La Euforia


Mensaje No. 11

Dirigido a Los Líderes de La Derecha Española




"Let's Go Brandon!"



En 1967, a mis 17 años, me encontraba estudiando "high school" en el diminuto pueblo de Deer Park, en el estado de Washington.  Formaba parte de un equipo de "fútbol americano" que jamás ganaba un partido.

Al pueblito de unos tres mil habitantes se mudó un millonario de apellido Yoke, quien adoraba el fútbol y se propuso cambiar la mala racha que arrastraba el equipo desde que la pequeña escuela se fundó a principios del pasado siglo. 


Mr. Yoke, quien era originario de uno de los estados de la costa este de Estados Unidos, conocía a un entrenador de una pequeña universidad llamado Max Sánchez quien se acababa de retirar, a quien convenció de entrenar a nuestro miserable equipo y, de paso, para que se retirara a vivir sus últimos días en Deer Park, como en efecto ambos hicieron. 


La historia completa la cuento en un capítulo de mi libro "Cómo se Perdió Venezuela", sin embargo, les quiero contar uno de esos pasajes imborrables de aquella historia que marcó mi vida. 

Mr. Sánchez, de padres españoles, era un fanático de la disciplina.  Nos entrenó como se entrenan a los universitarios.  Mr. Yoke financió su salario y compró los mejores equipos de entrenamiento que ofrecía el mercado de aquella época. 

Mr. Sánchez DETESTABA dos emociones: ¡el triunfalismo y la euforia!  A mitad del partido los equipos se retiran del campo para descansar y recibir instrucciones de sus entrenadores.  Si íbamos ganando, Mr. Sánchez nos trataba con la mayor rudeza.  Quienes habían metido "goles" (touchdowns) eran tratados sin contemplación alguna, evitando que se sintieran unas prima donnas. Si íbamos perdiendo, Mr. Sánchez nos levantaba la moral siempre con la fe puesta en que éramos un extraordinario equipo. 

De no ganar un solo juego pasamos a ganarlos todos, lo que nos llevó, por primera vez en la historia del pueblo, a las finales del estado.

Existían tres categorías: la A, la B y la C, dependiendo del tamaño de la escuela.  Nosotros pertenecíamos a la categoría C, porque nuestra escuela tenía menos de 500 alumnos.  En esa categoría ganamos todos los juegos y en "La Final", nos tocó jugar con el campeón de la categoría A, con un alumnado de varios miles, con quien empatamos la victoria quedando "Co-Campeones" (Co-Champs).

Mr. Sánchez sabía lo que hacía y nosotros nos pusimos enteramente en sus manos.  Cuarenta y un años más tarde, nuestro hijo menor, Eduardo José, terminó siendo un destacado futbolista en su escuela de Miami, con más de 4mil estudiantes. 

 

La Euforia

Los líderes de la resistencia... de la verdadera resistencia, deben evitar llevar a sus seguidores a la euforia.  La euforia, como el triunfalismo, agotan y aplacan la energía colectiva de lucha.  Además, los pueblos son extremistas y tienden a magnificar las victorias como las derrotas.


Tras la culminación de una gran victoria los líderes deben aplacar la euforia advirtiendo que ella fue solo una pequeña parte de la gesta emancipadora y que no se debe bajar la guardia porque el camino por recorrer es duro.  Jamás se debe menospreciar al enemigo.

No es conveniente perder de vista jamás que una gran euforia pudiera generar una mayor disforia y es ahí cuando el escenario se pone difícil y en ocasiones insuperable.

Hay que enseñarle al pueblo a enfrentar las adversidades y prevenirlos en cuanto a ellas.  Que no todo será un jardín de rosas.  Que vendrán momentos de triunfos y de derrotas. 

Sangre, sudor: ¡y lágrimas!


En su primer discurso como primer ministro de Gran Bretaña pronunciado ante los Comunes el 13 de mayo de 1940 y uno de los peores escenarios bélicos de la historia de la humanidad, Winston Churchill únicamente les prometió a los británicos sangre, sudor: ¡y lágrimas!  Sin embargo, acto continuo aseguró que su único objetivo era la victoria.

Miami 18 de noviembre de 2023

Robert Alonso




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 Españoles: 

¡No dejen que el narco-castroestalinismo 

llegue a España!

"VERDADES & MENTIRAS"




 

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