TORONADO - Parte I


 





Dejé Deer Park a las 4:45 am.  A las 5:15 am me despedía de las fronteras de Spokane rumbo al este, donde entraría en el estado de Idaho.

Las primeras 100 millas fueron terribles por la falta de descanso en la noche y madrugada del martes para el miércoles (24 de junio), producto del nerviosismo.  Estaba a punto de emprender un viaje solitario de poco más de 4mil millas, partiendo de Deer Park, Washington a Miami, Florida, pasando por Nueva York.  Me costaba mucho mantenerme despierto.  


Hacía un día bastante caluroso (99°F) y llevaba el aire acondicionado a todo dar.  La cabina del Toronado era cómoda, lo que la hacía peligrosa porque me provocaba echarme a dormir detrás del volante.  


Camión de 16 ruedas - 16 Wheeler Truck

Cada ciertas millas me paraba en el hombrillo de la carretera para dormitar por unos minutos, pero en la soledad del camino temía por mi seguridad, además, el carro llamaba demasiada atención y cuando me pasaba un camión de 16 ruedas por mi lado, sentía como si saldríamos volando.  No hacía mucho había perdido a un amigo que chocó contra un árbol tras haberse quedado dormido en una recta.  Mi prioridad era mantenerme alerta y despierto sabiendo que tenía que progresar en el viaje; tenía un itinerario que cumplir para poder gestionar los complicados trámites que me esperaban en Miami y poder montar el carro en el buque que partiría hacia el puerto de La Guaira, en Venezuela.


Deer Park - Post Falls


Beverly & Norman Losh - Mias "padres americanos"



El primer pueblo que encontré en mi camino por la "Interestatal 90" luego de dejar atrás Spokane, fue Post Falls, ya en el estado de Idaho.  Beverly, mi mamá americana, me vino a la mente cuando recorrí la fachada del Kon Tiki Club (6717 W Seltice Way, Post Falls, ID), un night club de burlesco y ficheras al que - con su debido permiso - solía frecuentar su esposo Norman.  

Aquel tipo de espectáculos, así como los prostíbulos, estaban prohibido entonces en el estado de Washington que era por aquellos años extremadamente conservador en cuanto a la moralidad y  a las buenas costumbres.  Décadas después terminaría liberando  con fines recreativos los derivados de la Cannabis sativa, de la cual se obtiene una droga psicoactiva depresora del sistema nervioso, mejor conocida como marihuana y entre muchas otras cosas: ¡los cafetines eróticos!: 


Todos los amigos de Norman: Mike Burdega, Bill Weger, etc, se divertían mucho en El Kon Tiki Club.  En una oportunidad Norman me invitó al lugar, pero decliné cortésmente la oferta, alegando que tenía tareas atrasadas que hacer.


Con Bill Weger uno de los grandes amigos de Norman

En 2018 regresé a Deer Park con Siomi, visité el antiguo hogar de los Losh donde viví años muy felices y pasamos por el cementerio de la pequeña comarca para rendirles respeto a esos dos grandes amigos de los Losh a quienes quería como si fuesen mis tíos.  Lamentablemente no me pude despedir de ellos en vida, per los visité en sus últimas moradas. 


Cuatro años más tarde, en 2022, en lo que posiblemente sea mi último viaje a mi querido Deer Park, sí me reuní en vida con mis primas americanas, las Weger y las Burdegas, hijas de Harold y Mike.  Hacía más de 50 años que no nos veíamos.


"Qué tristes son los recuerdos... ¡cuando desgarran el alma!"  Estando en mi segundo exilio recibí en 2008 un correo electrónico de uno de mis grandes amigos de Deer Park, Curt Erickson.   Me había contactado gracias a la magia de la Internet para informarme que tenía una grabación de cuando su familia invitó a la mía a cenar en su casa en el verano de 1969: ¡hacía más de 55 años!


Aquel primer día de mi viaje no podía imaginar cuantos recuerdos guardaría para siempre de aquellos años tan felices y de aquellos amigos tan extraordinarios.


Post Falls - Cour d'Alena

El próximo pueblo en mi camino fue Cour d'Alene, también en el estado de Idaho.  No quise entrar en el pueblo que ya conocía al pasar un fin de semana en el famoso lago que lleva el mismo nombre, Lake Cour d'Alene.  Había ido en compañía de Blanquita, mis primas "Momy" (de 16 años) y Carmencita (de 21), los padres de Blanquita Benito y Esther (de chaperones) - y Mayra Sarduy (de 17).  


Con Mayra Sarduy


Linda Ronstadt

Blanquita Prieto era una muchacha cubano-oriental que había llegado a Spokane junto con su hermano mayor Heracilio ("Archie" o "Achi") en la famosa Operación Pedro Pan.  Al cabo de los años sus padres lograron salir de Cuba y se les unieron en Spokane.  


Padres cubanos llevando a sus hijos al avión en la Operación Pedro Pan 1960-1962

Con Blanquita, muy bonitica ella, fui al Jr. Prom de 1966.  A Mayra (a quien luego recordaba cada vez que escuchaba la canción "Blue Bayou", cantada por Linda Ronstadt, con quien tenía un gran parecido) la llevé al Jr. Prom del 67.


Mayra, una de las mejores amigas de mi prima "Momy", era la menor de tres hermanas.  Todas ellas también fueron parte de la Operación Pedro Pan.  Con los años Mayra abandonó el catolicismo y se unió a los Testigos de Jehova, siguiendo el adoctrinamiento de quien sería su esposo.  Lo último que supe de ella era que se había establecido en el estado de MinnesotaMayra, por cierto, había nacido el 23 de agosto de 1950: el mismo día y año en que yo nací.


Con mis primas "Mony" & Carmencita

Al pasar por Cour d'Alene mi mente me llevó a aquel fin de semana en aquel bellísimo lago.  Al poco tiempo mi prima Carmencita, que entonces tenía ya sus 21 años cumplidos, se enamoró de "Archie" (hermano mayor de Blanquita) y terminó casándose con él.  Al no poder engendrar, decidieron adoptar a unos gemelos nacidos en El Salvador.


Coeur d'Alene - Wallace
 
Al llegar a Wallace en Idaho le llené el tanque al Toronado con gasolina premium (con un octanaje entre 91 y 94), que estaba a 40 centavos de dólar el galón.  Había recorrido unas 100 millas en poco menos de una hora y 45 minutos.  Wallace era famoso por sus mujeres alegres y sus casas de bonchinche.  Los estudiantes universitarios de Spokane y Pullman solían ir de farra a Wallace de vez en cuando.


En aquel tiempo la gasolina era servida por empleados de las gasolineras.  Hoy solamente existe ese servicio en el estado de New Jersey, ya que allá es ilegal que los clientes se depachen la gasolina que compran.  El señor que me puso gasolina se extrañó muchísimo de ver a un muchacho de unos 20 años, manejando un Toronado último modelo.  Más se sorprendió cuando vio que la tarjeta de crédito con la cual pagaba llevaba el nombre de Beverly Losh.  Había decidido que para ahorrar los US$ 500 en efectivo que llevaba, pagaría con la tarjeta de crédito de Beverly.  Los billetes los escondí en una de las esquinas del amplio maletero del Toronado, en el que cabía una elefanta con su cría.

La tarjeta de crédito de Beverly había sido expedida por una cadena de gasolinera de los estados del noroeste del país y ella no estaba segura si la podría utilizar al alejarme de la región.


De dejar de ser reconocida la tarjeta a partir del llamado Medio Oeste, comenzaría a pagar con el efectivo que llevaba, que para aquel entonces era bastante dinero.  Los moteles donde me quedaba costaban entre $ 20 y $ 40.  Desayunaba por $ 5.  El dinero, por el gran poder adquisitivo del dólar "americano" , rendía entonces.  Pero me preocupaba quedarme sin él y, sobre todo: que me fueran a robar el carro y con él me robaran también los dólares. 

Abordado por la paranoia, decidí echarme encima la mitad del dinero y dejar la otra mitad en el maletero del carro.





En el trayecto de dejar atrás Wallace (Idaho), entrando en el estado de Montana, pasé por Missoula, Butte, Three Forks, Bozeman, Big Timber y, entre muchos otros pueblitos, Billings: en ese orden.  Wallace, siendo un pueblo de costumbres nocturnas, parecía un caserío fantasma. Supuse que las chicas estaban durmiendo: recargando energías para las actividades placenteras de la noche. 


El Toronado vino con un casete de 8 pistas (8-track cartridge) de regalo  de Dean Martin, cuya canción principal era Everybody Loves Somebody (tema que en 1964 destronó a A Hard Day's Night, de los Beatles, como la canción más popular de Estados Unidos), el cual me acompañó en todo mi recorrido.  En adición a este casete me había comprado uno de música hawaiana con Blue Hawaii, popularizada por Elvis Presley y The Hawaiian Wedding Song.  También había adquirido para el viaje una cinta de Ray Charles.  Más adelante en el camino me compré unos cuantos más.

En noviembre de aquel año, 1970, Ray Charles visitó Venezuela por primera vez y se presentó en el Show de Renny.  Con el tiempo regresó y lo fuimos a ver en el Caracas Hilton.


Con mi hermana, Gianni Úngaro y Marzia Piazza en 
el show de Ray Charles

Ahora, además del cansancio, me estaba pegando la soledad, así que decidí invitar a Ray Charles a que me "acompañara".  En el camino no se captaba ninguna estación radial, ya que entonces no había radio satelital como Sirius .  La música, sin embargo, se convirtió en un factor soporífico e incrementaba el cansancio.  La voz de Charles me confortaba.


Kinman Business University en 1936 en el dowtown de Spokane

Para las 7 am arribé a la frontera de Idaho con con el estado de Montana, el cual me pareció extrañamente familiar; debió haber sido porque muchos de mis compañeros de Kinman Business University eran de Montana, incluso tuve un fugaz flirt montañes

"Scott" con Jody y su primera hija

Robert "Scott" Spring, uno de mis dos compañeros de un magnífico y moderno apartamento en Spokane (de 3 cuartos en el que pagábamos $ 100 mensuales entre todos), era de Montana.  Murió en Missoula (Montana) a los 67 años y 6 meses de vida.  Había nacido el 24 de septiembre de 1951.  Cuando pasé por esa ciudad no sabía que "Scott" vivía en ella puesto que lo creía viviendo en Lewistown (Montana) a unas 300 millas al norte.  "Scott" era un fumador empedernido y murió de obstrucción crónica pulmonar, lo que en inglés se conoce como COPD.  Hubiera podido haber muerto también de cirrosis hepática, porque le gustaba mucho encoger el codo.  Se tomaba una cerveza, bajo apuesta, en menos de 30 segundos.  Se casó en 1975 con Jody, su eterno amor a quien fuimos a visitar con el Toronado un fin de semana a Seattle, donde estaba estudiando.  Con ella tuvo 5 hijos quienes le generaron 6 nietos: ¡cómo lo recuerdo!


Downtown de Missoula

Fue en Missoula, a 315 millas de Deer Park, donde hice mi primera parada relativamente prolongada.  Una ciudad muy pintoresca.  Para entonces ya me comenzaba a sentir despierto, según pude leer en mi diario del viaje en diciembre de 2024: ¡54 años más tarde!

Para cuando me paré en Missoula, el sol ya había salido del todo y hacía un calor horrible.  En la radio se decía que la temperatura llegaría a los 100°F.  Hacía una bellísima mañana, la que disfruté inmensamente escuchando la voz y el piano de Ray Charles, especialmente mi favorita: Take These Chains from my Heart de Hank Williams.   


En una de las canciones de Ray, ahora no recuerdo cuál, había un solo de saxofón que escuchaba una y otra y otra vez.  En el camino esperaba comprarme nuevas cintas, especialmente de jazz y de country music, lo que terminé haciendo.


Columbus, Montana - Un pueblo que se negó a morir

Luego de un breve paseo por Missoula, terminé almorzando en Columbus, Montana: a poco más de 500 millas de Deer Park.  Llevaba ya unas 7 horas y media de carretera.  Me habían aconsejado que no manejara más de 8 horas cada día.  Eso significaba que me demoraría unos 5 días en llegar a la ciudad de Nueva York.


Cuarenta minutos más tarde decidí pasar el resto del día y de la noche en Billings, Montana, a 557 millas de Deer Park y a 8 horas y cuarto de camino.   Montana no es como la estrecha franja que tuve que cruzar por el norte del estado de Idaho.  Allí había que rordar para atravesar un territorio del doble de tamaño que el estado de Washington.


Desierto de Makoshika en Montana

¿Cómo me sentía para entonces? ¡Solitario!  Jamás había extrañado tanto a mi casa.  Las últimas horas de aquel primer día se fueron en atravesar parte del desierto al sur de Makoshika State Park, donde solamente había desierto... desierto: ¡y más desierto!   Había entrado en lo que se conoce como "Las Tierras Malas" ("Badlands"), un territorio fantasmagórico que me hacía recordar las películas de vaqueros donde los protagonistas atravesaban los pueblos fantasmas con bolas de paja rodando.  Todo muy árido.  No tuve la oportunidad de internarme en el territorio ganadero de Montana puesto que al día siguiente tomaría el camino al sur, buscando  el estado de Wyoming.   


Montana es el estado típico del Wild West.  Muchas de las historias de aventura del siglo XIX tuvieron a ese estado como protagonista a personajes históricos parecidos a Búfalo Bill, quien pasó muchos años cazando búfalos en territorios aledaños.  


La Interestatal 90 atravesaba zonas extremadamente áridas donde no se veía un solo animal y mucho menos un solo ser humano.  Pensaba en qué haría si se me paraba el carro en aquellos solitarios lugares.   Eran rectas interminables que no parecían llevarme a mi destino final.  El calor era prácticamente insoportable.  La temperatura con aire acondicionado dentro del Toronado era de 83°F y fuera de él: 110°F en la sombra: ¡pero no había sombra!  Por millas y millas no vi un solo árbol en el camino.  Parecía que no estaba en Montana porque había millas y millas: ¡de nada!  No era así cómo me imaginaba aquel territorio. 

Llegó un momento que no escuchaba la música.  Ella iba por su lado y yo por el mío, atento a mis pensamientos... a mis recuerdos.  Entonces comencé a preguntarme qué me esperaba en el camino.  Comencé a sentir un gran temor y a manosear la idea de regresarme y enviar el Toronado por tren hasta Miami.  Cualquier cosa podría salir mal.  Me había invadido el pesimismo más terrible, más absoluto, a pesar de que el carro estaba prácticamente nuevo y en excelente estado.  Desde que lo compramos había recorrido con él menos de 900 millas.  Lo habíamos comprado en septiembre del año anterior, lo que significaba que había recorrido con el Toronado poco más de 100 millas mensualmente.   Lo usaba los fines de semanas para ir desde Spokane a Deer Park, un trayecto de unas 25 millas.  


Seattle con su "Space Needle"

El viaje más largo con él fue a Seattle, unas 600 millas ida y vuelta y a Walla Walla (Washington), unas 300 millas ida y vuelta, viaje en el que me acompañó Janelle Gaber, mi "casi-prometida" de entonces, a quien le faltaba un año para graduarse de high school:


Con Janelle en 1969

En aquellas rectas interminables puse el cruise control ("control de velocidad") del Toronado y me dejé llevar por la compañía de los recuerdos.  Walter Gabor, "mi suegro", el padre de Janelle, se había despedido de mí con su tradicional "God be with ya...!"  Me preocupaba mucho ver llegar al Toronado al Puerto de La Guaira en óptimas condiciones.  No sé por qué me vino a la mente una de mis películas favoritas y una de las primeras que vi en Estados Unidos en 1965, "The Yellow Rolls-Royce", con estrellas como Rex HarrisonIngrid BergmanShirley MacLaineOmar SharifGeorge C. Scott y Alain Delon.  Este último acababa de morir hace unos meses: el 18 de agosto de este año 2024.


Nuestro Toronado no se parecía para nada a "Chitty Chitty Bang Bang", aunque tenía cierta magia.  


Tuve, a lo largo de los años, muchos carros buenos y malos, aunque de los malos nada se comparó con "La Chompa" del año 2012, 43 años más tarde ya en nuestro segundo exilio: 


Pero también tuvimos nuestros buenos carros como el Mustang Cobra que le compré a Siomi en 1982 cuando nos mudamos por primera vez a Miami. 


Estando de director del semanario "Venezuela sin Mordaza", en nuestro segundo exilio, el propietario de la publicación me compró un VW del año.  Cuando le pusieron una mordaza al semanario, renuncié... y con la renuncia: ¡renuncié también al VW!


Pero nada se le comparó a NUESTRO Toronado.  Al llegar a Venezuela me enteré de que solamente había tres iguales, el de Gilberto Correa, el del "Musiú" Lacavalerie y EL NUESTRO.


Para el día en que comencé mi viaje por carretera a Miami, NUESTRO Toronado no tenía ni un rayoncito.  Nuestro padre me había pedido que comprara ciertas piezas de repuesto y varios galones de su pintura.  Todo lo llevaba en el maletero junto a los dólares en efectivo.  Antes del viaje, por precaución, le pusimos cuatro neumáticos nuevos, aunque los que tenía estaban prácticamente "de paquete".  Norman, "mi padre americano", le hizo cambio de aceite y de filtros, le revisó las correas y le pusimos una batería nueva con dos años de garantía que jamás usaríamos. 


Con Daniel Tegler en 1969

El Toronado pasaba de lunes a viernes en el estacionamiento del edificio donde vivía con "Scott" y mi gran amigo Daniel Tegler, oriundo de Alaska, quien los veranos subía a su estado para trabajar como bombero apagando los famosos fuegos de combustión expontáneas que se producen casi todos los veranos en sus bosques.  Ese trabajo le generaba suficiente dinero para susistir todo el año escolar y pagar la universidad.  Nos habíamos comprado una lona especial para él y vivía tapado con ella.  Solamente lo utilizaba los fines de semana para ir a visitar a los Losh y a Janelle



Durante la semana hacía dieta comiendo galletas, TV-Dinner y sopa, todo para no gastar la asignación que nuestro padre me daba para el Toronado.  Los viernes después de clase le llenaba el tanque con gasolina y me iba a Deer Park y Deer Lake, este último era el pueblo donde vivía Janelle, que quedaba a unas 14 millas de la casa de los Losh.  Me demoraba unos 25 minutos en llegar.   Llegaba con "hambre vieja".  Tanto Beverly como Jane, "mi suegra", cocinaban estupenda y abundantemente.  En casa de Janelle siempre había venado, ya que su papá era un gran aficionado a la cacería.   Entre la carne que Jane preparaba, además de venado, estaba la de los osos y alces.  La carne de oso tenía un olor y un sabor extraño no muy agradable.  Todo siempre lo acompañábamos con puré de manzana, salsa de hongos y pan casero que Jane hacía de manera fenomenal.   Todos los alimentos salían de la finca de los Gaber, a excepción de la harina y la sal.


Walter Gaber, hijo de emigrantes austríacos, murió a los 92 años el 2 de mayo de 2015 y su esposa, Jane Allison Gardner, a los 90 años el 7 de julio de 2011.  La última vez que los vi a ambos fue en un viaje relámpago que hiciera a Deer Park en el verano de 2004, recién llegado a mi segundo exilio. 

El libertinaje americano de entonces, había hecho posible el contemplar que Janelle, quien comenzaría a estudiar su último año de high school, me acompañara en el viaje.  Descarté tal posibilidad alegando que no sería bien visto en la Venezuela conservadora de entonces.  Pero en el camino muchas veces me pregunté si no era que le estaba huyendo al compromiso.  No fue hasta el verano siguiente de 1971 que nos volvimos a ver cuando ella hizo un "viaje exploratorio" a Venezuela, el cual no tuvo un final feliz.  A partir de aquel momento la volví a ver por unos minutos en un viaje de visita a Deer Park en 1973 y jamás la volví a ver como no fuera de lejos en un viaje que hiciera con Siomi a Deer Park en diciembre de 1975.  Ella se casó con un "extraño ser" cuyo matrimonio duró unos meses y luego con un exitoso y acaudalado agricultor de un pueblito escondido llamado Othelo, en el corazón sur del estado de Washington, a unas 140 millas de Deer Park.  Supe que había tenido dos hijos y que se había convertido en maestra de escuela. 


Mi famillia "americana": Norman (QEPD), Beverly, Sharon & Mark

En medio de aquella soledad por las "tierras malas" de Montana, me embargaba un profundo dolor en el pecho al pensar que posiblemente estaba a punto de cambiar mi vida como hasta entonces la había conocido.  Me preguntaba si tendría la intención de regresar a Deer Park.  Sentía cada vez más la necesidad de regresar a mi país adoptivo, Venezuela, a pesar de haber vivido con la familia Losh los años más felices de mi adolescencia.  A partir de entonces todo cambiaría.  El viaje por carretera a Miami con NUESTRO Toronado fue un "Antes & Después" de mi vida.   Había sido muy feliz hasta entonces pero estaba a punto de conocer la desgracia en casi todas sus dimensiones. 

En efecto, jamás regresaría al estado de Washington más allá de varios viajes que hiciera de visita, como la de julio de 2018 y la de julio de 2022, ambas con Siomi.  A finales de 1973, luego de regresar de la Alemania Federal, hice un "viaje técnico" a Deer Park, donde me encontré con Janelle, quien para entonces ya había pasado al baúl del olvido.


En nuestra Luna de Miel - Yo, Siomi, Danny, Beverly & Norman

Visitamos Deer Park en nuestra Luna de Miel en octubre de 1974 y luego para pasar las navidades en diciembre de 1975.   Entonces teníamos a varios muchachos venezolanos viviendo en Washington bajo el programa de la Fundación Doña Petra del Amo, entre ellos a Vianey - "Danny" - Torres, quien aparece en la foto de arriba.

Pasaron muchos años antes de que volviera a visitar a aquel pueblito querido en un viaje que no me agrada mucho recordar y luego en 2018, cuyo final no fue del todo feliz. 


Al terminar aquel primer día de viaje por carretera hacia mi destino, me sentía como si hubiera trabajado 40 horas seeguidas en un campo de heno, trabajo que hacíamos los estudiantes de Deer Park en los veranos.  


"Hot Turkey Sandwich" uno de mis platos favoritos "americanos"

Eran las 10:30 de la noche, luego de haber cenado un suculento hot turkey sandwich seguido de un sabrosísimo pie de manzana, me retiré a mi habitación del motel de carretera donde me alojé para darle las buenas noches a mi querido diario, no sin antes hablar unos 10 minutos con Janelle, con quien había quedado en conversar todas las noches hasta llegar, sano y salvo, a Miami. 


A las 5 en punto de la mañana ya estaba en camino.  No tuve tiempo de pagar la llamada que le hiciera a Janille porque la oficina del motel no estaba abierta.  Seguramente que Beverly recibiría la cuenta (como en efecto la recibió), porque cancelé el motel con su tarjeta de crédito, la cual, además de servir para echar gasolina, servía para pagar moteles y comidas.   Tampoco desayuné porque a las 4 de la madrugada ya estaba bañándome y a las 5 ya estaba montado en el carro, presto para continuar el viaje rumbo al sudeste.

El segundo día, según mi diario, fue muy distinto al primero.  La pase, aparentemente, mucho mejor.  Comencé a sentirme más seguro de mi decisión.   Tal vez la conversación con Janelle hizo mucho por sentirme como me sentía.  


 
Colegio Americano de Caracas

Comencé a disfrutar de mis meditaciones y, sobre todo: de mi soledad.   Deje por un tiempo de escuchar música y opté por dedicarme a meditar en silencio.   Me vino a la mente cómo dejé de aprovechar mis participaciones en los partidos de fútbol en Deer Park High School por haber decidido estudiar mi último año de high school en el Colegio Americano de Caracas, el cual luego se llamó "Colegio Internacional Caracas".  El mismo viejo con diferente cachimbo, que seguía ubicado en la cima de Las Minas de Baruta, uno de los colegios más costosos de Venezuela, enquistado en el corazón de la más absoluta miseria de la ciudad capital.


Favela de Las Minas de Baruta, en Caracas - Venezuela

También me preocupaba el carro que me tocaría manejar si regresaba a Kinman Business University.   El Toronado no tendría competencia frente a cualquier otro carro que me hubieran comprado.  Pensaba que tendría un fotingo de segunda o tercera mano, aunque estuviera en buen estado.   No era lo mismo.   En el consecionario donde habíamos comprado el Toronado que estaba a mi nombre, vivían enviándome catálogos de los últimos carros de la General Motors y, en especial, de la línea Oldsmobile.  Había uno que me encantaba, un "Road Runner" de la Plymouth:


Road Runner de la Plymouth

Había otros tan exóticos, pero todos pasaban de los US$ 3,000 fuera del presupuesto de un estudiante universitario.  El Toronado había costado la increíble suma de US$ 5,000, que hoy no alcanzaría ni para dar la inicial de un carro nuevo.  


Nuestra RAV4 2016

La Toyota RAV4 que nos compramos en Weston en mayo de 2016, nos costó US$ 45,000.  El poder adquisitivo del dólar se fue al quinto sótano de la economía estadounidense. 

La idea de la compra del Toronado era venderlo al año de llegar a Venezuela, tal como lo exigía la ley.  La importación de carros estaba prohibida, sin embargo, la ley de importación de entonces permitía importar los carros en posesión de sus propietarios en el exterior por no menos de once meses, al cabo de los cuales se podrían importar en Venezuela como parte del equipaje, con la condición de no poderlo vender antes del año de haber ingresado al país.  


Al final nuestro padre se quedó con él y lo tuvo por casi 20 años.  Lo vendió en 1987 por el equivalente en bolívares a US$ 15,000, lo que no necesariamente significó que le hubiera ganado mucho.

La intención original de nuestro padre era la de comprarse un Cadillac Fleetwood de cuatro puertas, similar al que él tenía en la Cuba de 1957:


Todos los consecionarios de carros en Spokane quedaban en un sector del downtown.  Estacionamos el pisicorre de Norman a dos cuadras de la Cadillac y caminando hacia allá vimos en la vidriera de la Osmobile al Toronado que lo tenían dando vueltas en una base giratoria.  


Nuestro padre quedó maravillado y se olvidó de "su" Cadillac.  

x
A lo largo del viaje del verano del 70 me tomaba fotos al lado de los monumentos más alegóricos que me encontraba en el recorrido.  Me tomé "cientos" de fotos, sin embargo, la única foto que me quedó de NUESTRO querido Toronado fue ésta que fue tomada a la entrada de la casa de los Losh, en Wild Rose Prarie de la comarca de Deer Park, Washington State, en la que estoy con mis padres (de 41 y 50 años respectivamente) y mi hermana María Conchita, que entonces tenia 14 años y vivía con los Losh mientras estudiaba en el Deer Park High School.  Yo acababa de cumplir el 23 de agosto de aquel año: 19 veranos. 


 Le propuse a nuestro padre comprar, a mi regreso, aquel Cadillac Fleetwood con el que él soñaba desde que en agosto de 1961 abandonó Cuba para venderlo al año de ingresar en Venezuela, pero no tuve suerte.  Invertir US$ 3,000 en un carro para mí no estaba en los remotos planes de nuestro padre.  En consecuencia, ese "factor" influyó grandemente para que decidiera no regresar a mis estudios en Estados Unidos donde me faltaba un semestre para graduarme y comencé a planificar mis viajes por Europa donde terminé comprándome en Colonia (Alemania) - ¡con mi dinero! - un VW (Volkswagen) del año 1956 que me costó 100 marcos, el equivalente a menos de Bs. 100 al cambio de entonces (unos US$ 23), con el cual recorrí casi toda Europa con compañeros de estudios, con mis padres y hermana:


Viajando de Austria a Suiza por el Lago Constanza en 1972

En enero de 1972 monté mi viejo VW en el ferry que hacía la travesia entre Calés (Francia) y Dover, Inglaterra camino a Aberdeen, Escocia donde estudiaría comunicación social en la Universidad de Aberdeen.


Cuando decidí irme de Escocia le dejé el VW de regalo a mi amiga Marzia Piazza, quien fuera Miss Venezuela 1969 y 4ta finalista en el Miss Mundo de 1970.  En 2001 me la encontré en una reunión conspirativa y no la reconocí: 


Al final le saqué muchísimo provecho a mi destartalado VW el cual jamás nos dejó varado en ninguna parte.  Con él fui hasta Moscú (entonces Unión Soviética) y recorrí gran parte de Europa con una
amiga de nombre Julie - "Julicita" - Roebuck, la única bisnieta heredera de Alvah Curtis Roebuck, fundador junto a Richard Warren Sears de Sears & Roubuck, quien se encontraba estudiando alemán conmigo en el Goethe Institute de Boppard am Rhein. 


Julie venía de estudiar español en Madrid y tenía un acento "gallego-estadounidense" muy extraño.  Ella me llamaba, cariñosamente, "Roberticito" y yo a ella: "Julicita".  Sabía que "Julicita" se sentía tremendamente sola en Alemania, así  que cuando me fui de ese país un tanto inhóspito, intenté que mi amigo Peter Mamopulakos Travinski, estudiante venezolano con quien compartía apartamento en Rodenkirche, a pocas cuadras de Köln (Colonia), en lo que entonces era la Alemania Occidental, se encargara de ella: ¡pero no congeniaron!


Frente al Palacio de Versailles con mi amiga "Julicita".

Mi viejo VW resultó ser una especie de "Love Bug" parecido al VW protagonista de la película de Disney de 1969.  En tal sentido lo bauticé "Herby", como el carrito del largometraje.  En "Herby" transporté a muchísimas más amigas y compañeras de estudio que en NUESTRO Toronado, lo que desmintió ese famoso adagio a través del cual se asegura que "chequera mata a galán".  En Alemania yo ponía la compañía y el carro y los amigos pagaban los gastos.  Así tuvimos todos la posibilidad de conocer muchos rincones europeos.


Ya en Aberdeen, Escocia, "Herby" se pasó a la reserva cuando conocí a Micheline Massel, una franco-guyanesa con la cual me comprometí y con la que de vaina no me caso: ¡a Dios gracias!  Murió en París en un accidente automovilístico a finales de 1973 donde posiblemente hubiera también muerto yo.  Estando ambos en Caracas donde sería la boda eclesiástica y a pocas semanas de la ceremonia: rompimos la relación.


Con Micheline en Caracas, a pocas semanas antes de la boda

Micheline Massel era la hija consentida de un francés llamado Guy, quien en una época fue socio en una maderera en la Guayana Francesa de un francés de nombre Henri Charrière, mejor conocido mundialmente por su remoquete de "Papillón" , quien en 1969 publicó la historia novelada de su supuesta vida como presidiario en la Isla del Diablo (frente a las costas de la Guayana Francesa, de la cual, supuestamente, nadie podía escapar), novela que fue llevada a la pantalla, protagonizada por Steve McQueen y Dustin Hoffman cuando esos actores tenían 39 y 32 años respectivamente.

Según Guy, nada de lo que aparece en la novela es cierto... más allá del nombre de quien no fue el escritor de la misma.


Micheline en la Guyana Francesa

"Papillón", poco antes de su muerte, nos recibió de manera muy cariñosa en su apartamento de Caracas.  Se decía que fue dueño de varios negocios muy conocidos, como "El Gran Café de Sabana Grande", la discoteca "Mi Vaca & Yo" y, entre otros, el "Le Drugstore" del Centro Comercial Chacaito.  "Papillón" fumaba un cigarrillo tras otro y al final murió de cáncer de esófago.  Murió en julio y Micheline en agosto.


Mini Cooper 1972 similar al de Micheline

En cuanto al VW y Escocia, ya no lo usaba.  El padre de Micheline le compró un Mini Cooper y en él andábamos.  Al final murió en el pequeño automóvil que tenía un motor bien caliente.

x
Si fuésemos a comparar las aventuras de "Papillón" con las que me esperaban en los años por venir, la mía daría pie como para diez películas.  Ni en mis más absurdos sueños llegué a imaginar lo que me depararía el destino.

El caso fue que en aquel jueves 25 de junio de 1970, en mi aventura del trayecto por Estados Unidos desde el extremo noroeste hasta el extremo sureste, me hacía muchas preguntas: ¿regresaré a Spokane? ¿Volveré a ver algún día a Janelle?  Sin saberlo, aunque lo presentía, mi vida estaba a punto de cambiar radicalmente y esos presentimientos, en cierta forma: ¡me atormentaban enormemente!


Paisaje de Montana


Mientras tanto en la carretera comencé a pensar que todo Estados Unidos se parecía, algo que - por supuesto - no era ni es cierto.   Apartando las "tierras malas" de Montana,  pensaba que no podría distinguir un lugar del otro.  El viaje me probaría totalmente equivocado.   Si, es cierto que cada pueblito "americano" es una copia del otro y que muchas ciudades se parecen, especialmente en lo que se conoce como downtown.    Muy pronto, ese mismo día, el panorama cambiaría al recorrer el bellísimo estado de Wyoming, que en cierta forma se me parecía mucho al estado de Washington, con sus pinos siempre verdes y sus montañas.


Las carretera excelentemente bien mantenidas.  La grama (el cesped) de las cunetas parecían que habían sido cuidadosamente recortadas con tijeras de peluquería.   Todo muy limpio.   Las señalizaciones excelentes que me impedían perderme.  No debemos olvidar que en aquellos años no existían todavía los GPS.  Me tenía que orientar mediante mapas que compraba en las gasolineras.  El aprender a interpretar los mapas me ayudó inmensamente cuando en el año 2008 me convertí en camionero en Estados Unidos, a raíz de haber llegado a mi segundo exilio.  En 2008 los GPS no funcionaban en algunas áreas del país, el cual recorrí de rabo a cabo, incluyendo gran parte de Canadá

En mi viaje con el Toronado no siempre me orientaba con mapas.  En muchas situaciones me veía obligado a preguntar en las gasolineras o en los restaurantes donde desayunaba, almorzaba o merendaba, sobre todo para verificar que no estaba en la ruta equivocada.  Me preocupaba que no estuviera dirigiéndome al punto cardinal adecuado por lo que me orientaba por el sol (en las mañanas el sol me daba de frente o a mi izquierda y después del mediodía, en la espalda o a mi derecha) y sobre todo preguntaba cuál era el pueblo con el cual me debía topar de inmediato.  Así sabía que iba en la dirección correcta hacia la ciudad de Nueva York que ahora me quedaba a menos de 2mil millas de distancia.  Supuse que poco a poco, de pueblo en pueblo, llegaría a Nueva York y luego: ¡a Miami!.  "Preguntando se llega a Roma": ¡y a Miami!      

Cuando le participé a los Losh que había tomado la determinación de manejar el Toronado hasta Miami, pensaron que estaba delirando: "¿tú solo?", fue lo primero que me preguntaron.  Muy pronto se dieron cuenta de que estaba hablando en serio.

Cuando crucé la frontera de Montana con Wyoming puse el carro frente al letrero de bienvenida y le tomé una foto.  Tenía una cámara con trípode y con timer que me permitía unos segundos para aparecer en la foto.  Esa costumbre de tomarme fotos (y luego videos) la he mantenido en todos nuestros viajes por carretera en los que hemos tenido que pasar fronteras estatales e internacionales, como cuando en 2018 hicimos un viaje por el noroeste "americano" incluyendo una visita a Canadá: 




Wyoming es conocido como "The Cowboy State".  A pocas millas de la frontera entre Montana y Wyoming tuve la suerte de ver cruzar por primera vez a cientos de caras blancas ("white faces" , de la raza  Herford).  Ese espectáculo se repetiría varias veces en mi recorrido por Wyoming.


En julio de 2022 visité Dallas, Texas, con Siomi, justamente camino en vuelo hacia Deer Park para asistir al "Settler's Picnic and Parade".  Al visitar la "Plaza de los Pioneros" ("Pioneer Plaza") de Dallas, mi mente me transportó a aquel día de junio de 1970 cuando por primera vez vi el arreo de ganado por las planicies del estado de Wyoming.


El verano de 1967, junto al verano de 1957 en Varadero, fueron los mejores veranos de mi vida.  Todos los primos por parte de padre nos congregamos en Los Chichos, incluyendo a la tía política hasta entonces execrada de la familia - Milagros - la segunda esposa de mi adorado tío José Manuel ("Mel") a quien cariñosamente le llamaba "Montalvo" y a quien le dediqué una página en mi portal.  Fue mi tío favorito y mi gran confidente.  Lo vi morir y al morir: ¡gran parte de mí murió!


Aquel verano de 1967 en Deer Park, Beverly me llevó a comprar un becerro Herford en el imponente centro de subastas de ganado de la ciuidad de Spokane.  Ahí me compré mi primer becerro al que llamé "Pepi".  Con él competí en la feria de ganado de Deer Park.  Creció hasta lograr la madurez cuando ya me había ido de Estados Unidos.  Nunca quise preguntar qué fue de él, pero como La Vaca Mariposa, supuse su suerte.  Son los terneros machos los que terminan siempre, indefectiblemente, en el matadero.  Estos animales pueden llegar a pesar 700 y hasta 900 kilos en canal, para el momento de ser beneficiados.   


En ese verano culminé mi sueño de montar en un rodeo.  La oportunidad se me dio en el rodeo de Deer Park donde competí dos días montando a pelo caballos cerreros: 


En el Rodeo de Deer Park


Tengo que acotar que aquel verano de 1967 no fue del todo feliz.   El 29 de julio de 1967 a las 8:05 de la noche se produjo en Caracas y en el Litoral Central un terrible terremoto de 6.7 grados en la Escala Sismológica de Richter.  Las noticias publicadas en primera página en The Spokesman-Review eran aterradora.  Se hablaba de miles de muertos y desaparecidos: ¡de una Caracas totalmente destruida!


Mi familia vivía en el último piso (PH) del Edf. Rubén Darío, en la Av. Vollmer con Galipán en San Bernardino, justo frente a la antigua Shell, que luego se convirtió en la Comandancia General de la Armada de Venezuela, un edificio de 5 pisos.


Suponía que a esa hora estarían todos en el apartamento, tal vez cenando.  Siendo sábado era posible que mi hermano mayor, Ricardo - que entonces tenía 19 años - estuviera preparándose para salir a una fiesta con el Renault que había comprado hacía unos meses: su primer carro.

Para empeorar mi escenario, era imposible comunicarse con Caracas vía telefónica.  Las llamadas internacionales se hacían a través del número telefónico 122 y en tiempos normales a veces mis padres se demoraban más de un día en comunicarse conmigo desde Venezuela.  Pasaron varios días y no tenía noticias de mi familia: ¡fue horrible!

Entonces Beverly me dijo: "en el peor de los casos que tu familia haya muerto en el terremoto, nosotros estamos dispuestos a adoptarte".  Fue entonces cuando me derrumbé y comencé a llorar desconsoladamente.  Al siguiente día recibí un telegrama en el que se me avisaba que todos, afortunadamente, estaban bien.

El arreo de ganado cuando atraviesa una carretera, va acompañado de vaqueros a caballos y de varias patrullas de las oficinas locales de los sheriffs para evitar un accidente.  El cruce de una manada de ganado puede durar una hora o más.  Tanto en los estados de Wyoming como en el de Montana (y en otros), existe lo que se conocen como open range,  es decir: "hatos abiertos".  En ellos no hay cercas y el ganado pastea libremente por todo el territorio.   A lo largo de estos estados vemos muchas señales que advierten que nos podemos topar con ganado en las carreteras, lo que conformaba uno de los escenarios más terribles de mi viaje.



El ganado Herford junto al Angus son los más populares en los hatos estadounidense en cuanto al ganado productor de carne, así como entre los que producen leche están las vacas Holstein y las Jersey.


La vaca de la izquierda es una Jersey y la de la derecha una Holstein


El toro de la izquierda es un Black Angus y el de la derecha un Herford

Son pocos los becerros que llegan a la edad adulta.   La inmensa mayoría de ellos es castrada a temprana edad y sacrificada cuando alcanza el peso adecuado, dependiendo de la raza.  Solamente quedan vivo los sementales para la reproducción mediante la inseminación artificial.  


En el verano del año 1967 tomé un curso de inseminación artifical en ganado vacuno que me sirvió unos 30 años más tarde para fundar mi propio laboratorio de extracción y criogenización de semen equino, negocio que me llevó a muchos países del Caribe y de la América del Sur, como fue el caso de la extracción de semen del ejemplar "Naranjo" el Gran Campeón Fuera de Concurso de paso peruano del año 1995: 


En todo el continente americano existían para 1992 tres laboratorios de extracción y criogenización de semen equino.  Uno en la Universidad de Colorado, otro en la Argentina y el nuestro, en la Finca Daktari, la cual llegó a ser famosa por ser indiciada como la sede de "La Operación  Daktari", en el que Hugo Chávez involucró a centenar y medio de los llamados "paracachitos", que luego aseguró formaban parte de un contingente de más de tres mil supuestos mercenarios combatientes: 


En Wyoming comencé a sentirme como un turista y no como un chofer contratado para llevar un vehículo automotor de un punto al otro para ser exportado a Venezuela.   Actuando como turista, me bajé del carro y comencé a tomarle fotos al ganado que atravesaban la autopista que me llevaba hacia el este del país.  Conversé con varios vaqueros e, incluso, con varios policías.  Les conté cómo en la primavera del 67, e inmediatamente después de haber sido trasquiladas, participé en el arreo de más de 4mil ovejas hacias las montañas de los alrededores de Deer Park para que pastearan durante los meses de verano.  Fue un proceso muy parecido.  Me quedé varias semanas con Tiburcio Zorosteaga, un pastor vasco que la asociación de criadores de ovejas del estado de Washington había importado del País Vasco en España para que participara en el arreo de miles de ovejas.  Fue una aventura cargadas de incidentes que muy perfectamente podría ser plasmada en una película de Disney... ¿o de National Geographic?


Arreo de ovejas en el estado de Idaho

Aquel día de junio de 1970 cruzaron por la Interestatal 90, según uno de los vaqueros, más de 500 reses.  En lo que tuve la oportunidad de continuar mi camino, uno de ellos me dijo: "you better get, mister, or one of them cows are gonna run over ya and over yar pretty machine here...!"  Eso me hizo pensar en lo interesante de cómo el Toronado causaba sensación en un país saturado de carros increíbles.  ¡Es que NUESTRO Toronado era más que increíble!  Muchos me preguntaban cuántos caballos de fuerza tenía el motor... y de cuántas pulgadas cúbicas era.  La respuesta: 400 caballos de fuerza y 455 pulgadas cúbicas... ¡y 8 cilindros!   No volaba porque no tenía alas.


Motor del Toronado

Luego estaba el tema de la tracción delantera.  Los toronados tenían tracción delantera lo que les daba muchísima estabilidad en carreteras cubiertas de hielo o de nieve. 


Downtown Spokane

Los viernes por las noches los jóvenes dueños de "hot rods", ya tarde en la noche, solían hacer piques en las principales avenidas del downtown de Spokane partiendo de los semáforos, lo que en inglés se conoce como "drag racing"Picaban cauchos con sus neumáticos traseros, mientras NUESTRO Toronado picaba cauchos con su neumáticos delanteros, lo que sorprendía a muchos que no sabían que esos carros tenían tracción delantera. Por supuesto, ninguno de esos hot rod me veía luz.  Participé un par de veces en estas "carreras" de un semáforo a otro.  Mantenía pisado el freno mientras aceleraba el motor al máximo y cuando soltaba el freno el frente del carro brincaba de manera impresionante, asombrando a todos los que allí estaban congregados: 


Veinte años más tarde NUESTRO Toronado causaba sensación en las calles de Caracas por lo extraño y bien conservado que estaba.  Nuestro padre solamente lo utilizaba los fines de semanas para ir al club, ya que tenía su oficina en la casa.  Quien más lo usaba era yo... y de eso puede dar fe Siomi, quien junto a mí fue quien más lo disfrutó.

No entiendo por qué fue sacado de circulación tan pronto.  Tal vez eso lo hacía único puesto que no había muchos rodando por las calles de Estados Unidos y muchísimo menos por las calles de otros países, como Venezuela... por ejemplo. 

El interior de un Toronado era impresionante.  Sus asientos, en todos ellos, eran de cuero.  Los asientos se movían hacia delante o hacia atrás, hacia arriba o hacia abajo eléctricamente y se podían convertir en camas.  Su volante fue uno de los primeros que se acercaba al chofer y se subía y se bajaba a voluntad.  Venía con casetera de 8-Tracks.  La antena del radio se operaba eléctricamente y el vidrio de atrás emanaba calor para derretir el hielo.  Por supuesto, fue uno de los primeros carros en incorporar el "cruise control" y como la tracción era frontal, el piso delantero era liso porque no tenía la loma de la transmisión, lo que lo hacía más cómodo para que la chica que acompañaba al chofer se acercara más y más romántica y cómodamente. 


Siendo Wyoming un estado inmenso, solamente lo recorrí por su puntica oriental, pasando por minúsculos pueblitos en el medio de la nada como Ranchester, Sheridan, Big Horn, Story, Buffalo, Gillette, Moorcroft y Sundance antes de cruzar la frontera con Dakota del Sur.

Lamentablemente el Parque Yellowstone me quedaba muy lejos, al extremo occidental del estado, pero en un viaje que hicimos Siomi y yo por carretera por el Noroestelo recorrimos completamente, de rabo a cabo, desde el estado de Montana hasta Wyoming.  Comenzando en West Yellowstone en Montana y recorriendo las 130 millas hasta el famoso pueblo de Jackson, Wyoming.



Entre Sundance en Wyoming y Rapid City ya en Dakota del Sur, no había mucho más que unos pueblitos "donde El Diablo dejó sus calzoncillos".  Para continuar en la Interestatal 90, me vi forzado a subir hacia el norte para después bajar hacia el sur, en busca de Rapid City.  Fue desconcertante porque creí haberme perdido en el medio de un desierto, sin señales ni de algo que significara civilización más allá de la carretera. 


¡Por fin apareció Rapid City!  Ahí me paré a almorzar.  Estaba a unas 900 millas de Deer Park y a más de 1,700 de Nueva York, mi primera meta.  Era posible que pudiera embarcar el Toronado en Nueva York, así que había decidido pasar por esa gran ciudad.  La quería conocer y quería visitar en New Jersey a la familia Silva de Cienfuegos.  ¡Estaba bien lejos!

Fue en Rapid City donde probé por primera vez carne de búfalo.  La segunda vez fue en nuestra Luna de Miel cuando nos dimos el paseo con Norman y Beverly al Flathead Lake de Montana, a unas 230 millas y unas 4 horas de camino de Deer Park, donde pasamos un fin de semana en sendos "campers".


La tercera vez que probé carne de búfalo fue en nuestro viaje al noroeste "americano", en el pueblito de West Yellowstone


A decir verdad y con mi mano en el corazón, la carne de búfalo no se diferencia en nada de la carne de res... ¿o tal vez nunca nos dieron carne de búfalo?


Avestruz Cuello Negro

En 1997 fundé en Venezuela la "Asociación Venezolana de Criadores de Avestruces" (AVCA) y me traje de Curazao 4 avestruces DOMÉSTICOS de cuello negro (Struthio camelus domesticus).  Ese mismo año comencé a importar carne de avestruz de Curazao a un costo elevadísimo.  Mis clientes eran restaurantes como "El Gazebo" y "Tarzilandia".    Tuve serios problemas legales con Profauna, del Ministerio del Ambiente, porque los malandros de ese instituto me querían "martillar" (extorsionar) para que se permitiera en Venezuela la venta de carne y de avestruces, puesto que ellos alegaban que se trataban de animales silvestres: ¡que no lo eran!

(si pinchan las fotos escucharán conversaciones que les grabé a esas "bichas")

Las dos "capos" (¿capas?) de PROFAUNA (instituto adscrito al Ministerio del Ambiente) eran la bióloga Soraya Rizzo y la MALANDRA Mirna Quero de Peña, ya fallecida.  La segunda era la directora del instituto en cuestión quien me estaba pidendo, descaradamente, la suma de 3 millones de bolívares por aceptar que los avestruces que estaba intentando importar eran domésticos.  Cuando se enteró quién era mi hermana: me subió la parada a DIEZ MILLONES...!!! 


Pareja de avestruces en el jardín de Daktari

Hasta el día de hoy y posiblemente hasta el día en que muera, me estoy y me estaré culpando por no aceptar el soborno de los gángsteres de PROFAUNA.  Cuando la doctora Quero de Peña me aumentó el martillo por ser el hermano de quien era monté en cólera, sobre todo porque por parte de María Conchita no había ni he  recibido jamás tan siquiera la hora del día.


Primeros avestruces que llegaron a Venezuela 
como polizontes en un vuelo de ALM

Todo comenzó en el gobierno de Rafael Caldera.  Al final de su mandato no me quedó otra que demandar a la nación ante la Corte Suprema de Justicia, hoy "Tribunal Supremo de Justicia", por la suma de US$ 3.500.000.  La muy sinvergüenza de la Mirna Quero de Peña quien después se pasó de COPEI al chavismo, llegando a ser diplomática de Chávez, me paró una venta de 300 sementales de esas magníficas aves que habíamos traído desde Sudáfrica para cumplir con un contrato con Empresas Polar

Para hacer trabajo de relaciones públicas, le pedí a mi amigo Pedro Penzini Fleuri que me entrevistara en su prestigioso y muy escuchado programa de radio: 


El programa tuvo mucha audiencia pero no sirvió de nada porque al llegar Hugo Chávez a Miraflores le ordenó a sus jueces del TSJ que sentenciaran en mi contra, sin embargo, tanto Pedro Penzini como su equipo se quedaron intrigado con la carne de avestruz y les prometí un almuerzo en nuestra finca Daktari. 


Solamente un experto catador culinario podría detectar la diferencia entre medallones de avestruces y de res.  Como eran muchos los invitados, decidí irme a  donde "Sole Mío" (un italiano dueño de una carnicería que me recibía cantando "O Sole Mío"), en Las Mercedes y comprarme varias lengüetas de lomito de res las que nuestra cocinera preparó con una salsa de hongos quedando de rechupete.  Todos ellos salieron convencidos de lo sabrosa que era la carne de avestruz.  Después de ese macro-engaño, me pregunté si lo que habíamos comido como búfalo en Montana no era simplemente común carne de res.  ¡En fin!


Primera importación de carne de avestruz en Venezuela 
antes de que Mirna Quero me parara el negocio

Nuestros hermanos judíos, quienes tanto saben de tracalerias (de engaños) por ser descendientes de  Jacob y que todo lo que comen tiene que ser "kosher", contratan a rabinos especializados para que certifiquen que lo que se está comiendo fue obtenido bajo las normas de esa milenaria religión cargada de creencias y ritos absurdos.  Pero hasta los rabinos especializados pudieran en un momento dado tirar una trácala.  Vale decir aquí que según el libro sagrado de Levítico en sus versículos del 19 al 20, del capítulo 11, los judíos no pueden comer carne de avestruz ni de AVES como las del murciélago.

Una vez me dijo un amigo judío que todas esas prohibiciones en cuanto a lo que ellos no podían comer se debía a una manera de evitar enfermedades, sin embargo la carne de avestruz es una de las más magras y saludables que existen.  De hecho, siendo carne roja, la Asociación Americana de Cardiología la recomienda para los pacientes con cardiopatías.

En aquel año de mi travesía, detrás del restaurante tipo timbiriche de Rapid City en Dakota del Sur donde supuestamente comí carne de búfalo, tenían varios ejemplares de tal especie animal los cuales, según ellos, estaban a punto de ser sacrificados.  Yo jamás vi cuando lo sacrificaron, pero juré que lo que me estaba comiendo era carne de búfalo.


Búfalos fue lo que me cansé de ver en Dakota del Sur, incluso caminando lenta y tranquilamente por el medio de las carreteras.  No vi ninguna señales advirtiendo la posibilidad de un encuentro cercano del primer tipo con estos inmensos animales que parecen inofensivos: ¡pero dicen que no lo son!


En ese estado vi más búfalos que en julio de 2018 - ¡48 años más tarde! - cuando hicimos un viaje al noroeste de Estados Unidos y recorrimos el Parque Yelowstone de punta a punta sin ver uno solo.  Lo único que vimos fue un venado y una manada de alces hembras con sus crías.


Lo mismo ocurrió en 2015 durante el largo viaje que hiciéramos en nuestra II Luna de Miel donde recorrimos todo el estado de Maine sin ver un solo animal, a pesar de las muchas advertencias de posibles encuentros con alces, venados e, incluso: ¡con osos pardos y negros!


Luego, en 2018 en nuestro viaje al noroeste "americano" nos advirtieron que tuvieramos cuidado con los osos.  Estabamos ya inquietos con las advertencias porque queríamos ver "algo": 


Saliendo aquel año - 2018 - del Parque Nacional de Yelowstone - nos volvieron a advertir de las presencia de los osos... ¡y nada!  ¡No vimos a un solo maldito oso!


Años después nos invitaron a visitar África.  Ya la conocía pero de una manera muy diferente.  Ahora sería mediante un "safari fotográfico".  Sin embargo, mi media naranja no se anotó en el programa: 


Por el empeño de Siomi de no visitar África, dejamos de disfrutar lo que en 2014 disfrutaron nuestros grandes amigos de muchas décadas: 



En mi segundo día de travesía camino a Nueva York,  pasé por varios pueblitos que me hicieron recordar las películas del lejano y salvaje oeste "americano" y fue entonces, no sé por qué, cuando decidí regresar y visitar el famoso monumento en Monte Rushmore, a unas 25 millas al sur de Rapid City.


Sin embargo, me sucedió algo tremendamente asombroso.  Resulta que todas las señalizaciones en las carreteras del estado de Dakota del Sur (luego me enteré), tienen (o tenían) la imagen del monumento de los presidentes del Monte Rushmore.   No sé si por el cansancio o por alguna otra extaña razón, había perdido completamente el sentido de la orientación y comencé a seguir todas las señales con la imagen del fulano monumento.


Me habían dicho que el Monte Rushmore quedaba a la vuelta de la esquina.  Llevaba más de una hora de camino y nada que llegaba al condenado monumento.  Como siempre, decidí preguntar en una gasolinera y - ¡bingo! - estaba perdido.  Corregí el rumbo y logré llegar al famoso lugar. 


Encima de haberme perdido, cuando vi el famoso monumento de las cabezas de los presidentes en el Monte Rushmore: ¡quedé totalmente decepcionado!  No sé por qué me pareció que las cabezas debían de ser más grande... o a lo mejor se debía a que la montaña donde se hizo el monumento era mucho más grande en proporción a las cabezas de los presidentes.  Tal vez el problema era que la montaña quedaba muy lejos de donde los turistas la observan.  Me paré a ver el monumento por no más de cinco minutos, suficiente tiempo para maldecir mi primer contratiempo serio del viaje, al cabo de los cuales retomé mi ruta, no sin antes tomarle una foto al Toronado donde se veía al fondo las cabezas de los famosos presidentes.




A mi regreso a Rapid City pasé por un pueblito donde, según se decía, se exhibía la primera locomotora que viajó al Wild West (al "Viejo Oeste").  Seguí mi camino y logré llegar a Sioux City a 1,300 millas de Deer Park, en el vecino estado de Iwoa, donde decidí pasar la noche.  Había recorrido ese día, de Billings (Montana) a Sioux City (Iowa) unas 885 millas en unas 13 horas de carretera, casi lo que había recorrido en Spokane durante un año y lo hice a una velocidad promedio de 100 millas por hora.  Comprendí que me estaba excediendo peligrosamente de las 8 horas sugeridas por quienes supuestamente sabían sobre el tema de manejar en carretera.   Años después, en 2008, siendo camionero de Werner, todos los días me tocaba manejar once horas y ni un segundo más.


La gandola 16 cauchos (16-wheeler) que manejaba para Werner
con el trailer de 53' - 16 mts

Ya le había perdido el respeto a la velocidad.  Durante ese trayecto en el segundo día, puse el cruise control a 100 mph.  Cada vez que el Toronado entraba en una subida, el piloto aceleraba para mantener la velocidad establecida.  Cada vez que entraba en una bajada, el piloto frenaba para no sobrepasarla.  Ponía mi asiento recostado: ¡y a volar!


Mi tarjeta de crédito de Werner para echar diesel

Vale decir que los camiones de Werner tienen un control de velocidad que no le permite al chofer excederse de las 55 mph, además de un sistema de GPS que emplea el dispatcher (el "controlador") para saber exactamente dónde está el vehículo y las horas que lleva rodando.  Todos los meses nos hacían asistir a un seminario de seguridad donde recalcaban que lo más importante era observar el límite de velocidad (sobre todo en las curvas y muy especialmente saliendo de las autopistas) y mantener la distancia adecuada entre nuestros camiones y el vehículo que teníamos delante.  Los seminarios se llevaban a cabo en los safe heavens o truck spots ("cielos seguros" o "parada de camiones") donde dormíamos, nos bañábamos, lavábamos la ropa y descansábamos.  En muchos de estos lugares había capillas móviles, como era el caso del video que publico a continuación: 


También había pesas, gasolineras, restaurantes de comida rápida (*), cafeterías, estaciones de policía, servicio de grúa para gandolas (cuyo servicio comenzaba en US$ 3mil), joyerías, tiendas, veterinarios (muchísimos camioneros viajan con sus mascotas... perros, gatos y hasta monos), pet shops, entrenadores gimnásticos, psíquicos que leían las manos y echaban las cartas, tiendas de regalos, confesionarios para los devotos católicos, barberías, ventas de armas (en algunos estados), peluquerías para las camioneras, salones de juegos electrónicos, en algunos de ellos había casinos, dentistas, autolavados especializados para camiones, lavanderias, bibliotecas, venta de repuestos y hasta de camiones, servicio de electricidad para ahorrar combustible mientras dormíamos en nuestros camiones (**), computadoras donde se ofrecen cargas, medicatura, oficina del sindicato de camioneros, servicio de abogados, servicio de psiquiatría, internet, envio por UPS, correo, Western Union, televisión por cable, servicio permanente de ambulancia, mecánicos, cines, bancos, ATM's, farmacias, Walmart's, salas de masaje y cuantas cosas nos podamos imaginar; claro que no todas las paradas de camiones tienen todos esos servicios... por supuesto, pero lo que sí no se encontraba en ninguna de ellas era venta de bebidas alcohólicas.  De hecho, según cómo estaba la suerte del camionero, había inspectores estatales que requerían muestras de orinas para detectar algún consumo de alcohol (por muy pequeño que fuese) en el organismo.  De detectar la más mínima partícula de alcohol, la licencia de chofer era suspendida.  La primera y dependiendo del grado de contaminación alcohólica, por un mes.  La segunda vez por 6 meses y la tercera vez: ¡definitivamente!

* Si viajan por carretera en EE.UU. y quieren comer sabroso, fíjense donde hay camiones estacionados: ¡y entren en esos restaurantes!  Los camioneros son los mejores expertos en gastronomía del planeta.  Que no les pase como a Siomi y a mí en Montreal que por seguir las recomendaciones publicadas en YouTube, comimos la peor comida china de nuestras vidas: 



** En algunos estados, como California, no se permite dormir en los camiones con el motor encendido y los choferes se ven obligados a contratar los servicios de electricidad.  A través de aquellos equipos, se podía llamar por teléfono, ver televisión por cable y tener aire acondicionado o calefacción.

Sin haberme podido imaginar lo que me deparaba el futuro, en mi camino a Nueva York por Iowa, le pasé por el frente al mayor "safe heaven" del Planeta Tierra: "Iowa 80", que se encuentra en la 755 W Iowa 80 Rd, Walcott, Iowa.  Como camionero muchas veces pernocté, descansé, cené, almorcé, eché petroleo, me bañé o me paré en ese fabuloso lugar.  Vale acotar que cada tantas horas de carretera teníamos que descansar 48 horas seguidas.  Pasar ese largo descanso en un lugar como "Iowa 80" era como irse de vacaciones a Disneyworld.  En una oportunidad me quedé los dos días de descanso en "Iowa 80" y lo recorrí casi todo.  Fue increíble.  Creo que tomaría una semana recorrerlo completamente.


En 2017 cuando nos tocó escaparnos al Huracán Irma, pasamos por Memphis y visitamos, por segunda vez, La Pirámide.  Estando en ella me vino a la mente la parada de camiones "Iowa 80": 


En países como Venezuela, muchos camioneros duermen en hamacas con sus camiones arrimados, peligrosamente, a la carretera.  


El rolls-royce de los camiones "americanos" es el Peterbilt.  Para tener uno en Werner tenían los choferes que tener más de 10mil horas de carretera, es decir, unos dos años y medio de experiencia.  Los novatos, como yo, manejábamos los populares Freightliners mexicanos.

Para manejar solo uno de estos camiones se requiere de 300 horas de carretera.  Estando estudiando en Aberdeen, Escocia, tomé un curso de piloto privado y a las 20 horas de vuelo ya estaba volando solo.


Mi camión tenía una cabina extraordinara.  Siomi puede contarles a sus nietos que ha pasado la noche conmigo en los mejores hoteles y hasta en una gandola Freightliner.  Más o menos así era la cabina de mi camión: 


Pero mi carrera de camionero profesional duró poco.  En agosto de 2008 me encontraba en tránsito con mi camión desde Seacaucus, (New Jersey) donde había cargado hasta los teque-teques "miles de latas" de cerveza Budweiser,  camino a Brooklyn, (New York).  La computadora de mi camión me sugirió una vía totalmente equivocada, mandándome directamente al famoso "Holland Tunnel", vía submarina que atraviesa el Río Hudson entre los estados de New Jersey y New York.  Un túnel que está vetado a los camiones.


Apenas entré en la vía sugerida me di cuenta de que estaba cerrada y rodeada por unos bloques de cemento y por unos polos plásticos que no quería estropear.  Cuando intenté doblar mi camión, el trailer se montó sobre los neumáticos y hasta ahí pude llegar. 


Por más que intenté salirme de aquel apuro, me fue imposible.  Toneladas de cerveza aprisionaban los neumáticos y no había otra cosa que hacer que comunicarme con mi dispatcher (con mi "controlador") quien se encontraba en el estado de Nebraska: ¡a 1,500 millas de distancia!


Logramos sacar el camión con la ayuda de dos grúas y a un costo de US$ 12mil.  


A la policía de New Jersey no le interesó de quién fue la culpa y me emitieron cuatro multas.  La primera por US$ 85 por demorar el tráfico vehicular.  La segunda por otros US$ 85 por no observar las señales viales.  La tercera por US$ 180 por no mostrar documentos adecuados ¿? y la cuarta por otros piches US$ 85 por manejar de manera descuidada.  


No pagué un centavo.  La culpa había sido de la maldita computadora de la empresa.  Afortunadamente había tomado fotos de las instrucciones y Werner se comprometió a pagar todas las multas.  Como de mis pagos me descontaban miles de vainas, entre las cuales estaban los aportes al poderosísimo sindicato de camioneros (en el que fuera presidente en 1957 el famoso Jimmy Hoffa) y a los abogados, la empresa se encargó de todo, pero me quedé sin las ganas de seguir manejando por las carreteras, lejos de mi familia y sufriendo una presión indescriptible. Entregué mi camión y me regresé a mi hogar donde me coloqué - ¡horror! -  como chofer de ambulancia en la AMC de Miami, además tenía licencia profesional de conductor, lo que me sirvió para conseguir el trabajo sin mucho esfuerzo.


En un principio me dedicaba a recoger pacientes en los hospitales y llevarlos a sus casas... o a recoger pacientes en sus casas y llevarlos a los hospitales.  Ganaba un salario bajo y propinas.  Los afroamericanos jamás daban propinas. 

Buscaba pacientes en los ancianatos y los llevaba al médico o a las sesiones de diálisis.


Fue una época tremendamente dura y deprimente para mí.  Veía cómo muchos pacientes con diabetes eran cortados en pedacitos.  Un día iba a buscar a un paciente a quien le habían cortado un pie.  Luego regresaba a buscarlo y le habían cortado hasta la rodilla.  Al final le cortaban la pierna entera.  Era terrible.  Comencé a añorar los años de camionero.  Además, me tenía que levantar a las 4 de la mañana, desayunar, despertar a Siomi para que me llevara a la sede de la AMC donde tenía que lavar mi ambulancia todas las madrugadas y echarle gasolina.  Siomi me iba a recoger a las 7 de la noche: ¡era terrible!

Entonces mi jefe me sugirió que optara por "chofer de ambulancia médica".  ¿Qué era tal cosa?  Pues choferes de ambulancia que recogían heridos en las carreteras.  No sonaba muy bien, pero pagaban el doble.  Hice el curso, lo aprobé y comencé en noviembre de 2008 a trabajar como chofer de ambulancia médica.  


¡Duré una semana!  Mi primer trabajo fue recoger los restos humanos de un terrible accidente ocurrido en la I-95, entre Miami y Fort Lauderdale.  Además, había que hacer guardia de 24 por 48 horas.  Abandoné la ambulancia y me metí a taxista, para lo cual tuve que hacer un curso de varias semanas.  En Estados Unidos hay cursos para todas las ramas.   Al final logré graduarme: 


Mi experiencia como taxista resultó ser la más traumática de todas.  Tenía que trabajar NO MENOS de 12 horas diarias y pagar diariamente US$100 al dueño del taxi, trabajara o no trabajara.  Los taxis de Miami no tienen calefacción.  En el invierno de 2010 se rompió record en el sur de La Florida de temperaturas más baja en los últimos 50 años.  Pasé más frío que en todos los años en los cuales viví en el estado de Washington, en Alemania y en Escocia.


La peor parte se la llevaban los taxistas haitianos.  Muchos haitianos se dedicaban a manejar taxis.  De hecho: ¡vivían en los taxis!  Pero con aquella ola de frío del año 2010 la situación para ellos era crítica.  Pero el frío no lo era todo.  Durante mi pasantía como chofer de taxis viví experiencias increíbles: ¡inenarrables! Desde una pareja que le gustaba copular en los taxis hasta individuos que contrataban taxis para drogarse.  Lo que les cuento es poco.  Habría material como para una serie más larga que la novela "El Derecho de Nacer" de 1948 que duró 318 episodios.

Como no teníamos un solo día libre, los domingos venía al estacionamiento de los taxis en el aeropuerto de Miami un pastor.  El problema era que hablaba en patuá o en un francés que no le entendía ni el tradicional "¿cómo te la pelas vu...?"


Ver  mi blog sobre la etapa de taxista

Como taxista me tocó ver cosas increíbles, algunas de las cuales logré captar en video, como esta donde vi asombrado a un conejito erótico en plena calle de la  decadente de Miami Beach


Pero volviendo a mi viaje con el Toronado, aquella noche del 25 de junio de 1970: no cené.  Me había comido una inmensa salchicha en el Monte Rushmore y me sentía lleno, además, tenía la necesidad de ahorrar pues ahora ya me estaba pegando la psicosis y la paranoia en cuanto a que no me aceptaran la tarjeta de Beverly tal como habíamos pensado y esperado sucedería cuando me internara en el "Medio Oeste".  Sin embargo, no tuve problemas en el motel donde me alojé en el que había room service a pesar de ser un motelucho chipi-chapa de carretera.  Pagué por la noche US$ 30 con el impuesto incluido.  Al igual que la noche anterior, mi preocupación era que me fueran a robar el Toronado.

Esa noche le hice la llamada correspondiente y prometida a Janille.  Ya comenzó a haber diferencias de horario entre los estados de Iowa y Washington.  Me parecía imposible que en apenas dos días estaba en el medio del país, incluso más cerca de Nueva York que de Spokane.


Dejé mi motel en Sioux City en Iowa a las 9 de la mañana.  Decidí descansar y aprovechar que pude dormir tranquilamente, sin pesadillas.  Si el despertador sonó: no lo sentí.  Ya los nervios no me atacaban.  Estaba disfrutando de mi viaje y, en forma muy particular: ¡de mi soledad!

Ese día sí desayuné como un rey en un lugarcito de muy poca monta pero, como es normal en Estados Unidos: ¡con muy buena comida!  Cosa rara... mientras más  elegante es el restaurante: ¡peor es la comida!  Por analogía inversa, mientras más sencillo es el local: ¡mejor es la comida! Claro, como en todo: existen excepciones que confirman la regla.  Un pariente lejano una vez me aseguró que los restaurantes vacíos eran o muy caros: ¡o muy malos!




En mi recorrido hacia el este del país pasé por Iowa City, dejando atrás el estado de Iowa para entrar en el estado de Illinois, donde me encontré con Minooka: ¡antes de entrar triunfalmente en Chicago, la famosa ciudad de Alfonso - "Al" - Capone!


Según mi diario, el calor era insoportable.  El piso del Toronado se calentaba tanto que me encontré en la necesidad de mojar una toalla y ponerla bajo mis pies descalzos para no sentir el calor que casi quemaba.  Andaba con unas sandalias "hindúes" (¿o indias de la India? * ) del hombre muerto (así le llamaban a las sandalias que estaban de moda: dead man's sandal) las que no me ofrecían mucha protección.


* Hay una gran diferencia entre "hindúes" e indios de la India.  Los indúes son los que profesan la religión hindú.  No todos los indios de la India son hindúes.  Hay indios musulmanes y cristianos, pero existe la tendencia equivocada de llamar "hindúes" a todos los indios de la India.

Dicho lo anterior sobre los indios y los hindúes, comento que ya ni el potente aire acondicionado del carro ayudaba mucho, aunque entendía que sin él no me hubiera sido posible atravesar Estados Unidos durante aquel infernal verano.


En Chicago comencé a comprar calcomanías alegóricas a cada lugar que visitaba en mi recorrido, las que colocaba en la tapa interna del maletero para que no se vieran por fuera, ya que ponerle calcomanías a un carro elegante es como la manía de tatuarse que tienen muchas personas.  Cada vez que abría el maletero del Toronado, admiraba los lugares por los que había pasado.  Al llegar a Miami no había un lugar libre en el cual pegar otra calcomanía.  

Hasta entonces no había tenido un solo tropiezo mecánico ni esperaba tenerlo.  Es más, pasaron años y años y El Toronado jamás se echó a perder ni dejó a nadie varado en el medio de la calle: ¡carro pa'bueno!  ¡Nunca jamás pasó por las manos de un mecánico!


Cenando en 1967 en casa de Beverly.  Esther (la chaperona madre de Blanquita), 
Blanquita, yo y mi prima Carmencita


Los famosos perros calientes de Chicago

No me resultó muy fácil encontrar mi vía alrededor de Chicago.  Estaba a 300 calles de la casa de Blanquita Prieto, quien ya casada, se encontraba viviendo en esa inmensa ciudad famosa por sus perros calientes, tal como lo corroboramos en nuestro viaje de 2017 cuando fuimos al oeste del estado de Washington a celebrar Thanksgiving con Beverly y Mark Losh.   Lo único malo de los perros calientes es la parte del perro que se escoge; hay quienes aseguran que se trata de la cola.


Por fin llegué a la casa de mi antigua amiga cubana de Spokane cuyo hermano ya era esposo de mi prima Carmencita.  Allí ya me estaba esperando Blanquita, su mamá - Esther - y su papa Beny.  Todavía Blanquita no tenía hijas.  Luego de una corta visita con la familia, salimos todos a hacer turismo por la ciudad y me llevaron a los lugares más emblemáticos, entre ellos, el segundo edificio más alto del mundo para la época, la Torre Sears, la cual tiene un piso menos que el Empire State Building de Nueva York. 

Tanto de Blanquita como de su familia guardo un recuerdo muy especial.  En algún momento me la imaginé como esposa... ¡cosas de muchacho! Era la mujer cubana que había idealizado en mi mente.  Sus padres eran adorables, muy en especial su papá¨: ¡Beny!

En nuestra II Luna de Miel de 2015 tuve una segunda oportunidad de visitar el Empire State Building de Nueva York.  


Con el Sr. y con la Sra. Fojo, Blanquita Prieto y su esposo, conversé largamente hasta las tres de la madrugada.  Blanquita y familia estaban pensando en mudarse para Puerto Rico, donde su hermano "Archie" (Heracilio Prieto) había conseguido un trabajo.  Con el tiempo los Fojo llegarían a lograr una pequeña fortuna producto de una demanda contra la cadena McDonald's por incumplimiento de contrato.  "Archie" también montaría un buen negocio y amasaría un interesante capital.  Hasta su mamá Esther terminó de pintora y realizó un par de exposiciones, aunque ya al final con bastante problemas nerviosos.   Benito Prieto trabajó con su hijo "Archie" en los diferentes negocios que tuvo en la isla. Los  Fojo tuvieron dos hijas. Con el tiempo perdí totalmente el contacto con todos ellos.

Trece años más tarde, en 1983 - ¿quién lo iba a imaginar? - también yo terminaría en Puerto Rico con un jugoso contrato de US$ 25,000 mensuales  para producir y presentar un programa en WAPA TV (Canal 4) llamado "A Fondo".


Aquel 26 de junio de 1970 mientras recorría Chicago por primera vez, me era materialmente imposible imaginar que once años más tarde, gracias a los acontecimientos acaecidos en aquella misma ciudad, en 1981 haría mi primer millón de bolívares que para entonces (en 1981 al cambio de Bs. 4.30 por US$) equivaldrían a poco más de 230 mil dólares y poco menos de un cuarto de millón de dólares "americanos". 

Comments