Toronado I
Dejé Deer Park a las 4:45 am. A las 5:15 am me despedía de las fronteras de Spokane rumbo al este, donde entraría en el estado de Idaho.
La primeras 100 millas fueron terribles por la falta de descanso en la noche y madrugada del martes para el miércoles (24 de junio), producto del nerviosismo. Estaba a punto de emprender un viaje solitario de poco más de 4mil millas, partiendo de Deer Park, Washington a Miami, Florida, pasando por Nueva York. Me costaba mucho mantenerme despierto.
Hacía un día bastante caluroso (99°F) y llevaba el aire acondicionado a todo dar. La cabina del Toronado era cómoda, lo que la hacía más peligrosa porque me provocaba echarme a dormir detrás del volante.
Cada ciertas millas me paraba en el hombrillo de la carretera para dormitar por unos minutos, pero en la soledad del camino temía por mi seguridad, además, el carro llamaba demasiada atención y cuando me pasaba un camión de 16 ruedas por mi lado, sentía como si saldríamos volando. No hacía mucho había perdido un amigo que chocó contra un árbol tras haberse quedado dormido en una recta. Mi prioridad era mantenerme alerta y despierto sabiendo que tenía que progresar en el viaje; tenía un itinerario que cumplir para poder gestionar los complicados trámites que me esperaban en Miami y poder montar el carro en el buque que partiría hacia el puerto de La Guaira, en Venezuela.
El primer pueblo que encontré en mi camino por la "Interestatal 90" luego de dejar atrás Spokane, fue Post Falls, ya en el estado de Idaho. Beverly, mi mamá americana, me vino a la mente cuando recorrí la fachada del Kon Tiki Club (6717 W Seltice Way, Post Falls, ID), un night club de burlesco y ficheras al que - con su debido permiso - solía frecuentar su esposo Norman.
Aquel tipo de espectáculos, así como los prostíbulos, estaban prohibido entonces en el estado de Washington que era por aquellos años extremadamente conservador en cuanto a la moralidad y a las buenas costumbres. Décadas después terminaría liberando con fines recreativos los derivados de la Cannabis sativa, de la cual se obtiene una droga psicoactiva depresora del sistema nervioso, mejor conocida como marihuana y entre muchas otras cosas: ¡los cafetines eróticos!:
Todos los amigos de Norman: Mike Burdega, Bill Weger, etc, se divertían mucho en El Kon Tiki Club. En una oportunidad Norman me invitó al lugar, pero decliné cortésmente la oferta, alegando que tenía tareas atrasadas que hacer.
Con Bill Weger uno de los grandes amigos de Norman
En 2018 regresé a Deer Park con Siomi, visité el antiguo hogar de los Losh donde viví años muy felices y pasamos por el cementerio de la pequeña comarca para rendirles respeto a esos dos grandes amigos de los Losh a quienes quería como si fuesen mis tíos. Lamentablemente no me pude despedir de ellos en vida, per los visité en sus últimas moradas.
Cuatro años más tarde, en 2022, en lo que posiblemente sea mi último viaje a mi querido Deer Park, sí me reuní en vida con mis primas americanas, las Weger y las Burdegas, hijas de Harold y Mike. Hacía más de 50 años que no nos veíamos.
"Qué tristes son los recuerdos... ¡cuando desgarran el alma!" Estando en mi segundo exilio recibí en 2008 un correo electrónico de uno de mis grandes amigos de Deer Park, Curt Erickson. Me había contactado gracias a la magia de la Internet para informarme que tenía una grabación de cuando su familia invitó a la mía a cenar en su casa en el verano de 1969: ¡hacía más de 55 años!
Aquel primer día de mi viaje no podía imaginar cuantos recuerdos guardaría para siempre de aquellos años tan felices y de aquellos amigos tan extraordinarios.
Post Falls - Cour d'Alena
El próximo pueblo en mi camino fue Cour d'Alene, también en el estado de Idaho. No quise entrar en el pueblo que ya conocía al pasar un fin de semana en el famoso lago que lleva el mismo nombre, Lake Cour d'Alene. Había ido en compañía de Blanquita, mis primas "Momy" (de 16 años) y Carmencita (de 21), los padres de Blanquita - Benito y Esther (de chaperones) - y Mayra Sarduy (de 17).
Con Mayra Sarduy
Blanquita Prieto era una muchacha cubano-oriental que había llegado a Spokane junto con su hermano mayor Heracilio ("Archie" o "Achi") en la famosa Operación Pedro Pan. Al cabo de los años sus padres lograron salir de Cuba y se les unieron en Spokane.
Con Blanquita, muy bonitica ella, fui al Jr. Prom de 1966. A Mayra la llevé al Jr. Prom del 67.
Mayra, una de las mejores amigas de mi prima "Momy", era la menor de tres hermanas. Todas ellas también fueron parte de la Operación Pedro Pan. Con los años Mayra abandonó el catolicismo y se unió a los Testigos de Jehova, siguiendo el adoctrinamiento de quien sería su esposo. Lo último que supe de ella era que se había establecido en el estado de Minnesota. Mayra, por cierto, había nacido el 23 de agosto de 1950: el mismo día y año en que yo nací.
Con mis primas "Mony" & Carmencita
Al pasar por Cour d'Alene mi mente me llevó a aquel fin de semana en aquel bellísimo lago. Al poco tiempo mi prima Carmencita, que entonces tenía ya sus 21 años cumplidos, se enamoró de "Archie" (hermano mayor de Blanquita) y terminó casándose con él. Al no poder engendrar, decidieron adoptar a unos gemelos nacidos en El Salvador.
Al llegar a Wallace en Idaho le llené el tanque al Toronado con gasolina premium (con un octanaje entre 91 y 94), que estaba a 40 centavos de dólar el galón. Había recorrido unas 100 millas en poco menos de una hora y 45 minutos. Wallace era famoso por sus mujeres alegres y sus casas de bonchinche. Los estudiantes universitarios de Spokane y Pullman solían ir de farra a Wallace de vez en cuando.
En aquel tiempo la gasolina era servida por empleados de las gasolineras. Hoy solamente existe ese servicio en el estado de New Jersey, ya que allá es ilegal que los clientes se depachen la gasolina que compran. El señor que me puso gasolina se extrañó muchísimo de ver a un muchacho de unos 20 años, manejando un Toronado último modelo. Más se sorprendió cuando vio que la tarjeta de crédito con la cual pagaba llevaba el nombre de Beverly Losh. Había decidido que para ahorrar los US$ 500 en efectivo que llevaba, pagaría con la tarjeta de crédito de Beverly. Los billetes los escondí en una de las esquinas del amplio maletero del Toronado, en el que cabía una elefanta con su cría.
La tarjeta de crédito de Beverly había sido expedida por una cadena de gasolinera de los estados del noroeste del país y ella no estaba segura si la podría utilizar al alejarme de la región.
De dejar de ser reconocida la tarjeta a partir del llamado Medio Oeste, comenzaría a pagar con el efectivo que llevaba, que para aquel entonces era bastante dinero. Los moteles donde me quedaba costaban entre $ 20 y $ 40. Desayunaba por $ 5. El dinero, por el gran poder adquisitivo del dólar "americano" , rendía entonces. Pero me preocupaba quedarme sin él y, sobre todo: que me fueran a robar el carro y con él me robaran también los dólares.
Abordado por la paranoia, decidí echarme encima la mitad del dinero y dejar la otra mitad en el maletero del carro.
En el trayecto de dejar atrás Wallace (Idaho), entrando en el estado de Montana, pasé por Missoula, Butte, Three Forks, Bozeman, Big Timber y, entre muchos otros pueblitos, Billings: en ese orden. Wallace, siendo un pueblo de costumbres nocturnas, parecía un caserío fantasma. Supuse que las chicas estaban durmiendo: recargando energías para las actividades placenteras nocturnas.
El Toronado vino con un casete de 8 pistas (8-track cartridge) de regalo de Dean Martin, cuya canción principal era Everybody Loves Somebody (tema que en 1964 destronó a A Hard Day's Night, de los Beatles, como la canción más popular de Estados Unidos), el cual me acompañó en todo mi recorrido. En adición a este casete me había comprado uno de música hawaiana con Blue Hawaii, popularizada por Elvis Presley y The Hawaiian Wedding Song. También había adquirido para el viaje una cinta de Ray Charles. Más adelante en el camino me compré unos cuantos más.
En noviembre de aquel año, 1970, Ray Charles visitó Venezuela por primera vez y se presentó en el Show de Renny. Con el tiempo regresó y lo fuimos a ver en el Caracas Hilton.
Ahora, además del cansancio, me estaba pegando la soledad, así que decidí invitar a Ray Charles a que me "acompañara". En el camino no se captaba ninguna estación radial, ya que entonces no había radio satelital como Sirius . La música, sin embargo, se convirtió en un factor soporífico e incrementaba el cansancio. La voz de Charles me confortaba.
Para las 7 am arribé a la frontera de Idaho con con el estado de Montana, el cual me pareció extrañamente familiar; debió haber sido porque muchos de mis compañeros de Kinman Business University eran de Montana, incluso tuve un fugaz flirt montañes.
"Scott" con Jody y su primera hija
Robert "Scott" Spring, uno de mis dos compañeros de apartamento en Spokane (de 3 cuartos en el que pagábamos $ 100 mensuales entre todos), era de Montana. Murió en Missoula (Montana) a los 67 años y 6 meses de vida. Había nacido el 24 de septiembre de 1951. Había nacido el 5 de marzo de 1951. Cuando pasé por esa ciudad no sabía que "Scott" vivía en ella puesto que lo creía viviendo en Lewistown (Montana) a unas 300 millas al norte. "Scott" era un fumador empedernido y murió de obstrucción crónica pulmonar, lo que en inglés se conoce como COPD. Hubiera podido haber muerto también de cirrosis hepática, porque le gustaba mucho encoger el codo. Se tomaba una cerveza, bajo apuesta, en menos de 30 segundos. Se casó en 1975 con Jody, su eterno amor a quien fuimos a visitar con el Toronado un fin de semana a Seattle, donde estaba estudiando. Con ella tuvo 5 hijos quienes le generaron 6 nietos.
Fue en Missoula, a 315 millas de Deer Park, donde hice mi primera parada relativamente prolongada. Una ciudad muy pintoresca. Para entonces ya me comenzaba a sentir despierto, según pude leer en mi diario del viaje en diciembre de 2024: ¡54 años más tarde!
Para cuando me paré en Missoula, el sol ya había salido del todo y hacía un calor horrible. En la radio se decía que la temperatura llegaría a los 100°F. Hacía una bellísima mañana, la que disfruté inmensamente escuchando la voz y el piano de Ray Charles, especialmente mi favorita: Take These Chains from my Heart de Hank Williams.
En una de las canciones de Ray, ahora no me acuerdo cuál, había un solo de saxofón que escuchaba una y otra y otra vez. En el camino esperaba comprarme nuevas cintas, especialmente de jazz y de country music, lo que terminé haciendo.
Luego de un breve paseo por Missoula, terminé almorzando en Columbus, Montana: a poco más de 500 millas de Deer Park. Llevaba ya unas 7 horas y media de carretera. Me habían aconsejado que no manejara más de 8 horas cada día. Eso significaba que me demoraría unos 5 días en llegar a la ciudad de Nueva York.
Cuarenta minutos más tarde decidí pasar el resto del día y de la noche en Billings, Montana, a 557 millas de Deer Park y a 8 horas y cuarto de camino. Montana no es como la estrecha franja que tuve que atravesar por el norte del estado de Idaho. Allí había que rordar para atravesar un territorio del doble de tamaño que el estado de Washington.
¿Cómo me sentía para entonces? ¡Solitario! Jamás había extrañado tanto a mi casa. Las últimas horas de aquel primer día se fueron en atravesar parte del desierto al sur de Makoshika State Park, donde solamente había desierto... desierto: ¡y más desierto! Había entrado en lo que se conoce como "Las Tierras Malas" ("Badlands"), un territorio fantasmagórico que me hacía recordar las películas de vaqueros donde los protagonistas atravesaban los pueblos fantasmas con bolas de paja rodando. Todo muy árido. No tuve la oportunidad de internarme en el territorio ganadero de Montana puesto que al día siguiente tomaría el camino al sur, buscando el estado de Wyoming.
Montana es el estado típico del Wild West. Muchas de las historias de aventura del siglo XIX tuvieron a ese estado como protagonista a personajes históricos parecidos a Búfalo Bill, quien pasó muchos años cazando búfalos en territorios aledaños.
La Interestatal 90 atravesaba zonas extremadamente áridas donde no se veía un solo animal y mucho menos un solo ser humano. Pensaba en qué haría si se me paraba el carro en aquellos solitarios lugares. Eran rectas interminables que no parecían llevarme a mi destino final. El calor era prácticamente insoportable. La temperatura con aire acondicionado dentro del Toronado era de 83°F y fuera de él: 110°F en la sombra: ¡pero no había sombra! Por millas y millas no vi un solo árbol en el camino. Parecía que no estaba en Montana porque había millas y millas: ¡de nada! No era así cómo me imaginaba aquel territorio.
Llegó un momento que no escuchaba la música. Ella iba por su lado y yo por el mío. Entonces comencé a preguntarme qué me esperaba en el camino. Comencé a sentir un gran temor y a manosear la idea de regresarme y enviar el Toronado por tren hasta Miami. Cualquier cosa podría salir mal. Me había invadido el pesimismo más terrible, más absoluto, a pesar de que el carro estaba prácticamente nuevo y en excelente estado. Desde que lo compramos había recorrido con él menos de 900 millas. Lo habíamos comprado en septiembre del año anterior, lo que significaba que había recorrido con el Toronado menos de 100 millas mensualmente. Lo usaba los fines de semanas para ir desde Spokane a Deer Park, un trayecto de unas 25 millas.
El viaje más largo con él fue a Seattle, unas 600 millas ida y vuelta y a Walla Walla (Washington), unas 300 millas ida y vuelta, viaje en el que me acompañó Janelle Gaber, mi "casi-prometida" de entonces, a quien le faltaba un año para graduarse de high school:
En aquellas rectas interminables puse el cruise control ("control de velocidad") del Toronado y me dejé llevar por la compañía de los recuerdos. Walter Gabor, "mi suegro", el padre de Janelle, se había despedido de mí con su tradicional "God be with ya...!" Me preocupaba mucho ver llegar al Toronado al Puerto de La Guaira en óptimas condiciones. No sé por qué me vino a la mente una de mis películas favoritas y una de las primeras que vi en Estados Unidos en 1965, "The Yellow Rolls-Royce", con estrellas como Rex Harrison, Ingrid Bergman, Shirley MacLaine, Omar Sharif, George C. Scott y Alain Delon. Este último acababa de morir hace unos meses: el 18 de agosto de este año 2024.
Nuestro Toronado no se parecía para nada a "Chitty Chitty Bang Bang", aunque tenía cierta magia.
Pero también tuvimos nuestros buenos carros como el Mustang Cobra que le compré a Siomi en 1982 cuando nos mudamos por primera vez a Miami.
Estando de director del semanario "Venezuela sin Mordaza", en nuestro segundo exilio, el propietario de la publicación me compró un VW del año. Cuando le pusieron una mordaza al semanario, renuncié... y con la renuncia: ¡renuncié también al VW!
Pero nada se le comparó a NUESTRO Toronado. Al llegar a Venezuela me enteré de que solamente había tres iguales, el de Gilberto Correa, el del "Musiú" Lacavalerie y EL NUESTRO.
Para el día en que comencé mi viaje por carretera a Miami, NUESTRO Toronado no tenía ni un rayoncito. Nuestro padre me había pedido que comprara ciertas piezas de repuesto y varios galones de su pintura. Todo lo llevaba en el maletero junto a los dólares en efectivo. Antes del viaje, por precaución, le pusimos cuatro neumáticos nuevos, aunque los que tenía estaban prácticamente "de paquete". Norman, "mi padre americano", le hizo cambio de aceite y de filtros, le revisó las correas y le pusimos una batería nueva con dos años de garantía que jamás usaríamos.
El Toronado pasaba de lunes a viernes en el estacionamiento del edificio donde vivía con "Scott" y mi gran amigo Daniel Tegler, oriundo de Alaska, quien los veranos subía a su estado para trabajar como bombero apagando los famosos fuegos de combustión expontáneas que se producen casi todos los veranos en sus bosques. Ese trabajo le generaba suficiente dinero para susistir todo el año escolar y pagar la universidad. Nos habíamos comprado una lona especial para él y vivía tapado con ella. Solamente lo utilizaba los fines de semana para ir a visitar a los Losh y a Janelle.
Durante la semana hacía dieta comiendo galletas, TV-Dinner y sopa, todo para no gastar la asignación que nuestro padre me daba para el Toronado. Los viernes después de clase le llenaba el tanque con gasolina y me iba a Deer Park y Deer Lake, este último era el pueblo donde vivía Janelle, que quedaba a unas 14 millas de la casa de los Losh. Me demoraba unos 25 minutos en llegar. Llegaba con "hambre vieja". Tanto Beverly como Jane, "mi suegra", cocinaban estupenda y abundantemente. En casa de Janelle siempre había venado, ya que su papá era un gran aficionado a la cacería. Entre la carne que Jane preparaba, además de venado, estaba la de los osos y alces. La carne de oso tenía un olor y un sabor extraño no muy agradable. Todo siempre lo acompañábamos con puré de manzana, salsa de hongos y pan casero que Jane hacía de manera fenomenal. Todos los alimentos salían de la finca de los Gaber, a excepción de la harina y la sal.
Walter Gaber, hijo de emigrantes austríacos, murió a los 92 años el 2 de mayo de 2015 y su esposa, Jane Allison Gardner, a los 90 años el 7 de julio de 2011. La última vez que los vi a ambos fue en un viaje relámpago que hiciera a Deer Park en el verano de 2004, recién llegado a mi segundo exilio.
El libertinaje americano de entonces, había hecho posible el contemplar que Janelle, quien comenzaría a estudiar su último año de high school, me acompañara en el viaje. Descarté tal posibilidad alegando que no sería bien visto en la Venezuela conservadora de entonces. Pero en el camino muchas veces me pregunté si no era que le estaba huyendo al compromiso. No fue hasta el verano siguiente de 1971 que nos volvimos a ver cuando ella hizo un "viaje exploratorio" a Venezuela, el cual no tuvo un final feliz. A partir de aquel momento la volví a ver por unos minutos en un viaje de visita a Deer Park en 1973 y jamás la volví a ver como no fuera de lejos en un viaje que hiciera con Siomi a Deer Park en diciembre de 1975. Ella se casó con un "extraño ser" cuyo matrimonio duró unos meses y luego con un exitoso y acaudalado agricultor de un pueblito escondido llamado Othelo, en el corazón sur del estado de Washington, a unas 140 millas de Deer Park. Supe que había tenido dos hijos y que se había convertido en maestra de escuela.
En medio de aquella soledad por las "tierras malas" de Montana, me embargaba un profundo dolor en el pecho al pensar que posiblemente estaba a punto de cambiar mi vida como hasta entonces la había conocido. Me preguntaba si tendría la intención de regresar a Deer Park. Sentía cada vez más la necesidad de regresar a mi país adoptivo, Venezuela, a pesar de haber vivido con la familia Losh los años más felices de mi adolescencia. A partir de entonces todo cambiaría. El viaje por carretera a Miami con NUESTRO Toronado fue un "Antes & Después" de mi vida. Había sido muy feliz hasta entonces pero estaba a punto de conocer la desgracia en casi todas sus dimensiones.
En efecto, jamás regresaría al estado de Washington más allá de varios viajes que hiciera de visita, como la de julio de 2018 y la de julio de 2022, ambas con Siomi. A finales de 1973, luego de regresar de la Alemania Federal, hice un "viaje técnico" a Deer Park, donde me encontré con Janelle, quien para entonces ya había pasado al baúl del olvido.
Visitamos Deer Park en nuestra Luna de Miel en octubre de 1974 y luego para pasar las navidades en diciembre de 1975. Entonces teníamos a varios muchachos venezolanos viviendo en Washington bajo el programa de la Fundación Doña Petra del Amo, entre ellos a Vianey - "Danny" - Torres, quien aparece en la foto de arriba.
Pasaron muchos años antes de que volviera a visitar a aquel pueblito querido en un viaje que no me agrada mucho recordar y luego en 2018, cuyo final no fue del todo feliz.
Al terminar aquel primer día de viaje por carretera hacia mi destino, me sentía como si hubiera trabajado 40 horas seeguidas en un campo de heno, trabajo que hacíamos los estudiantes de Deer Park en los veranos.
Eran las 10:30 de la noche, luego de haber cenado un suculento hot turkey sandwich seguido de un sabrosísimo pie de manzana, me retiré a mi habitación del motel de carretera donde me alojé para darle las buenas noches a mi querido diario, no sin antes hablar unos 10 minutos con Janelle, con quien había quedado en conversar todas las noches hasta llegar, sano y salvo, a Miami.
A las 5 en punto de la mañana ya estaba en camino. No tuve tiempo de pagar la llamada que le hiciera a Janille porque la oficina del motel no estaba abierta. Seguramente que Beverly recibiría la cuenta (como en efecto la recibió), porque cancelé el motel con su tarjeta de crédito, la cual, además de servir para echar gasolina, servía para pagar moteles y comidas. Tampoco desayuné porque a las 4 de la madrugada ya estaba bañándome y a las 5 ya estaba montado en el carro, presto para continuar el viaje rumbo al sudeste.
El segundo día, según mi diario, fue muy distinto al primero. La pase, aparentemente, mucho mejor. Comencé a sentirme más seguro de mi decisión. Tal vez la conversación con Janelle hizo mucho por sentirme como me sentía.
Comencé a disfrutar de mis meditaciones y, sobre todo: de mi soledad. Deje por un tiempo de escuchar música y opté por dedicarme a meditar en silencio. Me vino a la mente cómo dejé de aprovechar mis participaciones en los partidos de fútbol en Deer Park High School por haber decidido estudiar mi último año de high school en el Colegio Americano de Caracas, el cual luego se llamó "Colegio Internacional Caracas". El mismo viejo con diferente cachimbo, que seguía ubicado en la cima de Las Minas de Baruta, uno de los colegios más costosos de Venezuela, enquistado en el corazón de la más absoluta miseria de la ciudad capital.
También me preocupaba el carro que me tocaría manejar si regresaba a Kinman Business University. El Toronado no tendría competencia frente a cualquier otro carro que me hubieran comprado. Pensaba que tendría un fotingo de segunda o tercera mano, aunque estuviera en buen estado. No era lo mismo. En el consecionario donde habíamos comprado el Toronado que estaba a mi nombre, vivían enviándome catálogos de los últimos carros de la General Motors y, en especial, de la línea Oldsmobile. Había uno que me encantaba, un "Road Runner" de la Plymouth:
Road Runner de la Plymouth
Había otros tan exóticos, pero todos pasaban de los US$ 3,000 fuera del presupuesto de un estudiante universitario. El Toronado había costado la increíble suma de US$ 5,000, que hoy no alcanzaría ni para dar la inicial de un carro nuevo.
La Toyota RAV4 que nos compramos en Weston en mayo de 2016, nos costó US$ 45,000. El poder adquisitivo del dólar se fue al quinto sótano de la economía estadounidense.
La idea de la compra del Toronado era venderlo al año de llegar a Venezuela, tal como lo exigía la ley. La importación de carros estaba prohibida, sin embargo, la ley de importación de entonces permitía importar los carros en posesión de sus propietarios en el exterior por no menos de once meses, al cabo de los cuales se podrían importar en Venezuela como parte del equipaje, con la condición de no poderlo vender antes del año de haber ingresado al país.
Al final nuestro padre se quedó con él y lo tuvo por casi 20 años. Lo vendió en 1987 por el equivalente en bolívares a US$ 8,000, lo que no necesariamente significó que le hubiera ganado mucho.
La intención original de nuestro padre era la de comprarse un Cadillac Fleetwood de cuatro puertas, similar al que él tenía en la Cuba de 1957:
Todos los consecionarios de carros en Spokane quedaban en un sector del downtown. Estacionamos el pisicorre de Norman a dos cuadras de la Cadillac y caminando hacia allá vimos en la vidriera de la Osmobile al Toronado que lo tenían dando vueltas en una base giratoria.
Mi nuestro quedó maravillado y se olvidó de "su" Cadillac.
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A lo largo del viaje del verano del 70 me tomaba fotos al lado de los monumentos más alegóricos que me encontraba en el recorrido. Me tomé "cientos" de fotos, sin embargo, la única foto que nos quedó de NUESTRO querido Toronado fue ésta que fue tomada a la entrada de la casa de los Losh, en Wild Rose Prarie de la comarca de Deer Park, Washington State, en la que estoy con mis padres (de 41 y 50 años respectivamente) y mi hermana María Conchita, que entonces tenia 14 años y vivía con los Losh mientras estudiaba en el Deer Park High School. Yo acababa de cumplir el 23 de agosto de aquel año: 19 años. Le propuse a nuestro padre comprar, a mi regreso, aquel Cadillac Fleetwood con el que él soñaba desde que en agosto de 1961 abandonó Cuba para venderlo al año de ingresar en Venezuela, pero no tuve suerte. Invertir US$ 3,000 en un carro para mí no estaba en los remotos planes de nuestro padre. En consecuencia, ese "factor" influyó grandemente para que decidiera no regresar a mis estudios en Estados Unidos donde me faltaba un semestre para graduarme y comencé a planificar mis viajes por Europa donde terminé comprándome en Colonia (Alemania) - ¡con mi dinero! - un VW (Volkswagen) del año 1956 que me costó 100 marcos, el equivalente a menos de Bs. 100 al cambio de entonces, con el cual recorrí casi toda Europa con compañeros de estudios, con mis padres y hermana:
Viajando de Austria a Suiza por el Lago Constanza en 1972
En enero de 1972 monté mi viejo VW en el ferry que hacía la travesia entre Calés (Francia) y Dover, Inglaterra camino a Aberdeen, Escocia donde estudiaría comunicación social en la Universidad de Aberdeen.
Cuando decidí irme de Escocia le dejé el VW de regalo a mi amiga Marzia Piazza, quien fuera Miss Venezuela 1969 y 4ta finalista en el Miss Mundo de 1970. En 2001 me la encontré en una reunión conspirativa y no la reconcí:
Julie venía de estudiar español en Madrid y tenía un acento "gallego-estadounidense" muy extraño. Ella me llamaba, cariñosamente, "Roberticito" y yo a ella: "Julicita". Sabía que "Julicita" se sentía tremendamente sola en Alemania, así que cuando me fui de ese país un tanto inhóspito, intenté que mi amigo Peter Mamopulakos Travinski, estudiante venezolano con quien compartía apartamento en Rodenkirche, a pocas cuadras de Köln (Colonia), en lo que entonces era la Alemania Occidental, se encargara de ella.
Mi viejo VW resultó ser una especie de "Love Bug" parecido al VW protagonista de la película de Disney de 1969. En tal sentido lo bauticé "Herby", como el carrito del largometraje. En "Herby" transporté a muchísimas más amigas y compañeras de estudio que en NUESTRO Toronado, lo que desmintió ese famoso adagio a través del cual se asegura que "chequera mata a galán". En Alemania yo ponía la compañía y el carro y los amigos pagaban los gastos. Así tuvimos todos la posibilidad de conocer muchos rincones europeos.
Ya en Aberdeen, Escocia, "Herby" se pasó a la reserva cuando conocí a Micheline Massel, una franco-guyanesa con la cual me comprometí y con la que de vaina no me caso: ¡a Dios gracias! Murió en París en un accidente automovilístico a finales de 1973. Estando ambos en Caracas donde sería la boda eclesiástica y a pocas semanas de la ceremonia: rompimos la relación.
Con Micheline en Caracas, a pocas semanas antes de la boda
Según Guy, nada de lo que aparece en la novela es cierto... más allá del nombre de quien no fue el escritor de la misma.
"Papillón", poco antes de su muerte, nos recibió de manera muy cariñosa en su apartamento de Caracas. Se decía que fue dueño de varios negocios muy conocidos, como "El Gran Café de Sabana Grande", la discoteca "Mi Vaca & Yo" y, entre otros, el "Le Drugstore" del Centro Comercial Chacaito. "Papillón" fumaba un cigarrillo tras otro y al final murió de cáncer de esófago. Murió en julio y Micheline en agosto.
En cuanto al VW y Escocia, ya no lo usaba. El padre de Micheline le compró un Mini Cooper y en él andábamos. Al final murió en el pequeño automóvil que tenía un motor bien caliente.
Si fuésemos a comparar las aventuras de "Papillón" con las que me esperaban en los años por venir, la mía daría pie como para diez películas. Ni en mis más absurdos sueños llegué a imaginar lo que me depararía el destino.
El caso fue que en aquel jueves 25 de junio de 1970, en mi aventura del trayecto por Estados Unidos desde el extremo noroeste hasta el extremo sureste, me hacía muchas preguntas: ¿regresaré a Spokane? ¿Volveré a ver algún día a Janelle? Sin saberlo, aunque lo presentía, mi vida estaba a punto de cambiar radicalmente y esos presentimientos, en cierta forma, me atormentaban enormemente.
Mientras tanto en la carretera comencé a pensar que todo Estados Unidos se parecía, algo que - por supuesto - no era ni es cierto. Apartando las "tierras malas" de Montana, pensaba que no podría distinguir un lugar del otro. El viaje me porbaría totalmente equivocado. Si, es cierto que cada pueblito "americano" es una copia del otro y que muchas ciudades se parecen, especialmente en lo que se conoce como downtown. Muy pronto, ese mismo día, el panorama cambiaría al recorrer el bellísimo estado de Wyoming, que en cierta forma se me parecía mucho al estado de Washington, con sus pinos siempre verdes y sus montañas.
Las carretera excelentemente bien mantenidas. La grama de las cunetas parecían que habían sido cuidadoamente recortadas con tijeras de peluquería. Todo muy limpio. Las señalizaciones excelentes que me impedían perderme. No debemos olvidar que en aquellos años no existían todavía los GPS. Me tenía que orientar mediante mapas que compraba en las gasolineras. El aprender a interpretar los mapas me ayudó inmensamente cuando en el año 2008 me convertí en camionero en Estados Unidos, a raíz de haber llegado a mi segundo exilio. En 2008 los GPS no funcionaban en algunas áreas del país, el cual recorrí de rabo a cabo, incluyendo gran parte de Canadá.
En mi viaje con el Toronado no siempre me orientaba con mapas. En muchas situaciones me veía obligado a preguntar en las gasolineras o en los restaurantes donde desayunaba, almorzaba o merendaba, sobre todo para verificar que no estaba en la ruta equivocada. Me preocupaba que no estuviera dirigiéndome al punto cardinal adecuado por lo que me orientaba por el sol y sobre todo preguntaba cuál era el pueblo con el cual me debía topar de inmediato. Así sabía que iba en la dirección correcta hacia la ciudad de Nueva York que ahora me quedaba menos de 2mil millas de distancia. Supuse que poco a poco, de pueblo en pueblo, luego llegaría a Miami. "Preguntando se llega a Roma": ¡y a Miami!
Cuando le participé a los Losh que había tomado la determinación de manejar el Toronado hasta Miami, pensaron que estaba delirando: "¿tú solo?", fue lo primero que me preguntaron. Muy pronto se dieron cuenta de que estaba hablando en serio.
Cuando crucé la frontera de Montana con Wyoming puse el carro frente al letrero de bienvenida y le tomé una foto. Tenía una cámara con trípode y con timer que me permitía unos segundos para aparecer en la foto. Esa costumbre de tomarme fotos (y luego videos) la he mantenido en todos nuestros viajes por carretera en los que hemos tenido que pasar fronteras estatales e internacionales, como cuando en 2018 hicimos un viaje por el noroeste "americano" incluyendo una visita a Canadá:
Wyoming es conocido como "The Cowboy State". A pocas millas de la frontera entre Montana y Wyoming tuve la suerte de ver cruzar por primera vez a cientos de caras blancas ("white faces" , de la raza Herford). Ese espectáculo se repetiría varias veces en mi recorrido por Wyoming.
En julio de 2022 visité Dallas, Texas, con Siomi, justamente camino en vuelo hacia Deer Park para asistir al "Settler's Picnic and Parade". Al visitar la "Plaza de los Pioneros" ("Pioneer Plaza") de Dallas, mi mente me transportó a aquel día de junio de 1970 cuando por primera vez vi el arreo de ganado por las planicies del estado de Wyoming.
El verano de 1967, junto al verano de 1957 en Varadero, fueron los mejores veranos de mi vida.
Aquel verano de 1967 en Deer Park, Beverly me llevó a comprar un becerro Herford en el imponente centro de subastas de ganado de la ciuidad de Spokane. Ahí me compré mi primer becerro al que llamé "Pepi". Con él competí en la feria de ganado de Deer Park. Creció hasta lograr la madurez cuando ya me había ido de Estados Unidos. Nunca quise preguntar qué fue de él, pero como La Vaca Mariposa, supuse su suerte. Son los terneros machos los que terminan siempre, indefectiblemente, en el matadero. Estos animales pueden llegar a pesar 700 y hasta 900 kilos en canal, para el momento de ser beneficiados.
En ese verano culminé mi sueño de montar en un rodeo. La oportunidad se me dio en el rodeo de Deer Park donde competí dos días montando a pelo caballos cerreros:
Tengo que acotar que aquel verano de 1967 no fue del todo feliz. El 29 de julio de 1967 a las 8:05 de la noche se produjo en Caracas y en el Litoral Central un terrible terremoto de 6.7 grados en la Escala Sismológica de Richter. Las noticias publicadas en primera página en The Spokesman-Review eran aterradora. Se hablaba de miles de muertos y desaparecidos: ¡de una Caracas totalmente destruida!
Mi familia vivía en el último piso (PH) del Edf. Rubén Darío, en la Av. Vollmer con Galipán en San Bernardino, justo frente a la antigua Shell, que luego se convirtió en la Comandancia General de la Armada de Venezuela, un edificio de 5 pisos.
Suponía que a esa hora estarían todos en el apartamento, tal vez cenando. Siendo sábado era posible que mi hermano mayor, Ricardo - que entonces tenía 19 años - estuviera preparándose para salir a una fiesta con el Renault que había comprado hacía unos meses.
Para empeorar mi escenario, era imposible comunicarse con Caracas vía telefónica. Las llamadas internacionales se hacían a través del número telefónico 122 y en tiempos normales a veces mis padres se demoraban más de un día en comunicarse conmigo desde Venezuela. Pasaron varios días y no tenía noticias de mi familia: ¡fue horrible!
Entonces Beverly me dijo: "en el peor de los casos que tu familia haya muerto en el terremoto, nosotros estamos dispuestos a adoptarte". Fue entonces cuando me derrumbé y comencé a llorar desconsoladamente. Al siguiente día recibí un telegrama en el que se me avisaba que todos, afortunadamente, estaban bien.
El arreo de ganado cuando atraviesa una carretera, va acompañado de vaqueros a caballos y de varias patrullas de las oficinas locales de los sheriffs para evitar un accidente. El cruce de una manada de ganado puede durar una hora o más. Tanto en los estados de Wyoming como en el de Montana (y en otros), existe lo que se conocen como open range, es decir: "hatos abiertos". En ellos no hay cercas y el ganado pastea libremente por todo el territorio. A lo largo de estos estados vemos muchas señales en las que advierten que nos podemos topar con ganado en las carreteras.
El ganado Herford junto al Angus son los más populares en los hatos estadounidense en cuanto al ganado productor de carne, así como entre los que producen leche están las vacas Holstein y las Jersey.
La vaca de la izquierda es una Jersey y la de la derecha una Holstein
Son pocos los becerros que llegan a la edad adulta. La inmensa mayoría de ellos es castrada a temprana edad y sacrificada cuando alcanza el peso adecuado, dependiendo de la raza. Solamente quedan vivo los sementales para la reproducción mediante la inseminación artificial.
En todo el continente americano existían para 1992 tres laboratorios de extracción y criogenización de semen equino. Uno en la Universidad de Colorado, otro en la Argentina y el nuestro, en la Finca Daktari, la cual llegó a ser famosa por ser indiciada como la sede de "La Operación Daktari", en el que Hugo Chavez involucró a los llamados "paracachitos":
En Wyoming comencé a sentirme como un turista y no como un chofer contratado para llevar un vehículo automotor de un punto al otro para ser exportado a Venezuela. Actuando como turista, me bajé del carro y comencé a tomarle fotos al ganado que atravesaban la autopista que me llevaba hacia el este del país. Conversé con varios vaqueros e, incluso, con varios policías. Les conté cómo en la primavera del 67, e inmediatamente después de haber sido trasquiladas, participé en el arreo de más de 4mil ovejas hacias las montañas de los alrededores de Deer Park para que pastorearan durante los meses de verano. Fue un proceso muy parecido. Me quedé varias semanas con Tiburcio Zorosteaga, un pastor vasco que la asociación de criadores de ovejas del estado de Washington trajo desde el País Vasco en España para que participara en el arreo de miles de ovejas. Fue una aventura cargadas de incidencias que muy perfectamente podrían ser plasmada en una película de Disney... ¿o de National Geographic?
Arreo de ovejas en el estado de Idaho
Luego estaba el tema de la tracción delantera. Los toronados tenían tracción delantera lo que les daba muchísima estabilidad en carreteras cubiertas de hielo o nieve.
Los viernes por las noches los jóvenes dueños de "hot rods", ya tarde en la noche, solían hacer piques en las principales avenidas del downtown de Spokane partiendo de los semáforos, lo que en inglés se conoce como "drag racing". Picaban cauchos con sus neumáticos traseros, mientras NUESTRO Toronado picaba cauchos con los neumáticos delantero, lo que sorprendía a muchos que no sabían que esos carros tenían tracción delantera. Por supuesto, ninguno de esos hot rod me veía luz. Participé un par de veces en estas "carreras" de un semáforo a otro. Mantenía pisado el freno mientras aceleraba el motor al máximo y cuando soltaba el freno el frente del carro brincaba de manera impresionante, asombrando a todos los que allí estaban congregados:
Veinte años más tarde NUESTRO Toronado causaba sensación en las calles de Caracas por lo extraño y bien conservado que estaba. Nuestro padre solamente lo utilizaba para ir al club, ya que tenía su oficina en la casa. Quien más lo usaba era yo... y de eso puede dar fe Siomi, quien junto a mí fue quien más lo disfrutó.
No entiendo por qué fue sacado de circulación tan pronto. Tal vez eso lo hacía único puesto que no había muchos rodando por las calles de Estados Unidos y muchísimo menos por las calles de otros países, como Venezuela... por ejemplo.
El interior de un Toronado era impresionante. Sus asientos, en todos ellos, eran de cuero. Los asientos se movían hacia delante o hacia atrás electricamente y se podían convertir en camas. Su volante fue uno de los primeros que se acercaba al chofer y se subía y se bajaba a voluntad. Venía con casetera de 8-Tracks. La antena del radio se operaba eléctricamente y el vidrio de atrás emanaba calor para derretir el hielo. Por supuesto, fue uno de los primeros carros en incorporar el "cruise control" y como la tracción era frontal, el piso delantero era liso porque no tenía la loma de la transmisión, lo que lo hacía más cómodo para que la chica que acompañaba al chofer se acercara más y más cómodamente.
Siendo Wyoming un estado inmenso, solamente lo recorrí por su puntica oriental, pasando por minúsculos pueblitos en el medio de la nada como Ranchester, Sheridan, Big Horn, Story, Buffalo, Gillette, Moorcroft y Sundance antes de cruzar la frontera con Dakota del Sur.
Lamentablemente el Parque Yellowstone me quedaba muy lejos, al extremo occidental del estado, pero en un viaje que hicimos Siomi y yo por carretera por el Noroeste, lo recorrimos completamente, de rabo a cabo, desde el estado de Montana hasta Wyoming. Comenzando en West Yellowstone en Montana y recorriendo las 130 millas hasta el famoso pueblo de Jackson, Wyoming.
Entre Sundance en Wyoming y Rapid City ya en Dakota del Sur, no había mucho más que unos pueblitos "donde El Diablo dejó sus calzoncillos". Para continuar en la Interestatal 90, me vi forzado a subir hacia el norte para después bajar hacia el sur, en busca de Rapid City. Fue desconcertante porque creí haberme perdido en el medio de un desierto, sin señales ni de algo que significara civilización más allá de la carretera.
¡Por fin apareció Rapid City! Ahí me paré a almorzar. Estaba a unas 900 millas de Deer Park y a más de 1,700 de Nueva York, mi primera meta. Era posible que pudiera embarcar el Toronado en Nueva York, así que había decidido pasar por esa gran ciudad. La quería conocer y quería visitar en New Jersey a la familia Silva de Cienfuegos. ¡Estaba bien lejos!
Fue en Rapid City donde probé por primera vez carne de búfalo. La segunda vez fue en nuestra Luna de Miel cuando nos dimos el paseo con Norman y Beverly al Flathead Lake de Montana, a unas 230 millas y unas 4 horas de camino de Deer Park, donde pasamos un fin de semana en sendos "campers".
La tercera vez que probé carne de búfalo fue en nuestro viaje al noroeste "americano", en el pueblito de West Yellowstone:
A decir verdad y con mi mano en el corazón, la carne de búfalo no se diferencia en nada de la carne de res... ¿o tal vez nunca nos dieron carne de búfalo?
Avestruz Cuello Negro
En 1997 fundé en Venezuela la "Asociación Venezolana de Criadores de Avestruces" (AVCA) y me traje de Curazao 4 avestruces DOMÉSTICOS de cuello negro (Struthio camelus domesticus). Ese mismo año comencé a importar carne de avestruz de Curazao a un costo elevadísimo. Mis clientes eran restaurantes como "El Gazebo" y "Tarzilandia". Tuve serios problemas legales con Profauna, del Ministerio del Ambiente, porque los malandros de ese instituto me querían "martillar" (extorsionar) para que se permitiera en Venezuela la venta de carne y de avestruces, puesto que ellos alegaban que se trataban de animales silvestres: ¡que no lo eran!
(si pinchan las fotos escucharán conversaciones que les grabé a esas "bichas")
Las dos "capos" (¿capas?) de PROFAUNA (instituto adscrito al Ministerio del Ambiente) eran la bióloga Soraya Rizzo y la MALANDRA Mirna Quero de Peña, ya fallecida. La segunda era la directora del instituto en cuestión quien me estaba pidendo, descaradamente, la suma de 3 millones de bolívares por aceptar que los avestruces que estaba intentando importar eran domésticos. Cuando se enteró quién era mi hermana: me subió la parada a DIEZ MILLONES...!!!
Pareja de avestruces en el jardín de Daktari
Hasta el día de hoy y posiblemente hasta el día en que muera, me estoy y me estaré culpando por no aceptar el soborno de los gángsteres de PROFAUNA. Cuando la doctora Quero de Peña me aumentó el martillo por ser el hermano de quien era monté en cólera, sobre todo porque por parte de María Conchita no había ni he recibido jamás tan siquiera la hora del día.
Primeros avestruces que llegaron a Venezuela
como polizontes en un vuelo de ALM
Todo comenzó en el gobierno de Rafael Caldera. Al final de su mandato no me quedó otra que demandar a la nación ante la Corte Suprema de Justicia, hoy "Tribunal Supremo de Justicia", por la suma de US$ 3.500.000. La muy sinvergüenza de la Mirna Quero de Peña quien después se pasó de COPEI al chavismo, llegando a ser diplomática de Chávez, me paró una venta de 300 sementales de esas magníficas aves que habíamos traído desde Sudáfrica.
Para hacer trabajo de relaciones públicas, le pedí a mi amigo Pedro Penzini Fleuri que me entrevistara en su prestigioso y muy escuchado programa de radio:
El programa tuvo mucha audiencia pero no sirvió para nada porque al llegar Hugo Chávez a Miraflores le ordenó a sus jueces del TSJ que sentenciaran en mi contra, sin embargo, tanto Pedro Penzini como su equipo se quedaron intrigado con la carne de avestruz y les prometí un almuerzo en nuestra finca Daktari.
Solamente un experto catador culinario podría detectar la diferencia entre medallones de avestruces y de res. Como eran muchos los invitados, decidí irme a donde "Sole Mío" (un italiano dueño de una carnicería que me recibía cantando "O Sole Mío"), en Las Mercedes y comprarme varias lengüetas de lomito de res las que nuestra cocinera preparó con una salsa de hongos quedando de rechupete. Todos ellos salieron convencidos de lo sabrosa que era la carne de avestruz. Después de ese macro-engaño, me pregunté si lo que habíamos comido como búfalo en Montana no era simplemente común carne de res. ¡En fin!
Primera importación de carne de avestruz en Venezuela
antes de que Mirna Quero me parara el negocio
Nuestros hermanos judíos, quienes tanto saben de tracalerias por ser descendientes de Jacob y que todo lo que comen tiene que ser "kosher", contratan a rabinos especializados para que certifiquen que lo que se está comiendo fue obtenido bajo las normas de esa milenaria religión cargada de creencias y ritos absurdos. Pero hasta los rabinos especializados pudieran en un momento dado tirar una trácala. Vale decir aquí que según el libro sagrado de Levítico en sus versículos del 19 al 20, del capítulo 11, los judíos no pueden comer carne de avestruz ni de AVES como las del murciélago.
Una vez me dijo un amigo judío que todas esas prohibiciones en cuanto a lo que ellos no podían comer se debía a una manera de evitar enfermedades, sin embargo la carne de avestruz es una de las más magras y saludables que existen. De hecho, siendo carne roja, la Asociación Americana de Cardiología la recomienda para los pacientes con cardiopatías.
En aquel año de mi travesía, detrás del restaurante tipo timbiriche de Rapid City en Dakota del Sur donde supuestamente comí carne de búfalo, tenían varios ejemplares de tal especie animal los cuales, según ellos, estaban a punto de ser sacrificados. Yo jamás vi cuando lo sacrificaron, pero juré que lo que me estaba comiendo era carne de búfalo.
En ese estado vi más búfalos que en julio de 2018 - ¡48 años más tarde! - cuando hicimos un viaje al noroeste de Estados Unidos y recorrimos el Parque Yelowstone de punta a punta sin ver uno solo. Lo único que vimos fue un venado y una manada de alces hembras con sus crías.
Lo mismo ocurrió en 2015 durante el largo viaje que hiciéramos en nuestra II Luna de Miel donde recorrimos todo el estado de Maine sin ver un solo animal, a pesar de las muchas advertencias de posibles encuentros con alces, venados e, incluso: ¡con osos pardos y negros!
Luego, en 2018 en nuestro viaje al noroeste "americano" nos advirtieron que tuvieramos cuidado con los osos. Estabamos ya inquietos con las advertencias porque queríamos ver "algo":
Saliendo aquel año - 2018 - del Parque Nacional de Yelowstone - nos volvieron a advertir de las presencia de los osos... ¡y nada! ¡No vimos a un solo maldito oso!
Años después nos invitaron a visitar África. Ya la conocía pero de una manera muy diferente. Ahora sería mediante un "safari fotográfico". Sin embargo, mi "media naranja" no se anotó en el programa:
Por el empeño de Siomi de no visitar África, dejamos de disfrutar lo que 2014 disfrutaron nuestros grandes amigos de muchas décadas:
En mi segundo día de travesía camino a Nueva York, pasé por varios pueblitos que me hicieron recordar las películas del lejano y salvaje oeste "americano" y fue entonces, no sé por qué, cuando decidí regresar y visitar el famoso monumento en Monte Rushmore, a unas 25 millas al sur de Rapid City.
Sin embargo, me sucedió algo tremendamente asombroso. Resulta que todas las señalizaciones en las carreteras del estado de Dakota del Sur, tienen (o tenían) la imagen del monumento de los presidentes del Monte Rushmore. No sé si por el cansancio o por alguna otra extaña razón, había perdido completamente el sentido de la orientación y comencé a seguir todas las señales con la imagen del fulano monumento.
Me habían dicho que el Monte Rushmore quedaba a la vuelta de la esquina. Llevaba más de una hora de camino y nada que llegaba al condenado monumento. Como siempre, decidí preguntar en una gasolinera y - ¡bingo! - estaba perdido. Corregí el rumbo y logré llegar al famoso lugar.
Encima de haberme perdido, cuando vi el famoso monumento de las cabezas de los presidentes en el Monte Rushmore: ¡quedé totalmente decepcionado! No sé por qué me parecía que las cabezas debían de ser más grande... o a lo mejor se debía a que la montaña donde se hizo el monumento era mucho más grande en proporción a las cabezas de los presidentes. Tal vez el problema era que la montaña quedaba muy lejos de donde los turistas la observan. Me paré a ver el monumento por no más de cinco minutos, suficiente tiempo para maldecir mi primer contratiempo serio del viaje, al cabo de los cuales retomé mi ruta, no sin antes tomarle una foto al Toronado donde se veía al fondo las cabezas de los famosos presidentes.
A mi regreso a Rapid City pasé por un pueblito donde, según se decía, se exhibía la primera locomotora que viajó al Wild West (al "Viejo Oeste"). Seguí mi camino y logré llegar a Sioux City a 1,300 millas de Deer Park, en el vecino estado de Iwoa, donde decidí pasar la noche. Había recorrido ese día, de Billings (Montana) a Sioux City (Iowa) unas 885 millas en unas 13 horas de carretera, casi lo que había recorrido en Spokane durante un año y lo hice a una velocidad promedio de 100 millas por hora. Comprendí que me estaba excediendo peligrosamente de las 8 horas sugeridas por quienes supuestamente sabían sobre el tema de manejar en carretera. Años después, en 2008, siendo camionero de Werner, todos los días me tocaba manejar once horas y ni un segundo más.
Ya le había perdido el respeto a la velocidad. Durante ese trayecto en el segundo día, puse el cruise control a 100 mph. Cada vez que el Toronado entraba en una subida, el piloto aceleraba para mantener la velocidad establecida. Cada vez que entraba en una bajada, el piloto frenaba para no sobrepasarla. Ponía mi asiento recostado: ¡y a volar!
Vale decir que los camiones de Werner tienen un control de velocidad que no le permite al chofer excederse de las 55 mph, además de un sistema de GPS que emplea el dispatcher (el "controlador") para saber exactamente dónde está el vehículo y las horas que lleva rodando. Todos los meses nos hacían asistir a un "seminario de seguridad" donde recalcaban que lo más importante era observar el límite de velocidad (sobre todo en las curvas y muy especialmente saliendo de las autopistas) y mantener la distancia adecuada entre nuestros camiones y el vehículo que teníamos delante. Los seminarios se llevaban a cabo en los safe heavens o truck spots ("cielos seguros" o "parada de camiones") donde dormíamos, nos bañábamos, lavábamos la ropa y descansábamos. En muchos de estos lugares había capillas móviles, como era el caso del video que publico a continuación:
También había pesas, gasolineras, restaurantes de comida rápida (*), cafeterías, estaciones de policía, servicio de grúa para gandolas (cuyo servicio comenzaba en US$ 3mil), joyerías, tiendas, veterinarios (muchísimos camioneros viajan con sus mascotas... perros, gatos y hasta monos), pet shops, entrenadores gimnásticos, psíquicos que leían las manos y echaban las cartas, tiendas de regalos, confesionarios para los devotos católicos, barberías, ventas de armas (en algunos estados), peluquerías para las camioneras, salones de juegos electrónicos, en algunos de ellos había casinos, dentistas, autolavados especializados para camiones, lavanderias, bibliotecas, venta de repuestos y hasta de camiones, servicio de electricidad para ahorrar combustible mientras dormíamos en nuestros camiones (**), computadoras donde se ofrecen cargas, medicatura, oficina del sindicato de camioneros, servicio de abogados, servicio de psiquiatría, internet, envio por UPS, correo, Western Union, televisión por cable, servicio permanente de ambulancia, mecánicos, cines, bancos, ATM's, farmacias, Walmart's, salas de masaje y cuantas cosas nos podamos imaginar; claro que no todas las paradas de camiones tienen todos esos servicios... por supuesto, pero lo que sí no se encontraba en ninguna de ellas era venta de bebidas alcohólicas. De hecho, según cómo estaba la suerte del camionero, había inspectores estatales que requerían muestras de orinas para detectar algún consumo de alcohol (por muy pequeño que fuese) en el organismo. De detectar la más mínima partícula de alcohol, la licencia de chofer era suspendida. La primera y dependiendo del grado de contaminación alcohólica, por un mes. La segunda vez por 6 meses y la tercera vez: ¡definitivamente!
* Si viajan por carretera en EE.UU. y quieren comer sabroso, fíjense donde hay camiones estacionados: ¡y entren en esos restaurantes! Los camioneros son los mejores expertos en gastronomía del planeta. Que no les pase como a Siomi y a mí en Montreal que por seguir las recomendaciones publicadas en YouTube, comimos la peor comida china de nuestras vidas:
** En algunos estados, como California, no se permite dormir en los camiones con el motor encendido y los choferes se ven obligados a contratar los servicios de electricidad. A través de aquellos equipos, se podía llamar por teléfono, ver televisión por cable y tener aire acondicionado o calefacción.
Sin haberme podido imaginar lo que me deparaba el futuro, en mi camino a Nueva York por Iowa, le pasé por el frente al mayor "safe heaven" del Planeta Tierra: "Iowa 80", que se encuentra en la 755 W Iowa 80 Rd, Walcott, Iowa. Como camionero muchas veces pernocté, descansé, cené, almorcé, eché petroleo, me bañé o me paré en ese fabuloso lugar. Vale acotar que cada tantas horas de carretera teníamos que descansar 48 horas seguidas. Pasar ese largo descanso en un lugar como "Iowa 80" era como irse de vacaciones a Disneyworld. En una oportunidad me quedé los dos días de descanso en "Iowa 80" y lo recorrí casi todo. Fue increíble. Creo que tomaría una semana recorrerlo completamente.
En 2017 cuando nos tocó escaparnos al Huracán Irma, pasamos por Memphis y visitamos, por segunda vez, La Pirámide. Estando en ella me vino a la mente la parada de camiones "Iowa 80":
En países como Venezuela, muchos camioneros duermen en hamacas con sus camiones arrimados, peligrosamente, a la carretera.
El rolls-royce de los camiones "americanos" es el Peterbilt. Para tener uno en Werner tenían los choferes que tener más de 10mil horas de carretera, es decir, unos dos años y medio de experiencia. Los novatos, como yo, manejábamos los populares Freightliners mexicanos.
Para manejar solo uno de estos camiones se requiere de 300 horas de carretera. Estando estudiando en Aberdeen, Escocia, tomé un curso de piloto privado y a las 20 horas de vuelo ya estaba volando solo.
Mi camión tenía una cabina extraordinara. Siomi puede contarles a sus nietos que ha pasado la noche conmigo en los mejores hoteles y hasta en una gandola Freightliner. Más o menos así era la cabina de mi camión:
Pero mi carrera de camionero profesional duró poco. En agosto de 2008 me encontraba en tránsito con mi camión desde Seacaucus, (New Jersey) donde había cargado hasta los teque-teques "miles de latas" de cerveza Budweiser, camino a Brooklyn, (New York). La computadora de mi camión me sugirió una vía totalmente equivocada, mandándome directamente al famoso "Holland Tunnel", vía submarina que atraviesa el Río Hudson entre los estados de New Jersey y New York. Un túnel que está vetado a los camiones.
Apenas entré en la vía sugerida me di cuenta de que estaba cerrada y rodeada por unos bloques de cemento y por unos polos plásticos que no quería estropear. Cuando intenté doblar mi camión, el trailer se montó sobre los neumáticos y hasta ahí pude llegar.
Por más que intenté salirme de aquel apuro, me fue imposible. Toneladas de cerveza aprisionaban los neumáticos y no había otra cosa que hacer que comunicarme con mi dispatcher (con mi "controlador") quien se encontraba en el estado de Nebraska: ¡a 1,500 millas de distancia!
Logramos sacar el camión con la ayuda de dos grúas y a un costo de US$ 12mil.
A la policía de New Jersey no le interesó de quién fue la culpa y me emitieron cuatro multas. La primera por US$ 85 por demorar el tráfico vehicular. La segunda por otros US$ 85 por no observar las señales viales. La tercera por US$ 180 por no mostrar documentos adecuados ¿? y la cuarta por otros piches US$ 85 por manejar de manera descuidada.
No pagué un centavo. La culpa había sido de la maldita computadora de la empresa. Afortunadamente había tomado fotos de las instrucciones y Werner se comprometió a pagar todas las multas. Como de mis pagos me descontaban "miles de vainas", entre las cuales estaban los aportes al poderosísimo sindicato de camioneros (en el que fuera presidente en 1957 el famoso Jimmy Hoffa) y a los abogados, la empresa se encargó de todo, pero me quedé sin las ganas de seguir manejando por las carreteras, lejos de mi familia y sufriendo una presión indescriptible. Entregué mi camión y me regresé a mi hogar donde me coloqué - ¡horror! - como chofer de ambulancia en la AMC de Miami, además tenía licencia profesional de conductor.
En un principio me dedicaba a recoger pacientes en los hospitales y llevarlos a sus casas... o a recoger pacientes en sus casas y llevarlos a los hospitales. Ganaba un salario bajo y propinas. Los afroamericanos jamás daban propinas.
Buscaba pacientes en los ancianatos y los llevaba al médico o a las sesiones de diálisis.
Fue una época tremendamente dura y deprimente para mí. Veía cómo muchos pacientes con diabetes eran cortados en pedacitos. Un día lo iba a buscar a un paciente a quien le habían cortado un pie. Luego regresaba a buscarlo y le habían cortado hasta la rodilla. Al final le cortaban la pierna entera. Era terrible. Comencé a añorar los años de camionero. Además, me tenía que levantar a las 4 de la mañana, desayunar, despertar a Siomi para que me llevara a la sede de la AMC donde tenía que lavar mi ambulancia todas las madrugadas y echarle gasolina. Siomi me iba a recoger a las 7 de la noche: ¡era terrible!
Entonces mi jefe me sugirió que optara por "chofer de ambulancia médica". ¿Qué era tal cosa? Pues choferes de ambulancia que recogían heridos en las carreteras. No sonaba muy bien, pero pagaban el doble. Hice el curso, lo aprobé y comencé en noviembre de 2008 a trabajar como chofer de ambulancia médica.
¡Duré una semana! Mi primer trabajo fue recoger los restos humanos de un terrible accidente ocurrido en la I-95, entre Miami y Fort Lauderdale. Además, había que hacer guardia de 24 por 48 horas. Abandoné la ambulancia y me metí a taxista, para lo cual tuve que hacer un curso de varias semanas. En Estados Unidos hay cursos para todos los gustos. Al final logré graduarme:
Mi experiencia como taxista resultó ser la más traumática de todas. Tenía que trabajar NO MENOS de 12 horas y pagar US$100 diario al dueño del taxi, trabajara o no trabajara. Los taxis de Miami no tienen calefacción. En el invierno de 2010 se rompió record en el sur de La Florida de temperaturas más baja en los últimos 50 años. Pasé más frío que en todos los años en los cuales viví en el estado de Washington, en Alemania y en Escocia.
La peor parte se la llevaban los taxistas haitianos. Muchos haitianos se dedicaban a manejar taxis. De hecho: ¡vivían en los taxis! Pero con aquella ola de frío del año 2010 la situación para ellos era crítica. Pero el frío no lo era todo. Durante mi pasantía como chofer de taxis viví experiencias increíbles: ¡inenarrables! Desde una pareja que gustaban de copular en los taxis hasta individuos que contrataban taxis para drogarse. Lo que les cuento es poco. Habría material como para una serie más larga que la novela "El Derecho de Nacer" de 1948 que duró 318 episodios.
Como no teníamos un solo día libre, los domingos venía al estacionamiento de los taxis en el aeropuerto de Miami un pastor. El problema era que hablaba en patuá o en un francés que no le entendía ni el tradicional "¿cómo te la pelas vu...?"
Ver mi blog sobre la etapa de taxista
Como taxista me tocó ver cosas increíbles, algunas de las cuales logré captar en video, como esta donde vi asombrado a un "conejito sexi" en plena calle decadente de Miami Beach:
Pero volviendo a mi viaje con el Toronado, aquella noche del 25 de junio de 1970: no cené. Me había comido una inmensa salchicha en el Monte Rushmore y me sentía lleno, además, tenía la necesidad de ahorrar pues ahora ya me estaba pegando la psicosis y la paranoia en cuanto a que no me aceptaran la tarjeta de Beverly tal como habíamos pensado y esperado sucedería cuando me internara en el "Medio Oeste". Sin embargo, no tuve problemas en el motel donde me alojé en el que había servicio de room service a pesar de ser un motelucho chipi-chapa de carretera. Pagué por la noche US$ 30 con el impuesto incluido. Al igual que la noche anterior, mi preocupación era que me fueran a robar el Toronado.
Esa noche le hice la llamada correspondiente y prometida a Janille. Ya comenzó a haber diferencias de horario entre los estados de Iowa y Washington. Me parecía imposible que en apenas dos días estaba en el medio del país, incluso más cerca de Nueva York que de Spokane.
Dejé mi motel en Sioux City en Iowa a las 9 de la mañana. Decidí descansar y aprovechar que pude dormir tranquilamente, sin pesadillas. Si el despertador sonó: no lo sentí. Ya los nervios no me atacaban. Estaba disfrutando de mi viaje y, en forma muy particular: ¡de mi soledad!
Ese día sí desayuné como un rey en un lugarcito de muy poca monta pero, como es normal en Estados Unidos: ¡con muy buena comida! Cosa rara... mientras más elegante es el restaurante: ¡peor es la comida! Por analogía inversa, mientras más sencillo es el local: ¡mejor es la comida! Claro, como en todo: existen excepciones que confirman la regla.
En mi recorrido hacia el este del país pasé por Iowa City, dejando atrás el estado de Iowa para entrar en el estado de Illinois, donde me encontré con Minooka: ¡antes de entrar triunfalmente en Chicago, la famosa ciudad de Alfonso - "Al" - Capone!
Según mi diario, el calor era insoportable. El piso del Toronado se calentaba tanto que me encontré en la necesidad de mojar una toalla y ponerla bajo mis pies descalzos para no sentir el calor que casi quemaba. Andaba con unas sandalias "hindúes" (¿o indias de la India? * ) del hombre muerto (así le llamaban a las sandalias que estaban de moda: dead man's sandal) las que no me daban mucha protección.
* Hay una gran diferencia entre "hindúes" e indios de la India. Los indúes son los que profesan la religión hindú. No todos los indios de la India son hindúes. Hay indios musulmanes y cristianos, pero existe la tendencia equivocada de llamar "hindúes" a todos los indios de la India.
Dicho lo anterior sobre los indios y los hindúes, comento que ya ni el potente aire acondicionado del carro ayudaba mucho, aunque entendía que sin él no me hubiera sido posible atravesar Estados Unidos durante aquel infernal verano.
Hasta entonces no había tenido un solo tropiezo mecánico ni esperaba tenerlo. Es más, pasaron años y años y El Toronado jamás se echó a perder ni dejó a nadie varado en el medio de la calle: ¡carro pa'bueno! ¡Nunca jamás pasó por las manos de un mecánico!
Cenando en 1967 en casa de Beverly. Esther (la chaperona madre de Blanquita),
Blanquita, yo y mi prima Carmencita
Los famosos perros calientes de Chicago
No me resultó muy fácil encontrar mi vía alrededor de Chicago. Estaba a 300 calles de la casa de Blanquita Prieto, quien ya casada, se encontraba viviendo en esa inmensa ciudad famosa por sus perros calientes, tal como lo corroboramos en nuestro viaje de 2017 cuando fuimos al oeste del estado de Washington a celebrar Thanksgiving con Beverly y Mark Losh. Lo único malo de los perros calientes es la parte del perro que se escoge; hay quienes aseguran que es la cola.
Por fin llegué a la casa de mi antigua amiga cubana de Spokane cuyo hermano ya era esposo de mi prima Carmencita. Allí ya me estaba esperando Blanquita, su mamá - Esther - y su papa Beny. Todavía Blanquita no tenía hijas. Luego de una corta visita con la familia, salimos todos a hacer turismo por la ciudad y me llevaron a los lugares más emblemáticos, entre ellos, el segundo edificio más alto del mundo para la época, la Torre Sears, la cual tiene un piso menos que el Empire State Building de Nueva York.
En nuestra II Luna de Miel de 2015 tuve una segunda oportunidad de visitar el Empire State Building de Nueva York.
El Sr. y la Sra. Fojo, Blanquita Prieto y su esposo, conversamos largamente hasta las tres de la madrugada. Blanquita y familia estaba pensando en mudarse para Puerto Rico, donde su hermano "Archie" (Heracilio Prieto) había conseguido un trabajo. Con el tiempo los Fojo llegarían a lograr una pequeña fortuna producto de una demanda contra la cadena McDonald's por incumplimiento de contrato. "Archie" también montaría un buen negocio y amasaría un interesante capital. Hasta su mamá Esther terminó de pintora y realizó un par de exposiciones, aunque ya al final con bastante problemas nerviosos. Benito Prieto trabajó con su hijo "Archie" en los diferentes negocios que tuvo en la isla. Los Fojo tuvieron dos hijas. Con el tiempo perdí totalmente el contacto con todos ellos.
Ya me estaba malacostumbrando a dormir la mañana que es cuando se viaje más cómodamente por carretera, sobre todo en verano. Aquel sábado 27 de junio de 1970 me levanté a las 9 de la mañana. Hice un corto viaje de unas 350 millas y salí del estado de Illinois para atravesar el pequeño estado de Indiana y llegar a Ohio, haciendo noche en Cleveland, la ciudad donde más tarde mi amigo Felipe Castillo pasaría un año estudiando inglés.
Fue atravesando el estado de Indiana que me agarró la policía por exceso de velocidad. Iba a 120 mph en una zona donde la velocidad máxima era de 55 mph. La multa fue de $ 120 y me forzaron a hacer una "contribucion" de $ 80 al estado de Indiana. Tanto la multa como la "contribución" las pagué con la tarjeta de crédito de la pobre Beverly, la cual - increíblemente - todavía funcionaba a 2,200 millas de Deer Park.
El policía que me agarró speeding me dijo que le costó más de lo normal emparejarse conmigo. De no haber sido porque llegué a un peaje, hubiera tenido que seguir persiguiéndome. Quiso saber qué motor tenía en el carro. Incluso me pidió que le enseñara el motor para admirarlo. Es asombroso cómo se veneran los carros en este país. Por supuesto que el oficial también quiso saber cómo yo, un muchacho de 20 años recién-cumplidos, era propietario de un Toronado. No sé si creyó mi historia.
Aquel viaje lo estaba realizando en medio de la crisis energética que comenzó a principio de los años 70's. Para ahorrar gasolina, en muchos estados el límite máximo de velocidad era de 55 mph. Varias estaciones de gasolina estaban cerradas.
El estado de Ohio es, junto al estado de Pensilvania, donde hay mayor concentración de amish, un grupo etnorreligioso anabaptista, conocido principalmente por su estilo de vida sencilla, vestimenta modesta y tradicional, su resistencia a adoptar comodidades y tecnologías modernas, como son las relacionadas con la electricidad. Los amish procedían de Alemania y Austria y llegaron a Estados Unidos entre 1730 y 1880.
"Witness" - La extraordinaria película de Harrison Ford & la bella Kelly McGillis
que tiene todo que ver con los amish
s
Al igual que nos sucedió en nuestro recorrido por el Parque Yellowstone en 2018 donde no vimos un solo búfalo, en mi tránsito por el estado de Ohio no vi un solo amish, pero en 2015, en nuestra II Luna de Miel, visitando el estado de Pensilvania: ¡nos cansamos de verlos!
Según mi diario, en aquella mañana del 27 de junio de 1970, me sentía "a un saltico de Nueva York", ya que me faltaban apenas unas 460 millas para llegar: ¡menos de 8 horas de carretera!
Estaba, a partir de Cleveland, disfrutando mucho más de mi viaje. Se habían acabado los pinos, que aunque bellos, ya estaban fastidiosos. Estaba, sin embargo, comenzando a añorar Venezuela, tal vez porque me sentía más cerca de ella. Encontré cierto parecido con los paisajes entre la carretera interestatal de Cleveland y la Autopista Caracas-Valencia.
Ya para entonces no estaba tomando tantas fotos como hubiera debido. Muchas veces me daba flojera parar, preparar la cámara... el trípode, etc. Incluso me daba ya flojera parar para echar gasolina o para comer. Había un deseo intenso de llegar: ¡de llegar! Por otro lado, cuando veía algo interesante al que debía tomarle foto, iba tan rápido que lo dejaba atrás.
Las fotos que tomaba eran "las obligadas". Al salir de Chicago, por ejemplo, paré el carro en medio de la vía, me subí al techo del Toronado y tomé una foto del downtown.
Downtown de Chicago
Alguien debió haber pensado que estaba loco. Quién sabe... tal vez, después de todo, me estaba afectando la soledad. Por un momento pensé que hubiera sido agradable haber compartido el viaje con Janelle... ¡quién sabe!
En cuanto a Janelle, ya no tenía tanto interés en llamarla. Posiblemente la emoción de llegar a Nueva York me hacía pensar en otra cosa. Había prometido llamarla todas las noches, pero el cansancio y la falta de ganas de llamarla, me hicieron quedar mal.
Cuando el encargado de la recepción del motel de Cleveland vio el Toronado, "como cosa rara", comentó lo increíble que era. Al parecer la General Motors no había producido suficientes Toronados... qué se yo. También el encargado me hizo preguntas tontas sobre Venezuela, cuando supo que mi misión era la de llevar el carro a casa. Me preguntó si en Venezuela había carros o andábamos en bicicleta como en la China.
Me dijo que a él le habían dicho que en Venezuela solamente había bicicletas. Bueno... en 1959 cuando mi tío salió de Cuba, le preguntaron en San Francisco (California), si había llegado de Cuba a Estados Unidos en tren.
Para pagarle con la misma moneda a aquel encargado del motelucho donde pernocté en Cleveland, comencé a hacerle preguntas estúpidas. Le pregunte, por ejemplo, si en Ohio se celebraba la Navidad en el mismo mes que en el estado de Washington. Debió haber captado mi intención, porque sin responderme me entregó las llaves del cuarto al cual caminé riéndome jocosamente.
Entre Cleveland (Ohio) y Paramus (New Jersey) no hubo mucho qué contar. Estaba atravesando un territorio muchísimo más poblado, con más tráfico... más movimiento en las carreteras y nada solitario.
No me fue difícil encontrar la dirección de la familia de Reni y Gastón Silva, mis dos amigos de la infancia en Cuba. Sus padres (René y Asela Silva) se habían mudado a Paramus, a 25 millas del corazón de Manhattan en la ciudad de Nueva York. Con el tiempo Reni se mudó a Miami junto a sus padres. René, el padre, quien en Cuba era abogado, terminó dando clases de español en una universidad de New Jersey. Tanto René como Asela murieron en Miami. Él, a los 94 años, el 1ro de octubre de 2015 y ella, de 93 años, el 22 de agosto de 2018.
No fue posible encontrarme con Reni ni con su hermano menor, Gastón. A pocas cuadras de René y Asela vivía Felipe, hermano de René, quien era un alto ejecutivo de la famosa tabacalera Philip Morris. En honor a Felipe Silva la tabacalera emitió un cigarrillo fino, delgado, bautizado como "Silva Thins 100's":
Felipe vivía en La Habana (a unos 250 kms de Cienfuegos), pero su hijo, Felipe Jr., solía pasar los veranos en Cienfuegos. Con "Junior" visité por primera vez la ciudad de Nueva York: ¡impresionante! Estacionamos el Toronado en un estacionamiento privado que me costó un dineral: ¡US$ 5!
Al cruzar una calle frente a un policía de tránsito estando la luz en rojo para los peatones, el policía me gritó: "get back... you damned Puertorican!" ("¡Regresa atrás, maldito puertorriqueño!"), a lo que le respondí que no era puertorriqueño sino cubano. El policía complementó: "¡same shit!" ("¡la misma mierda!"). Entonces no existía el concepto del "delito de odio" ("hate crime").
Cuando un peatón cruza una calle estando su luz en rojo, comete un "crimen" (en realidad: una infracción) que en EE.UU. le llaman jaywalking.
En 2009 mientras me desempeñaba como taxista en Miami, solía recoger pasajeros en el aeropuerto. Dio la casualidad que me tocó recoger a Reni Silva con su familia, quienes venían de un vuelo desde Nueva York. Hacía más de 50 años que no lo veía. Los llevé a Coral Gables, donde vivian entonces y luego de 14 años, en un aniversario de nuestro club social (el Cienfuegos Yacth Club), me lo volví a encontrar y me atreví a la siguiente travesura:
Siendo taxista y en el mismo sótano del Aeropuerto Internacional de Miami, conocimos a nuestro primer nieto - Santiago Andrés - quien ya tenía un año y un mes de nacido:
Lo mejor de aquel domingo 28 de junio de 1970, según pude leer en mi diario, fue que no tuve que ir a misa, una actividad obligatoria de todos los domingos cuando visitaba a Janelle. Fue el primer domingo en mucho tiempo que no tuve que ir a misa.
Pernocté en la casa de Felipe en Paramus y aproveché todo el lunes para volver a hacer turismo en La Gran Manzana, nuevamente en compañía de "Junior". Al igual que en Chicago, visité los lugares más importantes, sin faltar un tour al Empire States Building, el edificio más alto del mundo para la época. Felipe me llevó a la famosa joyería Tiffany, donde pretendí comprarle un anillo a Janelle, pero me di cuenta que en ese momento "no tenía culo con el cual sentarme".
Paseamos fugazmente por Central Park, entonces todavía Mark David Chapman no había asesinado a John Lennon. Años después, en 2015, Siomi y yo visitaríamos el lugar donde murió el más famoso de los Beatles.
En aquel viaje de nuestra II Luna de Miel, en 2015, caminamos el Parque Central de rabo a cabo, incluyendo "Strawberry Fields", lugar en el cual se le rinde tributo a John Lennon.
Aquel lunes de 1970, "Junior" y yo le dimos un mateo lejano a la Estatua de la Libertad, monumento que solamente vimos de lejos. Por supuesto que me impresionó la metrópolis más importante de Estados Unidos. También me impresionó la inmensa cantidad de taxis amarillos que saturaban las calles de la ciudad.
Almorzamos en Manhattan y aprovechamos para visitar la famosa Catedral de San Patricio, ya que el día anterior no había asistido a la Santa Misa. Justo frente a la catedral estaba entonces el consulado de Venezuela. Nos faltó un lugar muy especial, Time Square, al que visitamos en nuestra II Luna de Miel:
La guerra de Vietnam estaba en su momento más crítico. Para entonces ya casi todo el pueblo "americano" repudiaba la guerra y los pro-comunistas se aprovechaban para incrementar el repudio por la intervención estadounidense. En la Quinta Avenida de Manhattan unos ñángaras tenían montado un escritorio para que los transeuntes firmaran en contra de la intervención de EE.UU. en Indochina.
Increíblemente en Nueva York me aceptaron la tarjeta de crédito de Beverly en todas partes. En la mayoría de los lugares en donde pagué con esa tarjeta ni se fijaron en el nombre que en ella aparecía. Claro que no era mucho lo que pagaba: máximo unos US$ 20 por ticket. Comencé a sentirme cómodo con ella. Todavía de los US$ 500 que me traje de Deer Park, me quedaban US$ 390 y ya faltaba poco para llegar a Miami donde me esperaba el Dr. Evelio Tio, cariñosamente llamado "Pellejo", con una remesa de dinero con la cual operaría en esa ciudad y pagaría los gastos de flete y legales para embarcar felizmente el Toronado.
Al mediodía del septimo día arranqué para Washington D.C., donde pasé la noche. Me impresionó mucho la ciudad capital de Estados Unidos. Se veía limpia, con anchas avenidas y modernas edificaciones. De las ciudades que había visto hasta entonces, pensaba que Washington D.C. era la más bonita.
Me impresionó, eso sí, la cantidad de "afroamericanos" que se veían en todas partes. Uno de ellos me pidio que lo llevara a La Casa Blanca. Disfruté mucho de su acento sureño y de sus gestos corporales al hablar. El individuo me advirtió que no saliera de noche por la ciudad porque era muy peligroso.
En mi llamada telefónica a Janelle la note extrañamente celosa cuando le conté que había hecho turismo con un amigo de la infancia. Hablamos lo suficiente como para decirle que estaba bien y en camino a Miami. Le pedí que le transmitiera mi mensaje de bienestar a los Losh. Tampoco es que podíamos hablar mucho porque las llamadas telefónicas eran tremendamente costosas. Quedé con ella en llamarla una vez que llegara a Miami.
Cuando fui a echar gasolina en Washington D.C., la gasolinera no me aceptó la tarjeta, pero tampoco aceptaban otras tarjetas, así que pensé que todavía la suerte no se me había agotado con respecto a la tarjeta de crédito de Beverly.
A Washington DC regresé 36 años después en octubre de 2006 para protestar ante la OEA (El Departamento de Asuntos sin Importancia de los Estados Americanos) y entregar una carta para solicitar condiciones para la farsa electoral "Rosales Vs. Chávez". Increíblemente nos costó Dios y ayuda que la OEA nos recibiera la simple cartica.
Nueve años más tarde, en el viaje de nuestra II Luna de Miel, pasamos unos días en Washington D.C.
Uno de los lugares que más nos impresionó en nuestro viaje a Washington en 2015 fue el "Vietnam Memorial", tal vez porque viví esa guerra muy de cerca mientras viví mi juventud en Washington State.
Visitar ese monumento nos produjo la misma sensación que sentimos cuando en Nueva York, ese mismo año, visitamos "Ground Zero", el monumento a los fallecidos en el atentado terrorista en la Torres Gemelas.
El 1ro de julio de aquel año sí madrugué. A las 5 de la mañana ya estaba camino a Atlanta, en el estado de Georgia, la capital de la Confederación durante la Guerra de Secesión de Estados Unidos, que inspiró en 1936 la novela de Margaret Michell - "Lo que El Viento se Llevó" - que luego fue llevada al cine.
En nuestra II Luna de Miel volvimos a Atlanta y aprovechamos para visitar el museo de la película en la pequeña ciudad de Marietta, a 20 millas de Atlanta.
Me enamoré de Atlanta. Creí, incluso, que podría destronar a Washington D.C., sobre todo las áreas sub-urbanas que pude conocer. El calor era insoportable. En Nueva York, además de calor, había mucha humedad. A medida que me acercaba a Miami se incrementaba el calor. Me preguntaba cómo estaría la temperatura allá abajo, a casi 700 millas más al sur. Ese miércles 1ro de julio se registró una temperatura de 118°F.
En nuestra II Luna de Miel regresamos a Atlanta. Siomi y yo la habíamos visitado en 1974 en nuestra primera Luna de Miel donde vimos en circuito cerrado del Omni de esa ciudad la pelea entre Mohamed Alí contra George Foreman y luego en 2006 cuando fuimos a ver un restaurante que nos estaba vendiendo un amigo venezolano.
En 2015, cuando la visitamos, no nos fue del todo bien. Me había equivocado de hotel y terminamos en un antro en el medio de un gueto afroamericano que no le agradó mucho a Siomi:
Voy a aprovechar para plasmar la siguiente anécdota. Resulta que cuando estábamos preparando las invitación para la boda en casa de Siomi, su mamá le añadía nombres y nombres a la lista de los invitados. Al ver que los invitados de la familia de Siomi eran tantos, se me ocurrió hacer mi propia lista y en varios sobres que contenían las invitaciones comencé a escribir los nombres de mis invitados, entre los que se contaban la Reina Isabel II del Reino Unido y el presidente Gerald Ford de Estados Unidos.
Al terminar de llenar todos los sobres con los nombres de los invitados de los Etcheverry, se pusieron todos en una caja con la intención de que el repartidor de la oficina de Joffre - mi suegro - las enviara personalmente o la pusieran en el correo.
Saliendo de Atlanta, en octubre de 1974, me paró la policía por ir a 90 mph en una carretera de 60 mph. Debí haber enviado el monto de la multa por correo, pero no lo hice. Al mes de habernos casados, estando ya en nuestro primer apartamento en el "Contemporary Suites" de Los Palos Grandes en Caracas, nos tocó la puerta un marine estadounidense de los que cumplen misiones en las embajadas de EE.UU. Venía uniformado de gala: ¡con guante y todo!
Al verlo por el ojo mágico de nuestra puerta pensé que me venían a buscar por no haber pagado la multa. Le pedí a Siomi que abriera la puerta y le dijera al marine que yo estaba fuera de Venezuela. Así se prestó a hacerlo, pero cuando abrió la puerta el "marine" se le cuadró y le entregó una carta del presidente Gerald Ford en la que nos pedía disculpas por no poder asistir a nuestra boda: ¿qué tal?
Aquel miércoles 1ro de julio de 1970, bajando de Washington D.C. a Atlanta, atravesé los estados de Virginia y de las dos Carolina (Norte & Sur). El acento sureño entonces ya era extremadamente intenso. A veces se me hacía difícil entenderlo: "ya'hear?" Es extraño que estando Miami al extremo sur del país, no haya acento sureño.
Cuarenta y cinco años más tarde en nuestra II Luna de Miel, Siomi y yo visitamos la bellísima ciudad de Charleston, en Carolina del Sur, donde comenzó - en el Fuerte Sumter - la Guerra Civil de EE.UU.
Paseo en 2015 al Fuerte Sumter
Se cree que fue en esa ciudad donde nació, a principios del siglo pasado, el charleston. Charleston en Carolina del Sur, nos resultó tremendamente parecida a Savannah, Georgia, donde se filmó gran parte de la película "Forrest Gump".
Tanto a Charleston como a Savannah la recorrimos de rabo a cabo. En la primera lo hicimos en un coche tirado por un par de mulas y la segunda en el Trolley.
En una de las carretera en Carolina del Norte en julio de 1970, le di la cola a tres hippies que se dirigían a un festival en Atlanta, parecido al de Woodstock que se llevó a cabo en Bethel, NY entre el 15 y el 18 de agosto de 1969.
Tenían un olor a molleja de pollo podrida, pero me hicieron compañía y conversamos durante todo el trayecto hasta llegar a Atlanta. En gratitud, me regalaron un casete de Janis Joplin quien al siguiente año haría famosa la canción "Me & Bobby McGee". Su canciones me deleitaron durante todo el camino hacia el sur. El casete lo conservé en Venezuela junto a la foto que les tomé a las tres hippies, hasta que me vi obligado a abandonar el país en 2004.
Disco "Pearl" que se publicaría el siguiente año
Los paisajes eran hermosísimos: ¡increíbles! El estado de Georgia me pareció impresionantemente hermoso: ¡me encantó! Una vez en Atlanta hice planes para visitar "Stone Mountain", considerado una de las maravillas del mundo moderno, la contraparte de "Mount Rushmore" del norte, donde están tallados en una montaña de granito los héroes sureños de la guerra civil que comenzó el 12 de abril de 1861. "Stone Mountain" me causó una impresión favorable, no como "Mount Rushmore" en Dakota del Sur.
Por primera vez desde que salí de Deer Park y como había ahorrado tanto dinero en efectivo, me di la gran vida alojándome en el Hilton en la 159 Northside Dr. NW, Atlanta.
Hasta aquel entonces el viaje había sido la mayor aventura de mi vida. No tenía idea de lo que vendría después. Había visto cosas increíbles y tremendamente interesantes. Pensé que al terminar el viaje me podría considerar un experto en Estados Unidos, perfección que la lograría en 2008 cuando trabajé como camionera para la Werner y recorrí todos y cada uno de los estados de La Unión, con la excepción de Alaska y Hawaii, con un master hecho en la compañía de Siomi cuando en 2015 recorrimos todo el este del país, incluyendo el este de Canadá y en 2018 recorrimos gran parte del noroeste del país, incluyendo también el oeste de Canadá.
Lo que sí noté en 1970 al recorrer el este de Estados Unidos una fuerte polución, a excepción de Washington D.C. Era tanta la polución que si abría las ventanas del carro, a los pocos minutos los ojos comenzaban a arderme. Pensaba que la contaminación atmosférica sería únicamente en ciudades grandes como Nueva York, pero no. La polución en el este del país era bastante generalizada.
Salí del bellísimo estado de Georgia para internarme en uno no tan hermoso: ¡Alabama! Me pareció que la inmensa mayoría de los esclavos traidos de África, cuando se proclamó la emancipación: bajó y se instaló en Alabama. Por cada "anglosajón" (por llamar de alguna manera a los blancos), veía 10 afroamericanos quienes, por cierto, son bastante diferentes a los afro hispanoamericanos. Debe ser que se mantuvieron más puros.
Había escuchado que Alabama era el estado más pobre del país. Vi muchísima pobreza... muchas casa viejas de maderas ("shacks") montadas en pilares como para evitar posibles inundaciones.
Vi también muchos camiones con banderas de los estados confederados durante la guera civil. Metían miedo. Pensé que la discriminacion racial en Alabama debía ser terrible... ¡como en efecto lo era!
Al parecer por lo que leí en mi diario, no me fue muy agradable atravesar Alabama.
Afortunadamente, a las 2 de la tarde de aquel mismo día, estaba entrando por la puerta de la casa de mi prima "Momy", quien para entonces estaba casada con José Manuel Martínez, a quien conoció en Spokane y quien también llegó a esa ciudad a través de la Operación Pedro Pan.
Años más tarde, en 1974, en nuestra Luna de Miel pasamos por Pensacola a visitar a "Momy" quien estaba en proceso de un divorcio amistoso.
José Manuel trabajaba como ingeniero eléctrico en la Westinghouse de Pensacola, al norte de la Florida, frontera con Alabama. Sus habitantes se consideraban más alabamianos que floridianos. Es una ciudad bonita en la costa oriental del Golfo de México. Como José Manuel era muy aficionado a la pesca en alta mar, me invitó a salir con él en su lancha. Por la noche me invitaron a cenar Bar-B-Q al estilo sureño en El Flora-Bama, uno de los lugares más concurridos y famosos de la ciudad en donde hacían sonar una escandalosa campana cada vez que un cliente entraba al baño: ¡cosas gringas!
Una vez en Pensacola, José Manuel me preguntó por qué no intentaba embarcar el Toronado desde el puerto de Nueva Orleans, en el estado de Luisiana, así que sin pensarlo dos veces decidí viajar para aquella ciudad - a 200 millas de distancia - en donde cuatro años más tarde pasaría con Siomi nuestra primera noche de Luna de Miel en octubre de 1974 en el famosísimo hotel de cinco estrellas, El Monteleone.
Sin embargo, como la prima Carmencita y "Archie" llegarían a Pensacola en la noche del 2 para pasar el 4 de julio con "Momy" y José Manuel, decidí quedarme y pospuse el viaje a Nueva Orleans para el día siguiente. Una vez más salimos a pescar pargo, esta vez en un barco especializado que alquilamos. Fue terrible. El mar estaba tremendamente picado: ¡hasta el dueño del barco vomitó! Esa noche salimos todos de parranda por los restaurantes y bares de Pensacola, un pueblito de sureños floridiano que tal vez a "Momy" no le hacía mucha gracia.
Ese sábado se festejaba en Estados Unido el Día de La Independencia. El viaje a Nueva Orleans fue maravilloso. Noté los estragos que había hecho el Huracán Camille (de categoría 5) a lo largo de las costas del norte de Florida, Alabama, Mississippi y Louisiana. El calor era totalmente insoportable.
Hacía mucho tiempo que deseaba conocer Nueva Orleans. No estaba en mis planes del viaje con el Toronado visitar esta encantadora y mágica ciudad, porque no estaba en mi ruta. Había llamado por teléfono al consulado de Venezuela y me dijeron que, en efecto, salía un buque semanalmente a Venezuela y que podía hacer los trámites de embarque desde el consulado de Nueva Orleans.
Para ambientarme mejor, en Alabama - camino a New Orleans - me compré una cinta del mundialmente-famoso "Preservation Hall", del "French Quarter" (Barrio Francés), lugar que dio a luz a famosos músicos como Louis Armstrong entre muchos otros.
Entrando en Nueva Orleans comencé a disfrutar inmensamente. Muchas mansiones sureñas que evocaban la época de la guerra civil y me hacían pensar que en cualquier momento escucharía a Rhett Butler gritarle a Scarlett O'Hara: "francamente, querida...¡me importa un bledo!"
Por primera vez vi unos canales que me recordaron, abusando de la imaginación, a Venecia. En sí, la ciudad de Nueva Orleans no dice mucho a menos que uno se interne en el Barrio Francés.
Barrio Francés de New Orleans - 2017
En 2017, huyéndole al Huracán Irma, lo recorrimos todo en coche:
Para julio de 1970 pensaba que New Orleans era la ciudad más fascinante que había conocido. De hecho, para Siomi y para mí terminó siendo nuestra ciudad favorita para visitar. Me impresionó la cantidad de turistas que se veía en las calles, tanto de día como de noche, especialmente en la famosa Calle Bourbon donde la música suena las 24 horas del día.
Me quedé en Nueva Orleans la tarde del sábado 4 de julio escuchando buena música. En la noche visité sitios nocturnos muy interesante, como el famoso "Club My-O-My", donde todos los actores eran transformistas y hacían estriptis vestidos de mujer, algo que en aquella época era impensable ver en cualquier otro lugar de Estados Unidos. Muchos de aquellos transformistas hubieran pasado por mujer en cualquier club del mundo. La estrella del club era "una" tal "Mr. Joyhny Brown", que más femenino no podía ser.
Había algunos con caras de putonas, como un tal "Mr. Sandy Rogers" y otro que atendía por el nombre de "Mr. Desireé". Los había con pintas de cantantes de ópera de los años treinta, como "Mr. Gene La Marr", "Jimmy Callaway", "Val de Vere" y un tal "Mr Bunny Daye". Entre el grupo de maricas había un fulano "Mr. Chickie Rouches", que se las daba de bailarín flamenco. Era todo un espectáculo. Aunque entre ellos había unos cuantos heterosexuales, según comentó el presentador del show. El club estaba repleto de turistas. Allá nos llevó el "Dixieland Tours" que tomé en el Hotel Royal Sonesta, donde me alojé.
Hotel Royal Sonesta de Nueva Orleans
El tour nos llevó por los principales nightclubs del Barrio Francés y fue para todos una sorpresa cuando nos llevaron al club de las maricas, que terminó siendo parte de la historia del espectáculo de esa ciudad francoamericana.
Por supuesto que el domingo 5 de julio me levanté tarde y salí a la calle para visitar más lugares en el Barrio Francés. Increíblemente los espectáculos musicales y de burlescos continuaban a plena luz del día. En un momento dado, caminando por la Calle Bourbon como al mediodía, de repente salió por una ventana una mujer totalmente desnuda pero con unas medias largas que se balanceaba dentro y fuera del local en un columpio. ¡Increíble! Cuando luego quise llevar a Siomi, me enteré de que el club lo habían clausurado.
Bueno, estaba totalmente asombrado porque a esa edad no conocía otra cosa. Si hubiera visitado la Reeperbahn de Hamburgo, Alemania (entonces occidental), nada de lo que vi en el Nueva Orleans de 1970 me hubiera asombrado, apartando la música, todo lo demás me hubiera aburrido enormemente. La experiencia en Hamburgo la viví en 1972 cuando estaba estudiando en el Goethe Institute de Boppard, a una hora y 15 minutos de Bonn, la entonces capital de Alemania Federal. En aquella oportunidad me acompañó mi buen amigo y compañero de apartamento en Köln Herr Peter Mamopulakos Travinski, alias: ¡Herr große Scheiße!
Peter, nacido en Venezuela, era hijo de un griego de apellido Mamopulakos y de una lituana de apellido Tranviski. Durante la II Guerra Mundial su padre fue detenido por los nazis y enviado a Dachau, uno de los terribles campos de concentración de la Alemania de Hitler. Ahí conoció a quien sería su esposa y con ella tendría dos hijas y a Peter.
La tía de Peter por parte de madre - Tante Hanna - fue sargenta en el ejército alemán. Al concluir la guerra fue apresada en Normandía en junio de 1944 y llevada a un campo de concentración estadounidense donde fue violada infinidades de veces. Como resultado de estas agresiones sexuales tuvo un hijo que parecía mulato, a quien apodamos "Mamacuso Alambrito" por su pelo ensortijado. Una vez le pregunté a Mamacuso si fue verdad que Hiltler había mandado a matar a 7 millones de judíos y me respondió que no sabía, pero que al menos había hecho las autobahn: las estupendas autopistas alemanas.
Con Nancy Portela y Peter Mamopulakos en Londres
Peter me acompañó a Inglaterra en busca de Nancy Portela quien se había escapado de Cuba y vivía sola en un hotel de mala muerte en el pueblo de Luton a una hora y media de Londres. Nos costó varios días encontrarla. Nancy, en Cienfuegos, fue una de las mejores amigas de mis padres. La ubicamos y logramos enviarla a Venezuela donde trabajó al frente del negocio de cosméticos de mi familia. Al cabo de los años regresó a Londres siendo ciudadana británica y al poco tiempo murió de un infarto como habían muerto todos sus antepasados.
Onkel Franz & Tante Hanna en Caracas
Tante Hanna (la Tía Ana), hermana de la madre de Peter, luego de ser liberada del campo de concentración se casó con Onkel Franz (el Tío Francisco), quien fue herido en la guerra por fragmentos de una granada y se le tuvo que amputar su pene y sus testículos. Ambos vivían en Aachen (Aquisgrán), un pequeño y pintoresco pueblito cargado de historia en la fronteras con Bélgica y Holanda, ubicado a poco más de una hora de Colonia, donde vivíamos Peter y yo.
A menudo la visitábamos. Hacía una sopa goulash inmejorable. Onkel Franz no hablaba mucho, pero por él hablaba hasta por los codos la Tante Hanna, quien nos contaba historia de la guerra con versiones muy diferentes a las que usualmente leemos o escuchamos.
Lo único que recuerdo de Onkel Franz fue que nos dijo que los soldados "americanos" eran cobardes y que los alemanes les temían terriblemente a los soldados escoceses. Cuando escuchaban sonar la gaita: ¡corrían todos!
Tante Hanna era todo un personaje. Lo único que nos pedía cuando íbamos a su casa era un Zitroneneis (helado de limón) en barquilla. No creía que en Venezuela no nevara en invierno. Decía que ella no tenía ningún interés en salir de Alemania, pero que si lo hiciera, le gustaría ir en diciembre a Venezuela, sacar la cabeza del avión en el cual volaría: ¡para corroborar que no había nieve!
Al final, tanto ella como Okel Franz visitaron Venezuela en unas vacaciones de quince días. Faltó poco para que, en diciembre, se achicharraran en las playas de Chichiribiche. Ambos sufrieron de insolación, por lo que tuvieron que internarse un par de dias en una clínica.
En mayo de 2018 tanto Peter como su adorable esposa Koidi (lituana como su suegra), nos vinieron a visitar por primera vez a Serendípity, nuestro hogar en Fort Lauderdale. Para conmemorar la visita fuimos a cenar al Old Heilderberg. el mejor restaurante alemán que hemos encontrado fuera de Alemania.
Luego del desastre político-económico de Venezuela, Peter trasladó su empresa a Panamá, donde hoy vive su familia. Con frecuencia viene a Estados Unidos y en muchas ocasiones nos hemos reunido.
Christian, su hijo mayor, siendo un niño, le llamaba a las flores de girasol: "flores de mayonesa", confundido por una propaganda que se transmitía en la televisión venezolana de entonces. Cuando en julio de 2018 Siomi y yo visitamos la campiña de Deer Park y vimos un estupendo y extenso sembradío de girasoles, nos acordamos de Christian:
En aquella primera visita a Nueva Orleans en julio de 1970, me perdí de muchas cosas. Una de ellas fue la cousine creole de Luisiana en The Court of the Two Sisters, restaurante creole-francés que conocimos en nuestra primera Luna de Miel (en 1974) gracias a la recomendación de mi tío Armando quien en su Luna de Miel en 1950, cenó varias veces ahí.
En 2017, escapándonos del Huracán Irma, fuimos a The Court of the Two Sisters por última vez, pero desafortunadamente, a pesar de estar mucho más bonito, la comida no era la misma. De hecho, no tenían el plato que en ese restaurante se hizo famoso y popular: ¡coquille de Saint Jacques!
Pero en los tres mágicos días con 2 noches que pasé en Nueva Orleans (exclusivamente en el Barrio Francés), pude desayunar en el mundialmente famoso Cafe du Monde, donde sirven extraordinarios café au lait (café con leche), café negro con un toque de achicoria o chocolate caliente acompañados de buñuelos francesas llamadas beignet espolvoreadas con abundante azúcar glasé: ¡todo para engordar bastante! Pero como decía nuestro abuelo: "A un buen gusto... ¡un buen susto!" O cómo decía la Abuela Carmelina, QEPD: "Muerto por mil... ¡muerto por mil quinientos!"
En nuestra Luna de Miel (oct de 1974), llevé a Siomi a desayunar ahí y en 2017 volvimos a desayunar en el Cafe du Monde, esta vez con María Carolina, Miranda y Santi:
Por supuesto, no solamente visité la famosa Catedral de San Luis. Me deleité escuchando los músicos callejeros entre la catedral y la Plaza Jackson. En todas las oportunidades que hemos visitado Nueva Orleans, siempre hemos visto actuaciones callejeras como la que grabamos en septiembre de 2017 cuando visitamos la ciudad por última vez:
Aquella noche del 5 de julio de 1970 no la dormí. Entré en cuanto cabaret encontré en el Barrio Francés. Cené frente al "French Market" y entré en el Museo de Jazz de New Orleans donde se estaba celebrando los 70 años de Louis "Satchmo" Armstrong, exhibiéndose muchas de sus cartas y fotografías personales y profesionales.
El lunes propuse organizarme y visitar el consulado venezolano donde me darían la información de los buques que viajaban a Venezuela. No me sirvió el asunto y descarté la idea. Regresé al hotel y descancé hasta la cinco de la tarde, hora en que me vestí y partí de regreso a casa de mi prima "Momy" en la ciudad de Pensacola, al extremo noroeste de La Florida, a poco más de tres horas de carretera de Nueva Orleans.
Fue, sin embargo, un viaje muy penoso. Había tratado de evitar manejar de noche, pero las delicias de Nueva Orleans me hicieron modificar la promesa. La noche se complicó con una fuerte lluvia azotada por un peligroso viento que soplaba desde el golfo.
Llegué a casa de "Momy" y nos pusimos a conversar sobre cualquier cosa y de repente nos internamos en un tema escabroso que me hizo tomar la determinación de seguir viaje al sur de inmediato. No era la primera vez, ni sería la última, en la que una fuerte discusión me distanciaba de mi prima, unos meses menor que yo. La última y definitiva ruptura se produjo recién llegado al segundo exilio en Miami en el año 2004 cuando ella no supo entender mi participación en la lucha contra el régimen de los Castro en Venezuela.
Había quedado con mi padrino y tío Armando Alonso, hermano de nuestro padre (ambos hoy fallecidos) en pasar por su casa en San Petersburgo, a casi 500 millas de Pensacola, lo que suponía unas 7 horas de carretera. El mal tiempo, el cansancio y el malestar emocional conspiraban en mi contra. Afortunadamente pudimos llegar sanos y salvos: ¡NUESTRO Toronado y yo!
El St. Petersburgo de aquellos años era una ciudad relativamente pequeña y tranquila ubicada en la costa oeste de La Florida, muy cerca de Tampa y de Ybor City donde mi tío con su esposa "Maíta" (María Concepción Betancourt Castaño) llevaban varios años viviendo antes de mudarse a Miami, donde ambos fallecieron.
"Maíta" era nieta de uno de los hombras más ricos de Cuba, de apellido Castaño, español: ¡como mi abuelo José Alonso". De hecho, mi abuelo fue su director de finanzas y contador de "La Casa Castaño". Hicieron buenas migas y cuando mi abuelo le participó que se retiraba para fundar su propia empresa, Don Nicolás le dijo: "si defiendes tus intereses como has defendido los míos... ¡te irá muy bien!" En efecto, a mi abuelo le fue muy bien.
Don Nicolás Castaño
Don Nicolás Castaño había llegado sin una perra gorda (sin un centavo) a Cuba cuando la isla era parte del imperio español. Debió haber sido una persona extremadamente inteligente, porque no poseía mediana cultura. Un día le pidió a mi abuelo que ordenara una carga de harina para sus almacenes. Se lo participó en una nota en la que escribió harina sin "h". Mi abuelo - quien ya tenía mucha confianza con su paisano - le advirtió que harina se escribía con "h", a lo que Don Nicolás ripostó: "pide tú un carga de harina con "h" y fírmala con tu nombre y apellido y vamos a ver cuál de las dos llega primero."
Decía mi abuelo que La Casa Castaño era tan fuerte y tan sólida que todos los hijos de Don Nicolás hicieron todo lo posible por destruirla y no pudieron. Llegó Fidel Castro a Cuba y la destruyó en un solo mes.
El Tío Armando era un individuo atormentado. Le llamábamos "Doctor al Cubo", porque tenía tres doctorado. En San Petersburgo comenzó como maestro de español de un "high school" (escuela secundaria).
Cuando logró una plaza de profesor en la Universidad de La Florida de la ciudad de Gainesville (a 150 millas al norte de San Petersburgo) y se terminó la Guerra de Vietnam en abril de 1975, Tío Armando se quedó sin trabajo. Muchos estudiantes se inscribían en universidades para evadir la guerra. Al terminar el conflicto bélico muchas universidades se vaciaron.
El pobre era neurasténico y sufría de una especie de Síndrome Tourette, que en su caso se manfiestaba de manera severa. Su tic era gritar la palabra "agua", cuando lo que tomaba - ¡en abundancia! - era güiski. En una visita que nos hiciera a Caracas, le dio por gritar "agua" y la muchacha de servicio (la criada) le trajo un vaso con el preciado líquido, lo que El Tío rechazó un tanto molesto.
Siomi con El Tío Armando en 2003
"Armandito", como cariñosamente le decíamos, estaba de buenas. Me recibió muy efusivamente como siempre lo hacía la Tía Maíta, quien dentro de poco pudiera ser canonizada por lo buena y devota que era. Tuvo un final horrendo castigada por el Alzheimer. Tal vez La Madre Teresa de Calcuta tenía razó cuando aseguraba que el sufrimiento era el camino hacia Dios, aunque Anjezë Gonxhe Bojaxhiu, hiciera todo lo imposible para no sufrir mucho.
Cuando la tía estaba sana jamás se le escuchó proliferar una sola mala palabra. A mitad de camino de su enfermedad: ¡las dijo todas!
El Tío Armando me llevó a conocer San Petersburgo y sus alrededores, incluyendo Ybor City (a 30 minutos de su casa), la primera ciudad bilingüe de Estados Unidos a la cual llegaron los cubanos exiliados del imperio español durante la guerra cubana de independencia entre 1895 & 1989. En Ybor City vivió un tiempo nuestro apóstol cubano, José Martí. El mayor recuerdo que tengo de Ybor City fue el del sándwich cubano que me brindó mi tío. Llevaba años sin comer uno:
El Tío Armando me paseó por Webb's City, un gitantesco centro comercial (para la época) el cual tenía atracciones muy pintorescas, como la presentación de gallinas, gansos y conejos amaestrados. Había una gallina que jugaba béisbol. Bateaba, corría las bases y al llegar al "home" picaba un botón y salían unos granos que aparentemente adoraba. Para que los animales hicieran sus gracias había que introducir 25 centavos en la ranura de sus jaulas.
Cuando llegué a Venezuela con mis cuentos del viaje y eché la historia de la gallina beisbolista: ¡nadie me creyó! En 2022, 52 años más tarde, estaba viendo uno de mis programas favoritos - "America's Got Talent" - ¿y qué veo? ¡Una gallina que toca piano!
La fulana gallina tocó la patriótica canción que inmortalizara uno de mis cantantes favoritos de entonces: ¡Ray Charles!
Ray Charles: ¡América"
The Chicken: ¡América!
Webb City le pertenecía a un tal "Dr. Webb", un millonario visionario que invirtió en aquella la ciudad (San Petersburgo, Florida) en el siglo antepasado cuando nadie daba un centavo por ella.
En la noche del martes 7 de julio "Armandito" nos hizo un arroz con pollo, el único plato que sabía cocinar. Invitó a un vecino judío alemán, sobreviente del Holocausto, con quien conversé muy amenamente. La Tía Maíta (¡que Dios me la tenga en Su Gloria!), invitó a una muchachita, bonitica ella llamada "Estercita", con quien me quería casar. ¡Horror! Yo le estaba "juyendo" a Janelle y la Tía Maíta me estaba haciendo la cama con una cubanita. Era linda, de no ser por los frenillos en sus dientes. Además: ¡simpatiquita!
Era increíble. Todo el mundo, incluyendo mi familia, aseguraba que nuestro padre era millonario, nada más porque "me había comprado" un Toronado. Mis lectores ya saben que no es que me lo había comprado: ¡necesitaba que fuese mío para poderlo importar en Venezuela! La idea era venderlo al año. Luego nuestro padre se encariñó con él y no lo vendió hasta que transcurrieron unos 17 años.
NUESTRO Toronado tiene más historia que aquel famoso Rolls-Royce de la película. Un día llegué con El Toronado a una fiesta de la fraternidad universitaria "Alpha-Beta" a la cual pertenecía. De no haber sido por El Toronado jamás me hubieran aceptado, porque era una fraternidad de puros hijos-de-papá. Por supuesto, ya era famoso... gracias él.
En la fiesta conocí a una chamita, regordita pero simpática, hija - según me dijeron - del cardiólogo más famoso de la ciudad. Ella me abordó. Luego me dijeron quién era. Bueno... un poco tonta, pero buena como para practicar. Nuestro padre, QEPD, nos decía que teníamos que practicar. En realidad nunca nos explicó qué quería decir él con eso de practicar, pero mi hermano y yo le agarramos la seña.
Cherry Moulinex, la hija del famoso cardiólogo, parecía ser una candidata perfecta para "practicar". Así como yo vi en ella un prospecto de práctica, ella debió haber visto en mí un buen partido, hijo de un posible petrolero venezolano. El caso es que esa noche nos divertimos mucho y me invitó a su casa para que conociera a sus padres.
En efecto, una semana después estaba cenando en la mansión del Dr. James Moulinex (los nombres han sido cambiados para proteger a los implicados). Llegué, por supuesto, en El Toronado. El Dr. Moulinex no lo podía creer y le tuve que enseñar el registro de "mi vehículo".
Durante la cena tocamos el tema del Toronado. Le dije al "suegro" que al año siguiente me compraría un buen carro. ¡Ja! Estoy hablando del cardiólogo más prestigioso de la ciudad de Spokane, Washington. La chamita era simpaticona, pero demasiado aburrida. Después de aquella cena no nos volvimos a ver.
Pero no todos los cuentos son felices. Kinman Business University estaba en un edificio en el corazón del downtown de Spokane que tenía un estacionamiento mecánico. Al terminar las clases (que eran de 9 am a 5 pm... en horario de oficina), todos los estudiantes nos parábamos a esperar que nos bajaran nuestros carros, aunque solamente lo llevaba a Kinman cuando estaba nevado, lloviendo o hacía mucho frío.
Un día me bajaron El Toronado y en su parabrisa leí escrito con jabón: "This is a whiteman's car...!" ("¡Este es un carro de blancos!"). Por un tiempo comencé a llevar el Toronado todos los días al estacionamiento mecánico para que quienquiera que hubiera escrito aquella nota: ¡mascara vidrio! Fue la única vez que sentí una discriminación hacia mí en el estado de Washington.
Total que me quedé una semana en casa del Tió Armando hasta que le cambió la luna. Un día amaneció gritando y maldiciendo el día en que nació. Ahí mismito me di cuenta de que era hora de arrancar con El Toronado pa'Miami.
Llegué al destartalado apartamento en "La Pequeña Habana" del Dr. Evelio Tio en el corazón de Miami, quien vino a visitarnos a Caracas en 1970.
El Dr. Evelio Tio en Caracas 1970
Evelio, oriundo de una de las familias mas prestigiosas de Cienfuegos, era calvo y flaco, según nuestro padre, desde que estaba la escuela primaria y debido a eso, tal vez, se le adjudicó el remoquete de "Pellejo". Sus amigos, "cariñosamente" le llamaban: "Pejellito"... y los muy-íntimos: ¡"Pelle"!
"Pellejo" resultó ser un personaje histórico para nuestra familia. Fue uno de los primeros en detectar que Castro era comunista y que debíamos irnos de Cuba. Mis padres, al principo, no le creyeron. A los pocos meses, "Pellejito P" (como yo le decía), decidió asilarse en la embajada de Colombia en La Habana. Se lo participó a nuestro padre y éste le pidió que le sacara de Cuba unos 300 mil pesos cubanos, los cuales ANTES de la "revolución", equivaldrían a unos US$ 300 mil. "Pejello" accedió a costa de su seguridad. Con el pasar de los años, ya muerto nuestro padre, esos pesos valían menos que el rollo de un papel higiénico.
Con un abanico de pesos cubanos que "Pellejo" - a costa de su seguridad - ¡sacó de Cuba!
"Pellejo" era un personaje tremendamente interesante. Extremadamente liberal para la época. Jamás se casó. Jamás tuvo novia, aunque sí una enamorada hermana de Modesto Trelles, el entrenador de los remeros del Cienfuegos Yacht Club, a la cual jamás se le declaró. Ella murió sin saber que "Pellejo" la quería.
Modesto - "Modestico" - Trelles, alias "Mirringa", también era todo un personaje. El 5 de septiembre de 1957 hubo un levantamiento en Cienfuegos en contra de la dictablanda de Fulgencio Batista. Modestico participó en el levantamiento y cayó detenido. Cuando le fueron a apretar las clavijas: lo cantó todo y a partir de entonces se ganó el remoquete de "Caruso". El pobre "Mirringa" murió olvidado en su exilio de Miami décadas después de haber abandonado Cuba.
Evelio Tio (sin acento en la O), se ausentó de Cienfuegos el tiempo necesario para estudiar odontología en la Universidad de La Habana. Al graduarse de odontólogo regresó a Cienfuegos, pero no pudo hacerle competencia a "Tino Dentino", (Dr. Valentino Álvarez, gran pianista y sacamuelas) el sacamuelas de nuestra ciudad natal cuya consulta se había convertido en un verdadero monopolio. En tal sentido, "Pellejito" tuvo que regresar a La Habana y allá lo agarró "La Revolución". Fue uno de los primeros en asilarse en una embajada: ¡la colombiana!
Antes de asilarse, "Pelle" le informó a nuestro padre que lo haría. Nuestro padre aprovechó el momento para pedirle que sacara de Cuba unas cuantas piezas de oro y plata y los 300mil pesos cubanos recién-sacados del horno, pero que para entonces no tenían valor alguno, ya que Fidel Castro había cambiado la moneda y le había ordenado a Ernesto "Che" Guevara que firmara los nuevos billetes como director del Banco Central de Cuba. El "Ché", para burlarse del capitalismo, de Cuba y de los cubanos: ¡firmó "Che"!
Ojo. Vale acotar aquí que al argentino, HDLGP, de Ernesto Guevara no le agradaba que le llamaran "Che" y solamente lo permitía cuando provenía de sus más allegados: ¡que era muy poco!
El Dr. Oswaldo Duyos, tío político de Siomi (casado con Olimpia Etcheverry, la única hermana de Joffre, el padre de Siomi), era juez cuando Castro llegó al poder en Cuba y lo asignaron como juez de La Cabaña donde "El Che" fusilaba diariamente a varias decenas de patriotas cubanos.
Don Oswaldo nos contó cómo "El Che" mandó a abrir una ventana para que desde su despacho pudiera ver cómo fusilaban a los contra-revolucionarios. A los pocos días de aquel horror el Dr. Duyos renunció y se asiló en la embajada de Venezuela. Gracias a que su cuñado Joffre ya estaba establecido en la Patria de Bolívar, logró salir de la embajada y llegar a Caracas, donde al cabo de muchos años falleció.
"Pellejito P" se asombró de verme llegar con El Toronado. Él no tenía carro y se trasladaba de un lugar a otro a pie o en "guagua". ¿Y por qué los cubanos y los puertorriqueños les llamamos "guaguas" a los autobuses? He aquí la respuesta:
Con el el tiempo WAWA llenó a Estados Unidos de estaciones gasolineras que se fueron convirtiendo en centros de servicios y restaurantes. A pocas cuadras de donde hoy Siomi y yo vivimos, se acaba de abrir una WAWA:
Así nuestro idioma, EL ESPAÑOL, se ha ido nutriendo de nuevos vocablos. El idioma inglés y las marcas comerciales "americanas" han influido mucho en el enriquecimiento de nuestro bello idioma. Por ejemplo "guachiman", que en Venezuela significa vigilante, viene de watch man. "Safacón", que en Puerto Rico significa basurero, viene de "safe can".
En muchos países hispanoamericanos se referían a las hojillas de afeitar como gillettes, ya que fue La Gillette la empresa que las inventó y las hizo populares mundialmente. En Cuba a las neveras les llamaban frigidaires, porque fue la marca Frigidaire la primera en entrar en el mercado cubano... y así hay muchos ejemplos.
"Pelle", a quien yo adoraba inmensamente, vivía en un apartementico infinitamente modesto en la avenida 27 del SW: ¡plena sagüecera, es decir: ¡en el corazón del Southwest de Miami, lo que terminó conociéndose como "La Pequeña Habana"... hoy repleta de salvadoreños, nicas y demás hermanos hispanoamericanos de Centroamérica.
"Pellejito" no tenía aire acondicionado y en julio hace un calor de madre en Miami. Así que por las noches me desnudaba, abría su frigidaire y me paraba en frente de él para refrescarme un poco.
Cuando aquello, en julio de 1970, los cubanos no teníamos todavía una ayuda del Social Security ni del Refugio, lo que significaba un negocio para "Pellejito P", quien había montado en su diminuto apartamento un timbiriche odontológico con una silla de madera y equipos similares a los que aparecen en la foto de arriba.
Su taladro hacía tanto ruido que "Pelle" ponía música cubana a todo meter para disimular el escándalo. Los dientes que él implantaba eran casi-de-oro. Su "clínica" se convirtió - por la izquierda - en el centro odontológico de todos los cienfuegueros que se exiliaron en los primeros años... quienes llegaron a Miami con una mano adelante: ¡y otra atrás!
Para julio de 1970, "Pellejito P" era el individuo más cercano a nuestro padre. A él le envió las instrucciones que yo debía seguir para montar al Toronado felizmente en el buque que lo llevaría a Venezuela. Además, había recibido $ 500 de nuestro padre para emplearlos en los trámites del embarque marítimo.
El martes 28 de julio de 1970 estaba embarcando en el puerto de Miami nuestro adorado Toronado en un destartalado buque de carga llamado "Rosa" con bandera panameña. Llegó unos 20 días después. Mientras tanto me encontré con mis padres en Puerto Rico.
Luego de embarcar al Toronado nuestro padre le pagó a "Pellejo" el viaje a "La Isla del Ensueño y del Amor", donde nos alojamos en la casa de Marcelo Arroyo (¡otro personaje!) quien se encontraba viajando por Europa.
El primer día en San Juan lo dedicamos, en parte, a visitar el cementerio para encontrar la tumba de Doña Petra, mi abuela materna y de su padre Pascual del Amo, a quien le dediqué un sentido artículo que publiqué en mi portal bajo el título "Para Aragón en España".
No pudimos encontrar ninguna de las dos tumbas porque uno de los tantos huracanes que pasaron por la isla inundó el cementerio y desenterró muchas fosas, entre ellas: las de mi abuela y bisabuelo. De aquel día nos quedó de recuerdo la foto que he publicado debajo.
En julio de 1970 en Puerto Rico. De izquierda a derecha y al frente vemos a mi madre Conchita (41), a mi hermana María Conchita (14), a "Pellejito P" (50) y a mí (19). Detrás están nuestro padre (50) y mi tío-padrino "Armantido" (de 52 años).
Marcelo Arroyo era en Cuba representante de una papelería cienfueguera. Vivía con su primera esposa cerca de "Korea", nuestra casa en Punta Gorda: en Cienfuegos.
Nuestra casa se llamaba "Korea" porque a nuestro padre, achinado él, le llamaban "El Chino Richard". En Cuba se decía: "...los chinos...¡pa'Corea!" Sobre nuestro hogar dejé plasmado el siguiente ensayo titulado: "Cuando Salí de Cuba".
La boda eclesiástica de mis padres en 1945
Al abandonar nuestra tierra, se instaló en "Korea" un médico comunista de apellido Longoria, quien luego terminó en el exilio de Miami y nuestro padre se lo encontró en la calle. Después instalaron a un diplomático soviético hasta llegar al nuevo "propietario" llamado: Jorge Piñeiro.
En el año 2000 nuestro padre fue a Cuba luego de 39 años de ausencia y al visitar Cienfuegos entró en "Korea" que entonces (y ahora) se llamaba (y se llama) "Casa Piñeiro". La habían convertido en un hostal. A nuestro padre le dijeron que Piñeiro había sido sicario de La Revolución y cuando lo retiraron le dieron a "Korea" como premio.
Nuestro padre se presentó en "Korea", tocó la puerta, pidió hablar con el Sr. Piñeiro y se identificó como el verdadero propietario del inmueble. Piñeiro lo tomó a bacha y lo dejó entrar. En el baño principal de lo que fue el cuarto de mis padres, grabó el siguiente video:
La sangre no llegó al río. Nuestro padre y "El Usurpador" jugaron a la diplomacia y Piñeiro terminó preparándole al "Chino Richard" y a sus dos amigos venezolanos una suculenta paella de langosta. Vale decir que la langosta está vetada para todos los cubanos. Cubano que agarren con una langosta le caen 5 años de prisión sin juicio alguno.
Los videos tomados por nuestro padre en Cuba los publiqué en la siguiente página de mi blog:
Viaje a Cuba de nuestro padre en 2000
En la piscina de Marcelo Arroyo en Puerto Rico.
Al exiliarse en Puerto Rico Marcelo se convirtió en un magnate. Nos había dejado su casa y no pudimos compartir con él ni con su segunda esposa, sin embargo, la disfrutamos mucho. Nuestro padre aseguraba que Marcelo era el cienfueguero que más cuentos conocía sobre nuestro pueblo natal y sus habitantes.
Un día nuestro padre invitó a su gran amigo del alma - Tony Leal - a que nos fuera a cocinar una cabeza de puerco (de cochino o de cerdo) a casa de Marcelo.
Tony Leal, nuestro padre y su socio Felipe Cacicedo fundaron un conjunto al que le pusieron "ALCALÉ" (Alonso-Cacicedo-Leal). Como entonces no había tocadiscos portátiles, montaban las fiestas con "ALCALÉ", cuyos músicos recibían un salario y tenían que estar disponibles en todo momento. De ese conjunto salió un dúo llamado "Pico & Pala" que llegó a ser famoso en Cuba. Se trataba de un par de "negros tintos" que atendían por los apodos de "Pico" y de "Pala". Popularizaron a finales de la década de los 40's una canción que se tituló originalmente "El Tren", pero todos la conocían como "Pico & Pala".
Cuando dejamos Cuba en agosto de 1961 gracias a la "revolución", los hermanos "Pico & Pala" le pidieron a nuestro padre que los sacaran de la isla, algo que para él era - entonces - más que imposible.
No fueron los únicos empleados que les hicieron tal petición a mis padres. En julio de 1962 mi madre recibió una carta de Sofía Montero, quien fuera la cargadora (la nana) de mi hermana María Conchita.
Por cierto, tal y como escribí en la nota que precede a la carta de Sofía, ella era prima hermana de Benny Moré, El Bárbaro del Ritmo: el mayor sonero que ha dado la historia de la música cubana, de ahí su otro apodo: El Sonero Mayor.
Sofía se perdió en la historia del tiempo. Felipe murió en Honduras de un cáncer en la garganta. Nuestro padre murió en su exilio de Venezuela el 24 de noviembre de 2014 a los 95 años y su gran amigo Tony murió en su exilio de Puerto Rico en agosto de 2023 a los 99 años.
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