TORONADO - Parte II
PARTE II
Como he dicho, aquel 26 de junio de 1970 mientras recorría Chicago por primera vez, me era materialmente imposible imaginar que once años más tarde, gracias a los acontecimientos acaecidos en aquella misma ciudad, en 1981 haría mi primer millón de bolívares que para entonces (en 1981 al cambio de Bs. 4.30 por US$) equivaldrían a poco más de 230 mil dólares y poco menos de un cuarto de millón de dólares "americanos".
Ya me estaba mal acostumbrando a dormir la mañana que es cuando se viaja más cómodamente por carretera, sobre todo en verano. Aquel sábado 27 de junio de 1970 me levanté a las 9 de la mañana. Hice un corto viaje de unas 350 millas y salí del estado de Illinois para atravesar el pequeño estado de Indiana y llegar a Ohio, haciendo noche en Cleveland, la ciudad donde más tarde mi amigo Felipe Castillo pasaría un año estudiando inglés.
Fue atravesando el estado de Indiana cuando me agarró la policía por exceso de velocidad. Iba a 120 mph en una zona donde la velocidad máxima era de 55 mph. La multa fue de $ 120 (¡UNA FORTUNA!) y me forzaron a hacer una "contribución" de $ 80 al estado de Indiana. Tanto la multa como la "contribución" las pagué con la tarjeta de crédito de la pobre Beverly, la cual - increíblemente - todavía funcionaba a 2,200 millas de Deer Park.
El policía que me agarró speeding quiso saber qué motor tenía en el carro; incluso me pidió que se lo enseñara para admirarlo. Es asombroso cómo se veneran los carros en este país. Por supuesto que el oficial también quiso saber cómo yo, un muchacho de 20 años aún-no-cumplidos, era propietario de un Toronado. No sé si creyó mi historia.
Aquel viaje lo estaba realizando en medio de la crisis energética que comenzó a principio de los años 70's. Para ahorrar gasolina en las autopistas, en muchos estados el límite máximo de velocidad era de 55 mph. Varias estaciones de gasolina estaban cerradas por falta de combustible.
El estado de Ohio es, junto al estado de Pensilvania, donde había (y hay) la mayor concentración de amish, un grupo etnorreligioso anabaptista, conocido principalmente por su estilo de vida sencilla, vestimenta modesta y tradicional, su resistencia a adoptar comodidades y tecnologías modernas, como son las relacionadas con la electricidad. Los amish procedían de Alemania y Austria y llegaron a Estados Unidos entre 1730 y 1880.
"Witness" - La extraordinaria película de Harrison Ford & la bella Kelly McGillis
que tiene todo que ver con los amish
s
Al igual que nos sucedió en nuestro recorrido por el Parque Yellowstone en 2018 donde no vimos un solo búfalo, en mi tránsito por el estado de Ohio no vi un solo amish, pero en 2015, en nuestra II Luna de Miel, visitando el estado de Pensilvania: ¡nos cansamos de verlos!
Según mi diario, en aquella mañana del 27 de junio de 1970, me sentía a un saltico de Nueva York ya que me faltaban apenas unas 460 millas para llegar: ¡menos de 8 horas de carretera! ¡Estaba a tiro de piedra!
Estaba, a partir de Cleveland, disfrutando mucho más de mi viaje. Se habían acabado los pinos, que aunque bellos, ya estaban fastidiosos. Estaba, sin embargo, comenzando a añorar Venezuela, tal vez porque me sentía más cerca de ella. Encontré cierto parecido con los paisajes entre la carretera interestatal de Cleveland y la Autopista Caracas-Valencia.
Ya para entonces no estaba tomando tantas fotos como hubiera debido. Muchas veces me daba flojera parar, preparar la cámara... el trípode, etc. Incluso me daba ya flojera parar para echar gasolina o para comer. Había un deseo intenso de llegar: ¡de llegar! Por otro lado, cuando veía algo interesante al que debía tomarle foto, iba tan rápido que lo dejaba atrás.
Las fotos que tomaba eran "las obligadas". Antes de salir de Chicago, por ejemplo, paré el carro en medio de avenida para tomar una foto del downtown.
Downtown de Chicago
Después de todo me estaba afectando la soledad. Por un momento pensé que hubiera sido agradable haber compartido el viaje con Janelle... ¡quién sabe! Sin embargo - según mi diario - ya no tenía tanto interés en llamarla. Posiblemente la emoción de llegar a Nueva York me hacía pensar en otra cosa. Había prometido llamarla todas las noches, pero el cansancio y la falta de ganas me hicieron quedar mal.
Cuando el encargado de la recepción del motel de Cleveland vio el Toronado, como cosa rara, comentó lo increíble que era. Al parecer la General Motors no había producido suficientes Toronados... qué se yo. También el encargado me hizo preguntas tontas sobre Venezuela, cuando supo que mi misión era la de llevar el carro a casa. Me preguntó si en Venezuela había carros o andábamos en bicicleta como en la China.
Me dijo que a él le habían dicho que en Venezuela solamente había bicicletas. Bueno... en 1964 cuando mi tío José Manuel salió de Cuba, le preguntaron en San Francisco (California), si había llegado de Cuba a Estados Unidos en tren.
Para pagarle con la misma moneda a aquel encargado del motelucho donde pernocté en Cleveland, comencé a hacerle preguntas estúpidas. Le pregunte, por ejemplo, si en Ohio se celebraba la Navidad en el mismo mes que en el estado de Washington. Debió haber captado mi intención, porque sin responderme me entregó las llaves del cuarto al cual caminé riéndome jocosamente.
Entre Cleveland (Ohio) y Paramus (New Jersey) no hubo mucho qué contar. Estaba atravesando un territorio muchísimo más poblado, con más tráfico... más movimiento en las carreteras y nada solitario.
No me fue difícil encontrar la dirección de la familia de Reni y Gastón Silva, mis dos amigos de la infancia en Cuba. Sus padres (René y Asela Silva) se habían mudado a Paramus, a 25 millas del corazón de Manhattan en la ciudad de Nueva York. Con el tiempo Reni se mudó a Miami junto a sus padres. René, el padre, quien en Cuba era abogado, terminó dando clases de español en una universidad de New Jersey. Tanto René como Asela murieron en Miami. Él, a los 94 años, el 1ro de octubre de 2015 y ella, de 93 años, el 22 de agosto de 2018.
No fue posible encontrarme con Reni ni con su hermano menor, Gastón, pero a pocas cuadras de René y Asela vivía Felipe, hermano de René, quien era un alto ejecutivo de la famosa tabacalera Philip Morris. En honor a Felipe Silva la tabacalera emitió un cigarrillo fino, delgado, bautizado como "Silva Thins 100's":
Felipe vivía en La Habana (a unos 250 kms de Cienfuegos), pero su hijo, Felipe Jr., solía pasar los veranos con sus primos en nuestra ciudad. Con Junior visité por primera vez la ciudad de Nueva York: ¡impresionante! Estacionamos el Toronado en un estacionamiento privado que me costó un dineral: ¡US$ 5!
Al cruzar una calle frente a un policía de tránsito estando la luz en rojo para los peatones, el policía me gritó: "get back... you damned Puertorican!" ("¡Regresa atrás, maldito puertorriqueño!"), a lo que le respondí que no era puertorriqueño sino cubano. El policía complementó: "¡same shit!" ("¡la misma mierda!"). Entonces no existía el concepto del "delito de odio" ("hate crime").
Cuando un peatón cruza una calle estando su luz en rojo, comete un "crimen" (en realidad: una infracción) que en EE.UU. le llaman jaywalking.
En 2009 mientras me desempeñaba como taxista en Miami, solía recoger pasajeros en el aeropuerto. Dio la casualidad que me tocó recoger a Reni Silva con su familia, quienes venían de un vuelo desde Nueva York. Hacía más de 50 años que no lo veía. Los llevé a Coral Gables, donde vivian entonces y luego de 14 años, en un aniversario de nuestro club social (el Cienfuegos Yacth Club), me lo volví a encontrar y me atreví a la siguiente travesura, recordando que Reni era el niño perfecto:
Siendo taxista y en el mismo sótano del Aeropuerto Internacional de Miami, conocimos a nuestro primer nieto - Santiago Andrés - quien ya tenía un año y un mes de nacido:
Lo mejor de aquel domingo 28 de junio de 1970, según pude leer en mi diario, fue que no tuve que ir a misa, una actividad obligatoria de todos los domingos cuando visitaba a Janelle. Fue el primer domingo en mucho tiempo que no tuve que ir a la iglesia.
Pernocté en la casa de Felipe en Paramus y aproveché todo el lunes para volver a hacer turismo en La Gran Manzana, nuevamente en compañía de Junior. Al igual que en Chicago, visité los lugares más importantes, sin faltar un tour al Empire States Building, el edificio más alto del mundo para la época. Felipe me llevó a la famosa joyería Tiffany, donde pretendí comprarle un anillo a Janelle, dándome cuenta que para aquel momento, cuando vi los precios: no tenía culo con el cual sentarme.
Paseamos fugazmente por Central Park, entonces todavía Mark David Chapman no había asesinado a John Lennon. Años después, en 2015, Siomi y yo visitaríamos el lugar donde murió el más famoso de los Beatles.
En aquel viaje de nuestra II Luna de Miel, en 2015, caminamos el Parque Central de rabo a cabo, incluyendo "Strawberry Fields", lugar en el cual se le rinde tributo a John Lennon.
Aquel lunes de 1970, "Junior" y yo le dimos un mateo lejano a la Estatua de la Libertad, monumento que solamente vimos de lejos. Por supuesto que me impresionó la metrópolis más importante de Estados Unidos. También me impresionó la inmensa cantidad de taxis amarillos que saturaban las calles de la ciudad.
Almorzamos en Manhattan y aprovechamos para visitar la famosa Catedral de San Patricio, ya que el día anterior no había asistido a la Santa Misa. Justo frente a la catedral estaba entonces el consulado de Venezuela. Nos faltó un lugar muy especial, Time Square, al que visitamos en nuestra II Luna de Miel:
La guerra de Vietnam estaba en su momento más crítico. Para entonces ya casi todo el pueblo "americano" repudiaba la guerra y los pro-comunistas se aprovechaban para incrementar el repudio por la intervención estadounidense. En la Quinta Avenida de Manhattan unos ñángaras tenían montado un escritorio para que los transeuntes firmaran en contra de la intervención de EE.UU. en Indochina.
Increíblemente en Nueva York me aceptaron la tarjeta de crédito de Beverly en todas partes. En la mayoría de los lugares en donde pagué con esa tarjeta ni se fijaron en el nombre que en ella aparecía. Claro que no era mucho lo que pagaba: máximo unos US$ 20 por ticket. Comencé a sentirme cómodo con ella. Todavía de los US$ 500 que me traje de Deer Park, me quedaban US$ 390 y ya faltaba poco para llegar a Miami donde me esperaba el Dr. Evelio Tio, cariñosamente llamado "Pellejo", con una remesa de dinero con la cual operaría en esa ciudad y pagaría los gastos de flete y legales para embarcar felizmente el Toronado.
Al mediodía del septimo día arranqué para Washington D.C., donde pasé la noche. Me impresionó mucho la ciudad capital de Estados Unidos. Se veía limpia, con anchas avenidas y modernas edificaciones. De las ciudades que había visto hasta entonces, pensaba que Washington D.C. era la más bonita.
Me impresionó, eso sí, la cantidad de afroamericanos que se veían en todas partes. Uno de ellos me pidió que lo llevara a La Casa Blanca. Disfruté mucho de su acento sureño y de sus gestos corporales al hablar. El individuo me advirtió que no saliera de noche por la ciudad porque era muy peligroso.
En mi llamada telefónica a Janelle la note extrañamente celosa cuando le conté que había hecho turismo con un amigo de la infancia. Hablamos lo suficiente como para decirle que estaba bien y en camino a Miami. Le pedí que le transmitiera mi mensaje de bienestar a los Losh. Tampoco es que podíamos hablar mucho porque las llamadas telefónicas eran tremendamente costosas. Quedé con ella en llamarla una vez que llegara a Miami.
Cuando fui a echar gasolina en Washington D.C., la gasolinera no me aceptó la tarjeta, pero tampoco aceptaban otras tarjetas, así que pensé que todavía la suerte no se me había agotado con respecto a la tarjeta de crédito de Beverly.
A Washington DC regresé 36 años después en octubre de 2006 para protestar ante la OEA (El Departamento de Asuntos sin Importancia de los Estados Americanos) y entregar una carta para solicitar condiciones para la farsa electoral "Rosales Vs. Chávez". Increíblemente nos costó Dios y ayuda que la OEA nos recibiera la simple cartica.
Nueve años más tarde, en el viaje de nuestra II Luna de Miel, pasamos unos días en Washington D.C.
Uno de los lugares que más nos impresionó en nuestro viaje a Washington en 2015 fue el "Vietnam Memorial", tal vez porque viví esa guerra muy de cerca mientras viví mi juventud en Washington State.
Visitar ese monumento nos produjo la misma sensación que sentimos cuando en Nueva York, ese mismo año, visitamos "Ground Zero", el monumento a los fallecidos en el atentado terrorista en la Torres Gemelas.
El 1ro de julio de aquel año sí madrugué. A las 5 de la mañana ya estaba camino a Atlanta, en el estado de Georgia, la capital de la Confederación durante la Guerra de Secesión de Estados Unidos, que inspiró en 1936 la novela de Margaret Michell - "Lo que El Viento se Llevó" - que luego fue llevada al cine.
En nuestra II Luna de Miel volvimos a Atlanta y aprovechamos para visitar el museo de la película en la pequeña ciudad de Marietta, a 20 millas de Atlanta.
Me enamoré de Atlanta. Creí, incluso, que podría destronar a Washington D.C., sobre todo las áreas sub-urbanas que pude conocer. El calor era insoportable. En Nueva York, además de calor, había mucha humedad. A medida que me acercaba a Miami se incrementaba el calor. Me preguntaba cómo estaría la temperatura allá abajo, a casi 700 millas más al sur. Ese miércles 1ro de julio se registró una temperatura de 118°F.
En nuestra II Luna de Miel regresamos a Atlanta. Siomi y yo la habíamos visitado en 1974 en nuestra primera Luna de Miel donde vimos en circuito cerrado del Omni de esa ciudad la pelea entre Mohamed Alí contra George Foreman y luego en 2006 cuando fuimos a ver un restaurante que nos estaba vendiendo un amigo venezolano.
En 2015, cuando la visitamos, no nos fue del todo bien. Me había equivocado de hotel y terminamos en un antro en el medio de un gueto afroamericano que no le agradó mucho a Siomi:
Voy a aprovechar para plasmar la siguiente anécdota. Resulta que cuando estábamos preparando las invitación para la boda en casa de Siomi, su mamá le añadía nombres y nombres a la lista de los invitados. Al ver que los invitados de la familia de Siomi eran tantos, se me ocurrió hacer mi propia lista y en varios sobres que contenían las invitaciones comencé a escribir los nombres de mis invitados, entre los que se contaban la Reina Isabel II del Reino Unido y el presidente Gerald Ford de Estados Unidos.
Al terminar de llenar todos los sobres con los nombres de los invitados de los Etcheverry, se pusieron todos en una caja con la intención de que el repartidor de la oficina de Joffre - mi suegro - las enviara personalmente o la pusieran en el correo.
Saliendo de Atlanta, en octubre de 1974, me paró la policía por ir a 90 mph en una carretera de 60 mph. Debí haber enviado el monto de la multa por correo, pero no lo hice. Al mes de habernos casados, estando ya en nuestro primer apartamento en el "Contemporary Suites" de Los Palos Grandes en Caracas, nos tocó la puerta un marine estadounidense de los que cumplen misiones en las embajadas de EE.UU. Venía uniformado de gala: ¡con guante y todo!
Al verlo por el ojo mágico de nuestra puerta pensé que me venían a buscar por no haber pagado la multa. Le pedí a Siomi que abriera la puerta y le dijera al marine que yo estaba fuera de Venezuela. Así se prestó a hacerlo, pero cuando abrió la puerta el "marine" se le cuadró y le entregó una carta del presidente Gerald Ford en la que nos pedía disculpas por no poder asistir a nuestra boda: ¿qué tal?
Aquel miércoles 1ro de julio de 1970, bajando de Washington D.C. a Atlanta, atravesé los estados de Virginia y de las dos Carolina (Norte & Sur). El acento sureño entonces ya era extremadamente intenso. A veces se me hacía difícil entenderlo: "ya'hear?" Es extraño que estando Miami al extremo sur del país, no haya acento sureño.
Cuarenta y cinco años más tarde en nuestra II Luna de Miel, Siomi y yo visitamos la bellísima ciudad de Charleston, en Carolina del Sur, donde comenzó - en el Fuerte Sumter - la Guerra Civil de EE.UU.
Paseo en 2015 al Fuerte Sumter
Se cree que fue en esa ciudad donde nació, a principios del siglo pasado, el charleston. Charleston en Carolina del Sur, nos resultó tremendamente parecida a Savannah, Georgia, donde se filmó gran parte de la película "Forrest Gump".
Tanto a Charleston como a Savannah la recorrimos de rabo a cabo. En la primera lo hicimos en un coche tirado por un par de mulas y la segunda en el Trolley.
En una de las carretera en Carolina del Norte en julio de 1970, le di la cola a tres hippies que se dirigían a un festival en Atlanta, parecido al de Woodstock que se llevó a cabo en Bethel, NY entre el 15 y el 18 de agosto de 1969.
Tenían un olor a molleja de pollo podrida, pero me hicieron compañía y conversamos durante todo el trayecto hasta llegar a Atlanta. En gratitud, me regalaron un casete de Janis Joplin quien al siguiente año haría famosa la canción "Me & Bobby McGee". Su canciones me deleitaron durante todo el camino hacia el sur. El casete lo conservé en Venezuela junto a la foto que les tomé a las tres hippies, hasta que me vi obligado a abandonar el país en 2004.
Disco "Pearl" que se publicaría el siguiente año
Los paisajes eran hermosísimos: ¡increíbles! El estado de Georgia me pareció impresionantemente hermoso: ¡me encantó! Una vez en Atlanta hice planes para visitar "Stone Mountain", considerado una de las maravillas del mundo moderno, la contraparte de "Mount Rushmore" del norte, donde están tallados en una montaña de granito los héroes sureños de la guerra civil que comenzó el 12 de abril de 1861. "Stone Mountain" me causó una impresión favorable, no como "Mount Rushmore" en Dakota del Sur.
Por primera vez desde que salí de Deer Park y como había ahorrado tanto dinero en efectivo, me di la gran vida alojándome en el Hilton en la 159 Northside Dr. NW, Atlanta.
Hasta aquel entonces el viaje había sido la mayor aventura de mi vida. No tenía idea de lo que vendría después. Había visto cosas increíbles y tremendamente interesantes. Pensé que al terminar el viaje me podría considerar un experto en Estados Unidos, perfección que la lograría en 2008 cuando trabajé como camionera para la Werner y recorrí todos y cada uno de los estados de La Unión, con la excepción de Alaska y Hawaii, con un master hecho en la compañía de Siomi cuando en 2015 recorrimos todo el este del país, incluyendo el este de Canadá y en 2018 recorrimos gran parte del noroeste del país, incluyendo también el oeste de Canadá.
Lo que sí noté en 1970 al recorrer el este de Estados Unidos una fuerte polución, a excepción de Washington D.C. Era tanta la polución que si abría las ventanas del carro, a los pocos minutos los ojos comenzaban a arderme. Pensaba que la contaminación atmosférica sería únicamente en ciudades grandes como Nueva York, pero no. La polución en el este del país era bastante generalizada.
Salí del bellísimo estado de Georgia para internarme en uno no tan hermoso: ¡Alabama! Me pareció que la inmensa mayoría de los esclavos traidos de África, cuando se proclamó la emancipación: bajó y se instaló en Alabama. Por cada "anglosajón" (por llamar de alguna manera a los blancos), veía 10 afroamericanos quienes, por cierto, son bastante diferentes a los afro hispanoamericanos. Debe ser que se mantuvieron más puros.
Había escuchado que Alabama era el estado más pobre del país. Vi muchísima pobreza... muchas casa viejas de maderas ("shacks") montadas en pilares como para evitar posibles inundaciones.
Vi también muchos camiones con banderas de los estados confederados durante la guera civil. Metían miedo. Pensé que la discriminacion racial en Alabama debía ser terrible... ¡como en efecto lo era!
Al parecer por lo que leí en mi diario, no me fue muy agradable atravesar Alabama.
Afortunadamente, a las 2 de la tarde de aquel mismo día, estaba entrando por la puerta de la casa de mi prima "Momy", quien para entonces estaba casada con José Manuel Martínez, a quien conoció en Spokane y quien también llegó a esa ciudad a través de la Operación Pedro Pan.
Años más tarde, en 1974, en nuestra Luna de Miel pasamos por Pensacola a visitar a "Momy" quien estaba en proceso de un divorcio amistoso.
José Manuel trabajaba como ingeniero eléctrico en la Westinghouse de Pensacola, al norte de la Florida, frontera con Alabama. Sus habitantes se consideraban más alabamianos que floridianos. Es una ciudad bonita en la costa oriental del Golfo de México. Como José Manuel era muy aficionado a la pesca en alta mar, me invitó a salir con él en su lancha. Por la noche me invitaron a cenar Bar-B-Q al estilo sureño en El Flora-Bama, uno de los lugares más concurridos y famosos de la ciudad en donde hacían sonar una escandalosa campana cada vez que un cliente entraba al baño: ¡cosas gringas!
Una vez en Pensacola, José Manuel me preguntó por qué no intentaba embarcar el Toronado desde el puerto de Nueva Orleans, en el estado de Luisiana, así que sin pensarlo dos veces decidí viajar para aquella ciudad - a 200 millas de distancia - en donde cuatro años más tarde pasaría con Siomi nuestra primera noche de Luna de Miel en octubre de 1974 en el famosísimo hotel de cinco estrellas, El Monteleone.
Sin embargo, como la prima Carmencita y "Archie" llegarían a Pensacola en la noche del 2 para pasar el 4 de julio con "Momy" y José Manuel, decidí quedarme y pospuse el viaje a Nueva Orleans para el día siguiente. Una vez más salimos a pescar pargo, esta vez en un barco especializado que alquilamos. Fue terrible. El mar estaba tremendamente picado: ¡hasta el dueño del barco vomitó! Esa noche salimos todos de parranda por los restaurantes y bares de Pensacola, un pueblito de sureños floridiano que tal vez a "Momy" no le hacía mucha gracia.
Ese sábado se festejaba en Estados Unido el Día de La Independencia. El viaje a Nueva Orleans fue maravilloso. Noté los estragos que había hecho el Huracán Camille (de categoría 5) a lo largo de las costas del norte de Florida, Alabama, Mississippi y Louisiana. El calor era totalmente insoportable.
Hacía mucho tiempo que deseaba conocer Nueva Orleans. No estaba en mis planes del viaje con el Toronado visitar esta encantadora y mágica ciudad, porque no estaba en mi ruta. Había llamado por teléfono al consulado de Venezuela y me dijeron que, en efecto, salía un buque semanalmente a Venezuela y que podía hacer los trámites de embarque desde el consulado de Nueva Orleans.
Para ambientarme mejor, en Alabama - camino a New Orleans - me compré una cinta del mundialmente-famoso "Preservation Hall", del "French Quarter" (Barrio Francés), lugar que dio a luz a famosos músicos como Louis Armstrong entre muchos otros.
Entrando en Nueva Orleans comencé a disfrutar inmensamente. Muchas mansiones sureñas que evocaban la época de la guerra civil y me hacían pensar que en cualquier momento escucharía a Rhett Butler gritarle a Scarlett O'Hara: "francamente, querida...¡me importa un bledo!"
Por primera vez vi unos canales que me recordaron, abusando de la imaginación, a Venecia. En sí, la ciudad de Nueva Orleans no dice mucho a menos que uno se interne en el Barrio Francés.
Barrio Francés de New Orleans - 2017
En 2017, huyéndole al Huracán Irma, lo recorrimos todo en coche:
Para julio de 1970 pensaba que New Orleans era la ciudad más fascinante que había conocido. De hecho, para Siomi y para mí terminó siendo nuestra ciudad favorita para visitar. Me impresionó la cantidad de turistas que se veía en las calles, tanto de día como de noche, especialmente en la famosa Calle Bourbon donde la música suena las 24 horas del día.
Me quedé en Nueva Orleans la tarde del sábado 4 de julio escuchando buena música. En la noche visité sitios nocturnos muy interesante, como el famoso "Club My-O-My", donde todos los actores eran transformistas y hacían estriptis vestidos de mujer, algo que en aquella época era impensable ver en cualquier otro lugar de Estados Unidos. Muchos de aquellos transformistas hubieran pasado por mujer en cualquier club del mundo. La estrella del club era "una" tal "Mr. Joyhny Brown", que más femenino no podía ser.
Había algunos con caras de putonas, como un tal "Mr. Sandy Rogers" y otro que atendía por el nombre de "Mr. Desireé". Los había con pintas de cantantes de ópera de los años treinta, como "Mr. Gene La Marr", "Jimmy Callaway", "Val de Vere" y un tal "Mr Bunny Daye". Entre el grupo de maricas había un fulano "Mr. Chickie Rouches", que se las daba de bailarín flamenco. Era todo un espectáculo. Aunque entre ellos había unos cuantos heterosexuales, según comentó el presentador del show. El club estaba repleto de turistas. Allá nos llevó el "Dixieland Tours" que tomé en el Hotel Royal Sonesta, donde me alojé.
Hotel Royal Sonesta de Nueva Orleans
El tour nos llevó por los principales nightclubs del Barrio Francés y fue para todos una sorpresa cuando nos llevaron al club de las maricas, que terminó siendo parte de la historia del espectáculo de esa ciudad francoamericana.
Por supuesto que el domingo 5 de julio me levanté tarde y salí a la calle para visitar más lugares en el Barrio Francés. Increíblemente los espectáculos musicales y de burlescos continuaban a plena luz del día. En un momento dado, caminando por la Calle Bourbon como al mediodía, de repente salió por una ventana una mujer totalmente desnuda pero con unas medias largas que se balanceaba dentro y fuera del local en un columpio. ¡Increíble! Cuando luego quise llevar a Siomi, me enteré de que el club lo habían clausurado.
Bueno, estaba totalmente asombrado porque a esa edad no conocía otra cosa. Si hubiera visitado la Reeperbahn de Hamburgo, Alemania (entonces occidental), nada de lo que vi en el Nueva Orleans de 1970 me hubiera asombrado, apartando la música, todo lo demás me hubiera aburrido enormemente. La experiencia en Hamburgo la viví en 1972 cuando estaba estudiando en el Goethe Institute de Boppard, a una hora y 15 minutos de Bonn, la entonces capital de Alemania Federal. En aquella oportunidad me acompañó mi buen amigo y compañero de apartamento en Köln Herr Peter Mamopulakos Travinski, alias: ¡Herr große Scheiße!
Peter, nacido en Venezuela, era hijo de un griego de apellido Mamopulakos y de una lituana de apellido Tranviski. Durante la II Guerra Mundial su padre fue detenido por los nazis y enviado a Dachau, uno de los terribles campos de concentración de la Alemania de Hitler. Ahí conoció a quien sería su esposa y con ella tendría dos hijas y a Peter.
La tía de Peter por parte de madre - Tante Hanna - fue sargenta en el ejército alemán. Al concluir la guerra fue apresada en Normandía en junio de 1944 y llevada a un campo de concentración estadounidense donde fue violada infinidades de veces. Como resultado de estas agresiones sexuales tuvo un hijo que parecía mulato, a quien apodamos "Mamacuso Alambrito" por su pelo ensortijado. Una vez le pregunté a Mamacuso si fue verdad que Hiltler había mandado a matar a 7 millones de judíos y me respondió que no sabía, pero que al menos había hecho las autobahn: las estupendas autopistas alemanas.
Con Nancy Portela y Peter Mamopulakos en Londres
Peter me acompañó a Inglaterra en busca de Nancy Portela quien se había escapado de Cuba y vivía sola en un hotel de mala muerte en el pueblo de Luton a una hora y media de Londres. Nos costó varios días encontrarla. Nancy, en Cienfuegos, fue una de las mejores amigas de mis padres. La ubicamos y logramos enviarla a Venezuela donde trabajó al frente del negocio de cosméticos de mi familia. Al cabo de los años regresó a Londres siendo ciudadana británica y al poco tiempo murió de un infarto como habían muerto todos sus antepasados.
Onkel Franz & Tante Hanna en Caracas
Tante Hanna (la Tía Ana), hermana de la madre de Peter, luego de ser liberada del campo de concentración se casó con Onkel Franz (el Tío Francisco), quien fue herido en la guerra por fragmentos de una granada y se le tuvo que amputar su pene y sus testículos. Ambos vivían en Aachen (Aquisgrán), un pequeño y pintoresco pueblito cargado de historia en las fronteras con Bélgica y Holanda, ubicado a poco más de una hora de Colonia, donde vivíamos Peter y yo.
A menudo la visitábamos. Hacía una sopa goulash inmejorable. Onkel Franz no hablaba mucho, pero por él hablaba hasta por los codos la Tante Hanna, quien nos contaba historia de la guerra con versiones muy diferentes a las que usualmente leemos o escuchamos.
Lo único que recuerdo de Onkel Franz fue que nos dijo que los soldados "americanos" eran cobardes y que los alemanes les temían terriblemente a los soldados escoceses. Cuando escuchaban sonar la gaita: ¡corrían todos!
Tante Hanna era todo un personaje. Lo único que nos pedía cuando íbamos a su casa era un Zitroneneis (helado de limón) en barquilla. No creía que en Venezuela no nevara en invierno. Decía que ella no tenía ningún interés en salir de Alemania, pero que si lo hiciera, le gustaría ir en diciembre a Venezuela, sacar la cabeza del avión en el cual volaría: ¡para corroborar que no había nieve!
Al final, tanto ella como Okel Franz visitaron Venezuela en unas vacaciones de quince días. Faltó poco para que, en diciembre, se achicharraran en las playas de Chichiribiche. Ambos sufrieron de insolación, por lo que tuvieron que internarse un par de dias en una clínica.
En mayo de 2018 tanto Peter como su adorable esposa Koidi (lituana como su suegra), nos vinieron a visitar por primera vez a Serendípity, nuestro hogar en Fort Lauderdale. Para conmemorar la visita fuimos a cenar al Old Heilderberg. el mejor restaurante alemán que hemos encontrado fuera de Alemania.
Luego del desastre político-económico de Venezuela, Peter trasladó su empresa a Panamá, donde hoy vive con su familia. Con frecuencia viene a Estados Unidos y en muchas ocasiones nos hemos reunido.
Christian, su hijo mayor, siendo un niño, le llamaba a las flores de girasol: "flores de mayonesa", confundido por una propaganda que se transmitía en la televisión venezolana de entonces. Cuando en julio de 2018 Siomi y yo visitamos la campiña de Deer Park y vimos un estupendo y extenso sembradío de girasoles, nos acordamos de Christian:
En aquella primera visita a Nueva Orleans en julio de 1970, me perdí de muchas cosas. Una de ellas fue la cousine creole de Luisiana en The Court of the Two Sisters, restaurante creole-francés que conocimos en nuestra primera Luna de Miel (en 1974) gracias a la recomendación de mi tío Armando quien en su Luna de Miel en 1950, cenó varias veces ahí.
En 2017, escapándonos del Huracán Irma, fuimos a The Court of the Two Sisters por última vez, pero desafortunadamente, a pesar de estar mucho más bonito, la comida no era la misma. De hecho, no tenían el plato que en ese restaurante se hizo famoso y popular: ¡coquille de Saint Jacques!
Pero en los tres mágicos días con 2 noches que pasé en Nueva Orleans (exclusivamente en el Barrio Francés), pude desayunar en el mundialmente famoso Cafe du Monde, donde sirven extraordinarios café au lait (café con leche), café negro con un toque de achicoria o chocolate caliente acompañados de buñuelos francesas llamadas beignet espolvoreadas con abundante azúcar glasé: ¡todo para engordar bastante! Pero como decía nuestro abuelo: "A un buen gusto... ¡un buen susto!" O cómo decía la Abuela Carmelina, QEPD: "Muerto por mil... ¡muerto por mil quinientos!"
En nuestra Luna de Miel (oct de 1974), llevé a Siomi a desayunar ahí y en 2017 volvimos a desayunar en el Cafe du Monde, esta vez con María Carolina, Miranda y Santi:
Por supuesto, no solamente visité la famosa Catedral de San Luis. Me deleité escuchando los músicos callejeros entre la catedral y la Plaza Jackson. En todas las oportunidades que hemos visitado Nueva Orleans, siempre hemos visto actuaciones callejeras como la que grabamos en septiembre de 2017 cuando visitamos la ciudad por última vez:
Aquella noche del 5 de julio de 1970 no la dormí. Entré en cuanto cabaret encontré en el Barrio Francés. Cené frente al "French Market" y entré en el Museo de Jazz de New Orleans donde se estaba celebrando los 70 años de Louis "Satchmo" Armstrong, exhibiéndose muchas de sus cartas y fotografías personales y profesionales.
El lunes propuse organizarme y visitar el consulado venezolano donde me darían la información de los buques que viajaban a Venezuela. No me sirvió el asunto y descarté la idea. Regresé al hotel y descancé hasta la cinco de la tarde, hora en que me vestí y partí de regreso a casa de mi prima "Momy" en la ciudad de Pensacola, al extremo noroeste de La Florida, a poco más de tres horas de carretera de Nueva Orleans.
Fue, sin embargo, un viaje muy penoso. Había tratado de evitar manejar de noche, pero las delicias de Nueva Orleans me hicieron modificar la promesa. La noche se complicó con una fuerte lluvia azotada por un peligroso viento que soplaba desde el golfo.
Llegué a casa de "Momy" y nos pusimos a conversar sobre cualquier cosa y de repente nos internamos en un tema escabroso que me hizo tomar la determinación de seguir viaje al sur de inmediato. No era la primera vez, ni sería la última, en la que una fuerte discusión me distanciaba de mi prima, unos meses menor que yo. La última y definitiva ruptura se produjo recién llegado al segundo exilio en Miami en el año 2004 cuando ella no supo entender mi participación en la lucha contra el régimen de los Castro en Venezuela.
Había quedado con mi padrino y tío Armando Alonso, hermano de nuestro padre (ambos hoy fallecidos) en pasar por su casa en San Petersburgo, a casi 500 millas de Pensacola, lo que suponía unas 7 horas de carretera. El mal tiempo, el cansancio y el malestar emocional conspiraban en mi contra. Afortunadamente pudimos llegar sanos y salvos: ¡NUESTRO Toronado y yo!
El St. Petersburgo de aquellos años era una ciudad relativamente pequeña y tranquila ubicada en la costa oeste de La Florida, muy cerca de Tampa y de Ybor City donde mi tío con su esposa "Maíta" (María Concepción Betancourt Castaño) llevaban varios años viviendo antes de mudarse a Miami, donde ambos fallecieron.
"Maíta" era nieta de uno de los hombras más ricos de Cuba, de apellido Castaño, español: ¡como mi abuelo José Alonso! De hecho, mi abuelo fue su director de finanzas y contador de "La Casa Castaño". Hicieron buenas migas y cuando mi abuelo le participó que se retiraba para fundar su propia empresa, Don Nicolás le dijo: "si defiendes tus intereses como has defendido los míos... ¡te irá muy bien!" En efecto, a mi abuelo le fue muy bien.
Don Nicolás Castaño
Don Nicolás Castaño había llegado sin una perra gorda (sin un centavo) a Cuba cuando la isla era parte del imperio español. Debió haber sido una persona extremadamente inteligente, porque no poseía mediana cultura. Un día le pidió a mi abuelo que ordenara una carga de harina para sus almacenes. Se lo participó en una nota en la que escribió harina sin "h". Mi abuelo - quien ya tenía mucha confianza con su paisano - le advirtió que harina se escribía con "h", a lo que Don Nicolás ripostó: "pide tú una carga de harina con "h" y fírmala con tu nombre y apellido y vamos a ver cuál de las dos llega primero."
Decía mi abuelo que La Casa Castaño era tan fuerte y tan sólida que todos los hijos de Don Nicolás hicieron todo lo posible por destruirla y no pudieron. Llegó Fidel Castro a Cuba y la destruyó en un solo mes.
El Tío Armando era un individuo atormentado. Le llamábamos "Doctor al Cubo", porque tenía tres doctorado. En San Petersburgo comenzó como maestro de español de un "high school" (escuela secundaria).
Cuando logró una plaza de profesor en la Universidad de La Florida de la ciudad de Gainesville (a 150 millas al norte de San Petersburgo) y se terminó la Guerra de Vietnam en abril de 1975, Tío Armando se quedó sin trabajo. Muchos estudiantes se inscribían en universidades para evadir la guerra. Al terminar el conflicto bélico muchas universidades se vaciaron.
El pobre era neurasténico y sufría de una especie de Síndrome Tourette, que en su caso se manfiestaba de manera severa. Su tic era gritar la palabra "agua", cuando lo que tomaba - ¡en abundancia! - era güiski. En una visita que nos hiciera a Caracas, le dio por gritar "agua" y la muchacha de servicio (la criada) le trajo un vaso con el preciado líquido, lo que El Tío rechazó un tanto molesto.
Siomi con El Tío Armando en 2003
"Armandito", como cariñosamente le decíamos, estaba de buenas. Me recibió muy efusivamente como siempre lo hacía la Tía Maíta, quien dentro de poco pudiera ser canonizada por lo buena y devota que era. Tuvo un final horrendo castigada por el Alzheimer. Tal vez La Madre Teresa de Calcuta tenía razó cuando aseguraba que el sufrimiento era el camino hacia Dios, aunque Anjezë Gonxhe Bojaxhiu, hiciera todo lo imposible para no sufrir mucho.
Cuando la tía estaba sana jamás se le escuchó proliferar una sola mala palabra. A mitad de camino de su enfermedad: ¡las dijo todas!
El Tío Armando me llevó a conocer San Petersburgo y sus alrededores, incluyendo Ybor City (a 30 minutos de su casa), la primera ciudad bilingüe de Estados Unidos a la cual llegaron los cubanos exiliados del imperio español durante la guerra cubana de independencia entre 1895 & 1898. En Ybor City vivió un tiempo nuestro apóstol cubano, José Martí. El mayor recuerdo que tengo de Ybor City fue el del sándwich cubano que me brindó mi tío. Llevaba años sin comer uno:
El Tío Armando me paseó por Webb's City, un gitantesco centro comercial (para la época) el cual tenía atracciones muy pintorescas, como la presentación de gallinas, gansos y conejos amaestrados. Había una gallina que jugaba béisbol. Bateaba, corría las bases y al llegar al "home" picaba un botón y salían unos granos que aparentemente adoraba. Para que los animales hicieran sus gracias había que introducir 25 centavos en la ranura de sus jaulas.
Cuando llegué a Venezuela con mis cuentos del viaje y eché la historia de la gallina beisbolista: ¡nadie me creyó! En 2022, 52 años más tarde, estaba viendo uno de mis programas favoritos - "America's Got Talent" - ¿y qué veo? ¡Una gallina que toca piano!
La fulana gallina tocó la patriótica canción que inmortalizara uno de mis cantantes favoritos de entonces: ¡Ray Charles!
Ray Charles: ¡América"
The Chicken: ¡América!
Webb City le pertenecía a un tal "Dr. Webb", un millonario visionario que invirtió en aquella la ciudad (San Petersburgo, Florida) en el siglo antepasado cuando nadie daba un centavo por ella.
En la noche del martes 7 de julio "Armandito" nos hizo un arroz con pollo, el único plato que sabía cocinar. Invitó a un vecino judío alemán, sobreviente del Holocausto, con quien conversé muy amenamente. La Tía Maíta (¡que Dios me la tenga en Su Gloria!), invitó a una muchachita, bonitica ella llamada "Estercita", con quien me quería casar. ¡Horror! Yo le estaba "juyendo" a Janelle y la Tía Maíta me estaba haciendo la cama con una cubanita. Era linda, de no ser por los frenillos en sus dientes. Además: ¡simpatiquita!
Era increíble. Todo el mundo, incluyendo mi familia, aseguraba que nuestro padre era millonario, nada más porque "me había comprado" un Toronado. Mis lectores ya saben que no es que me lo había comprado: ¡necesitaba que fuese mío para poderlo importar en Venezuela! La idea era venderlo al año. Luego nuestro padre se encariñó con él y no lo vendió hasta que transcurrieron unos 17 años.
NUESTRO Toronado tiene más historia que aquel famoso Rolls-Royce de la película. Un día llegué con El Toronado a una fiesta de la fraternidad universitaria "Alpha-Beta" a la cual pertenecía. De no haber sido por El Toronado jamás me hubieran aceptado, porque era una fraternidad de puros hijos-de-papá. Por supuesto, ya era famoso... gracias él.
En la fiesta conocí a una chamita, regordita pero simpática, hija - según me dijeron - del cardiólogo más famoso de la ciudad. Ella me abordó. Luego me dijeron quién era. Bueno... un poco tonta, pero buena como para practicar. Nuestro padre, QEPD, nos decía que teníamos que practicar. En realidad nunca nos explicó qué quería decir él con eso de practicar, pero mi hermano y yo le agarramos la seña.
Cherry Moulinex, la hija del famoso cardiólogo, parecía ser una candidata perfecta para "practicar". Así como yo vi en ella un prospecto de práctica, ella debió haber visto en mí un buen partido, hijo de un posible petrolero venezolano. El caso es que esa noche nos divertimos mucho y me invitó a su casa para que conociera a sus padres.
En efecto, una semana después estaba cenando en la mansión del Dr. James Moulinex (los nombres han sido cambiados para proteger a los implicados). Llegué, por supuesto, en El Toronado. El Dr. Moulinex no lo podía creer y le tuve que enseñar el registro de "mi vehículo".
Durante la cena tocamos el tema del Toronado. Le dije al "suegro" que al año siguiente me compraría un buen carro. ¡Ja! Estoy hablando del cardiólogo más prestigioso de la ciudad de Spokane, Washington. La chamita era simpaticona, pero demasiado aburrida. Después de aquella cena no nos volvimos a ver.
Pero no todos los cuentos son felices. Kinman Business University estaba en un edificio en el corazón del downtown de Spokane que tenía un estacionamiento mecánico. Al terminar las clases (que eran de 9 am a 5 pm... en horario de oficina), todos los estudiantes nos parábamos a esperar que nos bajaran nuestros carros, aunque solamente lo llevaba a Kinman cuando estaba nevado, lloviendo o hacía mucho frío.
Un día me bajaron El Toronado y en su parabrisa leí escrito con jabón: "This is a white man's car...!" ("¡Este es un carro de blancos!"). Hasta ese momento juraba que pertenecía a la raza blanca. Por un tiempo comencé a llevar el Toronado todos los días al estacionamiento mecánico para que quienquiera que hubiera escrito aquella nota: ¡mascara vidrio! Fue la única vez que sentí una discriminación hacia mí en el estado de Washington.
Total que me quedé una semana en casa del Tió Armando hasta que le cambió la luna. Un día amaneció gritando y maldiciendo el día en que nació. Ahí mismito me di cuenta de que era hora de arrancar con El Toronado pa'Miami.
Llegué al destartalado apartamento en "La Pequeña Habana" del Dr. Evelio Tio en el corazón de Miami, quien vino a visitarnos a Caracas en 1970.
El Dr. Evelio Tio en Caracas 1970
Evelio, oriundo de una de las familias mas prestigiosas de Cienfuegos, era calvo y flaco, según nuestro padre, desde que estaba la escuela primaria y debido a eso, tal vez, se le adjudicó el remoquete de "Pellejo". Sus amigos, "cariñosamente" le llamaban: "Pejellito"... y los muy-íntimos: ¡"Pelle"!
"Pellejo" resultó ser un personaje histórico para nuestra familia. Fue uno de los primeros en detectar que Castro era comunista y que debíamos irnos de Cuba. Mis padres, al principo, no le creyeron. A los pocos meses, "Pellejito P" (como yo le decía), decidió asilarse en la embajada de Colombia en La Habana. Se lo participó a nuestro padre y éste le pidió que le sacara de Cuba unos 300 mil pesos cubanos, los cuales ANTES de la "revolución", equivaldrían a unos US$ 300 mil. "Pejello" accedió a costa de su seguridad. Con el pasar de los años, ya muerto nuestro padre, esos pesos valían menos que el rollo de un papel higiénico.
Con un abanico de pesos cubanos que "Pellejo" - a costa de su seguridad - ¡sacó de Cuba!
"Pellejo" era un personaje tremendamente interesante. Extremadamente liberal para la época. Jamás se casó. Jamás tuvo novia, aunque sí una enamorada hermana de Modesto Trelles, el entrenador de los remeros del Cienfuegos Yacht Club, a la cual jamás se le declaró. Ella murió sin saber que "Pellejo" la quería.
Modesto - "Modestico" - Trelles, alias "Mirringa", también era todo un personaje. El 5 de septiembre de 1957 hubo un levantamiento en Cienfuegos en contra de la dictablanda de Fulgencio Batista. Modestico participó en el levantamiento y cayó detenido. Cuando le fueron a apretar las clavijas: lo cantó todo y a partir de entonces se ganó el remoquete de "Caruso". El pobre "Mirringa" murió olvidado en su exilio de Miami décadas después de haber abandonado Cuba.
Evelio Tio (sin acento en la O), se ausentó de Cienfuegos el tiempo necesario para estudiar odontología en la Universidad de La Habana. Al graduarse de odontólogo regresó a Cienfuegos, pero no pudo hacerle competencia a "Tino Dentino", (Dr. Valentino Álvarez, gran pianista y sacamuelas) el sacamuelas de nuestra ciudad natal cuya consulta se había convertido en un verdadero monopolio. En tal sentido, "Pellejito" tuvo que regresar a La Habana y allá lo agarró "La Revolución". Fue uno de los primeros en asilarse en una embajada: ¡la colombiana!
Antes de asilarse, "Pelle" le informó a nuestro padre que lo haría. Nuestro padre aprovechó el momento para pedirle que sacara de Cuba unas cuantas piezas de oro y plata y los 300mil pesos cubanos recién-sacados del horno, pero que para entonces no tenían valor alguno, ya que Fidel Castro había cambiado la moneda y le había ordenado a Ernesto "Che" Guevara que firmara los nuevos billetes como director del Banco Central de Cuba. El "Ché", para burlarse del capitalismo, de Cuba y de los cubanos: ¡firmó "Che"!
Ojo. Vale acotar aquí que al argentino, HDLGP, de Ernesto Guevara no le agradaba que le llamaran "Che" y solamente lo permitía cuando provenía de sus más allegados: ¡que eran muy pocos!
El Dr. Oswaldo Duyos, tío político de Siomi (casado con Olimpia Etcheverry, la única hermana de Joffre, el padre de Siomi), era juez cuando Castro llegó al poder en Cuba y lo asignaron como juez de La Cabaña donde "El Che" fusilaba diariamente a varias decenas de patriotas cubanos.
Don Oswaldo nos contó cómo "El Che" mandó a abrir una ventana para que desde su despacho pudiera ver cómo fusilaban a los contra-revolucionarios. A los pocos días de aquel horror el Dr. Duyos renunció y se asiló en la embajada de Venezuela. Gracias a que su cuñado Joffre ya estaba establecido en la Patria de Bolívar, logró salir de la embajada y llegar a Caracas, donde al cabo de muchos años falleció.
"Pellejito P" se asombró de verme llegar con El Toronado. Él no tenía carro y se trasladaba de un lugar a otro a pie o en "guagua". ¿Y por qué los cubanos y los puertorriqueños les llamamos "guaguas" a los autobuses? He aquí la respuesta:
Con el el tiempo WAWA llenó a Estados Unidos de estaciones gasolineras que se fueron convirtiendo en centros de servicios y restaurantes. A pocas cuadras de donde hoy Siomi y yo vivimos, se acaba de abrir una WAWA:
Así nuestro idioma, EL ESPAÑOL, se ha ido nutriendo de nuevos vocablos. El idioma inglés y las marcas comerciales "americanas" han influido mucho en el enriquecimiento de nuestro bello idioma. Por ejemplo "guachiman", que en Venezuela significa vigilante, viene de watch man. "Safacón", que en Puerto Rico significa basurero, viene de "safe can".
En muchos países hispanoamericanos se referían a las hojillas de afeitar como gillettes, ya que fue La Gillette la empresa que las inventó y las hizo populares mundialmente. En Cuba a las neveras les llamaban frigidaires, porque fue la marca Frigidaire la primera en entrar en el mercado cubano... y así hay muchos ejemplos.
"Pelle", a quien yo adoraba inmensamente, vivía en un apartementico infinitamente modesto en la avenida 27 del SW: ¡plena sagüecera, es decir: ¡en el corazón del Southwest de Miami, lo que terminó conociéndose como "La Pequeña Habana"... hoy repleta de salvadoreños, nicas y demás hermanos hispanoamericanos de Centroamérica.
"Pellejito" no tenía aire acondicionado y en julio hace un calor de madre en Miami. Así que por las noches me desnudaba, abría su frigidaire y me paraba en frente de él para refrescarme un poco.
Cuando aquello, en julio de 1970, los cubanos no teníamos todavía una ayuda del Social Security ni del Refugio, lo que significaba un negocio para "Pellejito P", quien había montado en su diminuto apartamento un timbiriche odontológico con una silla de madera y equipos similares a los que aparecen en la foto de arriba.
Su taladro hacía tanto ruido que "Pelle" ponía música cubana a todo meter para disimular el escándalo. Los dientes que él implantaba eran casi-de-oro. Su "clínica" se convirtió - por la izquierda - en el centro odontológico de todos los cienfuegueros que se exiliaron en los primeros años... quienes llegaron a Miami con una mano adelante: ¡y otra atrás!
Para julio de 1970, "Pellejito P" era el individuo más cercano a nuestro padre. A él le envió las instrucciones que yo debía seguir para montar al Toronado felizmente en el buque que lo llevaría a Venezuela. Además, había recibido $ 500 de nuestro padre para emplearlos en los trámites del embarque marítimo.
El martes 28 de julio de 1970 estaba embarcando en el puerto de Miami nuestro adorado Toronado en un destartalado buque de carga llamado "Rosa" con bandera panameña. Llegó unos 20 días después. Mientras tanto me encontré con mis padres en Puerto Rico.
Luego de embarcar al Toronado nuestro padre le pagó a "Pellejo" el viaje a "La Isla del Ensueño y del Amor", donde nos alojamos en la casa de Marcelo Arroyo (¡otro personaje!) quien se encontraba viajando por Europa.
El primer día en San Juan lo dedicamos, en parte, a visitar el cementerio para encontrar la tumba de Doña Petra, mi abuela materna y de su padre Pascual del Amo, a quien le dediqué un sentido artículo que publiqué en mi portal bajo el título "Para Aragón en España".
No pudimos encontrar ninguna de las dos tumbas porque uno de los tantos huracanes que pasaron por la isla inundó el cementerio y desenterró muchas fosas, entre ellas: las de mi abuela y bisabuelo. De aquel día nos quedó de recuerdo la foto que he publicado debajo.
En julio de 1970 en Puerto Rico. De izquierda a derecha y al frente vemos a mi madre Conchita (41), a mi hermana María Conchita (14), a "Pellejito P" (50) y a mí (19). Detrás están nuestro padre (50) y mi tío-padrino "Armantido" (de 52 años).
Marcelo Arroyo era en Cuba representante de una papelería cienfueguera. Vivía con su primera esposa cerca de "Korea", nuestra casa en Punta Gorda: en Cienfuegos.
Nuestra casa se llamaba "Korea" porque a nuestro padre, achinado él, le llamaban "El Chino Richard". En Cuba se decía: "...los chinos...¡pa'Corea!" Sobre nuestro hogar dejé plasmado el siguiente ensayo titulado: "Cuando Salí de Cuba".
La boda eclesiástica de mis padres en 1945
Al abandonar nuestra tierra, se instaló en "Korea" un médico comunista de apellido Longoria, quien luego terminó en el exilio de Miami y nuestro padre se lo encontró en la calle. Después instalaron a un diplomático soviético hasta llegar al nuevo "propietario" llamado: Jorge Piñeiro.
En el año 2000 nuestro padre fue a Cuba luego de 39 años de ausencia y al visitar Cienfuegos entró en "Korea" que entonces (y ahora) se llamaba (y se llama) "Casa Piñeiro". La habían convertido en un hostal. A nuestro padre le dijeron que Piñeiro había sido sicario de La Revolución y cuando lo retiraron le dieron a "Korea" como premio.
Nuestro padre se presentó en "Korea", tocó la puerta, pidió hablar con el Sr. Piñeiro y se identificó como el verdadero propietario del inmueble. Piñeiro lo tomó a bacha y lo dejó entrar. En el baño principal de lo que fue el cuarto de mis padres, grabó el siguiente video:
La sangre no llegó al río. Nuestro padre y "El Usurpador" jugaron a la diplomacia y Piñeiro terminó preparándole al "Chino Richard" y a sus dos amigos venezolanos una suculenta paella de langosta. Vale decir que la langosta está vetada para todos los cubanos. Cubano que agarren con una langosta le caen 5 años de prisión sin juicio alguno.
Los videos tomados por nuestro padre en Cuba los publiqué en la siguiente página de mi blog:
Viaje a Cuba de nuestro padre en 2000
En la piscina de Marcelo Arroyo en Puerto Rico.
Al exiliarse en Puerto Rico Marcelo se convirtió en un magnate. Nos había dejado su casa y no pudimos compartir con él ni con su segunda esposa, sin embargo, la disfrutamos mucho. Nuestro padre aseguraba que Marcelo era el cienfueguero que más cuentos conocía sobre nuestro pueblo natal y sus habitantes.
Un día nuestro padre invitó a su gran amigo del alma - Tony Leal - a que nos fuera a cocinar una cabeza de puerco (de cochino o de cerdo) a casa de Marcelo.
Tony Leal, nuestro padre y su socio Felipe Cacicedo fundaron un conjunto al que le pusieron "ALCALÉ" (Alonso-Cacicedo-Leal). Como entonces no había tocadiscos portátiles, montaban las fiestas con "ALCALÉ", cuyos músicos recibían un salario y tenían que estar disponibles en todo momento. De ese conjunto salió un dúo llamado "Pico & Pala" que llegó a ser famoso en Cuba. Se trataba de un par de "negros tintos" que atendían por los apodos de "Pico" y de "Pala". Popularizaron a finales de la década de los 40's una canción que se tituló originalmente "El Tren", pero todos la conocían como "Pico & Pala".
Cuando dejamos Cuba en agosto de 1961 gracias a la "revolución", los hermanos "Pico & Pala" le pidieron a nuestro padre que los sacaran de la isla, algo que para él era - entonces - más que imposible.
No fueron los únicos empleados que les hicieron tal petición a mis padres. En julio de 1962 mi madre recibió una carta de Sofía Montero, quien fuera la cargadora (la nana) de mi hermana María Conchita.
Por cierto, tal y como escribí en la nota que precede a la carta de Sofía, ella era prima hermana de Benny Moré, El Bárbaro del Ritmo: el mayor sonero que ha dado la historia de la música cubana, de ahí su otro apodo: El Sonero Mayor.
Sofía se perdió en la historia del tiempo. Felipe murió en Honduras de un cáncer en la garganta. Nuestro padre murió en su exilio de Venezuela el 24 de noviembre de 2014 a los 95 años y su gran amigo Tony murió en su exilio de Puerto Rico en agosto de 2023 a los 99 años.
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