía completa de la fuerza armada, es ilusorio bajo estas latitudes pretender conservar mucho tiempo el poder. Ahora bien, a la llegada del triunfo de los rebeldes, dos hombres, excepto Castro, pueden pretender dirigir la revolución: Ernesto Che Guevara, comandante valeroso, que dirigió el 28 de diciembre de 1958 la batalla de Santa Clara, clave de la victoria final. Y su camarada y compañero Camilo Cienfuegos, tan valeroso como él, adorado por la población cubana y el ejército rebelde por su heroísmo, su humor y su altruismo. Castro había encargado a ambos tomar el control de La Habana después de la fuga de Batista, el 1 de enero de 1959, lo que abría la vía para una toma de la dirección del ejército. El Che que era argentino, de hecho, descartaba esta dirección y dejaba así el lugar a Camilo. Pero Fidel Castro no oía por esta oreja. Pero el camarada de hoy podía mañana transformarse en rival e incluso en enemigo mortal. Nada pues de nombrar a Camilo a la cabeza de las fuerzas armadas. Solo su hermanastro menor, Raúl, en quien tenía toda confianza, podía a su modo de ver pretender desempeñar tal papel y dirigir al ejército, aunque éste lo despreciaba. Por ello diez meses después de la victoria, el 28 de octubre de 1959, el pequeño bimotor militar donde había tomado lugar Camilo para una misión de inspección se cae en el mar. Un accidente terrible, habida cuenta de la personalidad del desaparecido. Oficialmente un desastre que deja a los cubanos afligidos, los ojos llenos de lágrimas y una astilla en el corazón: el mejor de ellos se murió en un accidente. Curiosamente, se encuentra al responsable de la torre de control que había seguido los movimientos del pequeño aparato, con dos balas en la cabeza. Las autoridades concluyen que se trata de un suicidio. No se encontró nunca el avión ni los restos de Camilo Cienfuegos. Los hermanos Castro deploran oficialmente el accidente, llorando al héroe desaparecido. Pero Raúl, entronizado como jefe del ejército rebelde algunos días antes, tiene en adelante la vía libre. El Che llora también a su camarada, pero se calla. Deja taladrado una vacilación en el prólogo de su obra, La Guerra de guerrilla dedicada a Camilo, donde su desasosiego taladra en esta interrogación que resuena como un grito, una acusación: “¿Quién lo mató?”. Como para tranquilizarse, añade: “Es el enemigo quien lo mató, él lo mató porque quería su muerte, él lo mató porque no hay aviones seguros, porque los pilotos no pueden adquirir toda la experiencia necesaria, porque estaba sobrecargado de trabajo, quería darse la vuelta en algunas horas a La Habana… y es también su carácter que lo mató”. Aquí para la versión oficial. La realidad es sensiblemente diferente. Che Guevara tenía dificultades para soportar a Camilo, un muchacho que le gustaban demasiado las bromas y las muchachas para el gusto del argentino ascético. Los dos hombres tenían caracteres completamente opuestos. Una tarde de junio de 1959, Camilo entró a la prisión La Cabaña e hizo liberar, sin decirle al Che, a Otto Sirgo, un cercano de Batista que era el padre del una de sus mujeres. Antonio Núñez Jiménez corrió a prevenirlo. Al enterarse de la noticia, éste entró en una rabia loca y trató a Camilo Cienfuegos con todos los nombres. El Che no le perdonará además haber desobedecido su orden. Los hermanos Castro desconfiaban también mucho de este corredor de enaguas con sombrero de cow boy que conseguía contra su decisión, hacer pagar la jubilación a los viejos militares de Batista. Y luego se apreciaba demasiado al hombre del pueblo, pues era peligroso a sus ojos. Camilo, que fue, después de Fidel Castro, la figura seguramente más popular de esta revolución, había tenido por misión, exactamente antes de su desaparición, detener al otro héroe de esta misma revolución: su amigo y camarada Huber Matos. Este último formaba con el Che y Camilo la punta de la comandancia, una tríada que condujo a los rebeldes a la victoria. Matos, resteado con sus hombres en su guarnición de Camagüey en el centro de la isla, el cuartel Ignacio Agramonte, constituía en adelante, él también, una amenaza para las intenciones de los nuevos dirigentes. El hombre había sido un activo partidario de la rebelión contra Batista, pero debía desembocar en la democracia como los hermanos Castro les habían prometido. Cuando se dio cuenta de la superchería y el ascendiente tomado por los comunistas del Partido Socialista Popular (PSP), Matos resopló. Por lo tanto, debían descartarle. Fidel Castro pidió personalmente a Camilo detener a Matos por sedición con la idea de deshacerse en esa ocasión de Camilo, haciendo con una piedra dos golpes, una situación que reiteró a menudo durante su reino. La trampa se había imaginado algunas semanas antes en Tarará, una ciudad balnearia al este de La Habana, en una casa que ocupaba en la época el Che Guevara. Fidel Castro en compañía de su hermano Raúl y del argentino tenía que eliminar a Camilo Cienfuegos, definitivamente convertido en demasiado incómodo, indisciplinado e insolente incluso, estaban también presentes en esta reunión tres dirigentes comunistas: Aníbal Escalante, cercano de Moscú, Blas Roca y Carlos Rafael Rodríguez, todos miembros del PSP. “Los comunistas odiaban a Camilo, afirma Juan Vives. En los primeros días del triunfo de la revolución, publicó como responsable de la ciudad de La Habana, que todos los partidos políticos estaban en adelante prohibidos. Ante las protestas de los comunistas, Camilo les dice que su partido como los otros y que lo prohibía también. Desde ese día han querido “hacerle la piel” y se elaboró la situación en la casa azul del Che. Éste aceptó que Camilo fuese asesinado. Es mi tío, el presidente Dorticós, quien me lo ha confirmado una noche en que se sentía mal. El argentino no opuso ninguna resistencia a la desaparición de Camilo que lo irritaba desde hace tiempo. Es anticomunista, su popularidad, sus travesuras ponían al Che fuera de si y se ajustó a la idea de que Camilo se convertía en un obstáculo para una revolución aún frágil y que era urgente hacerlo desaparecer. El preso y su carcelero El 21 de octubre de 1959, detienen al comandante Huber Matos, gobernador militar dimisionario de la provincia de Camagüey, por “traición” y “tentativa de sedición”. Algunos días antes, había enviado una carta a Fidel Castro renovándole su honradez a los ideales iniciales de la revolución, pero lamentando las nuevas vías que utilizaba. Vías en las cuales Matos no se reconocía y que habían dictado su dimisión. El 28 de octubre, el comandante Camilo Cienfuegos desaparece misteriosamente. En un intervalo de una semana en la cual se jugaron la orientación de la revolución y la eliminación de los opositores más peligrosos a esta orientación. Opositores que eran también rivales potenciales para Fidel Castro. “No dejo lugar a la menor duda sobre el hecho de que se haya asesinado a Camilo, afirmo Huber Matos1 . Mencionábamos a menudo entre nosotros la derivación comunista que tomaba el proceso revolucionario. Le decía: “Camilo, consagra demasiado tiempo a las mujeres y al alcohol. Vive la revolución como una fiesta, mientras que es una cosa seria. Se va a elaborar un plan. Voy a renunciar a mi puesto de gobernador militar de Camagüey. Voy a dimitir. ¿Por qué no dimitir ambos? ¡Vayamos a hablar con Fidel! ” Camilo me respondía: “No dimitiré. Es necesario que permanezcamos dentro de la revolución para poder salvarla, ya que nos atascamos. Sé que tuvo debates con Fidel y que se opuso al comunismo. El pueblo no está informado de lo que se teje. ¡Es necesario que le enviemos una señal de alerta!”. Lejos de los estados de alma de dos hombres que estuvieron en la vanguardia de la victoria revolucionaria, el nuevo poder se inclinaba ostensiblemente hacia el comunismo, hasta el punto que un retorno hacia valores más democráticos parecía imposible. “Cuando viene a detenerme, tenía el aire avergonzado, prosigue a Huber Matos, retiró su sombrero y su cara se volvió escarlata. Me dice que no habría debido dimitir, yo le respondí que no era el momento de discutir de eso. Camilo no sabía cómo hacer. “¿Huber, por qué esto cayó sobre mi? ¡Venir a detenerte, yo! Como si ya no fuéramos amigos. Nunca habría creído poder hacer esto, pero no puedo elegir. Es necesario que vuelva a poner el orden de la guarnición entre mis manos.” Le respondí: “¡Un funcionario en las sentencias no puede volver a dar una orden de la que ya no dispone!” Camilo adoptaba la actitud de un hombre con un terrible problema de conciencia. Le pedí entonces: “¿Sabes que se te envió para que mis soldados te maten? Desde la aurora, somos objeto, yo, mis oficiales y mis soldados, de provocaciones y de las peores ofensas. Se nos trata de “hijos de puta” y otros insultos. Mis soldados tienen la sangre caliente y se irritan” “Matos disponía en el campo en ese momento de alrededor de mil de hombres bajo su orden.” “Si no hubiera dado la orden de no disparar, mis soldados lo habrían matado. Ten cuidado Camilo. Los hermanos Castro quieren deshacerse de ti. Tú los incomodas.” Camilo, después de un momento de reflexión, respondió: “efectivamente no había pensado en eso”. Asombroso diálogo, premonitorio y sin testigos, entre un preso y el que vino a detenerlo. Los dos hombres obviamente fueron compañeros de armas muy cercanos durante la guerrilla en la Sierra Maestra. Camilo le dice entonces a Matos: “Si soy duro contigo es por obligación. Debo cumplir un papel represivo. No me juzgues con hostilidad”. Los dos antiguos guerrilleros se dirigen hacia la oficina de Huber Matos. Es entonces cuando Camilo Cienfuegos recibe dos llamadas de teléfono consecutivas. La primera es de Osvaldo Dorticós el presidente de la República en función. La segunda de Fidel Castro, que reunió a una compañía de varias decenas de soldados, a algunos kilómetros de allí, en el Instituto Nacional de la Reforma Agraria, el INRA, en la ciudad de Camagüey. Están listos para intervenir ante la posibilidad de una rebelión de los hombres de Matos. Éste, que se encuentra junto a Camilo, recoge breves del debate tempestuoso que se compromete entre Cienfuegos y Castro. Oye a Camilo decir: “Esto va muy mal. La gente está aquí Indignada por la manera en que las cosas se desarrollan”. Al otro lado al final del hilo, Castro irritado, según las deducciones de Huber Matos, un contorno de palabrotas. Camilo le responde: “¡Aquí no hay ni traición ni levantamiento ni nada que se asemeje a eso!” El debate continuo y Castro cuelga el teléfono. Matos concluye: “Camilo permaneció callado con el teléfono en la mano. Allí su suerte estaba sellada: tiene firmada su sentencia de muerte”. Huber Matos, seguro de su derecho, no opuso ninguna resistencia a su detención. Se lo llevan para encerrarle en La Habana, en primer lugar, en el antiguo campo militar de Columbia, antes del 24 de octubre, en un calabozo de la prisión del Morro, la antigua fortaleza colonial que guarda la bahía. El mismo día, recibe un mensaje de la mano de Camilo Cienfuegos, entregado por un hombre de confianza. “Era un muy pequeño trozo de papel donde se escribía: “Me encuentro en una vía sin salida. No sé qué hacer. Es necesario que se aclare para que no se te juzgue”. Al día siguiente, recibe otro mensaje menos lacónico, por medio del mismo emisario, que podía entrar y salir del Morro sin controlarse, a causa de su grado: “Debes huir. Me encargo. Es por tu falta que me encuentro en esta confusión”. “Le hice responder oralmente, ya que no tenía en que escribir: “No me vuelvas responsable de la confusión en la cual tú te encuentras, que es el fruto de tu propia indecisión. ¡Yo no huiré!” No había comprendido que Camilo quería organizar mi fuga para que compartiéramos dejar el país en el mismo avión”. Al día siguiente, Camilo Cienfuegos no da más noticias a su preso. Tiene debates en La Habana con miembros del Estado Mayor. Toma a continuación el avión para Santiago de Cuba, al extremo este de la isla, haciendo escala a medio camino en Camagüey. Luego da la vuelta hacia La Habana, haciendo escala a medio camino en Camagüey. Luego se devuelve a Santiago, haciendo de nuevo escala en Camagüey, el antiguo feudo de Huber Matos, para hacer el viaje redondo. La ruta de Camilo Cienfuegos, durante su ir y venir, pasa a menudo por Camagüey. Por fin, el 28 de octubre (oficialmente), él toma el avión para La Habana. La ruta aérea entre las dos ciudades pasa sobre tierra firme, nunca sobrevuela el mar. Con todo es en pleno mar (siempre oficialmente) que desaparece ese día. Según la versión otorgada posteriormente por los dirigentes del régimen, los que al menos permanecieron en puesto, el tiempo era execrable ese día sobre Cuba, lo que explica la desaparición del pequeño Cessna de Camilo Cienfuegos, de su piloto y su jefe de escolta. La versión de Huber Matos es bien diferente: “Todos los registros meteorológicos del 28 de octubre de 1959, los de Cuba como los de los Estados Unidos, demuestran que no había mal tiempo ese día. Pero hay más: el piloto del avión de Camilo el teniente Fariñas, era un hombre de la vieja escuela del ejército de Batista, en donde había recibido su formación. Era un verdadero “pro” de la aviación. Y encuentro que este piloto había sido también mi piloto. En cuanto encontraba un problema. Me pedía permiso para llamar al Estado Mayor para comunicarle la menor alteración de nuestra ruta. Me decía: “Escuche, comandante, hay enormes cúmulos, todo es indeterminado. Permítame comunicarme con el Estado Mayor para recuperar altura, doscientos o trescientos pies, para evitar las nubes.” ó “comandante, pienso que es necesario buscar un aeropuerto de sustitución para detenernos y seguir mañana hasta Camagüey”. Le respondía: “¡Fariñas, no es necesario pedirme permiso, lo tiene!” Pero él, seguía: “Permítame a pesar de todo informar al Estado Mayor para decirles que vamos a modificar nuestra ruta. Yo realizó todos estos trámites porque es lo que se me enseñó hacer en la Escuela de Cadetes”. Huber Matos se pregunta entonces: “¿Y es este hombre el que desapareció con Camilo y su jefe de escolta sin dejar el menor rastro verbal de la modificación de su ruta? ¿El avión habría desaparecido en el mar mientras que toda la ruta se hace sobre tierra? ¿Se evaporó? No. Son los hermanos Castro que hicieron desaparecer a Camilo”. Dos comandantes y amigos, uno, Huber Matos, purgará íntegramente su pena de veinte años de prisión antes de tomar el camino del exilio e instalarse en Miami en 1980. Otro, Camilo Cienfuegos, no reaparecerá más. Pero éste tiene su retrato, el de un héroe, lleno de carteles por todas partes en la isla. Fidel Castro prefiere a los héroes muertos que vivos. Los contrastes de un mito El Che Guevara, el héroe de santa Clara, el combatiente heroico, el médico de gran corazón que se ha convertido en el símbolo de todos los combates el abanderado de los humillados, de los rebelados, de las víctimas mal encajadas, de los muertos de hambre, de los alter-mundialistas. El Che Guevara cuya estatua se eleva al final, del brazo de Fidel Castro quien la ha creado en todas las partes y se sirve aún hoy de escudo romántico. El Che Guevara, un mito que difícilmente resiste al enfoque de la lupa, no era solamente un hombre de gran valor, integro y consecuente con sus ideas, una figura fuera de lo común. Era tan lúcido y extremadamente honesto con el que lo envió a la muerte. Pero su carácter amargo, duro, a veces odioso, y su actitud a menudo injusta y de desprecio hacia sus prójimos como hacia sus enemigos ha hecho del revolucionario un personaje contrastado. Su aspereza y su dureza no eran desconocidas, así como su terquedad o la irracionalidad de sus ideas sociales o económicas. Ernesto Guevara encuentra por primera vez a Fidel Castro en México en julio de 1951. Bajo las ordenes de Fidel Castro, el argentino llega sobre los contrafuertes del macizo del Escambray, en el centro de la isla, el 14 de octubre de 1958 con la misión de tomar la dirección de todos los movimientos insurreccionales existentes. La batalla fue áspera ya que todos conocían su fe comunista y pocos lo aceptaban, en particular, los hombres del Movimiento del 26 de julio. Este movimiento fue creado por Fidel Castro después del ataque al cuartel Moncada el 26 de julio de 1953. Durante todo el período de la guerra revolucionaria, este movimiento fue la principal organización de la lucha insurreccional. Sus miembros debían en principio apoyar al Che, pero no podían impedirse el desconfiar de él. “El anticomunismo de la organización era visceral, comenta Juan Vives. En la Sierra del Escambray coexistían once grupos revolucionarios pero su punto en común era el rechazo de toda forma de comunismo: El segundo frente conducido por Emilio Carreras y Peña Torrado, el directorio del 13 de marzo2 . Emanación de la FEU (Federación Estudiantil Universitaria) dirigido por Faure Chomón y Rolando Cubela1 , un grupo disidente del directorio comandado por Eloy Gutiérrez Menoyo y el americano William Morgan, y otro grupo de nombre Triple A, apoyado por el ex Presidente Prio Socarras. Cuando el Che llegó al Escambray, la confusión era total y los distintos componentes de la revolución no estaban de acuerdo entre ellos. Como era su práctica Guevara quiso tomar la cabeza de todos estos movimientos”. En medio de esta turbulencia existía un puñado de franco tiradores de obediencia comunista bajo los órdenes de Félix Torres. La existencia de este grupo era la consecuencia de un acuerdo entre Carlos Rafael Rodríguez, dirigente del PSP y Fidel Castro en la Sierra Maestra. Conociendo el anticomunismo de los grupos que operaban en el Escambray, inicialmente se había instalado más hacia el norte y se habían puesto a continuación al servicio de Camilo Cienfuegos que ocupaba la zona con su columna. Hombres venidos de ninguna parte, armados de fusiles de caza, viejos revólveres y carabinas de calibre 22 que no representaban mucho desde el punto de vista militar, pero que presumes con cierta sospecha para los otros movimientos. Juan Vives, originario de Trinidad, ciudad próxima al Escambray toma la guerrilla con una parte de su familia. Se unió a los rebeldes del Segundo Frente después de un año, cuando, a mediados del mes de octubre de 1958, se integra a la columna 8 del Che, en compañía del capitán Roberto Rodríguez, más conocido bajo el apodo de EL Vaquerito, jefe de la vanguardia militar del Che, hasta el 20 de diciembre de 1958, los hombres hicieron un balance antes de lanzar el asalto final contra un ejército regular donde la moral era muy baja. “No sabíamos lo que nos reservaba el futuro y decidimos atacar en primer lugar los pequeños pueblos. Fomento fue el primer pueblo que atacamos. ¡Por fin “ataque” era una gran palabra! Nos preguntábamos por qué nuestras tropas no pasaban a la ofensiva mientras que el enemigo estaba en posición de combate frontal. En realidad, esperar antes del asalto nos permitía esperar que el fruto esté bien maduro. Es en todo caso lo que pensaban algunos de la actitud del Che: disminuir los riesgos y preservar nuestras oportunidades de fustigar”. Desde el Segundo Frente oriental Raúl Castro tenía todas sus tropas en una ofensiva masiva. Juan Almeida delimitaba Santiago, mientras que Fidel Castro, camuflado en un campamento a dos kilómetros de los combates aproximadamente, presionaba a sus hombres de la columna número 1 tomar la guarnición de Maffo. Le tomó veinte días para llegar. Camilo Cienfuegos luchó tres semanas contra la de Yaguajay antes de reducirlos ya que cuando las tropas del ejército regular decidían resistir los combates eran largos y difíciles. En cambio, la columna del Che entró a Fomento sin ninguna resistencia. ¡Los campesinos recibieron a los rebeldes a los gritos de “¡Viva la revolución!”, “¡Viva Fidel, abajo Batista!”. La situación tenía más de fiesta popular que de una ofensiva militar. Cuando los barbudos llegaron delante de la guarnición enemiga, rodeados por los campesinos, ellos fraternizaron con los soldados de Batista cuya mayoría terminaron por unirse a la tropa rebelde. Ningún combate. Después de Fomento, Placetas, Remedios, Cabaiguán, Guayos que se rindieron. Se hicieron algunos disparos para la forma. A continuación, no hay combate, apenas algunos tiros aislados. En menos de una hora los rebeldes consiguieron convertirse en los amos de una serie de pequeños pueblos menores de diez mil de habitantes. No hay resistencia tampoco en Espíritu Santo, una de las ciudades grandes abandonada por los casquitos, los soldados de Batista. En menos de dos horas, los pequeños pueblos que rodean la ciudad cayeron sin dificultades después los otros. La Villa de Noel, la columna del Che se encuentra a las puertas de Santa Clara… “La gran epopeya militar, los grandes combates que describen las obras oficiales de la revolución nunca tuvieron lugar, corrige Juan Vives, justo algunas escaramuzas. El resto no es más que pura imaginación de historias falsificadas”. Las fuerzas gubernamentales, alrededor de dos mil de hombres, estaban concentradas alrededor y dentro de la capital de la provincia de Las Villas; Santa Clara, último cerrojo antes de La Habana. A principios de la tarde del 24 de diciembre de 1958, la noticia corrió que un tren blindado, conteniendo trescientos cincuenta soldados armados comandados por el coronel Rosell, venían hacia la carretera a Santa Clara para contener el anticipo de los rebeldes. Realmente. Se trataba de un tren compuesto de vagones destinados al transporte de fardos de caña de azúcar, reforzado por algunas placas de metal. Los rebeldes llevados por el Che instalaron su QG dentro de la universidad, sobre la carretera de Camajuani, a la salida de la ciudad. El Che lanzó a sus hombres al asalto del tren que había parado sobre una colina que domina a Santa Clara. El intercambio de disparos dura apenas una media hora. Desde el interior del tren, los soldados pidieron una tregua para parlamentar. Designados para representar a los rebeldes, Ramiro Valdés y Roberto Rodríguez se entrevistaron con el coronel Rosell, un militar de ingeniería civil, mientras que los soldados de las dos tropas terminaban por fraternizar. Después del encuentro Valdés y Rodríguez informaron al Che quien se encontraba dentro de la universidad: que el coronel estaba dispuesto a rendirse junto con su escuadrón, pero bajo ciertas condiciones. “El Che forma una comisión con Ramiro Valdés, Antonio Núñez Jiménez y Jesús Suárez Gayol, recuerda Juan Vives. En el momento de regresar hacia el tren, Roberto me puso un maletín que se abre en el medio, y me dice: “¡Ábrala! y me dices si has visto tanto dinero de la vida”. El tren blindado con sus hombres y su coronel Rosell acababan de ser comprados por los rebeldes por veinticinco mil pesos. Armas de buena calidad, las metralletas Browning de calibre 30 y 50 y los fusiles Garand, cayeron entre sus manos mientras que algunos revolucionarios recogieron viejos fusiles de la vigesimotercer hora”. Una enorme confusión reinaba en la ciudad Del Escambray ciento sesenta hombres se habían dirigido hacia Santa Clara. Pero a medida que se atraviesa por los distintos pueblos, la tropa se agrandaba. Cientos de mujeres y hombres venidos de no se sabe dónde se unían a las tropas rebeldes, un brazalete negro y rojo del M26-7, el Movimiento del 26 de julio, establecido al brazo como contraseña. Algunos habían recuperado las armas de los cuarteles desiertos, otros esgrimían viejos fusiles de caza, o revólveres y otros las manos desnudas Sin olvidar los desertores del ejército regular de Batista que se mezclaban a este mar indescriptible. Cada uno se vanagloriaba de ser “fidelista” … Una masa de campesinos, de descamisados, de sin vergüenzas, de borrachos, de mujeres de pequeña virtud, de mendigos. Una muchedumbre en delirio, incontrolable, disparando ráfagas sin ningún motivo a través de las calles de Santa Clara y persiguiendo a reales o hipotéticos esbirros de Batista. Tomaban los bares por asalto porque se auto designaban como funcionarios del ejército rebelde. La verdadera batalla de Santa Clara tuvo lugar, un poco más tarde: viejos aviones B26 comenzaron a bombardear la zona mientras que los escuadrones del ejército regular se habían situado en cinco puntos. Después de solamente algunos intercambios de disparos, los rebeldes los expulsaron. Solo la guarnición Leoncio Vidal ofreció una verdadera resistencia. El Che, temiendo que la batalla se prolongara, envió a dos hombres -Antonio Núñez Jiménez y Jesús Suárez Gayol-, dos comunistas, que nombró capitanes fijos en el campo, ya que nunca habían combatido, con el fin de negociar ante el coronel Cornelio Rojas la rendición de las tropas gubernamentales. “Cornelio Rojas aceptó inmediatamente entregar las armas, precisó Juan Vives, sin condiciones y sin haber librado el menor combate. La famosa batalla de Santa Clara, no la vi y con todo que formaba parte de la vanguardia armada rebelde. Contamos cuatro o cinco muertes entre nuestros hombres… Muertos por balas perdidas o por accidente. Durante toda la campaña en la provincia de Las Villas, no percibí ni una sola vez al Che tomar su fusil y plegarse. En santa Clara, no salía de la universidad, demasiado ocupado por su historia de amor con Aleida March una joven rebelde que se había unido a nuestras filas, acompañada de alguien llamado Armando Acosta. Este último sólo participó en una única escaramuza contra la guarnición de Guayos donde se escondió, paralizado por el miedo. Pero cuál no fue nuestra sorpresa cuando llegamos a La Cabaña después de la victoria, lo vimos enarbolar los galones de comandante y declinar su calidad de miembro del Partido Socialista Popular”. Lo que sorprendía a los subordinados del comandante Guevara, era su tendencia sádica a la humillación, al insulto y a la crueldad. Al día siguiente de la rendición de la guarnición Leoncio Vidal, el Che hizo fusilar al coronel Cornelio Rojas, sin juicio, a pesar de su promesa de respetar a todos los el que se habían rendido. En total, más de cincuenta ejecuciones de militares, policías y Tigres de Masferrer, una milicia paramilitar. Rolando Masferrer era una clase de crápula en los años cuarenta. Se convirtió a continuación en senador y tuvo serias confrontaciones con Fidel Castro. Sus Tigres tenían reputación por su crueldad contra los opositores a la dictadura. Las ejecuciones sólo cesaron debido a la orden de salir de inmediato para entrar en La Habana y de apoderarse de la prisión fortaleza La Cabaña. Esta característica del carácter del revolucionario se empeoró en esta fortaleza de la cual era el amo absoluto. Él forma los tribunales militares y las ejecuciones comenzaron, masivas y regulares, provocando el primer desacuerdo entre Washington y Fidel Castro. La prensa americana criticaba severamente esta ola de ejecuciones. Se elevaron voces en los países de la América Latina, la Iglesia Católica y sus obispos, la opinión pública cubana. Todos ejercieron presión para que las ejecuciones cesen. No se juzgó a la mayoría de los condenados. Los otros obtuvieron una parodia de juicio, cinco minutos, el tiempo de oír la lectura de su acta de acusación por el fiscal José Serguera, a quien llaman “Papito”. Juan Vives no olvidará nunca el caso de Benjamín Castaño, el antiguo jefe del BRAC (Oficina de represión de las actividades comunistas): “Su actividad consistía en prohibir las reuniones comunistas, en reducir la influencia de los sindicatos, pero nunca hizo mal a alguien. Su defecto supremo era ser obviamente anticomunista y eso el Che no podía perdonárselo”. Cuando su frase de muerte fue pronunciada, la Iglesia Católica y distintas embajadas, indignadas, pidieron su liberación; la respuesta del Che fue inmediata: “¡fusílenme a este cabrón esta noche para hacer callar a todos estos conneries!” Cada noche a las veintitrés horas comenzaba el chaqueteo de las balas del pelotón de ejecución. En primer lugar, las salvas y a continuación los golpes de gracia. A veces el macabro ritual se repetía veinte veces y más hasta los primeros atisbos del día. Los camiones cargados de ataúdes entraban a la aurora para recuperar los cadáveres. “Me acuerdo también, prosigue Juan Vives, de esos viejos combatientes de la Sierra Maestra llorando porque el Che los habían obligado a dirigir un pelotón de ejecución y a acabar con el condenado con una bala en la nuca. Me acuerdo también de un joven teniente que se negó a dirigir el pelotón. El Che lo degradó delante de toda la guarnición y lo envió a los calabozos de La Cabaña. Tenía un terrible deseo de desertar ya que no podía soportar más la presión diaria de esta fiesta macabra”. Después de algunos años pasó a la dirección del Banco Nacional de Cuba y a continuación como ministro de Industria, el Che Guevara iba a convertirse en indeseable en la isla. Sus experiencias acerca de “estimulantes morales” y sus teorías económicas eran catastróficas. Los dirigentes revolucionarios, sobre todo Raúl Castro, pretendían quitarse de encima la obra del Che. Se le envió en primer lugar como embajador itinerante a través de los países del tercer mundo, África en particular. Encontró la élite de los responsables del anti imperialismo africano y quiso darles una lección de “buenos revolucionarios” prediciendo una necesaria guerra continental. Éstos le respondieron que era un soñador. ¿En efecto, cómo unificar todos estos países dentro de los cuales se confrontaban etnias? En febrero de 1965 en Argel, pronuncia un discurso criticando abiertamente a los países socialistas que hace salir de sus casillas a los soviéticos. Un discurso que firma de manera definitiva su desaparición oficial de la escena internacional. Cuando se entrevista con el líder africano Gastón Soumaliot en 1963 en Tanzania, intenta forzarle la mano para lanzar una guerrilla. El africano no está de acuerdo con esta demanda y le pide al argentino dejar el continente. Los dirigentes del Kremlin, furiosos, rumian su venganza y exigen a Fidel Castro su separación. El líder cubano despacha al Che, rodeado de unos cincuenta de negros, mucho de los cuales indeseables ante la justicia en Cuba y no tienen ninguna experiencia belicosa, en el cenagal congolés. Los hermanos Castro están perfectamente conscientes de que tienen clara una muerte. En primer lugar, un Blanco, de sobre crecimiento psycho-rígido como el Che, no podía aceptarse como jefe de una guerrilla para los africanos. A continuación, ningún movimiento africano quiso unirse a la fuerza del revolucionario. En fin, la tropa conducida por el Che se componía de pobres belicosos muy mal de armas. Los soviéticos siempre malintencionados en su aspecto habían prohibido que ni una bala procedente del campo socialista llegara al Che. El poco armamento que obtuvo tardíamente era de origen chino. La derrota era inevitable. El Che se irritaba de no ser seguido de no ser incluido, de no ser ayudado, ser el jefe “de una banda de negros incapaces” como le escribió en una carta dirigida a Castro un mes después de su llegada al Congo. Vertía su bilis sobre sus hombres, torpe, cruelmente. Víctor Dreke1 , que fue su brazo derecho en el Congo, se acuerda que el Che, al descubrir que uno sus milicianos, José María Sánchez mantenía una relación con una africana, lo obligó a casarse inmediatamente. Se casaba a un hombre, casado y padre de tres niños en Cuba. Se suicidó. Cuando Fidel Castro leyó en público la carta de adiós que el Che le había dejado cuando iba para el Congo, el argentino comprendió que iban a sacrificarle. “¡Que triste es verse enterrado vivo!” confió en el Congo en Juan Vives en misión de contacto. En persona oye al comandante en jefe declamar sus adioses líricos sobre Radio La Habana Cuba, pronunciando frases de la gloria de Fidel que el Che nunca habían escrito, el argentino exclamó delante de Vives: “él aquí ha entrado en el culto de su propia personalidad”. Por lo tanto, cuando la tropa del Che se encontró en mala situación y debe dejar cuanto antes el territorio congolés, Juan Vives es enviado con algunos hombres con la misión de sacar los cubanos y el argentino que se encontraba con ellos. La expedición fue dolorosa. Una verdadera fuga a través del bosque hostil. Las armas fueron lanzadas en los Grandes Lagos y el Che Guevara que sufría de crisis de diarrea se arrastraba lamentablemente. Las órdenes eran dejar al Che en Dar Es Salam, los otros pudieron continuar su ruta hasta Cuba vía Argelia. El exilio del Che duró varios meses. Agotado y enfermo, no salía de la embajada cubana en Tanzania. Pablo Rivalta, el embajador y agente de la DGI, estaba impaciente. Dirigía regularmente cables cifrados a La Habana para saber que hacer, el argentino está mal a su modo de ver al punto de decidir “suicidarse”. Su esposa Aleida fue enviada ante el Che para que se sienta mejor. Finalmente, la orden llegó de hacerlo pasar a Checoslovaquia con una parada discreta en Argel. Permaneció incognito en la ciudad balnearia Karlovy Vary algunas semanas aún para recuperarse hasta el momento en que agentes de la KGB lo localizaron. Los soviéticos furiosos les dieron ocho días a los cubanos para hacerle salir del país antes de que den la orden de expulsarlo. Fidel Castro fue obligado a elegir a Ramiro Valdés para convencer al Che de regresar a Cuba, maquillado e irreconocible. Este último obtuvo incluso la promesa de que volvería a salir con un nuevo grupo y crear un foco de guerrilla en un país de América Latina. Nueva manipulación del comandante en jefe que sabía muy bien que Moscú no podía tolerar que el Che reapareciera en público. Antiguos oficiales, más algunos campesinos, fueron entrenados en la región de Pinar Del Río. “Con estos hombres, conquistar el más pequeño cuartel habría sido un milagro, confiesa Juan Vives, un día lo acompañó mi tío el presidente Dorticós al campo de entrenamiento de Pinar Del Río. Al salir me dice. “Él Che sabe que no saldrá vivo”, confirmando lo que entre nosotros muchos pensaban desde hace varias semanas”. En Bolivia, el armamento prometido por Castro nunca llegó y la radio supuesta a transmitir y recibir información desde La Habana no funcionaba. Hasta el Partido Comunista Boliviano. Mario Monje se negó categóricamente. Por lo tanto, la guerrilla del Che se encontró completamente aislada. Solamente Tamara Bunke, una alemana nacida en Argentina, agente del Stasi y la KGB, hizo llegar al grupo de rebeldes algunos fusiles viejos que se engatillaban cuando iban a ser usados y las granadas que no estallaban. Era la amante del Che, pero desempeñaba un papel curioso. Cuando muere durante una confrontación contra el ejército regular boliviano y los soldados identificaron su cadáver. Se enterró a Tamara Bunke con honores militares. “Realmente la alemana era un agente doble, confía Juan Vives, entre las armas que entregó a los rebeldes había sido disimulado señalizadores por agentes de la CIA de connivencia con la KGB, permitiendo así un seguimiento al rastro de los guerrilleros”. Aparte de algunas escaramuzas, los rebeldes no tuvieron que combatir a menudo. El informe de las fuerzas era demasiado desequilibrado y los hombres del Che no podían sino ocultarse y esperar en una zona del altiplano boliviano sin vegetación y dónde el agua es un producto raro. El Che Guevara recorría la meseta andina en todos los sentidos. “Buscaba a Tamara Bunke que había partido con otro grupo de guerrilleros, explica Juan Vives, el hombre se sabía perseguido, su asma lo torturaba. El Che acumuló errores estratégicos y militares. Habría debido volver a bajar hacia una región más tropical, enmontada, dónde cada hombre emboscado vale por cientos. Sacrificó su vida y la de sus camaradas”. Al corriente de las dificultades del grupo en Bolivia. Vives se rencontró un día con Raúl Castro en el Ministerio de las Fuerzas Armadas y le pregunta si debe ir con algunos hombres para sacar a los rebeldes, como ya lo hizo en el Congo y antes otros grupos en Venezuela. Vives piensa sinceramente que la operación puede coronarse con éxito. ¡La respuesta no se hace esperar… “¡que se joda El Argentino!” Lanzó Raúl Castro, “¡que estalle El Argentino!” Cuando regresó a Cuba después de un largo rodeo que le condujo, en particular, a Chile, “Benigno”, uno de los últimos supervivientes de la epopeya boliviana, descubrió que los hermanos Castro habían prometido al Che antes de su salida para Bolivia que un centenar de hombres suplementarios se incorporarían inmediatamente terminado su entrenamiento. “Una promesa “lata”, explica “Benigno”. En cuanto el Che llegó a tierra boliviana, se desmovilizó a estos hombres, se les dice que vuelvan a sus rutinas y olvidar hasta la idea de esta expedición. Pude encontrar algunos a mi regreso y me lo confirmaron. Me negaba a creer que nos habían traicionado y abandonado, comprendí en ese momento que era necesario dejar Cuba”. Con todo, hasta en su ejecución en una pequeña escuela boliviana, nunca el Che acusó a Fidel Castro de que fuera él quien lo había destinado a una muerte segura. Siguió siendo noble hasta el final, seguramente para no perjudicar a la revolución y a sus ideales. La leyenda, forjada por el caudillo cubano, infló esta nobleza de sentimientos hasta hacer un mito del que se sirve aun abundantemente. ¿El Che por Korda? La Habana, un inmenso retrato del Che Guevara adorna la plaza de la Revolución. Es una clase de escultura tubular que reproduce la famosa fotografía del argentino reproducida en millones de ejemplares. Seguramente la fotografía más conocida del mundo y más explotada. Esta fotografía, por supuesto, tiene una historia, pero no muchas veces dicha por la propaganda oficial cubana, al menos con respecto al verdadero autor de esta fotografía. El 5 de marzo de 1960, cientos de millares de cubanos escuchan los discursos de sus dirigentes que estigmatizan las circunstancias de la explosión del buque de carga francés Le Coubre, este buque de carga venia trayendo armas procedentes de Amberes contenía en sus bodegas veinte mil fusiles FAL y FAP y varias toneladas de municiones y granadas anti tanques. Los cubanos habían comprado este armamento gracias a las subvenciones de la población que han donado hasta sus bienes personales, relojes y objetos de oro, etc. Castro había obtenido estas armas a través de negociantes belgas ya que los Estados Unidos habían ejercido presión sobre Francia, Gran Bretaña e Israel para que estos países atiendan negativamente a la petición de los revolucionarios. La explosión del buque de carga en la rada de La Habana causo decenas de víctimas. ¡Ese día Fidel Castro pronuncia por primera vez el lema “¡Patria o muerte, venceremos!”, un lema que se ha convertido en emblemático de la revolución cubana y que concluirá todos los discursos del Líder Máximo. Arenga a la muchedumbre, con los explosivos en la mano, acusando a los Estados Unidos de este acto criminal. Entre los militantes y lo curiosos, un hombre joven, Juan Vives, deambula con una cámara fotográfica soviética en la mano, el ojo alerta, presto a saltar sobre todo individuo sospechoso. Se detiene a veces para tomar algunos tópicos de la tribuna donde se encuentran de pie varias personalidades de la joven revolución cubana. Juan Vives cuadro estas personalidades con el objetivo de su aparato de forma cúbico a manivela y desencadena el obturador. En un momento preciso el Che Guevara aparece sobre el extremo izquierdo de la tribuna, llevando una cazadora verde y negro y el cuello cerrado. Vives apoya en el desencadenante del aparato, rebobina con la manivela y se reinicia hasta terminar su rodillo. Él dará la película que debe revelarse varios días más tarde a Guillermo Cabrera Infante, el escritor y al tiempo director de la redacción de la revista Lunas de Revolución. “Este Diario poseía lo que era necesario para revelar las películas de fotos, se acuerda Vives, Cabrera Infante estaba de acuerdo en hacerme este favor ya que no le costaba nada”. Revisando en busca de fotografías, Vives descubre algunos retratos de grupo, “las fotografías de un aficionado”, piensa, y entrega inmediatamente el cajón de una oficina sin pensar mucho. Ocho años más tarde, en octubre de 1967, algunos días después de la muerte trágica del Che Guevara en Bolivia, un editor italiano Giangiacomo Feltrinelli, llega a La Habana en busca de fotografías del Che para hacer carteles. El mito del guerrillero heroico comenzaba a extenderse sobre el planeta y Feltrinelli, editor de izquierda que tenía a su crédito ser el primero en publicar fuera de la cortina de hierro el Doctor Zhivago de Boris Pasternak, buscaba un retrato “potente”. Vives, que habla varias lenguas, en particular, el italiano, es encargado por Castro de conducir al editor en las fototecas de las distintas redacciones: Revolución, Bohemia, Verde olivo…, y de ayudar a encontrar, excavando en la producción de varios fotógrafos oficiales, el tópico que le convendría. Hospedado en consecuencia en el hotel Habana Libre. Feltrinelli examina varios centenares de fotografías, pero ninguna parece convenirle. Se detiene a pesar de todo sobre la que llevaba en uniforme del Che con fusil en la mano. El editor vacila, no está de verdad satisfecho. Pone algún otro de coste sin entusiasmo. El joven Vives entonces le conduce donde Celia Sánchez que, hasta su muerte en 1980, fue la confidente del Líder Máximo, cuyos archivos personales conservaba. Nada hace mover a Feltrinelli. Cansado de todas estas investigaciones, Vives comprende la decepción del italiano, propone mostrarle algunas fotografías que había hecho en la ceremonia en honor a las víctimas del Le Coubre, haciendo hincapié en su condición de aficionado y pobre técnico. “Los tópicos en cuestión, ha dicho, su mala calidad.” Feltrinelli examina uno ellos de formato cuadrado y dentado sobre los bordes, enumera a los dignatarios en la tribuna y apoderándose de una lupa, la instala sobre la silueta del Che. Así agrandado, el tópico que mostraba las características concentradas del revolucionario y su aire hierático se llevan la decisión. Persuade al italiano que si ha encontrado lo que busca se lo lleve. Desgraciadamente, la cara es demasiado pequeña y se mezcla con la de los otros participantes. Pide entonces a Alberto Díaz Gutiérrez, alias “Korda”, un fotógrafo ya famoso antes de la revolución, retocar la fotografía. Se trataba de aumentar el retrato con el fin de aislarlo de los otros personajes y contrastar al máximo la cara del argentino. “Korda era un buen técnico, se acuerda Vives, y tenía los medios para satisfacer las exigencias de Feltrinelli, que quería que la fotografía esté solarizada para hacer resaltar mejor la cara del Che”. Korda se apodera del negativo que le vuelve a poner Vives para pulir el trabajo y hace así mismo una cincuentena de otros tópicos seleccionados por el editor. “¡Feltrinelli dedica un poco de dinero para comprar papel fotográfico, cosa que no era fácil de encontrar en las calles en Cuba y valía caro, pero es todo!” Algunos días más tarde, el editor regresaba para Italia, con el retrato del Che bajo el brazo. Iba a imprimir varias decenas de millares de ejemplares y a distribuirlos en las cuatro esquinas del mundo. Juan Vives no dice nada. Ni siquiera se preocupa de reivindicar al menos la paternidad de la fotografía y aún de reclamar los derechos (por otra parte, no más ayer que hoy). Todo pertenece a la revolución y se suprimieron los derechos de autor en Cuba. Considera también que Korda, efectuó la solarización y los retoques sobre su fotografía, Por lo tanto, como él puede reivindicar la paternidad de lo que pasó a ser la fotografía más publicada y más famosa del mundo. Llamado para una nueva “misión internacionalista” a finales del año 1967, Juan Vives tiene momentáneamente otras preocupaciones. Sólo cerca de quince años después se ha dado cuenta de su falta de discernimiento. Acaba entonces de romper definitivamente con el régimen castrista y se refugió en Francia. Solicitado por el editor Robert Laffont, publicó en marzo de 1981 un libro sobre sus aventuras cubanas durante veinte años. Los Amos de Cuba, donde menciona rápidamente la historia. “pensé a continuación para sonreírnos encontrar una entre las que habían hecho”, escrito en la página 184. Invitado por Bernard Pivot en su emisión Apóstrofes en abril del mismo año, confirma la anécdota en directo en el escenario delante de la figura asustada del animador. Nadie lo desmiente en las semanas, los meses siguientes, por esta causa: en esta época nula no sabe que es el autor de esta famosa fotografía. Alrededor de un año más tarde, cuando las autoridades cubanas obtienen la certeza de que Vives, el antiguo agente del G2, no volverán a entrar ya al redil, impulsan a Alberto Korda a reivindicar, por primera vez, la paternidad exclusiva de la foto símbolo del Che. “me envió un mensaje y luego una carta, confirma Juan Vives, donde se disculpaba por haberse apropiado de la fotografía explicándome que después de haber sido el fotógrafo personal de Fidel durante los primeros años de la revolución, había caído un poco en el olvido, que se había convertido en un aprieta un botón en el acuario de La Habana y que por ser el autor de esta celebre foto, él volvía a obtener notoriedad. Al final, que yo no tenía más preocupaciones materiales mientras que él y su familia no tenían que comer todos los días. ¡No le respondí y adormecí su carta!” En adelante para la opinión pública, Korda es el autor de esta fotografía, nadie lo duda y Vives se burla. La manipulación es perfecta, Korda a principios de los años 80 realiza un nuevo negativo haciendo una copia de los originales, 6x6 sobre una gelatina Kodak X Pan Film 24x36, y se juega el abuso. Con todo, varios detalles vienen a perturbar esta historia: en primer lugar, la publicación de una obra en 1986 de las ediciones Bernard Barrault. La comisaría de los archivos de Alain Jaubert, subtituló las fotografías que falsifican la historia, publicado en la ocasión de una exposición en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de París. En la página 162, Juan Vives, claramente indica como es el autor de la fotografía y da precisiones: “Es una fotografía que tomé cuando estaba entre la muchedumbre. Había al menos cincuenta personas alineadas en la tribuna en torno a Castro… La fotografía nunca había sido publicada tal cual. Se veían varias personas que estaban exiliadas, otros que estaban en prisión, aún otros que habían sido fusilados. Pero en el grupo se reconocía al Che. Es este minúsculo detalle que se eligió. Se le agrando excesivamente extrayéndolo en papel con un muy alto contraste.” Extrañamente estas revelaciones no movieron a nadie. Ningún proceso se intenta en contra de Juan Vives por mentir o tentativa de apropiación de una foto cultura. Ninguna protesta, incluso ni un desmentido se opone a sus afirmaciones. En cambio, la hija de Alberto Korda, Diana Díaz López, ha ganado un pleito contra la organización Reporteros Sin Fronteras que había difundido más de mil de afiches con la fotografía del Che con un garrote en la mano, sobre los cuales se escribía: “Bienvenido a Cuba la más grande prisión para los periodistas del mundo”. Condenada por “desvío manifiesto de la obra” RSF debió pagar mil euros por daños más los intereses, la obligación de retirar los afiches y las tarjetas postales y la prohibición de utilizar el montaje en su sitio web. Alberto korda murió en París en abril de 2002. En octubre de 2002, otro libro, titulado Cuba por Korda, publicado por Calmann-Lévy y Jazz Ediciones, indica en su prólogo, escrito por Jaime Sarusky y Alessandra Levy, la esposa del antiguo embajador de Francia en Cuba, asignó la famosa fotografía a Alberto Korda y se publicó en el diario Revolución, el 15 de abril de 1961. Consultamos los archivos de los Diarios, conservados en la Biblioteca de documentación internacional contemporánea (BDIC) de Nanterre. En la fecha Indicada, hay una fotografía del Che pero no se asemeja ni de cerca ni con mucho a la que el mundo entero conoce. No es la que un antiguo agente secreto considerado como traidor por el régimen existente en Cuba, sea el autor de la fotografía más emblemática de la revolución. Para pagar a cambio a Alberto Korda el hábil fotógrafo, las autoridades cubanas le permitirán hasta su muerte dejar que desfilen por su casa turistas y admiradores a quienes les venderá cada fotografía autografiada… desde cien hasta trescientos dólares la pieza. La revolución sabe recompensar a sus fieles servidores. Una parte apretada pero calculada Cuando, en octubre de 1962, la tensión creada por la crisis de los misiles estuvo en su cima y que el mundo retenía su respiración, los dos protagonistas no preveían lanzarse en un conflicto nuclear peligroso. Americanos y soviéticos, durante esos trece días en que la suerte del planeta se jugaba, midieron sus músculos y su capacidad de resistencia. Por una parte, apretada pero calculado a escala del globo, en las barbas de Fidel Castro que le gustaba pensar que los misiles soviéticos se habían instalado para proteger su régimen. Incluso antes los americanos no publican sus famosas fotografías tomadas por aviones espías U2, que probaban la existencia de bases de cohetes soviéticas en Cuba, las redes infiltradas de la CIA sobre la isla indicaban el desembarco de los primeros misiles M.R.B.M e I.R.B.M en el puerto de Casilda, cerca de Trinidad, y de las baterías antiaéreas SAM2 en el puerto de Mariel, llegados a bordo del buque Poltava. Los aviones U2 prosiguen los sobrevuelos de la isla a muy baja altitud con el fin de obtener una mejor definición de las fotos aéreas y detectar, gracias a aparatos ultra sensibles, la menor radiactividad. Las fotografías no hicieron más que confirmar lo que Washington ya sabía. Agentes altamente especializados espían en torno a las bases soviéticas en Cuba y han constatado también que no existía ningún rastro de radiactividad. Eso significaba que los misiles no se armaban aún con cabezas nucleares. Nikita Khrouchtchev como John Fitzgerald Kennedy estaban conscientes de que jugaban una partida reñida. Pero ni uno ni otro querían ser el causante por el cual una catástrofe nuclear podía llegar. El primer secretario del Partido Comunista de la Unión Soviética deseaba mostrar su determinación a un presidente americano a quien había juzgado inofensivo cuando lo encontró en Viena algunos meses antes, y empujar la máquina de guerra hasta el punto límite con el fin de obtener algunas ventajas, sin por ello romper el frágil equilibrio existente. Por su parte Kennedy había decidido darse aires antes de que amanezca de hombre firme y determinado delante de los comunistas y Fidel Castro. El presidente americano quería, por eso, reanudar la mano después de la desastrosa operación de Bahía de Cochinos, durante la cual se negó a apoyar a la brigada de invasión, compuesta de exiliados cubanos. La CIA dirigida en la época por Allen Dulles estuvo cubierta por el ridículo. Volvió solo a Kennedy responsable del fracaso ya que había prohibido, en particular, a las fuerzas aéreas y a la flota americanas apoyar la operación. Los contactos entre servicios secretos americanos y soviéticos nunca se rompieron a lo largo de la crisis que sostuvo hasta el final el largo y doloroso brazo de hierro. A pesar de la certeza que tenían los servicios de información americanos que los misiles estaban desarmados, el brazo de hierro continuó, cada uno esperando que fuera el otro en retratarse en ser el primero en pegar ante una opinión pública paralizada. “Es irritante ver hasta qué punto la historia es manipulada, deplora Juan Vives, quien tenía 17 años en la época de los hechos y fue un protagonista del acontecimiento. Se intentó hacer creer al planeta entero que la humanidad estaba a bordo del Apocalipsis, cuando fue realmente una clase de juego de póquer de aficionados. Una noche antes del principio de la crisis, el Che me pidió que le dijera lo que había oído en la radio. Le di cuenta de una información preocupante que había retenido, que estábamos a bordo de un conflicto nuclear, y me respondió que no me preocupara, que se trataba de gesticulaciones militares de alto vuelo donde cada uno quería mostrar sus bíceps, y concluye diciéndome que éramos nosotros quienes aceptábamos servir de payasos de la farsa,” Realmente, las maniobras (nombre de código “Anadyr”) para transportar los misiles, sus camuflajes y sus instalaciones in situ eran colosales y duraron desde el 9 de septiembre al 22 de octubre. Las tropas soviéticas colocadas sobre el suelo cubano formaban dos divisiones de más de veinte mil hombres cada una, y cincuenta iliouchine 18 llegados como repuestos colocados sobre distintas bases aéreas. Tanto material imposible de camuflar y menos a los ojos de la población cubana y aún más a los aviones espías U2 cuya vigilancia era constante. Ahora bien, aunque estos aviones espías estuvieran al alcance de fuego de los SAM 2, ningún TIR se desencadenaba. “El primer navío soviético que llegó el 8 de septiembre dotado con armamento convencional, prosigue Juan Vives, llevando a bordo a más de dos mil de hombres, fue el kortachov. Penetró en Cuba por la bahía de Cienfuegos y se trajo hasta Casilda por medio de tractores. Por la misma carretera entró el Kimovsk que transporta los ocho primeros misiles R12 y R14. Los U2 sobrevolaban sin cesar la zona, habrían podido ser abatidos por la DCA cubana, pero la orden era estricta: prohibición de disparar”. Ninguna respuesta a las provocaciones americanas podía tolerarse: los responsables militares del Ejército Rojo sabían que desobedecer esta consigna podía costarles el pelotón de ejecución. Una prueba suplementaria era que los soviéticos no dudaban que los americanos tuvieran conocimiento de estos preparativos y que los utilizaran como medio de presión. Los americanos por su parte sabían que los soviéticos sabían… Un verdadero mercado de engañados sobre la espalda de los cubanos. Éstos tenían la prohibición formal de penetrar en estos lugares, solo los centinelas cubanos estaban dispuestos alrededor para evitar toda intrusión. “Un día Fidel pasó un vistazo sobre el dispositivo de las operaciones y se lanzó en una perorata cuyo secreto ha durado hasta estas horas, se acuerda Vives, nos afirmó que se había puesto de acuerdo con Khrouchtchev sobre la implantación de los misiles a principios de julio durante un viaje secreto que había efectuado a Moscú y que, si se lanzaba un ataque americano contra Cuba, nos fijaríamos inmediatamente para destruir al imperio yanqui… Me di cuenta por primera vez, a pesar de mi joven edad, que Castro era un mentiroso y un loco peligrosos, ya que todo estaba en las manos del Ejército Rojo y nada en nuestras manos. Pero no podía imaginar, en esta época, poder irme del país y exilarme en Miami o en otros lugares. Mi tío, mi madre, mis amigos estaban allí y luego pensaba que las cosas podían cambiar”. ¿Desde el mes de agosto el líder cubano gritaba a los cuatro vientos que los americanos habían planeado un ataque contra la isla?, mientras que la seguridad del Estado había indicado nada alarmante. Una manera de preparar la instalación de las rampas de misiles. Durante este tiempo, Khrouchtchev probaba a sus adversarios: si los americanos no reaccionaban al segundo, luego sólo se retiraría una tercera parte del armamento atómico soviético que se establecería en Cuba y solo a cambio de gestos sustanciales. A las diecinueve horas del 22 de octubre, Kennedy durante una alocución de radio y televisión publicó la puesta en cuarentena a Cuba a raíz del descubrimiento oficial de las rampas de misiles soviéticas. En respuesta, el Kremlin por medio de su embajador en La Habana aumentó el tono y pidió acercar las cabezas nucleares a las bases de misiles. Pero nunca las cabezas fueron a menos de un centenar de kilómetros de las bases de lanzamiento. Según Juan Vives, “un golpe de amago continental”. Sin que Fidel Castro haya tenido una palabra que decir. Las negociaciones secretas continuaron en los salones de la ONU y cada día el líder cubano estaba más furioso al ver que no representaba nada sobre la escena mundial. El número uno soviético aceptó finalmente retirar los misiles de Cuba contra la promesa de que los americanos no invadirían la isla y que estos últimos iban a desmontar sus misiles Júpiter de Turquía e Italia, así como los misiles Thor de Inglaterra. El 25 de octubre de 1962, Castro envió la siguiente carta a Nikita khrouchtchev: “Hay dos situaciones posibles: la primera, la más probable, es el ataque contra algunos puntos con el objetivo limitado de destruir estos puntos; la segunda, menos probable, pero sin embargo posible, es una invasión (…). Si la segunda situación se lleva a la práctica y los imperialistas invaden Cuba con el fin de ocuparlo, el peligro que esta política agresiva representa para la humanidad es tan grande que, después de una acción similar, la Unión Soviética no debe permitir, bajo ningún pretexto, que los imperialistas puedan ser los primeros en lanzar un ataque nuclear contra ella. Les hago parte de lo que precede ya que creo que la agresividad de los impérialistas es extremadamente peligrosa y que si, de hecho, se deciden a una acción brutal, a saber, invadir Cuba, sería el momento de eliminar este peligro de una buena vez para siempre a través de una acción de legítima defensa y, aunque se trate de una solución dura y terrible, no hay otra alternativa. “La respuesta de khrouchtchev, fina pero firme, constituyó al final la de no recibir las sugerencias de Castro. Esta correspondencia entre los dirigentes cubanos y soviéticos fue revelada públicamente en 1990 por el mismo Castro y publicada al mismo tiempo por Granma y Le Monde1 . Después de una cólera loca, el Líder Máximo declaró el 27 de octubre que todo avión americano que pasaría en adelante al alcance de los DCA cubanos sería inmediatamente abatido. La orden militar soviética informó entonces a las fuerzas armadas cubanas que un nuevo avión espía U2 se había situado en su radar de control en la parte oriental de la isla, volando a baja altitud y a baja velocidad. Irritado por las provocaciones americanas a las cuales los militares soviéticos tenían prohibición de responder, el general Stepan Gretchko, comandante de las fuerzas terrestres en Cuba, pasando además de las órdenes de Nikita Khrouchtchev, decidió atender la petición urgente de la jerarquía cubana de tumbar el U2 dejando al mismo tiempo a los mismos cubanos la responsabilidad del comunicado. Raúl Castro, el ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, era imposible encontrar al igual que Fidel. “Es Celia Sánchez secretaria de la Presidencia cubana, afirma Juan Vives, quien dio la orden de abatir el avión espía. Cuando lo revivió poco tiempo después, es ella, quien me lo confirmó y me dice incluso que había tenido más coraje que Castro”. La única muerte de esta crisis fue el piloto del U2, el comandante Rudolf Anderson Junior, cuyo cadáver congelado permaneció por muchos años en la morgue del Instituto Médico Legal de La Habana. Durante esta crisis del Caribe, otro incidente habría puesto el fuego a los polvos y habría desencadenado un conflicto nuclear mundial: los submarinos soviéticos próximos a las aguas territoriales cubanas estaban dispuestos a lanzar sus misiles sobre uno de los buques americanos que bloqueaban el paso. Aislados de su Estado Mayor, los comandantes de estos submarinos, con los nervios al vivo, supieron guardar su sangre fría, seguramente conscientes del desastre que tal decisión habría podido generar. La mujer más poderosa del régimen La joven mujer que había tomado la decisión de tumbar el U2” enviado por la CIA era originaria de Media Luna, una provincia oriental cercana a Santiago. Hija de un médico de la burguesía cubana, fue siempre muy próxima a Fidel Castro. Es ella, Celia Sánchez Manduley, quien ayudó a los rebeldes desde su llegada a suelo cubano procedentes de México. Ella a quien Castro consideraba como su mejor confidente, la más fiel aliada sobre las cumbres de la Sierra Maestra donde velaba por el jefe de los barbudos como un ángel de la guarda. Por lo tanto, poseyó muy rápidamente un inmenso poder, que Castro le concedía: para llegar a él, era necesario obligatoriamente pasar por ella. Una mujer extraña a quien los primeros papeles no le interesaban. Permanecerá a la sombra del Líder Máximo hasta su muerte el 11 de enero de 1980 Pero ella fue también la única que se atrevió a hacerle frente, contradecirlo incluso y forzarle a cambiar sus planes. Pasó a ser al compás de los años un personaje inevitable de la sociedad cubana, muchos venían a consultarle para pedirle ayuda o protección. “Seguramente la mujer más poderosa del régimen, afirma Juan Vives. Incluso cuando Fidel ordenaba algo, si Celia no estaba de acuerdo, eso no se hacía. Era alérgica a las teorías comunistas, se definía como fidelista”. Celia Sánchez se convierte a la religión afro-cubana y se convirtió en una hija de santo, siempre vestida de blanco. “Me recuerdo muy bien un debate alto en color entre Celia y Fidel. Cada vez que pasaba por México durante mis peregrinaciones de agente secreto, traía a Celia las joyas aztecas en oro y piedras preciosas que adoraba. A la vuelta de uno de estos viajes, me pidió ir a verla en la casa que vivía Fidel sobre la arena de Tarará. Cuando llego, se animaba mucho el debate. Celia acusaba a Castro haber celebrado un acuerdo con una empresa holandesa con el fin de desecar la Ciénaga de Zapata-una zona pantanosa no lejos de la ciudad de Cienfuegos- con el fin de crear arrozales. Le gritaba que era un capricho de niño inmaduro, que había tomado su decisión contra el dictamen de los expertos y que derrochaba el dinero de la revolución. Gritó aún que no quería proponerse hablar más de esta cuestión y que se ocuparía de crear un parque nacional y un grupo hotelero con una cría de cocodrilos… E hizo lo que había dicho como siempre. La única persona en Cuba que fue capaz de controlar al comandante y de hacerlo razonar, era Celia Sánchez. Para mí eso sigue siendo un misterio: ¿cómo esta pequeña y menuda mujer, sin gracia y sin verdadero carisma, podía dominar a Fidel que se comportaba ante ella como un pequeño muchacho que baja los ojos cuándo su madre lo reprimenda?” El asesino y su madre La embajada cubana en París pudo gozar de un estatuto muy particular. Por ella y por sus dependencias comerciales o turísticas pasaron grandes intelectuales, tales como el músico Harold Gramatges y el escritor Alejo Carpentier y también hombres y mujeres que tenían que poner en sordina una parte de su pasado, como Caridad llamada “Cachita” Mercader, la madre del asesino de Trotski, Ramón Mercader, que encontró refugio en Cuba en 1974 después de su larga detención en la prisión de Lecumberri en México, o también La Payita, secretaria particular y amante de Salvador Allende, que elige vivir un tiempo en París después del golpe de Estado de Pinochet el 11 de septiembre de 1973. La presencia de la madre de Ramón Mercader en la embajada de Cuba en París, ya indicada por el escritor cubano exiliado Guillermo Cabrera Infante1 , así como la de sus hijos en la isla, durante mucho tiempo se ha considerado como un enigma. ¿Se trataba de una solicitud de Moscú para mantener lejos de su territorio a un “héroe nacional” incómodo? Aún más, es que la mayoría de los movimientos trotskistas en el mundo apoya y siguen apoyando el régimen castrista, saber que éste protegió durante años al asesino de su guía intelectual. Juan Vives encontró, durante una de sus estancias en París a la madre de Mercader. “Era recepcionista de la embajada. Fui afectado por su fuerte acento español. Pedí entonces al embajador me dijera quien era esta mujer. Me respondió que era la madre de Mercader y que era Fidel en persona que había pedido darle este puesto con un salario de cónsul y todas las ventajas inherentes a la función diplomática. Le digo que así los soviéticos podían saber lo que entraba al embajador, estalló en una carcajada, luego él me respondió que a pesar de todo era de origen cubano, dado que había nacido en Santiago de Cuba”. Vives antes había encontrado a sus hijos en La Habana, en los salones del hotel Habana Libre, donde ambos residían, uno como agente de la seguridad del Estado, otro como huésped del Gobierno. “La primera vez que vi a Ramón Mercader fue en 1961 dentro del bar del hotel, el bar Las Cañas. Ya había observado su presencia en otras ocasiones, parecía silencioso, solitario. Un día, un agente del Ministerio del Interior le invitó a sentarse en nuestra mesa. Se le habría dicho a un perro errante en busca del menor gesto de amistad. Hablaba español con una entonación que pedía prestado lo mismo al acento de México que al de Barcelona. Más tarde le invité a almorzar y me había explicado que tenía dificultades en permanecer en lugares demasiado abiertos, después de haber pasado tantos años en prisión en México, él prefería los lugares cerrados. Indiferentemente se sentía mal y podía desmayarse”. Su madre y él habían dejado España para ir a Moscú al final de la guerra civil. Allí había sido reclutado por un coronel de la KGB con el fin de asesinar a Trotski. Por otra parte, no estaba el solo. Otros agentes de origen español, trabajaban en el mismo sentido, pero ellos se dividían completamente. Todos estaban apoyados por la sección de la KGB en México. Una vez realizada su misión, Mercader debía repatriarse a la URSS, pero las cosas habían salido mal y se encontraba recluido en prisión. A causa de su “hazaña”, se le había ascendido a coronel de la KGB, pero sabía pertinentemente que no encontraría jamás un puesto en el servicio activo. Con todo, durante su larga estancia en la prisión en México, fue protegido permanentemente por los soviéticos, a través del partido comunista mexicano, que pagaba a la vez a los encargados de la prisión y a los delincuentes, todos los cargos para garantizar su seguridad. “Había numerosas visitas de personalidades, en particular, la cantante española Sara Montiel, entonces en plena gloria. Por otra parte, me mostró una fotografía con ella dentro de la prisión. “Mercader tenía siempre los bolsillos llenos de billetes, ya que la KGB le pagaba una pensión, la embajada soviética en Cuba le proporcionaba todo lo que necesitaba. “Un poco más tarde, tuvo derecho a una suntuosa casa en el barrio residencial de Siboney en La Habana, con un cocinero y un mayordomo a su disposición. Ambos debían naturalmente informar de los mínimos hechos y gestos al Ministerio del Interior el MININT. “Lo visité en sucesivas ocasiones. Su refrigerador estaba siempre lleno de las botellas de vodka y cajas de caviar de un kilo, siempre me ofrecía varios, así como una caja de botellas de vodka. “Yo me he enterado accesoriamente que sufría de un cáncer. Un día se me informó que se había ido a Moscú, ya agonizante, donde murió y fue enterrado con los honores reservados a los héroes de la Unión Soviética. Soñaba con regresar a Moscú, pero fue solamente para morir”. Además de la madre de Ramón Mercader, la embajada de Cuba en París albergó a una serie de espías, esencialmente de los agentes de la Dirección General de Inteligencia (DGI) encargados de misiones de contacto con terroristas de paso o ellos mismos en tránsito para los principales puntos calientes del planeta. DUODÉCIMA PARTE LO EMPOLVA LOS OJOS La propaganda, primera arma del sistema Para realizar sus intenciones, el régimen castrista utilizó a partir de su llegada, además de sus legiones, más eficaz que las armas: la propaganda. Organizada con método, respondía a la necesidad de disfrazar la verdad para volverla conforme a los deseos de los dirigentes revolucionarios. Una clase de espejo que deforma y que el sistema va a utilizar hasta el abuso. Objetivo: demostrar el fundamento de las tesis revolucionarias y hacer de la experiencia cubana un laboratorio que se debe exportar, el socialismo al método Castro. Esta propaganda erigida en dogma va a proveerse de activos de la seducción y de todas las formas de manipulación, facilitados por la languidez del Caribe y el carisma de un padrino tropical. Si existe, desde 1997, una estatua gigantesca del Che Guevara en Santa Clara, un monumento a John Lennon, considerado por el régimen como próximo de sus ideas políticas, una estatua de José Martí con un pequeño balsero en los brazos, no hay estatuas de Fidel Castro en Cuba ni retratos oficiales, pero es omnipresente sobre las ondas de radio y las pantallas de televisión. La imagen fue uno de los primeros instrumentos para forjar la propaganda que glorificaba al Líder Máximo. En la Sierra Maestra, ya, Castro había conseguido equivocar al periodista americano Herbert L. Matthews, haciendo enmarañar ante él, en 1957, los mismos soldados en distintos momentos, haciéndole así creer que estaba a la cabeza de un pequeño ejército mientras que sólo se trataba de un puñado de guerrilleros. Una verdadera comedia artística. Las fotografías se publicaron en la prensa americana, forjando así la primera leyenda, las de un fuera de la ley de gran corazón rodeado de sus combatientes que luchan contra una dictadura corrompida. París Match apuró el paso a sus competidores americanos gracias a las fotografías de Enrique Meneses. En el momento de la toma del poder, los elogios al “liberador” fueron la obra en primer lugar de sus partidarios. La revista Bohemia, que había contribuido mucho al renombre de los rebeldes, presentó en portada un gran retrato contra prolongado de Castro, acompañado de un editorial ditirámbico sobre su gesto y su personalidad. El “doctor” Fidel Castro, como se le llamaba, ya era el Líder sin división. Roger Pic1 . Fotógrafo y reportero, confiaba de buen grado la manera que le hizo el retrato a Castro algunos meses después del triunfo revolucionario. “Quería simplemente algunos tópicos él. Para mi gran asombro me implicó en un gimnasio en pleno centro de La Habana y se puso a levantar pesas, a saltar sobre un potro con arzón. Resumidamente, estaba listo a todo con tal que lo tome bajo su mejor ángulo”. Mucho antes de la confirmación por el régimen del carácter socialista de la revolución, los soviéticos a su servicio reflejaron su larga experiencia en la fabricación de cultos y leyendas. Una decena de expertos, para la mayoría de los niños republicanos españoles, los “niños de la guerra”, enviados a la URSS poco antes de la victoria de los franquistas, viajaron a Cuba para poner a punto un sistema de propaganda que no dejaría nada aleatoriamente. Trabajaban en realidad para la KGB. Sólo a partir de octubre de 1960 es cuando los soviéticos aparecieron con la cara descubierta, cuando Alexander Alexeïlev desembarcó en primer lugar en La Habana como periodista de la agencia Tass antes de ser nombrado embajador de URSS en Cuba. Es él quien impulsó la creación del departamento de orientación revolucionario, el DOR, dirigido por Fidel y Raúl Castro en persona y cuyas oficinas se situaban en el edificio del Comité Central del Partido. Contó para su creación con cerca de ochenta colaboradores encargados de extender la leyenda de la infalibilidad del jefe y también embellecer las biografías de las mis dirigentes revolucionarias, si es preciso poniendo en escena nuevas hazañas. A la cabeza del organismo de propaganda y adoctrinamiento: Edith García Buchaca, una estalinista de buen tinte. Ella se casa una primera vez con Carlos Rafael Rodríguez, economista y personaje - clave del régimen castrista que había sido antes ministro sin de Cartera de Batista en los años 40, luego se casó de nuevo con Joaquín Ordoqui, un jerarca del Partido Socialista Popular. Este último fue comandante de las fuerzas armadas y jefe de la intendencia antes de asignarse a residencias a mediados de los años 60 cuando Castro, durante uno de sus numerosas revocaciones, decidió deshacerse de los antiguos comunistas implicados en el “asunto Marquitos1 ”. Reescrita la historia, reinventarla hasta cierto punto se convierte entonces en la regla. Minúsculas escaramuzas en la Sierra Maestra se transformaron en combates épicos, como fue el caso para una de las primeras acciones de la guerrilla, el ataque del cuartel La Plata, que sólo contaba con una decena de soldados dentro. La guerrilla se sentía en el deber de recordar la guerra de independencia llevada contra los españoles al final del siglo XIX. Al tiempo, los insurrectos cubanos, a la cabeza los generales Máximo Gómez y Antonio Maceo, tuvieron que enfrentar a un fuerte ejército español de ciento veinte mil hombres. Las columnas de Camilo Cienfuegos y del Che Guevara, encargadas de cruzar la isla de este a oeste, eran supuestas a haber republicado la hazaña del ejército de liberación de antaño, que había librado cientos de combates. Ahora bien, las columnas de guerrilleros castristas sólo tuvieron que efectuar un curso un poco sangriento, sin verdadera resistencia. Todo fue reinventado por la propaganda, así esta anécdota informada por Juan Vives tras la invasión de la Bahía de Cochinos en abril de 1961: “Cuando nos enteramos del desembarco, esperamos varias horas antes de enviar lo grande de nuestras tropas al sector de la Bahía de Cochinos. Era necesario estar seguro que no se trataba de una maniobra de distracción y que la verdadera invasión no iba a producirse por otra parte de la isla. Me encontraba, con oficiales superiores, en el cuartel general del ejército cubano, que estaba instalado fuera de La Habana. Recibimos un mensaje codificado que nos notificaba la orden de dirigirnos hacia la escuela de los oficiales de las milicias de Matanzas. “Llegué al lugar de los combates con un cierto número de reclutas, cuatrocientos o quinientos, a bordo de un autobús Leyland de color blanco. La orden era instalarse en una casa sobre pilotes a la salida del central azucarero Australia, aproximadamente a sesenta kilómetros del lugar de los combates. El capitán José Ramón Fernández alias EL Gallego, supervisaba las operaciones. Estaba en compañía del comandante Tomasevich para recibir instrucciones. Allí, vi a Fidel Castro sobreexcitado, histérico, en directo gritaba por el teléfono. Se arremolinaba en el sitio, con el teléfono en la mano. Imposible de abordarle en ese momento. El realizador (cineasta) oficial rodó esta imagen en las Actualidades Cinematográficas, Santiago Álvarez. Durante este tiempo, el comandante Fernández preparaba la contraofensiva sobre cartas militares. Nos pidió dirigirnos directamente hacia la Bahía de Cochinos, para intentar impedir el anticipo de las fuerzas enemigas, a la espera de los refuerzos. Nos explicó que el primer choque iba a ser brutal. Repentinamente Fidel se dio cuenta de nuestra presencia en el sitio. Él eructa la misma orden, luego lanzó a tierra la boina verde que llevaba y ella se atascó con rabia. “El Gallego nos hizo la firma de partir luego él vino a unirse con nosotros. Nos dice que Fidel se irritaba porque aviones B26 estaban bombardeando esporádicamente la zona. Exteriores, Tomasevich me dijo que, desde el tiempo de la guerrilla en la sierra Maestra, Fidel se asustaba cuando la aviación atacaba. “Nuestra misión era llegar al lugar de los combates por la única carretera que había. Era criminal enviar tropas en autobuses por esta carretera. La aviación bombardeaba el sector. Cuando los B26 pasaron sobre nosotros, liberaron sus bombas, incendiaron tres de los autobuses con todos sus ocupantes dentro. Pero rápidamente la DCA cubana cortó a estos viejos cucos de la marina americana. “A lo largo de los combates, Fidel no salió del QG. Cuantos hay, me pidió varias veces como si no hubiera más aviones enemigos”. Bien después del final de los combates, que sólo habían durado tres días los militares recibieron la orden de eliminar un perímetro de seguridad de cuatrocientos metros cuadrados con ayuda de los quince tanques T34 dispuestos en semicírculo sobre Playa Girón, Bahía de Cochinos, dos mil quinientos hombres más dos compañías de seguridad garantizaban la protección de la zona. Otro tanque avanzó entonces hasta la playa, frenando solamente cuando se encontró al borde del agua. “Yo vi a Santiago Álvarez calcular la distancia y disponer sus cámaras alrededor. Vino entonces a avisarnos que Fidel iba a llegar y que no era necesario dejar pasar a los milicianos. Seguridad obligada. Sólo podían acercarse los oficiales superiores y las compañías de protección del Ministerio del Interior. “Alrededor de una hora después, llegó Fidel escoltado de un convoy de blindados TR22, mientras que él estaba a bordo de otro blindado. “Se puso a discutir con el realizador Santiago Álvarez, luego subió en el tanque escotilla abierta, la mitad de su cuerpo sobrepasando el blindado. Con su dedo, señaló el barco Houston hundido por la aviación cubana. Fidel descendió del tanque y preguntó al realizador si eso era todo. Repitió la escena cuatro veces. Cuando Santiago Álvarez le dice que todo está OK, Fidel volvió a salir en su convoy blindado. Así era como él aparecía como el gran estratega y ordenador de la batalla. Realmente, fue “el Gallego” José Ramón Fernández, aún hoy miembro del Comité Central, que había dirigido todas las operaciones. Antiguo militar de Batista formado en las academias de guerra americanas, en particular, en West Point, el Gallego era el único en conocer el arte de la guerra. Pero éste no tomó sombra del narcisismo de Castro, Fidel se sentía en el deber de ser el héroe y el único amo a bordo”. El documental se proyectó en ciclos en Cuba y en los países del Este, donde adquirió varios precios. Las actualidades del Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficos, el ICAIC se volvieron el principal vector de la imagen del comandante en jefe. Discursos de Fidel, viajes de Fidel, hazañas de Fidel. El realizador Santiago Alvarez1 asumió el papel de documentalista personal del Líder Máximo. Sus primeros corto-metrajes serán experimentales, destinados a denunciar con imágenes los choques de la segregación negra en los Estados Unidos tomando abiertamente partido por los Black Panthers, y que Cuba acogía a los militantes que secuestraban aviones de líneas americanas hacia la isla. A mediados de los años 60, en efecto, decenas de aviones de líneas interiores americanas eran secuestrados por militantes de los Black Panthers muchos de los cuales eran antiguos activistas del movimiento Black Muslims. Ellos esperaban ser acogidos y pasar a formar parte militarmente de la guerrilla urbana para el régimen castrista. Pero éste, no sintiéndose seguro de su militantismo, los devolvía entrenados a los campos del Fatah en Argelia. Las películas de propaganda de Santiago Álvarez tomaban también por ejemplo la lucha de los vietnamitas, en Hanói, martes 13, haciendo de cada imagen un prospecto anti-imperialista. Más tarde, Álvarez se volvió mucho más ortodoxo en sus realizaciones. Rodó de manera más convencional al comandante en jefe en gira por la URSS y en los países de África, recibiendo el título de doctor honoris causa de la prestigiosa universidad Karolina de Praga o entrevistándose detenidamente con el número uno soviético, Leonard Brejnev, encapsulados ambos de un chapka para señalar bien, que pertenecían al mismo campo. Estos documentales interminables se proyectaban en la televisión y en las salas de cine, en paralelo a las películas soviéticas sobre la gran guerra patriótica o a ficciones de Alemania Oriental indigestas. La propaganda es también poner en la sombra a los que ya no agradan, hacerlos desaparecer de los documentos oficiales. Los deshonrados o los que eligieron el camino del exilio se ven sistemáticamente borrados de las fotografías oficiales. Fue el caso de Carlos Franqui el antiguo director de Radio Rebelde luego del diario Revolución, que dejó Cuba en 1968, y también el más reciente, de Dariel Alarcón Ramírez (“Benigno”), exiliado desde 1996, cuya imagen desapareció de todos los tópicos que describían la historia de la guerrilla del Che en Bolivia, exposiciones dentro del museo de la Revolución en La Habana. Fidel Castro debe ser el ejemplo para todos y no solamente en tiempos de guerra, en Cuba la lucha es permanente y el jefe debe estar sobre todos los frentes: saber usar el correo electrónico allí donde se encuentra, y también mostrar el buen camino a los trabajadores y hacerlo saber, es el secreto. Ahí tienes que él llega a un campo de caña de azúcar, según el diario Granma (del 6 de abril de 1966). “a la cabeza de una brigada entre quienes figuran Raúl. Dorticós y los otros miembros de la oficina política, el Secretariado y el Comité Central del Partido Comunista de Cuba y el Consejo de ministros”. ¿Qué vienen a hacer? Contribuir a la Zafra, la cosecha de caña de azúcar. Él mismo comenta delante de los periodistas sus conocimientos técnicos: “Mejoro mi técnica: ahora hago menos esfuerzos; corto con ritmo y constancia.” Luego vuelve a salir con su conclusión. Juan Villar, un joven empleado de un campo de trabajo, comentaba así la preparación necesaria en el trabajo realizado a continuación por algunas horas por todos los dirigentes: “Nos enviaban solamente para limpiar la paja de los surcos donde crecía una especialidad de caña llamada media Luna, muy fáciles de cortar debido a su blanda consistencia. Eran parcelas que era necesario mantener limpias e intactas con el fin de tomar las fotografías de los jerarcas del régimen cuando cortan la caña delante de los periodistas1 ”. Censura y lavado de cerebro En las salas obscuras, algunos espectadores protegidos por el anonimato y cansados de las apariciones constantes del comandante en jefe sobre las pantallas mientras que habían venido a buscar un momento de distensión, comenzaron al principio del régimen revolucionario a silbar sus apariciones, mientras que otros aplaudían. A veces, los dos grupos se venían a las manos. Las luces entonces se encendían y todo volvía a la normalidad. Años más tarde, un grupo de rock cubano realizó un vídeo clip para ilustrar una de sus canciones, titulado “Ese hombre está loco”. Las imágenes que aparecían en la pantalla eran las del presidente americano Ronald Reagan, principal objetivo de las diatribas castristas. Cuando el clip se proyectaba en las salas, todo el público reanudaba en coro el estribillo de la canción, pero a quien caricaturizaban no era obviamente a Reagan, era al Líder Máximo en persona. El clip y la canción fueron prohibidos en las emisoras de radio y en las pantallas. Propaganda y censura están íntimamente ligadas. Los sindicatos fueron rápidamente el objeto de un trabajo de control muy intenso para eliminar los antiguos cuadros de la Central de Trabajadores de Cuba la CTC. Entre lo uno con lo otro, entre que se juzgó y condenó a Eusebio Mujal, el ex secretario general, a treinta años de prisión. Los sindicatos de los obreros de la prensa fueron el objeto de una atención especial. Los soviéticos impusieron cuadros comunistas del Partido Socialista Popular, el PSP. Es entonces cuando comenzó la práctica de las coletillas. Los artículos aún críticos hacia el castrismo se veían acompañados de una nota de los trabajadores del Diario ó el estudio, atacando el contenido del artículo y presentando la posición de los trabajadores, naturalmente conformes a la propaganda oficial. Poco a poco, los Diarios desaparecieron. En 1965, ya no hubo más que Granma, el órgano del Partido, y Juventud Rebelde, el órgano de la juventud comunista. Las emisiones de televisión en directo se suprimieron momentáneamente en 1967, tras la broma de un dúo de protagonistas cómicos, Los Tadeos. Uno preguntó: “¿Cuál es el colmo de un régimen político?” El otro le respondió: “Condenar a un pueblo a morir de hambre y ofrecerle un entierro gratuito.” El Gobierno acababa, en efecto, de publicar la gratuidad de los entierros. Los dos protagonistas cómicos fueron definitivamente prohibidos de ser televisados o difundidos por la radio. Después, las emisiones, de tele o de radio, difundidas en directo están bajo alta vigilancia, incluidos las mesas redondas estrictamente encuadradas y que siguen siendo la voz oficial del régimen. Todos los años después de la reunión de la Comisión de las Naciones Unidas sobre los Derechos Humanos en Ginebra, donde se señala sistemáticamente al gobierno cubano con el dedo y condenado, algunas voces de divergencia, los participantes de la mesa redonda en el Canal 1 se desencadenan contra los Estados Unidos, Israel, la Unión Europea, los antiguos, “países hermanos” y las naciones democráticas latinoamericanas que votan contra Cuba. La importancia de un acontecimiento se mide por la virulencia de las observaciones emitidas durante estos debates y, por eso, los emisarios enviados sobre todo a los lugares donde debe votarse una Resolución. Al palacio de las Naciones Unidas en Ginebra, son decenas, periodistas, miembros de organizaciones no gubernamentales, realmente enfeudadas al Gobierno cubano, diplomáticos y agentes de seguridad, encargados de intimidar a veces físicamente a los disidentes que presentan casos de violaciones obvias de los derechos humanos. Pero a medida que su caducidad física se vuelva visible, el cuadrado de fieles, los “descontentos” de Castro, se dan cuenta que su verbo dubitante no basta ya para movilizar las muchedumbres y a cumplir el papel que es el suyo: llevar muy arriba la voz de la revolución cubana. En adelante para ocupar el espacio de propaganda, donde el número uno cubano resta el mejor vector, los delfines, designados tomaron el relevo. Ocupan tribunas y estrados e invaden el pequeño tragaluz intentando plagiar su modelo en una clase de exorcismo colectivo durante estas interminables mesas redondas dónde todos discuten u opinan y se alejan de la línea prescrita con sus prohibiciones. La voz del Líder Máximo se encuentra así desmultiplicada. Las “mesas redondas” tienen aún y siempre por objeto denunciar las agresiones del “imperialismo” contra Cuba. El objetivo para los participantes del juego es demostrar que la Isla Caimán es capaz de devorar a sus enemigos. Pero excepciones confirman a veces la norma: así pues, cuando la Comisión de los Derechos Humanos condenó al régimen castrista en abril de 2005 por la ONU en Ginebra, el poder castrista eligió no reaccionar directamente, contrariamente a los años anteriores. La televisión ignoró la Resolución, presentada por los Estados Unidos y apoyada por la Unión Europea. Eligió contraatacar sobre el caso del contrarrevolucionario cubano de nacionalidad venezolana Luis Posada Carriles alias Ramón Martínez. Al pedir su extradición, el régimen castrista desviaba así la atención lo más lejos posible de Ginebra. Ante condenas recurrentes, la propaganda se encuentra hoy a coste de argumentos. Con todo, antes de la reunión de la Comisión, el gobierno castrista no había regateado sobre los medios para evitar un voto desfavorable. Había hecho firmar un documento por millares de simpatizantes en el mundo, y por varios Premios Nobel. Entre ellos “compañeros de viaje” de siempre: ¡La guatemalteca Rigoberta Menchú, la sur africana Nadine Gordimer, el argentino Adolfo Pérez Esquivel, y también el portugués José Saramago, que llevados habían expresado públicamente su ruptura con el castrismo tras la ola represiva de la primavera de 2003 pero que finalmente volvieron a entrar al redil, y, o sorpresa! , Mikhaïl Gorbachov, que había sido, en el tiempo en que ocupaba las más altas funciones en el partido comunista soviético, una personalidad detestada. Éste por otra parte, apoya también la disidencia interna, lo que muestra a pesar de todo un determinado grado de desorientación. Pero es la sempiterna confrontación todavía con el “Tío Sam” lo que está presente en todos los discursos, en todas las manifestaciones a las cuales se invita vigorosamente al pueblo cubano. En cuanto a las imágenes revolucionarias, es omnipresente ante todos los estratos sociales, especialmente ante los niños. Un lavado de cerebro inevitable. Los museos no faltan en la isla pero la mayoría exponen obras de arte o muebles antiguos. Los otros se colocan bajo la señal del triunfo revolucionario. El yate Granma siempre se exhibe en medio de un lugar en una jaula de vidrio bajo la vigilancia de guardias armados que vagan día y noche sobre el símbolo de la victoria. El museo de la revolución, situado en el antiguo palacio presidencial, rastro, como su nombre lo indica, con orgullo de las etapas mágicas de una revolución que envejece, pero aún de pie. El cuartel Moncada alberga en una de sus alas el recuerdo “del primer combate de Fidel Castro” y en una sala arqueada de La Cabaña se extiende la oficina, la calabaza, la brújula y distintos objetos del Che son exhibidos respecto a los visitantes. La propaganda no descuida nada para impresionar: el culto de los héroes, quienes están siempre vivos, se mantiene constantemente con el fin de perpetuar la llama en los niños cubanos y los simpatizantes extranjeros, para quienes la visita de estas reliquias de un pasado constantemente machacado forma parte del curso obligatorio. Los niños y el sonido joven el objetivo constante de la propaganda del régimen. Son “la arcilla fundamental de nuestra obra”, según la expresión del Che Guevara1 . Ve a Castro, por su parte, como el padre, hoy el gran padre, de todos los niños de Cuba. Éstos deben repetir al unísono: “¿Dame una F”, “F”, “Dame una I”, “I”, “Dame una D”, “D”, “Dame una E”, “E”, “Dame una L”, “L”, ¿“Que dice?” “¡Fidel!”, “¡no se entiende!”, “¡Fidel!”, “¡más fuerte!”, “¡Fidel! ¡Fidel! ¡Fidel! ». El comandante en jefe pronuncia a menudo discursos delante de los niños. Les pide entonces: “¿Quieren convertirse en delincuentes?”, “¡no!”, “¿Quieren convertirse en buenos revolucionarios?”. “Sí, ¡Fidel!”, “¡Fidel! ¡Fidel! ¡Fidel!”. Los niños deben incansablemente también imitar los episodios de la revolución. Así pues, en las celebraciones del 26 de julio, cuando se desarrollan en Santiago de Cuba, los pioneros “toman de asalto”, al amanecer, el cuartel Moncada, en presencia de centenares de otros niños medio dormidos y de Fidel Castro, él mismo goza de la reproducción de su propio ejemplo. Así pues, piensa, “la obra ideológica de la revolución será eterna ya que al reproducirse infinitamente por todas las generaciones últimas y futuras”. Sobre la carretera que conecta el aeropuerto internacional José Martí con el centro de La Habana, inmensos retratos de las estrellas mitificadas de la revolución, Che y Camilo, en particular, con lemas a la gloria del socialismo y la revolución, acentúan el paisaje. A la entrada de Santiago, sobre otro panel gigantesco, Fidel Castro, bajo las características de un eterno joven combatiente, lleva su fusil en un gesto de victoria. Bajo el retrato, una frase épica del estilo de las que cubrían ayer las paredes de Bagdad, y hoy aún las de Pekín o Pyongyang: “¡Santiago, rebelde ayer, acogedora hoy, heroica siempre!” el tamaño del cartel oculta detrás de ella otra realidad: en frente de una carretera arrollada, varias hileras de barrios de favelas. Este retrato no es más que un montaje puesto a punto por el chongo Leyva, un hábil fotógrafo del Ministerio del Interior. Y con todo, las autoridades cubanas entienden que no hay culto de la personalidad en el país. Con su adhesión a los principios del bloque de países del Este, Cuba se sentía en el deber seguir las consignas de discreción adoptadas por sus guardias soviéticos. Llevando, bajo influencia del Che Guevara, el régimen castrista había intentado copiar el modelo chino. La China de Mao Ze Dong y Albania de Enver Hodja habían pagado sin moderación en esta manía haciendo la imagen de sus dirigentes el elemento motriz de las movilizaciones de masa. Pero Castro tenía una excesiva necesidad de la ayuda soviética y países del COMECON para ponerse en frente falso a la URSS. Su imagen no podía pues sino ser subconsciente. Era mejor para él sustituirla por las de otros iconos revolucionarios. Pero las mejores intenciones difícilmente resistentes a la prueba del tiempo, los atletas cubanos presentes en los juegos olímpicos de Atenas en 2004 desplegaron sobre la fachada de su residencia una inmensa banderola adornada de una fotografía del comandante en jefe aún joven y sonriendo, sentado delante de un tablero. ¿Símbolo, vanidad o provocación? Otra del Che Guevara había debido ser retirada a petición del Comité Olímpico Internacional. Muchos oficiales y espectadores fueron a hacerse fotografiar delante del retrato del Líder Máximo, seguramente para pasar a la posteridad. A medida que el momento inexorable de la muerte del comandante en jefe se acerca, las referencias a su persona se hacen cada vez más presentes. Así pues, el 13 de agosto, fecha de su aniversario, adquiere poco a poco rango de fiesta nacional. La clavija maestra El Departamento de Orientación Revolucionario (DOR), cuyas oficinas se encuentran a proximidad inmediata de los Castro, es la verdadera clavija maestra de la propaganda del régimen. Se encarga de promover la personalidad del Líder Máximo, llegando hasta modificar el sonido de su voz, a menudo demasiado aguda, y de difundir exteriormente por todas partes sus discursos, que forman la esencia del pensamiento revolucionario. Este departamento creó sus propias unidades de producción con el fin de extender su propaganda sin obstáculos. Se dotó con material de imprenta ultramoderno, que pone enteramente al servicio de la imagen personal de Fidel Castro. Objetivo: enviar a cada célula del partido y a cada CDR la integralidad de los discursos del Líder Máximo, para que se comenten y se discutan hasta la saciedad. Este departamento es también responsable de la organización de las reuniones y manifestaciones “espontáneas”, que impresionan tanto a los extranjeros que visitan la isla, a las cuales tienen que participar todos los estudiantes becarios, así como los obreros. Se debe subrayar que se distribuye en lugares definidos consignas repetidas de antemano y por mucho tiempo, so pena de perder su trabajo o ver a sus niños imposibilitados de entrar a la universidad o ser expulsados. Las pequeñas banderas que cada colegial debe desplegar en estas reuniones se hacen con el papel que originalmente estaba destinado para fabricar cuadernos. Consecuencia: los cuadernos de colegial son un producto extremadamente raro en las escuelas. El primer canal de penetración en el extranjero estuvo constituido por Radio Habana Cuba, que forma parte de las cinco radios más potentes del mundo. Tal como ocurre con Radio Tirana en Albania, emite en distintas lenguas en todas las direcciones del conjunto del planeta, destinándose especialmente al mismo tiempo a países de América Latina y la cuenca del Caribe. Radio Habana Libre, otra estación, difunde en inglés hacia los Estados Unidos, veinticuatro horas sobre veinticuatro. A partir de 1965, el diario Granma también se tradujo y se difundió en varias lenguas desde la sede de las embajadas cubanas. Pero el régimen sabe evaluar en su tiempo. Cientos de sitios oficiales en Internet se lanzaron con el fin de promover el turismo o defender la línea política adoptada por el régimen. En cambio, los cubanos del interior no tienen ninguna posibilidad de utilizar la red. Su acceso es controlado estrictamente. El Gobierno cubano legisló a partir de la aparición de Internet en la isla. En junio de 1996, el decreto ley Nº 209, titulado “Acceso desde la República de Cuba a la red informática global”, precisa que su utilización no puede hacerse “en violación de los principios morales de la sociedad cubana o los textos de ley del país” y que los mensajes electrónicos no deben “comprometer la seguridad nacional”. Los cubanos que deseen disponer de un acceso a Internet o utilizar los centros abiertos al público deben, obtener la acreditación obligatoria, proporcionar “una razón válida” y firmar un contrato de utilización por las cláusulas restrictivas. Los dos servidores de la isla son el CENIAL, rama del Ministerio Cubano de Ciencia y Tecnología, e Infocom dependiente de la sociedad mixta hispano-cubana ETECSA (Empresa de Telecomunicaciones de Cuba S.A) Como lo indica un informe de Reporteros sin Fronteras del 20 de junio de 2003, un mercado negro de direcciones de correos electrónicos se realizó y que aprovecharon los raros cubanos que disponían de un ordenador. El 1 de enero de 2001, se creó una Agencia de Control y Supervisión (ACS) en el Ministerio de Información y Comunicación, encargada de seguir a quien hiciera “un uso indebido de las redes informáticas”. Citado en un artículo del diario Granma publicado el 23 de abril de 2003, Carlos Martínez Albuerne, su director, informa que en 2002 se han tomado sanciones contra treintaiuna personas por este motivo o “por haber utilizado servicios de mensajería electrónicos que no les pertenecían”. Las “sanciones” impuestas no se precisan en el artículo. En materia de servicio de mensajería electrónica, respetar la legalidad equivale a aceptar ser supervisado. Desde septiembre de 2001, algunos se conectaron en la red, después de haber obtenido una dirección correo electrónico personal. Una carta de acceso limitado a este servicio cuesta cinco dólares para un uso de cuatro horas (el salario medio mensual es de doce dólares), las tarjetas son pues nominativas, el abastecedor de acceso puede así controlar cualquier correo recibido o enviado antes de emitirlo o entregarlo a su destinatario. Varios usuarios tuvieron en cuenta retrasos, e incluso “desapariciones” en su correspondencia, en particular, con el extranjero. Incluso los turistas albergados en hoteles deben declinar su identidad antes de tener la autorización de navegar en la red. Se supervisa toda su correspondencia electrónica de la misma manera que para los autóctonos. Los extranjeros “solidarios”, por ejemplo, miembros de las juventudes comunistas o delegaciones de partidos comunistas, siguen siendo objeto de una atención especial. El DOR designa los lugares que pueden visitarse. Son a menudo los mismos. Si se trata de lugares de trabajo, en primer lugar, pasaron el peine fino por funcionarios de contra inteligencia del departamento G, que comprueban cuáles son los trabajadores menos integrados a la revolución. Inmediatamente éstos entonces se transfieren a otro lugar de trabajo. El personal de recepción recibe una formación particular. Durante la visita se invita al personal no abordar a los extranjeros más que en caso de necesidad y a evitar hablar demasiado detenidamente con ellos. Los huéspedes son clasificados sobre su aspecto y son objeto de un examen minucioso. En todas las embajadas, existe una antena de la Dirección General de Inteligencia (DGI) y el departamento G. Estos servicios realizan un enfoque táctico en dirección de los huéspedes por medio de agentes locales reclutados por los servicios secretos cubanos o por los “agentes de influencia”. Realizan una investigación profunda sobre las posiciones políticas de los unos y de los otros, pero también y sobre todo sobre sus preferencias, sus tendencias en todo a lo que se refiere, el dopaje, el sexo, el alcohol, el juego o sus desacuerdos familiares. Constituir todo lo que puede ser una debilidad explotable. Información que permite al régimen hacer callar posibles críticas emitidas contra la revolución y su sistema. El organismo que sirve de enlace dentro de Cuba lleva un nombre inspirado en la propaganda soviética. Se trata del Instituto Cubano de la Amistad entre los Pueblos, el ICAP, que dispone de una cuarentena de “casas del protocolo” en el barrio del Vedado, en La Habana, y en toda la isla. Algunos clasificados como privilegiados pueden usarlas y para algunos se organiza un encuentro con Fidel Castro. Si éste lo considera útil, los lleva a una pequeña isla que se le reserva estrictamente. Cayo Piedra. No es raro que él mismo haga cocinar las langostas. Eso se refiere tanto a las personalidades políticas como a los periodistas, cuyas salidas se siguen paso a paso. Son aceptados por el departamento de prensa del Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX). Los conductores de taxis que se encuentran a la puerta de los hoteles deben indicar el itinerario de su cliente, y el lugar de donde se devuelven. El mecanismo de libertad vigilada al cual se someten los dignatarios y observadores extranjeros debe volverse invisible, sobre todo para los simpatizantes más complacientes. “No hay más ciego que el que no quiere ver” dice un proverbio español. Delfín Fernández, un antiguo agente que sirvió durante cinco años en las avenidas secretas de la propaganda castrista, pudo, después de ser exiliado, describir la forma en que personalidades y artistas, en particular, españoles, se filman durante su estancia en Cuba: “Se supervisaba y filmaba a la gente famosa que llegaba al país y quería aprovechar libremente de placeres tropicales, como el sexo, la droga, o simplemente hacer turismo veinticuatro horas por veinticuatro. Todo puede ser útil para un chantaje posterior”. Telecinco, una cadena privada española, difundió en enero de 2005 unas imágenes que comprometían hechas por los servicios secretos cubanos y que se habían llevado en sus equipajes antiguos miembros de la DGI que habían huido del régimen. Debilidades que el régimen siempre ha sabido utilizar, para también ejercer presión sobre personalidades de primer plano, cuando proceda: Salvador Allende desembarcando de un vuelo París-Madrid -La Habana, durante uno de sus viajes a mediados de los años 60, fue así controlado por un aduanero del aeropuerto de La Habana: “En una de sus maletas, se acuerda Juan Vives, una decena de revistas y películas eróticas en 8mm se descubrieron y pudieron causar un escándalo. Alertado a toda prisa Manuel Piñeiro intervino eficazmente, y puso fin con discreción al incidente. Pero descubrió con un evidente interés y totalmente fortuito el talón de Aquiles de quien entonces no era un simple senador chileno”. Siempre según Juan Vives, se filmó a Yasser Arafat durante su visita a Cuba en 1978 en una casa de protocolo en escenas con sus guardas espaldas que lo comprometen. Fidel Castro le hizo saber que había puesto esta película en un lugar seguro… Especialistas de este tipo de métodos, los servicios secretos cubanos no tienen el monopolio. En su testimonio. Horizontes rojos (París, Prensa de la Ciudad, 1987), el teniente general de la seguridad rumana Ion Mihai Pacepa informa de que se había escuchado y registrado a Yasser Arafat en situaciones que lo comprometían. Todos estos documentos se guardan en la inmensa videoteca personal del comandante en jefe y se utilizan todos estos documentos en caso de que volteen la cara o de propósitos no amigables. Aparte de los políticos, los artistas españoles Sara Montiel, Javier Bardem, o Antonio Gadès son algunas de las estrellas conocidas al rastro por los servicios de espías de Castro y que grabaron todos los hechos y gestos sobre la película. “Las habitaciones del hotel donde residen personalidades se equipan con sistemas de vídeo muy sofisticados, confirma Juan Vives. Al menor acto u observación anticastrista, los documentos se transmiten a la prensa amarillista del país en cuestión para que la personalidad sea arrastrada en el lodo. Sobre todo, si éstas, son poco confiables, si aceptó algunas bolsitas de polvo blanco o los servicios de menores sin escrúpulos teledirigidas por agentes de la seguridad del Estado donde no escapa nada al voyerismo del régimen”. Manipulaciones y complacencia En Cuba la propaganda castrista pasa también por el estómago y por la cama. La ideología sólo ocupa un lugar secundario. En los grandes hoteles de La Habana como el Nacional, el Golden Tulip, el Cohíba o las residencias de encanto de la cadena Abaguanex, donde los dignatarios y revolucionarios extranjeros de visita en la isla, aprovechan de las generosidades del régimen durante estancias con gastos pagados, reciben presentes, les son ofrecidos cajas de puros y botellas de ron, se encuentran para comer en las mesas suecas, aparadores libres donde las orgías alimentarias son moneda corriente y donde se prueban todos los productos y que los cubanos perdieron desde hace tiempo hasta el recuerdo. Las cantidades a servirse no se indican allí. Poco importa que regulen o nombre la adición. Eso permanece a la discreción de la seguridad del Estado o las instancias políticas de decisión, que, en la ocasión, por supuesto, no dejarán de recordar a huéspedes ingratos la forma en que se aprovecharon del sistema. Cuando simples ciudadanos cubanos penetran por casualidad en estos lugares reservados, se asombran, afectados por la abundancia, a ellos hay que explicarles todos los días que los sacrificios son necesarios y que deben satisfacerse con lo que se les asigna en la libreta, el cuaderno de racionamiento. En un país donde no hay nada, dónde la carne, el pollo, el pescado, los huevos, las verduras, los frutos, el café e incluso el tabaco (mientras que Cuba es el primer productor mundial de tabaco, los cubanos solo tienen derecho a obtener dos paquetes de cigarrillos negros y un paquete de cigarrillos rubios al mes, de los populares y de una calidad muy mediocre) son productos de lujo, los hoteles y los restaurantes para extranjeros siempre han extendido la comida, como un cuerno de la abundancia. Motivo oficial: satisfacer el estómago de los que, en sus países respectivos, van a convertirse en propagandistas afanosos del paraíso castrista. Motivo real: demostrar que Cuba es un modelo exitoso, un país donde no falta nada. A finales de julio de 1981, Jean Francis Gondre, jefe operador de cine, se encuentra en La Habana por las necesidades del rodaje de una película sobre el retrato del compositor griego Mikis Theodorakis. Nadine Trintignant, la realizadora de este retrato producido por Danièle Delorme y las películas de Guéville para la emisión Testigos de FR3, entrena su equipo de rodaje en Cuba sobre el paso de Theodorakis, invitado de honor de Fidel Castro con motivo del vigesimoctavo aniversario del movimiento del 26 de julio. François Mitterrand está en el poder desde hace algunas semanas y el régimen castrista es considerado por la izquierda francesa como un régimen amigo. En una tarde estrictamente privada, el equipo de rodaje, por la insistencia del músico griego, llega a penetrar en el círculo íntimo de Castro. “Hemos debido calcular varias horas antes de que vengan a buscarnos. Se nos condujo alrededor de una media hora de nuestro hotel a una lujosa casa con un patio y una piscina. Debía ser alrededor de la medianoche y nuestra misión era llevar a Theodorakis con su amigo Fidel1 ”. Antes de entrar, todo el mundo es minuciosamente revisado por los agentes de seguridad, que controlan cada caja de alumbrado, hasta las cajas de películas 16mm. Una vez adentro, asombra a los miembros del equipo de rodaje descubrir los fabulosos aparadores que el Líder Máximo ha ordenado para sus huéspedes. “Había de todo: langostas, de langostas, los vinos primeras vendimias, resumidamente para satisfacer el apetito de los sibaritas.” Pero lo más extraordinario para Gondre y sus camaradas fue rodar la actitud de Castro y sus posturas desenfrenadas. “Parecía borracho y tenía permanentemente dos magníficas criaturas sobre sus rodillas que no vacilaba en manosear. Ponía sus manos en sus partes inferiores… y reconozco que en ese momento no podía creer que se nos dejara filmar libremente todo eso”. La tarde había terminado. El equipo regresa a su hotel, el inevitable Habana Libre, antes de tomar al día siguiente el avión para París. “En el aeropuerto, se acuerda Jean Francis Gondre, una vez más sufrimos un riguroso registro y se nos pidió el original de lo que filmamos durante la famosa tarde. Para ser sinceros nos lo esperábamos y volvimos a poner una película virgen en lugar de las tomas hechas. Contábamos que antes de que las autoridades cubanas hayan podido desarrollar (revelar) la película y que se den cuenta de la superchería nosotros estaríamos ya lejos. ¡Se moría de canguelo antes del despegue!” Pero en París, cuando las imágenes se proponen a FR3, la cadena se niega a difundirlos, pretextando que están fuera del tema. Por otra parte, los originales desaparecieron y más nadie sabe en que se convirtieron en los rushes. En cuanto al retrato de Mike Theodorakis. Hay posturas totalmente convenientes y convencionales. Fidel Castro siempre supo jugar con su poder de seducción para con sus huéspedes, mujeres u hombres sin vacilar para impresionarlos al recibirlos a avanzadas horas de la noche y a informarse de sus gustos para brindarles placer. Cuando entrena a sus huéspedes en desplazamiento en una provincia de la isla, sus servicios de seguridad y su aparato de propaganda saben perfectamente poner en escena el aspecto “entusiasmo” de la población. En 1991, Danielle Mitterrand está de visita en Cuba. Fidel Castro decide hacer un rodeo tiene toda su escolta y tiene su huésped de honor, así como a sus acompañantes para visitar a niños de una escuela en el campo. Así Danielle Mitterrand podía constatar, habida cuenta de la “espontaneidad” de la visita, que al pueblo cubano le gustaba de verdad su Líder. Impresionada, ahí tienes cómo informa del acontecimiento. “El jeep conducido por Fidel se compromete sobre el camino fangoso y destrozado por las unidades de construcción. Es tarde; los niños están bajo la ducha y se preparan para dormir. “De la ventana de un dormitorio una cabeza aparece. Un grito: “¡Fidel, es Fidel!” El cabello mojado, desnudo, ceñido de una toalla de baño, o en pijama, como una bandada de gorriones los niños excitados se agolpan sobre los visitantes. Es a él que lo jalan por la manga, se colgará en la pierna del uniforme, lo desafiará, iniciará un diálogo que no termina, la visita manifiestamente es inesperada… un clima de confianza se instaura y la espontaneidad se expresa sin retención, sin timidez. Nos toman como testigos”. Danielle Mitterrand saca una conclusión sin llamada: “A mí misma me planteo la cuestión de saber lo que este “dictador” espera, informando a una población que estará más en condiciones de impugnarlo 1 .” Es necesario tener en cuenta las comillas ganchos al empleo de la palabra “dictador”. No era la primera experiencia de la esposa del presidente francés al lado de su amigo Fidel. Dice otra de sus excursiones en estos términos: “Después de un largo día de trabajo a principios de 1989, una noche en que volvíamos de una última visita en un centro ortofonista (sic), cruzando un barrio en renovación: “¿Danielle, se crisparía que nos detuviéramos un momento?” Demanda a Fidel. “Era tarde. La luz entre perro y lobo, la sombra proyectada de los edificios en renovación y de las grúas se alargaba para no terminar, además. Los obreros habían dejado la obra. Un niño sobre el paso de una puerta ve pasar el coche. Inmediatamente, como un fuego sigue un rastro de gasolina, la información paso de hogar en hogar, y vemos decenas y decenas de niños correr alrededor del coche subrayando: Fidel, Fidel, Fidel”. Siempre las nubes de niños que acuden al instante. Siempre estas crónicas a repetición de visitas no anunciadas. Al curso de estos baños de multitudes “espontáneos”, ninguno de los prestigiosos huéspedes puede observar el imponente dispositivo de seguridad que acompaña cada uno de los desplazamientos del comandante en jefe, así como el meticuloso trabajo de preparación que marca cada una de sus salidas. “El itinerario de las visitas de Fidel Castro, explica Juan Vives, se determina una semana de antemano. Los hombres encargados de su seguridad llegan a los pueblos, las escuelas, las fábricas o los edificios en construcción en que debe efectuarse la visita, para leer la cartilla, “leer las consignas” dar instrucciones precisas a los habitantes, a los niños o a los obreros, y determinar precisamente lo que cada uno debe hacer al llegar la caravana. Ésta siempre acompañada de cinco coches delante y cinco detrás de. Sus ocupantes, los agentes de seguridad, no dudan en pasar sobre los inconscientes que se ponen a través de su camino. “Los techos de las casas sobre el curso todos están ocupados por tiradores élite. Es prácticamente imposible acercarse a Fidel Castro.” En la inauguración de una escuela en San Andrés de Caiguanabo, los dirigentes del partido llegaron a bordo de tres jeeps mientras que Castro había empezado su discurso. Sorprendidos por el paso del vehículo los guardias de seguridad dispararon sin vacilar sobre los jeeps. Balance: once muertos. Tras un breve pánico, el Líder Máximo calmó a la muchedumbre a continuación para reanudar tranquilamente sus observaciones. Pero no es solo la popularidad de Fidel Castro lo que impresiona a sus visitantes. Lo que experimentan todos, es también una clase de atracción física. En 1974, la Sra. Mitterrand acompañando a su marido, mientras que éste era primer secretario del Partido Socialista, anota: “Bajo su aire de gigante barbudo seductor, quiere sobre todo seducir para explicar y hacer valer “su revolución” 1 ”. Más de veinte años más tarde, cuando lo recibe oficialmente con su esposo, en París, Fidel Castro, en traje no en uniforme, pero en traje de ciudad, ella lo abrazaba con efusión sobre la escalinata del Elíseo, delante de las cámaras del mundo entero. Asume enteramente su gesto, sin embargo, muy poco diplomático y abundantemente criticado por todos los que consideran a Castro como un dictador, sin comillas: “Eh bien sí señores. En América Latina, los buenos días se acompañan del abrazo. Y desde hace más de veinte años, es así. Reconozco: abrazaba a Fidel2 ”. El abrazo, en español, no es un abrazo, sino un apretón viril. Los dos términos son falsos amigos. El encanto de Fidel Castro, en cualquier caso, jugó sobre la ex primera dama de Francia. Este encanto, esta capacidad de seducción, no lo ejerce sino sobre las mujeres. El escritor y polemista Jean-Edern Hallier tuvo también “su” golpe de rayo: “Si hubiera sido una mujer, habría soñado hacerme acariciar por sus manos admirables y largas, los dedos ahusados, con las uñas de un óvalo perfecto, de una limpieza inmaculada y las muñecas finas de un pianista de concierto3 ”. Bajo las apariencias de un hombre fuerte, la fragilidad y la delicadeza sobresalen. Conclusión: no es el verdugo de un pueblo de ninguna manera, más al contrario es la víctima de una potencia extranjera que lo ataca permanentemente. Con el hundimiento del bloque soviético, el régimen castrista temió aislarse mientras que necesitaba nuevos enlaces en Europa Occidental para mantenerse bien. Los viejos intelectuales que se habían adherido con entusiasmo a las convulsiones revolucionarias, como Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, habían tomado distancia después del “asunto Padilla”. En 1968, Heberto Padilla había escrito una recopilación de poemas titulados Fuera de juego, extremadamente crítico hacia el régimen y la ideología comunista. Recibió el premio de la Unión de escritores y artistas de Cuba, pero la recopilación fue precedida de un prólogo de advertencia al lector, alertando a este sobre el carácter contra revolucionario de los poemas. Tres años más tarde, en 1971, Padilla fue encerrado enfermo en los locales de la seguridad del Estado, de ahí sólo salió algunas semanas más tarde para hacer su autocrítica delante de un grupo de intelectuales. Él debió denunciar a sus amigos y a su propia mujer, después lo liberaron, pero condenado al ostracismo. Pudo dejar la isla en 1980 y viajar hacia los Estados Unidos, donde murió en 2000. El “asunto Padilla” fue el punto de ruptura entre la revolución cubana y numerosos intelectuales del mundo entero1 . Era necesario entonces encontrar a nuevos “compañeros de viaje”, más frescos, menos decepcionados por la evolución de la política castrista y la “traición” de las ideas románticas de los orígenes. La idea de utilizar a Jean-Edern Hallier podría parecer excéntrica al primer acercamiento. El escritor, después de haber sido simpatizante y luego enemigo declarado de François Mitterrand, que lo había proseguido de su odio durante muchos años, se había convertido en un amigo del presidente del Frente Nacional, Jean-Marie Le Pen, a quien había recomendado vivamente volverse a Cuba. Pero, en 1990, no eran numerosos, los que preveían la excepcional longevidad del castrismo, sobre todo después del hundimiento del bloque comunista. Era necesario pues dibujar entre los más mediáticos y la intelectualidad francesa, cuya mitomanía e invenciones de todo tipo era legendaria, se convertía en un vector conveniente para hacer pasar un mensaje a la Unión Soviética. Hacerle comprender que Cuba podía revelar secretos que comprometían al antiguo “país hermano” si éste decidía abandonar la isla a su suerte. A su regreso de Cuba, Jean-Edern Hallier informó que en sus maletas tenía la correspondencia-cinco cartas intercambiadas entre Castro y Khrouchtchev en el momento de la crisis de los misiles de 1962. El Diario Le Monde las publicó inmediatamente, al mismo tiempo que el diario del partido comunista de Cuba, Granma, el 24 de noviembre de 1990. Demostraba la voluntad del comandante en jefe de enviar sobre una ciudad americana un misil nuclear a manera de acción preventiva, a lo que el número uno soviético respondía educada pero firmemente que la Unión Soviética, no tenía de ninguna manera la intención de desencadenar una guerra atómica. No fue más que un golpe de espada en el agua. Poco tiempo después, en 1991, Cuba entraba en el “período especial en tiempos de paz”. El papel atribuido a estos “emisarios” de una clase particular, ocultaba en realidad una ofensiva diplomática en dirección de la opinión internacional. En el caso de Danielle Mitterrand, ella actuaba para Castro para abrir las puertas de las democracias europeas con el fin de que manden una ayuda del campo socialista que significativamente se había reducido desde 1990. François Mitterrand concedió de buen grado a su esposa el favor de recibir a un amigo en los últimos meses de su Presidencia, perjudicando al primer ministro de Cohabitación, Edouard Balladur, que comunicó públicamente su desacuerdo sobre la visita. La izquierda y la derecha también compartían sobre este encuentro y sobre la valoración de la personalidad del comandante en jefe, cuyo traje civil, llevado por primera vez, en primer lugar, en Dinamarca luego en Francia, era un supuesto para hacer creer una ilusión. El presidente de la Asamblea nacional, Philippe Séguin, y el ministro de Cultura, Jack Lang, se ponían en cuatro para fotografiarse a su lado. Este último lo llevó incluso a hacer una visita al Louvre, en la cual Castro le pidió a su guía un poco molesta, cuál era el precio de la Gioconda. Con el fin de agradecer a sus huéspedes, que debieron hacer frente a numerosas protestas de la prensa que sabían por los lugares donde Castro se desplazaba, éste concedió a la esposa del ex Presidente francés la liberación de cuatro presos políticos cubanos. Uno de ellos fue Sebastián Arcos Bergnes, quien padecía de un cáncer en fase terminal. El murió en el exilio en los Estados unidos algunos mesen después de su liberación. Estas liberaciones le permitían aparecer como un dictador absoluto, pero de una clase más bien sensible. Castro pudo, con motivo de esta visita, pronunciar un discurso en la sede de la UNESCO, donde se le recibió con honores por su secretario general, Federico Mayor, y por una muchedumbre de simpatizantes convocados por la embajada de Cuba en Francia, que se encargaron de hacerle una guardia de honor en el gran vestíbulo de la organización internacional. La UNESCO, por otra parte, no pierde la ocasión para elogiar el sistema de educación castrista, alegando sus éxitos en materia de masificación de la enseñanza sin nunca inferir, sin embargo, sobre su contenido. Federico Mayor, varias veces, confió su admiración y su simpatía hacia el régimen castrista. Fidel Castro tiene vínculos con otros patrones, como el antiguo “rey del pollo”, el empresario Gérard Bourgoin, a quien le hizo el honor de pasar un día entero en su explotación agraria en Borgoña. Éste tiende a menudo, al menosprecio obviamente, vista la salud económica del régimen castrista, y, una que no va sin la otra, la de su jefe. Bourgoin había conseguido, además, implicar en su estela al actor Gérard Depardieu, que no era por lo tanto un incondicional del régimen. Por otra parte, había firmado en 1988 una petición que le había solicitado el director y cineasta cubano hispano Néstor Almendros en favor de elecciones libres en Cuba, documento firmado por varios Premios Nobel de Literatura y de la Paz. Pero podía en adelante frecuentar las avenidas de este poder mítico que le permitía invertir en la prospección de petróleo al este de La Habana. Durante una breve estancia, que sólo duró algunas horas, en París en febrero de 2003, Fidel Castro, en compañía de su ministro de Asuntos Exteriores Felipe Pérez Roque, se hospedo en el hotel Concordia Lafayette. Inmediatamente prevenidos, algunas decenas de residentes cubanos en Francia, con sus niños, se reunieron para darles la bienvenida. Pero hubo también algunos manifestantes hostiles. A una pregunta sobre el Proyecto Varela, una petición para elecciones democráticas en Cuba, el ministro cubano respondió, mostrando ostensiblemente sus testículos: “¿Saben dónde yo me pongo, el proyecto Varela? ¡Aquí! ” Distintas televisiones en los Estados Unidos difundieron estas imágenes. Compadeciéndose de Fidel Castro por permanecer en el vestíbulo del hotel. Sólo recibirá durante esta breve visita a Gérard Depardieu. Para endurecer su poder en el momento en que los regímenes comunistas en el mundo periclitaban, Fidel Castro, en Cuba, siente la obligación de ampliar su círculo de admiradores más allá de la izquierda tradicionalmente favorable a la revolución. A la invitación del Gobierno castrista, dos parlamentarios, Jean Lecanuet y Michel Poniatowski, viajaron a Cuba a la cabeza de una comisión senatorial francesa, en el mes de marzo de 1991. El objetivo de Fidel Castro consistía en convencer a los senadores a ejercer presión sobre el gobierno francés para que éste apoye su adhesión al Convenio de Lomé, que concede condiciones ventajosas a los productos procedentes de los países ACP (África, Caribe, Pacífico). ¡Cuál no fue la sorpresa de los observadores el ver a su regreso de Cuba a los senadores cantar las alabanzas del régimen y su Líder Máximo! La sorpresa fue tanto más grande en cuanto que Poniatowski, en su paso por el Gobierno como ministro de Interior de Valéry Giscard de Estaing a mediados de años 70, tenía que enfrentar repetidas veces el Gobierno cubano, informándolo de la amenaza que representaba, para los intereses de Francia en las antiguas colonias, su compromiso militar en África. Así como el peligro que suponía para los departamentos de ultramar las tentativas de desestabilización cubanas sobre el conjunto del Arco del Caribe. Por otra parte, había apoyado discretamente a opositores del castrismo con el fin de facilitar su salida para Francia. Se trató a los huéspedes como reyes, hospedados en casas llamadas “de protocolo”, paseados por la isla e informados por los expertos económicos cubanos; fueron el objeto, según sus propias declaraciones, de una “atención muy especial”. Tragaron como culebras la información que se les proporcionaba sobre la situación económica en la isla y, en particular, sobre sus perspectivas de crecimiento, con previsiones a dos cifras que solas nada tenían que ver con el estado ruinoso de la isla que cada uno podía constatar, en el momento en que Cuba entraba en el “período especial en tiempos de Paz”, el tiempo de la escasez institucionalizada. Por supuesto fueron recibidos por Fidel Castro y se habían prestado complacientemente a la fotografía de familia, riéndose de buen corazón en su presencia. La fotografía fue difundida por los Diarios del exilio en Miami, mientras que Granma publicaba una simple nota sobre la visita. Y luego Fidel Castro les había hecho el honor de una visita, siempre “espontánea”, sin avisar, pensaban, durante una recepción otorgada en su honor en la embajada de Francia, exactamente antes de su salida. Durante una rueda de prensa el 3 de abril en el Senado, sus observaciones fueron especialmente elogiosas. Manifiestamente seducidos. Lecanuet señaló con este motivo la “amabilidad extraordinaria” de Castro. El viejo senador parecía haber visto a Fidel en el país de las Maravillas. Lo más espectacular, a Fidel Castro lo sostiene un hombre de derecha, aquél que le concedió Manuel Fraga Iribarne, el presidente de la Xunta, el Gobierno autónomo de la región de Galicia, en España. Fraga había sido ministro de Franco. Los orígenes de las tres “F”, Franco, Fraga, Fidel, proceden todos de Galicia, pero no es la única explicación a su proximidad. Castro tenía absolutamente necesidad del escalón que constituía España tanto en la Unión Europea como en América Latina para atraer capitales a Cuba y desarrollar intercambios comerciales con la comunidad internacional. Por eso decidió jugar sobre dos cuadros, la izquierda, ante el Gobierno socialista de Felipe González, y la derecha, con Fraga como cabeza de puente. En realidad, Castro y Fraga son amigos desde hace quince años. Este último no se cansa de decir públicamente: “Si hubiera permanecido en Cuba habría podido convertirme en Fidel Castro.” Opuestos ideológicamente, los dos hombres de respectivamente 79 y 82 años nacieron en Cuba de padres gallegos. Ángel Castro Argiz, un campesino, partió a hacer la guerra en Cuba en sustitución de lo que se movía en la Corona, era originario de Lancara, un pequeño pueblo del Noroeste español donde se inscribe sobre una placa a la entrada de una pequeña casa en pizarra: “¡Gallego emigrado a Cuba donde plantó árboles que florecen siempre!” En 1992, Fidel Castro aprovechó una cumbre iberoamericana para volver a este pueblo donde se encuentran aún tres de sus primas y donde su foto domina en varias casas. Su hermano Raúl hizo el peregrinaje en mayo de 2005 pero le desconcertó la clase política española y los exiliados cubanos que lo acusaron de doce mil ejecuciones en cuarenta y seis años. Durante uno de sus viajes a Cuba, el antiguo ministro franquista le ofreció a Castro preparar y probar el pulpo y de preparar una queimada, un alcohol tradicional de Galicia. Invitó a continuación a su huésped a revisitar la región de donde era originario su padre. Discretamente, sin embargo, Fraga negoció la liberación de ciento treinta y nueve presos políticos cubanos, con el fin de no acusarse de un apoyo demasiado incondicional al comandante en jefe. La Liberación de presos políticos a menudo se percibe por otra parte como un regalo a cambio de una visita, puesta en exergo por el régimen como un apoyo público por parte de una personalidad, cualquiera que sea el caso para el reverendo negro americano Jesse Jackson, como para el comandante Jacques Yves Cousteau o para Danielle Mitterrand, el Papa, gracias a su mediática visita en 1988, tuvo derecho a la liberación de cerca de doscientos presos esencialmente de derecho común a los cuales las autoridades castristas les habían mezclado algunas circunstancias políticas. El mundo interpretó este gesto como un principio de apertura y las medidas de reacción adoptadas respecto a Cuba cedieron inmediatamente. Los presos, son tratados por La Habana como simples mercancías, su liberación, puestos en un avión con salida para el destino de su-elección o el país de donde es originario el ilustre visitante, para que éste pueda exhibirlos, cuando proceda, ante su propia opinión. Felipe González había hecho liberar, también, a “su” preso político: el antiguo comandante revolucionario, de nacionalidad española, Eloy Gutiérrez Menoyo, liberado después de haber pasado veintidós años detrás de los barrotes por haber tomado las armas contra el régimen. Eloy Gutiérrez Menoyo, más tarde, ha fundado un grupo de oposición. Cambio Cubano. El admitió y emprendió una tentativa de diálogo con el régimen castrista, en contra de la opinión de la mayoría del exilio, y a residir legalmente en Cuba, a donde regreso, de hecho, oponiéndose realmente el solo “tolerado” por el régimen. En la época Fidel Castro quería invitarse a la Cumbre iberoamericana que iba a tener lugar en julio en Madrid con la presencia del Rey de España, del presidente portugués y de todos los dignatarios latinoamericanos. La idea, después de la cumbre de Guadalajara, era proseguir con el desarrollo de los vínculos con los dirigentes de los países latinoamericanos, rotos después de la expulsión de Cuba de la Organización de los Estados americanos (OEA) en 1962. Inevitablemente, como en todas las reuniones internacionales, Castro iba a ser la estrella incuestionable para los medios de comunicación, eclipsando a todos los demás participantes. Durante su prolongada, estancia en España, visitó la Exposición Universal de Sevilla, asistió a los juegos olímpicos de Barcelona, luego viajó a Galicia, la tierra de sus antepasados, donde pasó varios días, por la invitación de Manuel Fraga. Una noche, precipitadamente, hizo preparar su avión e ir hacia La Habana, sin tomar permiso de sus anfitriones, el presidente de la Xunta y el presidente del Gobierno español. Durante esta noche memorable, Fidel Castro descendió hacia el vestíbulo de su hotel donde se encontraba un grupo de periodistas. El enviado especial del Miami Herald informó de que el comandante en jefe parecía preocupado y que había hecho afirmaciones desengañadas sobre el ejercicio del poder y sobre su propio futuro. A su llegada a La Habana, el secretario de ideología del partido comunista cubano, Carlos Aldana, considerado hasta entonces como el número tres del régimen después de los hermanos Castro, fue despedido y lo envía como administrador de una empresa en una esquina perdida del centro de la isla, Topes de Pegajosas, allí donde terminan la mayoría de los dirigentes caídos en desgracia. Según la periodista Lissette Bustamante, Aldana llegó poco después al exilio, él era partidario de una apertura del régimen con el fin de seguir la vía trazada por los antiguos países del bloque del Este. Después de este episodio Fraga ya no manifestó abiertamente su simpatía hacia Fidel Castro, tanto más que su protegido y sucesor a la cabeza de su partido Alianza Popular, convertido mientras tanto en Partido Popular (PP), José María Aznar y elegido en 1996 jefe del Gobierno español, era un anticastrista notorio. Las autoridades españolas iban a tomar la cabeza de la comunidad internacional contra el castrismo. No dudarán en romper con la política anteriormente seguida por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) ni aprender en contrario de una fracción importante de su opinión pública, siempre indulgente tornillo-tornillo del castrismo y que proporciona los más grandes batallones de turistas de salida para Cuba. El partido popular también estableció una Fundación hispano-cubano, sobre el modelo de la fundación americana-cubano, el grupo más importante de oposición a Castro en los Estados Unidos, que publica un estudio, la Revista Hispano-cubana, y difunde exteriormente los textos de los disidentes y periodistas independientes del interior de la isla. Pero la derecha no es unánime en la condena del régimen castrista. Algunos consideran que su larga perseverancia se debe a la cabeza de los americanos que no debe despreciarse. El antiamericanismo es en efecto el punto común en todos los que hacen hoy del castrismo un sistema que debe protegerse, a pesar de las numerosas violaciones de los derechos humanos. Para un Aznar, hay varios Fraga, como si Cuba, después de la caída del muro de Berlín, estaba sobre toda ideología. No obstante, muchos intelectuales volvieron de nuevo a sus ilusiones de antaño, en particular, en Francia, como Régis Debray, Bernard Kouchner, Robert Merle, Francois Maspero y tantos otros. Pero Fidel Castro supo encontrar nuevos aliados de peso. Para estos, no exige una fidelidad incondicional, como antes. El principal de ellos hoy es Ignacio Ramonet, director del Mundo diplomático, el Diario de referencia de los militantes antiglobalización en Francia y en otros lugares, fue a veces crítico hacia el castrismo, en particular, después del “asunto Ochoa”, con motivo de un editorial firmado de su pluma, publicado en septiembre de 1989. Es cierto que el tiempo ya no está a la uniformidad del estilo soviético, pero más bien está a la diversidad de los movimientos alter mundialistas. Ramonet pasó por La Habana a la vuelta del encuentro alter mundialista de Porto Alegre, en Brasil. Fidel Castro lo tomó inmediatamente bajo su ala. Ramonet, contrariamente a otros invitados, no tuvo simplemente acceso a una pequeña sala de la fortaleza La Cabaña para presentar su obra, pero si al más grande teatro de la capital, el Carlos Marx, de una capacidad de varios millares de personas. El local desbordaba de gente joven venido a, la llamada del comandante en jefe, para escuchar el nuevo oráculo. Seguramente el director del Mundo diplomático creyó que los cubanos eran entusiastas admiradores de la prosa, que acababan realmente de descubrir. Fidel Castro, curiosamente “Fascinado” por su ensayo titulado Propagandas silenciosas, consagrado a la industria americana del entretenimiento, había dado la orden de hacer un tiraje de su obra en cien mil ejemplares en papel periódico inicialmente destinado a la publicación del diario Granma, que tuvo el mayor mal al aparecer al día siguiente. ¡Cien mil de ejemplares! En un país donde una de las más grandes obras de la literatura cubana, Paraíso de José Lezama Lima, sólo se había impreso cinco mil, antes de retirarlo de la circulación. Un país donde casi todos los Diarios posrevolucionarios desaparecieron, oficialmente por “falta de papel”, dónde ningún libro es, “en principio”, prohibido, pero dónde es imposible adquirirlo por falta de dinero. Es en cualquier caso lo que declaraba Castro delante de la prensa en 1988: “En Cuba no hay libros prohibidos, lo que falta es el dinero para comprarlos”. Ignacio Ramonet fue objeto, a su regreso en Francia, de vivas críticas de la prensa. Se negó a responder a las entrevistas que le eran solicitadas pero expresadas por medio de su propio órgano de prensa, en abril de 2002, en un artículo titulado “Anti castrismo primario”, anti castrismo que califica de “Liberalismo de los imbéciles”. Hay una visión de Cuba singularmente optimista. Con respecto a los disidentes, Ramonet afirma: “Aunque algunos activistas son molestados y apresados los principales disidentes están en libertad”. Éstos no perdían nada en esperar. Un año más tarde, se condenaban a cerca de setenta y cinco de ellos a penas que llegaban hasta veintiocho años de prisión. El director del Mundo Diplomático escribe también: “La Habana dejó, desde hace tiempo, de exportar su revolución.” Es cierto que ya Castro no envía sus cuerpos expedicionarios a África ¿pero renunció sin embargo a ser un ejemplo para las naciones del tercer mundo y latinoamericanas como la Venezuela de Hugo Chávez? Lo que busca Castro por medio de Ramonet, para esto hay que entrar en el seno de los movimientos alter mundialistas, aparecer como su mentor en la lucha contra el “imperialismo americano”. Estos movimientos tienden, en efecto, a encontrar modelos en otra parte, en América Latina en particular. Estuvieron en primer lugar los zapatistas bajo el comandante Marcos, en Chiapas, cuyas acciones se silenciaron un poco después de la elección, en 2000, de Vicente Fox a la Presidencia de México. Luego fue el antiguo obrero metalúrgico “Lula” en Brasil, a cuyo Gobierno ahora se acusa de traición hacia el movimiento de los campesinos sin tierra y de corrupción, finalmente, es un militar, Hugo Chávez, responsable de una tentativa de golpe de Estado, que adquirió sus favores. Pero el iniciador, el desencadenante histórico, es Fidel Castro. Hizo pasar su mensaje a través de Ignacio Ramonet en una interminable entrevista, tan larga como sus discursos, titulada “Mí Fidel Castro1 ”, o el comandante en jefe realiza una confesión que apenas entrecruza algunas cuestiones complacientes, o mecanografía afectuosamente sobre las rodillas de su interlocutor, que está de acuerdo en todas sus afirmaciones, incluso cuando se trata de controvertidos manifiestos. Ejemplo, cuando Castro explica que fue él quien inició a su hermano Raúl en la teoría marxista mientras que es de notoriedad pública que es exactamente lo contrario. El documental, realizado en torno a este “diálogo”, lo firma Axel Ramonet, el hijo del periodista. Estas largas horas de conversación deben dar lugar a la publicación de un libro, que algunos presentan como el “testamento” de Fidel Castro. Pero éste parece haber redactado, en realidad, varios “testamentos”. Numerosos son los que piensan haber tenido la exclusividad de sus últimas palabras recogiendo la confesión de un hombre sobre la decadencia, y también uno de los grandes testigos aún vivos de la historia de la segunda mitad del Siglo XX. Fidel Castro utiliza su dimensión histórica. Repite a la porfía que vio pasar a una serie de presidentes americanos y que ninguno lo pudo vencer. Su objetivo supremo: hacer doblar a los Estados Unidos antes de desaparecer. Dispone de distintos enlaces y una serie de simpatizantes, nuevos venidos al ruedo político, que pretenden aumentar la dimensión histórica del personaje. Se reclutan para muchos en los medios de Hollywood. Francis Ford Coppola y Robert Redford no dudaron en sucesivas ocasiones en dar conferencias en la escuela de cine de La Habana. Pero el más reciente y el más afanoso que se nombra es Oliver Stone. El realizador americano, autor de la película JFK, regresa a la capital cubana en 2002 para dirigir un documental sobre un personaje que siempre lo ha fascinado. Trae una película de largo metraje, penetrado por el montaje en cascada de varias fotografías de banco-tituladas. El objetivo: impresionar el telespectador por el impacto de los tópicos que muestran el horror de la represión bajo la dictadura de Batista. En medio de esta ráfaga de imágenes, aparece la escena de una ejecución ordenada por el poder castrista. ¿Error o voluntad de amalgama? Stone mantuvo la confusión. El primer retrato de Castro, titulado comandante fue juzgado como demasiado complaciente, por sus comanditarios, la cadena de televisión americana HBO, tanto más que la fecha prevista para su salida al aire coincidía con las detenciones masivas de la “primavera 2003”. La cadena rechazó la difusión de la película y devolvió a Oliver Stone a Cuba. Volvió de nuevo con otra película Looking for Fidel, igualmente complaciente. Una escena de la película tiene que asombrar: dónde el comandante en jefe visita un hospital en compañía del cineasta y, “espontáneamente” según Oliver Stone, retira su camisa para someterse a un examen cardíaco inmediato que obviamente, da excelentes resultados. Esta puesta en escena sólo tiene por objetivo disminuir brevemente los rumores recurrentes sobre su estado de salud. Más lejos, una cuestión relativa a la ejecución de tres jóvenes que habían intentado huir desviando un barco en abril de 2003, Castro responde: “No maté a nadie, personalmente (…). Por supuesto, asumo mi parte de responsabilidad.” “¿Es malo ser así un dictador?” pedía Castro a su interlocutor en uno de los diálogos de la primera versión de la película. En una entrevista con el realizador publicado por Anne Louise Bardach en la revista informática Slate el 14 de abril de 2004, Oliver Stone niega ferozmente, sin embargo, que el régimen castrista pueda asimilarse a un “Estado estalinista”. Este episodio demuestra una vez más el don de Fidel Castro para subir a una puesta en escena y ser capaz de convencer a interlocutores que sólo piden ser convencidos. Sabe a la manera de un gran manipulador que hace creíbles acuerdos con la realidad e invisible el intenso trabajo de seducción desarrollado con motivo de cada entrevista. En la misma línea de estos acuerdos, la propaganda que acompaña cada una de sus visitas, tanto en un hospital, en una escuela como sobre una obra en construcción, debe ser invisible. Es necesario que todos los protagonistas colaboren, que su papel esté controlado perfectamente. Este papel, deben aprenderse a partir de su más joven edad, con el fin de poder reinterpretarlo en toda ocasión, delante de cualquier visitante. Cada uno tiene la obligación de aprenderse todo un discurso incluso si es contrario a su propio pensamiento o su propia opinión. Una clase de “doble moral” muy corriente en Cuba. “Queremos desarmar los que llevan campañas contra nosotros, se justifica Rosa Miriam Elizalde, la redactora principal La Jiribilla, una publicación castrista. No con odio como nuestros enemigos, pero seguimos siendo fieles a la verdad y volviendo de nuevo con el sentido de humor muy rico y muy cubano”. Una manera de contradecir la extraordinaria vitalidad de la cultura cubana en el exilio. “Para los comunistas, confirma Belkis Cuza Masculino, la viuda de Heberto Padilla, la cultura es un arma ideológica”. Las dudas del exilio A diferencia de muchos perseguidos, sobre todo latinoamericanos, que gozaron de la simpatía de las opiniones públicas que condenaban radicalmente las dictaduras sanguinarias de los años 70 y 80, los que debieron dejar la paradisíaca isla de Cuba no son solamente fugitivos sino además culpables haber aceptado un exilio ilegítimo. La propaganda revolucionaria consiguió, en efecto, hacer creer al mundo que Cuba y sus dirigentes eran objeto de una amenaza permanente por parte de los americanos y sus protegidos. Los propios exiliados: los más activos a veces se sujetaron a las autoridades de Washington, esperando una iniciativa o un apoyo que no vino nunca. Las principales organizaciones del exilio terminaron por agotarse a la espera de esta ayuda que debía conceder el “tío Sam”. A pesar de las declaraciones de solidaridad expresadas muchas veces por todas las administraciones sucesivas republicanas o demócratas, bloquearon sistemáticamente cualquier tentativa de acción armada contra el régimen de La Habana. Y ello, por todos los medios: confiscando las armas, interceptando los barcos en el mar, deteniendo a los miembros de los comandos anticastristas. Las divisiones entre los antiguos partidarios de la dictadura de Batista y los antiguo revolucionarios, luego entre los mismos antiguos revolucionarios, lo que sigue siendo, de antiguos comunistas antes de Castro incluidos, y los que no lo son desde ya hace tiempo, está al orden del día. Durante el mandato de Ronald Reagan, sin embargo, la Fundación Nacional Cubano-Americana (FNCA) consigue adquirir una credibilidad para la administración americana, practicando un cabildeo especialmente pragmático, adoptando una lengua de oposición radical al castrismo y ayudando materialmente a los nuevos refugiados. Pero con la muerte de su líder, el hombre de negocios Jorge Mas Canosa1 , la fundación perdió su potencia y su eficacia. La zanja entre las generaciones también aumentó. Fidel Castro supo utilizar, en su propaganda, los movimientos de fuga masivos y esto en tres ocasiones: en 1965 con los “vuelos de la libertad”, en 1980 con los marielitos, y en 1994 con los balseros La perspectiva de una emigración incontrolada se convirtió en una pesadilla latente para los Estados Unidos. El principal objetivo de los americanos no es ya, -no obstante, nunca lo ha sido-, la liberación de Cuba, pero si de impedir que nuevas olas de centenares de miles de fugitivos lleguen a sus costas. Concentrados sobre todo en Florida (también con una fuerte representación en New Jersey), los cubanos-americanos pesan, con un peso considerable en la política interior americana, como lo demostraron en las elecciones presidenciales de 2000 y de 2004, con la elección controvertida, luego la reelección cómoda, del republicano George W Bush. En 2000, el “asunto Elián”, con la devolución del niño balsero a Cuba por la administración Clinton, se dio la vuelta contra el candidato demócrata AL Gore. La comunidad de los exiliados cubanos de Florida, considerando que la administración demócrata había jugado a favor de Castro en este asunto, puso todo su peso contra la elección de exvicepresidente americano. Un buen número de los nuevos emigrantes, formados desde su más pequeña infancia en el aparato de educación y propaganda (lo que viene a ser lo mismo a menudo) castrista, sólo tienen como objetivo legítimo el día de una mejor vida en los Estados Unidos, dejando aparte toda veleidad de oposición al régimen. Algunos regresan regularmente a la isla, llevando en sus equipajes lo que es indispensable para la supervivencia provisional de sus familiares: dinero y también comida, jabones bombillas eléctricas, prendas de vestir… La mayoría enviaban dólares a los miembros de sus familias que permanecían adentro. De ahí la paradoja: la emigración se había vuelto, a través de las transferencias de dinero a Cuba (las remesas), el principal apoyo, muy por delante del turismo, el azúcar, el tabaco o también el níquel, de una economía en plena delicuescencia. Mejor: Castro consigue transformar una parte de esos emigrantes en grupos de apoyo a su denuncia de la política americana. Cuando la administración Bush decidió, durante el verano 2004, limitar los viajes a Cuba y los envíos de dinero, en las calles de Little Habana en Miami una manifestación apoyó las críticas de Fidel Castro hacia los Estados Unidos, lo que antes era increíble. El fenómeno permaneció contenido, pero las autoridades cubanas hicieron una “trompetilla” útil para excluir de un plumazo la principal característica de una medida económica que habían validado en 1993: la legalización del dólar. Sin embargo, el exilio, en su mayoría, sigue apoyando la actitud sin concesiones de los Estados Unidos, pero de manera mucho más pasiva. La mayoría de los exiliados, sobre todo más antiguos, se resignaron, al igual que sus compatriotas de la isla, a esperar la “solución biológica”, la muerte de Fidel Castro. Son la memoria de las ilusiones revolucionarias y desencantos posteriores, de la represión y las tentativas de inversión de los dos dictadores sucesivos, de Batista y la de los hermanos Castro. Entre ellos, decenas de hombres y de mujeres han ido veinte años a las cárceles en Cuba. Mario Chanes de Armas, pasó treinta, en la indiferencia general. Hay quienes también, como Juan Manuel Salvat, combatió el comunismo, antes de concluir que la lucha armada sin el apoyo de los americanos no tenía más sentido. Entonces se consagró a otra forma de combate, seguramente más duradero. La edición de libros, de memorias de víctimas de esta revolución que terminó por aplastar a muchos de sus promotores y sus protagonistas. Libros publicados para la mayoría por cuenta del autor. En los bares y los restaurantes de Miami, recuerdos y testimonios nostálgicos esmaltan las conversaciones. Algunos son patéticos, los, por ejemplo, de simples ciudadanos cubanos que han pasado varios años en la prisión La Cabaña por haber criticado simplemente el régimen y por otra parte. Hay también el que lamenta haber contribuido, por idealismo, a la instauración de una de las dictaduras más largas de todas las épocas. Pero no son más que gritos estridentes que se entienden, más bien la denuncia lánguida de un exilio anestesiado por una larga espera. Estas víctimas allí ya no tienen la cumbre del empedrado en las reuniones públicas y los Diarios de la comunidad cubana de los Estados Unidos. Son, al contrario, los que hasta anteayer aún, estaban en puestos de organización en la isla. Éstos destilan a cuentagotas en los medios de comunicación (en español) de Miami la información que dicen poseer sobre el poder de los hermanos Castro. Una vez en el exterior, la duplicidad, de quienes se alimentaron en la cuna castrista, sin embargo, no desaparece. Especialistas en el arte del secreto, tanto los unos como los otros son antiguos agentes de la DGI, de antiguos miembros de la dirección del partido, de antiguos funcionarios en los servicios exteriores. Se presentan en adelante como “resistentes del interior”, que sólo esperaban el momento propicio “para abandonar” y “elegir la libertad”. Los comentarios que suministran públicamente tienen dos objetivos: por una parte, lavar sus últimas complicidades, por otra parte, presentarse como elementos de experiencia, capaces de desempeñar un papel en la salida a la situación de bloqueo instaurada por Fidel Castro. Las relaciones entre estos antiguos celadores del castrismo, recientemente convertidos, y sus ex víctimas son difíciles. Los rencores no desaparecieron, no se vuelven a cerrar las heridas. Los reflejos condicionados siguen siendo los mismos. La paranoia exagerada, a veces justificada, a veces manifiestamente, forma parte de las armas de control del régimen castrista sobre su oposición. No es el atributo del exilio. Sin ninguna oposición creíble consiguió estructurarse como alternativa, es porque ella existe en cualquier momento víctima de la delación. ¿Cuántos disidentes, ellos no aparecieron un día en la televisión o en pleitos surgidos de todas las partes, reconociendo delitos inexistentes, acusando a sus camaradas de ayer haber cometido los peores crímenes o de tener la intención de cometerlos? Las presiones sobre la familia y sobre ellos mismos son tales que nadie puede pretender ser bastante fuerte para resistir. El arma preferida de los verdugos no es ya el pelotón de ejecución, aunque no dudaron en recurrir, enviando en 2003, en particular, a tres jóvenes acusados haber querido apoderarse de una embarcación para huir. Prefieren jugar sobre la debilidad más íntima del ser humano: el miedo. Lo que supone que ningún cubano se convertirá nunca en el “hombre nuevo” el cual soñaba el Che. El exilio es tan interior. Se somete a los disidentes y a todos los que no se adhieren a la ideología del sistema a un verdadero ostracismo por parte de las autoridades. Tienen constantemente la Impresión de ser supervisados por sus vecinos o sus colegas de trabajo. Eso dificulta la creación de movimientos susceptibles de presentar una alternativa al sistema. La oposición interna es una suma de desconfianzas y ambiciones políticas, de iniciativas temerarias y temores. Algunas tentativas consiguieron forjar una barrera contra el miedo. La primera de ellas fue el Proyecto Varela (nombre de un sacerdote que defendió la independencia de Cuba ante la metrópolis española), impulsado por el militante cristiano Oswaldo Payá, que presentó en mayo de 2002, ante la Asamblea Nacional del Poder Popular en La Habana, más de once mil firmas reclamando un referéndum que pudiera desembocar en elecciones libres. Castro bloqueó el proyecto, un mes más tarde, haciendo recoger más de ocho millones de firmas que vuelven el carácter socialista de la Constitución intocable (“irrevocable”) Pero los signatarios del Proyecto se atrevían a mostrarse, por fin, a cara descubierta, asumiendo colectivamente su voluntad de oposición. Algunos de los promotores de este texto fueron encarcelados en 2003. Por su parte Payá no se preocupó, ya que gozaba de un excesivo renombre internacional: su acción fue recompensada con el premio Sakharov para los derechos humanos, otorgado por el Parlamento Europeo, en 2002. Otra iniciativa permitió evidenciar la oposición a cara descubierta: el comportamiento, en mayo de 2005, en una casa situada en los alrededores de La Habana, una reunión agrupando varias decenas de opositores de la Asamblea para la promoción de la sociedad civil, organización dirigida por la economista independiente Marta Beatriz Roque, en libertad condicional después de varias estancias en prisión. Los participantes gritaron consignas anticastristas y escucharon un mensaje de solidaridad del presidente Bush. Aunque se hubiera expulsado a diputados europeos y a periodistas extranjeros, era la primera vez desde los principios del régimen que una manifestación similar pudo celebrarse. Sin embargo entre los movimientos de Oswaldo Payá y Marta Beatriz Roque, los informes no están de acuerdo. Los primeros acusan a los segundos que son aliados de la Seguridad del Estado y contrariamente. Una vieja práctica en los medios disidentes. Otras organizaciones existentes en Cuba: el movimiento “Todos unidos”, así como los distintos Comités por los derechos humanos, sin la unión no son más que un sueño lejano. Una acción, no obstante, adquirió un valor simbólico superando las divisiones tradicionales: las “Damas de Blanco”: mujeres, madres, muchachas hermanas de presos políticos que se reúnen todos los domingos en la iglesia Santa Rita antes de manifestar pacíficamente en Miramar, un barrio de La Habana, para solicitar y exigir la libertad de sus seres queridos que languidecen en prisión. La disidencia conquistó, a través de los años y pagando por su acción con elevadas penas de prisión, su derecho de expresión, su derecho a la palabra. El exilio no tiene ya, en efecto, el monopolio del movimiento o la expresión. Delega en adelante este papel a los del interior que, después de años de silencio impuesto, decidieron reclamar un cambio cualquiera que sea el precio que debe pagarse a pesar de la represión y las penurias del “período especial”. Las desconfianzas permanecen y siguen dividiendo tanto el campo de los exiliados como el de la disidencia interior: las mismas sospechas de manipulación, las mismas ambiciones rivales. En una nación destruida por una dictadura que no termina, los reflejos democráticos aún no adquieren un verdadero derecho de ciudad, incluso en los que luchan por la llegada de la democracia. El escritor y hombre de teatro René Ariza, muerto en exilio en 2000, declaraba a la dirección de sus compatriotas, en 1984, en un documental de Néstor Almendros y Orlando Jiménez-Leal, Conducta impropia: “Lo Importante no es él mismo Castro, es el Castro que tenemos en nuestras cabezas”. Cerca de una mitad de siglo de aporreamiento permanente y lavado de cerebro no se borra con un golpe de una varita mágica. El Líder Máximo apareció diariamente en las pantallas de televisión, en las vallas de propaganda, en el diario de la población. Se inmiscuyó en las más elementales preocupaciones materiales, dando su opinión sobre la trayectoria de los ciclones que cruzan la isla, sobre la mejor manera de cocinar el arroz, sobre la calidad del ganado o los pollos. Hizo de la educación, considerada como su ornamento, un acto de adoctrinamiento total, absoluto, dando a sus pensamientos un carácter infalible, que todos los niños se ven obligados a aprender de corazón y a repetir al unísono. Se considera como el único progenitor de los niños de este pueblo. Estos niños interiorizaron sus discursos, sus sonrisas, sus palabras. Denuncian a veces a sus propios padres cuando éstos manifestaban imprudentemente su aversión contra la dictadura. Aplaudió mucho, un día u otro, una medida represiva. Los rencores son tenaces, las confrontaciones entre las víctimas, antes algunas fueron verdugos. El castrismo a conseguido forjar una parte de este pueblo a su imagen, hecha de duplicidad, la capacidad de expresar exactamente lo contrario a su pensamiento para evitar perder su trabajo, ir a prisión o encontrarse ante un pelotón de ejecución. Es este Castro-allí. Lo que los cubanos tienen en la cabeza, y mañana su muerte no significará la liberación inmediata del pueblo de Cuba. DECIMOTERCERA PARTE LA REPRESIÓN PERMANENTE “no habrá más sangre” En el momento en que el poder de los barbudos se instala en La Habana, en 1959, se toma la decisión: no hay reconciliación nacional, ningún perdón para quienes se descartan del proceso revolucionario. No solamente contra los “esbirros” de Batista. Sobre todo, contra los “traidores”. La calificación de “traidores” incluyen aquéllos que habían denunciado a revolucionarios y los que se desvían del camino trazado por Castro, en adelante considerado como el “héroe-guía” de la revolución. Era necesario pues fijar arbitrariamente un número de víctimas ocasionadas por las fuerzas de Batista. El diario oficial del Movimiento 26 de julio, Revolución, iba a encargarse “En Cuba él tuvo aproximadamente diez mil ejecuciones. Quizá quince o veinte mil1 ”. Oficialmente, serán veinte mil. La represión se justifica así y los “esbirros” entregados a la venganza popular. El comandante Huber Matos, uno de los principales dirigentes de la guerrilla castrista, a quien se condenará algunos meses más tarde, en octubre de 1959, a veinte años de prisión por “tentativa de sedición”, vuelve de nuevo sobre una reunión decisiva, en la cual Fidel Castro explica a sus tenientes la estrategia que debe seguirse inmediatamente después de la toma del poder. “Alrededor de diez días antes de la fuga de Batista, en torno al 20 de diciembre de 1958, nos encontrábamos cerca de EL Cobre, en la provincia del Oriente, con Fidel, Raúl y cuatro o cinco comandantes principales de la guerrilla. Es en la que Fidel preparó el después de Batista. Dijo: “Vamos a abordar aquí algunos puntos importantes. Ninguno de nuestros comandantes formara parte del nuevo gobierno. Éste estará constituido por civiles y presidido por Manuel Urrutia1 , que acaba de llegar de Venezuela. Les ayudaremos, si lo desean, a elegir a los ministros. Pero el poder ejecutivo deberá ser ejercido por otros, fuera de los comandantes del ejército rebelde. Deberemos aplicar una justicia revolucionaria severa para que más nunca haya crímenes cometidos por el poder. Sin ninguna compasión, vamos a fusilar y a castigar a los criminales de guerra. Estableceremos las bases para que, en el futuro, no haya más actos criminales ordenados por el poder.” Por lo tanto, nos comprometía a todos. Los comandantes quienes planean dirigir las distintas provincias de Cuba, nos comprometíamos a aplicar una justicia extremadamente dura sobre nuestras tierras. Esta justicia era supuesta a tener objetivos profilácticos. Nadie mientras tanto, se dio cuenta que era el primer paso hacia un régimen de terror. “El pueblo debía temer a los nuevos gobernantes antes de que no pueda reclamar libertades públicas. Una mano de hierro para aterrorizar al pueblo. Debíamos también condicionar el espíritu de los cubanos para imponer el totalitarismo, el estalinismo más firme.” Convertido en gobernador militar de la provincia de Camagüey, Huber Matos hace fusilar a decenas de personas. Raúl Castro en el oriente y el Che Guevara en La Cabaña hacen lo mismo. Fusilados o colgados, siempre tras procesos expeditivos, o sin procesos. Huber Matos es, por su parte, consciente de las consecuencias de estos actos, que sin embargo rechaza de llamar “crímenes”. “Participé en este proceso, aunque no haya sido miembro de ningún tribunal. Pero, como jefe militar de Camagüey, cometimos algunos errores, entre otras cosas la de pensar que oficiales que habían comandado tropas durante la lucha insurreccional eran capaces de transformarse en jueces, estamos conscientes de los errores cometidos en la administración de esta justicia, a la vez en su aplicación de “crímenes” lo hacíamos-y no quiero corregirme de mis propias responsabilidades ya que intentábamos “purificar” la sociedad cubana”. Los gobernadores militares no eran los únicos implicados o cómplices en estas ejecuciones. El periodista Carlos Franqui, antiguo responsable de Radio Rebelde en la Sierra Maestra, nombrado el 8 de enero de 1959 director del diario Revolución, justificó e hizo elogio de los pelotones de ejecución, así como muchos periodistas que escribían en una publicación, donde la mayoría de los editoriales eran redactados por Fidel Castro en persona. Una vez en el exilio, Franqui también justificó estos actos porque requería deshacerse de los “criminales de guerra de Batista” y evitar que nuevos crímenes sean perpetrados por razones de Estado. En 1981, escribía: “No experimentaba ni odio, ni venganza. Pensaba mientras que para ahorrar sangre era necesario fusilar a los asesinos y terminar con el crimen. Todo el mundo lo creía. “Hoy ya no pienso así, pero asumo mi responsabilidad de la época. “De la decisión necesaria de economizar la sangre al fusilar a los criminales surgió el nuevo y terrible poder implacable1 .” “No habrá más sangre” titulaba la Revolución el 4 de enero de 1959, reanudando una frase de un discurso de Fidel Castro. Para Franqui como para Matos, la consigna dada por Castro antes de su llegada a La Habana debía evitar crímenes posteriores. Pero al día siguiente y a los dos días, y todos los días durante los siguientes meses, títulos de nuevas ejecuciones se anunciaban en líneas generales. No han cesado nunca realmente. Con todo, en enero de 1959, un artículo no firmado de Revolución declaró: “No somos espíritus mórbidos ávidos de sed de sangre y de castigo. Durante la guerra, y ante el adversario que no perdonaba, fuimos generosos. Es sobre esta generosidad ante el adversario que no perdonaba, que descansara nuestra fuerza y, en parte, nuestro triunfo.” Después, el régimen castrista no dejó de declarar esta constante “la revolución se presentó generosa”, repite, sin nunca contradecirse, Fidel Castro, para quien quiera entenderlo. La “lucha contra los bandidos” Durante cinco años, desde el principio de los años 60 y hasta 1965, el régimen castrista hizo frente a una insurrección campesina de gran amplitud en las montañas del Escambray, en el centro de la isla, allí incluso dónde se formaba, durante la lucha contra la dictadura de Batista, un segundo frente de guerrilla, paralelo al de la Sierra Maestra. Sus miembros no pertenecían en su mayoría al movimiento 26 de julio de Fidel Castro, de quien desconfiaban debido a sus tendencias al caudillismo. Para muchos, se trataba de miembros del grupo llamado Segundo Frente y del Comité de Dirección Revolucionario. Pero Castro no estaba decidido a conferirles la menor parcela de poder. En La Habana, los militantes del Segundo Frente y del Comité de Dirección, que habían ocupado algunos edificios estratégicos, hoteles, el palacio presidencial y la universidad, para intentar sentar su influencia, se desarmaron obligados y forzados. En su primer discurso ante la muchedumbre, el 8 de enero de 1959, pronunciado en el campo militar de Columbia, transformada en ciudad escolar y bautizada Ciudad Libertad, Castro pronunció la fórmula “¿Para qué hacer armas?”. Este símbolo y esta pregunta no reflejaban ningún perfume pacifista, como lo demostraban las ejecuciones masivas ordenadas por él mismo o sus tenientes. Sólo tenían por objeto impedir al establecimiento de un contrapoder por los miembros de otros grupos insurreccionales, especialmente el Comité de Dirección, quiénes se habían apoderado de un depósito de armas y municiones. Estos hombres fueron rápidamente marginalizados. Algunos, como el comandante William Morgan, de nacionalidad americana, lo fusilaron, otros, como los comandantes Eloy Gutiérrez Menoyo o Rolando Cubela, fueron condenados más tarde a muchos años de prisión. Ningún puesto estratégico se les concedió, Castro que manifestaba desconfianza hasta con los suyos. Era pues muy natural que reanudaran el camino de la guerrilla que ya conocían, para luchar esta vez contra la evolución dictatorial y comunista del nuevo régimen. El Escambray se eligió debido a su posición estratégica, en el centro de la isla, y también porque, en los planes de invasión elaborados por la administración Eisenhower, reanudada en abril de 1961 por john F. Kennedy, el macizo montañoso podía ofrecer una cabeza de puente a los cuerpos expedicionarios de la Bahía de Cochinos, situada a una corta distancia. Este levantamiento había sido silenciado. No tuvo derecho a los honores de la prensa mundial ni a cualquier mitificación posterior. Nunca lo hizo la revista LIFE ni París Match. Muy pocos libros se escribieron sobre este episodio de otra guerra. Con todo, fue una de las guerrillas más largas en América Latina. No se consideró a estos combatientes anticastrista como insurrectos, simplemente se les catalogó como “bandidos”. Una acción criminal parecía justificar esta denominación: Se capturó y asesino a un joven que participaba, en 1961, en la campaña de alfabetización en la sierra del Escambray, por los insurrectos. Se llamaba Conrado Benítez. Inmediatamente, el régimen hizo un mártir, un emblema. Las “brigadas” de alfabetización tomaron su nombre y lo cantaron en su nuevo himno: “Somos las Brigadas Conrado Benítez/nosotros somos la vanguardia de la revolución”. Estos insurrectos contaron en sus filas hasta con dos mil quinientos hombres, con la ventaja de que todos los guerrilleros habían tomado las armas contra Batista. Éstos habían tenido un ejército en plena descomposición, poco motivado, incapaz de hacer frente a métodos de guerrilla. El nuevo poder castrista podía en adelante contar con hombres aguerridos, capaces de conducir muchas operaciones contra insurreccionales. Podía por otro lado apoyarse en decenas de millares de milicianos y en una red de delatores especialmente afanosos. Pero, sobre todo, organizó mecanismos de represión despiadados. Los campesinos de la zona sospechosos de apoyar a la guerrilla anticastrista fueron desplazados a la provincia de Pinar del Río, al oeste de Cuba. se llevaron cerca de veinte mil de ellos en camiones militares y recluidos en explotaciones, llamadas granjas del pueblo Sandino, rodeadas de alambres de púas, sin posibilidad de poder ganar otras regiones, en particular, aquéllas de las cuales eran originarios. Sus casas, los bohíos-cabañas campesinas, eran quemadas sistemáticamente, u ocupadas por dignos de confianza del régimen si su estado era de mejor calidad. Muchos no pudieron volver a entrar en… para volver a ver a su familia sino al cabo de diez años. Uno de los lugares más temidos de la represión contra la guerrilla del Escambray fue la prisión de EL Condado. Se situaba cerca del pueblo de Manacas Iznaga, a algunos kilómetros de Trinidad. Juan Vives, que participó en la época en esta “Lucha contra los bandidos”, describe así esta prisión: “Estaba constituida por campamentos de barracas. Allí había una cincuentena. La puerta era de hierro alambrado, así como el techo, lo que dejaba a los presos expuestos al sol. Detalle agravante: estaban desnudos o en calzoncillos, en una zona abundante de mosquitos. Se les daba apenas de comer. A la caída de la noche, un poco de agua en cantidades racionadas. Los pozos desbordaban de excrementos. El hedor era insoportable. Había también otros pozos del tipo de los utilizados por el Frente Nacional de Liberación en Vietnam, hechos de un agujero de varios metros de profundidad cerrado, arriba, por una rejilla de bambú. “Hubo cientos de ejecuciones sin el menor juicio. Los condenados se clavaban a la pared del viejo cementerio del pueblo. Los cadáveres enterrados a algunos centenares de metros al borde de una carretera. Para disimularlos, fueron cubiertos por un campo de eucaliptos. “Las condiciones que reinaban en EL Condado eran tan malas que los milicianos se negaban a traer sus presos, tarea que tuvo que delegase a los miembros de la seguridad del Estado”. Otros grupos de insurrectos anticastristas operaban también al norte de la provincia de Camagüey. Allí también, el gobierno castrista construyó una prisión de siniestra memoria, llamada EL Serrucho. Se realizaron numerosas ejecuciones, pero nadie sabe dónde se entierran los cuerpos. Las autoridades no juzgaron necesario devolverlos a sus familias. A veces, no encontraban útil informarles que sus hijos habían sido fusilados, su padre o su hermano.” El levantamiento campesino en el Escambray y en otras regiones de la isla le dio finalmente la ventaja al Gobierno castrista. Mal armados, abandonados por los Estados Unidos que, sin embargo, se habían comprometido, después del desembarco acaecido en Bahía de Cochinos, a ayudarlos materialmente, víctimas de sus divisiones y sus propios métodos que, a veces, no tenían nada que envidiar a las de sus adversarios, los guerrilleros campesinos duran en abandonar el combate. Habían tenido más de cinco años de fracasos, las Fuerzas Armadas Revolucionarias. No hubo más levantamiento armado contra el castrismo. Pero la represión ejercida por el régimen no se limitó a los combatientes que se habían atrevido a desafiar la revolución que triunfaba. Afectó en adelante a todos aquellos de los que se desconfiaba y, sobre todo los disidentes potenciales, que sólo se armaban de sus escritos y sus palabras. Las incursiones y las Unidades militares de ayuda a la producción Los cubanos son, por esencia, indisciplinados. Nunca habrían podido pensar en quitar una dictadura, el nuevo poder revolucionario podía hacerlos ir al paso, imponerles una militarización a ultranza. Los hechos les dieron culpa. Los dirigentes castristas forjaron a un pueblo uniforme. La salsa y el buen humor un decorado para los simpatizantes extranjeros y para los turistas: adentro, la salsa es más amarga. Su comportamiento, durante los años 60, no correspondía a las normas comunistas eran clasificados y rehabilitados por la fuerza. Cientos de millares de personas iban a aprender a absorber los dictados del castrismo. Nada de seguir las modas de vestir en curso en los países “imperialistas” ni de escuchar la música de moda considerada subversiva. Tener el cabello largo, escuchar rock' n roll o las canciones de los Beatles, expresar sentimientos antimilitaristas o, como los Testigos de Jehovah, negarse a llevar el uniforme, todo eso podía conducir a prisión o a campos de trabajo. Las autoridades adoptaron un método de incursiones, específicas, brutales, extremadamente eficaces para recoger un máximo de gente en un mínimo de tiempo y para destilar el miedo en la sociedad Las prostitutas fueron los primeros objetivos. El barrio Colón en el centro de La Habana, era un lugar de placeres donde iban a caer los turistas, los marineros y los propios cubanos. El régimen quiso erradicar esta imagen decadente de la capital cubana. Las prostitutas debían ser vueltas a poner en el camino derecho y rehabilitadas. Las incursiones se multiplicaron. Los miembros de la Seguridad del Estado cerraban los barrios, recogiendo a todas aquéllas que hacían la acera o que oficiaban en casas cerradas, cerrando los cabarets eróticos, el tradicional Shanghái, obligando a los mantenidos a casarse con sus protegidas, con la bendición del padre Lalo Sardiñas, un veterano de la guerrilla de la Sierra Maestra. Se obligaba a continuación a los participantes a seguir cursos de rehabilitación en escuelas especiales, para su reintegración en la sociedad. Muy rápidamente, se declaró a La Habana territorio libre de prostitución, lo que no impidió a las muchachas frecuentar los vestíbulos de los hoteles en busca de un extranjero que podría ofrecerles un par de jeans o algunos dólares. Un fenómeno que se desarrolló en los años 90: las jineteras invadieron el Malecón a la caza de turistas europeos o latinoamericanos, transformando a La Habana en destino faro del turismo sexual. Para efectuar incursiones de gran amplitud, era necesario reunir a los “marginales” en un mismo lugar. Las salas de cine donde a menudo se proyectaban algunas películas a la gloria de los cantantes de rock americanos. A la salida de las sesiones, los espectadores eran embarcados sistemáticamente por la seguridad del Estado y fichados como contra revolucionarios por haber realizado formas de “lavado de cerebro” por el “imperialismo”. Las autoridades estaban decididas a liquidar a todo “Quinta Columna”, pudiendo dañar de manera inutilizable a los que eran supuestos a aportar un apoyo a una hipotética invasión. Cuando ésta tuvo lugar en abril de 1961 en Bahía de Cochinos, tomaron los frentes, recogiendo a ciento cincuenta mil personas para depositarlos en estadios de béisbol. Eso nunca se había producido en América Latina. Sólo en el momento del golpe de estado del general Pinochet en Chile, el 11 de septiembre de 1973, donde el mundo entero descubrió las imágenes de opositores depositados en el Estadio Nacional. La principal diferencia con Cuba, es que se trataba de un estadio de fútbol, no de béisbol. Las incursiones continuaron a lo largo de la revolución Algunas semanas más tarde, tuvo lugar la “noche de las tres P” (“prostitutas, proxenetas, pederastas”), una gigantesca incursión contra todos los que podían aparecer como “desviados”. Durante esa noche se detuvo en su casa de Guanabo, una zona al este de La Habana, a uno de los más grandes intelectuales cubanos, el escritor Virgilio Piñero. Fue liberado como consecuencia de múltiples intervenciones. Pero guardó el recuerdo afianzado en el fondo de sí mismo. Cuando en el mes de junio de 1961, Fidel Castro pronunció un discurso amenazante delante de los intelectuales en la Biblioteca Nacional de La Habana, Virgilio Piñero se levantó, avanzó hacia el micrófono y murmuró: “quiero decir solamente una cosa: ¡tengo miedo!” A mediados de los años 60 (los cubanos designan este tiempo aún hoy como el de la “crueldad”), estos lugares tenían un nombre: UMAP, Unidades Militares de Ayuda a la Producción. Verdaderos campos de trabajo forzado, situados en la región de Camagüey, gente educada de la noche a la mañana era encerrada y a los recalcitrantes obligarlos a cortar la caña de azúcar. Sometía a los presos a la ley del servicio militar obligatorio, instaurada el 12 de noviembre de 1963, la cual obligaba a todo joven cubano a servir tres años (extensibles en función del comportamiento en las unidades) en el ejército. Pero, en realidad, no se formaban en el combate a los jóvenes que integraron los UMAP. Se trataba de hacer de ellos, por el trabajo, los “hombres nuevos”. Hasta un tiempo reciente, se recogieron los pocos testimonios sobre los campos del UMAP. Los internados eran afectados con el sello de la infamia. Eran calificados por la población de homosexuales, lo que permitía someterlos al ostracismo y evitar toda solidaridad hacia ellos. El historiador cubano Enrique Ros recogió una gran cantidad de testimonios de personas que pasaron por el UMAP y que, más tarde encontró en el exilio1 . Todos los antiguos presos del UMAP no optaron por esta vía. Entre ellos, numerosas “personalidades” “se han rehabilitado efectivamente y terminaron por cantar las alabanzas del sistema existente. Los casos más emblemáticos son los de los cantantes Pablo Milanés y Silvio Rodríguez que, después de haber escrito textos denunciando el UMAP, se convirtieron en los mejores embajadores en el extranjero de la cultura cubana oficial. Otro antiguo preso del UMAP, se le convirtió oficialmente en embajador de Cuba en la UNESCO luego en Francia antes de representar a Cuba en el Vaticano: Raúl Roa Kouri,hijo del antiguo canciller Raúl Roa2 . El arzobispo de La Habana, el cardenal Jaime Ortega, conoció, también, en carne propia los campos del UMAP, a semejanza de un gran número de sus correligionarios pues en la época no era muy bueno indicar la pertenencia religiosa. Tras numerosas denuncias emanadas de organismos internacionales, en particular, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), y de denuncias donde todas concordaban sobre las condiciones que eran practicadas, las UMAP terminan por ser desmontadas. Pero la maquinaria castrista no renunció sin embargo a la puesta al paso de estos jóvenes (y más Jóvenes) cubanos. Para mantener la movilización, se creó otros organismos, tal como el Ejército Juvenil del Trabajo (EJT), sin olvidar otros campos de trabajos forzados a los cuales se envían periódicamente algunos intelectuales, con el fin de “familiarizarlos” con los trabajos de la campaña, imitando los métodos más corrientes de la Revolución Cultural China. El transporte de los presos, convocados en lugares de reagrupación bajo pretexto de una convocatoria al servicio militar obligatorio, tenía lugar en autobuses ingleses supervisados por guardias armados desde la parte del conductor hasta atrás. El viaje hasta Camagüey duraba toda la noche, sin agua, sin comida, en condiciones de higiene horribles. Peor aún que los vagones del ganado. La propaganda del régimen debía dar una visión casi idílica de estos transportes; para hacer a un lado las críticas, Fidel Castro visitaba a los presos, multiplicaba las reuniones en el lugar de trabajo. Cerca de treinta años más tarde, la realidad de las UMAP y de los organismos que les sucedieron fue poco conocida por la opinión pública. La imagen de Fidel Castro cortando caña de azúcar a conseguido eclipsar el de decenas de millares de hombres condenados a trabajos forzados y con todo existe hoy en Cuba quinientos mil presos, la mayoría de derecho común, que nunca han recibió una visita de la Cruz Roja u organismos humanitarios, excepto la de una delegación de Amnistía Internacional en 1988. La pared del Malecón En su arsenal represivo, el castrismo recurrió a algunas soluciones “originales”, no copiadas del ex “gran hermano” soviético o de sus satélites los países del Este. Su principal invención, son los Comités de Defensa de la Revolución, los CDR. Una idea recogida más tarde por los sandinistas en Nicaragua y por los partidarios de Hugo Chávez en Venezuela. Así pues, la revolución cubana hace escuela. En cada bloque de casas, los Comités están encargados de supervisar los hechos mínimos y los gestos de los residentes, si tienen contactos con extranjeros, si tienen un método de vida que se descarta de la “moral revolucionaria” o si participan en las movilizaciones periódicas pedidas por el Partido o el comandante en jefe. Otra invención: El mitin de repudio, inventado en 1980 para favorecer la desaprobación “espontánea” de las masas hacia los que querían dejar la isla, en el éxodo masivo de los marielitos. Ese año, diez mil refugiados apilados en los jardines de la embajada de Perú reclaman el asilo político. Bajo la presión internacional, se autoriza a cerca de ciento veinticinco mil personas a ir a la Florida. Durante los mítines de repudio, se insulta en principio a los candidatos, sus casas bombardeadas de huevos y toda clase de proyectiles o maltratados por militantes de la juventud comunista, que dirigen las operaciones. Estas manifestaciones fueron organizadas como consecuencia contra los disidentes. Objeto de agresiones permanentes, a sus vecinos les obligan a llamarlos y tratarlos de gusanos ya que demostraron de la misma manera su celo revolucionario a su vez. Liberado por los soviéticos y sus satélites socialistas, el régimen castrista decide pues racionar a la población cubana con el fin de resistir. Todo se reduce a una porción congruente: alimentación, gasolina, transportes… El esfuerzo es inmenso con el fin de preservar la revolución. El “período especial en tiempo de paz” se publica pues oficialmente el 29 de agosto de 1989 en el diario Granma. Cada medida es detallada, precisa, ordenada. Hasta la libreta, este pequeño cuaderno que da a cada uno algunos huevos, harina, un pedazo de carne o pollo. El pueblo cubano debe apretarse el cinturón. El sistema D y los tráficos de todas las clases se multiplican sobre la isla. Una única consigna: sobrevivir. Los cubanos, privados hasta la extremidad, resisten y reinventan una nueva forma de humor y auto burla a manera de consolación. Se les promete una salida, muy próxima, y su sacrificio es indispensable. Hombres, mujeres, niños de Cuba, no tropiezan, en silencio pierden y siguen enmarañando una pequeña bandera en la mano. Luchar contra las salidas, individuales o masivas, todos los medios son buenos. Ya que los fugitivos, los que tienen la intención de cruzar la “pared del Malecón”, la avenida del borde del mar en La Habana, para escaparse del “paraíso revolucionario”, con el peligro de su vida, son siempre tan numerosos. Nada allí está hecho. A pesar del miedo, a pesar de todos los obstáculos colocados sobre su camino, los cubanos encontraron los medios, a veces increíbles, para intentar ganar la Florida. Antes de la descomposición del campo socialista, era en pequeñas lanchas de motor, que se aventuraban si no eran interceptados por la marina castrista. Luego, con la instauración del “período especial” fueron las balsas, balsas fabricadas con finales de madera y neumáticos de camión. Desafortunadamente, el 13 de marzo de 1993, una corriente de marea debido al fenómeno atmosférico EL Niño invade la costa occidental del país y hay la devastación de pueblos y ciudades incluida La Habana. Las calles se inundan, edificios se hunden, los depósitos de granos, cereales, frutas son devastados. La población Incapacitada, ve descomponerse cantidades enormes de comida sin poder intervenir. El Gobierno, ante el aumento de las dificultades, intenta encontrar soluciones y desarrolla la alimentación a base de soya: steacks de soya, yogures de soya, ensalada de soya vienen a sustituir los productos básicos. Durante más de tres años, se abastece a los cubanos con la soya, que ven descargar hordas de turistas que no se privan de nada. Los extranjeros tienen derecho a todo puesto que pagan en dólares. La prostitución de las menores se desarrolla, las madres de familia venden sus favores por un puñado de billetes verdes, como conductos de una vida mejor y sinónimos de abundancia. En este año 1993. El dólar es despenalizado con el fin de permitir al régimen recuperar los fondos -remesas- enviados por las familias a sus familiares que permanecen en Cuba. Pero todos no tienen esta oportunidad, se divide el país en dos: los que poseen dólares y los otros. En abril de este mismo año 93 las señales inquietantes de desnutrición se definen. Cada vez más cubanos bajo abastecidos sufren de una poli neuropatía aguda. La epidemia se extiende por toda la isla y preocupa al cuerpo médico que detecta la poli neuropatía periférica que causa migrañas, cansancio, hormigueos y principio de parálisis de los miembros, y también en cantidad impresionante de los nervios ópticos. “Numerosas personas se compadecían de no poder ver, indica Lázaro H., médico en el hospital Calixto García de La Habana 1 , no se sabía ya cómo tratarlos, se han visto obligado a abrir nuevos servicios en los hospitales. En algunos, había una alteración del campo óptico, de la vista, y otros estaban a punto de convertirse en ciegos.” Ante la multiplicación de los síntomas. El Ministerio de Salud Pública hace fabricar en los laboratorios cubanos cientos de millares de vitaminas del complejo B y compromete a cada médico de familia a prescribirlo a cada uno de sus pacientes: una píldora al día y por persona. Pero los resultados se hacen esperar. No hay más, el ministro de Salud del tiempo, el doctor Julio Teja Pérez, se abre a Fidel Castro y reclama una disminución de las dosis de soya en los alimentos destinados a la población cubana, explicándole que una fuerte dosis la absorción de soya es nociva para la salud humana. La observación es tanto más alarmista en cuanto que algunos grandes deportistas sufren también de esta crisis de neuropatía epidémica. Cosido vivo por lo que considera como una demanda abusiva e infundada, Fidel Castro pone fin a la carrera del ministro, pero, ante la rápida proliferación de la enfermedad, se siente obligado, algunos meses más tarde, a que el consumo de soya sea en más escasas cantidades. Esta decisión, añadida a una atenta observación del cuerpo médico, así como a una toma regular de vitaminas, permitió a la población cubana circunscrita del mal luego erradicarla. Pero las malas condiciones de vida y alimentación perduraron. Los niños de más 7 años por ejemplo ya no tenían el derecho a la ración de leche, antes obligatorio. Un malestar se instaló duraderamente y a mediados del año siguiente, en 1974, las familias enteras exasperadas, cansadas por las privaciones y los esfuerzos a repetición, decidieron huir de la isla cueste lo que cueste. El frenesí de la fuga durante el verano, se transformó repentinamente, en obsesión colectiva. El 13 de julio de 1994, un grupo de más de setenta personas, entre las cuales una treintena de niños, pertenecientes a varias familias, se montan a bordo de un remolcador, el 13 de marzo, amarrado al puerto de La Habana, un militante del partido comunista de regreso desde hace tiempo de sus ilusiones revolucionarias. Puso el barco inmediatamente con rumbo hacia la Florida. Pero las autoridades habían sido sopladas de esta tentativa de fuga. Varios de los sobrevivientes de esta trágica historia, en particular, Sergio Perodin y Janet Hernández, hoy en el exilio, han dicho, a una comisión del Congreso Americano y a la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, un organismo dependiente de la Organización de Estados Americanos (OEA), cuya sede se encuentra en Costa Rica, los detalles de la tragedia. “Cuando pasamos delante de la capitanía del puerto, a doscientos metros de la fortaleza del Morro, reporta Sergio Perodin, un barco de tipo Polargo viene sobre nosotros y nos regaron con chorros de agua con ayuda de tubos a alta presión. La gente que se formó sobre el Malecón, sobre todo las parejas. Comenzaron a gritar cuando ven que el Polargo intentaba hundirnos. Se sube a las mujeres y los niños sobre el puente para que los miembros de la tripulación del otro barco se den cuenta de que iban a cometer un asesinato: Pero no evitaron la maniobra. El Polargo chocó el 13 de marzo. Sin embargo, pudimos poner rumbo hacia el norte. Una vez en pleamar, otras dos embarcaciones de la misma clase nos esperaban en una emboscada detrás del Morro. Los tres barcos se nos acercaron entonces a nuestro remolcador. Dos de ellos seguían cañoneándonos con potentes chorros de agua obligándonos al mismo tiempo a alejarnos de la costa. Nos empujaban hacia dentro, por turnos, para que intentáramos regresar. Pero fallaron, la maniobra del 13 de marzo era sólida. Es entonces cuando uno de los buques desfavorables se colocó ante nosotros, mientras que otro, detrás de nosotros nos empujaba. Pudieron así romper la estructura del remolcador, que comenzó a hacer agua por la popa. Sencillamente el barco que estaba detrás entonces se nos sube sobre nuestra embarcación, paso sobre la mitad. Alrededor de treinta personas permanecieron encerradas en el calzo. Los que habían conseguido subir sobre el puente percibieron los tres Polargo volver a alta velocidad en torno nosotros para intentar hundirnos completamente. Se quedaron allí, para causar remolinos, durante cuarenta minutos. Estaba claro que tenían como objetivo no dejar sobrevivientes, testigos peligrosos. Éramos entre quince a dieciocho personas sobre el puente. Conseguimos colgarnos a un congelador que flotaba en el mar. El más pequeño de mis niños, Sergio, se aferraba a mí. No sabíamos nada del resto de la familia1 ”. El resto de la familia desapareció en el mar, en particular, su mujer y sus otros hijos. La cuñada de Sergio Perodin, Janet Hernández, sobreviviente, pudo ver, impotente, la tragedia desarrollarse delante de sus ojos. “Cuando el barco se rompe en dos, una caja de madera cayó al agua. Era la que contenía el refrigerador. Muchos entre ellos nosotros intentamos llegar hasta ella. Los barcos entonces comenzaron a volver en torno nosotros, creando un enorme remolino que absorbía a la gente. Por ello se murió mi cuñada Pilar Almanza Romero. Su hijo Yaser Perodin Almanza me tenía por un pie. Cuando me salí del barco mi zapato deslizó. Fue cuando, el remolino lo absorbió y no pude recuperarlo… después, vi a mi cuñado Sergio Perodin con el otro niño. Sentí un determinado alivio porque aquél, al menos, había podido salvarse. Había también una pequeña muchacha cuyo cuerpo se inflaba por el agua. Se habría convertido en una boya. Los dejaron así hasta el amanecer, hasta que una estrella Griffin venga por fin a rescatarnos1 .” Los treinta y uno sobrevivientes escaparon de ahogarse gracias a la llegada de un buque griego que se preparaba para entrar en la bahía de La Habana. Los marineros helenos habían oído las llamadas de ayuda. Es solamente después de que una estrella militar cubana de la guardia-frontera se haya acercado al congelador sobre el cual se agarraban los sobrevivientes para ayudarlos. Los llevaron a continuación a las dependencias de la Seguridad del Estado, a Villa Marista. De allí resultaron con la obligación de difundir la versión oficial. Algunos, como Sergio Perodin y Janet Hernández, se atrevieron sin embargo a romper la ley del silencio, contradiciendo la versión oficial que iba a ser dada algunas semanas más tarde por el comandante en jefe en persona. Durante una rueda de prensa, la noche del 5 de agosto de 1994, éste hizo hincapié en la “irresponsabilidad” de los fugitivos y en el carácter “espontáneo” de la intervención de los marineros del puerto que guiaron la operación contra el remolcador 13 de marzo. Fidel Castro martilló: “Tan pronto como llegaron las noticias relativas al accidente del remolcador, procedimos inmediatamente a una investigación exhaustiva gracias a la información suministrada por los sobrevivientes que se habían recogido en el mar. Con cada uno de ellos. Pero también gracias a la información suministrada por algunos de los responsables del desvío del barco; información suministrada meticulosa y detallada, por todos los que se encontraban a bordo de los distintos barcos, sobre los hechos que se habían producido. A medida que se dibujaba la realidad, nosotros informábamos a la población. Están los marineros que se encontraban a bordo de los distintos barcos, que, después de haberse dado cuenta de que el remolcador estaba fugándose, se movilizaron para impedir esta fuga. Ni siquiera tuvieron la oportunidad de entrar en comunicación con el guardia-frontera, que sólo se enteraron de los hechos más tarde. Fue un accidente realmente. Las autoridades investigaron: no había la menor intención de hundir el barco. ¿Qué pueden hacer frente a estos marineros que no querían que su remolcador fuese robado, que hicieron esfuerzos realmente patrióticos, nosotros podemos decirlo, para que no puedan robar su barco? ¿A decirles a lo que van? ¿Escuchen, dejen de robar el barco, no lo hicieron? Los guardia-fronteras no pudieron hacer nada en todo eso, han llegado al lugar algunos minutos después de que se produjo el accidente”. Para Castro, son pues los marineros del puerto quienes, en un gesto “patriótico”, intentaron impedir el vuelo de una de sus herramientas de trabajo. Precisemos a pesar de todo, que, si los fugitivos hubieran llegado a la Florida, las autoridades americanas habrían devuelto al gobierno cubano la embarcación desviada, en virtud de acuerdos firmados entre los dos países en los años 70. Tanto más que, según Fidel Castro, el remolcador 13 de marzo se encontraba en muy mal estado: “Se subieron sobre un remolcador que tenía una vía de agua que estaba en lamentable estado, fue una terrible irresponsabilidad, este remolcador se habría hundido completamente incluso si no hubiera habido el choque.” Los marineros del puerto pues se habrían movilizado espontáneamente, sin recibir órdenes, para salvar un remolcador que ya no tenía un pecio. ¿Las responsabilidades? Castro las descarta, indignado, acusando, naturalmente, a todos los que se atreven a sospechar o plantearse cuestiones, en particular, los organismos de defensa de los derechos humanos, así como la Comisión del Senado Americano. “Habrá siempre tiempo para exigir las responsabilidades que corresponden a cada uno. ¡Venir a exigirnos a nosotros una investigación! Mientras que somos los primeros en tener una investigación, sin que nadie nos lo pida. Nadie puede exigirnos cualquier cosa. ¿Ya que sólo nuestra conciencia, nuestro deber y nuestro sentido de la responsabilidad pueden exigir en nosotros una investigación? ¡Jamás!” No hubo nunca, en efecto, una investigación rigurosa e independiente en torno a lo que ha pasado este 13 de julio de 1994. Las autoridades cubanas no asumieron ninguna responsabilidad. No se juzgó ni se condenó a nadie. Los cadáveres recuperados no se entregaron nunca a sus familias. La tragedia sólo mereció algunas líneas, o el silencio absoluto, en la prensa, en particular, en los medios de comunicación europeos. Fidel Castro tenía, durante estos oscuros días, otras preocupaciones. Se habían desviado otras embarcaciones, en particular, los transbordadores conectando las dos orillas de la bahía de La Habana, hacia la Florida el 26 de julio. Y luego, se había organizado la rueda de prensa a toda prisa, esta vez de manera en verdad espontánea, ya que ese día se había producido sobre el Malecón un acontecimiento inimaginable; millares de manifestantes se habían congregado sobre la avenida del borde de mar y en toda La Vieja Habana subrayando un lema hasta entonces impronunciable: “Abajo Fidel” Esa mañana, del 5 de agosto de 1994, un fuerte rumor llegaba del centro de la Vieja La Habana antes de que se confundiera con las resacas del Malecón, cuanto más la hora avanzaba, el clamor se volvía potente e insistente. La plebe habanera había terminado por ceder a la cólera, el cansancio de las privaciones de agua, electricidad, pan y sobre todo había excedido por un calor tórrido y una sed inextinguible. Lo que era imposible, impensable algo que no se vislumbraba estaba produciéndose. Jóvenes, viejos, mujeres, hombres, adolescentes, por centenares, por millares, por decenas de millares, en una muchedumbre densa, compacta, rompiente como la sombra sobre la superficie del mundo, la multitud era tal que nada podía partirla, ni una bicicleta o un coche, y avanzaba por la avenida del Puerto hacia el túnel sin dispersarse, haciendo retroceder a los policías asombrados de lo que veían sin atreverse a intervenir. El mar de gente se agrandaba a la vista del ojo humano. A medida de su progresión los gritos se reanudaban en coro contra el comunismo, las consignas contra el gobierno e incluso contra Castro: “¡Fidel se debe ir!” … pero, sobre todo, con una fuerza redoblada, “¡Libertad! ¡Libertad!” A su paso delante del Palacio de Turismo, al ángulo de la avenida del Puerto y la calle Cuba, comenzaron a lanzar piedras sobre un autobús de turismo, objetos de su furia, ya que el turismo señalaba la frontera entre los privilegiados y lo miserables que eran. Duro el camino, cada vez más y más gente se integraba a la marcha, e incluso espectadores se transformaron en manifestantes. En las cabezas y los corazones de estos manifestantes estaban sin duda y seguramente presentes los desencantamientos populares que habían terminado por sacudir los regímenes comunistas de Europa del Este. Quizá podrían, ellos también, hacer la misma cosa, quizá también, al manifestar en masa su descontento, podrían tumbar la dictadura castrista, que finalmente no era más que una dictadura más. ¿Si otras no había por qué ellos? Y siguieron avanzando sobre la amplia avenida del Malecón, con el mar confinando la comitiva a la derecha y sobre la izquierda de otro mar de ventanas y balcones donde se apilaban sobre su paso los hombres y mujeres asustados o solidarios de este desfile insólito, extraño y único. Algunos podían reconocer a agentes de civil pertenecientes a las brigadas de respuesta rápida (BRR) supervisando el avance de la marcha. Los gritos contra la tiranía existente se ponían de acuerdo a leguas a la redonda, hasta el final se confunde con La Vieja Habana. Los manifestantes se mantenían en bloque y los policías temblaban de miedo Sobre la orden, bloquearon las calles, clavados unos contra otros, armados de fusiles AKM, paralizados por la idea de que la gente pudiera acercarse y lanzar piedras o cubos llenos de basura. Una marea humana ocupaba el pavimento de La Habana. En cada cruce, grupos compactos denigraban de un régimen que no podían soportar más. Hacia. El principio de la tarde, los helicópteros militares sobrevolaron el borde del mar en frente del hotel Nacional. Policías, hombres de las tropas especiales, militares, milicianos armados de bates de béisbol se infiltraron entre los manifestantes. Algunas horas más tarde, hacia las diecisiete horas, la situación estaba bajo control y un convoy militar con una decena de vehículos camuflados dividió a la muchedumbre que se atasca en el asfalto del Malecón. Llegado a la altura de la explanada central del hotel Nacional, donde se habían aglomerado numerosos turistas, ante el mar, el convoy para y es Fidel Castro en persona vistiendo su traje verde aceituna quien salió del segundo véhiculo1 .¡La muchedumbre que, unos momentos antes, gritaba su descontento y su deseo de cambio, cambió inmediatamente de actitud y los que habían gritado “¡Abajo la dictadura castrista!” se pusieron a cantar las alabanzas al Líder Máximo, como si nada hubiera pasado, “¡Viva Fidel!” se reanudó en coro por la muchedumbre presionada y entrampada, rodearon al Comandante en jefe admiradores hipócritas y aterrorizados. Toda la zona en adelante estaba dividida de uniformes y hombres con metralleta en el puño. A la rebelión iba a suceder la represión. Seguramente para legitimarse a priori. Castro acompañado de periodistas, en particular, extranjeros, explicó a los manifestantes que él había venido personalmente para recibir “su lote de bolas y piedras”, luego exclamó, apenas irónico: “Lo importante es que el pueblo pueda librar esta batalla. ¡Es por eso que estoy con él!” La población se había rebelado contra Castro, pero, como su habitual práctica, con capacidad y demagogia supo devolver la situación a su favor. Durante la confrontación entre los opositores y las fuerzas regulares, se encarcelaron algunas decenas de personas y otro tanto resultaron heridos. “El miedo corrió sobre un despliegue violento del poder militar para eliminar al que se opondría al régimen, explica Brian Latell, después de los motines y manifestaciones contra el régimen. El gobierno amenazó públicamente con emplear la fuerza que consideraba necesaria para mantener el orden. Las declaraciones de Raúl Castro según las cuales avisaba a los “enemigos de la revolución” de no cometer errores, fueron difundidas ampliamente por la prensa. “Tenemos suficientes cañones y otros medios para defender este país,”. Sus palabras podían parecer no dirigirse específicamente contra los disidentes cubanos, pero sus intenciones aparecieron más claramente algunos días más tarde. En un discurso pronunciado con motivo del entierro de un policía, Ulises Rosales del Toro, en la época jefe de Estado Mayor de las FAR, declaró: “Prevenimos a la Quinta Columna Interna… que actuaremos firmemente” “Se desplegaron algunas fuerzas en uniforme y otros en civil, pertenecientes al Ministerio del Interior, en los barrios de La Habana donde se habían desarrollado las manifestaciones y, por primera vez durante la revolución de Castro, sus fuerzas armadas estuvieron vinculadas, en el espíritu del pueblo, a los servicios de seguridad temidos por todo el mundo y a la posibilidad de una brutal répresion1 .” Pero vino la noche, ese 5 de agosto de 1994, cuando la represión tomó el aspecto que terrífica más. Se expulsó de sus casas, a familias enteras sospechosas de su simpatía con el maleconazo, en particular, en el barrio popular de Colon. Otras personas, denunciadas por los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), fueron señaladas con el dedo y se han visto obligadas a criticar aquella manifestación, antes de integrar otra, organizada, por los miembros de la juventud comunista (UJC), el CDR y los BRR muy en civil. Ésta utilizaba el mismo itinerario que la anterior, daba con la voz en contra, denigrando “de los traidores”, “de los contras revolucionarios”, los que querían vender la patria, protestando porque solo Fidel era garante de la Independencia de Cuba y la perpetuidad de la revolución. De por todas partes surgían, en este final de tarde, camiones y autobuses rellenos de mundo, que a venido “espontáneamente” de los centros de trabajo a apoyar el régimen y decir su amor al dirigente supremo. Civiles esgrimían tubos de metal en busca de los que se habían atrevido algunas horas antes a vomitar el régimen. Todo volvió a entrar en el orden en algunas horas. Esta rebelión nacida de numerosas frustraciones, espontánea, mal organizada sin líder, sin enlace posible con otros barrios u otras ciudades de la isla, lejos de los medios de comunicación completamente controlados por el Estado, el huevo aplastado en el espacio de un día de verano. Probando una vez más, si fuera necesario, que nada aún era posible contra el sistema y sobre quien lo dirige. Con todo, esta fecha 5 de agosto de 1994 ha señalado los espíritus en Cuba y ha dejado la impresión de que un día, quizá, el tiempo vendrá de un levantamiento popular que romperá neto el corsé castrista. Durante los días que siguieron al acontecimiento, decenas de millares de cubanos se embarcaron sobre balsas de fortuna, cámaras de aire, viejas barcas reparadas van-rápidamente resumidamente… a flotar todo lo que podían, con la esperanza de alcanzar las costas de la Florida, de huir de un régimen que les impedía vivir. Un sálvese quien pueda que las autoridades cubanas favorecieron, considerando seguramente que era una válvula de seguridad después del calentamiento popular de los últimos días y también un medio para dejar hilar hacia los Estados Unidos los elementos menos controlables Sobre las arenas de Cojímar los balseros prosiguieron su sueño de un mejor horizonte. Los que intentaban la aventura saliendo de la boca del caimán sabían que corrían el riesgo de terminar entre los dientes de un tiburón o llevados por las corrientes. Pero nada podía disuadirlos Alrededor de treinta mil de estos balseros llegaron a cruzar, sanos y salvos, el estrecho de la Florida y acceder así a una existencia libre. Cientos de otros fallecieron en el mar. Pero nunca los guardacostas cubanos los obstaculizaron en su viaje hacia el dorado americano. Muy rápidamente, la Casa Blanca olió la trampa y negoció con La Habana la entrada potencial de veinte mil cubanos al año con la condición que el mar de balseros se contenga. A pesar de este acuerdo, considerado como una victoria por las autoridades castristas, todos los días los cubanos, cansados de esperar un hipotético visado o sorteo, el bombo, organizado por la sección de intereses americanos, se lanzan a la aventura, con el aspa de su esperanza y un valor a toda prueba. Epilogo A principios del año 2005 George W Bush celebró su reelección y pronuncio más de cuarenta veces la palabra “libertad” en su discurso de reinvestidura. Algunos días antes Condoleezza Rice, la nueva secretaria de Estado, explicaba que era necesario seguir combatiendo la tiranía allí donde se encuentra y señalaba con el dedo a los Estados que deben supervisarse de cerca: Cuba figuraba a la cabeza de la lista. En el viejo continente, en cambio, los europeos, conducidos por la España de José Luis Rodríguez Zapatero, se reconciliaban con la isla del Castro, ponían una sordina a sus críticas y decidían no invitar a sus fiestas nacionales a ningún disidente. Sólo la República Checa, Polonia y Holanda se separaban de los otros países europeos, considerando que tal actitud no podía en ningún caso ayudar al restablecimiento de las libertades sobre la isla del Caribe y equivalía a una capitulación en campaña rasa. Despreciando esta opinión, el régimen cubano, por su parte, estaba satisfecho. Con todo Fidel Castro no pudo impedirse dirigir un brazo de honor a estos europeos inconstantes. Durante las cinco horas, el viejo dictador realizó un jugueteo en forma durante el Congreso Mundial de Alfabetización, el 3 de febrero de 2005, en La Habana: ¿“Perdonarnos, pero de qué crimen, ¿de qué pecado? Señores, debo decirlo con toda honradez, Cuba no tiene necesidad de los Estados Unidos, Cuba no tiene necesidad de Europa. Es tan agradable poder decirlo. ¡Cuba aprendió a prescindir de ellos!” Pero más allá de estas fanfarronadas, este discurso hizo salir el lobo del bosque. Si Cuba no tiene ninguna necesidad de Estados Unidos ni de Europa, es pues el embargo tan denigrado desde hace más de cuarenta años, el bloqueo, según el término empleado por los castristas, no es ya el mal absoluto que asesina a los cubanos… A menos que los acuerdos concluidos con la Venezuela de Hugo Chávez no sean una cesta suficiente como para que Cuba pueda despreciar, entre otras cosas, la ayuda europea. En cualquier caso, después de haber salido de sus cárceles catorce de cada setenta y cinco presos que hacía diecinueve meses antes, el régimen castrista podía devolver allí a otros, no más culpables, pero seguramente menos videntes respecto a los que no quieren ver. Pasar el embargo siguiendo al mismo tiempo haciendo la cabeza de turco de la miseria, causante con morgue, a estos países que su revolución hace aún fantasmear a pesar de su hundimiento trágico. En diciembre de 1998, el escritor español Manuel Vázquez Montalbán, quien fue uno de los tarifados del sistema castrista, escribía en las columnas del diario EL País “Antes la historia contemporánea no les ha proporcionado a ellos la ocasión de hacer su propia revolución, muchos europeos consideran la revolución cubana como su revolución adoptiva. Hace cuarenta años les prometían, una nueva primavera del pueblo. Y es con nostalgia que los admiradores de antaño contemplan hoy el otoño del patriarca”. Son aún numerosos, en efecto de este lado del Atlántico, los enamorados de una revolución equivocada a la que se debía poner el ojo en la escena de lo inédito y el renacimiento y sólo parió pesadillas, asesinatos, terrorismo y traiciones. Quizá para permanecer hasta el final fieles a sus sueños o simplemente por pereza intelectual. Pero si se quiere o no el tiempo pasa inexorablemente y nada es eterno. Después de la muerte del propietario de la isla, los herederos, cualesquiera que sean, no llegarán, a pesar de las precauciones, los controles y los bloqueos de todo tipo, a impedir el desbordamiento de todo un pueblo que bastante ha vivido bajo el yugo. A menos que el comandante en jefe antes de dejar la escena instale en su lugar militar una parodia de Bolívar, una clase de clon anidado sobre barriles de petróleo, que prolongaría su reino más allá de sus propias fronteras. El cielo estaba límpido, esa mañana, Plaza de la Revolución. Nadie violaba la inmensa explanada ante la estatua de José Martí. El tiempo parecía suspendido, apenas los ecos perdidos de vida en los barrios alrededor, de las alejadas turbulencias, pero allí, coloca la Revolución, ni un alma vive. El momento era terrorífico, casi inhumano. ¿Qué pasaba detrás de las altas paredes de los edificios austeros que se erigían a varios centenares de metros? ¿En qué tiempo están? ¿El régimen mafioso casi quincuagenario acechaba aún detrás de las ventanas cuadradas de los edificios o preparaba sus cartones sin ruido haciendo creer que la eternidad se le debía? ¿Era una nueva mentira o una realidad siempre dolorosa para los que esperan, famélicos, el final de una tragedia? “¿Hasta Cuándo?” Una pregunta sin respuesta, lancinante en el espíritu de cada cubano. Se termina el Siglo XX pero el castrismo perdura, más rígido que nunca, persuadido de que dioses astutos lo protegen de los ciclones y del imperio pero al precio de sacrificios cada día más insoportables para el pueblo de Cuba. “¿Hasta Cuándo? » Alain Ammar, agosto 2005 ANEXO Los principales sectores y entidades bajo control militar incluyen: GAESA (grupo de administración de Empresas, S.A) es la principal sociedad de cartera del MINFAR, el Ministerio de Fuerzas armadas revolucionarias y se refiere: ● Gaviota S.A (turismo), director: El general de brigada brilla Pérez Róspide ● Aero Gaviota (Transporte aéreo/turismo): coronel José Manuel Borges Vivo ● Cubanacán (Turismo): Manual Chalet ● Tecnotex (importaciones/exportación): teniente coronel René Rojas Rodríguez ● Almacenes Universal (Zonas de libre comercio de Wajay, Mariel Cienfuegos, Santiago de Cuba: Miguel Ángel Hernández armó. ● Almest(Agencia inmobiliaria de turismo): David Pereira Pérez ● Agrotex (agricultura y ganado) ● Sasa S.A (Reparaciones automóviles y repuestos): Antonio Luis Chong Estupiñan ● División Financiera (almacenes destinados a recuperar las divisas): Alexis Mejías Zamarion ● Sermar (Exploración de aguas territoriales cubanas, reparación de navíos): Capitán Luis Beltrán Fraga Artiles ● Geo Cuba (Cartografía, inmobiliaria, intereses mineros): coronel Eladio Fernández Cívico ● Complejo histórico militar El Morro- La Cabaña (museos militares, monumentos) : Coronel Hernán Washington ● Unión de la industria Militar (UIM): coronel Luis Bernal León La UIM incluye a 230 fábricas y sociedades. Su producción es de cerca de un 32% para los sectores civiles de la economía mientras que un 75% de las reparaciones y partes de recambio para el sector civil proceden de las empresas militares. Fuente: Frank Mora, « A comparative study of civil-military relations in China and Cuba : The effects of Bingshang » Armed Fuerzas and Society, invierno 2002) ● Habanos S.A: coronel Oscar Basulto Torres Le distributeur exclusif des fameux cigares cubains est sous la direction du colonel Oscar Basulto Torres qui contrôle environ 30% du marché mondial du cigare « haut de gamme » avec un progression de 22% de 1995 à 1999. Les ventes de cigares ont rapporté à Cuba en 2004 près de 300 millions de dollars. (Source : Marc FrancK : « A feast for smokers at Cuba’s social events of year” Financial Times, 24 février 2005.) ● Comercio Interior, Mercado Exterior (CIMEX) : Docteur Eduardo Bencomo Zurdo, président; Enrique Semanat, vice-président (societé directement contrôlé par les forces armées) Cette compagnie holding, originellement basée sur l’import/export, a été étendue aux établissements de vente au détail en dollars et monnaies étrangères (supermarchés, fast foods, développement photos, lavage de voitures, stations service) mais aussi d’opérations de crédit, location de véhicules, agences de voyages, immobilier, services de TV par câble ou satellite. Ses revenus annuels ont atteint, en 2003, 700 millions de dollars. (Source : Melisa Johns : « Foreign investment in Cuba: Assessing the legal landscape”, Boletin Mexicano de Derecho Comparado Nª 106,2003.) ● Agrumes et produits citriques : Général Rigoberto García Fernández (Chef de l’EJT, Ejercito juvenil del Trabajo, Armée juvénile du travail). La plus grande entreprise de récolte après celle du sucre et du tabac, et l’une des plus importantes sources de revenus. Il s’agit d’une joint venture entre le gouvernement cubain, représenté par l’armée juvénile du travail (EJT), une réserve militarisée de travailleurs, et de compagnie israélienne BM. ● Instituto Nacional de la Reserva estatal (INRE) : Général de brigade Moisés Sio Wong. Les réserves stratégiques nationales d’outre-mer (matériel, finance. Militaire) en cas d’urgence, comme le stipule l’article de 128 de la loi sur la Défense nationale de 1994. ● Grupo de la Electrónica: Commandant de la Révolution Ramiro Valdés Menéndez. Ce groupe supervise de nombreuses entreprises, la plus notable étant Copextel S.A. Une holding de technologie qui englobe plus d’une quarantaine de sociétés commerciales d’ordinateurs, de software, de service internet, de téléphones portables, de restaurants, de traiteurs et de spectacles. ● Ministère du Tourisme (MINTUR): Colonel Manuel Marrero Cruz. Le tourisme est devenu le secteur le plus important de l’économie cubaine. en 2004, au moment où Raúl Castro en à assumé personnellement la direction, le tourisme a généré un revenu estimé à 2.4 milliards de dollars. (Source : Marc Frank, (Cuba cible sur 2 millions de touristes »,(dépêche de l’agence Reuters, 26 décembre 2004. ● Ministère de l’Aviation civile: Général Rogelio Acevedo González ● Ministère de l’industrie sucrière (MINAZ) Général Ulises Rosales del Toro ● Ministère de la Construction (MINCONS): Fidel Fernando Figueroa (ingénieur de formation de Forces armées révolutionnaires) BIBLIOGRAFÍA Alarcon Ramirez, Dariel (« Benigno »), Memorias de un soldado cubano. Vida y muerte de la revolución. Barcelona, Tusquets.1997. Alfonso, Pablo, Los fieles de Castro, Miami. Fayard, 1996 Benemelis, Juan F, Las Guerras secretas de Fidel Castro, Miami. Fundación Elena Mederos, 2003. Cabrera Infante, Guillermo, Mea Cuba, Madrid, Plaza y Janés / Cambio 16,1992. Castañeda, Jorge G, La vida en rojo. Una biografía del Che Guevara, Madrid, Extra Alfaguara, 1977. Carrasco, Carlos Antonio, Los cubanos en Angola (1975-1990). Bases para el estudio de una guerra olvidada. La Paz, Editorial Aeronáutica-FAB, 1996. 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Violet, Bernard, Carlos, les réseaux secrets du terrorismo international, Paris, Seuil, 1996. Vivés Juan, Les Maitres de Cuba, Paris, Robert Laffont, 1981 AGRADECIMIENTO Todo nuestro agradecimiento va a las y los que tuvieron la paciencia y la bondad de ayudarnos en nuestro trabajo, de recibirnos para aclarar situaciones, establecernos en la información precisa, nos proporcionaron los documentos o concedieron largas conversaciones en París, Marsella, Estrasburgo, Madrid, Barcelona, La Habana, Santiago de Chile, Caracas, Miami, Nueva York, y en particular: Alain Abellard. Dariel Alarcón Ramírez («Benigno»). Álvaro Alba. Pablo Alfonso. Domingo Amuchastegui. Jean-Hébert Armengaud. Ernesto F. Betancourt. Juan F. Benemelis. Ricardo Bofill. Michel Brionne. Elizabeth Burgos. Lissette Bustamante. Nelson Castellano. Elaine Castillo. Verónica castillo. Juan Carlos Castillón. Manuel Cereijo. Aymeric Chauprade. Juan Clark. Manuel Cortés. Pedro Corzo. Víctor Drake. Alina Fernández. Martha Frayde. Jean-Francis Gondre. Rosario Hiriart. José María Henríquez Chambassuku. Roland Jacquard. Serge Lewisch. Huber Matos. Fausto Masó. Fausto Menocal. Roger Pic (†). José Rosas. Ariel Remos. Enrique Ros. Denis Rousseau. Josefina Ruiz. Juan Manuel Salvat. Gustavo Sánchez. Miguel Sánchez. Jorge A. Sanguinetty. Pio E. Serrano. Jaime Suchlicki. William Valdés. Jorge Valls. Gracias infinitas y sobre todo en particular a Olivar que fue un editor siempre disponible y apasionado por esta aventura, así como a Nicole Rolier por su eficacia y su buen humor. Gracias también a Thérèse- Marie Mahé por sus críticas pertinentes y su paciencia. Toda nuestra gratitud a Thérèsa Bond y a EL Flaco por sus preciosos consejos. Por fin un hola cordial y pleno de reconocimiento a Bernard Fixot, sin el cual este libro no se habría realizado. INDICE Advertencia…………………………………………………………………………….. 2 Prólogo……………………………………………………………………………………. 3 I. EL CÍRCULO FAMILIAR…………………………………………………………………. 5 El padrino cubano (EL PRAN CUBANO) ………………………………….. 5 La guerra de clanes…………………………………………………………………. 7 Una nomenclatura celosa de sus prerrogativas……………………… 13 II. Un WC planetario……………………………………………………………………….. 16 El nuevo trato en latino América……………………………………………. 16 El maestro y su discípulo………………………………………………………… 21 La tentación terrorista……………………………………………………………. 28 Cuando Pekín entra en el baile………………………………………………. 33 Castro y el “pequeño Führer”………………………………………………… 34 El anti Aznar……………………………………………………………………………. 35 El descanso de los terroristas de ETA………………………………………. 37 III. SANTUARIO DEL TERRORISMO MUNDIAL…………………………………. 41 La tricontinental, cuna del terrorismo……………………………………. 41 Una guerra sin escrúpulos……………………………………………………… 42 Las conexiones cubanas de Carlos…………………………………………. 46 El cónsul y su raptor……………………………………………………………….. 50 IV. LOS APRENDICES DE BRUJO……………………………………………………….. 52 NRBC: una seria controversia...……………………………………………… 52 La unión Sacra………………………………………………………………………… 58 El extraño caso de la doctora Molina……………………………………... 59 V. CHILE: UNA EXPERIENCIA CONFISCADA……………………………………. 63 El interminable viaje de Fidel Castro……………………………………… 63 Los emisarios de Castro…………………………………………………………. 71 Un General Chileno en la Habana………………………………………….. 74 El “plan Z”…………………………………………………………………………….. 76 VI. ¿QUIEN MATÓ A SALVADOR ALLENDE?................................... 77 El presidente y sus guardias en la Moneda…………………………. 77 ¿Muerto en combate o suicidio?........................................ 81 El suicidio según la Junta…………………………………………………….. 82 Las dudas de la prensa………………………………………………………… 83 El relato épico de Castro……………………………………………………… 84 Una fotografía del cadáver……………………………………………….… 85 El relato de Patricio de la Guardia……………………………………….. 87 La confirmación por otro testigo: “Benigno”, Sobreviviente de la guerrilla del Che…………………………………… 92 “Suicidios” en cascada…………………………………………………………. 95 ¿Asesinar a Pinochet?................................................... ….. 99 La extraña mansedumbre de Castro…………………………………… 101 VII. LAS LEGIONES DE CASTRO………………………………………………………. 104 La prueba de fuego en el desierto……………………………………… 104 El arco integrista del Sahara………………………………………………… 109 Israel: de la admiración al odio……………………………………………. 111 Sobre las alturas del Golán…………………………………………………. 113 África: las guerras coloniales de una pequeña isla del Caribe…………………………………………………………………………………. 115 La carnicería Internacionalista……………………………………………. 118 La masacre de los inocentes………………………………………………. 119 Trafico en todas las clases…………………………………………………. 121 La desobediencia del general…………………………………………… 123 El frenazo: La intervención militar en Granada………………… 128 Nicaragua: veintiséis comandantes pares el 26 de julio………. 134 VIII. EL GENERAL INMOLADO……………………………………………………. 139 El proceso amañado……………………………………………………….. 144 Castro y los golpistas de Moscú………………………………………. 155 IX. EN LA BOCA DEL CAIMÁN…………………………………………………….. 157 Un pueblo que aguarda por ti……………………………………….. 157 Las fuerzas armadas revolucionarias (FAR)………………….... 160 Las empresas pretorianas de las FAR…………………………….. 164 Las tropas especiales………………………………………………………. 167 X. RADIOGRAFIA DE LAS UNIDADES SECRETAS………………………. 167 Una casta sacrificada al régimen……………………………………… 167 El G2……………………………………………………………………………….. 168 Las “avispas negras” y el sector 40……………………………….... 172 Las brigadas de reacción rápida, reservas del alto mando 172 La unidad49 (seguridad personal de los dirigentes) ………. 173 La oficina 15 y la unidad 21…………………………………………….. 173 La dirección general de Inteligencia……………………………….. 174 La infiltración en las universidades………………………………… 176 “Barba roja” el hombre que sabía demasiado...……………. 179 XI. MENTIRAS Y FALSIFICACIONES…………………………………………… 181 Una epopeya revisada y corregida…………………………………. 181 “¡Hasta la victoria siempre! ¡Socialismo o muerte!”……… 181 Bajo los hurras de la muchedumbre……………………………… 184 El preso y el carcelero…………………………………………………….. 187 Los contrastes de un mito……………………………………………… 189 ¿El Che por Korda?........................................................ 195 Una parte apretada pero calculada……………………………….. 198 La mujer más poderosa del régimen…………………………….. 201 El asesino y su madre…………………………………………………….. 202 XII. LO EMPOLVA LOS OJOS……………………………………………………… 204 La propaganda, primera arma del sistema…………………….. 204 Censura y lavado de cerebro…………………………………………. 208 La clavija maestra………………………………………………………….. 211 Manipulaciones y complacencias………………………………….. 214 Las dudas del exilio……………………………………………………….. 225 XIII. LA REPRESIÓN PERMANENTE……………………………………………. 229 “no habrá más sangre” ………………………………………………….. 229 La “lucha contra los bandidos” ………………………………………. 231 Las incursiones y las Unidades de ayuda militares de Ayuda a la producción…………………………………………………….. 233 La pared del malecón……………………………………………………… 236 Epilogo………………………………………………………………………………….. 243 Facsímil de una carta de Castro a Allende……………………………. Anexos…………………………………………………………………………………. 245 Bibliografía……………………………………………………………………………. 247 Agradecimiento……………………………………………………………………. 248







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